Partida Rol por web

Nada podía ser casualidad. Y menos que nada que hubiera soñado con aquel lugar precisamente cuando exploraban el territorio de la piel de Ellen entre los círculos interiores que, según había intuido de inmediato, rodeaban la entrada al Inframundo simbolizada por el ombligo. La extrañeza del porqué sabía esto y qué podía tener que ver con él quedó sin embargo ensombrecida al ver el bosquejo de aquella palabra y saber que él mismo la había escrito tiempo atrás en un lugar secreto e interior. Sabía escribirla. Sabía incluso pronunciarla. Y si meditaba en ella podía saber más y más. Agathe había hablado de que los tatuajes eran signos de lugares y seres espirituales. Pero por lo que le mostraban ahora parecían además tener vida propia y ser capaces de convocar palabras de poder peligrosas y secretas, que por alguna especie de invocación, tal vez por correspondencia, podían llegar a formarse en los huecos que posiblemente habían sido preparados para ellas. Un onomasticón vivo. Una trampa para palabras de poder secretas. Incluso olvidadas. Era increiblemente turbador.

—Yo podría... —comenzó dubitativo sin apartar la vista de la proyección de la palabra— acompañar a Ellen si vuelve a soñar con lo que sea que le muestre este "objeto". Acompañarla en esa pesadilla —volvió a mirar a Agathe—. Tal vez juntos podamos completarla o recordar lo que ocurre allí. Si eso es lo que desean —matizó—. Imagino que Ellen está buscando respuestas, que desea saber quién es, acabar con lo que sea que le han hecho, al igual que yo. Si de alguna forma ese objeto aislado tiene que ver con que yo esté aquí es posible que pueda ayudarla a saber más. Y ella a mí. —Se quedó pensativo un momento— Entiendo que si no pueden responder a alguna de mis preguntas simplemete no lo harán, pero necesito preguntar: ¿es la primera palabra que se forma así, espontáneamente, o ha ocurrido antes al soñar con otros lugares del mapa? Usted habló de que le parece un onomasticón, debe haber encontrado otras palabras o intuido algo más acerca de la naturaleza de los tatuajes para sospechar algo así. Le ruego que me cuente cuanto pueda.

Llegados a este punto comprendía que, o bien le tendían una trampa, o bien estaban confiando verdaderamente en él y mucho. Y pensando en que conocía aquella palabra tan peligrosa comprendió también que había confiado en sí mismo ciegamente pues, en realidad, no sabía quién era.

—Sí, sí…

Hizo un gesto pidiendo a Elliot que esperara y dio órdenes para que despertaran a Ellen, apuntando que todavía no la levantaran. El lienzo se alejó hacia el suelo llenándose con la imagen del torso de la chica y Agathe se giró para hablar con el soñador frente a frente.

—Eso haremos. Pero puede ser peligroso de una forma inimaginable ahora para nosotros, chico.

Se frotó las palmas de las manos.

—Tengo todo un tratado escrito, Adam, te lo dejaré. Resumiendo la teoría que me he ido construyendo... La piel de mi Ellen es un Cosmos. Los tatuajes en forma de línea son los caminos trazados por los que se va a algún sitio. Las figuras geométricas son diferentes. Cuando son polígonos parecen ser acotaciones. Alguna vez me he dibujado la piel uno de sus polígonos y he soñado en él… Son como espacios conceptuales. Campos abonados para que florezcan ciertos seres, ciertas ideas, y no otras… Cierto tipo de imágenes. Otros dibujos oscurecidos con tinta o más complejos no parecen espacios abiertos, sino cosas más concretas… Bueno. Es más complicado. A menudo los caminos forman polígonos que a su vez son espacios conceptuales.

Quizá haya caminos trazados por otros, y tatuados en su piel… caminos universales, conocimientos revelados en una iniciación, como los dibujos de los nativos...  Pero con toda certeza mi chiquilla es una exploradora. Cada camino conduce potencialmente a nuevos sitios. Le conduce a un nuevo sueño que genera una irritación en la piel adyacente. Su piel se irrita con una nueva forma, ya sea línea o dibujo, en una especie de reacción alérgica: Ellen está entrenada para somatizar los caminos, los espacios, los conceptos o los seres que encuentra en sus sueños. Como los que hemos descubierto juntas no los he tatuado, ese espacio sigue abierto a nuevos descubrimientos... aunque ella puede recordar algo si ya lo ha encontrado, recordando ese sueño. Salvo que se trate de un "terror nocturno" soñado en el "sueño de ondas lentas" y no tenga recuerdos de él. En ese caso lo olvidará cuando la irritación se apague. Estoy convencida de que cuando encontraba algo importante se lo tatuaban y así afianzaban un nuevo sendero. Es un mapa y también es el territorio.

Encendió la luz del cuarto, que fue aumentando su potencia poco a poco y la imagen de Ellen se apagó quedando el lienzo en blanco.

—Te alojarás en su habitación y dentro de una semana, cuando estéis preparados, soñaréis con ese sitio. Quiero que os conozcáis bien antes de meteros en la boca del lobo.

Suspiró y luego sonrió.

—Confío en ti, muchacho. No sabes cuánto.

Le tomó una mano con firmeza, miró fijamente. Sus manos eran cálidas.

—Confío ciegamente en ti. Es muy importante ese tipo de confianza en nuestro oficio. Sin ella estás muerto. No lo olvides… No me importa quién hayas sido. Nadie es en el pasado. Lo que me importa es quién eres. Quién eres aquí y ahora. Con mi confianza te doy una oportunidad, la oportunidad de hacer lo correcto. No me falles ¿Estamos?

—No sé... —comenzó Elliot con sus manos todavía entre las de la mujer. Sintió desagrado al saberse tan transparente. Agathe había repetido casi palabra por palabra sus pensamientos y dudas y temió que fuera capaz de leer sus pensamientos: ¿habría visto igualmente en él que conocía aquella palabra a medio formar? Cerró su mente al recuerdo del lugar en que la había escrito.

—Ahora hay algo que no entiendo —su semblante se ensombreció—. Si considera muy peligroso ir en busca de lo que sea que eso represente, ¿por qué hacerlo? Cuenta que ya ha soñado muchas veces con otros signos de la piel de Ellen y ella también y eso le ha llevado a formular su teoría. ¿Por qué arriesgar a Ellen para que vaya en busca de lo que esa palabra represente? ¿Qué posee de especial? Ya ha hablado de otros sueños de ondas lentas y terrores nocturnos que luego no es capaz de recordar. ¿Qué es lo que espera encontrar precisamente ahí que vale la pena correr el riesgo que intuye? Recuerdo nuestras conversaciones a la hora de comer, lo que usted y Ellen opinan del conocimiento antiguo, pero quisiera, si es que he de participar, creer que es una digna heredera de dicho conocimiento. Digna como para ser en verdad una oportunidad de hacer lo correcto.

La miró de nuevo directamente a los ojos, dejando atrás las gafas que disfrazaban su rostro, enmascarándolo, atento a cada pequeño gesto que pudiera darle esperanzas o confirmar sus temores.

Su sonrisa se tornó un rictus serio.

—Oh, qué sé yo si soy digna. No soy nadie especial en cuanto a nobleza, rubito. Pero esos círculos alrededor del ombligo de mi amiga son clave. Ocupan un lugar central, primordial. ¿Qué es ese pájaro que apunto está de ser  atrapado en su vientre? ¿No ves la relación, Adam? Ambos tenéis algo que ver con eso… Y ambos habéis olvidado incluso vuestra propia identidad ¡No puede ser casualidad!

Apartó suavemente sus manos.

—¡No te mentiré! ¡Ardo en deseos de saber qué pone ahí! Pero respeto tu preocupación… Incluso puedo llegar a compartirla. No soy una majadera y sería muy torpe lanzarla a ello así, a ciegas. ¡He visto “En Busca del Arca Perdida”!

Volvió a sonreír.

—Si te parece… Yo puedo inhibirme de ese conocimiento. Quedarme afuera. Investigadlo vosotros dos. A vuestro aire. Ella sí que tiene lo que hay que tener para tomar la decisión correcta sobre qué hacer con lo que averigüe. Y esa dichosa palabra le pertenece a ella tanto como pueda pertenecerte a ti. Ni más ni menos ¿Te parece una solución?

Se encogió de hombros.

—No hay otra. Me temo.

Ante la diatriba de la mujer, Elliot cambió se gesto de gravedad y no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.

—Sí, así es, veo la relación. No puede ser una casualidad. Incluso pensé que Ellen podría ser una de las personas que siento que me faltan, pero sigo sin saber nada al respecto.

Y estoy de acuerdo en que sea lo que sea lo que está escrito en su piel no me pertenece más a mí que a ella. Ni creo ser yo más digno que nadie tampoco. Espero poder ayudarla a saber más, aunque también intuyo que será muy peligroso. Si averiguamos algo Ellen decidirá qué contarle; ella es libre para hacerlo, la conoce y es su amiga.

Volvió a tomarle la mano a la mujer:

—Muchas gracias por su confianza, Agathe. Significa mucho para mí. Hagamos juntos lo correcto. Y ojalá podamos distinguir qué lo es.

Agathe insistió en dejar a los olvidados solos unos días.  Arguyó que el faro debía ser suficiente protección y que si algo malo pasaba en su búsqueda en último término prefería llevarse a las otras dos chicas y “no poner todos los huevos en el mismo cesto” que sucumbir todos a un mal del que no sabían nada.

Se marcharon bien entrada la tarde.

Theresa y Nao se habían despedido cada una a su manera de Ellen, temiendo que algo horrible pudiera pasarle. Theresa le confesó que tenía mucho miedo de olvidarla y Nao dedicó una mirada enigmática a Elliot, amenazante. Dicho eso se marcharon a un lugar indeterminado.

Ellen insinuó que Agathe no se habría marchado muy lejos. Pero aseguró que respetaría su intimidad.

Ellen preparó una cena sin productos de origen animal. Ella contó que desde el principio se había descubierto vegana y Elliot sintió en ese momento que echaba de menos un par de huevos fritos y carne de verdad en la hamburguesa.

Comiendo una tostada de humus de garbanzos Ellen planteó una pregunta peliaguda.

—Adam, ¿te has planteado que la palabra de mi ombligo pueda ser tu nombre?

La propuesta de Agathe de marcharse con las otras mujeres le pareció muy acertada. Ella conocía bien el faro y pensaba que les ofrecería protección, lo cual tenía sentido si tal como le habían contado era ese lugar el que había convocado allí tanto a Ellen como a él mismo. El temor a que todo fuera una trampa no le había abandonado pero trampa o no estaba claro que aquí habían hechos clave relacionados con él y con la magia de olvido que le afectaba.

La angustia ante la posibilidad de olvidar a Ellen agobiaba a las chicas con razón y Nao le advirtió seriamente con la mirada que se cuidara mucho de convertirse en un problema para ella. Elliot le mantuvo la mirada, no desafiante sino tratando de transmitir que jamás le haría daño voluntariamente. De él estaba casi seguro que se olvidarían si tan solo tardaban unos pocos días en volver.

La cena le pareció tan insustancial que cuando Ellen le contó que era vegana a punto estuvo de bromear comentando que siendo así entendía que hubiera llegado un momento en que se había vuelto inmaterial.

Entonces ella hizo una observación que no había considerado antes:

-No... No lo había pensado -respondió con sinceridad-. No creo que sea así si como piensa Agathe los tatuajes representan lugares y presencias espirituales. Si como sospecha se trata de un onomasticón, más bien parece una palabra importante llamada a manifestarse en el entorno adecuado, el formado por el paisaje espiritual que representan las líneas... Pero, ¿qué opinas tú? -Luego añadió- Me preguntaba si habían surgido otras palabras... Ah, y otra cosa -inquirió-, Agathe habló de un pájaro que estaba a punto de ser atrapado en tu vientre, ¿a qué se refería? No vi ese dibujo cuando estuve ojeando los tatuajes  -Por si tanta familiaridad molestaba a la chica añadió-: No te sientas en la obligación de mostrarme lo que no quieras; me bastará si lo describes si prefieres no volver a hacerlo más.
 

—No. Sólo figuras simbólicas. Yo tengo la teoría de que es una especie de idioma pictográfico de gramática geométrica... Por eso que haya una palabra en un idioma totalmente diferente al resto de figuras representadas me suena raro... es como algo que no puede ser expresado de otro modo y ha de ser escrito en su idioma original. Un nombre imposible de traducir... quizá porque su significado se desconoce, o se degrada al traducirlo.

Juntó las manos hincando los codos sobre la mesa y descansó su barbilla sobre ellas. Miró hacia arriba y un lado en un gesto enigmático y divertido.

—Lo del pájaro son cosas de Agathe. Siempre quiso ser poeta y a veces habla con metáforas.

Separó una mano para rascarse el cogote.

—El pájaro atrapado en mi vientre... es una forma de referirse a la palabra.

Levantó la cabeza y con el brazo que la sostenía se acarició el otro codo mientras miraba a Elliot, atenta.

—Muy interesante —comentó Elliot inclinándose hacia adelante en la silla, apoyando los codos sobre la mesa—. Una palabra, un nombre tal vez, en un idioma original que no puede ser traducido sin ser degradado... —repitió en voz alta para meditar mejor el sentido de las palabras—. Se trataría del nombre de algo realmente especial entonces, algo muy hermoso o muy terrible. O tal vez ambas cosas.

Ellen volvía a adoptar esos gestos suyos tan expresivos que daban la impresión de estar jugando con su interlocutor, como si en cada palabra suya se insinuara que intuía algo sobre él y esperaba que Elliot confesase de un momento a otro.

—Razón de más para pensar que no se trata de mi nombre —concluyó mirándole a los ojos y volviéndose a recostar en su asiento. ¿Por qué habría relacionado Ellen ambas cosas?

—Agathe habló de que pasaran unos días y que nos conociéramos mejor antes de soñar juntos. Pero tal vez no desees dejar pasar mucho tiempo antes de que puedan volver —se refería obviamente al riesgo de que sus amigas la olvidaran—. Sea como sea te libras de que un desconocido se pase el rato contándote su vida —bromeó.

—Ponga lo que ponga... me muero de ganas de averiguarlo… Así que si quieres, podemos dormir juntos esta noche.

Hizo un gesto como cortando dos veces el aire con la palma de la mano horizontal.

—No te arrepentirás. Mi cama es el lugar más cómodo del mundo.

Volvió a poner la mano en su nuca.

—Aunque si quieres podemos hacer algo antes, para relajarnos un poco.

Sonrió con malicia, se levantó, abrió una vitrina y sacó una botella de whisky, unos vasos y una cajita con lo que parecía hachís y papel de fumar.

—Líalos tú. A mí me salen fatal. Sospecho que antes era abstemia.

—Sí, por mí también podemos intentarlo esta noche —respondió a la proposición, aunque no dijo nada acerca del arrepentirse o no ni sobre la mención a su cama. Elliot también sabía, aunque no recordara cómo o dónde lo había aprendido, que dormir junto a ella haría más sencilla la tarea de poder acompañarla en sus sueños. Antes que nada debía intentar recordar algo acerca de la palabra; tal vez después de ello la cosa cambiara e incluso tuviera que marcharse de allí, todo era posible. Si no era así no quería tampoco retrasar más la búsqueda.

Ante el whiskey y el hachís Elliot hizo un gesto con la mano para indicar que pasaba.

—No, mejor no. Puedo liar uno para ti si te apetece y acompañarte, pero prefiero no tomar nada sin tener ni idea de lo que nos espera más adelante... De todos modos, ¿vegana y abstemia? —cambió el tono de pronto, negando ligeramente con la cabeza, como quien recrimina algo—, ¿estás segura de que quieres recordar tu vida anterior? —esta vez se atrevió a bromear con el tema. Comenzó a liar un porro con mucha soltura —Algo me dice que si te dijera que sospecho lo mismo de mí no iba a quedar muy creíble.

Tras charlar un rato sobre intuiciones acerca de qué tipo de personas eran antes del “olvido” -ella confesó que sospechaba que había sido una niña mimada criada por una familia elitista y una mosquita muerta que estaba acostumbrada a tener todo lo que deseaba- acordaron darse un par de horas de intimidad, tras las que se verían en la habitación de ella.

En ese tiempo Elliot era libre de moverse por donde quisiera.

El mar estaba agitado y las olas golpeaban contra las rocas en un estruendo que iba y venía. Las gaviotas se habían recogido en sus agujeros y el aire traía gotitas minúsculas que llegaban a la piel del soñador, refrescándola.

Emprendió un camino que como por impulso, recordando con cada paso, con cada sensación. Primero por un sendero borrado entre las rocas, luego trepando entre una grieta que partía un gran acantilado. Cualquier persona que lo hubiera visto habría pensado que era un loco, pero él sabía escalar. Encontró una cueva natural, el sol había bajado y entraba en ella iluminando su interior con rojizo y amarillento, ígneo.

En esas paredes no había nada escrito pero una imagen en la mente de Elliot se dibujó sobre lo que estaba viendo. En su mente, al fondo había otro agujero que bajaba hasta una gruta en la que había encendido un fuego que no se apagaba nunca. Allí habían escritas cuatro palabras. La primera era su propio nombre, el auténtico. Las otras tres estaban en idiomas incomprensibles para él. Una, la que había grabada en la piedra más cerca del fuego era la que había en el ombligo de Ellen. Era una palabra que estaba escrita en los corazones de todos los hombres y que golpeaba sus entrañas como las olas a los acantilados. Él la había descubierto y la había escondido. Era el verdadero nombre del demonio, olvidado para la mayoría, como el suyo.

La tercera palabra era otro nombre. El de alguien que de verdad era un onomasticón.

La cuarta era el nombre de un lugar, un paisaje. La puerta de entrada a su memoria.

En un primer momento simplemente quería estar solo. No esperaba que pasear por las cercanías del faro empezara a traerle recuerdos. Había descartado que el lugar fuera importante para él porque lo conociera pero ahora cada paso que daba le traía la certeza de que había sido así.

Se dejó llevar por el instinto y la memoria nebulosa de las formas del paisaje y acabó escalando el acantliado hasta una cueva en la que sentía haber estado antes. Era tan familiar el lugar, tan suyo, que a partir de él había compuesto en su imaginación una gruta segura en la que guardar importantes secretos. Ahora lo recordaba. Contemplando las paredes de roca desnuda pudo visualizar el espacio interior que les correspondía. Y allí, iluminadas por la luz de una llama que al mismo tiempo custodiaba el lugar pudo leer su nombre: —Julian.

—Julian Elliot Gwilym... —repitió en voz baja, sintiendo como un escalofrío le recorría la espalda hasta la nuca como si una parte de sí despertara de un largo entumecimiento.

Julian se sentó en el suelo, cruzó las piernas y respiró hondo. Cerca de su nombre habían tres palabras más, todas ellas escritas en aquel alfabeto extraño y que sin embargo podía leer.

La primera era otro nombre, el de una persona que supo que al mismo tiempo era verdaderamente un onomasticón. Un nuevo misterio.

No lejos de ella se encontraba el "objeto aislado" que había aparecido, aun sin completar, sobre el vientre de Ellen. Y ahí lo supo. Lo reconoció separando al instante su atención de él. Era otro nombre sí, pero el más peligroso que podía ocurrírsele. ¿Por qué?, ¿cómo lo había descubierto? Su corazón comenzó a latir con tal fuerza que le asaltó un temor irracional -pero quién podía saber si acertado-, de que el diablo lo escuchara.

No lo leyó. Mucho menos lo pronunció en voz alta ni en sus pensamientos. Huyendo de su atracción llevó su atención a la cuarta palabra.

Era el nombre de un lugar: el paisaje de acceso a su memoria. ¿Podría llegar hasta ella? Allí estarían los recuerdos de aquellos que le habían arrebatado y que sentía que le necesitaban. Allí estaría su vida entera y todo lo que pudiera saber del faro y de si había conocido a Ellen alguna vez. Podría decidir entonces qué decir a la chica o si debía tratar de salir de la isla sin volver a ser visto. Allí estaría el porqué custodiaba un saber tan peligroso.

Todo lo que Agathe y Ellen le habían dicho desde que llegara al faro cobraba ahora otro matiz. Pensó que sabían mucho más de él que él mismo y también acerca de la palabra. O tal vez solo era paranoia por el temor que sentía.

Pasó un rato tratando de serenarse. Cuando lo logró lo suficiente se tumbó en la piedra, cerró los ojos y leyó el nombre del acceso a sus recuerdos. Ojalá fuera capaz de penetrar allí.

Elliot tuvo un sueño tan largo como su vida. Fue pasando cada instante como si fuera el presente ocupando luego su lugar relativo en el pasado. Cuando llegó al momento del secuestro, en su infancia, observó que la cueva en la que estaban era donde se encontraba el “hombre dormido” en cuyos sueños obligaban a Elliot a escudriñar. Dormía en el lugar en el que el soñador dormía ahora mismo, y tenía toda su piel tatuada de una forma que recordaba a la de Ellen pero cuya técnica y “formas” era totalmente diferente. En Ellen los tatuajes eran geométricos y tenían cierta estética moderna, en el hombre dormido sus tatuajes tenían algo arcaico, como petroglifos, y multitud de palabras ininteligibles.

Cuando llegó al presente cada cosa ocupaba su lugar. Recordó la lluvia, los detalles, y las personas perdidas. Se recordó a él mismo diciendo sus nombres y ahora puede ver éstos grabados en la cueva, junto a otras cosas cuya existencia requería protección.

Elliot despertó en la cueva y la luz de la luna entraba en un haz iluminando una de sus paredes. El chasquido de las olas golpeando la roca retumbaba sordamente con un ritmo constante, sincronizado con el latido de su propio corazón.

Serían como las doce menos cuarto de la noche.

Elliot se incorporó tratando de no hacer ningún ruido. Miró a su alrededor; qué distinto le resultaba este lugar ahora que había recordado. ¿Cuántas noches había pasado en él? ¿Cuántos días de cuántos años? Allí había aprendido a penetrar en el sueño de otro para sumergirse en los del "hombre dormido" y tratar de descubrir "su secreto". Y la casa... Ahora la recordaba aunque había cambiado mucho: el sótano, los cadáveres de otros niños, la bañera donde le ahogaba... Casi estuvo a punto de vomitar la insulsa comida vegana que Ellen le ofreció y probablemente habría sido buena idea si no fuera porque prefería no dejar rastro de que había estado en la cueva. La imagen de Clementine comenzó a brotar en su mente pero la hizo desaparecer de sus pensamientos. No allí.

Que el cielo estuviera despejado le ayudaría a orientarse y poder ver cuando se adentrara en el bosque. Debía evitar los caminos, esconderse y poner toda la distancia que pudiera entre él y los habitantes de la casa. Tal vez Ellen ya se hubiera extrañado de su ausencia y avisado a Agathe. No teniendo más tiempo que perder salió de la cueva y comenzó el descenso.