Partida Rol por web

Tanto Chambelán, hombres de la corte y mayordomos y tengo que ocuparme yo de dar un paseo a la Condesa para que les de tiempo a organizar todo. Agradece a Vasilov la premura para atender a Mulo.

- Maserrak y Lindor han interrumpido los estudios por ahora y reciben a Innya, Dagu y Visany en el patio del castillo.

- Parece que el Capitán de la Guardia también se ha fijado en los tres campesinos que han llegado al mismo tiempo que la comitiva noble, pero de la cual al parecer no forman parte.

Agradece a Vasilov la premura para atender a Mulo.

Se aleja de Vasilov acercándose a los invitados.

Si no están demasiado cansadas del viaje tal vez querrían acompañarnos en una visita alrededor del castillo. Estoy seguro que el Senescal o el Chambelán tienen algo interesante que comentar sobre la reforma que se ha llevado a cabo.

Viendo que Maserrak parece conocer a los campesinos, retira a su hombre con un gesto. Mas tarde le preguntaría a Maserrak al respecto.

No hay escusa posible, mi dama. A pesar de ir de acompañante a la comitiva, ha sido un verdadero error por mi parte no haberla atendido correctamente- la mujer no puso reparo alguno a su situación, no obstante el Chamblelan quiso hacerla ver que estaba arrepentido. Debía dejar impresión de que la corte del Duque esta atento a todos sus invitados. Había cometido un error- reitero mis disculpas- solo esperaba que sus habitaciones lograsen estar en perfecto estado para que la noble descansase.

Enseguida llegué junto a los familiares de Lindor, dejando en un segundo plano al séquito que acababa de entrar en el castillo. Había percibido más de una mirada de desconfianza, de modo que decidí que lo más prudente sería sacar a aquella gente de allí, al menos hasta que pasase un poco el revuelo.

- Innya, Dagu, Visany... ¿Qué estáis haciendo aquí? - pregunté mientras miraba de reojo a ver si descubría a algún curioso que nos estuviera espiando.- ¿Os ha llamado Durius? He visto a algunos hombres mirando con malos ojos, supongo que les parece extraño que entreis en el castillo justo cuando lo han hecho estos nobles.

La apenas esbozada sonrisa de Radovina se amplió ligeramente, pero lo suficiente como para que su rostro se iluminara, dando la impresión de que manaba realmente la luz de él, a pesar de lo imposible de tal cosa. Aceptó las palabras del Chambelán, y las respondió con una inclinación de cabeza, amistosa, que hizo que su cabello dorado se deslizara hacia uno de sus delicados hombros.

Luego permaneció en silencio, a la espera de la decisión que su prima tomara al respecto de la sugerencia que el Capitán de la Guardia acababa de hacerles.

Fue entonces cuando miró hacia Maserrak, y sus pupilas declararon inequívocamente que le reconocía. Inclinó de nuevo la cabeza, esta vez casi imperceptiblemente, en un mudo saludo. Quizá sólo aquel al que iba dirigido lo apercibió.

Dagu dio un paso adelante y trató de hacer un remedo de ¿reverencia? ante el erudito que educaba a Lindor.

- Mestre, Pavetta nos encomendó acercarnos al castillo para solicitar algún oficio para mi joven hermano y un servidor; así como para preguntar si mi tía Innya, hermana de Pavetta, podría ayudar en las cocinas o en cualquier otra tarea en las que os pueda ser útil.

Dagu trataba de ser todo lo formal que su limitada etiqueta de campesino le permitía.

Iacobus esperaba en las puertas abiertas del castillo, con la mano descansando en el pomo de la espada, mientras los campesinos parecían no llegar nunca a destino. Se había dado cuenta que el Capitán había apostado a uno de sus hombres también en la entrada, evidentemente desconfiando de la capacidad del caballero de hacerse cargo de la terrible amenaza de tres plebeyos a pie por un puente, o quizás era que sus dotes de apartarse de la vista para tener ventaja en una posible ofensiva eran tan buenas que el Capitán no lo había visto. Lo cierto es que daba igual. El caballero había mirado de reojo al hombre de la guardia, que no resistiría ni dos asaltos en una lucha contra él, y había decidido que el patio estaba demasiado revuelto para su gusto. Revuelto, pero aburrido. Incluso el niño parecía más divertido que todos los adultos juntos, y sólo ese, pues los campesinos permanecían callados y tiesos como si les hubiesen metido un palo por sitios donde sólo alcanzaban los sacerdotes.

Decidió, por tanto, desentenderse tanto de la guardia de la puerta, de los campesinos que ya parecían tener quien se aburriera con ellos, y de la comitiva que ya tenía con quien enredarse. Dio un paso hacia atrás, y giró sobre sus pies mirando con cierto sentimiento indescifrable al horizonte que había más allá de la vista. A nadie le podía extrañar aquello, siendo un caballero errante como lo era. Giró hasta posar los ojos sobre lo último que estaba sucediendo en la comitiva, que era la profusa catarata de disculpas y mieles varias en relación con la criatura rubia que estaba mirando en una dirección cercana a la suya.

Ojos rojos. Tal como los de Durius eran extremadamente verdes.

Iacobus permaneció mirándolos un instante, sus ojos oscuros como una noche, antes de terminar de dar el giro y alejarse hacia las cuadras, posiblemente a ver cómo trataban a los caballos. Aunque su intención era otra.

Su intención, en los establos, era la de coger de nuevo su caballo para partir a una ronda por fuera del castillo. Y por eso se aproximó al lacayo Vasilov, que había cogido sus riendas.

- ¿Han quitado la montura ya a mi caballo? - preguntó, echando un vistazo a los alrededores - Si es así, quisiera volver a ensillarlo. La guardia estará dentro del castillo, pero no está de más un vistazo a los alrededores tras la estela de los nuevos visitantes.

Nuestras miradas se cruzaron en una especie de saludo silencioso. Conocía a aquella mujer, y no habría podido olvidarla jamás, a pesar de que mi estancia en Ploiesti fue realmente corta. Hace cinco años no parecía más que una niña caprichosa, pero su actuación demostraba hasta que punto había madurado.

Apenas duró un instante pero ambos supieron que el otro había advertido su presencia y que, en mayor o menor medida, se alegraba de que se hubieran encontrado.

-¡Oh! Claro... lo suponía y ya estaba haciendo movimientos al respecto, joven Dagu - dije posando mi mano sobre su hombro.- Ahora no es un buen momento, al menos no hasta que se haya disuelto la comitiva... Haremos una cosa, Lindor, lleva a tu familia a la sala donde hemos estado estudiando, me reuniré con vosotros enseguida pero antes debo saludar a alguien - les miré a todos uno por uno.- No os preocupeis, no pasará nada, si alguien os pregunta no tenéis más que decirle que vais conmigo ¿de acuerdo?

Les seguí unos instantes con la mirada y después continué mi propio camino para encontrarme con la dama Radovina Szantovich, le debía un saludo al menos, por su hospitalidad al pasar por sus tierras hacía años.

MASERRAK DE FLAMBEAU:

- Te alegras interiormente de que el Caballero de los Cárpatos haya perdido el interés en los recién llegados y se haya alejado.

- Es un caballero errante, en teoría nada más que eso, que se puso hace cinco años al servicio del Duque Kadar. Sin embargo, siempre te ha dado muy mala espina.

- Tienes el pálpito de que hay un poder encerrado en él, un poder maligno.

- El Caballero Radoslav de los Cárpatos recupera el caballo de monta del Duque, que aún no había sido desensillado, y monta de nuevo.

- Poco después abandona el castillo por el puente, en dirección a la ciudad.

Las palabras del pequeño fueron pocas pero correctas, suficientes para un niño de cinco años. Notó cierta confusión en su rostro pero decidió que era mejor pasarlo por alto no fuera a complicarse todo con alguna de sus ocurrencias.

- Será un placer, Chambelán Teleki –asintió ligeramente y entonces se dirigió a su hijo- Acompañaremos al Chambelán ante el Senescal Stolnic y luego, si no surge nada de mayor importancia, podrás ver a los caballos.

No había cabida a réplica alguna pues sabía Tiberiu que era uno de esos momentos donde su madre esperaba que se comportara con suma educación. Entonces se unió a la conversación otro hombre que no se presentó, pero a cambio pareció muy dispuesto a mostrar la nueva gloria de aquel lugar.

- Ciertamente el castillo es impresionante, digno hogar de un Duque; y os aseguro que mi hijo estará más que dispuesto a ser partícipe de tal ofrecimiento –inclinó ligeramente la cabeza a modo de agradecimiento por la invitación. Sin duda debía tratarse de un hombre importante en aquel lugar como para ofrecer aquel detalle.

Asistió al cruce de palabras entre su prima y el chambelán sin mostrar ningún signo de contrariedad. Lo que opinara al respecto era algo que se guardaba muy bien. Cuando terminaron fue el momento de guiar la situación.

- Os acompañamos pues… -no hacía falta indicar que era momento de presentarse ante el Senescal.

Era momento de abandonar el patio de armas no sin antes dirigir su mirada a Schaar, un gesto simple pero claramente significativo. Un Caballero siempre debía acompañar a su dama.

Tiberiu hizo caso a su madre aunque no le gustara la idea. Al menos tenía apalabrada una visita a las cuadras, aun cuando su madre había dicho que dependía de si sucedía o no algo más importante. Además el joven niño era incapaz de imaginar una situación en la que ocurriera algo de mayor relevancia que la visita, ya que en su escala de cosas importantes ver un caballo tenía una posición privilegiada solo por debajo de ver dos y luego de ver tres. La lista seguía así con cuantos números conocía o era capaz de imaginar hasta llegar a“muchos caballos”, que era lo máximo, y como sabía que en las cuadras habría “muchos” daba la visita por asegurada.

Sonrió imaginándose la visita y con resignación buscó a ciegas la mano de su madre mientras echaba un vistazo a su alrededor. Su mirada muy parecida a la de un preso a punto de perder su libertad se detuvo en todo cuanto le llamaba la atención. Cuando encontró la mano de Dubieta cerró la suya en torno a la de ella -esas eran las peculiares cadenas de su prisión-, y la siguió.

Disculpadme acabo de caer en la cuenta que el Chambelán tan solo se presento a si mismo cuando acudimos a recibiros a las puertas de la ciudad.
Mi nombre es Ferenk Zarak, y soy el Capitán de la guardia. Es un honor tenerlas aquí. A ambas.

Dice mirando primero a una y después a la otra de las mujeres y haciendo una ligera reverencia a cada una.

Bueno y a Tiberiu también. Su pasión por los caballos me hace rememorar mi propia infancia. Parece un gran chico.

Ahora que lo pienso, la yegua que esta preñada de Mulo esta por parir. Con un poco de suerte, si tiene mas de una cría podría regalarle una al joven. Si solo tiene una, también se la regalare. Mulo aun puede aguantar un poco mas.

Le resulto curioso al principio que nadie acudiera al carromato de la prima de su señora, pero luego se descubrió el olvido, aunque él había realizado las presentaciones oportunas, que parecieron quedar de puertas para fuera.

Tras el momento de confusión y disculpas, les ofrecieron una tourné por las instalaciones, a lo que ambas damas aceptaron y, aunque no era lo que más le apetecía en aquellos momentos después de tan largo viaje, Schaar se vió en la obligación de realizar. Sólo había una cosa que pudiera hacerle olvidar el cansancio, Dubieta.

Muchas caras nuevas habían aparecido en aquel patio de armas, y algunas le habían resultado familiares, muy familiares, por lo que no dudó un instante de situarse junto a su Señora como si de una sombra se tratara.

La entrada del caballero supuso una pausa en las tareas del lacayo - Caballero Iacobus en qué puedo ayudaros -

Escuchando con atención la petición del visitante el joven se apresuró en dirección a uno de los cubiles - Por supuesto que está listo, he comenzado las atenciones de los caballos visitantes pues parece que más tarde vendrán y supuse que era importante dar una apariencia atenta - entregando las riendas del caballo - ¿Necesitáis algo más? -

El caballero salió del establo en dirección a la puerta del castillo lo que permitió a Vasilov continuar con sus tareas

Acompaño al maestro Maserrak de Flambeau a través del camino que separa la habitación de mi estudio de la actual posición de los miembros de mi familia que habían llegado al Castillo en busca de un trabajo, tal como había oído en mi casa la noche anterior. Mis pasos intentan alargarse para alcanzar las zancadas de mi maestro, pero mis pequeñas piernas de niño apenas alcanzan las del hombre cuando me pongo a correr a su lado.

Una vez llegamos donde están, los saludo nuevamente con una inclinación, tal como mi maestro me enseñó. Escucho atentamente las palabras de mi maestro y la respuesta sincera de mi primo mayor. Asiento a las palabras finales de mi maestro, pues veo muy acertada su decisión de sacar a mi familia de ese lugar, pues de momento, es un hervidero de tensiones que no termino de comprender.

Les indico con la mano que me sigan y me encamino a la habitación, donde hago que entren y cierro la puerta detrás. Una vez estamos dentro, entre libros y candelabros, les indico con alegría a mis familiares la sala, los cómodos asientos en los que estudiamos, el fuego de la chimenea, las plumas y sus tinteros, las velas y los papeles mientras les digo:

 - "Aquí es donde el Maestro Maserrak me enseña todo lo que aprendo. Mira Visany, aquí se escribe. Estos son libros de matemáticas, Dagu, de ellos aprendo a calcular cosas. Y aquí nos sentamos tía Innya."

Estoy muy alegre, pues siempre había querido compartir mi nuevo mundo con los míos, a quienes veo menos de lo que quisiera, pero entiendo la importancia de mi educación, pues es con ella y con lo que me depare en la vida que podré darle una buena vejez a mi madre. Sigo muy feliz mostrándoles todas las todas las cosas que conforman la sala de estudio, esperando a que el maestro Maserrak regrese.

Sigo a mi primo por los pasillos del Castillo hasta la habitación en donde nos ha dicho Maserrak que le esperemos.

A medida que avanzamos por el interior del Castillo me quedo sorprendido del esplendor y magnificencia del mismo pues nunca había visto nada igual.

Al llegar a la habitación mi primo empieza a enseñarnos todo lo que contiene y no puedo menos que fascinarme de todo lo que hay en ella sobre todo la cantidad tan enorme de libros que hay en su interior.

- Si esta sala tiene tantos libros, ¿cuantos tendrá la Biblioteca? - pienso mientras miro boquiabierto todo a mi alrededor.