Partida Rol por web

Van llegando camilleros que traen a los heridos a toda prisa, dejándolos en camastros dispuestos para que sean atendidos por un saturado servicio médico. Los aparatos anticuados y metodologías ya obsoletas de Sélica IV se mezclan con técnicas novedosas y siervos medicae traídos del exterior, produciendo un extraño contraste entre los matasanos que el planeta conoce y los extraños e inquietantes doctores que existen en el Imperio. 

En un lado, el jefe médico hasta aquel momento se esfuerza con una sierra de huesos para amputar la pierna a un soldado. 

-¡Sujétenlo, maldita sea! ¡Si no la amputamos, va a morir!-masculló, mientras seguía serrando a pesar de los terribles gritos de su paciente. 

Al otro lado, Andronius, el maestro quirurgo, se esfuerza por salvar otras tantas vidas, aunque sus métodos son más refinados. De no ser por que no contaban aún con los medicamentos que habían traído con ellos, probablemente podría hacer algo más... Pero apenas una pequeña parte había sido entregada.

-Enfermera, es necesario hacer un triaje de todos los nuevos pacientes, ¡rápido!

Pronto las enfermeras van revisando el estado de las nuevas incorporaciones, cargadas de estos formularios.

De ellos, van cogiendo las tiras adecuadas, muchos de ellos son amarillos y rojos, y demasiados azules. Por suerte para vosotros, las que llegan hasta vuestros camastros, aunque dudan, eligen aplicar la tira roja. 

Los doctores se esfuerzan en tratar a los pacientes que van llegando, y continúan con dicha tarea. Es evidente que la enfermería es un caos con el bombardeo y ataque, y aún a través del rococemento pueden escucharse, débilmente pero menos de lo que os gustaría, los ecos del combate. Ambos doctores llevan pistolas al cinto, y hay algunas armas distribuidas por las paredes, por si fuera necesario usarlas.

Despues de haber saltado por los aires el soldado Kinski no recordaba casi nada de lo ocurrido. Solamente gritos, el sonido de las explosiones y dolor, mucho dolor.

Cuando por fin recuperó la consciencia se encontraba en una enfermería atestada de otros heridos como él, o incluso desgraciados que estaban mucho peor, desde la que a lo lejos se oían las explosiones y disparosn que indicaban que la batalla seguía en marcha.

Muy debil el soldado apenas pudo murmurar Agua...por piedad..

Los párpados me pesaban oí sonidos pero no era el combate, ya había estado antes en lugares así era un hospital de campaña. Enfermeros y doctores corriendo de un lado para otro intentando salvar vidas, Podría ayudar pero necesito recuperarme. Un agudo dolor recorrió mi cuerpo entero lo cual me alivió, Parece que sigo entero jodido pero entero, abrí los ojos y ví entonces la tira roja sobre mi brazo izquierdo.

Entonces fue cuando vi al soldado que estaba justo en la cama del al lado, pidió agua. Traté de buscar mi cantimplora para acercarsela pero mi equipo no estaba conmigo.

Entonces es cuando me uní a su lugubre llamada Sanitario... agua

Oía las voces, incluso los lamentos de los que habían sido arrastrados como él a una zona más segura donde atenderlos, pero lo que decían se escapaba a su entendimiento, su mente se encontraba embotada y los sonidos no eran más que ruidos que parecían provenir del otro lado de una pecera.

¿Qué había pasado?

Por Terra, él era médico, tendría que estar atendiendo a los que habían sido prácticamente enterrados en las trincheras... pero su cuerpo no respondía a las incoherentes órdenes de movimiento que el cerebro, comprometido con su deber, mandaba a los músculos.

Carmine... recordaba haberle visto a su lado y el tirón (¿o fue empujón?) que le dio. Estaba seguro de que él tampoco se había puesto a salvo a tiempo (o refugiado tras la traición) pero no escuchaba su particular voz de cazallero quejándose a su alrededor y no tenía ni fuerzas ni ánimos para abrir los ojos y mirar a su alrededor.

Todo estaba oscuro, había llegado con ansias de combatir, queriendo luchar como un héroe y cuando iba a entrar en combate después de tanto tiempo, todo saltó por los aires. El mundo se hizo negro y no pudo recordar nada más. Poco tardó en abrir los ojos y encontrarse en una habitación que ignoraba. La cabeza le daba vueltas y cada centímetro de su cuerpo le dolía, pero notaba un peso aún más hondo en su interior. Había fracasado en su primera entrada en combate y no había sido capaz de derramar sangre enemiga. No le hubiera importado morir siempre que fuera en gloria del Emperador, pero no había conseguido su objetivo.

En silencio Quintus Sertorius cerró los ojos intentando aislarse de los lamentos de sus compañeros y de su propia miseria.

Las enfermeras se movían de aquí para allí, atendiendo a todos como podían, aunque parece que lograron sacar algo de tiempo para dar de beber a Klaus y Amir.

-Con cuidado... Poco a poco, a sorbos-dijeron, cuando acercaron un vaso a sus labios, no dejando que bebieran demasiado, aunque sí lo suficiente. 

Klaus bebió con ansia el agua que le daba la enfermera. Una vez apagada la sed pudo mirar con mayor detenimiento a su alrededor, la enfermería estaba bastante llena lo que era una señal de que todas las unidades del frente habían sufrido bajas en el primer contacto con los renegados.

Con mayor aprensión lanzó una mirada de reojo hacia su propio cuerpo rezando al Dios-Emperador no estar mutilado más allá de toda esperanza de recuperación.

Vompel miraba de un lado a otro, con el ceño fruncido, no entiende como no hay una enfermería aparte para los que somos un poco mejores que el resto. El noble soldado, no es de la rama más excluyente de la sociedad, pero si es verdad que está a costumbrado a algunas deferencias hacia su persona.

Tiene bastante dolores, pero las medicinas tienen que haber empezado a hacer efecto, así que sólo queda esperar que la tecnología extramundana y mi excelente físico, debido a una sangre, de generaciones, de la que nacen perfectos soldados, haga el resto.

Me estiro el bigote y sigo mirando aquí y allí, tampoco puedo hacer mucho más. Quizás solicite que la cama deje de temblar con cada mega explosión, seguro que algo pueden hacer por mi comidad. Y mi almohada, que así no hay quien descanse con eficiencia.