Partida Rol por web

Al poco tiempo, aparecen unos pocos lacayos con vino y cinco copas, y tras hacer una reverencia, dejan las jarras de vino y las copas en una mesa y se retiran. 

Kars Kadar parece bastante enfadado y alterado. De hecho, poco después de que se vayan los criados, se sirve una copa de vino y la apura de un trago con un furibundo gesto, para después servirse otra. 

-Al menos el vino es mejor que el recibimiento...

Y ahí estaba de nuevo, otro menosprecio más que ni siquiera se había molestado en ocultar. Pero por qué extrañarse si hasta su llegada al castillo había sido precedida por sus voces y sus malas formas. Aun así a Otto le quedaba esperanza de que el vino que había ordenado consiguiese dulcificar su carácter, algo en lo que no había tenido ningún éxito con sus otros intentos.

- “Si es que la embriaguez no exacerba su vehemencia”- pensó preocupado al ver cómo se servía una segundo copa de vino.- “Sí, seguro que la exacerba…”

- Os pido disculpas si el recibimiento que se os ha dado no se corresponde con el que merecéis, un error que espero compensar a partir de ahora.- El vino había sido el primer detalle, el segundo lo estaban limpiando y preparando para que durmiese en él.- Aun a riesgo de que ya los conozcáis os presento al Senescal Jensi Stolnic y al Caballero Durius Tremere de Slobozia- dijo, señalando con un discreto gesto de su mano a los que había nombrado-, ambos validos del Duque en su ausencia.

Tras aquello tan solo quedaba esperar a que el vino y la presencia de “las más altas instancias” consiguieran que el noble Kars Kadar compartiera lo que le había llevado allí con tanta urgencia. Mientras tanto Otto aprovechó para servirse una copa de vino.

Previsible su reacción. Un noble airado podría llegar a ser una verdadera molestia, pero uno ya estaba acostumbrado al trato de estos personajes. No quedaba otra que armarse de paciencia y ser educados con el invitado. Al menos por el momento.

Disculpad que nuestro recibimiento no haya sido mas acogedor, pero desconocíamos que llegaríais hoy- dice, a modo de excusa- desde luego, es un placer contar con vuestra presencia, señor Kadar- inclina la cabeza a modo de saludo.

Durius acudió al Salón, tal y como se le había demandado a través del lacayo. Ignoraba de dónde había partido la petición, pero ante lo que se evidenciaba a sus ojos, era el Chambelán quien lo había reclamado. El motivo de ello trasegaba vino como si de tal libación dependiera su vida. Y como eco de fondo, disculpas. Las de Otto y las de Stolnic.

-Buenas noches a todos los presentes -dijo formalmente-. Se me ha hecho saber de la llegada de un noble a la corte, cuya visita no nos había sido anunciada con carácter previo -afirmó de forma displicente y mirando al Chambelán, antes de girar su vista a uno y otro lado hasta detener su mirada en el que debía presuponer era Kars Kadar-. Debo suponer que sois vos. Compruebo que estáis sediento. Probablemente también hambriento, al igual que vuestro escudero, sin duda. Chambelán, ¿tendríais a bien pedir a un criado que traiga algo de cena para nuestros invitados así como una jarra de cristalina agua, si es que no lo habéis solicitado de hecho conociendo vuestro carácter previsor? Y bien, ¿a qué debemos la gracia de vuestra visita? Debe tratarse de un asunto de notable importancia, dados vuestro desasosiego, impaciencia y descontento -Durius esgrimió una suave sonrisa pese a que sus ojos mantenían el rasgo serio que le caracterizaba-. Posiblemente todos ellos debidos al cansancio de un largo viaje y a lo intempestivo de vuestra aparición a estas horas de la noche.

Por supuesto que no había avisado de su llegada y aun así había esperado que se le recibiese con fanfarrias.- “Y en mitad de la noche previa a las bodas.”- Pero aún era pronto para juzgar a aquel hombre, quizá su enojo pudiera justificarse de alguna manera con el problema que lo había llevado a allí. Al fin y al cabo no todo el mundo tenía la misma facilidad para controlar sus emociones.

El mayordomo se puso en pie tras asentir al caballero Durius.- Disculadme- se excusó ante el invitado y los presentes tras ponerse en pie.- Ahora mismo regreso.

Otto caminó hasta la puerta y desapareció tras ella(*). No mucho después volvió a entrar y tomó de nuevo asiento frente la mesa.

¿Sería mucho esperar que los mismos lacayos que habían traído el vino siguieran revoloteando por allí? Seguramente no. Eran pocas las personas que podían resistirse a la tentación de escuchar tras las puertas cuando una cara nueva aparecía en el castillo, más aun cuando esa cara había demostrado ser tan poco discreta.

Aun así al salir del salón no encontró a nadie y para encontrarlo tuvo que caminar un poco.

- Ven- le pidió al primer lacayo con el que se cruzó.- Corre a las cocinas y pide que preparen algo de cenar para nuestros dos invitados. Algo rápido, que no les lleve demasiado tiempo.- Lo hacía para no jugar con la paciencia de Kars Kadar tanto como para no cargar a las pobres cocineras con más trabajo del que ya tenían preparando el banquete para las bodas.- Y agua fresca. Que no se te olvide el agua…- Aunque no entendía cuándo lo iba a beber el invitado si parecía tan encantado con el vino. -“Quizá para el escudero.”- Que se lleve también un refrigerio a los hombres de Kars Kadar. Pan, queso y vino caliente con especias.- Eso les ayudaría a entrar en calor.- Si no están en el patio imagino que estarán en las caballerizas. En cualquier caso asegúrate de que los mozos de cuadras ya están cuidando de los caballos, si no se juegan unos varazos… Venga- espoleó al muchacho con un par de palmadas.- Corre.

-El motivo de mi visita...-dice, a medio camino entre la sorpresa por la pregunta y el enfado-el motivo de mi visita es una simple escala en mi viaje. Me dirigía a Sibiu, y aún me dirijo, a hablar con el conde Batthyany. 

Mira a Durius, para luego añadir:

-¿Cansancio de mi viaje? No, ojala fuera ése el motivo. Creía que el Duque Gyula Kadar, con sus hordas magyares, habría limpiado esta maldita tierra, pero veo que me equivocaba. ¿O acaso es tradición atacar a todos aquellos que pasan por los caminos de la Tirsa de Zalau? ¡Y no, no estoy hablando de bandidos! Ésos malditos salvajes me atacaron, y parte de mi escolta murió en ése ataque. ¿Es que es normal entre las gentes de la región abalanzarse sobre los viajeros, con palos y piedras, y empezar a morder su carne?-dice airado, para después vaciar la segunda copa. 

En ése momento, entran los lacayos con jarras de agua y algo de comida para los asistentes a aquella improvisada reunión. 

Las noticias que dan son preocupantes, pero no suele ser habitual ese tipo de ataques. A decir verdad, es la primera noticia que tengo de que se producen este tipo de ataques- esa información no era buena, daba a entender que el duque no controlaba su propio territorio, algo que debían poner remedio. Mira a Durius- tendremos que enviar una partida para que cace a esos indeseables. No podemos permitir que nuestros caminos pierdan su seguridad.

La copa de vino reposaba ya sobre sus labios cuando el noble mencionó el detalle de los salvajes atacando a mordiscos. Inmediatamente Otto devolvió la copa a la mesa.

- Qué horror- musitó.- “Y qué inoportuno…”- añadió para sí mismo. Habían atacado justo cuando el Duque ya no estaba en el castillo, lo que llevó al mayordomo a malpensar que quizá el ataque había sido más oportuno de lo que parecía…

Miró al caballero Durius primero y después al Senescal, sin añadir ni una palabra más a la contenida exclamación de horror que había dejado escapar.

-Así pues estáis de paso -señaló Durius antes de escuchar el episodio sufrido por el noble-. Malhadadas nuevas las que nos traéis. Mas me temo que los deberes del Duque son demasiados como para poder cubrir todas las necesidades de Transilvania. Vos sois uno más de los que han sufrido por tal hecho, lo cual no le resta importancia. Simplemente, se la suma -afirmó con gravedad-. Senescal, estoy de acuerdo con vos, pero la precipitación conduce al error y el error al fracaso. Decidme, Kars Kadar, ¿de cuántos atacantes habláis? Es algo importante pues determinará el número de efectivos a enviar. Por lo que parece y se deduce de vuestras palabras, sus armas eran precarias, si bien no así su ferocidad si consiguieron vencer a parte de vuestra escolta, lo cual hace referencia una vez más a una horda abultada en cuanto a miembros. No obstante, reconozco que vuestra mención relativa a... morder la carne me llena de lo que calificaría de estupor. Es obvio que esas gentes han retornado a un estado de salvajismo sin precedentes. ¿Mordían a los vivos o a los muertos? Y disculpad si mi interés parece motivado por una curiosidad morbosa, pues no es tal la razón de mi cuestión.

El escudero parece consternado al recordar su señor los hechos, y su mirada se pierde en una de las paredes del Salón, algo ausente. Probablemente, reviviendo aquel ataque. 

-¿Cuantos? ¡Maldita sea, suficientes para atacar una escolta armada, acabar con cuatro guardias entrenados y obligarnos al resto a huir! Y mordían indistintamente. Ésos malditos animales... Estoy seguro de que el único motivo por el que pudimos escapar es porque se estaban comiendo a los caídos, de un bando y otro... Una visión del propio infierno, que confiaba no contemplar en estas tierras. 

-Hay una gran distancia desde la Tirsa de Zalau a nuestras tierras. Demasiada como para iniciar un progromo sin mayores datos y sin mejores evidencias. El Duque partió con buena parte de nuestros efectivos y prescindir de aquellos con los que contamos nos pondría en una situación cuando menos delicada -comentó con gravedad Durius, mirando a Stolnic y al Chambelán-. Necesitáis descansar, Kars Kadar. Ordenaré que os acondicionen una cámara donde podáis reposar vos y vuestro escudero. Por cierto, deberéis excusarme mas no he llegado a escuchar vuestro nombre, joven -dijo dirigiendo su atención al escudero.

-Mi nombre es Rodrik Stolnic, escudero de mi señor Kars...

El noble da un puñetazo en la mesa, interrumpiendo a su escudero.

-¿Es que nadie ha escuchado? Salvajes caníbales que atacan los caminos. Había más movimiento en el bosque de dónde salieron los que se nos echaron encima. Maldita sea, podría ser toda una manada de dementes... ¿Es que Transilvania no piensa responder?-el noble parece miraros con incredulidad, quizá realmente piensa que es una amenaza a tener en cuenta. O quizá, simplemente no puede creer que alguien no se doblegue a su voluntad. En ese momento, mira a Durius y le señala, para después abarcar al resto en un gesto.

-Lo lamentarás... ¡Todos lo lamentaréis cuando ésos bastardos os estén comiendo las tripas! ¡Evidencias! ¡Preguntad a mis hombres si gustáis, o al holgazán de mi escudero! ¡O mejor aún, revisad el arcón grande que transporta mi carruaje! Uno de ellos subió al carro en marcha, pero lo matamos y lo encerramos en el baúl. Es una evidencia, ¿no?-dice con desprecio, dejando el Salón Principal con un más que evidente mal humor. 

Las palabras de Durius eran del todo acertadas, pero no podía negar que si las palabras del noble eran ciertas debían actuar con premura. Ve como se marcha Kars mas no hace nada por detenerlo. Casi mejor así. Mira hacia el escudero y le saluda cordialmente.

Será mejor que acompañes a tu señor. El Chambelán se encargará de preparar que todo este a su gusto. Al fin y al cabo, tendrá intención de quedarse aquí- dice, mirando finalmente a Durius- esto es grave y debemos actuar con contundencia. Aunque necesitamos mas información para saber a que nos enfrentamos. Quizás el caballero de los Cárpatos pueda servirnos para esta encomienda. Antes que nada, me gustaría ver las evidencias del noble, permitidme pues que me ausente para ir a ver ese baúl.

-No os apresuréis, querido Senescal, en vuestra partida -dijo Durius que había asistido impertérrito a la salida del noble-. Es evidente que el apellido Kadar conlleva un carácter -añadió con un sutil deje irónico-. De modo que os llamáis Rodrik Stolnic. Decidme Senescal, ¿acaso guardáis parentesco o es mera casualidad? Y vos, Rodrik, ¿podríais relatarnos con calma lo acontecido en vuestro viaje antes de volver con vuestro señor? Respecto a ese arcón, siento curiosidad por su contenido. Chambelán, ¿podéis ordenar que lo traigan aquí? Quisiera que los aquí presentes fuéramos testigos de lo que en él se encierra. Y haced llamar a un tiempo al Maestro Maserrak. Sus conocimientos pueden ser de interés en este extremo a la hora de estudiar ese cuerpo.

-S-sí...-dijo el escudero, aún algo tembloroso por el arranque de ira de su señor-Como relató mi señor, íbamos por los caminos, con la escolta adecuada, cuando de los bosques surgieron esos salvajes. Mis señores ahora podrán juzgar por sí mismos, pero aquellos seres apenas eran humanos... Vestían con pieles y despojos, y con un armamento primitivo que compensaban con su ferocidad demente. Y, Dios me perdone, pude ver como devoraban aquellos a los que derribaban, tanto los caballos como las personas.