A Hakir no le gustó demasiado la idea de volver a las murallas, pero aquello no se reflejó en su rostro ni por un instante. Se puso firme al despedirse.
-A sus órdenes, señor.
Acto seguido abandonó el salón principal hacia el patio de armas, rumbo a los muros del castillo. Al menos estaría con los hombres, al menos sabría cuando empezaría el ataque.
//Al patio de armas, rumbo a la muralla. Junto a Itsvan.
La criatura tuerce el rostro en una monstruosa mueca repleta de dientes torcidos y afilados. Quizá sea una sonrisa.
-A sus órdenes, capitán -dice con un siseo.
//Cambio de escena: al patio, siguiendo a la bolsa de sangre. Digooo, al Capitán.
Esto empezaba a ser una bacanal, la gente entraba y salía sin rumbo fijo ajenos a la realidad que nos tocaba vivir. Que saliera todo el mundo era lo único que se me ocurría en ese momento, pero era una idea fútil, otros tantos entrarían.
En ese momento decidió marcharse el Capitán, alcé la voz antes de que saliera por la puerta.
-Si debo luchar, lucharé, pero si he de entrar en batalla significaría que todo está perdido así que procuremos que eso no ocurra. Si necesita una sala de guerra desde la que organizar una defensa, así se hará, le buscaremos una localización. Hágase una idea y busque opciones, no podemos permitirnos el lujo de no estar preparados.
Empiezo a girarme, pero las palabras de Hakir resuenan en mi cabeza como un martillo golpeando a una espada al rojo vivo.
-Y por el amor de dios, no vaya por ahí alzando la voz con sus supersticiones, no comencemos rumores absurdos entre nuestros muros. Asiento con firmeza con la cabeza. Debemos crear unión entre nuestras tropas y si dejamos que circulen rumores y supersticiones pronto entrarán en pánico. Había que tener una idea más clara de a qué nos enfrentábamos y cuales eran nuestras opciones llegados a este punto. Miré a las sirvientas que se encontraban alrededor del salón.
-Procurad que todo marche como es debido, no quiero ver a nadie parado.
Schaar se reprochó no haber dicho nada a Tomescu y a Tiberiu. No estaba seguro de volver a ver al chaval. Pero esperaba que si. Qué demonios. Estaba convencido que nadie de los invasores era mejor que él en combate, y si verdaderamente el maestro Maserrak podía eliminar a otro de los caballeros, las cuentas le salían.
Cuando vio llegar a Dubieta le sonrió, como si tratara de darle ánimos. Luego la miró un instante.
- Mi señora, recordad lo que os dije. Decid a Tomescu que me busque en el patio cuando habléis con él.
Dicho esto acompaña al capitán al patio.
// Al patio, con el capitán.
- El Capitán Zarak, Carcelero y Schaar Dvy salen al Patio.
- Dama Dubieta se dirige a la Capilla, pasando por el Patio.
- Los criados se mueven de un lado para otro, limpiando y apartando cosas, obedeciendo las órdenes del Chambelán Otto.
- Hakir sale al Patio del Castillo.
// Salen de escena: Capitán Zarak, Carcelero, Schaar, Guardia ducal Hakir. - Siguen en: Patio.
// Sale de escena: Dubieta. - Sigue en: Capilla. - Pasando por: Patio.
Sigo al guardia Hakir hasta las murallas y allí esperamos las siguientes ordenes del Capitán mientras observamos el puesto de acampada de los Basarab
//Al patio, junto a Hakir a las murallas
- Itsvan sale al Patio.
// Sale de escena: Itsvan. - Sigue en: Patio del Castillo.
Boru permaneció como una estatua, inmutable ante todo lo que sucedía a su alrededor. No podía decirse lo mismo de aquello que cruzaba su mente. No fueron pocas las cosas que pasaron por su cabeza. Por un lado, la llegada de los Basarab. Tres caballeros y una treintena de hombres.
No eran más que ellos.
Pero temió lo que escuchó después. Su rostro no varió, pero el miedo se instaló en su mente y en su corazón. Rituales oscuros. Criaturas de la noche. Poderes ruinosos. La muerte venía a por ellos. Temía todo aquello, lo temía como todos.
Pero ahora no podía flaquear. No temió, se movió o inmutó. Miró a su señora, esperando alguna respuesta por su parte, y miró acto seguido hacia la puerta. Odiaba estar allí, esperando a que la muerte viniera a por él, a por su señora. Detestaba tener su arma enfundada mientras hombres buenos, sus hombres, daban la vida por él, mientras él estaba allí, de pie, quieto como una estatua.
Pero no se movería del lado de su Señora, de la Dama. No se movería a no ser que estuviera muerto, o ella se lo ordenara. Solo esperaba no tener que desenfundar su arma, porque eso querría decir que todo estaba condenado, y el tiempo que restaba a sus vidas solo era cuestión de tiempo.
Su vida, su honor y su futuro dependían de lo que sucediera fuera de aquel salón. Y no dependía de él.
- Ehm!... Hum!... que demo... - exclamé casi de forma instintiva y casi me cuesta caerme de la silla.
En mi estado de profunda fatiga por lo ocurrido me había dejado abrazar por el cálido abrigo de las paredes de aquel lugar, que en mucho tiempo había sido lo más parecido a un lugar seguro. Aquella cálida sensación, aderezada con las suaves voces de algunos (y también las estridentes voces de otros) me había dejado sumido en un extraño sopor. Dormido con los ojos abiertos pero con la mente completamente en blanco, y para cuando desperté el salón estaba ya prácticamente vacío.
Me levanté, sacudiendo mis ropas, tratando de recordar si se me había dado alguna orden. Recordé algo acerca de los heridos pero no me sentí con fuerzas para dedicarme a ninguna actividad que requiriese concentración, además en caso de haber heridos no iba a ser algo inmediato.
- Si me disculpan... iré a descansar... hum... si, a descansar un poco - dije al fin.- Si alguien me necesita estaré en mis aposentos.
Y tras aquella muestra de inutilidad por mi parte, dirigí mis pasos hacia mi habitación.
// Al patio y de ahí a mi habitación.
- El Maestro Maserrak se dirige a su habitación.
// Sale de escena: Maserrak. - Sigue en: Sala de Estudio. - Pasando por: Patio.
TERCERA HORA DE LA MADRUGADA, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
- Mikail entra en el Salón a toda prisa, casi sin aliento por la carrera.
// Entra en escena: Mikail. - Procede de: Patio del Castillo.
Miro al recién llegado con preoupación por lo que pueda estar pasando, pero pronto entorno los ojos y le miro con desaprobación. No voy a permitir estos desaires por muy importantes que sean las noticias.
-¿Pero a qué se debe este alboroto?
El lacayo Mikail no se dio por aludido ante las palabras del chambelán. Si llegaba sin resuello por haber caminado un poco de un lado a otro bien sabía Otto cuál era la razón. Además, estaban siendo atacados por los Basarab, ahora el silencio era lo de menos. Miró a sus dos compañeros, Enrietta y Vasilov, y asintió con solemnidad.
- Fuera se oye de todo.- Dijo frunciendo el ceño, como si no le gustara lo que oía.- Pero nada se sabe aún del Primer Caballero.- Aún estaba esperanzado, quizá hubiera vuelto y él no se hubiera enterado. Ahora sí miró al chambelán Otto.-Nuestro señor Durius nos dio algunas órdenes por si no llegaba a tiempo el día que se despidió de nosotros.- El Chambelán Otto había estado allí también, junto al Capitán, aunque de sus lacayos Durius se había despedido en privado.- Enrietta, Vasilov, debemos ponernos en movimiento lo antes posible. Hay muchas cosas que hacer.- Esperó a que se desentumecieran e hicieran además de acompañarlo para dirigirse hacia el patio del castillo.
Al patio (junto con Enrietta y Vasilov).
- Mikail sale del Salón y se lleva consigo a Vasilov y a Enrietta.
// Salen de escena: Mikail, Vasilov, Enrietta. - Siguen en: Patio del Castillo.
CUARTA HORA DE LA MADRUGADA, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.
Sumido en sus pensamientos, meditando sobre el honor, sobre la lealtad y sobre la vida en momentos tan difíciles como aquel, sabiendo que no podía hacer nada por abandonar aquel lugar, y unirse a la gloria del combate en virtud y defensa de la dama a la que protegía. Debía esperar, aquí, a que llegara el enemigo.
Y si eso sucedía, era porque el destino ya estaba escrito.
Pero fueron los gritos de alguien, que rompieron su concentración y meditación. Mikail, portando nuevas sobre lo que sucedía fuera. Apenas nada, cabía añadir. Pero verlo allí le provocó una mezcla de sensaciones enfrentadas entre sí. Por un lado, si estaba allí no estaba combatiendo, lo que le daba un respiro.
Pero a su vez, la urgencia por marcharse le recordaba a un viejo dicho que escuchó en una taberna siendo muy joven. Todas las ratas abandonan el barco antes de hundirse. Miró de reojo a la Dama, para ver como se encontraba. No hubo palabra alguna, solo un gesto de preocupación destilado de su mirada.
Cada vez quedaba menos gente en el salón. Se preguntaba cuanta gente quedaría fuera.
- Visany regresa al Salón Principal, seguido por el guardia Itsvan.
// Entran en escena: Visany, Itsvan. - Proceden de: Patio.
- Chambelán Otto ... - digo llegando hasta él.
- Vamos a preparar fogatas en las murallas y llevar el aceite para que este siga caliente. - le digo.
- ¿Hay algo más que deseeis que se haga? - le pregunto.
Asiento a las palabras de Visany con la cabeza, manteniendo el porte en todo momento, si demandaba aquello de todo el mundo, no iba a dejar que me superase a mi la situación ¡Ni mucho menos! Había que dar ejemplo y de ello me regocijó en anunciar que yo sirvo como tal. Con seriedad en el rostro pero sin llegar a arrugarlo, me dirijo al chico gesticulando en cada palabra con gusto y movimientos más bien cortos.
-No, Visany, no es necesario que hagáis nada más. Sólo tened presente y vigilad de hacer las fogatas alejadas de cualquier elemento inflamable como la madera y mojad el terreno en el que se prenderá para asegurarse de que aguantará las llamas. Pregunte al capitán, pero quizá sea interesante aproximar lo máximo posible las pero las de aceite a la muralla, tratando de camuflarlas para que el sucio enemigo piense que sólo hacemos fuego por improvisarnos una visión del terreno.
No puedo sentir un terrible tembleque que sube por mi espina dorsal al hablar y pensar en fuego, pero es necesario sobreponerse. No nos vamos a empezar a quemar entre nosotros, sería indecoroso, un absurdo, un sinsentido... Vamos que eso no va a pasar bajo ningún concepto. Aunque... Si los soldados han empezado con las supersticiones... Igual preparan una pira... Y no, eso no lo voy a permitir. A pesar de mis horrorosos pensamientos me fuerzo a sonreír.
-Voy a salir unos instantes fuera, a supervisar que se haga todo como demando, volveré pronto.
Salgo al patio detrás de Visans, cuando éste salga