Partida Rol por web

Durante un instante abandonó su sueño placentero y abrió los ojos. Fugazmente vio al Senescal salir de sus aposentos y al percatarse de la presencia del guerrero volvió a entrar de nuevo. Aquello era lo suficientemente sospechoso para alertar a Farkas que se levantó inmediatamente de su silla. Miró a su alrededor y casi inmediatamente percibió la agitación en el patio del Castillo. Sus sentidos se habían relajado mientras dormía y ahora que habían vuelto a él notaba claramente el olor a sangre derramada recientemente, una más débil y vulgar, de humanos pero otra mucho más intensa y embriagadora, sin lugar a dudas de vampir. Se horrorizó durante un instante y dirigió la mirada hacia las estancias del Duque, pero el olor no proveía de allí. Aún así sacó la espada de su vaina y corrió hacia la habitación. -¡Despertad! ¡En guardia! Gritó a sus compañeros. ¡Algo está pasando! Su deber era uno solamente, asegurarse de proteger al Duque, y eso iba a hacer pasara lo que pasara. Si alguien quería llegar a él tendría que enfrentarse a su manada. Farkas no se detuvo ni un instante mientras gritaba las órdenes y sin los golpes o las esperas habituales accedió directamente a la zona de aposentos reservada para su Duque buscandolo desesperadamente con la mirada. -¡Mi Señor! ¡Algo pasa en el castillo, huelo sangre humana y de vampyr y hay revuelo en el patio! ¡Quizá sería mejor prepararnos para marchar, quizá estén atacando el castillo y su vida esté en peligro!

Farkas Deli atraviesa la antesala de las estancias privadas del Duque hasta llegar al dormitorio del propio Duque Kadar.

Aparta en su camino a sus compañeros.

El Duque está sentado ante su ataúd, leyendo un pergamino.

Alza el bello rostro ante las palabras de Farkas Deli y luego olfatea el aire.

- "Cierto, ahora que lo has dicho percibo el olor a vitae derramada. Podría tratarse de un ataque al Dominio.

Procede del Patio del Castillo. Acude allí con dos de los tuyos y averigua lo que sucede." -

- "Urggg..." -

- "Groarrr..." -

- "Sangre..." -

- "Arff..." -

Farkas se tranquilizó con la presencia del Duque, aunque le parecía improbable que alguien hubiera podido penetrar en sus estancias con él afuera y sus compañeros vigilando en la antesala.

-Como desee Señor Duque. Averiguaré inmediatamente lo que pasa.

Hizo una leve inclinación y se dio media vuelta. No hacían falta más preguntas, Farkas obedecía al Duque sin dudarlo y sin pensar en las consecuencias que las órdenes acarrearían para él o los suyos. Dio media vuelta y cuando cruzó la antesala gritó sin detenerse.

-¡Vilmos! ¡Zador! Venid conmigo. El resto estad atentos y proteged al Duque.

Farkas salió espada en mano seguido por dos de sus hombres y cruzó el Salón Principal a pasos agigantados. Si había algún peligro o ataque ellos se harían con la situación o al menos dejarían el camino libre para que el Duque pudiera ocultarse a tiempo.

- "¡Groaaarg!" -

Vilmos pone las manos como si fueran garras y sigue a Farkas Deli fuera de los aposentos del Duque hacia el Salón Principal y de ahí hacia el Patio del Castillo.

Zador gruñe quedamente y sigue a su líder Farkas Deli y a su compañero Vilmos Domonkos.

- Los Guerreros de Sangre Farkas Deli, Vilmos Domonkos, y Zador Bence salen del Salón Principal hacia el Patio del Castillo.

- Farkas Deli lleva la espada ancha desenvainada y porta una túnica de mallas pesada. Sus compañeros llevan mazas con púas y no portan armadura.

- El Duque Gyula Kadar sale de sus aposentos privados y pasa al Salón Principal, seguido por tres de sus Guerreros de Sangre.

- Procedentes del Patio del Castillo llegan el jefe de los Guerreros de Sangre, Farkas Deli, y el Caballero de los Cárpatos.

- El Salón está tenuemente iluminado por unos pocos candelabros escasos.

- Los Guerreros y el Duque parecen olfatear en dirección a Iacobus Radoslav, tal vez oliendo las diferentes sangres que cubren su armadura y la espada arrebatada a Giorgina Basarab.

LACAYO MIKAIL:

- Parece que nadie se ha dado cuenta de tu presencia, oculto tras las sillas de la pared sur del Salón. Ni siquiera el Duque y sus espantosos Guerreros de Sangre, o el temible Caballero de los Cárpatos.

En su oscuro lugar, el lacayo inmovilizaba sus músculos para no provocar roce alguno de sus escasas ropas o algún crujido inoportuno de sus huesos. Observó la escena con una pavorosa curiosidad, intentando adivinar el devenir de los actores, que sin embargo parecían pacíficos.

- El Escudero Flaviu Krevcheski entra en el gran salón tenuemente iluminado por algunos escasos candelabros.

- Al fondo en su trono ducal, casi sumergido en un mar de sombras, se encuentra la pálida figura del Duque Kadar, flanqueado por dos Guerreros de Sangre. Un tercero está algo más adelantado hacia la mitad del salón.

- Mirando hacia el trono, a un tercio de la distancia, están el Caballero de los Cárpatos y el jefe de los Guerreros de Sangre, Farkas Deli.

El Duque tuerce el gesto.

- "Mi buen, Iacobus. Noto que no has tenido tiempo de quitarte tu armadura para que tu Escudero pueda empezar la laboriosa tarea de limpiarla y pulirla.

Es más, diría que está empapada de nueva sangre y de otros... restos." -

Iacobus, a su vez, torció el suyo. Pero no era una mueca irónica, como las suyas, era una fastidiada, el gesto que deja la ira cuando baja de nivel y se asienta en un extremo de incredulidad y relajación. O algo parecido.

- No he tenido tiempo de nada más que de tener que hacerme cargo de las tareas de otros en los barracones, hacerme cargo de una bestia fuera de control suelta en el castillo, y de que vuestro Secretario me bloquease dentro de una habitación con todo su séquito y ordenase matarme.

Eso era todo. Serio como la muerte. Iacobus no era un hombre de vueltas.

- "Tu Escudero... ¿ha sido testigo de algo de lo que mencionas?" -

Dio un paso al frente y realizo una profunda reverencia antes de comenzar a hablar. Sí, mi señor. He sido testigo algunos de los hechos que menciona el Caballero de los Cárpatos.

Cuando fui a realzar la tarea que se me encomendó anteriormente, reducir a los guardias Basarab, ocurrió un hecho extraño, como ha señalado mi amo. Aparte, de que si no llega a ser por su oportuna aparición, la misión no habría llegado a buen puerto. Durante el transcurso de esta, bueno, ocurrió algo extraño. El petimetre trato de buscar las palabras más apropiadas para definir lo que vio en los barracones, el Mayordomo Valru de Bistritz, ataco de forma brutal e innecesaria a uno de los guardias, y huyo gruñendo cuando entro el caballero de los Cárpatos . Esto es todo lo que se de los hecho, que ha mencionado el caballero al que sirvo.

Una vez terminada su declaración el petimetre se pregunto si habría hecho mal en contar todo aquello, cuando su señor lo había descrito en dos frases cortas.