Partida Rol por web

Alister vio como la chica se alejo sin siquiera llegar a sentarse. Le pareció algo extraño. Estaba claro que si uno no hacia las cosas como los demás querían, era un foco de problemas.

Pero seguía pensando que moverse por la escuela en plan subversivo, y cuchichear por los pasillos era la clase de conducta que no se podían permitir hacer.

El mismo había observado a Tom Riddle aquel tiempo, y siempre se comportaba con una sana naturalidad, lo que le facilitaba que nadie lo escogiera como posible causante de problemas.

Pero aquello poco importaba ya. Ahora estaba en problemas más graves. Problemas que habían surgido de la reunión pasada.

Por un momento, mientras sus ojos se posaban de  nuevo en el ritual de las piedras iberas, se pregunto qué hubiera pasado si Alice hubiera tenido que guardar el secreto a ojos de Charlotte, como él tenía que hacerlo para Deirdre.

Eran acaso tan distintos. No, suponía que no. Pero si de verdad ellos se equivocaban con su manera de actuar, que era algo que tampoco podía asegurar, y esperaba que realmente no pasara, ya se darían cuenta de que estaban exponiéndose de manera muy gratuita.

Tras escuchar las indicaciones de Alice, debéis reconocer que tiene razón, a pesar de que el aula está en el cuarto piso se encuentra justo en la otra punta del edificio. Desde fuera no parece muy distinta a la de tantas otras aulas abandonadas que hay en Hogwarts, aunque el recuerdo de lo que pasó en ella os impide verla con los mismos ojos. Alice también os ha informado de que Dracons fue encontrado a pocos metros del aula en cuestión poco después de pasada medianoche.

Tracy observó por un momento la puerta abierta de la sala, una vez que la identificaron, mientras en su mente se completaba un tentativo mapa mental del cuarto piso de Hogwarts y se intensificaba la que para ella era la pregunta clave: ¿Por qué esta aula? ¿Por qué exactamente habría elegido este lugar? Sus ojos volvieron a Ingo, como lo habían hecho al momento de decidirse a abrir aquella puerta que ahora permanecía entornada, mitad producto de magia, mitad producto de su mano. Asintió, entonces, ante la mirada del otro Gryffindor y no necesitó un gesto para sugerirle que ambos pasaran al interior. Aquello era lo bueno de los años que llevaban juntos. Del mismo modo que apenas había bastado una mirada para que abandonaran a sus respectivos tiempos la comida y se encontraran en un sitio común alejado de los demás.

La varita de Tracy continuaba fuera de vista, pues sabía que sería difícil de explicar por qué la tenía fuera si los descubrían en la sala. Sin embargo, el tacto conocido de la madera continuaba como siempre muy cerca de su agarre. Había muchas cosas por las que podían empezar, una vez dentro, pero lo primero era mirar a sus alrededores, pasear muy cerca de las paredes. Prestar atención a los detalles, observar a ver si había huellas de la presencia de alguien o de su actividad. Y observar si había algo fuera de lugar, si la sala estaría quizás conectada a otra sala, algo que explicaría por qué esa sala. Porque Tracy sabía, creía, que debía haber una intención detrás de eso.

- Algo tiene que tener esta sala, si fue elegida entre todas las que tiene Hogwarts - dijo a Ingo, en un susurro muy bajo sólo para él, mientras comenzaba a investigar el suelo y las paredes.

Fui a la biblioteca pensando en mis cosas y con el rostro algo más cansado que de costumbre, pero manteniendo mi habitual sonrisa y buen rollo. La noche anterior no había conseguido sacar nada en claro, lo que había sido frustrante además de agotador, pero aquello no iba a desanimarme. Además, tenía el partido pronto. Aquello me animaría.

Aquel lugar no me gustaba. Demasiados libros y demasiado poco ruido. Me oprimía, me sentía casi como un extraño cuando entraba allí. Sin embargo, sabía que iba a encontrar allí a Alice y su compañía disimulaba un poco aquella extraña sensación. Además, estudiaba bastante mejor con ella, ya que era capaz de resolver casi cualquier duda que me pudiera surgir del temario.

Revisé los sitios donde solía encontrar a la gemela. No tardé en encontrarla. Me senté tranquilamente frente a ella sin hacer demasiado ruido para no molestarla y esperé a que se percatara de mi presencia con una sonrisa divertida en el rostro. A veces los libros la absorbían demasiado y había tenido que carraspear para que levantara la cabeza. Era divertido verla en acción.

Cuando noté que alguien se sentaba frente a mí en un primer momento no presté mucha atención, demasiado enfrascada en lo que estaba leyendo. No fue hasta que terminé la página que me pasó por la mente que quizá fuera Alister y hubiera entrado en razón. Entonces levanté la mirada con curiosidad hasta cruzarla con la de Alan. 

Su belleza seguía emanando de él, como un halo que lo rodeaba y acompañaba en todo momento. A pesar de estar acostumbrada a tratar con él, siempre se dibujaba una sonrisa en mis labios al verlo. Igual que en los de la mayoría de las chicas del colegio. Su simple presencia era suficiente para atraer un buen número de miradas femeninas en cualquier lugar. Y si a su atractivo natural le sumabas su simpatía... Desde luego la primera vez que se me había acercado no había reaccionado con tanta naturalidad. Recordaba con claridad aquel día. Cuando me saludó me di la vuelta, buscando a alguna otra persona con la que pudiera estar hablando. Y al darme cuenta de que realmente lo hacía conmigo mis mejillas se pusieron como tomates y apenas pude balbucear un saludo en respuesta al suyo. Después pensé que debía haberme confundido con Charlotte. 

Mis labios se estiraron en una sonrisa divertida pensando en aquello, mientras recordaba que se había ofrecido para ayudarme en la biblioteca la noche anterior y eché un vistazo rápido al libro, memorizando el lugar donde me había detenido. - Ey, Alan. - Saludé en un susurro, dejando el libro sobre la mesa y mirando alrededor para asegurarme de que nadie nos estuviese prestando atención. Mis ojos se desviaron inevitablemente hacia Alister unas mesas más allá y mi sonrisa se atenuó durante un instante. - He encontrado algunas cosas interesantes. - Expliqué, volviendo a mirar a Alan e inclinándome por encima de la mesa, para poder hablar en voz baja. - ¿Quieres que salgamos a dar un paseo y te lo cuento? - Ofrecí, suponiendo que la respuesta sería completamente distinta a la que había recibido por parte de Alister.

Charlotte, mi querida Charlotte, 

Creo que nosotras teníamos que investigar los pasillos cercanos al pasillo donde encontraron a Dracons.

¿Cómo hacemos eso?

Veo como Deacon se pone en pie y espero pacientemente su respuesta que no tarda en llegar, hago una inclinación de cabeza y mientras nos alejamos comienzo una conversación destinada mas a llenar los oídos de la audiencia que al contenido de la misma.

- Me gustaría saber si había algo en particular que hacía el señor Dracons antes de los partidos, cómo motivaba al resto del equipo...

Una vez que abandonamos el Gran Comedor me alejo del grueso de la gente, miro a nuestro alrededor y me acerco para susurrarle al oido.

_{- Lamento la mención pero hay que disimular,} - es una clara alusión a Dracons pero en mi cara nada demuestra mayor sentimiento - _{ademas a partir de ahora es posible que nos vean juntos de vez en cuando y hay que allanar el terreno.}

Vuelvo a separarme a una distancia normal y consulto el tiempo que falta para que empiece la primera clase del día.

Pues la verdad es que no tengo ni idea, estoy un pelín perdida. No sé si podemos postear traquilamente para los días entre las reuniones o nos tienen que dar pie.

Helene salió a hurtadillas del dormitorio para dirigirse a la sala de reunión. La oscuridad y el frio de los pasillos se cernieron sobre ella, abriéndose paso en su piel y calándola hondo, tan hondo que sintió la necesidad de autoabrazarse no solo para frotarse los brazos de vez en cuando reactivando el calor de sus venas sino para tener una pseudosensación de protección.

Caminó por los pasillos a paso ligero, sola completamente sola, y lidiando con el tic de alzar su mirada hacia un lado para poder refugiarse en la sonrisa de Alan ahora ausente.

¿Por qué no le habré dicho de quedar a medio camino? Se reprochó entre escalofríos aunque albergaba la esperanza de encontrárselo en cada boca de pasillo que se unía al que ella recorría. No tuvo suerte.

Cuando llegó al tramo de pasillo donde hacía dos noches habían celebrado la reunión centro su mirada en la pared buscando la puerta y en cuanto se insinuaron sus líneas abandonó su postura de congoja y se ergio mostrando toda su dignidad e incluso algo más de la que tenía.

Cruzo la puerta esperando encontrar todos sus compañeros ocupando ya un asiento, sin embargo, solo encontró dos rojizas melenas perfectamente combinadas con la iluminación de lugar.

Helene sonrió, sonrió con sinceridad ni siquiera intentó disimularlo o elevar el mentón.

- Battleflowers – les cambió el apellido mofándose de sí misma. Ya hacía muchos años que la habían sacado de su error pero le apeteció rememorar aquellos años en que su oído no era el más preciso del universo y solía llevarle a inventarse apodos sin siquiera ser consciente de ello.

Se acercó a ellas apretando el paso, a pesar de que la sala no era precisamente un palacio, necesitaba acortar distancias con sus amigas.

- ¿Habéis llegado bien? ¿Sin problemas? – obviamente habían llegado bien, allí estaban, pero su pregunta no era más que una muestra de preocupación hacía su bienestar.

Esta vez Helene volvió a sentirse sola, pero en una soledad reconfortante, una soledad acompañada. Adoró estar en una misma habitación con las gemelas sin miradas indiscretas, sin apariencias ni jueces. Sintió un pequeño dolor en las mejillas, llevaba años sin coincidir con ellas, ambas, sin ninguna clase de presión (dejando a un lado el motivo de esa reunión) así que antes de que pudieran responder se echó a sus brazos apretándolas con fuerza y asumiendo para sí ese momento.

Os he echado de menos. Incluso se había echado de menos a sí misma, su antigua yo que respondía esa faceta despreocupada de sí misma.

Mi mirada se dirigió a la puerta en cuanto la oí abrirse y mi expresión se suavizó al ver a Helene pasar a la sala y acercarse a nosotras. Me levanté para recibirla y mis labios se estiraron en una sonrisa al escucharla llamarnos como lo había hecho cuando éramos pequeñas y le costaba pronunciar nuestro apellido.

- Ellie. - Respondí como saludo, usando el diminutivo con el que la llamaba de niña y recibiendo su abrazo con calidez. Echaba de menos esta faceta de mi amiga que normalmente no mostraba en público. Y en los últimos tiempos apenas la veía sin gente delante, lo que había dificultado la naturalidad en el trato. Me alegraba saber que en el fondo, tras esa fachada que se había visto obligada a vestir, seguía siendo la misma Helene de siempre. 

- Hemos llegado bien, sin dificultades, ¿y tú? - Pregunté, tomándola de la mano para que se sentase junto a nosotras. - ¿Cómo es que estás tú sola? ¿No has venido con Alan? - Me extrañaba que hubieran decidido venir separados, aunque quizá fuese parte de un plan para no ser descubiertos o algo por el estilo. Ni se me pasó por la cabeza que Alan no tuviera intención de asistir a la reunión. 

Querida hija:

Como sabes no puedo contarte mucho por correo oficial, pero te prometo que tu padre y yo estamos perfectamente, aunque hay mucho trabajo por hacer estos días. De todos modos tu padre esperaba poder conseguir unos días libres para hacer algo juntos, dios sabe que se lo merece. 

Sabes que no se me permite hablar de los casos que llegan al hospital y no se como te habrás enterado, pero escucha; ese chico ha sido víctima de algún tipo de magia que no hemos logrado identificar, una magia poderosa y maligna. Casi ha destruido por completo su mente. Estamos trabajando en una solución, pero si te soy sincera nunca había visto anda como esto. Tracy, si quien ha hecho esto está en Hogwarts, ten el máximo cuidado. Y no se te ocurra ir en su busca, pase lo que pase.

PD: supongo que te interesará...las heridas corporales que presentaba no eran de origen mágico, más bien eran simples desgarros. No es que sea demasiado importante. pero imagino que querrás saberlo todo, como siempre.

Te quiere

Tu madre

Querida sobrina:

Me alegro mucho de que me escribas estas líneas, es agradable saber de ti. Temo que por el momento no dispongo de tiempo para un encuentro prolongado, pero si es algo urgente me encargaré de que podamos hablar. No me escribas, tendrás noticias mías en breves.

Te desea lo mejor

Tu tío William.

Caminé en silencio junto a Alice por los pasillos hasta llegar a la sala, no quise hablar sobre la reunión hasta que no estuviéramos seguras de que nadie nos escuchaba. Seguía teniendo dudas respecto a investigar cada uno por su lado, estaba convencida de que necesitábamos una mejor organización. Con la negativa de Alister a participar y con Alice trabajando en la biblioteca, estaba un poco sola en la investigación, no me quería arriesgar a recorrer los pasillos sola pero era consciente de que  Entre detrás de ella, la sala estaba vacía y sentí una punzada de pánico ante la idea de que nadie viniera, me senté a su lado y esperamos a que llegara alguien.

Cuando escuché la puerta y vi entrar a Helene sonreí ampliamente, me gustaba cuando estábamos solas y se quitaba esa coraza que tanto me disgustaba, ella ya sabía mi opinión. Además era una fantástica ocasión para hablar con ella sobre vigilar juntas. Le devolví el abrazo con cariño, al estar en casas distintas no teníamos muchas oportunidades para estar solas.

-Claro que hemos llegado bien. – fruncí un poco el ceño porque ella había llegado sola, Alice se me adelantó preguntando, pero me molestaba que Alan la hubiera dejado sola cuando dejamos claro que siempre teníamos que ir acompañados.- Más le vale que tenga una muy buena razón para dejarte sola.

Desde el mismo momento en que nos habíamos levantado de la mesa en el Gran Comedor y habíamos comenzado a dirigirnos al cuarto piso algo había empezado a revolverse en mi estómago con una mezcla de nervios y expectación. No sabía qué encontraríamos - si es que encontrábamos algo - pero sólo el hecho de estar acercándonos a la sala en que las supuestas reuniones de Riddle tenían lugar era suficiente.

Apenas un par de pasos por detrás de Tracy aguardé a que fuera ella quien abriese la puerta, preparado para reaccionar a la mínima señal de peligro. No fue necesaria más que una mirada para pasar al interior con decisión, y una vez allí todo comenzaría. La búsqueda de cualquier rastro, de cualquier indicio o cualquier pista. En mi caso no buscaba sólo cualquier cosa fuera de lo normal, sino también todo lo que fuera demasiado normal. Algo que demostrase que, aún siendo un aula abandonada, estaba siendo usada y dejada siempre como antes de manera premeditada.

El susurro de Tracy me llegó claro y sólo pude asentir a sus palabras. Tenía que haber un por qué. Hogwarts tenía suficientes salas ocultas como para no usar una a la que cualquiera pudiera acceder si no había un motivo detrás. Si no encontrábamos nada tendría que preguntar a Alice o buscar en la biblioteca. Quizá en el pasado había sucedido algo aquí. Pocas cosas más se me ocurrían.

Cuando vais al aula que os indicó Alice no encontráis nada fuera de lo habitual. La puerta es de madera, como todas las demás de Hogwarts, pero no tiene símbolos distintivos en ninguna parte. El interior del aula consiste en un espacio bastante amplio como para dar cabida a unos 30 alumnos sin demasiados agobios; en estos momentos se encuentra llena de objetos tapados bajo sabanas, que se revelan como pupitres, plumas, sillas, mesas, telescopios averiados, túnicas agujereadas, tinteros vacíos, un par de esculturas a medio tallar, una pizarra...en resumen, un montón de material viejo y nada interesante. 

La sala tampoco os da mucho de sí. Ni en el suelo, la pared o las junturas hay rastro de algo que pueda daros una pista. Lo único que os llama la atención es el hecho de que el suelo del aula esté limpio cuando las sabanas tienen polvo, está tan impoluto como si fuera una estancia que se usase comúnmente.

Empezáis un exhaustivo examen de toda la sala, que concluye en una tremenda decepción. O casi. El aula es lo bastante grande como para permitir la entrada de unos treinta alumnos con comodidad, así como el profesor. Está llena de montones cubiertos por una sabana, que al destapar se revelan como material viejo de estudio; libros viejos que se deshacen con apenas tocarlos, plumas torcidas, túnicas desgarradas, dos esculturas a medio terminar, un esqueleto humano sin cabeza, pupitres, sillas, telescopios, etc.

La construcción no muestra grietas en las paredes o resquicios que puedan evidenciar un pasadizo secreto, tampoco corrientes de aire ni marcas en las piedras ni argollas de las que tirar. Nada en el suelo, las piedras están firmemente unidas, no hay ninguna que pueda sacarse o girarse ni un milímetro. Las ventanas están atascadas de años de desuso y son simples cristales transparentes, sin motivos ni colores.

Pero cuando volvéis a toser por el polvo que flota en el ambiente, os dais cuenta de una cosa. Si hay polvo en todas partes, ¿por qué el suelo está totalmente limpio? Ni una mota. Nada.

Asiento imperceptiblemente con la cabeza a las palabras de mis compañeros, sin cambiar en absoluto mi expresión, como si únicamente estuviéramos hablando de los exámenes o del tiempo que iba a hacer mañana. -Por supuesto- respondo tanto al comentario que Black ha hecho de cara al público como a su comentario de forma privada. -Lo poco que sé es que Alex solía pasar mucho tiempo entrenando y preparando tácticas, y solía conocer bien a sus jugadores... La verdad es que el Quidditch nunca me ha interesado, así que no presté nunca demasiada atención.-

-Y ahora lo lamento- termino para mis adentros, dándome cuenta de las infinidades de oportunidades que he perdido de estar con él. Nunca me planteé que desaparecería de mi vida tan pronto, y por estos motivos. Tal vez sí por otras causas, pero esto... -Pero bueno, el profesor Slurghon dice que aunque ahora está en San Mungo debido a un accidente volverá pronto, así que no tendrás que cargar con ese peso mucho tiempo- continúo, tratando de actuar con normalidad. Por suerte, mi seriedad habitual provoca que la falta de emoción de mis palabras no resulte especialmente sospechosa.

-Si quieres, siempre puedo consultar con las cartas qué es lo que va a ocurrir durante el próximo partido, pero no sé si tú te fías demasiado de eso...- añado, recordando la desconfianza que existe hacia mi disciplina predilecta. -O también puedo preguntar por el accidente...- termino en un susurro, acercándome un poco para que nadie me oiga.

La palabras de Alice me reconfortaron. La verdad que necesitaba buenas noticias en el tema de Dracons y la tarea que nos había encomendado Dumbledore. En la biblioteca había sido poco más que un estorbo y no había conseguido sonsacarle nada a la jefa de Hufflepuff. Se había pensado que mis inquietudes eran debido al partido y yo no había podido sacarle más información sin levantar sospechas.

La sonrisa de mi rostro se ensanchó y un brillo de impaciencia apareció en mis ojos. De acuerdo. Dije, levantándome de la silla y esperando a Alice. La verdad es que yo no he encontrado nada de nada. La profesora Farewell no ha sido de demasiada ayuda. Pese a que las palabras eran poco alentadoras, mi tono no lo era. No estaba solo en aquella tarea y Alice ya había encontrado algo en unos días.

No iba a contarle que me había levantado por la noche para intentar ver si Tom iba a la habitación. No le había visto, aunque podría haber usado magia para no ser detectado y yo no me habría dado cuenta. Aunque por suerte, él también lo habría tenido difícil para encontrarme.

¿Qué es lo que has descubierto? Pregunté, intentando camuflar mi curiosidad.

Me levanté tras Alan y aproveché para dejar los libros que tenía en su lugar, por si acaso alguien los necesitaba mientras estábamos fuera. No respondí a su pregunta hasta que estuvimos en el pasillo y caminamos algunos pasos. Miré a mi alrededor para asegurarme de que nadie estaba pendiente de nosotros y sin dejar de andar empecé a hablar en susurros. - Mejor. Cuantos menos profesores estén implicados todo será más sencillo... No me gustaría tener que sospechar de la profesora Farewell. - Dije, respondiendo a la primera parte antes de echar un nuevo vistazo. - Pues he encontrado algunas cosas que nos permitirán comunicarnos a distancia. La mayoría demasiado complicada o poco útil, pero hay un hechizo que creo que nos vendrá de perlas. Funciona con espejos... En la reunión os lo explicaré con más detalles, pero creo que no tendré dificultad para hacerlo.

Poco a poco de forma inconsciente iba guiando nuestros pasos hacia el lugar que llamaba a gritos mi curiosidad desde que el profesor Dumbledore me había contado la situación. - Y bueno, todavía tengo que buscar más cosas... ¿Quieres ayudarme un rato cuando volvamos? - Ofrecí, recordando que parecía dispuesto a echarme una mano en la reunión. 

Casi sin darme ni cuenta había llevado a Alan hasta la puerta del aula donde el señor Dracons había visto entrar a Tom Riddle y me detuve delante de ella, mordiéndome el labio mientras la curiosidad aguijoneaba en mi pecho con fuerza, luchando contra la responsabilidad de acatar lo que habíamos decidido en la reunión. La duda resultaba evidente en mi rostro incluso antes de que empezase a hablar, cambiando el peso de una pierna a la otra. - Oye... Esta es el aula que tenemos que investigar, ¿sabes? - Comencé, sin saber muy bien si pedirle lo que estaba pasándome por la cabeza o no. - En teoría a mí no me toca, pero... - Dudé un par de segundos antes de apartar la mirada de la puerta para mirar a mi alrededor, asegurándome de que no hubiera nadie en el pasillo en ese momento. - ¿Y si entramos un momento a echar un vistazo rápido? Sólo entrar y salir. - Me giré hacia Alan, posando mis ojos claros en los del joven. Si él me acompañaba estaría a salvo por muy mala que fuese en duelo. - ¿Vamos? - Pregunté esperanzada, buscando la varita en el bolsillo de mi túnica, dispuesta a asegurarme de que no había nadie dentro antes de abrir la puerta. 

Helene sintió un escalofrío recorrerle la espalda y luego su temperatura descendió unos grados. Las palabras de las gemelas, y especialmente la reprimenda de Charlotte, le había hecho advertir de que si ella había llegado solo, muy probablemente Alan también.

Agachó la mirada ensombrecida, preocupada por su compañero ¿y si aún me espera en la sala común? era cierto que no habían quedado para venir a la reunión, ni siquiera habían hablado de ello, pero conociendo a Alan lo debió considerar tácito.

 En realidad es culpa mía. - confesó en silencio encogiéndose de hombros - Supuse que ya estaría en camino, como no estaba en la sala común...Ahora veo que quizás se le pegaron las sábanas. - se excusó a su manera.

¿Has descubierto algo, Alice? - le preguntó curiosa sin apartar su mano de entre las de Alice con las que la había "obligado" a sentarse junto a ellas. - ¿Nos harías un adelanto? - utilizó el plural por cortesía pero estaba convencida de que Charlotte ya conocía toda la información que Alice pudiera haber descubierto, y por la misma regla, sabía que la pequeña excursión que había hecho con Charlotte a la "Sala Espeluznante" -como ella misma la había bautizado en su cabeza- no guardaba ningún misterio para Alice. 

- Nada, ¿verdad? Yo no veo nada.

Tracy aguardó un instante, de pie al lado de Ingo tras que sus investigaciones los hubieran llevado de nuevo al centro de la sala. Sus ojos planearon por cada estructura otra vez, agudos como la línea de sus labios apretados, mientras pensaba. ¿Nada? ¿Cómo puede haber nada aquí? El Gryffindor había pasado años viéndola pensar, caminando de un lado a otro, y seguramente casi podía escuchar el sonido de la maquinaria de lo que fuera que había en la mente de Tracy, engranajes en movimiento y cuerdas tirando hasta el máximo de su capacidad. No, hay algo. Tiene que haber algo. Alguien que usa magia negra no deja detalles al azar. Los pies de la Gryffindor parecían azuzados por el brillo que había en el borde de sus ojos, bajo sus cejas fruncidas, un brillo tan potente que hablaba de determinación, de odio y de fuerza. Las casualidades no existen. Miró un momento a sus pies, cuando esquivó una de las pilas de libros. Tiene que haber…

- El suelo – dijo Tracy, repentinamente. Cruzó la sala a zancadas hasta llegar al lado de Ingo – El suelo, Ingo. Ni una mota de polvo. Nada. Lo han limpiado – su mirada recorrió todas y cada una de las aristas de aquel, cada zócalo – ¿Por qué sólo han limpiado el suelo, dejando todo lo demás así?

La varita, que jamás había vuelto a su sitio original, se agitó un momento en el aire. No porque estuviera intentando lanzar un hechizo, no se le ocurría aún cuál. Sólo era para señalar a su acompañante lo que sus palabras ya habían dejado claro.

- Se me ocurren dos razones, ambas relacionadas con borrar huellas. La primera, que en este suelo hayan hecho algo que dejó restos, pistas. Una reunión, un… ritual, como decían por allí, un algo con ingredientes, dibujos, o personas apoyadas. Razón suficiente para limpiar a consciencia absolutamente todo, para hacerlo parejo y no llamar la atención sobre un solo pedazo – siguió, tan suave y tan claro que Ingo a su lado casi la escuchaba hablando en su tono normal – La segunda… un camino. Alguien ha entrado aquí y ha pasado a otra sala a través de esta, una que no encontramos porque es como la otra sala, necesita de un hechizo para ser abierta. O algo así. Sus huellas habrían quedado marcadas en el polvo del suelo, convirtiéndose en un camino claro para cualquiera que entrase aquí a mirar. Señalarían la existencia de aquella como las luces de una aurora boreal. Razón suficiente para eliminar toda marca que diese indicio de su existencia.

Los labios de Tracy se curvaron en una mueca, convencida, enojada consigo misma, como si se arrepintiera de algo muy lejano. Miró a Ingo, mientras detrás de sus ojos su mente volvía a ponerse en funcionamiento.

- No sé ningún hechizo que pueda mostrarnos… nada. Debería haberlo aprendido, me doy cuenta que es demasiado importante. ¿Se te ocurre alguno, Ingo? Estoy intentando recordar si he visto a mi padre o a mis tíos hacer algo como eso – ella parecía estar buscando en su memoria, hasta que algo hizo click en su cabeza – Bueno, mientras tanto… si hay una sala y no podemos “pasar” a ella… quizás podamos oírla. U oír algo, a través de estas paredes. Si son sólidas, claramente no se oirá nada, pero si hay algo allí… ­- Tracy levantó la varita, y se apuntó a sí misma - Será un buen intento, como cualquier otro.

Se acercó a la pared de la izquierda, seleccionándola inconscientemente para empezar, y apoyó el oído en ella.

- Auris Magna – dijo, concentrándose.