Partida Rol por web

O eres imprudente o idiota- es lo único que se le ocurrió pensar al Senescal al ver como se arrodillaba delante del nuevo chambelán. Desde luego, su acto podía interpretarse de múltiples maneras... solo esperaba que el Duque no se lo tomase muy mal, de lo contrario podrían tener un miembro menos en la corte. 

Bien hecho- estuvo a punto de sonreír ante la actuación de Otto. Desde luego, logró salir del apuro con dignidad. Podría llegar a ser un buen chambelán.

- "Alzáos pues como Emisario a mi servicio, anciano Zort.

¿Y vos, Caballero Zuyla de la casa Dravescu?" -

Hace un frío terrible en esta oscura noche en el interior del gran salón casi en tinieblas, tan pobremente iluminado por unas cuantas velas.

La bandeja le pesaba como mil demonios, quizá por eso había tardado en notar el frío que hacía en el Salón del Trono. En realidad, era todo el Castillo frío. Ya lo había sufrido durante la noche anterior, en las dependencias del servicio. Por suerte se había agenciado un lugar junto al muro que daba a los fogones al otro lado, en las cocinas.

Pero ahora empezaba a entumecerse, la gélida oscuridad calaba en los huesos y en la carne...

Zuyla apretó instintivamente los dientes, otro descuido por parte de su padre, aquello podría convertirse en un serio problema de continuar así, mas de nuevo el Duque decidió obviar el descuido de Zort, y pasó rápidamente a depositar en el propio Zuyla toda su atención, y, por ende la del resto de la Corte.

El caballero se irguió entonces en toda su envergadura, que desde luego no era nada desdeñable, para avanzar tan sólo un par de pasos, con solemnidad, en dirección al Duque. Una vez dio aquellos simples pero tan importantes pasos, que lo acercaban para situarse en una posición que confería cierta vulnerabilidad al Duque, Zuyla desenvainó lentamente su hoja, con la mano derecha, dejándose caer con elegancia de nuevo sobre la rodilla, al tiempo que apoyaba el otro extremo de la espada en la palma de su mano izquierda, la cabeza gacha, ofreciendo el arma al Duque.

Mi señor, yo, Zuyla de la casa Dravescu, llamado por algunos el Matavampyr, os ofrezco todo cuanto poseo, incluida mi propia vida, para que hagais con ella cuanto considereis oportuno, y juro serviros fielmente en todo cuanto dispongais, hasta el fin de mis días. Que mi alma sea condenada eternamente, si alguna vez falto a este mi juramento.

No se había movido durante todo el episodio, la madre amantísima junto a su vástago, un conjunto escultórico de una belleza sublime, sólo animada por el nervio y vigor del chiquillo.

Pero algo en el juramento del Caballero Zuyla rompió ese efecto de serenidad en ella. Se tradujo en un leve parpadeo, un suave desconcierto. Aunque, lo que fuera que lo causó, quedó en su mente.

El tiempo seguía corriendo y la situación en general no cambiaba. Tiberiu seguía en el mismo sitio con la misma cara de aburrido y agarrado de la mano a la misma persona. Desde su lugar lo único que había visto cambiar había sido la posición ocupada por el mayordomo que se limitaba a moverse adelante y atrás, por el hombre viejo que se arrodillaba y se levanta y por el otro que acababa de sacar su reluciente espada.

En ese momento el acero en el que danzaban las trémulas llamas de las antorchas captó toda su atención. Se giró hacia Schaar y empezó a señalar con insistencia al caballero que se acababa de arrodillar.

- Mira Schaar- susurró en el tono más bajo que le permitió su excitación.- Mira, mira. Tiene una espada. ¿Es un caballero como tú?

- "Y yo, Duque Gyula Kadar, Caudillo de la Tribu Kadar, señor de Hungría Oriental y Duque de Transilvania, Moldavia y Valaquia, acepto vuestro juramento de fidelidad.

Desde este momento, sois el tercer Caballero de mi Corte y mi leal vasallo. Yo soy desde ahora vuestro señor feudal y os ofrezco mi protección y sustento, el pan y la sal.

Desde mañana ayudaréis al Capitán Ferenk Zarak en la tarea de defender y vigilar este castillo y también la ciudad de Alba Iulia cuando se os requiera. También ayudaréis al primer Caballero de la Corte, Durius Tremere, señor de Slobozia, en toda misión o tarea que se os encomiende.

Mayordomo, presenta a los Dravescu ante toda la Corte y ocúpate de que cenen, descansen y estén bien atendidos. Y de que dispongan de alojamiento y de cuanto necesiten." -

- Las puertas se abren y entran algunos sirvientes con bandejas de comida y jarras de vino que ponen en la gran larga mesa en el centro del Salón.

- El ambiente se vuelve un poco más relajado y distendido.

- En la mesa se colocan unos pocos candelabros.

El pequeño Tiberiu comenzaba a dar síntomas de madurez, se había mantenido tranquilo y sin llamar la atención bajo la protección de su madre - Sí, es un Caballero al servicio del Duque. Eres un chico muy observador - contestó en un susurro cuando la situación se relajó, pero Schaar se mantuvo alerta, observando en todo momento qué hacían los demas, en especial el Duque.

La corte termina con rapidez y sin sobresalto alguno, a excepción, claro esta, de la prematura muerte del antiguo Chambelan. Aparte de eso, el juramento de los dos Dravescu se desarrolló justo como se esperaba. Tras finalizar, el senescal se dirigió hacia el Mayordomo.

Enhorabuena por tu nuevo cargo, Otto- le dijo- desde luego te lo mereces, y mas con la magnifica actuación que has realizado.

Ante la entrada de los sirvientes con la cena, Innya supo al instante qué hacer. Cruzó apenas una mirada con el Chambelán, y otra con el Senescal. Pero ambos estaban a sus cosas, como era lógico. No iban a mantenerse pendientes de ella, aún así, ella no les defraudaría.

Se acercó enseguida a la mesa, y dejando la bandeja ayudó a colocar los platos, y todos los enseres que habían traído. Distribuyó copas, colocó cubiertos. Sabía muy bien como hacerlo, en casa de su padre siempre se había mantenido un cierto grado de etiqueta. Pueblerina, sí, plebeya. Pero muy correcta, él había sido uno de los miembros del Consejo de su tierra, Slobozia, y no se había descuidado la educación a su vera.

Por eso se vio capaz hasta de amonestar cariñosamente a uno de los chicos que servían como pinches.

- Deja ese plato a la izquierda, muchacho, el pan siempre a la izquierda del comensal. Para que no estorbe a la hora de comer.

La luz de los candelabros, aunque aún escasa para la enormidad de la Sala, alegró el ambiente. Los cubiertos y las copas arrancaron destellos bajo su luz, Innya sonreía de nuevo.

Cuando terminaron de colocarlo todo ella no se marchó, sino que se mantuvo de nuevo en un segundo plano, dispuesta a servir el vino, o a trinchar la carne, o lo que le fuera requerido.

Al ver como el Senescal felicitaba a Otto estuvo tentada de acercarse a su vez, y darle su enhorabuena. Pero se refrenó. No, no era apropiado.

Pero lo haré, buscaré un momento cuando no estemos ante toda la Corte, y le felicitaré. Ha sido una pena por el pobre hombre que ha muerto, pero él se lo merece. Aunque le comentaré eso de la joven Szantovich... menudo mal presentimiento...

Zuyla respiró aliviado cuando la ceremonia oficial llegó a su término. Por fin, habían completado su tarea, su misión que tantos meses de retraso había costado. Le resultaba extraño el haber averiguado que su padre no había sido llamado a la Corte, pero al menos, había logrado un lugar digno, una posición honorable en la que acabar sus días.

Así, tras el permiso del propio Duque Kadar, Zuyla se acercó a la mesa para tomar una copa de vino, y comenzar a charlar para relacionarse con los presentes.

Su primera elección fu acercarse al Mayordomo, ahora Chambelán de la Corte, con quien ya trataba el propio Senescal Stolnic.

Me gustaría sumarme a la enhorabuena, Chambelán continuó las palabras del Senescal, ofreciendo su copa para brndar con ambos hombres Por la nueva etapa que se nos presenta.

- "Si me disculpan." -

El Duque se levanta de su trono y todo el mundo se pone en pie en silencio, respetuosamente.

El Duque se dirige a la oscuridad reinante tras su Trono Ducal y desaparece entre las sombras. Sin duda hay una salida en la pared del fondo.

La muerte de Lorand Teleki había pasado sin pena ni gloria, como si a nadie le importase realmente que un hombre hubiera muerto en el castillo. Entendía que al Duque Gyula no le importara lo más mínimo, al fin y al cabo Lorand Teleki era un sirviente más y en su perpetua ausencia alguien se encargaría de hacer su labor, además ya había mostrado su frío carácter en otras ocasiones por lo que, ciertamente no me sorprendió. Pero ¿y el resto de los presentes? salvo el propio Mayordomo Otto que parecía afectado por el hallazgo del cuerpo, el resto estaban más interesados en felicitar a Otto por su nuevo cargo.

" Algo no funciona bien en este castillo -pensé asombrado.- Esto es de locos..."

Pero como a mi si que había afectado la noticia, no es que Lorad Teleki fuese mi amigo pero no dejaba de ser un sirviente del Duque, decidí que había llegado el momento de averiguar todo lo posible sobre su muerte, seguramente el Mayordomo Otto podría revelar más detalles sobre cómo encontró el cuerpo.

- Mis señores - saludé con una reverencia a todos lo que rodeaban al Mayordomo en aquellos momentos.- Es consternación lo que leo en vuestro rostro, Mayordomo Otto, encontrar el cuerpo sin vida de un compañero no debe ser plato de buen gusto... Entiendo que no queráis tratar el tema en estos momentos, lo comprenderé si es así, pero creo que deberíais contarnos los detalles para ayudarnos a comprender lo que ocurrió - recapitulé mentalmente para recordar las palabras que había pronunciado.- Decís que fue un accidente ¿no es cierto?

La sesión de la corte había finalizado y la cena había sido servida. El mayordomo, como el resto, acudió a la mesa y ocupó su lugar en ella. Los platos repletos de comida fueron servidos, pero Otto se limitó a mirarlos. No tenía intención de comer pues no tenía el estómago demasiado asentado y aun de haberlo tenido carecía de apetito. Aun así tras mirar durante un rato fijamente a su copa vacía se le antojó un poco de vino.

 - Gracias- respondió con la misma fría cortesía tanto a las enhorabuenas como a Innya cuando le sirvió el vino, aunque el que dedicó a la sirvienta pareció ligeramente más sentido.

Cuando Maserrak habló dio un par de sorbos al tinto para atemperar su ánimo antes de responderle.

- ¿En serio lo creéis necesario Maestro? ¿Queréis detalles en plena cena, delante de un crío y con el cuerpo de Lorand todavía caliente? Creo conoceros lo suficiente como para saber que es vuestra naturaleza curiosa la que os guía y no intereses espurios y morbosos, pero hay un momento y un lugar para la curiosidad y ciertamente no es este.

Es cierto que puede no ser el mejor momento terció Zuyla, con cuidado de no ofender la dignidad de ninguno de los interlocutores siendo como era, aún, un extraño en el castillo. Sin embargo, quizá más tarde, cuando la ocasión sea propicia, podríamos tratar el tema. sugirió Entiendo perfectamente que soy un recién llegado, pero las circunstancias nos han unido, señores, y mentiría si dijera que lo ocurrido no me ha preocupado. Además, dijo mirando fugazmente a la joven noble, Radovina Szantovic, hay cosas que necesito que se aclaren...

- Me preguntáis si lo creo necesario, y mi respuesta es rotunda: si, por supuesto que lo creo necesario - respondí sin vacilar.- aunque coincido con vos y el Caballero Zuyla en que puede no ser el mejor momento ¿Pero cuándo será el mejor momento, Mayordomo Otto? Lo cierto es que nunca es buen momento para tratar estos temas pero es necesario, un hombre ha muerto dentro de los muros del castillo, me parecería frívolo ignorarlo.

Les sugiero, señores continuó Zuyla, aliviado por ver que no era recibido hostilmente en aquel círculo, probablemente el de más influencia en palacio que mantengamos una reunión tras esta fiesta. La situación es lo bastante importante como para llevarla a cabo antes de retirarnos a descansar, creo yo. dijo, mientras daba vueltas al vino que había en su copa con lentos pero fluidos movimientos, sin apenas probarlo.

- ¿Qué situación? Sinceramente, o carezco de información o se me escapan vuestros razonamientos.- Otto se encogió de hombros, pero mucho antes de completar el movimiento una punzada de dolor hizo que torciera el gesto. Seguía ahí aunque con todo lo ocurrido casi se le había olvidado.

Tras ahuecar los ropajes a su espalda continuó hablando.

- Lo que se hace cuando una persona muere es guardarle luto, rezar por su alma y enterrar su cuerpo con los debidos honores. Por respeto a su familia y por encima de todo por respeto al finado.- Llevo la copa de nuevo a sus labios. No entendía la frialdad con la que la mayoría había recibido la noticia, la falta de escrúpulos a la hora de encauzar todos sus esfuerzos en algo completamente diferente a honrar al difunto. ¿Solo el Senescal y él lo conocían? ¿Solo al Senescal y a él les importaba Lorand Teleki?

Cogió aire y lo dejó escapar dando forma a una frase mucho más cortes que las que rondaban por su cabeza en ese momento.

- Lamentablemente no dispongo de tiempo para reuniones clandestinas. ¿Qué queréis saber? ¿Qué os parece tan importante más allá de que un buen hombre ha fallecido? Quizá una vez saciada vuestra curiosidad el resto podamos dedicar nuestro tiempo llorarle.

La ya habitualmente pálida faz de la joven Szantovich parecía ahora nívea como una escultura del blanco mármol clásico. Sus facciones suaves y perfectas se veían como cinceladas por una mano de artística inspiración creativa. Un ángel, para unos. Para otros... su mirada negaba esa opción. Pero sólo los supersticiosos, los ignorantes, los pusilánimes. Aunque, ¿quién podía afirmar nada, en uno u otro sentido...?

La mujer, después que el Duque hubo abandonado el Salón, acudió andando silenciosa hasta donde se habían reunido los hombres. Y en silencio les escuchó. Triste, y sin duda, dolida. Por fin, tras dejar que las palabras se cruzaran, como se cruzaban miradas de odio, como se cruzaban espadas, intervino.

-Yo ya le lloro, y, sin embargo, no tuve más que unas horas para conocerle, y respetarle. Pero fueron suficientes. Era un hombre amable, y ponderado. Su... muerte... me ha trastornado. Mucho. Por eso, y sin esas extrañas y morbosas connotaciones de simple curiosidad de las que habláis, sino desde el aprecio, deseo saber las circunstancias de su fallecimiento.  Chambelán.