Partida Rol por web

-Como vos ordeneis Mi Señora... Mi Reina... Mi Ama...- dijo la pequeña criatura, que ahora si miraba al suelo, con una sonrisa de oreja a oreja por la consideracion de Su Reina.
La sonrisa, llena de dientes desiguales y que le habria sacado el corazon por la boca a un pollino de un simple susto se incremento con la idea de demostrar cuan valioso explorador podia llegar a ser

Esta es mi oportunidad de mostrarle a Mi Reina que soy mejor que cualquiera de esos y mas leal

- Las sombras serán mi morada, y la morada de las almas incautas que pasen por ellas. Vigilaré y aniquilaré si es newcesario, si ocurre algo vendre presto a informaros.

ME doy al vuelta y me dirijo hacia una columna de la sala, ... hacia su sombra ... las sombras ... mis bienamadas sombras ... desde allí cumpliré las ordenes de Titania. En cuanto entro en la sobra de la columna mi cuerpo se desvanece , se funde y va hacia su destino.

- Qué ser misterioso… -Annya se estaba refiriendo al escurridizo sluagh. Se encogió de hombros y dijo: - Bien, qué mejor centinela que uno al que no se detecta. ¡Marchaos ahora, cumplid con vuestra misión! Tengo mucho trabajo por delante.

Zagrul había permanecido en silencio durante toda la reunión, escuchando atentamente a los presentes, tomó cuidadosa nota de las palabras de cada uno para tomar una decision sobre lo que hacer en los proximos meses.
Tras escuchar las ultimas palabras de la reina, sonrió abiertamente mostrando sus enormes dientes, unos dientes de carnivoro, unos dientes habituados a despedazar las piezas cazadas, unos dientes de Ogro.

Se adelantó un momento y habló.

- Mi Reina, es mi intención ayudaros en lo que me sea posible, si lo deseais puedo partir junto a sus seguidores a explorar los alrededores. -

Dicho lo cual espero pacientemente la respuesta de la Reina.

- Magnífico, Zagrul. Si lo deseas, puedes acompañar a alguno de mis tres vasallos principales y ayudarlo con su cometido...

Durante su primer mes en las inmediaciones de la corte del invierno, el Dragòn se empeñò en aprender a hablar la lengua que en gran parte ya comprendìa -si bien no acabadamente- pero fuè por obra y gracia del destino o por su propio ansia que acabò aprendiendo otra lecciòn, quizà màs importante que la esperada...
Debería mantener sus deseos bajo su voluntad y no dejar que éstos le nublaran la capacidad cognitiva...De nada le serviría su capacidad si su afán por devorar conocimientos le nublaba la racionalidad...
Los sonidos guturales que salìan de sus fauces, en nada se parecían a las palabras de la lengua de la Acogida...Cada tanto un gruñido en los momentos de soledad, diez metros arriba del suelo en su cavernoso refugio, dejaba salir afuera su frustración y su ira. Su cola, cual gato ofuscado, propinaba pequeños latigazos a las paredes de roca y los colmillos salían a relucir por cada intento fallido...
No debo perder el temple, lo que cuesta vale...Seguiré intentando...

Como cada construcciòn debe tener buenos cimientos, la construcción del saber, debía ser sólida desde la linguística hasta los extraños entramados del poder feérico...De a poco, el Dragón de la Oscuridad comenzaba a comprenderlo en lo más profundo de su ser.

Zagrul asintió a las palabras de la Reina Bruja Annya Titania Rhiannon, y se despidió de ella con una inclinación de cabeza dispuesto a explorar junto a los lugartenientes de la Reina.

- Murusures Rubushka, Betelgeuse, creeis que debemos explorar juntos, en parejas o por separado. -

La noche del 21 de Diciembre, la noche más larga del año, Annya Titania Rhiannon descendió de su podio y trazó en mitad de la cámara un círculo, y a cada sección igual de circunferencia plantó doce puñales de hielo, al tiempo que iba recitando:

- La número uno Invita,
La número dos Vigila,
La número tres Castiga
La número cuatro Enloquece
La número cinco Apasiona
La número seis Maldice...
La número siete Envenena
La número ocho Conjura
La número nueve Invoca
La número diez Ejecuta...
La número once Adivina...
La número doce Conoce.

Cuando finalizó este acto sencillo, se despojó de sus ropajes y descubrió su cuerpo de antinatural belleza. Muy alta y estilizada, de curvas hipnóticas como una tundra, de senos generosos y enhiestos, la piel tersa y azul extendiéndose como la promesa de un país por descubrir, caminó hasta el centro de la figura. El cabello azabache, liberado de la corona, se escurría sobre sus omóplatos de lapislázuli, entre las alas simétricas de mariposa que mostraban la minuciosa estampa de la noche de los polos, sus nalgas se contoneaban con la solemnidad de icebergs. El círculo comenzó a inflamarse con un fuego líquido, infinitamente atrayente, cuando Annya declamó:

- Nunca, ni en sueños, te atrevas a hablar de la última... ¡Ay de ti, si se te ocurriera mencionar a la número trece...!

El dragón, que durante toda aquella exhibición de poder y de belleza, había planeado a través de la catedral de hielo, expulsando fuego y rugiendo, sintió que su corazón casi se detenía cuando la reina lo llamó a su lado:

- ¡Dragón, ven, acude, entra en el círculo si abrazas el Invierno!

Sus pasos menudos la habían llevado hasta la gran Caverna Catedralicia, allí donde tenía su sitial la Dama del Invierno, la Heredera, la Legítima. Cuando se acercaba pudo darse cuenta de que los seres del frío y la escarcha hilaban el respeto hacia su Señora, hablaban comedidos, en tono bajo, y algunos sin darse cuenta agachaban sus testas en señal de pleitesía.

Avanzó por el espejo gélido del suelo, bajos los ojos de cierva aunque no su cabeza, el pelo cual cascada de un negro tan profundo que emitía azul en sus reflejos, pintando así engañosamente de ese color su piel pálida, lechosa, ligeramente iridiscente, incluso en plena oscuridad.

Así la vieron quienes la vieron, que no la oyeron, porque entró con pisadas silenciosas, pisadas de copo de nieve. A su espalda, sutiles como pétalos traslúcidos cruzados por hilos de seda, sus alas de libélula apenas batían, trémulas.

Siguió adelante, quizás temerosa, quizás sobrecogida. Pero investida de decisión, por fín había llegado, esa era la recompensa a su voluntad, y posiblemente a mucho más, ella bien lo sabía. Aunque la recompensa nunca sería realidad si no conseguía que la aceptaran...

Allá delante, en el increíble suelo circular acababa de tener lugar una Ceremonia, y la Reina estaba en ese momento llamando al Dragón que planeaba imponente por el espacio abovedado, apenas contenido en su enorme envergadura.

Un círculo, y puñales de hielo. Un cuerpo mayestático mostrado en la plenitud de su feérica belleza. Y al fondo el Trono, un Trono que extendía sus dedos de carámbano hasta el techo, y que afianzaba sus raíces de telaraña gélida en la profundidad de la tierra...

Se detuvo. No sabía qué hacer, seguir avanzando hubiera sido imperdonable, no hacerlo era una imposición difícil de aceptar. Pero la aceptó.

Hincó su rodilla en el suelo, cuando ya todos la habían llegado a ver, todos, incluso, eso esperaba, la Reina, su Señora. Murmuró, más que habló, cuando el silencio se volvió muda pregunta...

-Me inclino ante ti, Mi Señora, he venido a presentarme, después de andar perdida, olvidada durante tiempo, como muchos de los seres del Invierno tras nuestros dolorosos pasados. Mi nombre es Elohé, la Peregrina, la Ménade, hija de Dafene La Sanguinaria, la pitonisa, mascadora de laurel, sierva de Safne. He llegado desde el Sur, tras años de miedo y años de duda, tras dolor y llanto, soledad y sinsentido. Atravesé cavernas umbrías, túneles lóbregos... me alimenté de alimañas ponzoñosas cuando pude, y de aún menos cuando no las había. Deseé recuerdos, y desée el olvido cuando los obtuve. Ahora ya no hay más deseo que servirte, pues mi ansia era hallarte, como esperaba desde que se levantaron rumores de que te habías puesto al frente, por fin, de tu Reino Invernal...

Calló por unos momentos, ensimismada. Pero siguió para acabar, con la voz adelgazada, quejosa.

-Mi madre murió por protegerme, durante la Caída de Safne a manos del Déspota de Otoño. Me oculté, hasta que llegó el momento. Y desde que he cruzado las Puertas de Urizen, altivas aún en su destrozo, desde que los grifos en su nido han seguido con su mirada mis pasos vacilantes, que no hay aliento ni ansia en mí más que para llegar hasta tus pies...

El dragón había aceptado penetrar en el Poder y la Majestad del Invierno y ahora envolvía con sus anillos la exquisita esbeltez de la reina. Una lluvia de copos de nieve descendió sobre los presentes, los cuales alzaron los rostros anhelando el beso de lo efímero. La reina examinó a la suplicante, y sus ojos irradiaban la serenidad de un mar congelado.

- Elohé… Hija de Dafene… - repitió. – Sé bienvenida a nuestra corte. Tu destino se parece al nuestro: el mismo asesino –según dices- nos arrebató a nuestras madres, y nos llenó de desesperación y de incertidumbre, pero también nos brindó la oportunidad de escalar la montaña que somos, de conquistar la cima que solamente se alza para nosotras.

Annya sonrió, rodeada por el flujo ronroneante de la bestia. Acto seguido, echó hacia atrás la cabeza y exhaló lentamente: una columna de cellisca se disparó hacia las alturas. El dragón respondió con un rugido. La risa de la reina resonó límpida en los salones.
- ¡Qué maravillosa criatura! – exclamó. Y luego: - ¡Elohé, mi peregrina blanca y ensangrentada, acompaña a Rubushka, la artera; ella te pondrá al corriente de mis deseos!

-Así lo haré, Mi Señora... No sin antes agradecerte tu acogida.

Podría haber sonreído, en ese caso la escarcha que brillaba en el fondo de su mirada se habría derretido... Pero Elohé difícilmente sonreía... no, no desde que ella recordara...

Se inclinó, y se dio la vuelta, retirándose. Miró hacia el dragón. Hielo y Fuego, Ansia y Sangre, en un mismo ser. Como ella... y entonces, Elohé, sonrió...

Rubushka había ordenado a Roggo el barbo y a Bethlen el sapo, que se mantuviesen ojo avizor. A la bruja no le hacía gracia abandonar las riberas de los ríos, pero se sentía con ánimos como para viajar hasta la colina de Dealhum, en las proximidades de Bristita. El invierno no tardaría mucho en llegar.

Se encontraba en su casita de chocolate, preparándose para su misión, una cabaña en medio del bosque con una pequeña ventana con cristales de caramelo, una puertecita de hojaldre, tablones de mazapán y una techumbre de chirivías recubiertas de melaza.

El dragón, ávido de conocimientos, se había atorado con la lengua de acogida: farfullaba, y bramaba cuando se irritaba, pero era incapaz de articular una palabra reconocible. La mayor parte del tiempo de aquel mes de diciembre se mantuvo oculto en su guarida, rumiando su ignominia.

La reina, por su parte, había decidido contactar con Myokvov, el mercader humano que había atesorado el culto a La Buena Gente recibido de su abuelo, citarlo en el pequeño hito del paso mediante su voz que despreciaba el aire. Se sintió con fuerzas una mañana y realizó el ritual: un espejo de hielo se reveló en una de las naves laterales, cerca de donde yacía el elfo ahorcado, desmadejado como un espantapájaros. Se asomó a la superficie y durante mucho rato no vio más allá de su reflejo, tan perfecto que la entorpecía en su tarea. Finalmente, una ciudad humana comenzó a dibujarse y Annya habló. Sin embargo, algo rompió su concentración, y el llamado que ella había querido mantener en privado, como transferencia directa de su espíritu al de Myokvov, resonó sobre toda la ciudad de Bristriz y todos sus ciudadanos miraron hacia el cielo estupefactos: “¡Myokyov, ven a mí!” Una caravana fuertemente armada que se disponía a partir hacia el paso detuvo su marcha y muchos de sus componentes se persignaron de inmediato. La visión se desvaneció.

Titania, exhausta, maldijo al mundo entero. Pero el daño ya estaba hecho.

- Con vuestro permiso mi señora me retiro hacia los túneles del debajo del trono, no permitiré que nadie pase por ahí si que lo sepais

Mi cuepor se va disolviendo en el aire para volver a tomar forma debajo del trono mismo, donde lso tempanos resonaban en su silenciosa armonía, cada gota caída tenía su propio sonido y su propia vida.

Los túeneles vistos para cualquiera que sus ojso no estubieran acostumbrados a la sombra, no eran mas que cabidades sin forma, sin sbaer por donde transcurren, y con peligors en cualquier parte del camino. Pero para mi, eran la vida en estado puro, toda sombra, toda oscuridad tenia su forma y moviemineto, sus reflejos y su historia. Y en estos túneles además se juntaban sus facciones heladas, otorgádoles un aspecto, incluso, mas maravilloso.

Una vez recuperado de mi estupefacción ante tales maramillas me encaminé hacia lso túneles que me había indicado la reina, no debía de descuidarlos ya que cualquier intruso podría ser faltal para nosotros.

Mis movimientos eran silenciosos y no parecia ni que andara, simplemte me iba paando de de sombra en sombra, algunos rayos de luz se colaban por respiraderos en lo alto de la montaña, dando la luz suficiente para saber por donde ir y no perderse, había que esperar a que el sol estubiera en determinadas posiciones para poder avanzar, ya que segun donde diera la luz del rayo podías ir a una trampa o la salvación.

Zagrul esta casi repuesto de sus graves heridas, tras el discurso de la reina se encamina en misión de exploración junto a Murusures……