Partida Rol por web

Mierda. Mierda. Mierda, mierda y más mierda. Por mucho que intentaba correr, parecía que efectivamente eso no era fortuito y o nos estaban buscando a nosotros o Lionel... En cualquiera de los casos no voy a quedarme aquí para verlo y... ¿Éste por dónde se ha ido? Cayendo en la cuenta de que mi posible traidor personal ha desaparecido por algún sitio, empiezo a buscar la zona. Tal vez no esté tan despejada de guardias como debería pero tiene algo que las otras no: Recovecos. Y si tengo que volver a ser una rata de alcantarilla, seré una rata bien escondida.

Sin esperar a ver si los demás han conseguido largarse de allí y siguen dando vueltas como yo, empiezo a avanzar en contra de la guardia, buscando las zonas donde haya menos luz y posibles puntos de vista. Incluso rodeo a alguno de ellos, conteniendo la respiración, y casi sin creerme que vaya a salir de esta ileso.

No entendía que cojones estaba pasando, estaba claro que los demás se habían sentido incómodos por que se plantara ahí de repente, y Green había actuado como si no tuviera que ver con el, ¿Pero entonces quién mierdas le había escrito esa nota? Tampoco tuvo tiempo para pensar nada, cuando vio que les perseguían mil tipos que salían de la nada, -Entonces era una trampa- Estaba claro que estuvieran metidos o no, todavía tenía una conversación (o algo más) pendiente con sus antiguos compañeros, pero ahora había que salvar el pellejo y si algo había aprendido tras tantos años en la cárcel era que correr era el último recurso: Esos cabrones son como depredadores, a más tranquilo te muestres menos te verán como a una presa. Y puede que tuviera pintas de delincuente, pero tenía la sangre fría de un verdugo, así que, tranquilamente echó a andar buscando cualquier rincón mal iluminado (bendita noche), que diera lugar a cualquier camino que le pusiera lejos de allí. 

El señor Scott había hecho todo bien, había utilizado las pocas sombras que proyectaban las elevaciones de tierra para llegar a un punto seguro, pero en el último momento se resbaló deslizándose hasta quedar completamente expuesto. Uno de los alguaciles, al verle aparecer a plena luz de la luna dio la voz de alarma, lo que hizo que el resto de alguaciles que se acercaban hacia el hipódromo desde casi todas las calles alrededor se pararan y lo miraran. La línea de cinco que estaba cerca de él le apunto con sus armas reglamentarias y las amartillaron.

—¡Alto en nombre de la corona! —fue el único aviso que iban a a darle.

El líder de equipo sacó los grilletes para acercarse a ponérselos.

Jason y Eliott tuvieron ese segundo de respiro al ver que todos se paraban a observar al señor Scott para hacer lo mismo que hizo con tan poca fortuna, el que había sido su compañero, antes de caer resbalando, pero con mejor fortuna. Jason, con una calma enfermiza, empezó a andar pasando de una sombra a otra, calculando los momentos, logrando alejarse por una de las calles cercanas a él. No tenía destino, pero al menos había logrado alejarse de ahí, al girar la esquina se dio de bruces con uno de los alguaciles que se había quedado retrasado meando contra la pared, al verse ambos se quedaron un segundo mirándose entre ellos, pero esperar a guardársela dio la voz de alarma.

—¡Aquí! ¡Uno trata de escaparse! —gritó mientras se la sacudía.

Eliott tuvo más suerte, gracias al grito de este último pudo volver sobre sus pasos y tomar otro camino que lo llevó fuera de la presión policial. No estaba en camino a ningún sitio, pero tras girar varias calles ya podía considerarse a salvo.

Lo normal hubiera sido lanzarse a por ese tipo sin pensarlo medio segundo y dejarlo medio muerto antes de que pudiera reaccionar, pero el que se había quedado estupefacto era él, joder. En cambio, cuando aquel guarda dio la voz de alarma se activó en Jason nuevamente su instinto. Dio una zancada hacia su adversario, pero de repente, fintó y se alejó corriendo de allí. No se paró a pensar porque decidió no atacarlo, quizá hubiera sido porque sus últimos enfrentamientos no habían ido bien y eso le había hecho mella, o quizá porque sabía que si se adentraba por cualquier zona oscura pronto le perderían, además, correr no se le daba del todo mal, que le persiguiera con la polla fuera si quería.

De estar en cualquier otra situación podría haber intentado escapar, pero no me iba a arriesgar a que me metieran un tiro y que de correr iba a significar que era culpable, lo que conseguiría que sin duda viniera toda la policía tras mis pasos, además no había resultado muy bien la última vez. Por eso opté por levantar las manos y haciendo todo lo posible porque vieran el bastón con el que me ayudaba a caminar y que, evidentemente, justificaría que fuera a correr a ningún lado.

- Francamente, lo veo excesivo ¿acaso el agente Hibbs no creyó que vendría? Pues lo lamento, pueden decirle que llevo aquí todo el día.

Era mejor dejar que mi tapadera hiciera su trabajo y rezar porque no hubieran venido expresamente en mi búsqueda.

—¿De qué coño estás hablando? —dijo uno de los alguaciles mientras avanzaba a ponerte los grilletes—. ¿Qué cojones dices de Hibbs?

No tardó en ponerte los grilletes, quitarte el bastón y empujarte en dirección a la calle por la que habían venido, cada vez que llegaba hasta ti te empujaba por la espalda haciéndote trastabillar. Sí en algún momento le importó que cojearas, no lo notaste en absoluto. Te hizo entrar en el carruaje y cerró la puerta, quedándose fuera.

El señor Scott escuchó varios disparos que venían por otra calle, al otro lado de dónde se encontraba.

Jasón había decidido salir corriendo en cuanto vio la situación del policía. Tuvo suerte de llegar a girar la esquina, si hubiera seguido recto el disparo le hubiera dado en su espalda. El alguacil salió detrás de él, corriendo. Por detrás de él, los otros cuatro que formaban la unidad con la que había venido le siguieron esperando dar con el huidizo maleante.

Confirmado que no vendrían a por mi, solo tenía un obstáculo que solventar. Debía convencerles de que me soltaran, lo cual seguramente me costara pasar la noche en el calabozo si no andaba listo.

- Yo era amigo de su hermano hasta que murió en la India, por eso no le hizo mucha gracia descubrir que había estado apostando, pero de ahí a mandar a todo Scotland Yard para asustarme y que deje de hacerlo es excesivo. ¿A usted no le parece?

No tenía motivos para guardar silencio y cuando los disparos hicieron aparición, no hizo sino reforzar el hecho de que se habían equivocado de hombre.

Mentiría si dijera que la huida había sido tranquila. Casi sufro un infarto al escuchar el primer grito, y eso que fue el que más guardias distrajo. Pero el segundo también hizo que tuviera que contenerme hasta el punto de taparme la boca con ambas manos para no chillar del susto. Lentamente, después de dejar que ambos brutos cayeran en manos de Scotland Yard, me alejé de los gritos y los policías, rehaciendo otro camino entre las calles y los callejones de la ciudad oscura. 

Y aquí estoy, un clásico gentlemen en medio de la noche, sin carruaje ni acompañantes, huyendo de la policía y los posibles ladrones que me salgan al paso. Una parte de mí empieza a echar de menos la ropa andrajosa para pasar desapercibido, pero deshecho esa idea al empezar a sentir el frío de la noche. Tengo que seguir alejándome, no es suficiente... ¿Y Clementine? No, tampoco puedo ponerla en peligro. Piensa, Eliott, piensa. Lo mejor es dar un rodeo o esperar en algún lugar a que pase el peligro. Un lugar en el que se puedan reunir ricos a estas horas sin levantar sospechas... ¿Clubs, fumaderos...? Todavía pensándolo, echo a andar con la primera idea que se me viene a la mente...

Un alguacil emite un gruñido más próximo a un sonido animal que a una respuesta humana y te empuja hacia el carruaje de presos que tienen preparado, te hacen entrar de malas maneras y te cierran. Escuchas, cuando se ponen a hablar entre ellos, que te lleven a la comisaría ya, que meterán al resto en los otros carruajes cuando den con ellos. Sólo se quedan dos alguaciles contigo, el resto sale en búsqueda y captura del resto. 

Ambos guardias suben al carruaje y avanzan sin prestarte atención. Ellos van comentando la mierda de turno de noche y todo lo que tienen que hacer por el poco dinero que les pagan. Te queda claro que eres más un problema por la cantidad de papeleo que les vas a dar que por el hecho de haber sido apresado. 

Empiezas a escuchar un silbido, una canción de cuna conocida por todos. Los guardias parecen intranquilos y azuzan a los caballos para ir más deprisa. Miran hacia todos los lados, y aunque avanzáis con rapidez, el silbido no parece alejarse de vosotros. De repente notas como si algo te regara, al mirarte ves sangre por todos los lados, y al girar la cabeza hacia dónde proviene, ves a uno de los guardias que ha perdido la cabeza. El otro, lo observa aterrado y salta del carruaje, gritando de pavor y alejándose por una calle cercana, pistola en mano. 

Cuando vuelves a escuchar el silbido también escuchas como si alguien hubiera abierto la puerta, pero al girar la cabeza hacia allí no ves a nada ni a nadie. Sólo el candado abierto en el interior del carro.

Te alejas todo lo posible de allí, sin rumbo fijo, pero poniendo tierra de por medio. Cuando ya has recorrido una distancia prudencial te paras para tomar aire, los pulmones empiezan a arder por el esfuerzo, pero al menos has conseguido escapar. Cuando recuperas un poco la compostura te das cuenta de que has llegado a Whitechapel. No sabes cuánto tiempo has estado corriendo ni las calles que has tomado hasta llegar hasta allí. Pero las piernas empiezan a fallar y el sudor empapa toda tu ropa.

Notas una presencia a tu espalda, pero al girarte no ves a nadie. Una leve risita te llega ahora desde el otro lado. No ves a nadie, pero escuchas como si alguien estuviera jugando con una moneda, lanzarla al aire y recogerla en la palma de su mano. El frío de la noche empieza a calar tus huesos, el sudor se vuelve frío y comienzas a tiritar. Reconoces la calle en la que estás, a la vuelta de la esquina está tu antigua casa.

Todo parecía indicar que iba a tocarme pasar la noche en el calabozo pues no iba a ser tan estúpido como para intentar sobornarles. Quizás si hubiera tenido más labia podría haberlos engatusado, pero en mi estado actual, permanecer unas horas encerrado no sería tan mala idea.

- Bueno, no digáis luego que os hice perder el tiempo.

Les recrimino ya en la carreta, porque aún a pesar de su falta de tacto, no había recibido ningún golpe innecesario y fiel a mi papel debía evitar darles motivos, y ya solo restaba atravesar el asqueroso Londres nocturno hasta la comisaría y entonces alguien comenzó a silbar. Imaginaba que habían sido los mismos guardias, que andaban ansiosos por regresar a casa y acunar a algún descendiente recién nacido antes de irse a dormir, al menos hasta que a uno de los caballos se le oyó relinchar y al girarme a ver acabé cubierto de un líquido espeso. Había imaginado que alguien habría decidido vaciar la palangana a nuestro paso y sufrido la mala suerte de caerme encina, por lo que tardé varios segundos en dejar de sentir asco y darme cuenta que era sangre, de uno de los guardias nada menos y habría apostado por el que ya no tenía cabeza si no me hubiera echado atrás para apartarme de aquella escena.

Francamente, había visto a gente sangrar y morir, pero una decapitación a un brazo de distancia era algo inaudito y mis primeros pensamientos fueron bastante obvios. De alguna forma, Blackwood se había enterado de todo, posiblemente habría cogido a Shine en primer lugar y este había acabado por chivarse. Solo de ese modo podía justificarse que ahora vinieran a por mi.

¿Pero acabando con un policía por ello?

Era increíble aunque el otro guardia decidió escapar, y yo no le culparía por ello, pero cuando el alguien reventó el candado para dejarme salir sencillamente no las tenía todas conmigo de querer hacerlo.

Sea quién sea, debe tener una espada - analicé porque no habría sido capaz de cercenar una cabeza sin una y que no quedara clavada en algún sitio - Es hábil con ella, ágil y fuerte y yo sigo con los grilletes.

Mis posibilidades de escapar de aquel tipo eran prácticamente nulas y de quedarme en el carruaje me avisarían de haber matado al guardia, por lo que adiós a mi plan. Seguramente ni pasaría de esta noche una vez llegara al calabozo y, desgraciadamente, eso solo me dejaba una opción. Salir e intentar atrapar su espada entre mis grilletes.

Finalmente conseguí mi pelea a vida o muerte.

Me recordé y convencido de ello, bajé del carruaje buscando al perro de Blackwood.

En cuanto consigo recuperar el aliento y que mi corazón se calme un poco, me doy cuenta al momento de dónde estoy. Tal vez la costumbre de esconderme con las ratas o de callejear por la zona me había traído hasta aquí. ¿Pero y ahora qué hago? Con esta ropa... Al momento me giro, nervioso. Por algún motivo, tengo la sensación de que me están observando. Al menos, más de lo normal. 

Colocándome la chaqueta en un intentando de abrigarme más mi piel ahora pegajosa, echo a andar por la calle. Si de verdad hay alguien vigilándome, sólo se me ocurren dos personas a las que de verdad podría temer... Y sé dónde me van a estar esperando. Como el reo que camina hacia la soga, echo a andar hacia mi antigua casa, aunque sea por comprobar si hay alguien dentro. Y por descartar si es Shine o Blackwood quien me persigue.