Partida Rol por web

- Desde el otro lado de las grandes puertas del Salón se oye débilmente la voz del guardia Itsvan llamando a su Capitán.

La puerta de las dependencias del Senescal se abrieron y Durius salió fuera, su rostro, una máscara que no revelaba nada. Su mirada escrutó aquel espacio, para conocer la nueva realidad que se habría impuesto en su ausencia.

Casi podríais decir que el tiempo no ha pasado en el salón, salvo por dos detalles. 

El capitán se encuentra ahora al lado de las puertas, parece que con intención de salir. Y en sus brazos lleva el exangüe cuerpo del Senescal Stolnic. 

Cuando Durius salió y vio lo que acontecía, dio rápidas zancadas hacia el Capitán Ferenk.

-¡Deteneos! -ordenó secamente-. ¿Qué creéis estar haciendo? Y dejé bien claro que no debía tocarse el cuerpo del Senescal -añadió en un comentario dirigido al Chambelán y Maserrak.

Allí estaba, la puerta de los aposentos del Senescal abierta mucho antes de que al Capitán le diera tiempo a enmendar el error que había cometido moviendo el cuerpo. Y en medio, Otto, sumando el peso de su mano al travesaño y reprendido por el caballero que se había acercado a ellos a zancadas.

No dijo nada. A él no le había sido formulada pregunta alguna y tampoco le correspondía excusarse por nada. Simplemente liberó la presa que su mano ejercía sobre el travesaño, seguro ahora de que ya nadie lo movería de su sitio, no al menos hasta que sucediera todo lo que aun quedaba por suceder en el salón.

- “Y aun queda… Demasiado…”- suspiró.

Sentí cierto alivio al ver aparecer a Durius por el umbral de la puerta, significaba que al menos los ánimos se habían calmado, por el momento. Ya se había derramado bastante sangre aquella noche... lo que me recordaba algo.

- Mi señor, el Capitán dice que Carcelero fue herido por el... intruso - dudé un momento cual sería el término adecuado para referirse a él.

Aunque aquella declaración puedo sonar como un ruego, no lo era en absoluto, ya había muerto una persona en mis manos y aquello era más que suficiente. Simplemente, me limité a transmitir las palabras del Capitán, por lo que aquello pudiera afectar a las decisiones del Secretario Ducal.

-¿Carcelero? Comprendo -dijo escuetamente Durius-. ¿Y aún vive? -preguntó-. Capitán Ferenk, en este momento hay aspectos que escapan a vuestra comprensión y poder decisorio y actuar de oficio no es lo que os corresponde y más si ello se opone a mi voluntad. Hay asuntos más importantes que atender esta noche. Los Dravescu y su conjura en contra del Duque Kadar y nuestras personas. Otto de Sajonia y yo mismo. 

Cruzó las manos a la espalda. Escaso tiempo para demasiadas decisiones. 

-Segundo Caballero, ¿podríais localizar a Dravescu padre y traerlo a este salón, discretamente? Chambelán, Maese Maserrak, permaneced aquí y no permitáis que nadie entre. Que la puerta permanezca atrancada y abridla tan solo al Segundo Caballero o a mí. Capitán, llevadme hasta Carcelero. Veremos qué puede hacerse por él.

Miró a unos y a otros aguardando su respuesta antes de ponerse en movimiento.

El rostro de Iacobus al salir era una máscara y, al ver la situación, fue un poema. Finalmente se transformó en una mueca de hastío eterno, para dar paso a una plegaria resumida en un insulto que jamás llegó a salir de sus labios. Sólo un parpadeo le había separado de tener la espada en su mano y, un segundo, de tener la cabeza del Capitán en la otra. Ahora un tercer parpadeo le separaba de hacer algo más que mirar a aquel aquelarre de imbéciles que se tropezaban torpemente entre sí desde su propia inmovilidad. O desde su movilidad para sólo hacer más mierda.

Y ahora, va este y dice lo que dice. Así que ahora habrá un vampyr más en el mundo.

Aquello iba a fascinar a los Dravescu. Quizás por eso, cuando Durius habló, Iacobus por fin se movió. O, mejor dicho, fueron sus labios, en una sonrisa hastiada.

- Ah. Al Dravescu va a fascinarle que haya un vampyr más en el mundo.

Fue todo cuanto dijo, y todo cuanto explicó. Acto seguido, se acercó a la puerta, con intención de salir.

- ¿Está vuestro guardia aún del otro lado? - inquirió, mirando al Capitán.

Sigue allí. De todos modos, recuerda que es preferible hacer las tiradas de Percepción ocultas, para que así no tengas la certidumbre de si no percibes nada porque no hay nada que percibir, o porque no has tenido éxito en la tirada.

:)

-Dudo muy mucho que ese sea el caso, Caballero Radoslav. Sin duda, Carcelero ha sido víctima de un ataque pero de ahí a su conversión... -la voz de Durius era atonal, sin modulación especial-. Conviene no aventurar.

- Pero servirá para interesar al viejo - respondió Iacobus, sin atisbo de nada en su voz. Una simple aseveración.

Miró un instante a la puerta, frunciendo levemente el ceño, hasta que volvió a hablar, en tono que no traspasaría el material.

- Bien, definitivamente el guardia sigue detrás de la puerta. Salid vosotros dos primero, y llevároslo o convencedlo de lo que queráis, pues si salgo yo primero le pondré en alerta.

Ferenk se detuvo, efectivamente, a la orden de Durius, y se dio media vuelta para mirarle a los inescrutables ojos. Los suyos, al contrario, eran dos esferas amarillentas veteadas de carmesí, hundidas en dos pozos grises. Sus agotados labios no fueron capaces abrirse a tiempo de dar respuesta o explicación. Afortunadamente, los del pobre Maserrak fueron más ágiles, y ofrecieron al Secretario lo que los suyos no parecían capaces de proveer.

Durius habló sobre una conjura de los Dravescu. Una de naturaleza evidente, conocida desde tiempo atrás, incluso cuando el Duque los permitió permanecer en la corte, pero que solo parecía cobrar relevancia en ese momento. Otros dos habitantes incómodos de los que desembarazarse, sin duda.

Iacobus preguntó por el guardia de la puerta. Por un instante, Ferenk temió que pretendiera matarlo, una vida barata comparada con las que ya se habían perdido esa noche. Pero probablemente ni siquiera el Caballero de los Cárpatos mataría de esa forma, o él mismo no hubiera sobrevivido hasta ese momento.

—Por esa razón —consiguió articular Ferenk, como explicación al Caballero— aparté al Senescal. Mi guardia no tiene por qué verlo cuando abramos la puerta.

Ferenk se dio la vuelta de nuevo, y empezó a destrabar la puerta para salir al exterior con Durius.

- Las puertas del Salón son abiertas y el Primer Caballero, el Capitán y el Segundo Caballero se disponen a salir, dejando atrás al Chambelán y al Maestro de la Corte listos para cerrar y atrancar las puertas de nuevo una vez los tres hayan salido.

- Al otro lado veis al guardia Itsvan.

-No demoremos más lo que es ineludible. Ferenk, que vuestro hombre nos conduzca hasta Carcelero -dijo Durius.

Asentí lentamente, sólo para cofirmar que la orden había llegado hasta mis oídos. Seguía apretando el bastón con fuerza para evitar gritar o llevarme las manos a la cabeza en un arranque de locura.

"Tranquilo, Maserrak... tranquilo... asimila la situación, tómate tu tiempo, no hay prisa..." - trataba de convencerme a mi mismo.

Una vez más tenía que esperar junto a un cadáver, y no voy a entrar en los detalles acerca de lo patético que resulta que ese hecho se haya vuelto frecuente en mi vida. Lo que si hice fue reflexionar sobre la ligereza con la que el Caballero de los Cárpatos hablaba de los vampyr, como si fuese algo común. Leyendo entre líneas extraje una interesante conclusión, y es que para ellos parecía claro que el intruso se trataba también de un vampyr. Inevitablemente recordé lo que había oido años atrás acerca de la muerte de Sidor de la Selva Negra, el maestro de Durius, asesinado por vampyr. Hasta ahora les había tenido como criaturas sanguinarias, movidas por el puro instinto, claro que lo mismo me había ocurrido con los hombres-lobo. Aquellos que mataron a mi maestro era bestias, engendros de ultratumba, pero aquella noche el destino me había revelado que no todas esas criaturas se comportaban del mismo modo. Lo mismo se aplicaba a los vampyrs, algunos realmente llegaban a infiltrarse entre las gentes, a parecer uno más entre ellos, en lugar de dedicarse a arrancar cabezas y dejar cadáveres completamente secos.

"Puede que no sea tan malo, después de todo..." - eso pensé, pero si esas palabras hubieran salido de mi boca, lo habrían hecho sin el más mínimo atisbo de confianza.

Lo cierto es que tenía miedo de lo que pudiera ocurrir.

Ferenk echó un último vistazo al cadáver de Jensi antes de abandonar el salón por delante el Secretario. No, no lo demoremos más.

- Durius y Ferenk, Secretario y Capitán, salen del Salón Principal.