Partida Rol por web

Los Dhaeva de Transilvania.

TERRITORIO 37: Miercurea Cuic.

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01/12/2008, 23:37
Director V

MIERCUREA CUIC:

- Es plena mañana con el sol bien alto cuando llegan los dos forasteros de aspecto noble a Miercurea por el camino del sur que sale del valle montañoso.

- Es justo el camino que iban a tomar otros "seres"...

- Radu no ve a ninguno de los extraños, pero Iakov logra ver a uno agazapado astutamente entre unas rocas. Parece una especie de trasgo o troll pequeño, de color gris azulado, con garras y cuernos...

- Tiradas (1)

Tirada: 1d100
Motivo: Posibilidad que sea de noche.
Dificultad: 50-
Resultado: 70 (Fracaso)

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02/12/2008, 12:47
Director II

Al usar Alerta, has percibido a los dos forasteros nobles con los sentidos normales, no con los mágicos. Para ser nobles es extraño que vayan sin sirvientes tan confiados por los caminos de Transilvania y además uno va a pie y otro sin armadura, aunque no sabes mucho de los humanos te parece algo extraño.

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02/12/2008, 21:09
Director

RESULTADOS DE PRIMAVERA: CONDE RADU EL MENOR:

- Knezi Radu Szantovich el Menor:
1) Entrena Fuerza de Voluntad.
2) Aumenta Resolución.
3) Preparar su falsa muerte y viaje a Miercurea Cuic.

- Iakov el Ensartaojos:
1) Explorar la región (y matar supervivientes).
2) Entrenar Pelea.
3) Entrenar Intimidación. Como su intimidación está al máximo entrena en su lugar expresión.

Notas de juego

- No hemos encontrado mención expresa de los escasos guardias y sirvientes que quedaban en el castillo. Entendemos que los que no estuvieran muertos, huyen de la región y desaparecen para siempre.

- El cadáver carbonizado, supuestamente del Conde de Valcea, no tenía ojos. Un investigador lo bastante bueno podría deducir que no los tenía cuando se quemó el cuerpo.

-Los caballos quedan libres y huyen de la región.

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04/12/2008, 12:34
Director

RESULTADOS DE PRIMAVERA: EMISARIOS REINO SUBTERRANEO:

- Dirigidos por la Bruja Rubushka, la expedición feérica compuesta por ella, Murusures, Betelgeuse el Bufón Macrabro, y el Dragón de Oscuridad han pasado por la región sin ser detectados... Hasta ahora.

- El calor y la luz de la Primavera les resultan dañinos y molestos, especialmente a Dragón de la Oscuridad quien se ve encerrado en su forma humana la mayor parte del tiempo, una forma que le resulta pequeña, como una camisa demasiado estrecha o una jaula sin aire para respirar.

- Es precisamente el que más débil se siente, el Dragón, bajo la forma y nombre de Ivan el campesino o Ivan el viajero, quien primero se percata de la llegada de dos forasteros ataviados con ropas nobles y equipados con dagas y espadas. No llevan armaduras ni cabalgan a lomos de montura alguna, lo cual es extraño en dos nobles. Ambos se mueven con el aire de confianza de quien sabe manejar bien una espada.

- Justamente los dos llegan por el sur, la ruta de salida del valle que los hijos del Reino Subterráneo estaban a punto de utilizar. ¡Para colmo de males, parece que uno de ellos se ha fijado en Murusures! Quizá habría que matarlos para no dejar testigos entre los humanos...

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04/12/2008, 12:39
TEMPUS FUGIT

AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y UNO.

ESTACION DE VERANO.

MESES DE JULIO, AGOSTO Y SEPTIEMBRE.

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04/12/2008, 12:43
Director

Convocado roleo por IRC para el Domingo 7 de Diciembre (el próximo) para las 16:30 hora del servidor.

Tendrán que confirmar su presencia obligatoria:
-Iakov
-Radu
-Rubushka

Los dos primeros como Dhaevas y la tercera como dirigente del segundo grupo. Si al menos estos no van se aplazará el roleo. El resto de jugadores ayudará si asisten pero su presencia no se considera obligatoria para llevar a cabo el roleo.

Id confirmando quienes podeis asistir. Si alguno de los jugadores (sobre todo de los 3 anteriormente citados) no puede asistir puede dejar su pj en manos de otro jugador de su facción o de alguno de los directores que asistan al roleo.

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05/12/2008, 12:37
Iakov el Ensartaojos

Notas de juego

Por lo pronto, yo puedo. En caso de que me surjan inconvenientes, aviso (dado que es en el horario de almuerzo de un domingo, y la familia tira).

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05/12/2008, 13:51
Knezi Radu Szantovich el Menor. - Conde de Covasna.

Había seguido caminando, en silencio, envuelto en las sombras de su tormento. Una larga capa con capucha lo cubría de arriba abajo. El borde inferior arrastraba por el suelo desgastado, manchado de tierra y polvo por el largo viaje. A duras penas podía ocultar los ostentosos ropajes que portaba pues se mostraban, a cada paso, por la abertura que dejaba el manto. Su arma parecía desechar también aquella discreción que su portador le había impuesto. Ávida de sangre golpeaba contra la hebilla de su cinto recordándole a su dueño y a cuantos le rodeasen que estaba dispuesta para el combate.

En su mente bullían miles de respuestas, incompletas, inconexas, desordenadas... Aquella contestación no había sido la esperada y su reacción contraria a lo que había imaginado. Su respiración se agitó mientras apretaba los dientes en una sonrisa forzada que Iakov no podía percibir de espaldas.

- Sí, sí, Iakov.- masculló –Me ha follado… ¡Me ha jodido de formas que no puedes ni imaginar!- gritó enojado. Cada vez apretaba más los dientes y sus labios se arqueaban un poco más. -¿Pero sabes una cosa? Sigo aquí y no solo conozco sus armas, sino que he aprendido a utilizarlas.- una risa nerviosa, discreta, muy distinta a las carcajadas en las que solía prorrumpir. -¡¡Así que cállate, maldito bastardo!!- volvió a gritar. –¡¡Que mientras te comportes me limitaré a follarme a nuestros enemigos!!- Dejó escapar el poco aire que quedaba en sus pulmones lentamente. La sonrisa forzada fue sustituída por una mueca socarrona, altiva, más propia de él. –Y a Dubieta, por supuesto.- observó.

 

Notas de juego

Por mi parte no creo que haya problema.

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07/12/2008, 01:22
Iakov el Ensartaojos

Iakov escuchaba a Radu sin darse vuelta. Radu no podía verlo, pero a cada elevación de su tono, la sonrisa de Iakov se iba extendiendo cada vez más. Llegó a un punto cúspide donde tuvo ganas de darse vuelta y reírse a carcajadas en su rostro, señalarlo con un dedo y continuar riéndose, pero no lo hizo. La situación no merecía que se diera vuelta. Radu estaba terminando su manifiesto, y Iakov terminaba de convencerse que aquello no era más que una pequeña delicia en el medio de un viaje que, sin duda, sería de largas privaciones.

Desde su posición, Radu sólo vio que los hombros de Iakov adoptaban una línea más recta que antes. Era una reacción esperable: quizás por fin le había intimidado. Quizás le había herido a su ego de hombre la afirmación de que la mayor belleza del mundo le pertenecía a su cuerpo. Podían haber pasado miles de cosas por las cuales aquel hombre que caminaba unos pasos delante pudiera seguir haciéndolo, pero con el semblante más rígido que antes. Quizás incluso era una ilusión óptica, del sol que pegaba inclemente contra las pestañas y la piel. La única verdad era la realidad, y ella decía que a Iakov le había pasado algo.

Radu supo que no tenía nada que ver con él cuando le vio llevar su mano, imperceptiblemente, a la altura del mango de su espada.

- ¿Te has sentido muy solo, Radu? - dijo, sin que su tono se alterase en lo más mínimo: por el contrario, emergía burlonamente de sus labios - Tu Dios te ha mandado compañía.

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07/12/2008, 14:12
Rubushka, Bruja de Río.

Con el amanecer (como sucedía desde hacia ya varios meses), los feéricos habían corrido a ocultarse en una cavidad lo suficientemente confortable, temerosos del sol. Ese día, sin embargo, Rubushka se sentía un poco más afortunada, puesto que estaban a punto de completar la primera meta de su viaje. Se apoyaba sobre la roca sombría, recuperando el resuello, examinando con preocupación a sus compañeros; atravesar la banalidad exigía mucha fuerza de voluntad. Betelgeuse parecía agotado, ya que se trataba en esencia de un cortesano, y, ovillado en un rincón, ni siquiera se preocupaba por discutir con sus arañas. Murusures, aquella lagartija azul y ansiosa, no dejaba de corretear de un lado a otro, experimentando la lejanía de su ama como una extirpación o un incesante dolor de muelas. El dragón, empero, era quien más le preocupaba: encapsulado en su forma humanoide y aterrorizado por la luz diurna, parecía a punto de estallar de un momento a otro. Abrumada por las preocupaciones, no advirtió que Murusures se había escurrido hacia el exterior de la gruta.

- Tiradas (1)

Tirada: 5d10
Motivo: percepción + sagacidad
Dificultad: 7+
Resultados: 4, 1, 3, 3, 4
Exitos: 0

Notas de juego

Gasto un punto de Fuerza de Voluntad.

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07/12/2008, 14:21
Murusures
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Tirada: 4d10
Motivo: Percepcion y sagacidad
Dificultad: 7+
Resultados: 7, 3, 2, 6
Exitos: 1

Notas de juego

Gasto un punto de fuerza de voluntad

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07/12/2008, 15:31
Knezi Radu Szantovich el Menor. - Conde de Covasna.

La reacción de Iakov había conseguido sorprenderlo. Al principio había observado extrañado como las manos del asesino se deslizaban con lentitud hasta la empuñadura de su arma. Cuando comprendió la razón, Radu repitió el mismo movimiento que su acompañante había realizado.

- ¿Compañía?- preguntó enojado. -¿Tenemos compañía, Iakov?- Ceñudo buscó a su alrededor un lugar en el que esconderse alguien pudiere. No había más que rocas y matojos desperdigados por el escarpado valle; cualquiera de ellos podía ocultar sin demasiada dificultad a quien en vano buscaba por el desolado paraje. -¡¡Quién es el cobarde que oculta su presencia!! ¡¡Qué ser, carente de redaños, aprovecha su escondite para escuchar conversaciones ajenas!!- gritó.

Ya se encontraba la espada libre de su vaina. Con su punta levantaba gravilla y polvo a medida que en la tierra una curva dibujaba. -¿Y bien? ¡¡Espero que el malcriado que ha oprobiado nuestro honor con su bajeza, repare ahora su ofensa mostrando su abyecto rostro a quien ha injuriado!! ¡¡Vuestro nombre, plebeyo!!- gritó al aire pues aun no distinguía entre la disparidad de escondrijos, uno en el que se encontrase la persona a quien Iakov había visto. -¡¡Pues no es de caballeros lo que vos habéis hecho!!- Completamente erguido con altivez declamaba, una media sonrisa y la espada desenvainada. -¡¡Vuestro nombre... ¡¡Y disculpas!!- añadió por completo enfadado.
 

Notas de juego

Un último mensajito antes del roleo por chat ^^.

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07/12/2008, 19:47
Rubushka, Bruja de Río.

Era mediodía cuando una voz ruda resonó en todo el valle, y cuando Rubushka descubría con espanto que el enclave que habían escogido para guarecerse no era en absoluto un buen refugio. Inquieta, dio orden al Dragón de ocultarse en alguna grieta profunda y se parapetó detrás de una gran roca que dominaba el camino. Betelgeuse se acercó hasta acariciar sus tobillos, esperando instrucciones. Entonces, Murusures, resoplante y siseante, les cayó encima, arrastrando un torrente de gravilla tras de sí y anunciándoles con un tono apremiante:

-Son dos nobles, bruja. A pie y sin armadura. Carne fresca para comer esta noche. Aunque hay algo raro en ellos, creo que uno de ellos me ha visto y no he sentido el rechazo del Eco...

- Oh, maldita sea, Murusures, ¿te han visto? –musitó la bruja con piernas temblorosas.

-Sus auras son amenazadoras, como si ocultasen monstruos en sus cuerpos humanos –prosiguió el pequeño troll azulenco, como si no hubiese oído a Rubushka. -Pero aún así, no hay nada que mis garras no puedan destrozar, bruja.

Murusures exhibía sus garras con una sonrisa cruel, mientras que Rubushka se palmeaba la frente con un gesto de consternación.

-Calla, estúpido, este sol merma nuestras capacidades –se mordió los labios. -Habrá que pensar una estrategia...

-Si esperamos a la noche llegarán al pueblo. Además, escucha al barbudo. Nos está desafiando... Aquí no nos ve la gente del pueblo, estamos demasiado lejos. Podemos destrozarles con facilidad –insistía Murusures.

-¡Déjalo que desafíe cuanto quiera! Con esas no mata nadie... Hay que ocultarse, esto es. Nuestra misión es prioritaria. Escuchadme, Murusures y Betelgeuse, aprestaos a ambos lados de esta roca que nos oculta de su vista. Yo me quedaré aquí en medio y trataré de asustarlos. ¡Y no dudéis en recurrir a vuestros hechizos!

Así pues, permanecieron expectantes en aquel umbrío recoveco. A unos cien metros de ellos, se repitió el vocerío:

-¿Se esconde ahí esa rata, Iakov?

Y luego de unos tensos instantes, Murusures advertía entre susurros:

-¡Rubushka! ¡Escucho sus pasos! ¡Se acercan hacia aquí!

-Esto va a ser divertido... –replicó Betelgeuse, aunque reflejaba más miedo que humor.

A un rumor contestaba de nuevo el bravucón:

-¿No es un hombre? ¿A qué te refieres? ¡Habla! –Ya estaban a unos cincuenta metros. -¿Cuernos?- Una carcajada tuvo lugar. - Oh, vaya, qué... sorpresa. –Y mucho más cerca: -Dime, pequeño engendro, ¿qué eres? Sal. No temas. ¡Sal, joder!

Las pisadas se iban aproximando, inexorablemente. “¿Por qué no se marchan estos bribones, sin más?”, suplicaba la bruja para sus adentros. Finalmente, entendió que atacarían por ambos flancos, pero ya era demasiado tarde. Oyó gruñidos a su derecha y el silbido de una hoja que cortaba el aire -que concluía con un alarido de dolor por parte de Murusures-. Rubushka, instintivamente, se escabulló hacia la izquierda, para agazaparse detrás del bufón, sólo para ver aparecer por ese lado de la roca una figura enorme y abotargada, que procedía a atacarles con una espada:

- ¡¡Recordad cuando muráis que fuisteis vosotros los que iniciasteis el combate!! –gritaba.

Betelgeuse se apresuró a lanzarle su horrísono encantamiento, y Rubushka a asustarlo, pero en nada se alteró la mole. Al unísono, un tremendo grito de guerra les llegaba desde el otro extremo en pugna, así como el fallido intento de Murusures por igualar al bufón. ¡Aquellos atacantes no eran humanos! ¿Sería este el fin de todos ellos?

Betelgeuse, que parecía haberlo percibido así, se disponía a conjurar a las Sombras del Invierno para escapar. Rubushka lanzaba alaridos, asustada como un conejo, blandiendo su daga inútil, viendo descender el mandoble del guerrero sobre el bufón, quien salvó el pellejo de puro milagro. Rubushka ya ponía pies en polvorosa, cuando el hechizo tuvo éxito y la tiniebla caía sobre ellos sin transiciones, como la sombra del sol, simultáneamente desde ambos lados de la roca. Aquel súbito manto de oscuridad prometía sustraerlos al enemigo, y vaya si lo cumplió.

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12/12/2008, 13:10
SITUACION

- Las criaturas mágicas han abandonado la región, ya no sois capaces de intuir su presencia.

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12/12/2008, 13:10
SITUACION

- Rubushka, Murusures, Betelgeuse y el Dragón de Oscuridad (en su forma de Ivan) abandonan la región tras la batalla que por poco les cuesta su eterna vida. Se dirigen a Sfantu Gheorghe.

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12/12/2008, 14:50
Iakov el Ensartaojos

Notas de juego

Voy a postear entre hoy y mañana lo de la batalla. Pero estoy esperando una señal para ver si "cambiamos de manos", de un grupo de personajes a otro.

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12/12/2008, 14:53
Knezi Radu Szantovich el Menor. - Conde de Covasna.

Notas de juego

Lo mismísimo que mi compañera de viajes Venifer, escepto por lo del cambio de manos. Ando muy liado con los trabajos del primer cuatrimestre ahora que stamos a finales de diciembre... ains. Además esta tarde dejo mi casa y no vuelvo hasta mañana por tarde-noche, así que seguramente postee el resumen de la batalla mañanica. Ah, sí, se me olvidaba: tengo que aclararle a GriffinNest que Radu no está gordo, no está abotargado xDD. Solo se hinchó un poquitín cuando vio que le atacaban, pero luego volvió a ser tan fibroso, musculado, atractivo, varonil y endemoniado como siempre :P.

Luego borro este mierdipost ;). Saludos.

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15/12/2008, 14:15
Director
Sólo para el director

SUCESOS DE VERANO: MIERCUREA CUIC:

- La población local está asombrada por la llegada de los nobles Iakov y Radu, y más asombrados aún por el relato del ataque que han sufrido.

- Tiradas (1)

Tirada: 1d100
Motivo: Sucesos de Verano
Resultado: 16

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17/12/2008, 04:50
Iakov el Ensartaojos

 

- ¡¡Vuestro nombre... ¡¡Y disculpas!!

En un momento de lucidez, Iakov se preguntó si Radu no había tenido tiempo para mirar a su alrededor, o si era simplemente estúpido. Los ecos de su grito se extendieron en el aire como el arco de una espada; rebotaron en las rocas una y otra vez, cada vez más alto, más lejos, cada vez más, y se perdieron en el cielo de sol despejado. Cualquiera con un oído suficientemente atento podría haberlo escuchado. Si aquello tenía amo, o si aquello tenía compañía, no cabía duda que ya se había enterado del peligro.

Iakov se detuvo, con la mano ya cerrada del todo sobre el mango de su espada. Centró la mirada en las rocas por las que aquella cosa gris había reptado, dándose cuenta que ya no la tenía al alcance de la vista. Movió la cabeza. Era el norte: cien metros delante, a la derecha y en diagonal respecto a la ruta de sus huellas, inclinándose desde ese eje hacia el este. Sus ojos ya no le daban ninguna nueva pista, aunque había concentrado toda su atención en aquel sitio. La voz de Radu había terminado de perderse, y con ella, Iakov había dejado ir toda su paciencia.

Continuaba buscando, distante, y Radu seguía berreando como un infante estúpido.

- ¿Se esconde ahí esa rata, Iakov?

Harto de escucharle, e ignorándolo por completo, Iakov sacó su espalda y dio unos pasos hacia el lugar donde la cosa gris se había ido. El brillo del metal acompañó sus pasos, y empezó a proyectarse en destellos sobre la superficie rocosa que escondía a lo que ahora era su presa. Paso. Taco y punta. Paso. Planta y tierra. Pisada, y su sombra se extendía cada vez más grande, en un ángulo cada vez más pronunciado, a los noventa metros, a los ochenta. Sus ojos se movían, más rápido que su mente, mucho más rápido que su cuerpo, buscando un camino. Setenta y cuatro pasos que le quedaban para llegar, y en aquella superficie todavía no encontraba una guarida.

Iakov estaba seguro que, con aquel grito estúpido, aquella cosa ya tenía acompañantes. Había guardado la cautela necesaria para evitarse mayores dolores de cabeza, sobre todo para evitar enfrentarse de golpe a algo de lo que no tenía la menor idea. Aquel cambio en su estrategia de toda la vida obedecía a un solo motivo: a sus espaldas, la cosa que gritaba se había vuelto, ante sus ojos, una masa de músculos y veneno que había disuelto literalmente a un hombre, con un golpe de una cola que no debía estar allí. Mientras no pudiera encajar del todo aquello que había visto, tenía que actuar con menos rapidez de la que acostumbraba.

Sintió pasos detrás, pero no la alarma del nuevo peligro. Radu ya le era demasiado conocido. Y Iakov no tenía tiempo para pintarle un cuadro con flechas indicándole dónde estaban las cosas, ni cómo era la vida.

- Ya no – dijo, con el tono indiferente que le daba su concentración, aún buscando con los ojos. Movió la espada hasta que ésta estuvo preparada para cubrirlo en caso de una sorpresa - Y la rata no es un hombre.

- ¿No es un hombre? – musitó la voz de Radu, tan cerca que estaba a su lado  - ¿A qué te refieres? ¡Habla!

Iakov podía sentir la presencia de Radu exactamente en su misma línea, a su mismo nivel. Le hubiera bastado mirar de reojo para enfrentarlo y reírsele en la cara por lo que acababa de decir. Por pensar que con gritarle que hablara le iba a decir algo, y por exigir una respuesta tan obvia como la que tenía que seguir necesariamente a aquella pregunta. La sensación de peligro había ido en aumento, quemaba a la percepción, pero Iakov ya no podía tomar la situación con la seriedad del comienzo. Todo era ridículo.

- A eso me refiero – Iakov mantuvo la espada en la posición anterior, haciendo un esfuerzo efectivo para contenerse para no lanzar la carcajada que correspondía - Esto tiene cuernos.

Cincuenta metros le separaban de la línea de roca gris.

- ¿Cuernos? - se carcajeó Radu, como si esperara otra clase de respuesta - Oh, vaya, qué... sorpresa.

Iakov evitó mirarlo. Las cosas eran ya absolutamente ridículas.

Levantó la espalda, y señaló específicamente la roca tras la cual la cosa gris se había perdido. Aquello no conducía a nada en particular, y eran dos seres observando una piedra tras la cual había algo que no les llegaba ni al comienzo de la planta del piel. Era mejor terminarlo todo rápido, dejar de dar la insoportable cantidad de vueltas que Radu le daba a todo, y continuar el camino.

- Solo, pequeño y débil. Y con cuernos, sí – Iakov negó - No jodas.

La sombra de Iakov se había quedado estática. La de Radu se desplegaba contra la piedra, monstruosa y burlona.

- Dime, pequeño engendro - Radu empezó a hablar a ciegas, dirigirse a la nada como solía hacerlo, en un alarde sin destinatario y poca efectividad - ¿Qué eres? Sal. No temas.

Iakov esperó una reacción, pero nada. Sus cejas se tensaron, sin llegar a fruncirse.

- ¡Sal, joder!

El valle devolvió a Radu su propia voz, resistiendo a su arrogancia, como el peor y más efectivo golpe que el mundo pudiera propinarle jamás. Fue entonces cuando Iakov, por primera vez en todo ese lapso, volteó hacia Radu y le miró con una sonrisa burlona. Aquel golpe le infringía un daño mayor que cualquier otro, y era evidente que en su capricho estúpido, Radu no se lo esperaba. Pero Iakov no se detuvo siquiera a disfrutar del enojo de sus facciones; tenía suficiente con la situación. Quitándole toda atención de encima, empezó a caminar hacia el costado derecho de la roca, a pasos lentos.

Los metros se acortaron, y no existía ya tintineo de metal para él. Había dejado su armadura en un incendio que no había esperado. Ya casi estaba al borde de la pared de piedra. Lo había dejado todo atrás, como siempre, excepto a sí. Ya podía ver las imperfecciones de la roca. Y Iakov sabía, sin ninguna duda, que teniéndose a él mismo no necesitaba nada más.

Tomó impulso, y saltó. Sus ojos cayeron antes que sus pies, mirando de frente a la cosa.

Iakov no se detuvo a pensar ni que aquello era un troll pequeño y de piel grisácea, ni que era una cosa mágica, ni ninguna de esas mierdas de eruditos. El caer justo frente suyo le dijo todo lo que necesitaba saber: aquello era sólido, y podía ser atacado. No importaba si se convertía en algo, ni que en aquel momento estuviera desplegando unas garras notoriamente no naturales, amarillo brillante como el color de una herida con veneno. No importaba que aquel intentara lanzarse, como lo había hecho, a abrirle el estómago. Si tenía existencia, podía caer. Aquello existía: entonces, iba a morir.

Se movió antes que la cosa gris. Siempre lo hacía. Levantó su espada, y la descargó.

El metal se movió como una espiral hiptonizante, a una velocidad que no daba espacio para la vista humana. Trazó tantas parábolas en el aire como era imposible de admitir. El rostro de Iakov era la piedra de la más absoluta seriedad asesina, y su brazo derecho daba el impulso que abría, como si fuera simple tela o simples hojas marchitas, aquellos músculos dormidos y la horrible piel grisácea. Un tajo sólo hubiera bastado con aquella precisión y potencia: pero fueron varios, superpuestos al mismo nivel, abriendo de tal manera la carne y la confianza que sólo se podía retroceder.

Movió la espada de inmediato, y contra el filo chocaron aquellas garras que trataban de tocarlo. Un mero movimiento del brazo envió hacia atrás a la cosa gris, y Iakov permaneció mirándola por un momento, sólo un instante. Solo en aquel sitio de la roca, su instinto le había gritado que esa pelea de uno contra uno tendrá un desenlace rápido y fatal. Una puntada de algo en su pecho le recordó todo el cuidado que había puesto en no tentar a la suerte, en la cantidad de estupideces que había tenido que escuchar de Radu, todo para que lo que había visto fuera aquel ser torpe y débil. Aquello no era un reto, ni siquiera era algo de rutina. Aquello no era nada, absolutamente nada.

Sus pies danzaron antes que su mente, y se impulsaron hacia la criatura, dispuestos a dar final a lo que nunca debería haber empezado. El ojo falló, y las puntas fueron más lejos de lo que debían, ocasionando que la espada fuera más lejos de lo que debía. La velocidad hizo girar a Iakov sobre su propio eje, imposibilitándole sacar la daga con la que contaba hacer un ataque doble, y le alejaron lo suficiente para darle a la cosa gris una oportunidad de ataque. Iakov movió la espada al instante apretando los dientes, esperando la embestida de aquellas garras amarillentas, mientras sus ojos se movían con rapidez buscando el punto débil para contraatacar. Pero aquella cosa se quedó quieta, en el mismo sitio donde no había podido volver a tocarla. Pareció intentar algo, un chillido de ultratumba para intimidar, de lo que no fue capaz.

¡¡Recordad cuando muráis que fuisteis vosotros los que iniciasteis el combate!!

Iakov no se detuvo a meditar sobre la estupidez de la criatura. Apenas fue conciente de que el grito de Radu significaba que, efectivamente, había compañía allí. Su sangre se había concentrado en un solo pensamiento. Lanzó un grito de guerra, tan potente y bestial que hubiera podido echar abajo la confianza de un guerrero curtido, pero la criatura parecía concentrada en algo mucho más allá de la situación. Sus tacos impulsaron de nuevo su cuerpo, se tensó en el aire como la cuerda afilada del mejor arco, y descargó su espada con mayor agresividad.

Entonces, todo fue negro.

Iakov cayó al suelo con agilidad, aunque era incapaz de verse sus propias manos. La falta de pesadez de la espada le indicó que no había terminado de acertar a la cosa gris, pero su atención ahora se la había robado la penumbra. La incredulidad sólo cubrió sus pensamientos luego de que Iakov se aseguró que no había nada cerca de él. Podía no ver, pero escuchaba perfectamente: la espada silbó varias veces en el aire, en todas direcciones de los sonidos, mientras sus tacos se afilaban contra el piso de piedra. Sólo se detuvo cuando ninguno de sus sentidos le hablaba de la cercanía de nada, ni de un peligro, ni de algo conocido. Fue allí cuando supo que aquella oscuridad, fuera lo que fuese, la hubieran logrado por cualquiera fuera el medio, no estaba allí para tomar ventaja de ellos: era para escapar.

La voz de Radu no tardó en llegarle, pero la de Iakov tardó en responder. El fastidio de toda aquella parafernalia le había quitado todas las ganas de soportar la ira del otro. Sin bajar la guardia, con todos sus sentidos agudizados al máximo, Iakov en su sitio la media hora que tardaron los rayos del sol en destruir aquel condenado manto de sombras. No le extrañó en absoluto ver el rostro contraído de Radu a la distancia, devolviéndole la mirada, estando ambos en la más absoluta soledad.

Quizás hubiera habido un diálogo, más verborrea de parte de Radu, contestada por un gesto de Iakov del más profundo desdén. A pesar de todo, parecían ambos coincidir en lo que hacía a la cobardía. Pero antes Iakov pudiera ponerse a mirar con atención a su alrededor, para fijarse si algo más les esperaba en aquel acto definitivamente ridículo, cinco pares de pasos bajaron resonando por el camino del norte. Volvió los ojos hacia ellos, y cinco soldados le devolvieron la mirada, llena de extrañeza y pavor.

Iakov aún tenía la espada en alto.

- ¿¡Qué ha sido esa oscuridad?! – clamaron.

Supo que ellos eran mercenarios. Había dos arcos apuntando. Les creían responsables.

- ¿Quiénes sois vosotros, nobles señores? ¿Qué ha sido esa enorme oscuridad que hemos visto desde el pueblo?

La sangre en las venas de Iakov latía con furia, con la excitación de quien no ha podido alcanzar el clímax que libere a su cuerpo de la máxima tensión. Midió la distancia antes de darse cuenta; evaluó las posibilidades, mirando cada una de sus armas. Sus ojos los posicionaron tan rápido a su alrededor como su voz le dijo al oído cómo derribarlos de un solo movimiento. El pie derecho se movió haciendo ángulo necesario para saltar, cuando estuvieran a diez pasos menos, a siete, a cinco…

- ¿¿No es acaso menester de quien pide un nombre dar primero el suyo??

Pero Radu tenía que escupir el cuadro, y arruinar la imagen.

- Somos soldados mercenarios, de la Compañía Mercenaria de los Amantes de la Muerte, a las órdenes del Capitán Vitaly el Nueve Vidas.

La adrenalina encontró su pico sin mayor estímulo. Iakov conocía muy bien a ese nombre, y sabía perfectamente qué significaba. Matar esa oportunidad era una locura que ni él estaba dispuesto a dejar pasar. La espada en alto osciló y la punta dejó de amenazar la vida para apuntar directo hacia lo más inerte, la tierra. Enfrentó a los soldados, ya no de perfil si no de cara a ellos, y les mantuvo la mirada sin decir nada.

- No tenemos ni la más remota idea... – respondió Radu.

El mover de Iakov dirigió a los demás. Radu envainó, y los arcos fueron bajados.

- ¿Y vuestra identidad, noble señor?

- Oh, mi nombre, es verdad. Soy el caballero Braul.

Iakov no hizo la mínima mueca de asombro. Se lo esperaba.

- Es un honor, Caballero Braul. ¿Buscáis cobijo para pasar la noche?

- Os estaría infinitamente agradecido si nos proporcionaseis a mi compañero de viajes y a mí un lugar donde poder descansar. – Radu continuaba ejercitando su lengua - El viaje que realizamos ha sido largo y no exento de... sorpresas.

- El Anciano Vareslau es quien gobierna el pueblo, nosotros sólo ayudamos a la milicia a defenderlo contra el malvado Chamán Magiar. Pero estoy seguro de que Vareslau le dará cobijo a un noble caballero y a su escudero. Por favor, seguidnos, el pueblo ya no queda lejos.

Iakov guardó su espada haciendo un sonido que interrumpió la conversación. No registró lo que se dijo luego de su movimiento; no reparó en Radu ni en ningún movimiento más. En sus oídos, la palabra escudero se repetía una y otra vez como ecos, incrédulos, a los que tenía que callar. Ya la adrenalina se le había ido lo suficiente para no pensar en rebanarle el cuello por semejante confusión. Ya había soportado con suficiente pasividad una serie de cosas que nunca, jamás, antes de esos meses anteriores hubiera considerado soportar.

-  No soy su escudero – miró a los soldados, y les dedicó una media sonrisa. Al ver que Radu lo miraba, Iakov alzó la vista al cielo para comprobar que efectivamente no había más sombras, y dio un paso adelante - Les seguimos.

- Perdonadnos, noble señor. ¿Entonces también sois caballero?

Iakov sonríe más. Aquellos hombres no sabían quién era él, ni cuán cerca habían estado de trenzarse en una lucha a muerte por una simple palabra. En aquel último tiempo, había empezado a aprender lo que significaba contar con la sorpresa del anonimato, y no sentía culpa en admitir que le había encontrado cierto gusto a ello. Un gusto transitorio, sólo un medio para un fin, para un objetivo que no involucraba ningún tipo de anonimato y menos aún, ningún tipo de confusión de identidad.

Pero aún se podía jugar. Aquello le había salvado la vida, ya dos veces.

- Mi nombre – dijo, y su tono parecía afirmar lo que sus palabras no - es Rados.

- Es un honor, Caballero Rados.

Iakov inclinó la cabeza respondiendo a sus palabras, pero no dijo más. Pensaba.

- No tenemos mucha experiencia con la nobleza, si bien a veces ofrecemos nuestros servicios como mercenarios a nobles muy importantes.

Quizás lo de la cosa gris no había sido una pérdida de tiempo total, después de todo.

 

Notas de juego

BATALLA DE MIERCUREA CUIC.

SIN VENCEDORES.

SIN PERDEDORES.

Sólo un paso más a la eternidad.

 

Me disculpo por la tardanza. No tenía ninguna inspiración.

¿Vemos entonces a dónde los conducen los mercenarios?

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17/12/2008, 13:04
SITUACION

Los mercenarios os conducen hasta el pueblo. Es una pequeña aldea campesina resguardada en un valle de los Cárpatos Orientales regada por diversos ríos. El pueblo carece de ninguna protección, ni siquiera una pequeña empalizada y está formado por unas 300 casas con gallineros y huertos adosados. Parece que su gobierno está formado por el tradicional consejo de ancianos y las fuerzas defensivas son una pequeña milicia campesina y cinco mercenarios: tres infantes y dos arqueros. El lugar está en el centro de un valle idílico rodeado de escarpadas montañas.

Se muestran confiados con vosotros, os han tomado por un par de nobles que han sido asaltados por bandidos, lo que explicaría la falta de carruaje y sirvientes.