Partida Rol por web

HABITACIÓN DE JENSI STOLNIC:

- El noble está ya durmiendo en su lecho cuando oye golpes en la puerta en mitad de la noche.

Me despedí de Lindor y el Sargento Dominik, que rápidamente abandonar la estancia en busca del carro que les llevaría hasta la casa de Pavetta. Me había quedado casi a solas con el joven Tiberiu, y como bien había apuntado aquel guardia, era hora de que los niños se fueran a la cama.

- Seguro que el viaje hasta aquí ha sido muy largo y agotador ¿verdad Tiberiu? - le dije, a pesar de que parecía que aquel muchacho no se cansaba nunca.- Te acompañaré hasta tus aposentos.

Con un gesto de la mano le indiqué al guardia que abriese la marcha y después comencé a andar detrás de él marcando el paso con el bastón.

- ¿Sabes, Tiberiu? Yo también soy muy curioso, como tú, y siempre hago muchas preguntas - sonreí.- Me has dicho que sabes montar a caballo ¿verdad? ¿Quién te enseñó a hacerlo?

En prácticamente un instante, sin haber tenido tiempo para hacer o decir nada, se había vuelto a quedar solo y rodeado de adultos. El otro niño, Lindor, se había marchado con el Sargento, que antes de despedirse no había dudado en negarse a entrenarlo. No le importaba, Tiberiu sabía que para eso podía recurrir a Schaar como en tantas otras cosas y aprendería con él más que Lindor con el otro. Él también se convertiría en un caballero, seguro…

- Me enseñó el caballero Schaar. Tomescu estaba allí- explicó sonriente señalando al guardia que se había acercado a ellos poco antes de que Dominik se marchara. - Tú también- añadió mirando a Maserrak al recordar que se había acercado a saludar a su tía, la de los ojos rojos como un monstruo, en el patio.- También sé griego. Eso me lo enseñó mi madre, ¿verdad Tomescu?- No sabía si él lo sabía, aunque suponía que sí pues el leal guardia de su madre siempre había estado cerca de él.- Y vos, ¿qué me vais a enseñar?- preguntó recordando por un momento los buenos modales que también le había enseñado Dubieta.

- Bueno, eso dependerá de varias cosas - respondí a su pregunta para después desarrollar la respuesta.- De lo que ya sepas, de lo que quiera tu madre que te enseñe y, sobre todo, de lo que tú quieras aprender. Por ejemplo, eso de que conozcas la lengua de los filósofos es una gran noticia, tengo muchos textos que podrás leer, claro está, cuando aprendas a hacerlo - le sonreí.- Eso será lo primero que aprendas, saber leer es extremadamente importante - enarqué las cejas.- Y bien, aparte de eso, ¿Qué te gustaría aprender?

¿Alguna vez le habían preguntado qué quería aprender de forma tan directa? Tiberiu no recordaba que eso hubiera ocurrido nunca. Siempre se habían limitado a enseñarle lo que consideraban importante, quisiera o no. Es más, muchas veces había aprendido cosas sin darse cuenta y sin profesores.

Se pensó muy mucho cómo decírselo, porque lo que era la respuesta la había tenido desde el principio.

- Quiero aprender a ser un caballero.- Y se lo dijo en griego viendo que la noticia de que lo conociese había gustado a su maestro.

MAESTRO MASERRAK:

- En esta época y lugar, el griego no es sólo el idioma de los filósofos de la remota Antigüedad. Es el idioma oficial del Imperio Romano de Oriente, es el idioma de la Iglesia de Oriente (que después será la Iglesia Ortodoxa) y es la lengua de la cultura.

Entre las luces y sombras de las antorchas del pasillo Radovina vio al Caballero de los Cárpatos. Estaba allí parado, mirando, sin moverse. ¿Acaso la esperaba...? Le había visto salir del Salón, y aunque no había tardado demasiado a abandonar ella también al resto de comensales, lo cierto es que no parecía que fuera lógico que el Caballero aún estuviera ahí, sin un propósito concreto.

Pero no tuvo ocasión de averiguarlo, pues cuando sus miradas se cruzaron, el buen Gaurda Boru salió al paso, con la siempre leal veneración que le dispensaba, dispuesto a acompañarla a sus aposentos.

Radovina captó la sonrisa ladeada de Iacov, y la recompensó con una levísima inclinación de cabeza, aunque no con una sonrisa. La joven, apenas nunca sonreía. No con un propósito detrás, y ahora no lo había. El gesto de la noble hacia el Caballero era sólo el gesto que indica que uno ha visto, ha estado ahí. Sin más. No habría conversación, no por ahora.

Cuando él se alejó, hacia la oscuridad sin duda, ella naturalmente no le siguió.

-Guíame de nuevo, Boru, te sigo hasta mis habitaciones, necesito descansar...

Cosa que hizo sin perder un segundo en cuanto su doncella la desnudó, y le puso el camisón que el Ama le había dejado preparado.

- "Mi señora, ese tipo me da escalofríos. Os aconsejo que no os acerquéis a él nunca, y menos a solas." -

Cuando Radovina pasa a su habitación, el guardia se queda apostado en la puerta, pues tiene el primer turno de guardia, aunque ya ha asignado turnos de guardia a otros soldados del séquito de su señora.

HABITACION DE RADOVINA:

- "Señora, este castillo es frío como el Demonio. Perdón..." - Dice mirando un segundo los ojos rojos de Radovina.

- "Vuestro lecho está dispuesto, mi señora." - Agacha sumisamente la cabeza.

-Es cierto, Boru, que es un hombre inquietante. Pero no hay que fiarse de las apariencias. A veces el peligro acecha no en lo obvio, sino en aquello que más inocente parece.

Siguieron hasta las habitaciones, la llama oscilando y alargando a su paso cada sombra que descubría.

Una vez en su cámara, la doncella se quejó del frío. Era cierto, parecía que en el Castillo las comodidades quedaban lejos. Allí se notaba el paso de la guerra, el inclemente resultado de la lucha: la falta de fondos. Radovina miró a la joven Elena con sus ojos escarlata, y los entrecerró.

-Puedes solventar eso para mí, Elena. Calentarás mi cama esta noche. Pero antes sal, y dile a Mariana que vaya a ver a mi prima Dubieta. No tiene doncella, y no veo que le hayan asignado una. -Menudo trato indigno para una invitada...- Dile que se ponga a sus órdenes hasta que se haya acostado. Y luego, que ella misma se retire a descansar.

- "Como la señora ordene." - La doncella sale en busca del ama de llaves.

UN RATO DESPUES:

Llaman a la puerta del dormitorio asignado a Dubieta y Tiberiu.

- "Mi señora, soy Mariana, me envía la dama Radovina para ayudaros en lo que sea menester." -

TRANSCURRE TODA LA NOCHE.

ALBA DE LA MAÑANA SIGUIENTE.

PRIMEROS DE ENERO DEL AÑO DEL SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y SIETE.

El capitán asiente y hace un gesto para que el mayordomo se prepare

- Si. Podéis, y seguramente también debéis. No creo que fuera bueno que se os oyera gritar. - el capitán espera a que el mayordomo se prepare, y entonces, golpea la espalda tal como su señor le ha dicho: un golpe de fusta, con todas sus fuerzas. Es evidente que quiere terminar pronto, pero también lo es que cumple la orden como se le ha indicado. La fusta cae sobre el mayordomo por cuatro ocasiones más, y el dolor es enorme. El capitán es un hombre fuerte. Eso si, los golpes no caen sobre las heridas provocadas, sino siempre sobre partes sanas, lo que, al menos, evita la posibilidad de daños mas duraderos, infecciones y demás. Es poco probable, sin embargo, que Otto se de cuenta de tales detalles. Al terminar deja la fusta y se acerca al mayordomo sin decir palabra y sin mostrar remordimiento alguno

Jensi es despertado por una serie de golpes fuertes en la puerta. Se levanta, encontrándose mejor tras un par de horas de descanso, y abre la puerta, sin hacer preguntas, si alguien vine a buscarme a estas horas debe de ser importante. 

- Por la noche, regresó el carruaje de Durius, con el Sargento Dominik y el lacayo Vasilov.

El alba despuntó, como era inexorable que lo hiciese. El sol alzó sus rayos por encima de la línea del horizonte e intentó posar su luz sobre la fachada del castillo de Alba Iulia, pero en vez de iluminarlo y acabar con la oscuridad, sólo consiguió volver más profundas las sombras. Iacobus, despierto con ya en el filo de la noche y el día, observaba desde un lugar privilegiado. Sentado en un sitio elevado, y aún sólo vestido con las ropas nobles, dedicaba sus ojos a las tierras lindantes mirando más allá de las torres y murallas. No era extraño que ya estuviera activo incluso antes de que el sol saliera. Hacía mucho tiempo que dormía muy poco, quizás desde que tenía memoria. Con el tiempo, aquello sólo se agudizaba más y más.

El movimiento comenzaba en el castillo, pero Iacobus permanecía inmóvil. El sol se levantaba lenta y trabajosamente como arrastrando un peso, como si estuviera encadenado a la luna tal como Sísifo a su piedra eterna. Caía sobre el metal de la espada, del estilete, de la daga. Sacaba brillos a los ojos oscuros de un observador silencioso que aguardaba a que el castillo se llenase de vida, cruzando siervos, encadenados y cautivos, liberados y horrorizados, condenados y locos.

Saludos, Jensi, ¿que tal te encuentras?- le pregunta esperando a que le haga un ligero gesto para pasar a su habitación. Tras ver como se aparta para dejarle paso entra en su estancia- no voy a entretenerte mucho tiempo- dice- tengo un encargo que hacer para el Duque y por eso he venido a visitarte. Verás- era difícil decirlo- el Duque, hasta tu recuperación, me ha otorgado ser el poseedor de su sello ducal, y vengo a recogerlo. Debo de sellar varios documentos con el mismo- lo dice lo más directamente posible. Sabía perfectamente como era nuestro señor, y que las decisiones que tomaba había que cumplirlas- lo tendré en mi poder hasta que te recuperes- añade. No quería que pensase el Senescal que definitivamente iba a perder su posición. A decir verdad, tener el sello era transitorio, hasta que el Duque decidiese si mantener a su Jensi en su puesto o buscar una nueva persona para el cargo. Pero al Chambelán eso no le preocupaba en esos momentos. Simplemente quería recoger el sello, ir de nuevo a su habitación y terminar su tarea. 

...me ha otorgado ser el poseedor de su sello ducal, y vengo a recogerlo... y vengo a recogerlo... y vengo a recogerlo...

las palabras resuenan en la cabeza de Jensi, rebotando sin sentido, hasta que de pronto, tras buscarle cualquier otra explicación, su significado aparece meridianamente. Los ojos de Jensi caen sobre el sello, sus manos lo esconden de forma protectora. ¿Acaso no había sacrificado su vida por el Duque? No, no puede ser, estoy cansado y muchas cosas han sucedido en los últimos días. Quizás el duque tenga razón, necesito descansar un poco para volver a ser el de antes, si alguien sabe cómo sacar lo mejor de cada cual es él. Supongo que sí, que será la mejor opción. 

Todavía de espaldas tras haber sido pasado por el chambelán se quita despacio el anillo, pasa sus dedos por el sello, y dando la vuelta se lo ofrece a su interlocutor. 

Aquí tiene Chambelán, espero recuperarme prontamente y volver a mis quehaceres, espero que tal volumen de trabajo no lo abrume, si bien es cierto que aún me encuentro delicado de salud, si tiene algún problema o necesita cualquier consejo sabe donde encontrarme.

Innya despertó hecha un ovillo sobre un pobre jergón de paja que había localizado en la zona de la servidumbre, junto a las cocinas. El fuego que emanaba de ellas había mantenido el muro en el que había acercado su espalda lo bastante caliente como para que no se hubiera quedado helada, pero cuando se incorporó bostezando no pudo menos que darse cuenta del cambio de situación que vivir en el Castillo representaba para ella, acostumbrada a su habitación en casa de su hermana.

Sin embargo no se preocupó. Era un trabajo, y eso era dinero. Y futuro. Y ella era joven algo que valía un mundo, tenía energía, ganas, y alegría. Se levantó, y buscó a alguien que le dijera dónde podía asearse, peinarse, ponerse mínimamente presentable.

Y qué era lo siguiente que tendría que hacer. Estaba dispuesta.