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London by Night: Crimson Nights

[Prólogo] Closed Eyes (Constance Gallagher)

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26/10/2019, 13:19
Ash Franklin Burrows

El hombre, que estaba con los ojos cerrados, descansa en una cama de hospital, con el respaldo inclinado, está tapado por unas sábanas que le cubren desde las axilas hasta los pies, la cabeza está completamente vendada pero puede verse un moratón enorme que le cubre hasta por debajo de los ojos. Con el rostro ligeramente inflamado, parpadea trabajosamente, y apenas puede abrirlos para dedicarte una mirada.

-Oh... señorita... -Hace una mueca de dolor. -Perdóneme... pero no recuerdo... su nombre. -Trata de girar su cabeza para enfocarte, pero apenas puede moverse. Eleva un brazo, hacia ti, tratando de agarrarte con suavidad. -Ya me... han contado... -Asiente tan ligeramente que apenas podrías confirmarlo. -Permítame... ofrecerle mis.. más sinceras... disculpas... y... darle las... gracias... por salvarme... la vida. -Se moja los labios con la lengua, en apariencia tan seca como el resto de la boca. -Sepa que... tiene un... amigo... para lo que pueda necesitar... en mi. -Se fuerza a sonreír, pero se nota que le duele un poco.

Notas de juego

Puedes "comprar" al señor Burrows como aliado por 2 puntos de xp.

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26/10/2019, 13:30
Dr. William Whitney Gull

El doctor te mira extrañado, tras escuchar tu última petición, pero no dice nada. Tras un segundo, después de soltar el aire por la boca, comienza a hablar, cariacontecido y despacio, a modo de explicación.

-Verá, va a tener que pasar unos días aislada. Hay que evitar, en la mayor medida, la exposición a bacterias de la zona herida. -Asiente con la cabeza. Luego sonríe. -Pero no estará sola, en un par de días vendrá un equipo de tratamiento, francés.. creo que es... -Se encoge de hombros. -Alguien lo ha contratado y han sido aceptados por la dirección del hospital. -Asiente con la cabeza, levantando las cejas. -Debe de tener un ángel de la guarda muy poderoso velando por usted.

Vuelve a apoyar las manos en el reposapiés de tu cama, mirándote a los ojos. 

-Pero puede decirme lo que necesite y se lo comunicaré al doctoro Vane, sin problema. -Te mira, esperando tu respuesta.

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28/10/2019, 22:43
Maggie Smith
Sólo para el director

Escucho con suma atención las palabras del Doctor, bajando la mirada sobre las manos enlazadas que reposaban en su regazo.

-Comprendo Doctor – declaro en exhalación amarga al pensar en el maldito ángel al que iba a tener que agradecer los cuidados – deme un momento, si no es molestia – aferrando otro papel y escribiendo con precisión sus pensamientos le tendió una nueva nota, bien doblada con el nombre de Vane escrito – sí le diera esta nota le estaría muy agradecida

Una vez a solas sus pensamientos regresaron a las palabras del buen Doctor, haciendo que cayera poco a poco en el profundo pozo de la comprensión que veía en su situación. Aislamiento. El solo pensar en ello la hizo estremecer cobijándose en las sabanas, sumándose a sus angustia las estridentes risas de su pesadilla. ¿Que significaba todo esto?

Nota para el Doctor Mortimer Vane

Morti

El Doctor Gull ha sido tan amable de hacerme saber que te encuentras bien y que tú estado no es grave, incluso que abandonaras el hospital en contra de sus recomendaciones. Por favor cuida de tú salud ¿lo harás?

Mi situación no es tan favorecedora, me tiene aislada. Mycroft lo ha dispuesto todo para que reciba el mejor tratamiento. He enviado una nota al Detective Abberline haciéndole saber la situación de la señorira Meadow en la oficina de Ragostin pero temo que al no conocerlo ella no reacciones bien. ¿podrías hacerte cargo?

Cuidate,

E.V.

Notas de juego

Esta nota si te la he escrito por si tienes que pasarsela a Morg.

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31/10/2019, 11:27
Constance Gallagher
Sólo para el director

Al elevar el mayordomo el brazo hacia ella, Constance lo rescató, envolviendo con calidez su mano entre las suyas. Se quedó un instante en silencio, contemplando su amoratado rostro y en concreto, sus ojos. No había necesidad de palabras para entenderse. El señor Burrows, mejor que nadie, comprendía tan traumática experiencia, puesto que con él había sido compartida. Tal vez por ello, los ojos de la joven se humedecieron, libres de dar explicaciones ni aparentar más entereza que la realmente sentida. La angustia y el miedo se sabían, se aceptaban y se comprendían, así como asentado estaba el hecho de haber sobrevivido juntos a tal tragedia.

-Constance Gallagher -sonrió con ternura-. He venido a ver cómo se encuentra.

Cuando el mayordomo se disculpó y agradeció a la joven su rescate, la fotógrafa asintió levemente con la cabeza, agradeciendo su disculpa con una suave sonrisa, dando a entender que no debía preocuparse por aquello, pues era agua pasada.

-Gracias, señor Burrows -respondió a su gentil ofrecimiento. Era increíble como sorprende la vida y lo cambia todo en cuestión de segundos. Seguramente el mayordomo temió que su rostro sería el último que vería en vida, pero ahora la contemplaba con otros ojos-. También usted puede contar conmigo -sonrió.

¿Tendría casa? ¿Familia? ¿Era adecuado preguntarlo ahora o, aun de buena fe, resultaba una impertinencia? Pensó en hacerle otra visita pasados unos días y averiguarlo sin necesidad de hacerle abiertamente estas preguntas.

La joven se percató de que tenía la boca seca. Acompañó la mano del mayordomo hasta dejarla reposar con suavidad sobre su cama y cogió el vaso de agua, el cual acercó para que el hombre pudiese beber, ayudándole si lo necesitaba.

-Me tiene usted admirada. ¡No sabe cuánto me alegro de que esté bien! -sonrió, una vez el hombre hubo saciado su sed. Hablaba tranquila y en un tono de voz agradable, consciente del estado en que se encontraba el magullado mayordomo-. Supongo que tendrá que pasar aquí unos cuantos días, ¿necesita algo?

Dejó que respondiese y observó la habitación. Había muchas cosas que hubiese querido decirle, pero ante todo estaba su salud. Decidió no hablarle de la amenaza recibida ni de su temor a que él pudiese recibir una visita de los mozos. Seguramente ese dato y tal advertencia le serían dados por el inspector cuando el doctor Gull le permitiese hablar con él. Sin embargo, había otra cuestión por la que sentía curiosidad. Al tratarse de una sola pregunta y conocer el carácter y entereza del mayordomo, creyó que tal cuestión no le alteraría.

-No quisiera incomodarle, pero tengo curiosidad acerca de cómo y cuándo conoció usted a los mozos -sonrió con un deje de nostalgia y disculpa por hacerle tal pregunta. Si veía duda o malestar en el rostro del mayordomo, cambiaría inmediatamente de tema a otro nuevo que nada tuviese que ver.

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31/10/2019, 20:39
Ash Franklin Burrows

La sonrisa del mayordomo se perdía entre las muecas de dolor que aparecían a cada movimiento que hacía. No era algo que pudiera controlar, pero descubrías una mirada de agradecimiento que permanecía en sus ojos abiertos. Se acomoda en la cama, soltando un largo suspiro y cierra los ojos tratando de descansar. Al menos esa era su idea hasta que escucha tu pregunta acerca de los dos chicos que os atacaron y volaron la casa del Barón. Su respiración se agita, al igual que su cuerpo, y un par de gemidos de dolor brotan desde lo más profundo de su ser. 

Le cuesta articular palabras pero te mira, intentando dar una respuesta, corta, pero suficiente. 

-Vinieron... recomendados... -Dice con esfuerzo. -La empresa... Glover Co... & Cia. -Se moja los labios, tratando de ganar algo más de tiempo para terminar darte respuesta. -Recogida... y subasta... -El hombre hace una mueca de dolor y se termina callando. 

Vuelve a acercar la mano hacia ti, dándote unos golpecitos en tu antebrazo, a modo de disculpa por no poder continuar diciéndote más cosas, pero por la sonrisa final que se le queda dibujada en el rostro se le ve satisfecho con la respuesta que te ha terminado dando. 

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02/11/2019, 11:35
Dr. William Whitney Gull

El doctor recoge tu nota con cierta ceremonia. Se queda unos segundos pensativos, torciendo su gesto pero finalmente asintiendo. Acaba por levantar la cejas Antea de fijar la mirada en ti y forzar una sonrisa. Guarda tu nota en el bolsillo de su bata y vuelve a erguirse, agarrándose de la muñecas a su espalda.

-Enseguida se la haré llegar. -Vuelve a forzar su sonrisa. -Usted debe centrarse en su recuperación. El resto, en estos momentos, son minucias. 

Se termina despidiendo de ti y saliendo del cuarto. Pero sí algo se te quedó en la mente de todo este discurso, el resto de días que fueron pasando, fue la frase de concentrarte en tu recuperación, pues fue mucho más larga de lo que podrías imaginarte. Pocos días después, un grupo de cinco personas con un claro acento francés, te acompañaron en todo momento. Los trabajos de recuperación eran dolorosos, pues cada vez que apoyabas los pies en el suelo, la sola tensión en tus músculos se podía comparar a qué te estuvieran clavando un millar de agujas en toda la zona quemada. La primera semana apenas podías mantenerte de pie, la segunda semana apenas podías dar un par de pasos, pero en cuanto tu cuerpo se fue reparando, con la ayuda de los franceses, volver a andar paso de ser una quimera a un sueño hecho realidad.

Por las noches, el dolor podía ser insufrible, y dormir casi era un privilegio. Cuando los calmantes hacían efecto el problema eran las pesadillas. Durante la tercera semana apenas pudiste pegar ojo, pero la cuarta semana, a partir de ahí ya empezaste a notar mejoría. Tus piernas dejaron de estar tan tirantes y tú piel dejaba de intentar desgarrarse a cada paso. Ya empezabas a tener visitas de tus compañeros, pero las noticias que recibías no eran buenas. Sir Charles Warren, el jefe de la metropolitana, había disgregado el equipo de investigación y le había dado la investigación al afamado inspector Reid. Pero la falta de recursos y la carga de los medios, sobre todo a raíz de la publicación de unas cartas con las que el asesino se reía de vuestra incompetencia, le hacía dar palos de ciego.

El día en el que te dieron el alta y te despediste del equipo de rehabilitación francés, fue un día de más pena que gloria, pese a la liberación que suponía poder salir, por tu propio pie, de aquella cárcel en la que se había convertido aquel hospital.

Notas de juego

En breve te paso a la nueva escena.

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02/11/2019, 11:54
Dr. William Whitney Gull

El doctor vuelve a acercarse a la habitación, cariacontecido y pensativo, con la mirada perdida. Al verte fuera del cuarto no evita soltar un bufido de desaprobación antes de acercarse a ti. Con una nota en la mano que saca del bolsillo de su bata.

-Tenga, es una nota de la señorita Smith. -Te mira de arriba a abajo. -Cuídese, doctor Vane. La quemaduras son una herida seria. Sí lo necesitase, puede pasarse por aquí, si lo considerase necesario.

Te observa asintiendo, esperando a que respondas durante unos segundos, y acto seguido, se marcha.

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02/11/2019, 23:06
Mortimer Vane

Al bufido del doctor Gull cuando salía de la habitación Mortimer respondió envarando su postura y apretando las mandíbulas para que su porte no vacilase a pesar del dolor en las piernas. Podía sufrir algunos segundos a cambio de no perder ni un ápice de dignidad ante aquel hombre que le disgustaba. 

Apoyó su peso en la muleta para coger la nota y asintió con la cabeza. 

—Gracias, doctor Gull. Descuídese, estaré bien. 

Esperó a que se marchase antes de continuar su camino hacia la entrada. Allí buscaría un lugar donde sentarse y leería la nota mientras esperaba a Constance. 

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02/11/2019, 23:23
Narrador

Morti

El Doctor Gull ha sido tan amable de hacerme saber que te encuentras bien y que tú estado no es grave, incluso que abandonaras el hospital en contra de sus recomendaciones. Por favor cuida de tú salud ¿lo harás?

Mi situación no es tan favorecedora, me tiene aislada. Mycroft lo ha dispuesto todo para que reciba el mejor tratamiento. He enviado una nota al Detective Abberline haciéndole saber la situación de la señorira Meadow en la oficina de Ragostin pero temo que al no conocerlo ella no reacciones bien. ¿podrías hacerte cargo?

Cuidate, 

E.V.

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02/11/2019, 23:42
Mortimer Vane

La mueca que eran los labios de Mortimer se desdibujó al curvarse en una sonrisa mientras leía las letras que le había dedicado Enola. Le hacía cierta gracia ver que incluso en el estado en que se encontraba ella tenía la entereza de preocuparse por cómo iba a cuidar él de sí mismo. Al terminar dobló el papel y lo guardó en el bolsillo de su chaqueta. Después siguió esperando por la señorita Gallagher, a la que pensaba pedirle que se acercase a visitar a la señorita Meadows. 

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05/11/2019, 10:39
Constance Gallagher
Sólo para el director

Escuchaba con atención al mayordomo que, no sin esfuerzo, respondía su pregunta. Le sabía mal incomodarle, más viendo lo agotado que estaba y que el dolor seguía tan presente, así que cuando acabó, sonrió agradecida, sin intención de indagar más.

-Gracias, señor Burrows -asintió compresiva, en respuesta a su gesto en el antebrazo, mirándole con la esperanza de que ahora estuviese más tranquilo-. Le dejo descansar. Espero que tenga una pronta recuperación -deseó-, está en buenas manos.

Si no las mejores. Sonrió y aguardó un instante. Seguramente el hombre no tardaría en cerrar los ojos de nuevo.

Constance salió de la habitación y se dirigió a la recepción, donde el doctor Vane la esperaba. Preguntaría dónde guardaban sus herramientas de fotografía, las recogería y entonces podrían irse a casa.

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05/11/2019, 21:16
Constance Gallagher

Caminaba por el pasillo con la vista puesta en el señor Vane, que aguardaba en la recepción.

-¿Cómo está, doctor Vane? -sonrió al llegar-, si me disculpa un instante recogeré mi equipo fotográfico y podemos ponernos en marcha.

Cabía la posibilidad de que se lo hubiesen llevado a casa sus padres, pero debía asegurarse. Se acercó al mostrador para informarse y una vez recuperadas sus herramientas, en caso de hallarse todavía en el hospital, regresaría junto al doctor.

-Cuando usted quiera -dijo amable. Sabía que el señor Vane tenía unas ganas tremendas de abandonar el centro, pero esperó paciente a que él iniciase la marcha y una vez en camino, avanzaría a su lado, acomodando sus pasos a su ritmo, previsiblemente mucho más lento a causa de sus heridas.

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08/11/2019, 04:45
Mortimer Vane

Mortimer estaba sentado cerca de la entrada y contemplaba la puerta con aire distraído cuando Constance llegó a su altura. Asintió con la cabeza hacia la joven y espero hasta que estuvo lista antes de ponerse en pie.

Con ayuda de la muleta fue caminando hacia el exterior. Iba despacio, con los dientes apretados por el dolor de las quemaduras, pero determinado a llegar hasta el carruaje que los sacaría de allí. Su terquedad tal vez fuera pareja a su flema habitual. Le habría gustado sin duda dar conversación ligera a la señorita Gallagher mientras caminaba a su lado, pero a decir verdad bastante tenía en ese momento con lograr alcanzar el carro.

No respiró con alivio hasta que no estuvo sentado en su interior. Tenía para entonces una fina capa de sudor cubriendo su frente por el esfuerzo y rebuscó en sus bolsillos hasta dar con un pañuelo que se pasó por el rostro con cuidado. Tras unos segundos miró a la señorita y esbozó una especie de sonrisa.

He estado mejor, no se lo voy a negar —dijo, envarando un tanto su espalda—. Pero mis heridas no son graves y en unos días estaré como nuevo. 

Sus ojos escaparon por un instante hacia el exterior a través de la ventana, pero al momento siguiente estaban de nuevo sobre Constance. 

Debo confesarle que además de la curiosidad que ha suscitado su historia en mí, hay otro motivo por el que le he pedido que me permita acompañarla —reconoció—. Hay un favor algo delicado que tengo que pedirle. 

Notas de juego

Iba a seguir, pero me van a pillar los esqueletos del mantenimiento, así que lo dejo así y ya amplío más en el siguiente :3.

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11/11/2019, 23:27
Constance Gallagher

Caminó junto al señor Vane, en el lado opuesto a la muleta. Podría pensarse que era por comodidad, para que no tropezasen el metal y el equipo que cargaba, pero además pretendía estar suficientemente cerca para evitar una caída en caso de que el doctor perdiese el equilibrio o sus fuerzas flaqueasen. La joven percibía el gran esfuerzo que el hombre realizaba, pero mientras cruzaban la recepción no dijo nada. Si no le ofreció su ayuda en ese momento no fue por desinterés, sino por respeto. Tenía la sensación de que el señor Vane necesitaba salir del hospital valiéndose por sí mismo, sin que nadie cuestionase su capacidad para hacerlo.

Sin embargo, una vez en el exterior, lejos de miradas que conocían su dolencia y desaconsejado proceder, Constance no tardó en brindarle su ayuda. Si la aceptaba, pensó, podría aliviar en cierta medida su dolor. 

-Puede apoyarse en mi brazo, señor Vane -sonrió amable, hablando con naturalidad y sin esperar otra respuesta que el gesto en sí. 

Más adelante había un carruaje, parado. Un cliente había bajado y el cochero estaba entretenido con algo, parecía contar monedas. Constance se acercó y después de dar la dirección de su acompañante, ayudó a éste a entrar y acomodarse. Luego dispuso sus herramientas en el interior, asegurándose de que no se moverían ni serían un estorbo, pues no quería que las piernas de Mortimer recibiesen ningún golpe accidental. Cuando estuvieron listos, apoyó la espalda en la pared y con el dorso de su mano encarado a la misma, dio tres rítmicos golpes con los nudillos, indicando al cochero que podía ponerse marcha.

¿Un favor algo delicado? El doctor había captado totalmente su atención. 

-¿De qué se trata? -sus ojos brillaron con curiosidad-. Me tiene intrigada.

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17/11/2019, 03:20
Mortimer Vane

Oh, no crea que se trata de algo misterioso —aclaró mientras el carruaje se ponía en marcha—. Es algo sencillo, pero que necesita un toque femenino. 

Apoyó la espalda en el asiento y estiró las piernas lo que pudo. Sentía las punzadas de dolor extendiéndose por las heridas y su mente ya estaba en su casa, soñando con el momento en que pudiera tomar un calmante y tenderse en su propia cama. 

Verá, antes de vernos envueltos en todas las calamidades dejamos a una mujer refugiada en el despacho donde trabaja la señorita Smith, perteneciente al Doctor Ragostin —explicó, mirándola con la misma tranquilidad que si estuviese hablando del tiempo. Tan sólo la tensión en sus mandíbulas delataba el dolor que sentía cada vez que el carruaje pasaba por encima de un bache o golpeaba alguna piedra—. Se trata de una joven que fue atacada, pero logró escapar sana y salva. Alguien debería ir allí en su busca para contarle que la señorita Smith no va a regresar en una temporada. La señorita Meadows, que es como se llama, siente cierta desconfianza hacia los hombres, así que he pensado que tal vez podría hacerme usted el favor y pasar por allí en algún momento. 

Tras la explicación se pasó una mano por la frente, peinándose el pelo hacia atrás con los dedos. Era consciente de que debía tener un aspecto horrible, con la ropa sucia de sangre y humo y recién salido del hospital. Por suerte ya había escapado de aquel horrible lugar. 

—Y quizás podría pedirle a la señorita Meadows que pase por mi casa cuando deje el despacho. Puede decirle que me gustaría tener una conversación con ella.

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19/11/2019, 22:13
Constance Gallagher

-¿Fue atacada en... Whitechapel? -se le helaba la sangre solo de pensarlo. Y esa joven, ¿vería el rostro a su agresor? ¿Cuánto se habría acercado el equipo del señor Moore al asesino que perseguía, con o sin conocimiento de ello?

Lo más sencillo era, en realidad, pasar en ese momento a recoger a la señorita Meadows y llevarla junto al doctor hasta su casa. Sin embargo el señor Vane no había hecho tal propuesta. Se notaba que sufría mucho con cada irregularidad del camino y seguramente no deseaba pasar por una sola calle de más. A esto se sumaba que ya era un poco tarde para recibir visitas y era de suponer, que prefería estar cómodo y en mejores condiciones para cuando la dama fuera a visitarle. 

-Por supuesto, no se preocupe, hablaré con ella -sonrió amable. Aunque también tenía ganas de llegar a su casa, pensó en hacerlo en cuanto dejase al doctor en la suya. Tal vez le llevaría más tiempo del previsto, pues si hasta entonces la señorita Meadows desconfiaba de los hombres, después de ser atacada no debía fiarse ni de su propia sombra.

El doctor Vane se había referido previamente a la curiosidad que suscitó en él la historia que la condujo al hospital y Constance tenía un nudo en el estómago que tal vez él pudiese ayudar a deshacer. Sin embargo, antes de abordar ese tema, quiso preguntarle acerca de otro asunto.  

-Señor Vane... perdone la intromisión pero, me pareció advertir cierta tensión entre el doctor Gull y usted -le miró con gesto de disculpa por recordárselo-. ¿Ha pasado algo grave? -le miró preocupada. No comprendía qué tipo de desencuentro se produciría entre ellos, pero tenía la sensación que de no ser por la mala relación que parecían tener, Mortimer se habría quedado a pasar la noche en el hospital-. Si puedo ayudar en algo solo tiene que decírmelo -se ofreció con franqueza. 

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22/11/2019, 02:59
Mortimer Vane

Mortimer se puso serio y asintió con la cabeza a la primera pregunta de la señorita Gallagher, confirmando que ese había sido el lugar del ataque. Y después asintió de nuevo, esta vez con una mirada de gratitud. 

—Se lo agradezco mucho, señorita Gallagher. No sé qué estará pensando esa pobre mujer después de quedarse sola allí tanto tiempo sin noticias de la señorita Smith.

Notó que la joven se había quedado pensativa y él mismo se quedó callado también. El dolor que le provocaba el traqueteo hacía que mantuviese el cuello y las mandíbulas en tensión y aprovechó ese momento de silencio para atisbar hacia el exterior y comprobar si les quedaba mucho para llegar. 

Volvió a mirar al interior del vehículo al escuchar que Constance le llamaba y sus ojos la buscaron. Hizo un gesto leve ante la disculpa que anticipaba, pero fue al escuchar el nombre de ese hombrecillo desagradable que una arruguita frunció su ceño. 

—Ah, ese doctor Gull —dijo, masticando su nombre con un frío desdén—. Es uno de esos hombres que se engrandecen ante la debilidad ajena, que extienden su supuesta superioridad y la usan como excusa para decir lo que se les antoja. Créame que pude conocer unos cuantos como él cuando trabajaba en el London Hospital. —Negó con la cabeza, molesto, antes de darse cuenta de que la joven se preocupaba por él—. Pero no tiene de qué preocuparse, se lo aseguro. En mi casa tengo todo cuanto necesito para pasar este mal lance, calmantes, vendas, desinfectante... Y puedo hacerme yo mismo las curas con ayuda de la señorita Greenwell. Estaré mucho mejor en mi cama que en un catre de hospital. Quédese tranquila. 

Apretó los dientes al notar el dolor de nuevo y se obligó a permanecer con las piernas quietas y estiradas. En esa postura un tanto ortopédica, miró a Constance y se obligó a esbozar una sonrisa tenue.

—¿Por qué no me cuenta su aventura en lo que queda de trayecto? Le confieso que me tiene sumamente intrigado con todo ese asunto de la explosión.

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27/11/2019, 23:26
Constance Gallagher

Asintió con la cabeza ante el agradecimiento de Mortimer. Después, el doctor Vane explicó lo que le desagradaba del doctor Gull. Constance le escuchó comprensiva. Entendía que habían tenido sus discrepancias y aunque no le habría importado mediar, pues su experiencia había sido muy distinta, parecía que éstas eran irreconciliables. El señor Vane tenía una firme opinión del médico y no parecía que eso fuese a cambiar. En cualquier caso, coincidía con él en que, pudiendo tratar sus heridas, estaría más cómodo en su casa que en el hospital.

Viajaba de espaldas, apoyada en la pared, viendo a través de las ventanas cómo todo se alejaba. Sabía que el interés por su historia no tardaría en aparecer. Le miró un instante con un gesto que translucía angustia, no por la pregunta, sino por las consecuencias derivadas de lo que a continuación iba a narrar.

Se levantó y sujetándose, con cuidado, tomó asiento junto al doctor. -Huelga decirlo, pero... le cuento esto porque confío en usted y sé que esta conversación quedará entre nosotros -le dijo, más por sus propios nervios que por necesitar ninguna confirmación.

-Ese día -dijo pensativa, como si hubiese perdido la noción del tiempo- tuve tres encargos. El último de ellos, retratar al difunto Barón Bane. No fui recibida con agrado -sonrió cómplice por un momento, dando por hecho que Mortimer adivinaría los pequeños obstáculos que encontraba en su profesión por el hecho de ser mujer- pero sí con educación. El mayordomo me acompañó a la habitación del difunto, donde aguardaban dos mozos para ayudarme con el montaje -decidió explicarse mejor-, para trasladar al señor Bane y disponerlo convenientemente. Su conducta fue intachable al principio, pero luego hablaban a mis espaldas, cuchicheaban, lo que me distraía e incomodaba.

-Con el trabajo realizado, me trasladé a un rincón de la sala, recogí mis cosas y aguardé la llegada del mayordomo, preparada para irme en cuanto apareciese. Pero, en el momento de despedirme, advertí que faltaban varios objetos, uno de ellos, el reloj del Barón, cuya cadena asomaba del bolsillo de uno de los mozos. No podía dejar eso sin resolver , ¡imagínese que me achacaran a mí el robo! Además de lo injusto y de las más que posibles consecuencias, ¿en qué lugar quedaría el negocio de mi padre? -le miró negando con la cabeza-, así que le pedí la hora y al querer darla, no solo quedó en evidencia el reloj sino también un anillo que quedó pegado en su manga.

Constance procuraba explicarse con serenidad, pero a medida que la historia avanzaba, crecía su inquietud. Llegados a este punto, su rostro se ensombreció y la voz comenzó a quebrarse. 

-Todo pasó muy rápido. Algo me salpicó. El mayordomo... le dieron por muerto. Estaba en el suelo, desplomado en un charco de sangre, tras recibir un terrible golpe en la cabeza con un atizador -explicó, hablando cada vez más acelerada-. Y éste, agitándose amenazante, apuntándome a mí, mientras el mozo que lo sujetaba preguntaba al otro qué hacer conmigo. Pensé que era mi final, señor Vane -dijo angustiada, arrugando la falda de su vestido entre sus puños- pero me dejaron ir y salí de la mansión más rápido de lo que he corrido jamás.

Miró a Mortimer e hizo una breve pausa para tomar un pequeño respiro y tranquilizarse. El trayecto todavía daba para mucha conversación, así que respiró profundamente y en pocos segundos continuó la explicación. Le estaba dando muchos detalles, pero quería saber su opinión y creía que los matices, en muchas ocasiones, son una gran fuente de información.

-Podía irme. Habia cogido mis herramientas. Pero volví. No creí que la vida del mayordomo, si es que seguía vivo, esperase a mi regreso desde el hospital o comisaría, así que aguardé, escondida, a que los mozos abandonasen la mansión. Tardaron mucho, pero lo hicieron, con el botín que engrandaba sendas bolsas cargadas en sus espaldas. Entonces entré, subí las escaleras y... habían limpiado todo. Encontré al mayordomo en su alcoba, con la cabeza vendada y tirado en el suelo junto a la chimenea del piso inferior. Gesticulaba con la mano. Entendí sus gestos, quería que me fuese. En ese momento identifiqué el olor a gas. Conseguí sacarle de la casa y al momento de abrir la puerta para salir yo, la casa estalló y salí disparada por los aires -le miró con cara de circunstancias-. Soy muy afortunada, porque por menos de un segundo, sigo con vida -concluyó, con un tono más grave.

Ahorró el explicar la parte donde salía el señor Gull, pues ya conocía esa parte de la historia.

-Me gustaría decir que mi relato acaba aquí, pero lo peor está por llegar -dijo con un nudo en el estómago-. Ya conoce al inspector Reid. Él me estaba interrogando en el hospital. Tiempo después llegó mi padre y entró en la habitación. Adivine usted qué tenía en el bolsillo -hizo una pausa dramática-. ¡El mismísimo reloj del Barón!

-Resulta que uno de los mozos estuvo en mi casa -hablaba nerviosa-, frente a frente con mi padre y tuvo la osadía de decirle que venía de mi parte y que ese reloj era un regalo que yo había comprado para él -sintió un escalofrío recorrer su espalda-. Y el inspector reconoció el objeto, ya que tuve la feliz idea de dibujarlos -se encogió de hombros, como si todavía no hubiese decidido si esa había sido una buena o mala decisión.

-Estoy muy preocupada, señor Vane. Mucho. Quisiera colaborar pero temo hacerlo. No soy yo, sino mis padres quienes podrían sufrir las consecuencias. Tengo miedo de que los mozos vuelvan a mi casa, de que agredan a mis padres, de que incendien la casa con nosotros dentro. Me da pánico irme y dejarles solos porque no sé qué encontraré a mi regreso -confesó con evidente angustia.

Le miró fijamente a los ojos, más atenta a ellos de lo que estaría un pintor que quisiera dibujarlos. 

-Usted, que estudia y comprende la mente humana, ¿qué opina? ¿Qué puedo esperar? ¿Tiene algún consejo? Quisiera saber todo lo que pase por su cabeza, porque si considero de antemano lo que puede suceder, todas las opciones, tal vez podré prevenir o evitar alguna desgracia.
Aguardó su respuesta con ojos mitad ruego mitad curiosidad. Tenía esperanza en su respuesta, en que arrojase luz en ese túnel de incertidumbre que se había abierto de repente frente a ella. 

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13/12/2019, 02:16
Mortimer Vane

Lo cierto era que el doctor Vane había esperado un relato entretenido, lleno de acción y alguna que otra aventura, tal vez salpicado con alguna anécdota graciosa incluso. Así que cuando notó la angustia en los ojos de la joven su curiosidad aumentó a la par que su preocupación. Hasta le pareció que el dolor en sus piernas remitía, tal era la atención que puso en escucharla. 

La dejó hablar sin interrumpirla, hasta el final. De tanto en cuando hacía algún gesto con la cabeza para que supiese que no había perdido el hilo y que seguía atento, pero eso fue lo único, hasta que terminó. Y entonces se llevó una mano a la sien y se la frotó despacio, pensativo, no quería darle una respuesta a la ligera. 

—Debe denunciar a esos hombres, señorita Gallagher —aseguró al fin, apretando los labios— a esos delincuentes, esas ratas repugnantes. Si saben dónde vive usted y ahora se calla, podrían creer que la tienen amedrentada y aprovecharse de usted y de su familia. Eso que me cuenta del reloj era un mensaje, quieren asustarla, quieren que sepa que ellos tienen la sartén por el mango. Y siendo así... ¿qué impediría que fuesen cualquier noche a su casa y le exigiesen dinero o cualquier otra cosa? —Negó con la cabeza—. Esos hombres deben dar con sus huesos en el calabozo, no puede darles esa ventaja sobre usted porque podrían usarla en cualquier momento. 

Puso una mano sobre el antebrazo de ella y lo apretó con suavidad. El doctor solía ser un hombre distante, incluso frío la mayor parte del tiempo, pero aquel gesto fue cálido, reconfortante. A través de Evie había terminado por apreciar a aquella joven.

—Si tiene mano para el dibujo, trate de hacer un retrato para que la policía pueda identificarlos con más facilidad. Avise a su padre y convénzalo para que él y su madre dejen la casa una temporada. Tal vez puedan tomarse unas vacaciones en el campo mientras la policía resuelve el asunto. Así usted estaría tranquila sabiendo que ellos estarán a salvo. 

Hizo una pausa. La tensión de la historia de la joven le había hecho forzar un tanto las piernas y el escozor cobraba de nuevo protagonismo. Sus labios se fruncieron en una mueca y apartó la mano de su brazo. Tras un par de segundos respiró despacio y buscó los ojos de Constance con los suyos.

—Es horrible lo que le ha sucedido, la verdad. Lamento muchísimo que tenga que pasar por algo así. —Sin embargo, era consciente de que en esos casos las secuelas podían tardar en aparecer, así que decidió avisarla—. No sería extraño que un susto como el que ha pasado le produjese malos sueños. Sería normal que se sintiese asustada. Si es así, repítase a sí misma que no es culpa suya. Y si en algún momento, cualquiera, necesita compartir lo que siente, puede acudir a mi casa sin dudar, ¿de acuerdo? Me gustaría ayudarla en la medida de mis posibilidades. 

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03/01/2020, 22:13
Constance Gallagher

Apoyó su espalda en el asiento mientras observaba a Mortimer masajearse la sien. Se le antojaba aquel gesto el equivalente al de un jugador experimentado disponiendo las piezas sobre un tablero de ajedrez, ordenándolas en primer lugar para diseñar una estrategia después.

Arqueó ligeramente las cejas, sorprendida al escuchar como el señor Vane llamaba “ratas repugnantes” a los mozos. No es que pensara que no mereciesen tal calificativo, pero no había esperado escuchar algo así de boca del doctor. Apretó los labios sonriendo ligeramente durante un segundo, pero pronto se cernió de nuevo la sombra de la preocupación.

-¡Ah! me siento terriblemente ingenua... Creí que si me alejaba de este asunto ellos me olvidarían a mi y a mi familia -reconoció algo desanimada. Había interpretado que la amenaza era para con sus padres en caso de colaborar ella con la policía, pero Mortimer tenía razón. Los mozos no eran gente de fiar. El nudo de su estómago comenzó a apretarse más, pero en ese momento el señor Vane, como si de algún modo lo hubiese intuido, apoyó su mano en el antebrazo de la joven, en un gesto que logró reconfortarla.

Suspiró.

-Sería magnífico, desde luego, pero no conseguiré que mis padres se retiren al campo, es una batalla perdida. Intentaré razonar con ellos para ver si acceden a hacerlo durante una semana, pero el volumen de trabajo es tal que no damos a basto, especialmente mi padre, que apenas tiene descanso -recordó en ese momento el agotamiento reflejado en las facciones de Walter, trabajando día y noche. Había decidido buscarle un ayudante de inmediato, pero estuvo el día entero en el hospital. Debía conseguirlo sin demora.

El consejo de alejarse de la ciudad era muy bueno, como también lo fue el que tuvo a bien darle a continuación.

-El inspector Reid está al tanto de las descripciones, pero ha tenido usted ¡una idea brillante! Dibujé los objetos robados, pero no a los mozos. Esta misma noche me pondré con ello -prometió admirada por la maravillosa idea. Lo cierto es que no era sencillo dibujar retratos, pero estaba dispuesta a intentarlo. De hecho, comenzaría por el joven que la amenazó con el atizador, pues la expresión de su rostro en aquel momento había quedado grabada en su mente.

Ambos se tomaron un respiro. Constance apartó la cortinilla para observar el exterior. No tardarían mucho en llegar a casa del señor Vane, lo cual era una buena noticia, pues aunque él no se quejase, era evidente que sufría un fuerte dolor.

Antes de llegar, sin embargo, el doctor añadió algo más. Constance le miró conmovida al escucharle expresar cómo lamentaba lo sucedido. Le parecía un buen hombre y creyó descubrir en él una faceta empática, cuya magnitud quedaba disimulada a simple vista, tras su postura erguida y su talante reflexivo. Al principio no se identificó con esa joven de las pesadillas, tal vez porque ni siquiera se había parado a pensar en ello, pero aún así, o precisamente por ello, memorizó cada palabra. No era consciente en ese momento del peso y la importancia que más adelante tendría para ella tan valioso consejo.

Se escuchó la voz del cochero. Bajó del carruaje en cuanto éste se detuvo frente a la casa del doctor y ayudó al señor Vane a hacer lo mismo. -Aguarde aquí, por favor, enseguida regreso -pidió amablemente al cochero antes de alejarse con Mortimer. Estaba dispuesta a acompañarle al menos hasta la mitad del camino o hasta la misma puerta, dependiendo de la voluntad del señor Vane. Llegado el momento de despedirse, la joven no tuvo más que buenas palabras hacia él.

-Muchas gracias, señor Vane. Me ha ayudado muchísimo escuchándome y dándome buenos consejos. Es usted un hombre inteligente y generoso. Me siento afortunada de tenerle como amigo -sonrió con calidez.

Regresó tranquilamente e indicó al conductor una nueva dirección, la del despacho del doctor Ragostin. Permanecería en el interior del carruaje, detenido frente a la casa, hasta ver desaparecer en su interior al doctor Vane. Entonces dejaría caer la tela de la cortinilla, se apoyaría en la pared y daría de nuevo tres golpes con los nudillos indicando al cochero que podía reanudar la marcha.