Partida Rol por web

Con lentitud se levantó de dónde estaba, sacudió su ropa y miró al grupo alzando los hombros.- Ir sóla es demasiado aburrido. Aparte, joder al viejo es mi hobbie... Para un placer que tengo.-Sonrió de medio lado y se acercó hasta dónde estaba el resto.- Por lo que, contar conmigo también. Algo sabré hacer de utilidad, seguro.-Se recogió el cabello tras la oreja.

Tenía ganas de sentarse de nuevo, realmente estaba cansada y le dolían los hombros. Estaba casi segura que se debía a la tensión a la que estaba sometido el cuerpo. Vivir bajo amenaza todo el tiempo llegaba a ser agotador.

Antes de marcharse, sonrió levemente a las palabras de Fer en defensa del anciano - Eso lo veremos - y siguió su camino a donde fuera que debía prepararse.

El tiempo pasó entre tal vez conversaciones banales o planes, pero mientras se acercaba el momento de moverse, las conversaciones se apagaban y todo el grupo de niños parecía prepararse para lo que vendría. Aquellos que se encontraban heridos estaban apretando sus vendajes mientras que quienes les acompañaban alistaban sus armas. Muchos cargaban fusiles, armas de alto calibre que una persona a esa edad no sabría ni siquiera sus nombres, pero teniendo en cuenta las circunstancias, no era del todo de extrañar que ese fuera el panorama.

Aquel hombre de gabardina se les acercó y les entregó a cada uno un rifle con dos cartuchos. Lo llamó un "regalo de buena voluntad", aunque tal vez había sido para disculparse por casi aplastarlos con un saco de arena. Si miraban atrás, había algunos heridos que parecía se quedarían atrás, y si preguntaban, lo único que podían decirles era "morirán de todos modos". Cuando aquella desconocida dijo que no querían peso muerto, parecía en serio, incluyendo aquellos que decía estar cuidando. A ellos les dejaban una pistola cargada para defenderse o quitarse la vida; la elección era suya. Después de todo, las linternas que los protegían no durarían para siempre. ¿Hasta qué punto se había llegado para abandonar a alguien tan a sangre fría? Pero no podían decir qué era más escalofriante de todo eso: el hecho de que fueran abandonados o el hecho de que los abandonados parecían estar de acuerdo con la decisión.

Todo el grupo se dirigió a las escaleras de emergencia para descender al fondo del edificio mientras se organizaban. Un grupo de más o menos seis personas tenía las armas de mayor tamaño y eran quienes las tomaban con mayor experticia. Ellos eran la vanguardia, mientras que a la retaguardia se encontraban algunos más pequeños pero de piernas ágiles, entre ellos la mujer que los recibió. Todos estaban rodeados de otros marchantes que se veían muy asustados. Sin embargo, sostenían las armas que les habían sido entregadas con firmeza y aplomo. Lo que adornaba aquel paraje eran más de esos símbolos extraños, puestos estratégicamente cada tres, seis y nueve escalones. Tres, seis, nueve. Tres, seis, nueve... Treis, seis, nueve... y llegaron al subterráneo. Era un túnel de subterráneo abandonado y a lo lejos divisaban una luz yendo hacia ustedes. Cualquier ávido observador notaría que, cerca de los muros, había rastros de ropa vieja, mantas y mucha basura. El olor a podredumbre era tal que los ojos les ardían por lo concentrado de ese hedor y respirar se hacía una tarea titánica. Muchos fueron los que cubrieron sus rostros con algunos pañuelos o con su propia ropa para soportarlo.

Entre el tiempo que pasó antes de que partieran, Reuben dedicó amargas miradas a todo. Los comentarios de Fer y Wendy le hicieron gruñir. Podría haberse molestado más, pero estaba cansado. Además, aquella mujer, la que parecía ser la líder de ese grupo, lo había molestado aun más.

No se esperaba que les facilitaran un arma. Sin embargo, no se negó a tomarla, con el ceño fruncido. Apenas lo tuvo entre sus manos, con una maestría difícil de esperar de un anciano como él, revisó la recámara del rifle, sus mecanismos y las balas en los cartuchos. Poco le importó que fuese un regalo de buena voluntad, más le importó que el arma funcionase. 

Se levantó revisando el arma aún. Ni siquiera prestó atención a los pobres desgraciados que se quedaban allí para servir de comida a los especímenes rusos. Además de darle un rápido vistazo, no los tuvo en cuenta. Aunque le pesara, tendría que coincidir con la desagradable mujer esa vez. Era una decisión sensata; la más sensata. 

El camino hacia el subterráneo, exceptuando el dolor en su pierna y cadera, le fue también indiferente. Para el ignorante anciano, esos símbolos no causaban ninguna curiosidad, tampoco les adjudicaba algún valor.

En contra de su voluntad, se mantuvo en el grupo de la retaguardia. Si aquellas cosas atacaban de frente, se negaba a ser el primero en morir. Si atacaban por detrás... procuraría no morir tan fácilmente. Así pues, con el rifle apuntando siempre hacia el frente caminó.

El olor a podredumbre, si bien era fuerte, no afectaba demasiado a un Reuben acostumbrado a esas cosas. En cambio, lo que sí le preocupaba, o quizá más que nada, llamaba la atención, era aquella luz que venía hacia el grupo. Estaba claro que se trataba de una persona, pero no podían saber quién o quiénes. Alerta y sin decir absolutamente nada, se mantuvo apuntando hacia el frente.

Al principio Fer se preguntó si había sido una buena idea romper aquella lanza, más con el gesto extraño de la muchacha que no sabía interpretar si era satisfacción, desafío o sencillamente un gesto sin más. Tampoco era que importara mucho.

El paso del tiempo demostró que la situación, aunque tensa, parecía normalizarse por momentos. Sus conversaciones fueron banales, su intención era saber si había alguna mente malvada detrás de aquellos movimientos o si eran aliados de verdad. La entrega del fusil le hizo pensar que quizá la última opción era la más probable.

Llegó el momento de partir y dejar atrás a los heridos. Gruñó con cierto disgusto, si bien era algo comprensible no dejaba de ser algo doloroso. Aceptar la muerte de alguien que estabas viendo no dejaba de ser algo a lo que probablemente nunca se acostumbraría. Por ello su rostro se volvió un poco más seco y, al contrario que el anciano, avanzó en la vanguardia. Su cuerpo casi pedía algo de acción. Las marcas y los patrones eran cosas de listos y él nunca había destacado por su intelecto, así que avanzó pese a todo.

Hasta llegar al olor pútrido. Fer había tenido que trabajar con más de una fosa séptica, así que el olor vomitivo no era algo extraño para él, no obstante si podía mitigarlo era mejor opción. Sacó una braga y se la ajustó para cubrir su nariz y boca. el grupo había crecido más de lo que le gustaría. Avanzó alerta, pero esperó si alguien más tenía que cubrirse. También buscó con una mirada al ciego, no se había fijado pero no le habían dejado atrás ¿verdad?

Victor estaba listo para el viaje, le molestaba mucho no poder tener una idea más clara sobre los símbolos, tenía una extraña sensación, estaba casi seguro que tenían algo importante que decirles, pero nadie se lo tomaba en serio o tenía la paciencia para dibujarselas sobre la palma de la mano para que el pudiera "verlas".

Cuando le iban a entregar un arma, lógicamente, se negó a recibirla, la situación era muy extraña pero nadie con 2 dedos de frente le daría un arma de fuego a un ciego. Pregunto si había mejor un arma corta, un cuchillo o navaja, algo que realmente pudiera controlar. Sabía que si se encontraba al alcance de una de esa criatura, un cuchillo no sería su salvación pero, en cambio podría ser una herramienta útil en otras circunstancias.

Los olores fuertísimos le afectaban mucho, se sentía, momentáneamente atrasado por las sensaciones, pero luego logro controlarlo y calmarse.

Aunque hubiese sido de mayor utilidad a la vanguardia, así suene a paradoja, el poder avanzar sin llevar ninguna luz les hubiera sido muy útil, lo relegaron. Victor sabía que no podría quedarse atrás, lo dejarían, así que lucho por quedarse en medio del grupo.

De sus colegas originales no lograba conectarse con ningún aunque tenía una idea más o menos aproximada de dónde estaban dentros del grupo, por sus andares particulares, sus olores ( está guía la perdió entre el edor), su voces (esto no sería muy útil cuando avanzarán en silencio) La verdad los extrañaba, a Rose, Katrina y Fer especialmente. Les había tomado cariño. Por ahora solo le restaba avanzar y esperar lo que les iba a suceder.

Rose hacía esfuerzos por contener las lágrimas. Había intentado por todos los medios no fijarse en ese grupo de cuerpos que iban a ser abandonados a su suerte. Pero fue incapaz. Ni siquiera conocía sus nombres, pero saber que estaba siendo cómplice de ese abandono le provocaba náuseas. 

- Tú habrías hecho lo mismo en su lugar.

Así era. Pero no por ello se sentía mejor. A fin de cuentas, si el accidente hubiese sido fatal, o si la herida provocada por Fer hubiera sido más profunda, ella también quedaría atrás. Y estaba segura de que ella no hubiese sido capaz de aceptar su destino con tanta entereza. 

Rose sostenía el arma que le habían dado como si se tratara de su bien más preciado. Eso debía ser lo que todos sentían, aunque a la hora de la verdad no quedaba claro que esos objetos metálicos fueran capaces de salvaguardar sus desgraciadas vidas. Miraba hacia todos lados, moviendo ligeramente los pies en busca de la mejor ubicación. Esa donde no molestara a nadie que pudiera decidir dejarla atrás.

Siguió al grupo en silencio, concentrada para mantener el control de su mente y no montar un numerito. Esa gente no tendría tanta paciencia como sus 'amigos'.

- Crees que...

No pudo terminar. Ese insoportable olor entró directo a su cerebro. Cerró los ojos llenos de lágrimas mientras tapaba su nariz y boca con lo primero que encontró. Dolía respirar. Víctor apareció en sus pensamientos. Un sentimiento de urgencia la invadió. Pero no tardó en tranquilizarse. Era fácil pensar en que ese chico necesitaba su ayuda. Pero en una circunstancia como esa, donde estaban a punto de verse invadidos por la oscuridad, nadie podría aguantar mejor que él.

Ella habría hecho lo mismo, por esa misma razón ni siquiera se paró para mirar atrás, era lo mejor si no quería tener más cargas en su mente. Tomó el arma y se aseguró de que todo estuviera correcto. Ella no era fan de aquella cosa que disparaba, pero... Rechazarla hubiera sido peor, estaba segura. Cuando el grupo finalmente se movió, Wendy se rezagó un poco, cómo ya había echo en otra ocasión se paró para ver los símbolos ¿Qué escondían? Bajó las escaleras despacio "3...6...9... Sé que intenta decir algo ¿Pero el qué?" Sus pensamientos fueron fugaces, pues el grupo no esperaba y ella no iba a quedarse atrás. Por eso bajó algo apurada hasta reunirse, aunque no pudo evitar mirar una vez más los símbolos.

Cuando estuvieron en el subterráneo, Wendy se llevó la manga de la chaqueta a la nariz y arrugó el ceño ligeramente en una mueca de desagrado. Le llevó unos segundos recomponerse, incluso gruñó ligeramente.- Joder...-Se frotó la nariz un par de veces y terminó llevando el cuello de la camisa hacia arriba para cubrirse. Los ojos le dolían e incluso lloraban por el picor y ardor, pero parecía ser lo que menos le molestaba.

El momento de salir había llegado y esto conlleva que la situación sea totalmente diferente a lo planeado, son severos a la hora de dejar a los débiles y no hay un resquicio de piedad ya en la humanidad. No importa si eres niño, anciano, mujer o hombre, todo se mide desde la vara de una justicia extinta que te ahoga con su supremacía. Y por esa razón es que allí estoy con mi arma en la mano y no me siento confiada por ello. ¿Debería sentirme así? 

No lo veo, no hay diferencia con ellos y un disparo más no es que te dé una ventaja. Es más factible que anheles darte un disparo en la cabeza antes que enfrentar lo que sea que son ellos. Lo cual ante ese lío mental que muchas veces alienta a ese coraje que aún habita en mi, emprendo la marcha y porque no deseo que Victor quede atrás o se vea como alguien débil le cojo la mano para ir a la par. 

No hay palabras de mi parte, sólo pena. Pena por todo lo que debemos hacer para sobrevivir, pena por sentir que jamás soy capaz de pagar todo lo que hice y pena por esta inconstante realidad donde solo escapamos de lo impredecible, sin esperanza. 

Katrina ahora caminaba junto a Victor, cosa que el ciego pudo haberse alarmado, pero recuperado la compostura al reconocer su aroma o tal vez solo su tacto. Cada uno había tomado su postura con dignidad, aunque el olor a miedo podía ser más fuerte que el olor a inmundicia de ese túnel.

El lugar se veía viejo y abandonado. No era solo desde la llegada de la oscuridad, sino que ese lugar realmente se veía plagado de olvido. Sus paredes con grafitis por doquiera, pedazos de concreto reventados, vigas en mal estado... Era casi un milagro que ese lugar no hubiera colapsado ya, pero para nadie era secreto que en muchas ciudades abandonaban vías para construir unas nuevas y sellaban las anteriores, así que ese bien podría ser un caso.

Mientras caminaban, esa luz que iba hacia ustedes se intensificaba , pero hubo algo más... Algo que tal vez solo un oído agudo como el de Victor pudo detectar. Una tenue vibración que venía detrás de la comitiva. Iba a gran velocidad hacia el grupo, a pesar de aún guardar gran distancia. La vibración en el suelo aún era casi imperceptible para el resto, así que tal vez solo lo sería cuando ya fuera tarde.

La mujer hizo señales para mantener el paso mientras que el hombre de la gabardina caminaba al frente, marcando la marcha. Fer caminaba junto a él, mientras que casi todos seguían en el medio. La luz que venía hacia ustedes se acercaba más y más, y era cada vez más claro que lo que se acercaba era un grupo de cinco o seis personas. Aquel que se aproximó de primero era un hombre de cabello largo, de mediana edad y con ropa desgastada. En sus manos llevaba guantes que dejaban al descubierto sus dedos y cargaba en sus manos un rifle de asalto.

- No parece que Ellos estén más adelante. Hay varias bifurcaciones, tal vez deberíamos aprovechar una de esas. El mapa indica que podemos tomar tres rutas: una que lleva hacia la costa, otra hacia las afueras de la ciudad y la última al sur de la ciudad. Si los rumores son ciertos, el camino al refugio es la vía a la costa - mencionó mirando al hombre de la gabardina, pero también hablando lo suficientemente duro como para que la mujer que los había recibido pudiera escuchar. En cierto momento, el mismo hombre cubrió su nariz con su brazo también.

- Al parecer, los cubículos eran antiguas residencias de indigentes. Si logramos echar un vistazo, tal vez encontremos algo de utilidad. Eso sí, las condiciones en que puede estar... No lo sé - y la mujer habló desde la parte trasera.

- Tal vez alguien ligero pueda hacer el trabajo de husmear. Oye, pequeña - miró a Wendy -. ¿Crees que puedes hacerlo? Tal vez si uno de tus compañeros te carga en hombros, podríamos ver lo que hay allí. Te cubriremos. Y si eres tú, de seguro será más sencillo salir de aquí si algo ocurre - ¿y por qué ella? Bueno, sin duda era la más pequeña. Los jóvenes de su grupo estaban cerca de la veintena, así que serían más pesados. La mujer se quedó esperando la respuesta de Wendy mientras parecía que se enfrentarían a una amenaza próxima.

La situación era tensa y aquello se podía respirar, incluso en mitad de todo aquel hedor. Al menos su guía parecía saber de qué iba todo aquello. Sentía su estómago como un nudo e incluso ligeramente mareado. No tenía muchas ganas de hablar ni, en realidad, de nada.

Había un camino a seguir, pero también querían que investigasen un poco antes.

Yo puedo cargarte.

Se ofreció. Su constitución fuerte contrastaba con la de la muchacha. Además, una parte de él que no quería reconocer deseaba que no se metiese en un lío real y dejarla indefensa.

Cuando el grupo se paró, Wendy se paró para olisquear su alrededor cómo si se tratara de un perro, pero sin alejarse del grupo por pura precaución. Cuando la "Líder" se aproximó a ella y le dijo aquellas palabras dudó durante unos segundos. Husmear se le daba bien y era pequeña, lo que quizás le llamaba menos la atención era el meterse sola en una zona inexplorada, pero la vida era demasiado corta y... ¿Para que engañarse? Ni siquiera sabía si viviría lo suficiente para disfrutar de su adolescencia, quizás aquello fuese lo más emocionante que haría en la vida.

- ¿Y por qué no? Suena emocionante, más que estar cruzada de brazos.-Su tono bromista era la forma de ocultar su preocupación, aún así asintió y sonrió con calma. Mientras esperaba a que decidieran quien la alzaría, se preparó. Subió hasta arriba la cremallera de la chaqueta y tras eso acomodó el improvisado cubrebocas sobre la nariz y boca, aquello no evitaría la peste al completo, pero no sería tan penetrante. Tras eso agarró una linterna y guardó la pistola en uno de los bolsillos.

- No me dejes caer ¿Eh? -Y tras eso esperó las indicaciones, o más bien a que la alzasen para meterse por aquel pequeño hueco y poder explorar.

Reuben no dejó apuntar hacia aquella luz que venía hacia ellos hasta el momento en el que vio que se trataban, aparentemente, de aliados. Sinceramente, se veía como un imbécil siendo el único apuntando a la avanzadilla. Gruñendo, bajó el rifle. Miró hacia atrás, aunque no pudiese ver más que las oscuras tinieblas. Si se suponía que esas cosas no estaban más adelante, probablemente los estuviesen asechando desde la retaguardia.

Volviendo a gruñir, se volvió hacia Wendy y Fer. Entre aquella mujer desagradable y los demás, parecían estar preparando algo que a él no le interesaba en lo más mínimo. En cambio, le preocupaba lo que había más allá, en la oscuridad. Había mucha calma, tal vez demasiada. No había escuchado nada sospechoso... y precisamente eso lo hacía estar receloso. Mientras Wendy y los demás estaban en lo suyo, el anciano mantuvo su atención en la penumbra detrás de ellos.

Rose avanzaba con una pasmosa calma. Poco a poco se había ido acostumbrando al repugnante olor, hasta el punto de que respiraba con cierta normalidad. Observaba con curiosidad a su alrededor, intentando imaginarse viviendo en ese basurero. No distaba mucho de lo que había tenido que hacer unos cuantos años atrás. 

- Eso a quedado muy atrás, Rose...

Sí, era otra época. Aunque no estaba segura de si las heridas habían sido debidamente curadas.

La llegada del grupo le sacó de sus pensamientos. Inconscientemente fue avanzando para enterarse de toda la conversación. Escuchar como proponían a Wendy para el trabajo 'sucio' le tranquilizó. Estaba segura de que ella no sería capaz de volver al punto de partida. Su compañera parecía mucho más ágil para conseguirlo.

Suena emocionante, más que estar cruzada de brazos.

Ese comentario le sentó como una patada en los ovarios. No había sido una indirecta, pero Rose se lo tomó como tal. Era una cobarde, y una vez más lo había demostrado. Buscó con la mirada a Katrina, esperando encontrar algo de confor en su amiga. 

Se acercó con cierta timidez. Intentando parecer predispuesta a aportar algo al grupo. Tenía miedo de que la dejaran atrás.

Es evidente que lo poco que queda de humanidad, al menos esas dos personas que nos están guiando la han perdido. Pero bueno caminar junto a Victor por aquel lugar tan tétrico, siento que es una bendición el hecho de que no pueda ver como se derrumba todo bajo el influjo de una oscuridad que no da nada de lugar. Aún así, nos detenemos delante de tres bifurcaciones y comienzan a explicar los caminos. 

Uno es por donde debemos ir, otro es por donde quieren explorar y le dicen a Wendy. No me afecta su comentario, quizás quiere sentirse útil, hacer algo y lo veo bien, pese a que seguir el hilo de locura de estos puede ser complejo y muy peligroso. Aún así, les pregunto. 

—Los demás esperamos a que regresen. ¿No?—digo y miro a Fer—. Cuida de ella. 

Luego desvío la mirada a Rose y me acerco para rodearla con mis brazos por la cintura, un tanto arrepentida por lo que le había hecho, pese a que quería que despierte. Por ello, le susurro a la rubia. 

—Lo siento... 

Y estamos allí, a ver que hacen y espero que regresen de una pieza. 

El olor de podredumbre se alzaba gracias a una extraña ventisca que pasó, haciendo que sintieran como si aquello se pegara a su piel como baba. A la respuesta de Wendy, la mujer sonrió complacida - Me agradas - y sonrió a Fer igualmente cuando este afirmó que la cargaría. La hizo un gesto al hombre de la gabardina con la cabeza y este se acercó a Fer y a Wendy. Cargó su arma y la alzó vigilante de que no fuera a ocurrir nada inesperado. Wendy resultó bastante liviana, así que no fue una dificultad real alzarla. Wendy se subió a los hombros de Fer y aunque se desestabilizó un poco, logró equilibrarse. Sin duda, Wendy parecía lo suficientemente hábil para hacer algo así sin pestañear.

Una vez se hubo estabilizado, acercó su cabeza al compartimento de ladrillos para mirar adentro mientras los demás permanecían al margen observando lo acontecido. Aunque aquella tranquilidad no duraría demasiado esta vez. Un leve temblor azotaba el suelo del lugar. Aún no era tan fuerte como para desestabilizar a Fer, pero para esos que viajaban heridos o para el desgastado cuerpo de Reuben, podía resentir su condición. Las sombras ya no eran sólo sombras y parecían subir y bajar, hincharse y encogerse... Casi como si estuvieran vivas. ¿Y si así era?

Las miradas del grupo eran firmes, mas con claros rastros de temor. Algo había allí y todos sabían de qué se trataba. La ventaja era que tenían suficiente luz para generar una especie de burbuja protectora, la dificultad estaba en que no sabían cuánto tiempo aguantarían sus linternas y claramente eran muchos más que el grupo reunido. La joven que parecía ser la líder de ese grupo cargó su arma y se preparó para cubrirlos, aunque se giró hacia Fer y Wendy tratando de sonar lo más tranquila posible - Les sugiero que se den prisa - aquellos que recién se habían unido al grupo se repartieron: dos se quedaron adelante para indicar el camino los otros tres se fueron a la retaguardia junto a la chica, todos de arma cargada y lista para atacar.

El eco de lo que parecía una plaga de esas bestias se acercaba. Tenían suficiente tiempo para huir, pero si no hacían algo pronto, estarían en graves problemas.

Nada te podría preparar para lo que viste. Después de erguirte y estabilizarte, asomaste tu cabeza al lugar. No era inteligente entrar, ya que ese lugar no parecía tener ningún tipo de salida ni acceso, eran cuatro paredes de ladrillo completamente herméticas. ¿Quién querría vivir en un lugar así? Bueno, los vagabundos eran muy territoriales, así que era una buena forma de proteger sus cosas.

Apuntaste la linterna hacia adentro y lo que viste te dejó descolocada. El olor nauseabundo era aún más fuerte allí, como si ese lugar hubiera sido diseñado para contener más allá que solo objetos. Seguiste explorándolo y en las paredes pudiste ver manchones oscuros que seguramente serían de sangre, además de un símbolo igual al que vieron en la recepción de ese extraño edificio. En el suelo, dos enormes bultos que si mirabas en detalle, eran dos cadáveres: uno de ellos vestido con ropas de indigente, mientras que el otro vestía una túnica negra que cubría incluso su cabeza. El del indigente estaba por debajo y el de la túnica estaba encima, con un brazo tocando el cuerpo. Por el estado de los dos cuerpos, habían fallecido casi a la misma vez. Además, el cuerpo del indigente tenía lo que parecía una escopeta en sus putrefactas manos y múltiples heridas en todas partes hechas por lo que podría considerarse una bestia, mientras que el otro cuerpo tenía una herida en su cabeza nada más. Posiblemente el indigente le disparó poco antes de morir.

La vibración empezaba a aumentar y tu equilibrio no era suficiente. Había cosas como una grabadora, la escopeta que parecía aún tener carga, algunas baterías, un televisor pequeño, algunos cuchillos y varios palos.

Cargar un arma tan pesada hacía mella en la desgastada cadera del anciano cascarrabias. Se sentía frustrado al ser consciente de eso. Antes solía cargar armas así durante días. Sin embargo, su oxidado cuerpo se cansaba con apenas cargar un rifle durante apenas un rato. Aunque trataba de no demostrarlo, era algo visible para todos.

La mirada de Reuben, algo borrosa, aún a través de los cristales de sus gafas, se mantenía fija en la penumbra. Su rifle se mantenía abajo, pero el olfato de perro viejo le decía que debía mantenerse atento. En el ejército había aprendido que la calma en el campo de guerra no era buena. Era peligroso no saber cuándo se era acechado, o desde dónde. Su oído tampoco era bueno; no podía ver o escuchar nada. Eso era lo que más lo mantenía alerta.

En el momento en que el leve temblor llegó, Reuben frunció el ceño. Su pierna y cadera resintieron todo. Odiaba tener ese cuerpo.

—Las sombras... —pese a su mala vista, pudo ver claramente que las sombras actuaban de forma extraña. No acorde con la situación, sonrió para sí mismo, aunque de una forma desagradable. Reuben, a diferencia de muchos allí, no tenía precisamente miedo. Su mirada expresaba algo... diferente— Bastardos... No me tendrán todavía —el anciano, en un arranque de locura, levantó el rifle, dejando escapar una ráfaga de disparos apenas lo hizo... dirigida hacia ningún lugar en específico, solo a la penumbra—. ¡Me los llevaré conmigo! —y volvió a disparar.

Victor sabía que Ellos ya estaba allí y que pronto estarían cercados, sin salida.

-Debemos avanzar - dijo 

- Pronto estaremos rodeados. 

La tierra se movía con un estruendo ENORME, mucho más de lo que los demás se podían imaginar.

Ya no importaba mucho hacia donde se dirigían, debían tomar el camino más corto, cualquier camino era mejor que quedarse a intentar resistir.

Rose sentía como el miedo le sucumbía cada vez más. No le gustaba la oscuridad, y esa luz que les envolvía no conseguía darle la falsa sensación de seguridad que necesitaba en esos momentos. Se sentía pequeña y débil. Se sentía en peligro. Como si una simple brisa fuera capaz de romper en mil pedazos su cuerpo y esparcirla por el suelo.

Entonces sonaron los disparos, y Rose gritó como si le hubiesen arrancado el corazón de cuajo.

- ¡ERES UN MALDITO ESTÚPIDO! - gritaba con todas sus fuerzas mientras permanecía encogida en el suelo con las piernas dobladas. - ¡PÚDRETE ASQUEROSO VIEJO! ¡PÚDRETE YA Y DÉJANOS TRANQUILOS!

Sabía que Ellos estaban cada vez más cerca. Sabía que los habían encontrado, aunque no hubiesen sonado esos disparos. Aunque ella no se hubiese puesto a gritar como una posesa. Pero la rabia no dejaba de crecer.

- NO TIENES NINGÚN DERECHO A ESTAR AQUÍ CON NOSOTROS. DEBERÍAS HABERTE QUEDADO FUERA PAR AMORIRTE DE UNA VEZ. - Avanzaba hacia él con paso firme. Su cuerpo temblaba pero no era de miedo n inseguridad. Era de puro odio.

De repente, el tono de su voz bajó a una aparente pero peligrosa calma.

- Deberíamos matarte. Debería acabar contigo aquí mismo para que nos dejes de una vez en paz...

No volvió a hablar. Sus ojos se achinaron y su mirada se endureció. Y, entonces, se avalanzó sobre él.

Con un gesto de seguridad y un leve gruñido, asintió a las palabras de la líder. Cargar con Wendy no era ningún problema, sin embargo el temblor le hizo clavar los pies y bajar su centro de gravedad buscando no besar el suelo. Tuvo éxito, aunque por un momento que no reconocerá se había preocupado por la chiquilla que tenía encima.

Las sombras se movían, se escuchaban disparos. Había llegado el momento más lógico de todos: el de huir.

Con un rápido movimiento se apartó para que Wendy cayera y tomarla en brazos y, de ahí, dejarla con cierto cuidado en el suelo.

A correr.

Dijo, bastante seguro. Una mirada hacia atrás bastaba para ver que Reuben estaba perdiendo el juicio, pero aquel no era, en ese preciso instante, su problema. Correr sí lo era.

¡VAMOS!

Bramó, con la vana esperanza de que le escucharan y no se dejaran llevar por la locura del anciano. Corrió.