Partida Rol por web

London by Night: Crimson Nights

[Capítulo 1.0] Dear Boss (Todos)

Cargando editor
16/10/2019, 13:48
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:12
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:12
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:12
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:13
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:13
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:13
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:13
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí. 

Cargando editor
16/10/2019, 14:13
Narrador
Sólo para el director

Un fuerte dolor de cabeza comienza a hacerse patente a medida que recobras la consciencia, viene como a oleadas, intensificándose por segundos. No has sufrido nunca una resaca que te hubiera hecho sentir esa pulsión vibrante en el centro de tu cerebro, al menos poco a poco tu cuerpo comienza a responder a las órdenes que le mandas. Abres los ojos, o eso crees, te aseguras con tus manos, colocándolas cerca de las cuencas, para notar el roce de las pestañas en las palmas, pero no es lo único que notas, un fuerte olor a humedad inunda tus fosas nasales. Cuando te das cuenta de este detalle, empiezas a sentir un dolor fuerte por las manos. Tienes las uñas rotas, y una sensación de suciedad bajo ellas que no te la puedes quitar de encima. Tus palmas emiten un dolor parecido al de haber estado recibiendo latigazos toda una noche, y los dedos están fatigados, como si hubieran estado asiendo algo con toda tu fuerza, durante horas. Finalmente llegas a la conclusión de que, sea donde sea que estés, está oscuro, y no estás solo. El sonido proviene por todo tu alrededor y no tiene un único origen, tampoco es al mismo tiempo, es como si varias cosas, dispersas, se estuvieran moviendo. 

Al tratar de levantarte, apoyando una mano en el suelo para ello, rozas algo, apartas la mano con rapidez y te apartas unos pasos, tu movimiento ha sido advertido por el resto, y algo en tu interior te indica que estás en peligro, rodeado, observado. Esa fuerza en tu interior intenta tomar el control, por un segundo te sientes tentado a dejar que ello ocurra, que te defienda, que sea tu propio instinto de supervivencia el que tome el control y haga lo que tenga que hacer, pero tienes que luchar contra ti mismo, contra tu yo interno, contra esa voz que se ha instaurado en tu cabeza que te pide prudencia, que pienses en lo que ha podido pasar, en cómo has llegado hasta aquí. Y es en ese momento en el que descubres que no tienes ni idea de lo que ha podido pasar, que el último recuerdo que tienes es el de un sonido metálico y fuerte que hizo que cayeras al suelo de bruces. Te cuesta recordar hasta el último detalle, y cada vez que te pones a pensar, aunque sea de manera evocada, el dolor de cabeza bloquea que seas capaz de centrarte. 

Te levantas, no te ha costado nada, te sientes mucho más ligero, mucho más atento, quizá sea por la adrenalina del momento, el miedo hace que tus sentidos se agudicen, y la oscuridad que el oído, el olfato y el tacto ganen mucho más protagonismo. Tocas un objeto suspendido en el aire con la espalda, y escuchas como se mueve pendularmente hasta golpear en otro cuerpo, caminas de espladas, buscando la pared y te golpeas contra algo que estaba en tu camino. Ese algo se ha movido, ha debido de ser otra persona, no ha sido un golpe brusco como si fuera contra columna... o algo fijo. Ha sido como cuando caminas y te tropiezas con alguien. Llegas a la pared, la tocas sin encontrar una salida cercana, la sensación de perder el control es cada vez mayor, algo en ti pide salir, ayudarte a escapar de ahí, ayudarte a seguir con vida. 

Tu voz interior te pide que lo controles. 

Notas de juego

Haced una tirada de voluntad. Dif 6.

Puedes hablar para todos, pero desde el punto de vista de que no sabes que están ahí.