Partida Rol por web

Tras el beso, el septón carraspeó, llamando la atención de los dos jóvenes. Para ese momento había sacado una cinta de raso que tenía entre las manos.

—Alzad vuestras manos unidas —pidió, y cuando lo hicieron, comenzó a rodearlas con la cinta mientras hablaba, haciendo un nudo que simbolizaba su unión—. Aquí, ante los ojos de los dioses y los hombres, proclamo solemnemente a Lisette y a Valder de la Casa Haffer esposos, una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre, y maldito sea quien se interponga entre ellos.

Después de la proclamación, soltó la cinta, pues ya no era necesaria, ya habían quedado unidos. 

La mano de Lisette que sostenía la de Valder no dejaba de temblar, haciendo nerviosas caricias sobre el pulgar, aunque sin dejar de atender a las palabras del septón. Sonrió sin poder evitarlo ante las palabras humorísticas de aquel hombre, que le daba a la ceremonia un aire menos solemne y más natural, donde podían permitirse tomar las cosas con alegría, sin pensar en todas las máscaras que se habrían tenido que lucir. Incluso por un momento llegó a pensar que quizás vistiendo la mas sencillas de sus ropas habrían estado más acordes con el aire de aquel lugar.

Lanzó una mirada divertida hacia Urthen ante la pregunta de si alguien intentaría impedir la boda, aunque sin poder evitarlo lanzó una mirada alrededor, como si esperara que en ese instante saltara algún guardia enviado por Lord Lyonell para detenerlo todo. Pero nada así ocurrió, así que Lisette se giró con una sonrisa hacia Valder, desatando el cordón de su capa. Miró la espalda de su prometido, y con cuidado colocó la capa gris, que descuadraba con su vestimenta elegante en cuanto a calidad y colorido, pero que Valder seguía luciendo como si nada que se pusiera pudiera quedarle mal. Esperó a que se girara de nuevo, y ató con cuidado el cordón en su cuello.

Viendo que la capa estaba en manos del joven de los Haffer y no en las de Urthen, no muy segura de quien de los dos se la colocaría, se giró con una risita nerviosa y sostuvo su cabello en alto con cuidado, dejando sus hombros y cuello expuestos, para facilitarles la tarea.

Los ojos de Valder brillaban cuando se dio la vuelta, ahora con la capa de Lisette sobre los hombros, y contempló el rostro de la joven que anudaba el cordón en su pecho. Sus labios se curvaron con travesura y le guiñó un ojo, cómplice. 

Ella se dio la vuelta y el joven extendió la capa de Urthen con ambas manos para estirarla. Al colocarla en los hombros de Lisette, sus dedos se deslizaron por un instante de más, acariciando su cuello. Luego esperó a que ella se diese la vuelta para colocar los broches que la sujetaban en su lugar y, con cuidado, volvió a extender los cabellos de la novia. 

—Estás tan preciosa —murmuró en voz baja—... Creo que el azul es tu color.

La tomó de nuevo de la mano y se giró hacia el septón, esperando más instrucciones. 

Una vez hubo terminado el intercambio de capas, el hombre volvió a hablar de nuevo.

—Ahora, miraos y pronunciad los votos para los Siete y las palabras que os unirán.

Lisette sonrió ampliamente al escuchar el halago, aunque tan nerviosa que no pudo devolverlo por miedo a perderse las palabras del padre por estar su atención totalmente absorbida por los ojos de Valder. Cuando éste se giró a mirar al hombre ella también lo hizo, respirando profundamente, un suspiro a la vez.

Sus ojos volvieron a los de Valder, y sonrió aún más. -Madre, Padre, Herrero, Guerrera, Vieja, Donsel, Desconocido, soy suya y él es mío hasta el día en que me muera.- Humedeció sus labios, sintiendo la garganta seca y los ojos comenzando a humedecerse también, y una vez su prometido dijo las promesas, continuó. -Con este beso...- Empezó con voz ahogada y tuvo que reír, carraspeando un poco. -Con este beso, te entrego en prenda mi amor y te acepto como mi señor y esposo.- Sus palabras resonaron en su pecho con tanta fuerza como lo habían hecho en el bosque, y cuando Valder pronunció las suyas, la doncella cerró los ojos y se inclinó hacia él para unir sus labios como sello final de sus promesas.

Valder esbozó una sonrisa que Urthen conocía bien y que Lisette ya había visto en más de una ocasión. Una sonrisa que delataba que estaba pensando algún chiste y que contuvo tras unos labios apretados, pero que dibujó sendos hoyuelos en sus mejillas. Respiró profundo mientras la escuchaba decir sus votos y cuando le llegó el turno, habló con voz grave y segura. 

—Madre, Padre, Herrero, Guerrera, Vieja, Doncel, Desconocido, soy suyo y ella es mía hasta el día en que me muera.

Luego esperó a que Lisette continuase y cuando le tocó de nuevo a él, la tomó de ambas manos, sumergiendo sus pupilas en las de ella. 

—Con este beso te entrego en prenda mi amor y te acepto como mi señora y esposa. Lisette. Lisette Haffer, desde ahora y para siempre. 

Soltó sus manos para tomar su rostro con cuidado y la besó. La besó con un calor tal vez poco adecuado ante el septón, con una pasión arrolladora que declaraba su amor y sus intenciones. 

Tras el beso, el septón carraspeó, llamando la atención de los dos jóvenes. Para ese momento había sacado una cinta de raso que tenía entre las manos.

—Alzad vuestras manos unidas —pidió, y cuando lo hicieron, comenzó a rodearlas con la cinta mientras hablaba, haciendo un nudo que simbolizaba su unión—. Aquí, ante los ojos de los dioses y los hombres, proclamo solemnemente a Lisette y a Valder de la Casa Haffer esposos, una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y por siempre, y maldito sea quien se interponga entre ellos.

Después de la proclamación, soltó la cinta, pues ya no era necesaria, ya habían quedado unidos, para siempre, ante los dioses y Urthen. 

Lisette Haffer.

Se habría desmayado en ese momento. Posiblemente sí que lo había hecho, pero los labios de Valder la revivieron y trajeron de pronto al nuevo mundo que se abría ante sus ojos. Lo habían hecho, y nada había dañado aquel momento, nada ni nadie podría separarlos ahora. Aún cuando el septón seguía hablando, los ojos de Lisette seguían solo en los de su esposo y señor, en aquel a quien ya había pertenecido en cuerpo y alma antes de ser consciente de ello, y que lo era ahora también ante los ojos de los hombres.

Cuando la unión se completó, la sonrisa de Lisette competía con la de Valder, y ni bien el septón terminó de hablar cuando fue ella quien se lanzó una vez más a los labios de su amado, sin soltar su mano, tomando del cuello de su camisa y perdiéndose en un beso que podría tornarse peligroso en cualquier momento.

Bien podría en ese momento haber caído un rayo sobre ellos, que Valder ni siquiera se habría dado cuenta. En cuanto Lisette tiró de él, las manos del chico rodearon su cintura y la atrajo hacia sí. Sus labios se fundieron en ese beso que creó una burbuja alrededor de los dos, como si nada en el mundo existiera, ni el bosque, ni el septón, ni Urthen. Nada, salvo los dos, las manos que empezaban a perderse bajo la capa, los labios que latían con una pasión desatada. 

El septón emitió una risilla por lo bajo y se separó de la pareja que se besaba, para ir hacia el tronco cortado que tenía a su espalda. Allí empezó a disponer uvas, queso y pan, además de copas de vino y una botella para celebrar. Tal vez no tendrían un gran banquete, pero sí podrían brindar por el acontecimiento.   

Urthen fue el afortunado espectador de aquella ceremonia que, cuando menos, había sido tan única y especial como había anticipado el septón en su discurso inicial. Lo cierto era que no podría haber estado más de acuerdo con las palabras de aquel hombre, que parecía tener más que claro lo realmente importante en la vida.

Durante todo momento Urthen se mantuvo recto, con el pecho hinchado de orgullo, sin poder dejar de sonreír. En más de algún momento los ojos le habían brillado de emoción, y el más observador podría haber asegurado que contenía las lágrimas. Siendo justos, quizás hasta un ciego podría haberlo notado.

Comprobó también, con toda certeza, que esa capa había sido hecha para esa noche. No para su boda con lady Bessa, sino para el momento en que Valder la posó en los hombros de Lisette, cubriéndola con ella. Ya al borde del llanto hacía un rato, la voz quebrada de la novia le dio una excusa para reírse y aliviar un poco la emoción que sentía, pero cuando escuchó a su hermano pronunciar los votos ya estaba otra vez hecho un desastre. Hasta que, como no podía ser de otra forma, Valder lo liberó de su carga al darle a Lisette aquel beso claramente inapropiado, aunque no inesperado.

Tras la cinta, y seguro de que se vendría otro beso aún más incómodo para él como único público, decidió darles un momento acercándose al septón para ayudarlo con las viandas y agradecerle por disponerlas. Cuando estimó que ya era suficiente con el beso de los recién casados, aunque los Siete sabían que les había dado tiempo de sobra, se acercó a estos.

Mis más sinceras felicidades. - anunció como llegada mientras sonreía - Me temía que Valder huyera en último minuto. Tú crees que vine como testigo, pero en realidad estoy haciendo de guardia. - bromeó con Lisette, ampliando la mueca en sus labios. Enseguida, se dirigió a la dama - Mi querida hermana. - su sonrisa se suavizó, tiñéndose de afecto - Tendrás que saber disculparme. Con el apuro no he podido mandar a los artesanos a fabricarte algo por tu boda, y aunque sé que jamás me lo recriminarías, me hubiese gustado poder entregarte algo digno de un corazón como el tuyo. - miró a su hermano, un momento, antes de continuar - Sin embargo, aún así me gustaría hacerte un regalo. Simbólico, claro - abriendo su puño con la palma hacia arriba, descubrió un broche con tres peces, como los que adornaban su escudo. - Bienvenida, lady Lisette Haffer, a tu nueva familia.

Esta vez fue Lisette quien reaccionó primero a la voz de Urthen, separándose con un profundo suspiro del rostro de Valder, mirando a sus ojos oscuros con emoción. Se giró hacia Urthen, riendo levemente a la broma sobre la posible huida de su esposo. Una mueca de sorpresa se le dibujó en los labios al escuchar sobre que tenía un regalo para ella. Se mordió la lengua con una sonrisa apenada puesto que el mayor de los Haffer había adivinado que había estado a punto de decir que no hacía falta.

-Oh, Urthen.- Murmuró al ver el broche que le entregaba. Miró al joven con dulzura, y luego de dedicar una rápida mirada a Valder, se soltó de sus brazos un momento para poder abrazar a su nuevo hermano. -Es el gesto más maravillo que he recibido. Gracias por estar aquí.- Le dijo muy por lo bajo. Se separó entonces para que fuera Valder quien aceptara también las felicitaciones de su hermano, y esperó a poder tomar la mano de su esposo una vez más, y así acercarse juntos al banquete improvisado.

La soltó a regañadientes y solo porque al oír la voz de Urthen ella se apartó, porque si fuera por él ya podían haberse olvidado del mundo en ese mismo momento. Se dejó llevar hacia el tocón reconvertido en mesa y se quitó los guantes mientras ella se acercaba a Urthen. Aprovechó para estrechar la mano del septón. 

—Ha sido una ceremonia preciosa, septón Thorryn. Muchas gracias por todo. Os debo mi felicidad.

Luego se giró para contemplar el broche que su hermano le había regalado a su esposa y una enorme sonrisa iluminó su rostro. 

—Urthen, por los Siete. Eres el mejor hermano del mundo. 

Lo abrazó con fuerza, apretándolo contra su pecho hasta que se dio cuenta de las heridas de sus costillas y lo soltó de golpe.

—Perdona, perdona. —Lo miró preocupado—. ¿Te he hecho daño? 

El septón se dejó ayudar por Urthen y le dio un par de palmaditas en la espalda, felicitándolo también por la ceremonia. Cuando por fin la pareja se separó y se acercó al tocón, el hombre se puso las manos en los riñones y estiró la espalda. 

—Soy yo quien os da las gracias, mi lord. No todos los días tengo la suerte de oficiar la unión de una pareja que realmente se ama —dijo, incluyendo en sus palabras a los tres jóvenes presentes—. Atesorad esa felicidad, pues el amor que compartís es muy especial. 

Mientras Urthen hacía su regalo y se intercambiaban felicitaciones, el hombre llenó cuatro copas de un vino oscuro, recio pero sabroso, y entonces llamó su atención. 

—Venid, señores, y brindemos por el amor —sugirió, contento de cómo había salido todo.

La expresión de Urthen se había llenado de ternura al ver la cálida reacción de su cuñada, y riendo un poco por la impulsividad de su abrazo, había correspondido su gesto apretándola un poquito entre sus brazos con afecto tras su última frase - Gracias a ti por permitirme estarlo - contestó sin pensárselo siquiera, pues ahora mismo en su corazón no había nada más que gratitud y alegría.

Iba a jactarse con fingida soberbia de su nuevo título fraternal cuando Valder lo sorprendió con un abrazo. Un abrazo extremadamente doloroso, en el que seguro le hubiese costado respirar incluso estando sano, pero para cuando su hermano lo soltó solo necesitó un par de jadeos mientras se recuperaba antes de volver a sonreír - Me ha dolido como si hubiese atravesado los siete infiernos, pero por la mejor causa - contestó de buen humor. - A brindar. Y no me hagas pedirte dos veces que bebas. Empezaré a pensar que no eres mi hermano.  - alzó una ceja con una sonrisa de medio lado, bromeando, para luego, una vez más compuesto, acercarse él mismo al lugar donde se encontraba el septón para tomar una copa.

Por la mejor pareja que he visto jamás y porque tengan una larga vida juntos - elevó su copa en brindis.

Mientras Valder y Urthen intercambiaban abrazos, o más bien el primero por poco deja al segundo en mal estado, Lisette se colocó el broche sobre el vestido, pasando sus dedos un momento sobre los peces, sonriendo con suave ilusión.

Miró con dulzura hacia los hermanos, y recibió la copa del septón con una gran sonrisa. También ella agradeció a aquel hombre que había llevado la ceremonia con palabras tan apropiadas y que parecía realmente haber puesto su esfuerzo en crear un momento especial. Oh, Dioses, no permitais que la ira de Lord Lyonell afecte a este buen hombre, cuando la verdad se conozca...

Mostró una sonrisa ante el brindis del septón Thorryn, y se abrazó a Valder con las palabras de Urthen, alzando la joven su copa. -Por Ser Valder Haffer, cazador de dragones, constructor de castillos de nubes, y el Haffer más astuto y encantador, con el perdón de mi cuñado.- Dijo, sonriendo hacia Urthen, endulzando su sonrisa, y mirando a su esposo una vez más. -Por ti, mi amor.- Hizo tintinear la copa con la de Valder, antes de llevarla a sus labios.

Los ojos de Valder brillaban mientras escuchaba al septón decir aquello, y su sonrisa no terminó de borrarse ni siquiera cuando su hermano le dijo que aquel abrazo le había dolido. Su rostro mostró preocupación, eso sí, pero sus labios seguían mostrando la felicidad más absoluta. Sin embargo, se relajó con las siguientes palabras de su hermano, y siguiendo sus órdenes no tardó en alzar la copa.

—Por Lisette Haffer —dijo rodeando con un brazo a su esposa, claramente encantado de pronunciar ese nombre y ese apellido juntos—. La superviviente. La única dama capaz de atraparme con su ingenio antes que con sus piernas —bromeó antes de acercar su cara a la de ella y darle un beso apasionado, para continuar el brindis después—. No sabes cuánto me alegro de perdieses tu nombre, porque es lo que ha hecho que esta boda fuera cuando debía: lo antes posible.  —La miró a los ojos entonces—. No quiero volver a estar ni un día sin ti. —Su sonrisa adiquirió cierta picardía—. Ni tampoco una noche.

El siguiente rato fue de celebración, de comentarios sobre el futuro, de cómo de difícil era encontrar el amor. El septón era un hombre amable y que de verdad parecía encantado con la unión de aquella pareja, y los minutos pasaban rápidamente. Sin embargo el hombre acabó por despedirse, explicando que por la mañana debía madrugar, y a su edad ya no tenía el aguante de los jóvenes.

Una vez estuvieron a solas Valder se puso un poco más serio. Sus ojos seguían brillando de alegría, pero se notaba que había algo rondándole la cabeza.

—Ahora que eres una Haffer —dijo con seguridad— hay algunas cosas sobre las que creo que debemos ponerte al día. No es nada malo, no te asustes —aclaró—. Pero no querría que te enterases tarde, y desde luego no quiero ocultarte nada.

El muchacho tomó aire e intercambió una mirada con Urthen, buscando su aprobación. Luego volvió a mirar a Lisette a los ojos.

—Lady Bessa es... —empezó, y entonces desvió su mirada al suelo—. Creemos que es nuestra hermana.

El pequeño banquete, sencillo en su naturaleza, le resultó a lady Lisette Haffer el más maravilloso del cual hubiera sido parte jamás. Sólo ellos tres en la compañía del buen septón, riendo y conversando de tantas cosas, misceláneas, que en ese momento adquirían una mayor importancia. Se despidió con un gran agradecimiento al septón Thorryn, y siguió bebiendo de su copa abrazada de su esposo, comenzando a sentirse levemente achispada.

Al notar la seriedad de su mirada, dejó la copa aparte y se puso levemente en tensión, aunque terminó por relajarse al escuchar que no era malo. Sin embargo, no se había esperado lo que decían a continuación. -Bessa...- Murmuró, mirando a uno y luego a otro. -¿Lady Morna y Lord Lyonell?- Preguntó intentando unir ambas ideas. Detuvo su mirada en Urthen. -¿Es por eso que me preguntabas sobre la relación con su padre? ¿Crees que Lord Esthal sospecha algo, o que lo hace Bessa?-

Se mordió los labios, mirando a Valder un segundo. -En caso que fuera cierto, ¿qué ocurriría? ¿Se... se lo dirán a ella? ¿Cancelarían la boda?- Volvió a ponerse nerviosa, tomando fuertemente de la mano del más joven de los Haffer.

Tras brindar con alegría a las palabras de su nueva hermana, cuyas palabras no podía poner en duda, y negar con la cabeza ante el inapropiado brindis del irremediable Valder, por quien de todas formas alzó la copa con una sonrisa, disfrutó del banquete dejando que el resto hablara. Él se dedicó a picotear un poco de comida, pero principalmente a sonreír y disfrutar de ver a la pareja juntos. Tampoco bebió demasiado. Quería tener absoluta claridad mental, pues aún quedaba mucho de noche, y eso sin contar que mañana mismo sería su propia boda.

Llegado el momento de despedir al septón, Urthen se puso de pie y, estrechando su mano, le agradeció con absoluta sinceridad. Aunque no lo dijo, él mismo sabía tener una deuda con aquel hombre tras la ceremonia y detalles que había tenido con su hermano, y en cuanto estuviera en su mano, haría lo posible por recompensarlo a él y su congregación. De todas formas, cuando estuviera en Fuerte Floresta, no tendría que ser muy difícil.

Cuando estuvieron a solas, y Valder se tornó algo más serio, Urthen buscó la mirada de su hermano y asintió en aprobación. Era momento.

Volvió a asentir con la primera pregunta de Lisette, aunque con la siguiente negó con la cabeza - No, no lo preguntaba por eso. Solo me llamó la atención la forma en que lady Bessa se refirió a sus preocupaciones sobre él cuando nos reunimos. La forma en que lo dijo. Que su padre se entristecía porque pudiera pertenecerle a otro hombre. - miró entonces a Valder un momento, buscando una segunda opinión, pues hasta entonces no había tenido momento de confirmárselo.

Y si bien sabía que las preguntas siguientes eran para su hermano, pues la dama las preguntaba directamente a su esposo, dado que hablaban de su boda se permitió interrumpir - Ser Guileon ha pedido decírselo él mismo. Fue él quien me lo dijo a mi, y aunque no descarto que sea alguna de sus tretas, nuestro padre nos ha confirmado que ha yacido con Lady Morna una vez, y que fue hace precisamente diecinueve años - miró a su cuñada con seriedad - No tenemos forma de confirmarlo más allá, claro, pero es cuando menos reseñable que Lady Morna y Lord Esthal no hayan tenido ningún otro hijo. Quizás, Lord Esthal no sea capaz de dárselos.

Bebiendo un sorbo más a su copa, continuó - Y sobre la boda, no, no la cancelaríamos. Mi padre nos dijo que lo haría cuando le dijimos que sospechabamos que lady Bessa era nuestra hermana, pero lo convencí de lo contrario. Ya sabéis que yo no tengo especial interés en yacer con ella de todas formas, y más allá de tener un heredero, podría permitirle una vida libre mientras fuera discreta. Si la casaran con alguien más, podría olvidarse de volver a ver a Ser Guileon, a menos claro que la casaran con él - sonrió con la comisura de los labios - Pero sin seguridad de ello, es un riesgo. Eso sin contar con lo más importante, que es que retractarse de una boda un par de días antes sería difícil de justificar sin ensuciar mi apellido o el suyo. Si no admitieramos la falta de honor de mi padre, tendríamos que culpar de algo a lady Bessa... Y eso no me parecía en absoluto correcto. - entonces sus ojos se posaron en Valder - Y si decía que era por mí y por mis preferencias, temía que ante mi imposibilidad de dejar herederos el título de futuro Lord recayera sobre ti. Entonces no podrías haberte casado con Lisette, ni vivir la vida a la que estás acostumbrado.

La atención de Lisette volvió hacia Urthen, sin soltar la mano de Valder. Su expresión de agradecimiento fue más grande aún de la que hubiera mostrado antes, puesto que ahora veía que, como ella misma había llegado a pensar durante la cacería, que el sacrificio que Urthen estaba haciendo no era sólo por ser heredero y ser Lord, sino por evitar que la responsabilidad cayera sobre Valder. Su esposo había creído que era el sentido del honor por lo cual su hermano seguiría adelante aún a pesar de todo, ella había comprendido que era por amor.

Se concentró en lo otro. -¿Por qué Ser Guileon sospecha aquello, cómo ha podido él enterarse de tal información?- Preguntó entonces, pues dudaba que aquello fuera algo que Lady Morna o Lord Esthal confesara. ¿De donde sacaba Guileon que Bessa pudiera ser hija de Lord Lyonell?