Partida Rol por web

No te cuesta mucho llegar hasta las dependencias del teniente, que parece haber dado permiso para que te dejen pasar. Una vez llegas le encuentras sentado tras un escritorio, una pieza de mobiliario de campaña simple compuesta de acero. Sobre esta, una taza de recafeinado humeante, que espera a que el teniente termine de revisar una placa de datos. 

Cuando te hacen pasar, levanta la mirada de su lectura, una mirada seria y en cierto modo, cansada.

-Adelante, sargento. ¿Una taza de recafeinado?

- Mi teniente. A sus órdenes- casi inmediatamente Marcus se cuadró. Era agradable que lo recibieran a uno con un ofrecimiento de bebida y no con insultos e improperios, pero el sargento no olvidaba, ni por un instante, que era su superior inmediato. Y tampoco que no traía buenas noticias- Lo cierto es que un café sería muy agradable- admitió a continuación relajando un tanto su postura pero sin perder la aptitud deferente- aunque temo no traer las mejores de las noticias. Pensé que, dadas las circunstancias, lo mejor era venir e informar personalmente.

-Descanse. Y sírvase usted mismo-dijo el teniente, indicando una jarra humeante con algunas tazas metálicas cerca. Espera pacientemente a que te sirvas el café, y tras eso, cuando vuelves a su lado, te muestra la placa de datos que estaba leyendo. Parece una carta del Inquisidor, o algo así, ya que cuenta con las marcas de los sagrados Ordos.

-Supongo que viene a dar parte de esto-dijo, con tono firme.

Aún cuando el sargento cumple la orden, apenas se ha llevado la taza a los labios, para dar un escueto sorbo, cuando al escuchar a su superior la deja sobre la mesa.

- En efecto, mi teniente. Yo... me siento profundamente avergonzado por mi parte en este resultado. Por mucho que sea un honor servir a la inquisición, somos del 13º de Asedio. Permiso para informar, señor-  hace una pausa, y cuando el teniente realiza cualquier gesto de asentimiento, continúa. En tono moncorde, sin excesos, pero con claridad, relata con estilo militar todo lo ocurrido, sin omitir nada, y luego hace lo propio con la llegada de los soldados inquisitoriales. Al terminar el relato de lo ocurrido mira al teniente- Quizás si hubiera entregado directamente los soldados a la inquisición, en vez de dar a agentes de la inquisición y arbitres la posibilidad de llegar a acuerdos entre ambos, esto no hubiera ocurrido. En mi defensa, no podía imaginar la reacción de alguno de los soldados a mi mando, ni de mi compañero sargento. Pero se que no es excusa.

Unos días después del primer ataque llegan hasta vosotros unos trabajadores del Munitorum cargando cajas de madera sin marcas, con órdenes de envío fijadas con sellos de pureza en un costado. Tras haceros firmar la recepción en una placa de datos, dejan dos cajas: una para Mallear Krak, y otra para Caiden Schroeberg.

La caja de Mallear, una vez abierta, revela una armadura de caparazón ligera, sin pintar y con aspecto nuevo, que parece encajarle de manera razonablemente buena. Sin embargo, la sorpresa llega con la otra caja. En su interior hay otra caja, una caja enjoyada que lleva un ominoso símbolo en su tapa: la I de la Inquisición. 

Dudo y compruebo mil veces que la caja llega a mi nombre. Tras asegurarme y cerciorarme una y otra vez, elevo una plegaria al Dios-Emperador de la Humanidad, por si estos fueran mis últimos momentos de vida, y abro la caja con el emblema de la Sagrada Inquisición.

Augustus escuchó con calma las explicaciones del sargento, tomando un sorbo de vez en cuando de su propia taza de recafeinado. Cuando acabó las explicaciones, suspiró ligeramente, alzando una mano para tranquilizar a Marcus. 

-No tema, sargento, no habrá castigo. Bastante castigo va a suponer para todos este quebradero de cabeza. Y puede que tenga razón, pero ya no lo sabremos. Hay que ser muy cuidado con la Sagrada Inquisición, no se sabe por donde pueden salir. En fin... Si no tiene nada más que decir, puede retirarse.

Dentro de la caja que Caiden decide abrir hay una única cosa: una placa de datos normal y corriente, que espera sin activar sobre un interior forrado en alguna clase de fieltro.

- Teniente. A sus órdenes- el sargento termina su café de un trago. Realmente lo necesitaba. Luego deja la taza sobre la mesa, se cuadra, y sale de la estancia.

Con cuidado y prevención, tomo la placa de datos y la activo.

Parecía que por fin las cosas funcionaban como debían funcionar, el ejercito imperial que había venido a nuestro mundo había traído tanto hombres, como suministros. Gracias a estos podríamos no solo hacer frente al enemigo sino también terminar de expulsarles.

- Gracias sean dadas al Emperador por esta magnífica armadura.

- "Enhorabuena por el presente del Munitorum." -
 

- Ha sido mas suerte que otra cosa, supongo que se habrá caído de algún camión o algo así. Dudaba que nuestro regimiento recibiese algo de lo traído por el ejército imperial. 

- "Bien. Es bueno saber que también piensan en nosotros. Aunque puede que sea un error administrativo, como bien decís vos." - Asiento con cierta tristeza.

La placa de datos se ilumina al activarse, aunque pronto Caiden se topa con un problema: tiene un bloqueo de seguridad, y es necesario introducir una clave para poder acceder al contenido del aparato. 

Me pregunto por qué la Inquisición me envía una placa de datos que requiere una clave que no sé descifrar. Intento pensar en algo que pudiera ser la clave.

Allí sigues, con la placa de datos en las manos...

Visto que no soy capaz por el momento de desentrañar el misterio de la placa de datos, la guardo en mi mochila. Si la Sacra Inquisición del Dios-Emperador de la Humanidad quiere que lea la placa, pondrá en mis manos el código para desbloquearla.

Hablando en voz baja e indicando a Henry "Bellete" LePen que guardase el volumen el ultramundano Zhora Chinilkin "Fiks" expuso sus resultados con evidente consternación.

- El Emperador nos proteja. Con estas lecturas no puedo hacer nada. Mejor sería declarar a todo el mundo sano para evitar que cundiese la paranoia entre gente tan armada, confesarle la verdad al sargento de Cadia y tratar de hacernos con un cadáver de zombie para darle muestras al equipo Diagnosticador. Si sobrevivimos a un asalto tendremos excusa de volver a analizar al personal teniendo nueva y valiosa información. Ruego me apoyéis en esta iniciativa o declaréis el mejor curso de acción, Medicae LePen.

Acompañando estás declaraciones había un sinfín de gestos, santiguaciones y señalamientos hacia lo tenso de la situación con la acechadunas. Fiks era un individuo de fe y nerviosismo que mostraba su preocupación de manera abierta ante quien consideraba un "hermano" de profesión.

Fiks no podía dedicarle atención a Flavia, de tan concentrado que estaba con la herida de la Sargento Schenkopp, pero le señaló con el codo su M36, apoyada contra la pared entre Marius y el numerado soldado de Krieg.

- Seguid segando a los enemigos del Imperio, Enviudadora, -dijo mientras cargaba el inyector- si quedáis sin cargadores hay más al lado.

¡Flavia! El M36 que pediste la semana pasadaaa XD