Partida Rol por web

SENESCAL STOLNIC:

- A esta hora el banquete estará en su apogeo.

- Tú y tu esposa tenéis que estar allí. Es un deber inexcusable.

Pero será mejor que vayamos al banquete- dice el Senescal- nuestra presencia se requiere inmediatamente y será mejor que vayamos cuanto antes al salón con nuestros invitados- hace un gesto a Dubieta para que le siga al banquete.

Schaar asiente ante el Senescal y mira a Dubieta. Ahora que el Senescal era el esposo de Dubieta, debería acatar sus órdenes. A no ser que Dubieta lo negase. Espera un tiempo prudente a que Dubieta niegue o no la petición del Senescal, y empieza a caminar.

- Traeré a su hijo a su lado, mi señora.- dijo agachando levemente la cabeza.- Sería prudente que Tomescu se quedase con el señor y la señora.- dice antes de partir, con paso acelerado hacia las cocinas

Asintió ante la orden de su esposo, quería a su hijo cerca y cuanto antes mejor.

Cogió el brazo de Stolnic y se agarró fuerte, aún se sentía algo mal.

- Por supuesto, es nuestra boda, debemos estar presentes en el banquete, pero antes... - miró a Tomescu - guardia Tomescu, acompáñenos. Si es cierto que el ambiente está algo tenso no quiero estar en el salón sin un guardia que me proteja. Así pues, vámonos.

El Senescal asintió a las palabras de Dubieta y juntos fueron al salón principal, seguidos muy de cerca del guardia Tomescu.

Finalmente, el senescal Stolnic, la Dama Dubieta, el caballero Schaar Dvy y el guardia Tomescu abandonan las estancias de invitados, dejando tras de sí sólo el eco de sus pasos...

Tarde, cada vez más tarde. Totalmente conscientes de que la Dama Dubieta llega excesivamente tarde a su propio banquete de bodas, ella y sus acompañantes, el guardia Tomescu y Niziya, entran en las estancias de invitados. 

Nada más entrar, abrí la estrecha ventana para ventilar la habitación un poco y que entrara algo de aire. Una ligera brisa me acarició la cara antes de girarme en dirección opuesta. Me dirigí al armario y lo abrí de par en par, separando las vestimentas con sumo cuidado y pasando la palma de la mano para aplacar alguna ligera arruga producida por el movimiento. El armario olía realmente bien, y también la ropa. 

-En cuanto la señora elija una vestimenta que le parezca adecuada, la ayudaré a vestirse -dije, servicial y un poco fría. No era por la dama, si no porque no podía parar de imaginarme a uno de mis hijos como a Mariana. Ojalá este día acabase pronto, las emociones empezaban a sobrepasarme un poco y afectarme al carácter. 

Miró a Niziya con seriedad, vio que estaba alterada aún y Dubieta quería saber qué había ocurrido.

- Deja en la cama el vestido de seda verde oscuro, por favor. Es elegante y no destaca mucho, creo que es perfecto para la ocasión. -puso una mano en el hombro de la criada - cuando lo dejes puedes sentarte en la silla que hay en la habitación contigua, Tomescu, acompáñala a la otra habitación y tomaos un respiro, hay agua y creo que algo de vino. No os preocupéis, creo que os merecéis un leve descanso. - miró fijamente a Niziya - cuéntame qué ha ocurrido, te escucharé desde este lado de la habitación.

-En ese caso, si no precisa mi ayuda para vestirse...

Obedecí. Fui junto al guardia al habitáculo contiguo, me serví un vaso de agua y aún sedienta me bebí un segundo. 

-Me temo que no puedo decirle nada, ya que es poco lo que yo sé. Estaba sirviendo los faisanes a los niños en el banquete, y cuando regresé a las cocinas, el ama de llaves, Mariana, estaba con la mandíbula literalmente colgando. Había mucha sangre... Estaba fatal, con la carne desgarrada por todas partes. -quise evitar esa imagen en mi cabeza, y además no creí que a Dubieta le interesasen detalles escabrosos- Maserrak, que estaba en las cocinas, me pidió ayuda para trasladar el cadáver hasta la capilla. Eso es todo.

Sin que nadie la viese se vistió, el tono oscuro del vestido lograría ocultar levemente las manchas, en caso de que se manchase. Escuchó con atención lo que la criada le contaba y cada vez se sorprendía más.

- ¡Oh, dioses! Pero... ¿cómo pasó eso? quiero decir... ¿Quién fue? - al estar ya vestida se dirigió a la habitación donde estaban Niziya y Tomescu - no puedo creer que Mariana esté... muerta - cayó en una de las sillas que había libre - puedes... ¿puedes peinarme, Niziya?

Le dio el cepillo a la criada y esperó, con la mirada perdida y el rostro marcando la incredibilidad, realmente Dubieta no creía aún que el ama de llaves hubiese muerto... y menos de aquel modo.

Tomescu acompañó a su señora y esperó paciente a que se cambiara de vestido. La imagen de la dama Radovina, con manchas de sangre desde la cabeza hasta los pies, le hizo sentir un escalofrío por la nuca y bajando por la espina dorsal. Su mente recorrió el tiempo y la imagen de su señora, de Dubieta, le vino a la mente, temible, segura de si misma, implacable.

Se preguntó, por qué se comportaba tan raro ese día, recordó que poco después del anuncio del Duque, de conceder matrimonio con el Senescal, su señora cambió. Tomescu suspiró, echaba de menos a la Dubieta de antes. Frunció el ceño y apretó los labios. Maldito castillo, maldito lugar, le ha robado la esencia, le ha robado el alma... mi señora Dubieta, nunca será igual... nunca.

Se mantuvo a la espera, no lo parecía, pero mejor estar atento por si le iba a dar otro desmayo. Lo que no le pasó en toda la vida, le pasaba hoy.

Volviendo a la habitación y tras doblar debidamente la ropa que acababa de quitarse Dubieta, tomé el peine que me ofrecía y empecé a cepillarle el pelo con mucho cuidado, para que no se enredara.

-No... no puedo decirle mucho más, como ya le he comentado, Señora. Vi a la pobre Mariana con la cara destrozada entrar a la cocina junto a Maserrak, quien vociferaba pidiendo paños calientes. Poco después, tuve que abandonar la estancia para continuar sirviendo el banquete, y cuando regresé...

Sollocé, no pude evitarlo. Pedí disculpas a la señora mientras agarraba otro mechón y lo peinaba hacia abajo, desde la raíz.

-Discúlpeme, Señora. Cuando regresé... estaba muerta. El mismo Maserrak me pidió trasladar su cadáver a la capilla cuando nos cruzamos con el Secretario.

Evité hablar de más. De nada serviría contarle a la dama que había oído decir que los Basarab estaban detrás del ataque a Mariana y mis sospechas de que en realidad había muerto asfixiada, y quizá no por causa de sus heridas. Seguí peinando su largo cabello mientras tanto.

Quedó pensativa, pero no le dio mayor importancia, era una ama de llaves la que había muerto pero lo importante era por qué el boyardo pegó a Mariana, estaba casi segura que las intenciones de los basarab ante esta situación no eran otras que aprovecharse y, seguramente, tratar de matar a los que consideraban enemigos.

Los llanos de Niziya no la conmovieron, ni siquiera dijo nada al respecto.

- Está bien, creo que ya es hora de volver al salón, cuanto menos tardemos, antes podremos saber qué ocurre y ver si podemos calmar los ánimos o si, por lo contrario, tendré que huir con mi hijo.

Mi hijo... ¿Qué sería de los míos? ¿Estarían bien Dagu y Visany? No me sentía nada tranquila con ellos en el salón, en la misma habitación que esos bárbaros Basarab. ¿Y si les pasaba algo? La sugerencia de volver al salón de la señora me aclararía todas estas dudas.

-En seguida, Señora. Voy detrás de usted.

ESTANCIA DE DUBIETA:

- Apenas entra luz ni aire por la estrechísima ventana de la habitación, una saetera en realidad.

- La habitación está en la planta baja, al nivel del suelo, y en el exterior está el islote artificial sobre el que se asienta el castillo y después el río. Si la ventana fuese mayor, pondría en peligro la estructura del castillo ante cualquier ataque, además de que sería un vulnerable punto de entrada.

- Dama Dubieta Stolnic sale de su habitación seguida de Niziya. En el pasillo las aguarda el Guardia Tomescu, que las acompaña de nuevo al Patio del Castillo.

- Llegan: Dama Dubieta Stolnic, Tiberiu Radomir Szantovich, Schaar Dvy, Guardia Tomescu, Caballero Zuyla Dravescu, Zort Dravescu.

- Vamos padre, hay mucho de que hablar. - indicó Zuyla mientras se encaminaba a sus aposentos.

- Mi señora - se despidió de la Dama Dubieta con una inclinación de cabeza - tenga buenas noches. - y finalmente saludó también con la cabeza al caballero Dvy antes de encaminarse hacia la puerta de su habitación.

-Buenas noches, caballeros. Tanto como sea posible, que me temo que no será demasiado.

Dama Dubieta inclinó en un saludo breve su rostro perfecto, de niña aún, que no parecía mostrar cansancio ni se veía deslucido, a pesar de que ella debía estar exhausta.

Tomó a Tiberiu de la mano y se dirigió a su habitación.