Partida Rol por web

Verité ha sido secuestrada y llevada al Inframundo...

Como reza la leyenda...

¿Y ahora qué?

Cuando la misión fracasa, lo lógico es regresar a los orígenes.

Así lo hicieron los Caballeros de Atenea. Todos fueron poco a poco regresando al Santuario, cabizbajos, sintiendo en su interior una evidente sensación de fracaso.

Algol de Perseo y Dohko de Libra regresaban tras haber vencido nada menos que a un Dios, Boreas de Cefiro, en combate. Entre ellos dos y Nikola, sierva de Hebe, le habían dado muerte en apenas un par de asaltos. Boreas ni siquiera había conseguido tocarlos. Sin embargo, se sentían desolados al comprobar que su misión de ser el grupo de señuelo había sido un completo y absoluto desastre. Justo a la salida del Santuario habían sido cazados por sus enemigos, que parecían haberlos estado esperando.

Algol portaba el escudo en un brazo, mientras llevaba a su espalda a Nikola. La mujer estaba en un estado como de shock tras haber descubierto que la misión de su vida, proteger que Verité no fuera secuestrada al Inframundo, se había ido al traste en cuanto se habían separado. Lleaba la espada en la mano derecha. Ésta refulgía de una forma indesciptible. Parecía emitir unas vibraciones extrañas.

Al entrar en el Partenón, Nikola fue depositada en el suelo, contra una pared, por Algol. Nikola, sin soltar la espada, se llevó la mano libre a la cabeza, apoyándola en su frente.

Por su parte, Mu de Aries y Aldebarán de Tauro habían cumplido con creces su misión: que nadie penetrara en el santuario por la entrada que a ellos les tocaba proteger. Dos caballeros habían sido sus rivales, y los dos habían fallecido ante la fuerza física de Aldebarán y el poder cósmico de Mu. Ahora ambos sabían que sus esfuerzos, pese a haber resultado triunfantes, se veían empañados por la derrota de sus compañeros. En el Partenón se encontraban, junto al resto, sin saber muy bien qué hacer o decir.

Ikki del Fénix ayudaba a Shaka de Virgo a ascender a su templo, donde reposó toda la noche antes de reunirse con los demás en el Partenón. Ellos eran dos de los caballeros de Atenea que acompañaban a Verité, junto a Jabu del Unicornio. Ikki y Shaka habían combatido duramente contra sus dos rivales, aunque Shaka no había podido concluir el suyo contra el Otro Caballero Más Próximo a un Dios, Kurtz de Herebo, quien además lo había retado a proseguir su combate cuando volvieran a reunirse. Mientras combatían, Jabu protegía a la pequeña. La Mujer Caballero de Perséfone aprovechó un descuido provocado por la impresionante magnitud del combate entre Shaka y Kurtz para abalanzarse sobre la pequeña y arrastrarla al Inframundo. Pero Verité, haciendo acopio de todas sus fuerzas, se aferró al brazo de su amigo y protector Jabu, con tan mala fortuna que ambos fueron arrastrados por la puerta al Mundo de los Muertos que abrió la cabeza de la Guardia de Perséfone. Cuando todo concluyó, ambos habían desaparecido, los caballeros de Perséfone también se desvanecieron en la nada, y Shaka e Ikki se quedaron solos en el Hangar del Aeropuerto sin nadie a quien proteger.

Y Saga... Saga había visto cómo Afrodita, tras invitarlo a unirse a su ejército, propuesta que rechazó, destrozaba su trono, símbolo del poder del Partenón, ante sus narices. Ambos habían combatido duramente, y Saga había estado cerca de arrebatarle su vida, pero tras percibir cómo el malévolo plan de Afrodita para resucitar a Hades había dado comienzo, tras ser Verité arrastrada al Inframundo, desapareció sin dejar ni rastro, con el más que evidente propósito de bajar al Mundo de los Muertos.

¿Y Geki del Oso? Aún no había regresado. No estaba junto al resto de sus compañeros en el Partenón, aunque sabían que andaba con vida, dado que lo habían visto por los alrededores de la Cámara del Gran Patriarca durante el combate de Géminis contra la Diosa Afrodita. Sin embargo, algo debía estar sucediendo, pues aún no había vuelto.

Llegaba tarde a la reunión orquestada por Saga. Todos se mostraban inquietos.

De pronto, tras minutos y minutos de espera, Geki hizo su aparición. Iba caminando codo con codo con un caballero desconocido, un Guerrero de la Doncella.

By camember at 2010-03-13

Lo siento Shura, Shiryu, Seiya. No solo hemos deshonrado la confianza que Atenea depositó en nosotros, sino que además este fracaso ha hecho que vuestras muertes sean en vano. Espero que algún día podáis perdonarnos camaradas.

Pese a que todos los caballeros nos volvíamos a encontrar juntos en la misma sala, me resulta imposible mirarles a la cara. Mantenía la mirada baja, avergonzado. Había fallado en el sagrado deber que se me había encomendado. Verite se encontraba en el Inframundo, lugar donde también habían perdido al caballero del Unicornio. ¿Qué destino le deparaba a la humanidad ahora que el trono de Hades vuelve a estar ocupado?

El Santo del Oso le encomendo la tarea de supervisar a Aldebaran de Tauro, y salio corriendo del Recinto Sagrado, preocupado por Shaina. Al llegar al lugar donde los habia dejado, no habia nada.

Pero claro, el se encontraba flotando. Y por suerte habia cumplido su promesa. Pero en ese momento Afrodita dio un grito de triunfo y se pudo sentir el Cosmos de Verite desaparecer en la oscuridad junto con el de Jabu.

"No... no puede ser".

"Vamos te lo explicare todo", dijo Cerbero. Aunque ante la aparente derrota, tras calmar su frustracion, comento: "Mejor, se los explico a todos".

Por lo tanto, entraron al Recinto Cerberos y Geki, mientras dentro muchos de sus compañeros aguardan.

¿Cómo hallar una puerta al inframundo?

Mientras esprabas a Geki del oso, eso era lo que martilleaba tu mente.

La solución sencilla era ir a buscar a Máscara de Muerte. Claro que Cáncer se encontraba en una misión secreta de Atenea, y Atenea no estaba viva...

En la anterior guerra contra Hades, la última puerta que conocíais que diese al inframundo había sido destruida. ¿Había más formas de llegar? Tu mente trató de recorrer los conocimientos adquiridos en la infinidad de años que llevabas habitando este mundo. Estabas seguro de que sí, pero no sabías cómo.

De todos modos, sabías que Deathmask podía llevarte justo a la puerta del Hades con sus poderes de caballero. Si no surgía ninguna otra forma, así sí que podríais llegar. Era una medida desesperada, pero la única que se te ocurría por el momento para poder rescatar a la joven Verité de las garras del Inframundo.

Nunca habías sido un caballero extraordinariamente inteligente en comparación con otros caballeros como Shaka o Mu, y mucho menos como el Gran Dohko de Libra, pero eso no quitaba que no fueras un caballero con cierta sensibilidad para el arte, y habías tratado de compensar tus carencias escuchando una y mil veces las historias de tu gran amigo Mu, tratando de aprender lo más posible sobre todas las materias existentes, paliando así la carencia de educación que tu vida de caballero te había obligado a tomar.

Por eso, en cuanto supiste que Verité había sido arrastrada al Inframundo, la leyenda de la Doncella vino a tu mente:

<<Deméter perdió su alegría para siempre cuando le fue arrebatada la joven Perséfone. Hades se enamoró de Perséfone y fue a pedirle a Zeus que diera su permiso para casarse con ella. Zeus tuvo miedo de ofender a su hermano mayor con una negación categórica, pero también sabía que Deméter no le perdonaría si Perséfone era condenada al Tártaro, así que dio una diplomática respuesta diciendo que no podía dar ni negar su consentimiento.

Esto envalentonó a Hades, quien raptó a la muchacha mientras recogía flores en una pradera. Deméter buscó a Perséfone sin descanso, durante nueve días y nueve noches, sin comer ni beber, llamándola infructuosamente todo el tiempo...

Fue a ver a Helio, que todo lo ve, y le obligó a admitir que Hades había sido el autor de la fechoría, sin duda con la connivencia de su hermano Zeus. Deméter estaba tan furiosa que, en vez de volver al Olimpo, continuó vagando por la tierra, prohibiendo a los árboles dar sus frutos y a las hierbas crecer hasta que la raza humana estuviera en peligro de extinción. Zeus, que por vergüenza no se atrevía a visitar a Deméter, le envió primero un mensaje con Iris, mensaje que ella ignoró, y luego una delegación de dioses olímpicos con regalos de conciliación, suplicándole que se sometiera a su voluntad. Pero ella no regresó al Olimpo y juró que la tierra seguiría siendo estéril hasta que le devolvieran a Perséfone.

A Zeus sólo le quedó entonces una alternativa. Envió a Hermes con un mensaje para Hades: "Si no devuelves a Perséfone, estamos todos perdidos". Y otro para Deméter: "Podrás tener a tu hija de vuelta a condición de que no haya probado el alimento de los muertos"...>>.

El mundo, según la leyenda, había estado en peligro a causa del descenso al Inframundo de la joven Doncella. Presentías problemas...

Todos te miraban con detenimiento y sorpresa, al verte entrar en compañía de Cerbero, un caballero que para ellos era un desconocido.

Si era amigo, y no enemigo, se te ocurrió que quizás podría indicaros cómo descender al Inframundo...

Porque, francamente, no es que hubiese una puerta que condujese al Hades justo a la vuelta de la esquina, así que si alguno osaba atreverse a encabezar la marcha para rescatar a Verité y a Jabu, primero debía descubrir cómo bajar...

Bueno, quizás tras el interrogatorio al que todos iban a someter a Cerbero, se pudiese sacar algo en claro...

Al instante te percataste, dada tu inmensa capacidad sensorial, de que algo pasaba con la espada de Nikola. Refulgía de una manera poco apropiada, y emanaba una extraña aura que sólo tú parecías haber logrado percibir desde que el Báculo de Atenea hubiese proyectado un rayo sobre la joven.

¿De qué podía tratarse?

¿Era una señal de Atenea de que Nikola no era de fiar, o era justamente lo contrario? ¿Un intento desesperado de ponerlos sobre aviso, o de brindarles ayuda antes de desaparecer?

A ninguno parecía importarle un pimiento lo acaecido con el báculo y la espada, pero a ti el tema te martilleaba la mente. todos parecían tener muchas cosas en la cabeza, las suficientes como para olvidar este extraño suceso acaecido el día anterior. Sin embargo, tú habías estado pensando en ello toda la noche, incomprensible dado que había otros muchos temas que tratar, pero un hecho que a ti particularmente te había llamado la atención.

Ante las miradas de desconcierto de sus compañeros, Gek del Oso se acerca a ellos, acompañado de cierta prudente distancia por Cerberos.

"Descuiden, aun desconozco del todo sus intenciones, pero parecen ser buenas. Por favor, Caballero del Inframundo, si deseas explicarte y aclararnos algunas dudas, este es el momento".

Saga había recuperado la serenidad tras la marcha de Afrodita. El grito de Jabu y Perséfone al ser llevados al Inframundo parecía haberle devuelto la cordura. De sus ojos habían desaparecido los destellos rojos de la ira y su cabello volvía a ser de su color.  Todos se habían reunido de nuevo, todos menos uno.

¿Dónde está Camus? ¿Seguirá aún en el puerto?

Pero su atención se centró de repente en Geki, quien venía acompañado de un extraño visitante. Con la mirada fija y desconfiada, y con pasos firmes, se acercó al que Geki acababa de denominar como Caballero del Inframundo.

¿Quién eres, Caballero, y a qué has venido?

Mientras esperaba en la sala a que alguno de los caballeros asignados como patriarcas hablaran, comencé a recordar una historia, un mito de la antigüedad. No estaba seguro de donde la había escuchado. Puede que en una de mis muchas charlas con el caballero de Aries, puede que alguna vez que visite la cámara del patriarca antes de la primera crisis del santuario. Pero tampoco importaba, lo que importaba era lo que decía. Y si eso era cierto, la situación podría ser más grave de lo que pensábamos.

Antes de que reorganizara mis pensamientos y comenzara a hablar, Geki hizo un llamamiento para que atendiéramos al caballero que le acompañaba. Al parecer se trataba de otro de los guerreros del inframundo, como aquellos a los que se habían enfrentado. Decidí que sería mejor escuchar primero lo que el caballero tuviese que decir, y luego en caso de ser necesario recordaría la historia al resto de mis camaradas, pues es seguro que el shock de la derrota había hecho que se les pasara.

Solo esperaba que mis camaradas tuvieran más paciencia con este caballero de la que tuvieron con la diosa Hebe. Era más que seguro que no venía con intención de luchar, pues por muy grande que fuese su cosmos dudaba mucho que fuese capaz de ganarnos a todos los que estábamos en la sala. Pero por simple precaución, adopte mi ya característica pose con lo brazos cruzados sobre mi pecho, y esperé a que el caballero del inframundo empezara a hablar.

 Me siento en algún lado esperando a que los de oro se decidan a planear nuestros próximos movimientos.

Mantengo fija mi mirada en Geki y el que le acompaña.

Me alejo un poco del resto de mis compañeros.

Ahora hemos perdido a Verité, Atenea puede que también esté en el inframundo. Aquí ya no nos queda nada que hacer excepto proteger nuestras casas, pero caerán tarde o temprano si no vamos en busca de Verité.

Llegado a la conclusión sencilla de que debemos viajar hasta el inframundo...¿cómo lo haremos?

Pasan los minutos mientras intento averiguar como ir, al entrar Geki le dirijo una mirada rápida antes de dirigir mi atención hasta su acompañante.

¿Más sorpresas por hoy?

Necesitamos movernos pronto y solo hay una persona que tenga las llaves para ir al inframundo, debemos encontrar a Deathmask.