Partida Rol por web

Te sientes momentáneamente seguro en el bosque, aunque no sabes si te están persiguiendo o no.
Después de buscar por una zona que jurarias reconocer logras desenterrar la daga.

Al recuperar la daga me invadió una sensación de éxito, de haber conseguido un logro importante. La daga de plata se había convertido en el símbolo de una venganza que tenía que gestar, y que ya había empezado con la muerte del hombre lobo que nos había perseguido desde Hernanstadt. El haber tenido que abandonarla en el bosque debido a mi forzada huida era algo que me pesaba todas las noches.

Por fin, con ella en la mano y más o menos seguro de que no estaban siguiéndome, me permití unos instantes de relajación. Pero me sobresaltó un pensamiento sobre Bigun. "¿Habrá conseguido escapar?"

GORAX SUYLAS:

- Normalmente, sería imposible percibir la presencia de Bigun Tarigen, pues su hechizo de enmascaramiento es realmente bueno, pero al ser de tu misma Casa Hermética estás intimamente familiarizado con las emanaciones mágicas de la Casa Criamon.

- Estás persuadido de que Bigun ha entrado en el bosque envuelto en su invisibilidad mágica. Es probable incluso que esté cerca de ti, aunque te resulta imposible asegurarlo.

Aunque leves, las emanaciones mágicas que percibía de Bigun eran suficientes para saber que al menos había conseguido escapar. Querría buscarle, pero con mi poder sólo podría encontrarle si él quisiera que lo hiciera.

Decidí continuar mi camino. Miré por última vez el hato desenterrado: junto a la daga de plata estaban mis elegantes ropas, que había usado en Hernansdadt. Cogí todo y me puse en marcha, paralelo al camino pero suficientemente lejos como para evitar ser visto, en dirección a Slobozia, aunque me preguntaba si seguiría siendo un lugar seguro después de que el desgraciado del fraile dijera que veníamos de allí. "Sólo puedo esperar que no le hayan creído"..

Camino esquivo, mirando en todas direcciones y alerta ante cualquier ruido por delante o por detrás mía, esperando ver a Bigun en un lugar donde un segundo antes no había nada, pero más bien temiendo que se tratara de alguna bestia.

Cerró su puño ante su inoportuna petición. Estaba molesta consigo misma, y ella era su mayor crítica. Si hubiera esperado algo más Schaar no hubiera resultado herido, pero quería atrapar a aquel hombre. Afortunadamente la intención del mago, o brujo, era huir; por lo que no aprovechó la inconsciencia de su caballero.

- Cochero, ¡acércate! –ordenó diligentemente al comprobar que los demás habían huido.

Al llegar se percató que no tenía que lamentar heridas graves en Schaar. Él cuidaba de ella, y ella cuidaría de él.

- Disculpa, no quería… -enmudeció pues no había palabras, pero sí un sincero gesto de disculpa en su hermoso rostro- Es mejor que lo metas en el carruaje. Prefiero que estés sobre tu montura hasta llegar al castillo, pero procura que se encuentre bien atado y proporcióname una daga.

Si todo salía bien lo llevaría dentro del carruaje, bien atado y armada con una daga por si debía aclarar quién era el preso. Lo primordial era que Schaar estuviera sobre su fastuosa montura, donde tendría una mayor ventaja en combate.

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El temor a ser encontrado da alas a los pies del mago. Al principio, durante largos minutos, sólo piensa en correr: adelante, internándose en el bosque, aplastando con sus pies invisibles ramas, apartando maleza que le araña la cara. Sólo sabe que aquel guerrero no era normal, que están en peligro y que han actuado con muy poca inteligencia. Sin embargo, tras un rato de correr, cuando se hace obvio que ya no está siendo perseguido, puede pararse e intentar pensar con claridad.

El monje era quien con mayor seguridad podía saber a dónde dirigirse, pero con él no puede contarse ya. No ha perdido su hacha ni sus monedas, así que en principio podría caminar con rapidez hacia cualquier parte. Sin embargo, sabe de la existencia de otro Tytalus, y aún su mente (no precisamente preclara) parece darse cuenta de que los aliados y un refugio son bienes importantes y difíciles de conseguir. Intenta concentrarse, pues quizás le fuese posible sentir el Don de su sodal; y a través de él, qué dirección seguir. Lo más sensato será salir de estas tierras, preferentemente en la dirección que originalmente seguían. Un mensajero es mejor que ninguno...

Gorax intenta guiarse por su sentido mágico y parece que cada vez le llega una señal más intensa, así que sigue avanzando por el bosque en aquella dirección.
Mientras tanto Bigun sigue corriendo para alejarse lo más posible de sus perseguidores, aunque no tiene muy claro si han salido detrás de él.
Ambos se encuentran en un lugar cerca del centro del bosque. Gorax al principio solo puede sentir una presencia cercana, aunque no es capaz de ver nada, hasta que Bigun deshace su hechizo de invisibilidad.

Con ayuda de los criados el Caballero Schaar ata al monje, que todavía está inconsciente y probablemente siga así durante un buen rato pues el golpe recibido fue bastante fuerte. Mientras lo atan Schaar encuentra una especie de zurrón donde el monje parece guardar sus pertenencias, aunque por el peso no parecen gran cosa. Decide quedarselo para inspeccionarlo más adelante. Entre todos suben al monje al carruaje y uno de los criados se queda dentro para más seguridad de la Condesa.

Desde una de las almenas un soldado informa haber visto un par de extrañas criaturas en las lindes del bosque. No sin recelo asegura que son seres sobrenaturales y extraños.
Después de acercarse el Capitán de la guardia se asegura que el soldado no ha bebido vino durante su turno, pero su aliento no delata el consumo de alcohol.
¿Será cierto lo que afirma o el sol le habrá dado mucho tiempo sobre el casco?

El combate tuvo lugar, como Schaar preveía, ya que aquel grupo era muy extraño para haberse formado por una simple peregrinación. ¿Qué motivos movería a un supuesto monje para unirse a un brujo? Mucho tendría que contar aquel monje.

El Caballero fue burlado lo justo para poder cogerlo por sorpresa, "he bajado la guardia demasiado. Me he confiado de masiado, ¿Que le podría haber pasado a Dubieta si, en lugar de a mí? hubiera optado por atacar el carromato?". Una sensación de derrota completa invadió a éste.

"Mi Señora, yo ...", dijo clavando una rodilla en el suelo, al llegar frente a ella, en señal de disculpa solemne, aunque las palabras de ésta denotaron un tono de culpabilidad que Schaar jamás le achacaría. Luego dejó el cuerpo bien atado en el carromato de ésta como le pidió, ordenando a uno de los criados que la acompañaran.

Cita:

"Si, mi Señora", concluyó ofreciéndole la daga que guardaba en la bota para situaciones desesperadas. "Por su bien, sólo espero que no tengas que usarla", dijo mientras sonreía a Dubieta en una clara referencia al adiestramiento que ella estaba tomando con las armas.

Sin decir nada más, se subió en su soberbio caballo y se colocó junto al carruaje, lo más cerca posible por lo que pudiera pasar, aunque siempre atento a los movimientos del bosque, por si alguno de los huídos reaparecía, como aquel brujo.

-El maldito monje -masculla el hombre en latín, sin siquiera saludar tras haber aparecido de la nada. -El maldito, maldito, maldito monje... -esto lo masculla en otros varios idiomas: polaco, eslavo y búlgaro. Cuando se pone nervioso, no es raro que mezcle idiomas. -Y ahora, en tierras enemigas, con una maldita noble y un jodido caballero que quieren capturarnos. Y el monje... Sabe Dios, muerto, o peor... ¿Qué hacemos? No sé si es mejor volver sobre nuestros pasos, al "hogar". O buscar fortuna. O sabe Dios, sabe el maldito Dios... Al fin y al cabo, ¿cómo iban a creernos en la corte? -niega con vehemencia. -Tú, Gorax, sodal -y dice el "sodal" con una sonrisa ligeramente satisfecha- ¿qué crees tú que sería lo mejor?

Más tarde preguntaría a su caballero porque se había arrodillado, no comprendía bien el significado pero no iba a comentarlo a oídos ajenos. Ahora mismo lo importante era regresar a la seguridad del castillo, entre otras cosas porque aquel brujo, o mago, podía aparecer de la nada. O, como intuía, volverse invisible a los ojos. ¿Estaría cerca de ellos? Era probable, por lo que toda precaución sería poca.

- Haré buen uso si es necesario, pero no lo espero –devolvió la sonrisa cuando le proporcionó la daga- Estad atento al entorno pues ese brujo desaparece de la vista –compartió su preocupación, aunque estaba segura de que Schaar sabía de su deber- Ernieta, cierra las ventanas. No quiero sorpresas.

Tras aquello ordenó al cochero que regresaran al castillo lo más diligentemente posible, pero tampoco que se estrellaran a la primera curva. Ya había visto como unos caballos desbocados volcaban un carruaje provocando serios daños. Mientras tanto fue cerciorándose de que su prisionero estaba bien atado y, sobretodo, inconsciente.

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La Condesa Dubieta Szantovich y el Caballero Schaar Dvy regresan al castillo.

Todo el mundo se pregunta que les ha pasado durante su pequeño paseo ya que en el interior del carruaje traen un prisionero maniatado e inconsciente.

Sodal. Sonrío parcialmente satisfecho... hubiera preferido que me llamara "discípulo" pues muy lejos estoy aún de su poder y quiero que me enseñe. Pero su consideración es halagadora... Sonrío.

- Olvidémonos del monje y de Slobozia, Bigun. Nada hay allí para nosotros ahora... Darius, si vive, tardará en volver, me temo. Y gracias al monje ya no es un lugar seguro. - Por un momento pienso en Maserrak, mi hermano, pero tras la pérdida de Marcus él aún necesita reencontrarse así mismo y no puedo ayudarle. Pero para él Slobozia debe seguir siendo relativamente seguro.

Después me encojo de hombros.

- Bucarest está cerca y es grande. Quizá allí tengamos más suerte.

Los cuchicheos de los soldados llaman mi atención. Parece que la Condesa y el Caballero Schaar han regresado de su paseo y han traído a alguien maniatado e inconsciente.
Eso llama grandemente mi atención y me acerco al patio a mirar. Normalmente cuando alguien llega al castillo de esa forma acaba recibiendo mi visita. Por el aspecto parece un monje o algo parecido. No tengo ningún reparo en ejercer mis servicios con los religiosos, al fin y al cabo son hombres como los demás, incluso alguno peor ya que se sirven de su supuesta santidad para cometer grandes atropellos. Además la mayoría tienen vidas muy cómodas que no quieren perder y eso hace más fácil que colaboren.
Permanezco atento por si alguien me requiere.

El Tytalus suspira. Parece abrir la boca para decir algo, pero la cierra, como si hubiese perdido el hilo de sus pensamientos. Se pasa una mano por el pelo.

-Estoy cansado, sí -suspira. -Algún modo habrá de sobrevivir. Algún descanso... A pesar de los pálidos pero... -suspira. -En cualquier caso, debemos salir de aquí. Y Bucarest es tan buena opción como cualquier otro lugar. Yo no sé llegar... Pero deberíamos intentar ir por el bosque.

El carromato paró finalmente en el patio del castillo. De él salieron primero la doncella para ayudar a bajar a la Condesa, y tras ella uno de los criados que sacaba a un prisionero inconsciente. Inmediatamente un par de soldados se acercaron para tomarle.

- Avisad a mi padre –se dirigió a uno de los criados- Llevad a éste individuo a las celdas, a unas desprovistas de reos. No lo desatéis, comprobad bien las cuerdas y mordaza. Además, es necesario que tenga una vigilancia continua –dispuso a los soldados- Si vuelve de su consciencia no habléis con él, ni una sola palabra –aseveró. Al ver que se daban cuenta de que el prisionero se trataba de un monje las palabras de Dubieta sonaron implacables- No hay diferencia entre los enemigos de la Casa Szantovich.

- Schaar… -buscó a su caballero, que como debía ser en aquel momento estaba cerca de ella.

Alejó levemente a su caballero y de espalda al gentío cruzaron unas breves palabras.

- Debemos aprovechar éste incidente para permanecer en el Castillo. La sensación... -decidió añadir para que entendiera de lo que hablaba- Si convenzo a mi padre del peligro que representan hombres como aquellos el viaje se retrasara, pues mi padre no puede prescindir de sus soldados para escoltarnos. De todas formas iremos con tiento con éste delicado tema.

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FINALES DEL OTOÑO Y DEL AÑO 951.

El bosque es peligroso, pero más lo son los Szantovich y si nos buscan será por los caminos. No hago ninguna objeción y sigo a Bigun.

- Vamos, pues. Bucarest debe estar al suroeste.