Partida Rol por web

¿Qué debe mandar Dios en lo que hace a los besos...?

Dejó de sonreír cuando Iacobus le dio una escueta orden, en apenas un murmuro.

Asintió, desde luego no le llevaría la contraria ya en el primer segundo de su contrato matrimonial... estaba tan dispuesta a seguirle como a huir. Pero no podía elegir, las cosas estaban como estaban.

-Desde luego.

- De forma intempestiva, Iacobus Radoslav saca a Radovina Radoslav de la Capilla del Castillo.

El desconcierto y la vergüenza asomaron en el rostro de Tiberiu que se puso colorado

- ¡Se han besado en la boca!- a punto estuvo de exclamar. Pero en el último instante, producto de la promesa que le había hecho a su madre, y de la que obtendría algo a cambio, guardó silencio. Si bien sus unos ojos, que parecían haber perdido los párpados, y una boca inusualmente abierta gritaban a los cuatro vientos su sorpresa.

- Qué cochinos…- susurró con una sonrisa de pícara inocencia. Un comentario que pudieron escuchar quienes estuvieran lo suficientemente cerca de su posición en el banco.- Son unos cochinos- repitió con la segunda pareja, sonriendo y asintiendo.

No había terminado ni de cabecear dándose la razón a sí mismo cuando Radovina e Iakobus emprendieron la huida dejando la capilla como una exhalación.

- ¿Adónde van?- En aquella ocasión no se cortó en el tono de voz empleado. Para qué hacerlo cuando había tanta gente allí encerrada que podía proporcionarle una respuesta.- ¿Se ha acabado ya?

El boyardo Blaatu Basarab dedica una mirada cargada de desaprovación a la huida del Caballero de los Cárpatos de la capilla. Sin embargo, no dice nada ni se mueve lo más mínimo.

El mismo comportamiento, en mayor o menor medida, se reproduce en el resto de caballeros Basarab. 

-¿Tanta prisa les corre?-preguntó el noble, sin contenerse lo más mínimo-lo tradicional es esperar a la noche de bodas, o al menos éso tengo entendido. ¿Acaso en Transilvania no se sigue ésa costumbre?

Parecía que había otros además de Tiberiu que tenían dudas. Lo malo era que las dudas de esos otros provocaban aun más dudas en el niño que no dudó ni un instante en volver a preguntar.

- ¿Esperar a la noche de bodas? ¿Qué es la noche de bodas? ¿Es allí adónde van corriendo, a la noche de bodas?- Y por supuesto todavía le quedaba la última duda, la que ya había preguntado sin obtener respuesta.- ¿Se ha acabado ya?

La ceremonia proseguía, lentamente. El padre Adelmus, que conocía bien el embrujo de su voz, paladeaba cada palabra como si fuera un pastelito de carne. Ferenk se entretenía imaginando en su cabeza escenarios de lo que podría ocurrir si los Basarab se levantaban en armas.

En el primer escenario, aburridos por la homilía de su familiar, no esperaban a vaciar las bodegas del astillo, y sacaban allí mismo, en la casa de Dios, las armas. Gente gritaba y gente moría. El Caballero de los Cárpatos sonreía como un niño con zapatos nuevos, sacaba su propia arma y se metía en medio de los caballeros transilvanos repartiendo mandobles con delectable abandono, antes de que Farkas y Ferenk pudieran hacer lo propio.

El segundo escenario transcurría durante el banquete. Alguno de los miserables subproductos de los lomos del boyardo se negaba a que su señor padre, o sus señores hermanos, probaran un solo bocado, o un solo trago, de las viandas, temiendo que estuviera envenenado. Y en la siguiente discusión, alguien desenvainaba la espalda, y el festín quedaba empapado en sangre de tal modo que ni los criados podían aprovecharlo.

El tercer escenario, más razonable, era resultado de la ebriedad. La ebriedad de cualquiera. A esas alturas apenas necesitaba la excusa para visualizar la carnicería. En ningún momento había pensado cómo reaccionar, qué hacer, o cómo prevenir. Simplemente había visto a su imagen mental enzarzarse en una pelea absurda, intercambiando tajos hasta caer al suelo encharcado en sangre.

El padre unió a la primera pareja. El buen Senescal besó a Dubieta como si fuera un niño asustado. Espero que te comportes mejor en la intimidad, Jensi, pensó el capitán, no vayas a desaprovechar este regalo de Nuestro Señor. Finalmente, repitió las palabras para la segunda pareja. Ferenk ya no prestaba atención, y no vio el beso de la pareja. Vovlió la cabeza cuando vio pasar como una exhalación, como si huyera de aquel lugar, al Caballero de los Cárpatos, prácticamente arrastrando a la mujer de las pupilas rojas, y las puertas se abrieron de par en par.

Alguien comentó lo ocurrido en voz alta, y probablemente todos los demás lo hicieron en susurros, o se lo callaron. La ceremonia llegaba a su fin, dando paso a la mitad preocupante del día, la mitad interesante.

Ferenk salió al patio.

El matrimonio transcurre en calma. Veo la belleza y solemnidad de la ceremonia en la que un hombre y una mujer unen sus vidas para siempre, ante los ojos de Dios y de los hombres en un vínculo sagrada e indestructible. La voz del Padre Aldemus Basarab es hermosa y canta los himnos de una forma inspiradora y sumamente artística, encantando al oído e inspirando al alma.

Luego viene el momento de pronunciar los juramentos y escucho a la primera pareja consolidar su matrimonio con palabras y finalmente con un beso sumamente recatado. Es lo normal, una demostración de afecto y compromiso que no cause una pérdida en compostura y de elegancia. La pareja es de personas mayores y con claro conocimiento de lo que es correcto y de lo que es inapropiado.

A continuación viene la parte del Caballero de los Carpatos y la Dama Radovina, cosa que sucedió normal hasta el momento del beso, lo que hicieron de una forma muy distinta a la otra pareja. Una forma poco decorosa a mi gusto pero tampoco lujuriosa, lo que habría sido sumamente inapropiado al celebrarse el vínculo en la casa de Dios.

Para terminar, ocurre lo más inesperado de todo y es ver a la última pareja huir corriendo del salón sin haberse terminado la boda del todo y sin esperar las palabras y bendiciones de nadie más. Rompen el protocolo común con ese comportamiento tan extraño y solo despiertan malestar en quienes les ven. Escucho al noble Kadar  hablar acerca de la noche de bodas, pero no sé que es lo que ocurre allí.

Miro desconcertado lo que ocurre pues no entiendo los comentarios ni tampoco el propósito de las acciones. Busco con la mirada al Maestro Maserrak para que me explique qué ha ocurrido y así disipar mi completa perplejidad.

Mire la escena atentamente, el fuego en los ojos de Radovina era algo hermoso, mas allá de toda su belleza en si, algo sentí en mi pecho, una admiración por su belleza de un modo similar al que sentía por mi madre, aunque diferente, sentí  pena por su casamiento con ese hombre, pero bueno, en el futuro seria viuda, mientras tendría que tener paciencia y soportar todo lo que viniera, igual que yo.

Mire a la pareja cuando se dieron el beso, muy distinto del que se había dado el primer matrimonio.

"Así que así es como besa un hombre joven" 

Mire el rostro de la nueva dama De Los Cárpatos y luego como salieron de la capilla, en ese momento Tiberiu pregunto por la noche de bodas a lo cual yo también lo hice, tirando de la manga de mi madre, para saber que era eso...

¿No podría llevarse menos por el entusiasmo y esperar un poco?- piensa Jensi tras ver la huida precipitada del caballero de los cárpatos con su (ahora si) esposa. Era mas que evidente que eso estaba fuera del protocolo, pero no podía sorprenderle tal actuación de Iacobus. Claro que no le gustaba el hecho de que lo hubiera visto todos los Basarab allí presentes... el caballero no tenía remedio. Quizás mas adelante tendría que hablar con él sobre lo conveniente de los "buenos modales" o al menos del disimulo. 

En cualquier caso, los enlaces habían salido a pedir de boca (sin contar el comentario de Flaviu). Ahora solo debía esperar a que fueran saliendo los invitados para salir la pareja los últimos. Como manda la tradición. 

- El Capitán Zarak sale de la Capilla.

Zuyla no parpadeó con el desenlace del segundo matrimonio, por lo poco que sabía del Caballero de los Cárpatos ése era un desenlace más que posible.

El Tercer Caballero se alegró de que los Basarab no vieran mal ese proceder, y que de momento todo pareciera seguir los cauces prestablecidos. Por el momento, Zuyla se mantuvo firme cerca del altar, donde había permanecido toda la ceremonia... esperando que su padre comenzara a andar hacia el salón donde se celebraría el banquete. Su deber era asistir a su anciano padre, salvo que surgiera algo de mayor importancia.

Por el rabillo del ojo Zuyla observó un instante al padre Adelmus, quería comprobar cómo el hombre de Dios reaccionaba ante las acciones del Caballero Iacobus... que a todas luces respetaba cuando menos poco los ritos cristianos.

Aquello rozaba la blasfemia. Un hombre destinado al infierno, de cualquier manera, no podría actuar de otra forma. Aunque le escandalizaba la lujuria con la que el caballero de los Cárpatos se atrevía a mostrarse ante la casa de Dios, era propio de semejante pecador obrar de ese modo. 

Nada que ver con el Senescal Stolnic y Dubieta otrora Szantovich. Nada que ver con ella y su adorado Niktu. Estando de nuevo en su lugar de invitada, pues se negó a estar más cerca de lo necesario mientras la desgraciada Radovina y el desalmado caballero de los Cárpatos tomaban sus votos sagrados, tomó la mano de su esposo, y le miró. Él si era un hombre fiel y devoto. Aquellas obscenidades públicas estaban lejos de su comportamiento. 

Bueno, bueno... aquello continuaba. Y el beso de la primera pareja no había sido nada comparado con el de la segunda. Veronika escuchó a Tiberiu, y asintió vehemente a sus preguntas. Todas. Miró de nuevo a su madre, que parecía muy molesta, y a su hermano, que tiraba de la manga de Svitlana, en clara intención de que le explicara qué estaba sucediendo.

Ella fue más explícita, como lo había sido el hijo de Dubieta.

-¿Porqué se van así? ¿Qué quieren decir con eso de la noche de bodas? ¡No es de noche! ¿Van al banquete? Madre, ¿se van al banquete ya...?

La espantada del Caballero de los Cárpatos con su reciente esposa sorprendió a todos. Farlas sonrió al verlos pasar.

Vaya, si que tiene prisa por consumar.

Farkas no veía otro motivo por el que salir tan rápido de la iglesia. El banquete no se serviría hasta que todos llegaran, así que no había motivo para llegar tan temprano y ninguna otra cosa apremiaba al caballero que él supiera.
Comenzó a frotarse la espalda contra la puerta para aliviar el picor, pero era inútil, aquello no serviría de nada. Miró al resto de invitados para ver sus reacciones, esperando que al menos aquella fugaz salida invitara al resto a hacer lo mismo en breve. El Capitán había vuelto a largarse dejándolo solo en la capilla con todos los Basarab. Ahora tendría que esperar a que todos se marcharan para escoltarlos de camino al salón donde se serviría el banquete. Al menos la idea de comer unos buenos faisanes le reconfortaba, esperaba que las cocineras no los estropearan.

Schaar miró a Tiberiu mientras preguntaba. Era un niño curioso, como todos los niños, pero maldecía su torpeza por no haberle enseñado a su protegido a ser más discreto. Tendría que hablar con él más tarde. Tenía que reprimir esas ganas del niño de saberlo todo ya.

- Shh... Luego te lo explico, este no es el momento de alzar la voz.- le susurró al niño muy bajo.

Schaar miró de nuevo a los novios y miró hacia el resto de la capilla. Deberían ir saliendo, aunque, eviodentemente, su hijo  debería ser de los últimos en salir. Schaar esperó pacientemente a que la gente fuese saliendo y cuando quedase poca gente, saldrían ellos.

Empiezas a sentir un terrible dolor, es como si las entrañas se te estuvieran quemando.

Empiezas a sentir un terrible dolor, es como si las entrañas se te estuvieran quemando.

De repente empecé a marearme, sentía el sudor frío recorriendo mi cuerpo, estaba mirando a Stolnic, mi marido, cuando un par de lágrimas cayeron por mi rostro, tratando de aguantar el dolor que empezaba a recorrerme. Demasiados recuerdos dolorosos juntos, demasiadas heridas anteriores se habían abierto en aquella capilla. 

Caí ligeramente hacia adelante, tratando de que nadie se diese cuenta que me encontraba mal y susurré al oído a mi marido.

Miré a Schaar con algo de preocupación, él me conocía mejor que nadie y sabía que necesitaba aire fresco, necesitaba salir de aquellas paredes llenas de dolor y sufrimiento.

Sabía que Schaar podía leer sus labios y al acercarse al oído de Stolnic para susurrarle algo, Schaar pudo saber de qué se trataba. Pero Dubieta no sabía cual de los dos actuaría primero.

- Sácame de aquí, por favor... me estoy muriendo por dentro, no quiero más recuerdos de mi antiguo y difunto marido en mi cabeza... necesito aire... por... favor... - dijo todo con un leve hilo de voz, tratando de mantenerse de pie.