Partida Rol por web

Myst va a emprender un viaje de negocios a la Isla del Negro...

Carta recibida el 24 de Abril de 1920:

Extraña e inquietante petición. Alguien que ni siquiera conozco, pero a cuya mujer atendí en el pasado dice que me lo quiere agradecer invitándome a una fiesta. No hace falta tener poderes adivinatorios para darse cuenta de hay algo raro detrás de esta invitación dejo la carta sobre la mesa en la que atiendo a la gente que viene pidiendo de mis servicios. Le doy la espalda a la mesa y me quedo mirando el enorme reloj de pie que había en el interior de la carreta. Pero bien es cierto que ha conseguido despertar mi curiosidad. Además, aunque ya la ayude en una ocasión no estaría de más que la volviese a “ayudar”. Una nunca sabe cuándo se puede acabar la pasión, y no está de más tener algún “antídoto” cuando llegue el momento. Una macabra sonrisa apareció al tiempo que esos pensamientos, la mezclada con el efecto de las sombras dentro de la caravana me daba un aspecto casi aterrador.

Estaba decidido, iría a la fiesta. Estaba un poco harta de soportar a cuarentonas desesperadas por encontrar a su hombre ideal y de adolescentes histéricas que creen haber encontrado a su príncipe azul. No existía ni lo primero ni lo segundo. Ya se darán cuenta más tarde o más temprano.

Decidí que la mejor manera de desplazarme era en tren. Tranquilo, seguro y además era lo que más a mano me pillaba, pues justo la feria se había asentado junto a la estación del tren del pueblo en el que nos encontrábamos. Gunter, el gigantón que levantaba pesas había dicho el nombre en la última comida, pero nunca le hacía mucho caso cuando hablaba, y esa no iba a ser una excepción. Pero aun quedaba tiempo hasta la fiesta, así que me quedaría en la feria hasta que decidan marchar, momento en el que tomare el primer tren que parta en dirección a la Isla del Negro.

Eso sí, presa de le impaciencia empecé a preparar la maleta pese al tiempo que aun quedaba para el viaje. Metí en ella parte de la ropa que suelo usar cuando doy mis servicios. No tiene sentido que lleve ropa normal, pues se supone que voy como adivina, tendré que parecerlo. Metí también el set de maquillaje de repuesto, ya que era parte importante de la “indumentaria” de adivina. Envolví la bola de cristal que utilizaba en unos cuantos pañuelos y la metí bien resguardada entre la ropa. Siempre podía ejercer de adivina echando las cartas. Total, a la gente le daba lo mismo bola que cartas con tal de escuchar aquello que quieren. Y por último, pero no menos importante, un frasco y una pequeña cajita de madera con los ingredientes para mis famosos “elixires de amor”. Tal vez pueda seguir prestando mis servicios a aquella mujer. Ahora solo faltaba esperar a que llegara el momento de partir…