Partida Rol por web

Creo que el chambelan tiene razón- interviene el senescal. A pesar de que él tenía ganas de conocer los pormenores de la muerte tan repentina del antiguo chambelan, este no era ni el momento ni el lugar para discutir sobre ese asunto. Además, ciertos comentarios que se estaban realizando estaban siendo, cuanto menos, preocupantes- además, con vuestras palabras parece que sospecháis de que haya ocurrido algo mas con la muerte de Lorand. ¿Estáis insinuando algo?- pregunta- el chambelán a muerto por un accidente, nada mas que eso. No hay mas que discutir- zanja. Sus ojos recorren al pequeño grupo que se encontraba alrededor de Otto, hasta finalmente posarse en el mayordomo- cuando acabe la cena, podríamos reunirnos para hablar de ciertos asuntos que vamos a tener que tratar. Quizás deba ponerte al día de algunos puntos por tu nuevo cargo. Espero que no te sea incómodo hacerlo después de la cena.

Fue la voz serena de la Condesa la que rompió la tensión del momento. Había dejado a Tiberiu, su hijo, sentado a la mesa, comiendo junto a su Caballero, Schaar. Y ella misma hizo acción de sentarse al otro lado, cuando la pequeña discusión acerca de las circunstancias de la muerte del Chambelán Teleki le hicieron cambiar de intención. Se giró, elegante y sobria, y con su sonrisa de trazo impecable avanzó hacia ellos.

-Caballeros... prima. Por favor, sentémonos a la mesa, y demos cuenta de la cena que el Duque nos ha proporcionado, con la lógica tristeza debida por la situación, pero sin asperezas. Senescal, no veo que nadie haya insinuado nada de lo que decís, sólo se ha manifestado interés por el fenecido Lorand Teleki, no por el hecho luctuoso en sí. No hay discusión, creo que os habéis equivocado en eso.

Era verdad, nadie había insinuado nada en absoluto, si uno repasaba las palabras de cada uno de los que había intervenido.

Dubieta fijó su mirada en el anciano rostro de Stolnic, con la expresión teñida de piedad. -Estaréis cansado, buen Senescal, entiendo vuestras necesidades y vuestras equivocaciones. ¿Qué tal os encontráis, Mi Señor...? Espero que el trastorno que ayer os aquejó haya desaparecido en su mayor parte...

La intervención de la Condesa Dubieta Szantovich alivió, en parte, las tensiones que se estaban creando en torno al asunto de la muerte del Chambelán.

- Yo mismo no habría podido expresarlo mejor, Condesa Dubieta - dije en cuanto terminó de hablar.- Os apresuráis, Senescal, a desviar un golpe que no se ha producido... Entiendo que la muerte de Lorand Teleki os afecta, claro está, como me afecta a mi y los que aquí nos estamos reuniendo - abarqué a los presentes con un gesto de la mano.- de otro modo la noticia habría pasado de largo como la brisa matutina.

Estaba dispuesto a terminar el banquete en paz y tratar el asunto más tarde, porque debía ser tratado y gestionado con la mayor eficiencia posible. Y no sólo me refería a la causa de la muerte, no sería el primer en morir de un desafortunado accidente, pero había otros detalles de tinte más administrativo que era necesario resolver.

Ciertamente nadie ha insinuado nada. Pero sugerir realizar una reunión para discutir sobre la desgraciada muerte del chambelan me ha sonado excesivo- dice- al fin y al cabo, ¿que podemos tratar? si acaso, habrá que arreglar algún que otro asunto administrativo, y el nuevo chambelán y yo debemos reunirnos para tratar varios asuntos de la corte, pero poco mas. Y para esto no se necesitan mas reuniones de todos nosotros, solo de Otto de Sajonia y de mi. Y en todo caso, del señor Maserrak- quería acabar con esa conversación que ya no llevaba a ningún lado- siento que mis palabras hayan sonado extrañas, y espero que a nadie les haya ofendido.

AVANZADA LA NOCHE.

Zuyla frunció el ceño, disgustado. No estaba acostumbrado a aquellas ásperas palabras, y desde luego no las esperaba de aquel hombre que en teoría debería ser el primero en querer dilucidar lo que podría estar ocurriendo. Sin embargo, el caballero sacó su flema más cauta, y prosiguió con sus palabras.

El hecho, Chambelán, es que la muerte de ese hombre fue predicha por uno de los presentes... instantes antes de producirse. dijo con un tono ciertamente cortante. A pesar de todo, no había logrado controlar su reacción ante la ofensiva actitud del otrora mayordomo. Si eso es algo habitual en este castillo, seré el primero en pediros disculpas por mi insistencia, pero de dónde yo vengo, las casualidades no existen.

Mira a Radovina, al fin y al cabo, su presentimiento había sido acertado. A decir verdad, el argumento del caballero era del todo lógico y razonable, y el senescal hasta le daría la razón... él tenía sus propias sospechas, pero no era (al menos para él) el lugar para discutir ese asunto.

Resolveremos este asunto, Caballero Zuyla Dravescu, solo os pido que tengáis algo de paciencia y no atosiguéis al pobre Otto. Intentar dilucidar este asunto en este instante creo que no lleva a ningún lado. Claro que si queréis seguir con esto podemos seguir preguntando al chambelan,... claro que poco va a poder revelarnos salvo lo dicho.

Llevado de una mano por el cansancio y de la otra por las canciones que él mismo tarareaba mientras masticaba, Tiberiu no tardó en quedarse dormido. Había caído rendido en el banco al lado de Schaar pensando en Fiero Orgullo, al que todavía no habían visitado desde que se lo habían prometido. Pero claro, que fuese un niño no significaba que sus días no estuvieran llenos de cosas que hacer.

A medida que unos y otros daban su opinión el mayordomo iba teniendo mucho más claro que estaba prácticamente solo en aquello. ¿Qué detalles querían? ¿Buscaban saber cómo lo había encontrado? ¿La postura de su cuerpo? ¿Dónde había muerto? ¿Querían que usase vívidas metáforas sobre la lividez de su rostro o sobre si tenía o no los ojos cerrados? Y es que era eso lo que no entendía, qué necesitaban saber a parte de lo ya dicho y por qué lo necesitaban tanto.

Rendido había bajado la cabeza al comprobar que aquella batalla no la iba ganando. Se  preparaba ya para capitular cuando el caballero Zuyla Dravescu reveló la razón de su “curiosidad”. Y era una razón cuanto menos inverosímil.

- ¿Predicho?- preguntó con incredulidad apartando la mirada de la mesa.- ¿Por quién?

Schaar se mantuvo sentado junto a Tiberiu, aunque le hubiera gustado participar de las conversaciones allí mantenidas, sabía que eran cosa de Dubieta, y que ésta le mantendría al tanto, mientras que él acomodaba en su falda al pequeño recién dormido - ¿una premonición? ¿de quién? Lo curioso es que el Senescal haya recuperado su lucidez en el momento en el que había sido relevado por el fallecido. Pobre hombre - la mirada del Caballero no se apartaba ni un instante de Dubieta...

Zuyla procuró no dejar ver su satisfacción. Al fin comprendía a lo que se refería aquel hombre, al fin veía que algo no era normal en todo aquello. Sin embargo, era también cierto que había maneras y maneras, por lo que aunque respondió a la pregunta del Chambelán Otto, también cedió un poco en su posición.

La joven dama, Radovina Szantovich, acudió a nosotros, en este mismo salón, pocos minutos antes de que todos vosotros llegaseis, asustada. Afirmaba tener el presentimiento de que el Chambelán iba a morir, o de hecho, de que algo malo le había ocurrido ya.  constestó en voz queda, acercándose a sus interlocutores, de modo que sólo aquellos allí reunidos pudieran escucharle. No obstante, como bien dice el Senescal, quizá lo ideal sría dejar esta conversación para otro momento...

- La servidumbre retira los restos de la cena y luego se retira.

Radovina miró a unos y otros con su expresión más tranquila. Triste, pero tranquila.

-Así es. Podéis dejar para otra ocasión los detalles, Mis Señores. Pero debo explicaros ahora mis temores. Os lo dije entonces, y lo repito ahora. Había estado acompañando a Lorand Teleki, charlando con él, y supongo que, aún en tan poco tiempo, como a veces ocurre con almas que sintonizan más allá de la temporalidad, o de las convenciones sociales, creamos un vínculo. De amistad, sin más, que nadie extraiga conclusiones equivocadas. Pero compenetramos.

La mujer de ojos escarlata hablaba recordando, en un timbre de voz suave y melancólico. Parecía estar asumiendo lo que ya no tenía remedio, lo que había temido y se había confirmado, la muerte del que ya consideraba un amigo, apenas unas horas después de conocerle.

-Cuando lo dejé seguí sola, y él se dirigió a recibiros, nobles Dravescu. Y fue después, estando yo paseando por las estancias para mí aún desconocidas del Castillo cuando sentí una pavorosa sensación de dolor y muerte asociada a mi reciente amigo. No fue una... ¿cómo habéis dicho...? sí, no fue una "predicción". No algo que aseguraría una vidente. No, fue un presentimiento, lúcido, sí, una corazonada, aquella que tienen las personas que han creado vínculos. Una madre con su hijo, la esposa con el esposo. No creí haber trabado tanto lazo con el fallecido, esa es la verdad. Pero la verdad es también que lo sentí en mi interior, y cruelmente. Por eso corrí a comprobar que sólo era un temor infundado, una mala pasada de la imaginación de una mujer que ha sufrido mucho hasta llegar al lugar de paz, hasta ser acogida por una mano amiga... el temor a perderla.

Sacudió la cabeza, en una negación resignada.

-Vine al Salón después de buscarle en el patio, donde lo había dejado. Quise creeros, Caballeros, cuando me pedísteis que me relajara, que nada había ocurrido, y que, simplemente, había ido a los aposentos del Duque, a avisarle de vuestra llegada. Lo quise con todas mis fuerzas, y de hecho, y todos fuísteis testigos de ello, me tranquilicé. Pero no, mi corazonada ha resultado ser verdad... por desgracia...

¿Que extraños poderes podría tener aquella noble de enigmáticos ojos? el senescal no podía saberlo. Quizás su presentimiento fuera mera coincidencia... pero no, tal y como reaccionó, no podía ser. Tras oír de nuevo su explicación, a Jensi se le ocurrió una pregunta:

¿Le ha ocurrido eso mas a menudo?- le pregunto, curioso. 

Los lacayos y sirvientes habían retirado lo que quedaba de la cena, y arreglado la mesa. Innya les había ayudado, pero no se había ido. En vez de eso se quedó de nuevo en un segundo plano, entre las sombras. Detrás de Otto, pero alejada. Si la necesitaba volaría, o si la requería alguno de los presentes. Pero ahora lo que quería era simplemente estar, estar presente. Lo que se estaba diciendo la intrigaba, ya la había intrigado desde el principio esa mujer. Unos ojos como esos no eran normales, y por tanto, quizá tampoco lo era ella.

Se decía de los que tenían ojos así que eran diablos, ¡Dios nos libre!, o que podían estar aliados con el infierno. O cosas más misteriosas, e igual de terribles... se hablaba de vampyrs... 

...aunque ella, Innya, nunca había dado crédito a tales cuentos de miedo. Era para los chicos desobedientes que se decían esas cosas, los adultos ya tenían bastantes desgracias sin necesidad de leyendas.

Sin embargo, desde su discreto segundo plano, escuchaba.

- Creo que será mejor que nos centremos en los detalles más mundanos de la muerte de Lorand Teleki - me apresuré a decir antes de que la conversación se convirtiera en un interrogatorio acerca de la premonición de Radovina Szantovich.

No había mucho misterio en las preguntas que deseaba hacerle al Mayordomo Otto, su explicación de lo ocurrido había sido muy somera y era necesario ampliar la información, nada más. Recabar información ayudaría a comprender por qué un hombre tan joven había sufrido un accidente tan fortuito, y lo mejor era comenzar por el presunto único testigo.

- Sólo deseo haceros unas preguntas sobre lo que visteis, nada más - le dije al Mayordomo Otto.- Comencemos por el principio... ¿A dónde os dirigíais cuando encontrásteis el cuerpo del Chambelán? ¿Ibais sólo o acompañado por alguien?

Era completamente absurdo. Otto no podía creer en la predicción, corazonada o lo que diablos fuera. Todo el mundo tenía presentimientos y tendían a cumplirse con la misma frecuencia con la que no se cumplían. Era la casualidad, el simple azar el que decidía que alguien pensase algo y que en otro lado ocurriese lo que se había pensado. No había más relación que esa, no existían cosas como las predicciones. Y aun así sus ojos rojos gritaban todo lo contrario.

Confuso, el mayordomo dejó la copa sobre la mesa.

- Me dirigía a buscar al Chambelán- respondió tras un tiempo. Cansado, rendido...- Uno de los guerreros de sangre del Duque vino a buscarme a la cocina. Quería que el Chambelán y yo nos reuniéramos con él para tratar ciertos asuntos de la corte, así que los dos salimos en busca de Lorand… Quién iba a imaginar que cuando lo encontraríamos estaría… muerto.- El mayordomo alzó la vista de sus manos para mirar a los ojos a Maserrak. La mirada estaba cargada de desprecio por lo que aquel le estaba obligando a hacer.- ¿Algo más maestro? ¿Necesitáis saber algo más?

Creo que es mas que suficiente- interviene de nuevo el senescal- la curiosidad de todos ya ha sido satisfecha con sus palabras- mira a los presentes. Tras esto, se levanta de su asiento- si me permitís, voy a tener que retirarme- mira a Otto- al ocupar el cargo de chambelán, tenemos que hablar de ciertos asuntos que afectan a la corte. Sino te es inconveniente, me gustaría que me acompañases a mi despacho para tratarlos ahora con mas calma.

Deseaba hacer muchas más preguntas, como en qué posición se encontraba el cuerpo cuando lo encontraron, si tenía heridas y dónde estaban esas heridas, si había sangre... Preguntas necesarias para dar una explicación coherente de lo sucedido, pues aunque al Duque no pareció importarle lo más mínimo, algo me decía que a Durius le gustaría conocer lo ocurrido a su regreso. Pero estaba claro que el Mayordomo Otto no deseaba hablar, comprendía que su estado de ánimo no era el más adecuado dadas las circunstancias, de modo que decidí no continuar.

- Disculpadme si he sido brusco con vos, Mayordomo Otto, os aseguro que no era mi intención importunaros - dije con una leve inclación de cabeza, ignorando su mirada de profundo desprecio.- Os dejaré para que podáis hablar con el senescal - me levanté de la silla y agarré de nuevo el bastón para emprender la marcha.- Estoy a vuestra disposición, si necesitáis algo ya sabéis donde encontrarme - iba a darme la vuelta pero me paré un instante.- Ya que estoy aquí, permitanme sugerirles que sea yo mismo quién acompañe a los nobles Dravescu a sus aposentos, así no tendrán que interrumpir su reunión... si estáis de acuerdo, Senescal.

- Disculpas aceptadas- le dijo Otto apartando la mirada. Parecía avergonzado- Yo también debo disculparme con vos por mis modales, maestro Maserrak. Con todos. No he debido comportarme así, pero…- Negó con la cabeza.- Pero nada. Mal ejemplo para un chambelán y aun peor forma de honrar a Lorand. Lo siento.

Se puso también en pie dispuesto a marcharse, aunque ya sabía que no iba a poder pasar demasiado tiempo solo.

- No será necesario- respondió al ofrecimiento de Maserrak.- Supongo que no sabéis cuáles son las habitaciones que he ordenado que se adecenten para los Dravescu y el castillo es grande. Yo mismo les acompañaré. Además debo tratar con Zort Dravescu el asunto de la llegada de los Basarab. Y con vos Senescal Stolnic, lo sé. Si sois tan amables.- Hizo un gesto invitando a los dos Dravescu y a Jensi a que lo acompañaran.

Antes de despedirse Otto hizo una reverencia a los que quedaban en la mesa.

- Una vez más, mis más sinceras disculpas por mi comportamiento. Buenas noches mis señoras. Buenas noches caballero. Buenas noches maestro.