Partida Rol por web

El paso de la caravana despierta algo de desconfianza en Bigun Tarigen, sobre todo al observar que el aprendiz agacha la cabeza. Frunce el ceño, y le increpa en un susurro en latín.

-¿Y qué os pasa? ¿Sabéis acaso quienes van en el carruaje?

Al carruaje y sus ocupantes, sin embargo, prefiere no dirigirse de momento.

Antes de encontrarse con el grupo

Schaar oyó como su señora le proponía aquel extraño plan que no acababa de comprender. Quizás estaba pensando más rápido de lo que hablaba y Schaar no la estaba comprendiendo, "¿Que me retrase? ¿Que le mienta a Radu? Seguro que se da cuenta antes de que entre por las puertas". El caballero no solía estar acostumbrado a mentir y, sobretodo, respetaba sobre manera al todopoderoso Radu, capaz de ver en su interior como si fuera un libro abierto.

No obstante, el joven continuó escuchando a Dubieta, en su ensoñadora visión, pero hubo algo que le dejó chafado, inmovil, ilusionado a él también...

Schaar siempre había sido un lugarteniente fiel, con sus aspiraciones y sueños de poseer la porción de tierras que su Señor estipulara necesaria según sus méritos. No veía mal por qué no tener todo un Condado para él. También había deseado a Dubieta. Al principio, atraído por su deslumbrante belleza, luego, como acto de rebeldía contra Radu, pero en el viaje había ido transformándose aquel deseo en un sentimiento más profundo...

Cita :

Y ahora era ella la que contaba con él como consorte para gobernar lo que fuera.

La mente voló, y mil y un sueños pasaron por su mente, con un nexo común, en todos se encontraba Dubieta junto a él. "No creo que...", la aparición de las cuatro figuras en el camino impidieron que acabara su frase.

El caballero interrumpió su conversación ante la aparición de los viajeros. "Extraño grupo", comentó sin perderlos de vista, "¿Queréis que vaya a ver sus intenciones?", preguntó compartiendo los pensamientos de Dubieta.

Sin dejar de estudiar a la comitiva, Schaar comenzó a desenganchar a su caballo del carruaje, "al final, siempre hay que estar preparado para cualquier contratiempo", pensó alegrándose de haber optado por traer su montura y preparándola para acercarse a la curiosa comitiva.

La joven Condesa asintió a la petición de su caballero, resultaría imprescindible preveer las intenciones de ese grupo antes de que estuvieran más cerca.

- Ten presente que estoy aquí... -comentó para que entendiera que debía protegerla y no aventurase a un encuentro si no fueran de fiar.

Como no tenía intención de correr riesgos innecesarios se dirigió también al carruaje, abandonando así las bellas vistas que tenía sentada sobre la piedra. Con voz contundente habló al sirviente que manejaba el vehículo.

- Prepárate para marchar en cuanto te lo ordene.

Respondo con un encogimiento de hombros, hablando también en susurros.

- Disculpad, sólo estoy un poco paranoico. - Lo último lo digo para que mis compañeros lo entiendan. - Que hable el fraile.

Cuando el caballero se adelanta hacia nosotros me inquieto un poco instintivamente, pero de momento todo es normal. "Sólo querrá preguntarnos..."

Enfundado en su armadura, pero con el yelmo atado a su montura, el caballero avanzó siguiendo las órdenes de su señora hacia donde se encontraban el grupo de extranjeros.

Como muestra de cordialidad, paró su caballo a unos metros de estos, levantando la mano derecha a modo de saludo, "Buenos días nos dé Dios, buenos peregrinos y que honorables intenciones os traigan a esta pacífica tierra", comenzó a decir con rostro amigable, aunque atento ante cualquier respuesta fuera de lugar ante su amistosa presentación, "soy el Caballero Schaar Dvy, ¿qué trae por estos lares a una comitiva tan variopinta?", preguntó abiertamente mientras disponía su mano en la perilla de su silla, cerca de su arma por cautela. La presencia de un monje entre los dos hombres de llamativos ropajes resultaba, cuanto menos, curiosa.

- "No somos más que humildes peregrinos procedentes de la cercana Slobozia. Buscamos una reliquia menor perdida en estos bosques." -

Mirando extrañado ante la respuesta del que aparentaba ser un monje, el caballero se abrió la capa, mostrando su magnífica armadura completa, dejando entrever su gran espada de manera involuntaria, y volvió a tomar la palabra, "si el fin de vuestro viaje está en estas tierras, podríamos acompañaros al castillo del Knezi para que os pueda mostrar su hospitalidad y ofrecer su ayuda y apoyo ante vuestra sacra causa. ¿De qué reliquia se trataba, hermano?"

Aunque parecían actuar de buena fe, la aparición de aquellos hombres en aquel lugar le resultaba algo intrigante, ¿por qué no se habían presentado en el castillo a pedir permiso y ayuda al knezi? Para comenzar, era algo que hacía que pensar.

- "Ni siquiera estamos seguros de que el objeto que buscamos se encuentre aquí, y en modo alguno querríamos molestar a la alta nobleza con minucias. Es seguro que con tantos ataques magiares en los límites de nuestro gran país, tendrán cosas mejores de las que ocuparse." -

El caballero recordó las palabras de su Señora

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Pero había algo en aquellos desconocidos que impedía que les dejara sin más. "Por favor, aguarden unos momentos mientras informo a mi Señora sobre sus intenciones", comentó amablemente, confiando en el buen hacer de los viajeros. Luego, arreó a su caballo y se dirigió hacia el carromato de su señora, donde conversó con ella unos minutos.

Acercándose a su señora, Schaar comentó las intenciones de los viajeros, "Mi Señora Dubieta, dicen venir en busca de una reliquia sin importancia. Si yo fuera el Knezi, me gustaría saber hasta por donde pisan, ya que es un grupo algo llamativo, pero no conozco a vuestro padre tanto como para saber la importancia que da a este tipo de 'visitas', ¿debemos llevarlos al castillo para que den explicaciones? ¿O creéis que podrían servirnos para 'nuestra causa' de alguna otra manera?", preguntó de manera discreta a Dubieta.

En cuanto Schaar le informó de las intenciones de aquel grupo tuvo claro cuál sería la respuesta:

- Sin duda querrá saber qué hacen en sus tierras, y si se enterara que actuamos a su espalda mejor estar bien lejos. Estamos en una situación bastante delicada como para atraer la ira de mi padre -dijo la Condesa- Indícales que les guiaremos hasta el Castillo, pero que les quede bien claro que no tienen otra alternativa.

Antes de que partiera nuevamente quiso advertirle:

- Espero que sean razonables, pero en caso de un enfrentamiento debes escoltarme con premura al Castillo.

El hombre asiente con rapidez, con insistencia, cuando el hombre comenta que se marchará. Luego mira al sacerdote meneando, a las espaldas del caballero, la cabeza con aire molesto.

-La reliquia en estas tierras... -masculla casi inaudible

Se dirige en voz baja a sus compañeros:

- "No he escuchado precisamente maravillas de la hospitalidad de las mazmorras de los Szantovich. Tal vez deberíamos intentar retirarnos mientras ello sea posible." -

En voz algo más alta:

- "Disculpad noble señor Caballero, pero ya nos íbamos. Os deseamos un buen día a vos y a vuestra señora." -

"Así lo haré, mi señora", dijo solemne el Caballero a ésta. Luego dirigió su caballo hacia los peregrinos, a los que escuchó excusarse.

"Permitidnos el honor de escoltaros ante el Knezi Radu, seguro que escuchará de buena gana el objeto de vuestra presencia y, si así lo ve necesario, podría prestaros ayuda con hombres, víveres o alojamientos, o todo ello a su vez", la voz, aunque agradable y bienintencionada, no dejaba de tener cierto tinte imperativo, dando a entender que no tenían elección.

Miro a Domenico esperando una respuesta audaz. Ir hasta la ciudad ahora solamente nos hará perder el tiempo, pues no tenemos que ir ni mucho menos tan lejos, además de lo peligrosos que son todos los esquizofrénicos Szantovich. No quisiera volver a esa ciudad.

Desde su posición, la doncella de la joven Condesa tenía que inclinarse por la ventana para ver lo que sucedía. Como miraba por la otra ventanilla no interrumpía la visión de su Señora, mejor situada que ella.

- ¿Qué estará sucediendo? –preguntó mientras oteaba al grupo y al Caballero- ¿Serán peligrosos?

Aquella última pregunta la propuso con cierto temor, mirando a la Condesa directamente. La respuesta de ésta fue simple:

- Depende de lo listos que sean…

Sabía que su Señora no estaba simplemente mirando a aquellos hombres, pero pocas veces podía adivinar qué pensaba su joven ama.

La situación no era muy favorable y por lo poco que Gorax había contado a mi tampoco me apetecía que el grupo acabara en el castillo del señor de Prahova.

-¡¡Huid!! ¡Corred cada uno en una dirección! ¡Yo le entretendré! Grito con todas mis fuerzas mientras mientras me adelanto con el bastón preparado para defenderme de las acometidas del caballero mientras permito que mis compañeros escapen. No puede atrapar más que a uno de nosotros a un tiempo, si lo entretengo bastante mis amigos estarán lejos cuando se deshaga de mi, no pienso ponerselo fácil. Veamos de que están hechos los caballeros de esta tierra.

Schaar sacó su espada ante el grito del monje, "No debéis temer nada si vuestros pasos están guiados por Nuestro Señor", comentó con una mueca a modo de sonrisa en la cara.

Rápidamente, el Caballero se lanzó hacia su rival, para no perder al resto de vista por mucho tiempo, sólo atento, de soslayo, a la reacción de los ocupantes del carruaje.