Partida Rol por web

London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] What must be done (Annabelle Lascelles)

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05/02/2020, 10:41
Narrador

El concejal simplemente asintió con la cabeza y te acompaña a la salida. No dejó de pregonar su compromiso con la corona y afirmó que antes de que te dieras cuenta la calle sería la envidia de todo Londres, y que el color amarillo predominaría, sin duda alguna, por toda ella. No dejó de hacer reverencias hasta que subiste al carruaje y te perdiste de su vista al girar en una de las calles cercanas. Sin duda, intuiste, ahora respiraría más tranquilo.

Organizar tu mudanza era sencillo, los criados, como si fueran una línea de trabajo sin defectos, trabajó durante todo el día para mover todo lo que les mandabas hasta los carruajes que lo llevarían a tu nueva vivienda. Los momentos de espera, hasta que volvían los carruajes para volver a cargar, eran tediosos, y lo peor de todo es que te hacían pensar en aquel hombre desvergonzado que te abordó sin permiso. 

Mientras observas la calle a través del cristal, desde el interior del palacio, acabas por fijarte en una persona, con gabardina y sombrero que oculta sus facciones, en el exterior de la vivienda. Al principio no le das mayor importancia porque siempre ha habido curiosos rondando el perímetro de tus posesiones, pero esta persona parece no moverse de allí durante horas. Sólo cuando te fijas en ella parece reaccionar, alejándose, pero vuelve a situarse en algún punto cercano de la casa.

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06/02/2020, 16:08
Annabelle Lascelles

Todo había ido más o menos bien. Y dentro de lo desagradable que me resulta mudarme de aquí a aquella casucha, creo que no debería quejarme, exceptuando por aquel hombre que tuvo el atrevimiento de entrar en mi carruaje y perturbar mis labores. Lo cierto es que no puedo quitármelo de la cabeza, porque aunque sé a que orden pertenece, quiero hacérselo pagar. Creo que sí tengo razones para quejarme y por el momento lo estoy llevando demasiado bien.

Entre mis idas y venidas, al pasar junto a la ventana, veo a un hombre que ya había visto ahí, y al descubrirlo y verlo irse para volverse a emplazar en un sitio cercano, siento un nerviosismo recorrer mi cuerpo, como si ese hombre tuviera que ver con el suceso de esta mañana. Sé que quieren algo de mí, sino por qué razón iba a ofrecerme su ayuda de forma tan gratuita.

Camino nerviosa por los pasillos de la casa, sin poder estarme quieta mientras los criados siguen recogiendo las cosas. Ahora mismo no puedo concentrarme en lo que debería y maldigo para mis adentros al caballero, al hombre de la calle y a todos los que me han importunado. Cansada y sin saber como actuar, tomo asiento para reflexionar.

Estoy sentada, moviendo las piernas de forma inquieta, y cada cierto tiempo, dirijo una mirada hacia la ventana. Harta de esta situación en que me siento como si ya no fuera yo, decido levantarme e ir hacia el exterior.

Antes de salir, señalo a dos miembros del personal. Los que creo tienen apariencia más robusta.

Tú y tú, seguidme— les ordeno.

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09/02/2020, 12:28
Narrador

Molesta por la intrusión que supone tener a un mirón en el exterior del palacio, la noble buscó a dos sirvientes fornidos capaz de protegerla si fuera necesario. Puede que no lo recordase, pero alguna vez les escuchó referirse a ellos como Mugambo y Bakum. Dos hombres de raza negra, uno con el pelo a lo afro corto y el otro pelado por completo, impecablemente vestidos con ropas de servicio y desprendiendo un aroma de café tostado mezclado con el almizcle de la ropa. La tela alrededor de sus contorneados brazos estaba tensa, por lo que no deberían tener problemas a la hora de reducir al indeseable rondador. 

Al salir afuera y llegar a la linde del terreno cercado por una imponente valla de hierro forjado y muretes de piedra tallada que datan de la época de los grandes reyes de antaño no pudisteis ver al extraño hobrecillo encapuchado. Sin embargo, Mugambo señaló el suelo, cerca de la vaya, donde se podía observar huellas recientes. 

Notas de juego

Tirada de Percepción+Alerta dif 7

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09/02/2020, 20:55
Annabelle Lascelles

Al ver al criado señalar al suelo, miro en esa dirección. No tardo mucho en caminar, alzando mis vestido con las manos para no manchar los bajos, y situarme al lado de esas huellas. Las observo con detenimiento, como si por un casual pudiera saber algo más de ellas, aunque lo cierto es que no solía hacer estas cosas.

Tras unos pocos segundos mirando hacia ellas, miro en la dirección que intuyo se podrían dirigir y luego sigo mirando de forma inquisitiva a mi alrededor, como si pudiera darme cuenta de algo más.

Sigo nerviosa por la situación, demasiadas cosas están perturbando mi paz en este día que parecía ser el principio de un nuevo renacer. Tomo aire e intento calmarme. Nuestro banco será un éxito y muy pronto, todos los que han osado molestarme pagarán por ello.

- Tiradas (1)
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11/02/2020, 23:21
Narrador

Al seguir el recorrido de las pisadas pudiste ver un abrigo tirado en el suelo. Era sin duda el abrigo del hombre que te estaba acechando. Más lejos, ya en la carretera, un hombre de barba poblada y bien vestido se estaba metiendo en un carruaje. Tras hablar con conductor te lanzó una mirada de soslayo, y al darse cuenta de que mirabas en su dirección se introdujo con prisa en el coche cerrando la puerta. Apremió al conductor para que emprendiera el viaje pero estaba enciendiéndose un cigarrillo.

Justo detrás de él, otro carruaje frenó para dejar a una pareja quedándose libre.

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12/02/2020, 20:53
Annabelle Lascelles

Me quedo mirando el carruaje. Mi ceño se frunce y cierro unas de mis manos lentamente hasta formar un puño. «Maldito», pienso sin apartar la mirada del espía.

Venid— les digo con un tono que no admite discusión alguna, y acompaño mis palabras con un gesto de mano que les invita a avanzar.

Aprovechando el golpe de suerte. Camino lo más rápido que me permiten mis ropas hasta llegar al carruaje que ha quedado vacío, pero antes de subir, dirijo una mirada al otro. Tengo claro que no puede ser una coincidencia, quieren que vaya tras ellos. Respiro profundamente, debatiéndome entre mis anhelos de saber quienes son mis acosadores y volver a la seguridad de mi hogar en el que aun tengo una infinidad de cosas por hacer.

Sé el peligro que entraña subir ahí. Giro mi rostro hacia uno de los criados.

Subid y seguidlo para saber hasta donde se dirige. Cuando lo sepáis, volved para informarme— les hablo, moviendo mis ojos cada cierto tiempo hacia el otro carruaje—. Seréis recompensados por ello.

Espero a que suban y antes de que cierran la puerta, hago un gesto con la mano para que se detengan y me coloco detrás del carruaje, en un ángulo muerto en el que no puedan verme desde el que va delante.

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16/02/2020, 16:39
Narrador

El conductor del carruaje que, atónito, vio cómo estuviste a punto de meter a dos negros en su transporte cierra la puerta y niega con la cabeza con convencimiento y enfado a partes iguales. Bajó del asiento del conductor y se colocó delante de la puerta, mirándote. Pese al enfado que se le intuía pudiste observar cómo se refrenaba al reconocer a quién se tenía que dirigir. No era muy común entre los mortales de a pie enfrentar a una noble. 

—Lo lamento, milady —echó un vistazo a los dos sirvientes de color a los que acababa de cerrar la puerta del carruaje—. Las ordenanzas son claras, no puedo llevar a criados de nadie sin supervisión. Si les pasara algo durante el trayecto ni yo, ni mi patrón podría hacerse cargo de reponer el importe perdido. 

Miró hacia el interior del palacio, donde se encuentran el carruaje propio de la familia, pero sin caballos y sin conductor. Movió la cabeza hacia allí indicándote el origen de sus palabras.

—Tiene su propio carruaje para ese tipo de pesquisas, milady. Yo no puedo hacer más.

El carruaje en el que se encontraba quien te acechaba se acerca el final de la calle, pero pudiste ver cómo alguien observaba en tu dirección, desde dentro.

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18/02/2020, 19:00
Annabelle Lascelles

Al ver plantarse ante mí a aquel hombre le dedico una mirada de absoluta repugnancia. No sé quién se atreve que es. Escucho sus palabras, simplemente por saber así la mejor forma de responderlas y cuando termina, alzo el rostro, mirándolo con aires de superioridad.

¿Entonces cree que le irá mejor así? le pregunto con una marcada ironía—. Arriesgarse le saldría mucho más a cuenta y sobretodo ahora que ha decidido plantarse delante de mí. La gente de a pie podría pensar que es usted valiente, sin embargo a mí me parece un completo estúpido.

Tengo prisa y claro que lo hará, así que abra la puerta, invite a entrar a estos hombres y no tendré en cuenta su atrevimiento le digo, mirándolo de arriba abajo para después concentrarme en su rostro—. Vuelva a contradecirme y haré que el temor a no poder pagar una deuda sea el menor de sus problemas.

Me giro para mirar el otro carruaje en el que se encuentra el hombre que acechaba los alrededores de mi hogar y al ver como alguien parece seguir observándome, frunzo el ceño.

Usted decide, ¿quiere que vaya yo? Asuma las consecuencias, permite que vayan estos hombres— digo, haciendo un gesto con la mano hacia mis dos criados—. Entonces creo que podré olvidar esta afrenta. Esas ordenanzas que menciona son para el vulgo o la burguesía, no para mí. Ahora, decida, y hágalo bien.

Me cruzo de brazos, observando al cochero con severidad mientras mantengo una respiración pausada y sonora, intentando mostrar que mi paciencia está completamente al límite. 

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19/02/2020, 00:53
Narrador

El conductor te miró con cierto temor en su mirada. Hizo un ademán de girarse para abrir la puerta pero se paró en cuanto puso la mano en el pomo de la puerta. 

—No. No lo voy a hacer.

Se giró para volver a encararte y se quitó la gorrilla para agarrarla con las dos manos. Miró a los sirvientes una vez más antes de centrarse en ti por completo. 

—El vulgo —arrastró las letras de la palabra vulgo— no tiene negros que les hagan su trabajo, milady—añadió con enfado—. Si los llevo pierdo mi trabajo, si no los llevo también —se encogió de hombros—. Si voy a perderlo prefiero no arriesgarme a deberle el importe del valor de sus esclavos. 

Volvió a ponerse la gorrilla y asintió con la cabeza.

—Entre si quiere, o vaya a preparar su carruaje. Pero sus negros aquí no van a entrar.

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21/02/2020, 10:22
Annabelle Lascelles

Miro con desprecio al hombre que se niega a cumplir mi voluntad. Suelto un bufido de desesperación ante semejante cabezonería. Debería dejárselo más claro, pero tampoco tengo tiempo para ello.

Como quiera— respondo, haciéndole una concesión momentánea—, pero no solo usted lo perderá todo. Si tiene que enfrentarse a alguien, hubiera sido mejor que lo hiciera con cualquier otra persona.

Muevo mi rostro, atendiendo a mi alrededor. Después de esta absurda discusión, ya no sé que me molesta más, si la presencia de este hombre o la de aquel que me estaba espiando. Niego con la cabeza y me marcho sin decir palabra alguna, tampoco le dedico ningún gesto más. Simplemente, vuelvo hacia el palacio. Tengo mucho que recoger y ya he perdido demasiado el tiempo con toda esta gentuza. Mi marido espera que tenga todo terminado para marchar cuanto antes y eso pienso hacer.

Una vez llego de nuevo a mi hogar, vuelvo a mis labores, insistiendo más de lo habitual para que hagan las cosas perfectamente. Aun así, sigo dudando si la decisión que he tomado ha sido la correcta y las dudas vienen una y otra vez a mí mientras recuerdo los momentos que acababa de vivir hacía apenas unos minutos. Las preguntas que tengo sobre aquel hombre se repiten en mi cabeza, pero por ahora me resulta imposible darles respuesta.

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26/03/2020, 02:47
Narrador

El día discurre lento y pesado, eres incapaz de quitarte de la cabeza al hombre atrevido que se metió en tu carruaje, tampoco al que te estaba observando desde el muro exterior de tu palacio, y mucho menos al osado conductor que no te permitió seguirle. Es por eso que tus sirvientes pasan el resto de la jornada trabajando a destajo, siendo continuamente corregidos y reprendidos. Para cuando tu marido llega a casa, casi toda la mudanza ha finalizado a falta de los últimos detalles que has mantenido intactos para poder pasar la noche cómoda antes del traslado. El palacio, una vez rico en decoración, ahora es casi un lugar espartano. 

La cena transcurre en silencio, todo está dicho y no es el mejor momento para ninguno de los dos, conscientes de lo que significa que no se amortigüe el eco del choque de vuestros cubiertos con la porcelana de la vajilla. Ambos os acostáis manteniendo una distancia prudencial que evite cualquier roce por lo que pueda llegar a pasar. Ambos sois muy orgullosos como para permitiros un momento de debilidad y a veces es mejor callar. Aun así, tu marido se mantiene despierto por si quisieras hablar de algo. 

Quizá sea haber visto el palacio completamente desvestido, o quizá sea tu mente la que te juega una mala pasada, pero escuchas risa en algún lugar del palacio. Es una risa desinhibida pero contenida, como si no quisiera despertar a nadie. Al girar la cabeza te das cuenta de que tu marido no está en la cama y las mantas están deshechas. El sonido de la risa golpea tu tímpano y te pone alerta. Tu piel se eriza y notas un frío atípico a tu alrededor. Tus exhalaciones forman pequeñas nubes de vapor que desaparecen rápidamente.

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28/03/2020, 14:08
Annabelle Lascelles

Me levanto con lentitud, intentando silenciar el sonido de la cama y agudizando el oído para descubrir la procedencia de aquellas risas estremecedoras. Estoy tan preocupada que ni siquiera me pongo la bata o me paro a mirarme en el espejo para asegurarme de que mantengo una buena presencia antes de salir. Mis pasos, lentos y prudentes, me llevan hacia la puerta de mis aposentos. Antes de salir, me vuelvo a ver las sábanas de nuestra cama, el hueco que ha dejado mi marido en ellas, no entiendo que está pasando, por alguna razón siento una inseguridad que posiblemente venga causada por los desafortunados encuentros del pasado día. Asustarme es lo que querían y ahora empiezo a notar ese miedo.

Abrazo mi cuerpo y lo froto al sentir el creciente frío, que en primera instancia había ignorado, para luego abrir la puerta del dormitorio con lentitud. Me asomo al pasillo, mirando a ambos lados e intentando averiguar por donde ha podido ir mi esposo. Estoy nerviosa, y aunque me cueste admitirlo, asustada. Una cosa tengo clara, este aun es mi palacio y no pienso ignorar lo que ocurra dentro de sus paredes, nunca llegaré a tal punto.

Camino por el pasillo, cubriendo mi cuerpo con mis brazos y abrigándome del frío reinante. Mis ojos se mueven a los lados, revisando cada esquina y cada sombra que parece moverse amenazante. Intento percibir cualquier sonido que me indique el camino hacia mi marido mientras sigo emitiendo ese inusual vaho en mi aliento.

«Alguien tiene que haberse dejado las ventanas abiertas», me digo a mi misma, intentando calmarme; pero lo cierto es que creo que ese alguien no pertenece a este palacio y por eso poco le ha importado mantener su correcta temperatura.

Hay un extraño, el que ha proferido esa risa, quizás uno de esos hombres que me han atormentado en el día de ayer.

Necesito a mi esposo.