Partida Rol por web

Estaba deseoso de luchar, lo estaba realmente pero aquello que sus ojos contemplaban fue demasiado para él. El terror comenzó a invadir su cuerpo de una forma que fue incapaz de controlar. El arma le pesaba más de lo habitual, sus manos estaban acartonadas y su cuerpo no respondía a sus intenciones. Era incapaz de pensar con claridad, incapaz de centrar su mente en nada que no fuera el miedo o el horror que cada vez aumentaba. Intentó girar su cabeza y mirar a sus compañeros, pero no los encontró pese a que sabía que estaban a su alrededor. Los ruidos comenzaron a ser más potentes y a colapsar sus sentidos, la guerra le envolvía y le aturdía.

Desesperado Quintus intentó gritar, pero de su garganta no salió ningún ruido, las piernas le flaquearon y cayó al suelo insconciente.

Estaba preparado para todo. Pero no para esto. La presencia de los muertos, levantándose, atravesó a Marcus como si se tratara de un . Al menos comprobó que Agrippa seguía en pie, preparada para el combate. No fue algo previsto, quiso el sargento llevarse la mano a la espada, quiso gritar órdenes. 

Pero entonces lo sintió: una punzada, como un puñal de hielo, en mitad del pecho. Notó la boca seca, y una profunda debilidad atravesándolo. Sus músculos se hicieron de plomo, y casi al instante, agua. Pensó: debo estar en pie, debo combatir. Quiso gritarse: ¿qué me está pasando?

Y luego la inconsciencia se apoderó de él.

El grito de Nicodemus le sacó de su ensimismamiento de golpe. Sin pensarlo siquiera puso una rodilla en el suelo, mientras instaba a su compañero, Celonius a ayudarle a colocar el bólter pesado en posición. - Olvídate de la escopeta, maldita sea, y ayúdame a asegurar nuestra preciosidad. -

- ¡HECHO COMPAÑERO! - gritó de vuelta a Nicodemus. - ¡MANTENEDLOS A DISTANCIA DE MI Y ME ENCARGO DE ENVIARLOS DE VUELTA A LA TUMBA! -

Con un chasquido seco, el arma le dijo a todos los que estaban lo suficientemente cerca que estaba lista para desatar un torrente de destrucción. Sólo necesitaba una línea recta y no tener obstáculos delante.

Al surgimiento de los zombies le siguió el caos: gritos de pánico, desvanecimientos, incluso un par de unidades, una de acechadunas y otra de lanceros, se rieron histéricamente mientras disparaban como locos, alcanzando a otra unidad de zapadores. Sin embargo, en medio de los actos de terror y locura, también hubo espacio para el heroísmo. Aunque solo fuera por aquellos primeros segundos, las fuerzas de Konig se ganaron una mención por la forma en que segaron no muertos con sus blindados, allanando en mucho el camino. 

Los krieg en general demostraron de que pasta estaban hechos, y con la plegaria del sacrificio recitada a gritos, se lanzaron a por los zombies o dispararon contra ellos desde sus posiciones. 

Mención especial merecían también el grupo del 13º, así como una de las unidades de zapadores y otra de acechadunas, que causaron auténticas carnicerías entre las hordas no muertas. 

Aún con todo, más que los zombies, el miedo era su mayor enemigo. El frente de batalla corría el riesgo de romperse, y de hecho algunos soldados intentaron desertar. Por suerte para todos, el Emperador había velado por ellos, en forma del sagrado comisariado, y pronto estos rectos hombres y mujeres actuaron. Varias ejecuciones sumarias, así como amenazas retransmitidas por todos los canales respecto a lo que ocurriría si veían a alguien flaquear, consiguieron que las fuerzas imperiales que no estaban incapacitadas en aquel momento recobraran algo parecido a un aire marcial y profesional. 

Malatesta dedica una mirada funesta a Romulo, que aún no se ha movido.

Con el bólter colocado rápidamente en su lugar y Celonius a su lado, Albius sonrió y apuntó con del bólter a la horda. - Tranquilo Nico, no se acercarán al Sargento, nosotros nos encargamos. ¡Tira otra granada, luego te doy una de las mías! - 

Le dio un codazo a su ayudante, Celonius, al comprobar que el arma se desviaba hacia arriba. - ¡Sujétala bien, que no te va a morder a ti! -* 

Contemplando a la horda a través de su punto de mira, el soldado Vespillo notó como su arma comenzaba a vibrar, pero sus músculos y reflejos ya estaban preparados para compensar el retroceso. El bólter pesado escupió una lluvia de muerte sobre esos terribles enemigos, que cayeron como fruta madura en un campo de árboles. 

- ¡VOLVED A LA TUMBA! ¡VOLVED A LA TUMBA! - gritaba mientras los cuerpos caían despedazados por sus muy certeras ráfagas. 

Los gritos al parecer sirvieron para que Albius recobrara la conciencia. Hubiera sido mejor si además hubiera decidido replegarse para reajustar tácticamente el arma, pero el sargento estaba... no disponible... y el verraco de su compañero sólo estaba dispuesto a aceptar consejos tácticos de su oficial al mando ¡aunque fuera la clase de de asesoramiento más elemental!

"¡MANTENEDLOS A DISTANCIA DE MI Y ME ENCARGO DE ENVIARLOS DE VUELTA A LA TUMBA!"

-¡CLARO HOMBRE! ¡PERO AHORA MISMO! ¿QUERRÁ EL SEÑOR UN BAÑO TAMBIÉN?

Gritó, gruñendo mientras desajustaba la parte de los dedos para echar mano a la siguiente granada, sintiendo el peso en la mano. En unos segundos iba a sentirse como unos tres kilos más pesado, cinco si contaba la buena parte de tripas que iba a cagar del puro miedo mientras se dirigía de nuevo hacia la mandita liza mientras las manos y los dientes avanzaban fijos, ansiosos y babeantes.

-¡ANDA QUE NO PEDIMOS JODER! ¡NICODEMUS TRAE ESTO! ¡NICODEMUS HAZ LO OTRO! ¡NICODEMUS REFUERZA ESTE LADO! ¡NICODEMUS A LA PUNTA DE ASEDIO! ¡NICODEMUS SACA LAS GRANADAS QUE VIENEN LOS MUERTOS VIVIENTES! -gritó, tanto para darse valor por la furia como para hacerse oír por encima del factor "pobres decisiones tácticas" que estaba pasando alrededor suya- ¡QUE SOY VUESTRO MEDICAE COJONES! ¡PEDÍS MÁS QUE LA VARA VERDE!

Ahora estaba junto a Albius y Celonius, haciendo botar la granada entre las manos por unos segundos como si fuera una patata caliente antes de calentarla, en el tiempo en que los otros dos estaban aún preparándose para la descarga de bólter. Desde luego, si los muertos llegaban hasta el sargento... por ellos dos no iba a ser. Uno-dos-tres-arco por encima de los zombis de plaga cayendo entre las filas, causando una explosión tan cercana que a los dos les llegó el viento caliente y la ceniza en la cara.

-¡SOY NICODEMUS PIUS OCTAVIANUS, PEDAZOS DE MIERDA MUERTA! ¡SOY EL PUTO MEDICAE DEL DECIMOTERCERO DE ASEDIO!

Nicodemus tenía una sonrisa de oreja a oreja, y los ojos llenos de explosión y júbilo.

-¡¡¡OH PODEROSO ESCUCHA MI NOMBRE Y TIEMBLA PORQUE TENGO LA EMPALMADA DEL SIGLO!!!

Cerró los dos puños, levantándolos a la altura bajo sus hombros en jarras abiertas a cada lado mientras echaba el torso hacia atrás y la pelvis para adelante, a apenas unos metros separándoles entre los muertos y ellos. Mientras los gritos llegaban, los tiros resonaban y todo su cuerpo desde las botas hasta la mandíbula empezaba a zumbar por la carga de muerte que el bólter pesado de la unidad empezaba a descargar mientras el fuego de su granada aún ardía.

Aunque pareciera mentira, aquellas cosas podían caer. Aquí y allá se iban abriendo huecos donde las apelotonadas multitudes de cadáveres semidescompuestos caían, destrozadas por disparos y explosivos. No todo estaba perdido, y los ánimos aumentaban algo conforme se incrementaban las muertes de enemigos. Por supuesto, no se iban sin cobrarse ningún coste en vidas en muchas ocasiones, y el fuego amigo, esta vez involuntario, también se cobró algunas vidas imperiales. El incidente más grave en ese sentido tuvo que ver con la profusión de disparos láser por parte de los krieg en la zona central de las líneas imperiales, que le costó al "¡Arde, zorra, arde!" recibir un duro castigo en su retaguardia, empezando a soltar humo. Algunos se temieron lo peor, pero a juzgar por como la tripulación siguió disparando, no parecía que fuera a estallar en breve... O eso, o sus tripulantes estaban totalmente desquiciados, cosa que no sería extraña con tal nombre. 

Del lat. inconscientia.

1. f. Cualidad de inconsciente.

2. f. Estado o situación de la persona que ha perdido la consciencia o facultad de reconocer la realidad. Sufrió unos momentos de inconsciencia.

3. f. Dicho o hecho irreflexivos o imprudentes. Fue una inconsciencia dejarse el fuego encendido.

Ajeno a las semánticas disquisiciones sobre su estado, Marcus sigue sumido en el pavoroso estado que los muertos saliendo de sus tumbas le han ocasionado.

Albius exhaló un gritó excitado de puro júbilo mientras veía los cadáveres reventar cual piñatas llenas de desagradables fluídos. Sus disparos se habían extendido algo más allá de la masa de zombis cercana, apoyando a una unidad a unos cuantos metros en su flanco. El resultado había sido que ahora aquellos soldados estaban libres de atacantes y podían ayudar a liberarse a otros.

Se giró y viendo a Nicodemus intentando levantar al sargento, fue a socorrerle, seguido de su pardillo que cargaba con la pesada arma.

- Tranquilo Sargento, le sacamos de aquí y luego ya podrá usted partir cabezas. - susurró casi Albius, en un remedo de acto compasivo, al coger el otro hombro de aquel mastodonte llamado Sargento y dirigiéndose con él a un lugar algo más a cubierto.

- Bien hecho Nico, casi pensaba que me ibas a dejar todo el trabajo a mí, nada más que hacías que quejarte y quejarte, pareces una vieja. - le dijo a su compañero.

Nicodemus, que ya estaba echándose al sargento por el hombro para tratar de llevárselo después de que su excuadra se comportara como los badass que eran y reventaran una masa enorme de dios-sabía-qué en unos instantes, agradeció que Vespilio le echara una mano. El apoyo de un hombre que carga con 40 kilos de metralla todos los días de faena siempre es de agradecer.

"Bien hecho Nico, casi pensaba que me ibas a dejar todo el trabajo a mí, nada más que hacías que quejarte y quejarte, pareces una vieja"

Aún con la adrenalina a fondo, y la cara manchada de rastros de ceniza, tierra calcinada y algubna que otra manchita blanca en breve roja por el calor de la explosión del bólter y de granadas a tan corta distancia, soltó una risilla mientras iba centrando un poco más la mirada en lo que tenía delante.

-¿Te vas a quejar de tó cabrón -dijo mientras se lo llevaban a una nueva dirección, a saber, un poco lejos de la Zona M- que te he sacado del shock antes de que empezase?

Esperaron órdenes del Teniente de cambiar de dirección el rumbo de la escuadra (y ellos con él) mientras sacaban al sargento de allí entre los dos, una tarea bastante más fácil y rápida que hacerlo en solitario. Además el sargento Druso había tenido suerte, siendo acarreado por dos de los miembros que más acostumbrados estaban a llevar grandes masas de un lado a otro, cada uno en su campo y por sus propios motivos.

-No se preocupe mi sargento, que le sacamos de aquí pero ya -dijo para dar ánimos mientras seguían moviéndose. Y luego, para continuar con lo de antes- En otros sitios al med se le respeta. No se espera que le metas en primera línea de fuego a hacer compañía al bólter pesado contra la legión de los muertos sin ojos. Porque en el 13 los tenemos muy bien puestos, si no... grrrmmmbbbfflflflflflgrbf...

El combate se sucede, con las fuerzas imperiales imponiéndose de manera cada vez más clara, pues toda la retaguardia inmediata había quedado limpia, así como buena parte del frente más inmediato. En determinado momento se pudo escuchar como tres voces coreaban a voz en grito, a través de los emisores vox del Hellhound, un:

-¡¡ARDE, ZORRA, ARDE!!-seguido de un auténtico imaremagnum de llamas expulsado por el cañón Inferno, con tanta furia como se adivinaba en las voces de la tripulación. Sin embargo, el verdadero "grito" fue el del Demolisher al "hablar" de nuevo. Cientos de cuerpos putrefactos así como tierra, agua y restos de trincheras y vehículos volaron por los aires al recibir el impacto del proyectil, cuya onda expansiva pudo notarse incluso a la altura de los zapadores y el enviudador. En cierto modo, levantaba a uno el ánimo ver al enemigo despedazado cayendo por centenares de ese modo. 

Aunque sigue inconsciente, Marcus empieza a removerse, inquieto. Casi a punto de recuperarse de la inconsciencia.

Las inmediaciones parecían limpias de enemigos, estaban tan rodeados por compañías aliadas que poco podían hacer sin resultar un peligro para el resto. Sintiendo el peso del Sargento en sus hombros, siguió adelante, ayudando a Nicodemus a llevarlo a zona segura, o al menos, a sujetarlo mientras trataba de reanimarlo. 

Mirando hacia atrás un momento, se fijó que otro compañero, Qintus, también permanecía inconsciente, pero él ya estaba ocupado, así que le pegó un grito al compañero que estaba al lado - ¡Eh Rómulo, tráenos a Qintus aquí, para que Doc le ponga un remiendo y volvamos a la pelea!. - 

Mirando hacia su derecha, señaló hacia allí a Nico. - Vayamos hacia allí, así podremos flanquear y tendré una buena línea de disparo...que con todos por delante no podemos hacer nada. - 

Mientras abanzaban llevándose al sarge de allí, Nicodemus iba rebuscando algo en el medpack con la mano derecha, distraídamente, mientras seguían abanzando. Al final aferró el tubo de lo que buscaba cuando...

Marcus empieza a removerse, inquieto. Casi a punto de recuperarse de la inconsciencia

-Huh. Parece que está volviendo. No es un shock profundo.

Volvió a guardar el tubo del Stimm (lo que en su estado le hubiera dado un subidón brutal de adrenalina y posiblemente quitado unos cuantos meses de vida) y decidió confirmar su acertado diagnóstico metiéndole un puyazo en el plexo solar como para que el diagnostor pudiera emitir su diagnóstico sin tener que quitarle el casco ni nada: dios sabía lo que estaba corriendo por aquel sitio donde las ciénagas estaban por todos lados y hasta los muertos se negaban a morir.

-Todo 42 -reafirmó con el diagnóstico- ¿Y nadie más necesita auxilio? Bue. Asalto limpio. A ver si llegan esas órdenes...

...órdenes que, hasta que el alto mando diera nuevas, suponían que ellos dos estaban esencialmente haciendo un poco el julay por ahí transportando al sargento hasta que le diera un poco el aire (es un decir, no iba a dejar que le diera el aire de sabañal aquel).

La masacre seguía adelante, especialmente por parte de los krieg, que disparaban sus armas de un modo desenfrenado, destrozando con sus láseres a todo enemigo que se ponía al alcance, a veces al coste de bajas aliadas (en su mayoría, sus propios hombres o penales, y algún miliciano de vez en cuando) dejando claro lo poco que les importaba su propio pellejo, y asumiendo que en el caso del resto sería igual (o quizás solo se permitían bajas de escoria y milicia poco preparada a posta, quién sabía qué habría en la mente de un habitante de Krieg). 

Sin embargo, en determinado momento un canto fantasmagórico pudo empezar a oírse, de algún modo sobreponiéndose tenuemente al sonido del combate, a pesar de que era apenas un susurro, o eso parecía. Algo estaba pasando, sin duda alguna, y seguramente no iba a ser algo bueno para ellos. 

Nicodemus mantuvo a la vista al sarge mientras seguía manipulando el medkit para guardar el stimm en su sitio: no estaba sumergido en un shock y eso le daba una prioridad especial, pero tampoco quería arriesgarse a que no recuperase los parámetros... especialmente después de lo que a estas alturas no tenía narices más que clasificar como Trauma Obscurus después del transporte fallido, hasta el punto en que Malatesta había tenido que llevarse a gente por delante. Y ellos eran el Treceavo: aquello no era normal.

"Pffffff"

Volvió a echarle un vistazo al ojo de su galones apartando la pestaña inferior con la yema del pulgar y confirmó lo que ya sabía: respuesta inmediata. Cuando alguien le miró levantó el pulgar: todo bien por allí.

-Agripa. ¿Puedes comunicar con el contacto del teniente? -dijo mientras entre él y Vespillo apoyaban al sargento en el suelo medio sentado- A ver cuáles son las órdenes.

Imaginaba que serían consolidar: la batalla había sido caótica, pero los Enviudadores se habían mantenido firmes y habían barrido lo que les habían mandado, y ahora su sector estaba limpio. Todo lo limpio que se podía estar rodeado de trozos de cadáveres y del olor de la cordita y carne quemada. Se echaría un puchito para celebrarlo, pero romper el sello de la armadura de caparazón y quitarse el casco en aquellas circunstancias estaba entre las cosas que NO HACER. Un poco por debajo de "no vacilarle a la Inquisición".

"Sanguinus. ¿Y si no es por esto y el regimiento entero está obscurado? Qué jodida está la cosa"

Suspiró mientras traían a su siguiente "paciente" y volvió a preparar la bolsa, metiéndole un corto golpe en el plexo solar con el bajo de la mano, para insertar rápido la multiaguja a través de la armadura.

Dejó al Sargento en el suelo, con ayudando a Nicodemus, y se levantó oteando alrededor. No conseguiría una línea de tiro clara desde donde estaba, y había demasiada gente alrededor o, mejor dicho, entre el enemigo y él, como para que pudiera emplear su arma....al fin y al cabo eran aliados y parecían estar dando cuenta del aquellos pútridos...¿cadáveres? Reprimió un escalofrío y siguió a la espera de órdenes, aunque lo natural sería seguir avanzando, por supuesto.

Un sonido, como un murmullo, se escuchaba de fondo. Suave al principio, casi indistinguible de los gritos de los caídos y de los chasquidos de los láseres...pero poco a poco fue ganando presencia y potencia.

No le gustó nada. Los pelos de su cuerpo se pusieron firmes y todas las alarmas de su cuerpo comenzaron a encenderse como si estuviera bajo un ataque inminente.

- ¿Qué cojones es eso? - dijo, posicionando su bolter en el suelo y apuntando hacia su retaguardia y hacia el agua de nuevo, en ésa diagonal. - Despierta al Sarge ya, matasanos, no puede perderse la fiesta que ya sabes qué pesado se pone luego. -

Hacia delante estaban sus compañeros y aliados, por lo tanto, si era un ataque, vendría de detrás o de un costado.

El cántico continuó, a pesar de la masacre de los zombies, o quien sabe si precisamente debido a esta. En cierto momento llegó a un punto álgido, y después, silencio. O todo lo silencioso que podía ser aquel campo de batalla. Sin embargo, pronto otro sonido tomó el lugar de aquellas palabras susurradas ininteligibles y blasfemas: un zumbido. Al principio misterioso, pero pronto quedó claro su origen, grandes enjambres de moscas que se materializaron, cayendo sobre ellos, para poco después dispersarse y agruparse en grandes nubes, cada vez más compactas, como si quisieran formar una silueta o escultura.

Con la terrible diferencia de que aquellas esculturas, grotescas, hinchadas y con un cuerno en la cabeza, "cobraron vida". La piel surgió extendiéndose y engullendo a las moscas, y debajo de la misma empezaron a bullir creando músculos, tendones, tripas que sobresalían por purulentas heridas, una boca llena de dientes podridos, desiguales y afilados, y finalmente un único y gran ojo lechoso en mitad de la frente, que se abrió en todas ellas, recorriendo el campo de batalla. Una sonrisa de lo que solo podía ser la más pura alegría se formó en sus labios, deformando aún más su rostro y mancillando el significado mismo de la alegría, mientras exclamaban, en un gótico bajo impecable:

-¡¡Bienvenidos, mortales, bienvenidos!! ¡¡Venid y disfrutad de las maravillas del abuelo Nurgle, que amablemente os ofrece!! ¡¡Sed acogidos en su purulento regazo!!