Partida Rol por web

Los días pasaron sin pena ni gloria, sin más hechos notables que la despedida a todos los muertos del regimiento, demasiados para aquel primer ataque, y la vuelta de los heridos junto con el resto de sus camaradas. El sexto día, sin embargo, trajo novedades. El regimiento se encontraba orando al amanecer al Emperador, como debía hacerse, cuando un mensajero de aquel mundo llegó apresuradamente. Disculpándose por interrumpir, tendió una placa de datos al Jeque, que la leyó atentamente antes de observar la posición del sol, intentando averiguar qué hora sería.

-Oración breve y preparados para marchar-dijo finalmente-el alto mando nos requiere. 

Y tras recitar rápidamente la Segunda Plegaria al Valor de San Drusus, todos os pusisteis en pie y recogisteis vuestro equipo, para marchar después a través de las trincheras, hasta una "plaza" con capacidad para cientos de hombres, donde os encontrasteis con representantes de otros regimientos desplegados. 

A los pocos minutos, desde una balconada pudo verse aparecer a todo el alto mando. Algunos tenían signos de haber sido tratados, probablemente consecuencia de aquel impacto afortunado al búnker de mando, pero todos parecían bastante enteros y dispuestos, al menos así se apreciaba desde la distancia.

-¡Soldados del Imperio!-saludó el Lord General, con su voz amplificada a través de varios dispositivos vox fijos situados en postes por toda la plaza-ha llegado el momento de actuar. Ya hemos comprobado como ataca el enemigo, y ahora esos traidores comprobaran como asaltan posiciones los hombres y mujeres fieles al Dios Emperador. En el día de hoy, cruzaréis la tierra de nadie y combatiréis para tomar las líneas enemigas. No os engañaré, no será fácil. Puede que muchos no sobreviváis. Pero, si os mantenéis firmes en vuestra fe al Dios Emperador de la Humanidad, y actuáis de manera disciplinada, vuestro sacrificio no será en vano. ¡Recordad este día, pues hoy damos los primeros pasos hacia la victoria! ¡Por Sélica IV! ¡Por el Imperio!

Con esas aclamaciones finales, coreadas por la mayoría de los presentes, terminó la comunicación, tras lo que cada regimiento fue conducido a sus posiciones en primera línea para iniciar el asalto. 

Se había pasado los últimos días... de hecho todo el tiempo tras el último ataque enemigo, en la enfermería. Había sobrevivido por los pelos, quizá por pura suerte. Aunque Ahmed estaba seguro de que era porque el propio Emperador le había protegido. Había puesto sus ojos sobre él.

Ahora, las palabras del general le impelían a continuar con la voluntad del Emperador. Le impelían a acabar con aquellos herejes. A llevarles la muerte y destrucción allá donde estuvieran.

Actuaría como se esperaba de él. Tanto daba si vivía o moría, lo haría por una causa mayor y más importante. El Emperador se sentiría orgulloso de sus hijos.

Ahmed fue el primer acechadunas en levantar su puño y corear las palabras del general:

- ¡Por Sélica IV! ¡Por el Imperio! ¡Por la victoria! -

Se sentía revigorizado a pesar de estar recién recuperado de sus heridas. Todavía cojeaba visiblemente pero no dudó en unirse a su regimiento y esperar a que les condujeran a primera línea. Más herejes caerían bajo el fuego de su arma.

De nuevo llegaba el momento de presentar batalla y en este caso el atacante en el pasado tomaría el rol de defensor. Lamentablemente ese rol no era uno que los Acechadunas pudieran cumplir fácilmente al carecer de las blindadas tropas de choque de otros regimientos. Ellos destacaban como tiradores desde detrás de las líneas aliadas, diezmando con su certera puntería a aquellos que quisieran acercarse o limpiando las trincheras enemigas durante un asalto frontal.

No obstante si el Alto Mando así lo había decidido era porque habían considerado que era o bien lo mejor opción o bien el único curso de acción posible. En cualquier caso al ser su causa la única causa justa sabía que disponían de todas las bendiciones del Emperador, y saber que contaban con el apoyo de Él, el único y verdadero, era mucho para un hombre de fe como Haytham.

- ¡Por Sélica IV! ¡Por el Imperio! ¡Por la victoria!- repitió sumándose así a todas las voces que coreaban como una sola, que demostraban la unidad y fortaleza del Imperio frente a los traidores y enemigos de la Humanidad.

No se tardó mucho en explicar las órdenes: las fuerzas imperiales se volcarían en tomar una sección concreta de trinchera, la zona central, si es que conseguían llegar. Se rumoreaba que los escaneos orbitales habían tenido problemas últimamente para distinguir lo que había al otro lado de la tierra de nadie, aunque nada de eso estaba confirmado, y había toda clase de teorías al respecto.

De todos modos, eso poco importaba ahora. Era el momento de avanzar, y empezaron a hacerlo, caminando a buen paso a través del barro y los restos. 

Los acechadunas siguieron avanzando, no muy lejos del resto de fuerzas imperiales, a las que se podía ver asomar de vez en cuando tras elevaciones fangosas, o cúmulos de niebla o humo aquí y allá. 

Sin embargo, eso era lo más agradable que había para ver. Esporádicamente, en los cráteres, se podían encontrar cadáveres de soldados, y no pocos. En distintos estados de descomposición, y que parecían haber sufrido distintas muertes, algunos por disparos, otros por golpes... Y seguramente, alguno de ellos víctima del hambre o la sed, aislado en tierra de nadie. 

La recuperación no había sido fácil. El potente bombardeo le había apartado del combate completamente. Ahora un leve cojeo, vendas y cicatrices recientes era lo que quedaba como secuela. En cuanto tuvo la oportunidad de sostenerse en pie y verse con fuerzas, salió del área médica para reencontrarse junto a su regimiento, y sus oficiales no le decepcionaron, estaba allí de nuevo, junto a los suyos, para enfrentarse a aquella escoria. El destino es caprichoso, eso todo el mundo lo sabe, pero si el Señor del Cielo y de la Arena, le daba a oportunidad de sacrificarse por algo mejor, él lo haría con gusto y dedicación.

Y allí seguían, avanzando contra el enemigo, rodeados de despojos y suciedad. Agarró con fuerza su nuevo rifle y trato de concentrarse en los sonidos de su alrededor y el frente.

Seguís avanzando por tierra de nadie, y cambiando ligeramente el rumbo. El plan era formar un frente coordinado, con apoyo de varios regimientos complementándose entre sí, así que pronto la distancia entre las distintas unidades imperiales se acortó. Los penales marcharían al frente, distribuidos usando su gran número para ejercer de pantalla frente a posibles ataques. El resto detrás, especialmente los acechadunas.

Aquí y allá, algún blindado avanzaba junto a las formaciones, principalmente Leman Russ y Hellhounds. No es que estuvieran jugándose todo a una carta, pero desde luego aquel asalto no iba mal provisto… Incluso tenía posibilidades.

Sin embargo, las luces verdes que algunos vieron pronto fueron visibles para todos, como siniestros fuegos fatuos que parecían asomar brevemente aquí y allá. El terreno era más fangoso, el hedor era casi asfixiante y cierta neblina fétida parecía emerger del suelo, casi como el aliento pútrido de un cadáver. En esas condiciones avanzaban cuando escucharon algo. Lejana, como si procediera de un punto imposiblemente distante… Era una voz, una voz gargajeante y húmeda.

-Ilusos… Necios e ignorantes… Seguís a un cadáver muerto y marchito… No puede salvaros, este planeta ya ha sido salvado… Ya se ha decretado un nuevo maestro para los Selicanos. ¡Él nos salvará! ¡En la muerte y el renacimiento viviremos para siempre! Así que venid… Venid y moriréis. Y en la muerte viviréis para siempre… Pues su amabilidad no conoce límites, y a todos concede sus regalos… Bendito sea Nurgh-leth… Bendito sea…

Ahmed se había movido con el grueso de su formación. Pese a ello, en el caso de los Acechadunas desplegaban en una formación dispersa de hostigadores. Ahmed estaba habituado así que asumió la zona que solía tocarle a él y avanzó a la par que el resto mientras iba buscando distintas coberturas en el terreno. 

Quería tener algún lugar seguro desde el que echarse a tierra para abrir fuego. Algún lugar desde el que poder hacer blanco en los enemigos sin que estos se percataran de su presencia. En definitiva, la labor de un auténtico acechadunas.

Fue en uno de los momentos en que estaba concentrado examinando un pequeño promontorio de rocas donde podría ocultarse, cuando escuchó aquella voz. Una voz escalofriante que se le metió hasta los huesos. No tenía compañeros lo suficientemente cerca como para mirarles a los ojos y comprobar si ellos lo habían escuchado también.

Cerró los ojos y rezó al Dios Emperador. Él le proveería de lo que fuera necesario para seguir adelante. Por él mataría a todos esos herejes que les hacían frente. Por él lucharía hasta la muerte... como todo buen ciudadano del Imperio.

Cuando Ahmed abrió los ojos un brillo de determinación se veía en ellos. Aferró su fusil y continuó avanzando, convencido de que ganarían esa batalla, y todas las que tuvieran que librar.

Resultaba difícil creer que aquello en algún momento había sido un planeta alejado de la guerra. A medida que se avanzaba el paisaje se volvía más y más desagradable, siempre te volvía a sorprender golpeándote fuertemente en el alma. Y cuando las luces verdes se hicieron evidentes....

Cita:

Korlo se detuvo en seco tratando de buscar la procedencia de esa voz que lo atravesaba todo. Su corazón acelerado le aviaba de que algo no iba bien. El arrojo dio paso a la conservación vital y sus sentidos acosados por el miedo le pedían un descanso.

Abderraman avanzó con el resto, evidentemente tenso y con la pistola y la espada sierra listas... Pero con decisión. Es cierto que miraba a todos lados, y que sus movimientos eran muy rígidos, pero, ¿quién podría culparle? Especialmente cuando aquella terrible voz habló. Sin embargo, se mantuvo firme. 

-¡No os acobardéis! ¡Triunfaremos, por el Emperador!-dijo, en un débil intento de animar a sus hombres. 

La voz alcanzó sus oídos sin saber cómo, y como un ariete abrió las puertas a un temor que nunca antes había albergado. Su fe en el Emperador seguía allí. Creía en Él, creía en su luz, en su poder, pero también empezaba a creer que aquel lugar estaba más allá de toda salvación. Medio planeta se había revelado y había aceptado gustoso la corrupción de los poderes oscuros. Cómo seguir allí, cómo no dar la espalda a un planeta que le había dado la espalda a Él. ¿Por qué luchar por salvar a quienes no querían ser salvados?

 - Tranquilo, Radi. El Emperador nos protege.- ¿Pero era verdad?

Apoyó su mano en el hombro del rapaz esperando con ello calmarlo, pero era difícil conseguirlo cuando hasta la mano que esperaba transmitir tranquilidad temblaba por el miedo. La apartó corriendo y tragó saliva. Luego meneó la cabeza intentando apartar de su mente tan oscuros pensamientos.

Debían ganar. Era una prueba de fe y no estaba dispuesto a fallarla. Los justos sobrevivirían. La fe sería su arma y defensa. Cuánto más difíciles fueran las circunstancias a las que se enfrentaran, cuanto más corruptos los poderes contra los que lucharan, mayor valor tenía la fe. Porque es fácil creer cuando todo va bien, lo difícil es creer cuando hasta la última célula de tu ser te dice que lo imposible, imposible es; pero eso, al fin y al cabo, es la verdadera fe.

- Tranquilo- repitió, está vez más para él que para el muchacho.- Reza conmigo.

Rezó, y mientras rezaba sus manos seguían temblando, pero no le preocupaba porque ocurriera lo que ocurriera lo hacía por el Imperio y el Emperador.

Seguisteis avanzando, con el eco de las últimas palabras de aquella voz, obligados a juntaros más por las condiciones del terreno. Sin embargo, apenas un par de minutos después, los ecos malignos dieron paso de nuevo a la voz.

-Eso es… ¡Eso es! ¡Habéis venido!-dijo con auténtica alegría-me alegro de que os unáis a nosotros. Me alegro de que elijáis ser partícipes de sus grandes bendiciones… En la muerte encontraréis vida… Y en la vida, encontraréis muerte. ¡Bienvenidos al ciclo del renacimiento!-exclamó finalmente. Y con aquellas últimas palabras, la luz verde se intensificó, para luego desaparecer.

Durante unos largos segundos no ocurrió nada, y buena parte de los guardias presentes esperaban que siguiera así. Sin embargo, los Poderes Ruinosos parecían haber tomado tierra en aquel planeta, y pronto el suelo se estremeció. Al principio levemente, aumentando después, con burbujas y chorros de neblina saliendo del suelo pantanoso. Y, por desgracia para las fuerzas imperiales, no fue lo único que surgió.

Desde dentro de los cráteres, de entre el barro, del agua lodosa, de los restos de anteriores trincheras… De todos lados, se alzaron al cielo unas manos cadavéricas, manoteando para salir y dejar paso al resto de sus cuerpos. Los muertos se alzaron, por todas partes, a miles… Con una conciencia maligna brillando verdosamente en sus ojos muertos, descompuestos, pero animados con un siniestro propósito y aún más siniestro poder. Por los gritos que llegaban de detrás, parece que la retaguardia también se había visto sorprendida por aquel alzamiento masivo y repentino.

Ahora se trataba de matar o morir… Si es que aquellas cosas podían morir.

pfff

A pesar de que el miedo le seguía acosando, tras las palabras de aquella escoria enemiga, el parón mental se detuvo. Y cuando vio la luz verde desaparecer, la cara de horror, asco e indignación en el rostro de sus camaradas por las hordas de antiguos combatientes sacados de su eterno descanso el valor volvió a brillar en su alma. Era su oportunidad de redención, su deber para con sus compañero, regimiento y emperador.