Partida Rol por web

Parece que la sengunda andanada de artillería si nos impacto y de lleno. Apenas podía ver a mi alrededor. La voz del Lord General parecía de ultratumba.

-¡Mustafa! ¡¿DONDE COJONES ESTAS?!

Vaya si lo ví, Mustafa se había pulverizado lo único que quedaban de él eran un par de dientes clavados en mi armadura antifrag.

- Maldición - Fue lo único que le dio tiempo a decir a Abdel antes de tratar de tirarse al suelo con la mala suerte de chocar con su camarada.

Del cielo llegó el silbido que al llegar al suelo se tornó en aullidos. Caos, agonía, sangre y muerte se adueñaron de la trinchera, ahora oculta tras una niebla de polvo y tierra. Alaridos, maldiciones y gritos se alzaron donde antes tan solo había habido tensa calma y silencio. Haytham fue uno más de los que contribuyó a ellos buscando sin ver a su compañero.

- ¡Radí! ¡¡RADÍ!! ¡Dónde estás! ¿Estás bien?

Se puso en pie tosiendo. Sudor y sangre se mezclaban en su frente con la tierra a la que se había arrojado buscando refugio ante la explosión del mortero. Por suerte él estaba bien, uno de los pocos por lo que poco a poco iba viendo, y la herida que sangraba no era más que una brecha que le recordaría que se había agachado a tiempo. Pero Radi... Radi no había tenido sus reflejos. Yacía en el suelo con la mano en un costado oscurecido por la sangre que manaba de su cuerpo. Estaba vivo y por suerte no parecía grave, aunque no siendo médico la verdad era que pocas certezas podía tener de ello.

- Tranquilo, muchacho, tranquilo. No es nada. Te pondrás bien- le dijo atropelladamente.- Pero ahora...- El polvo se empezaba a asentar y con ello creía ver ya la silueta del enemigo que se acercaba desde el horizonte.- Ahora es momento de luchar. Es hora de demostrar a esos infieles que se necesita mucho más para acabar con un Acechadunas. Ponte en pie. ¡Demuéstraselo!

Le ayudó a ponerse en pie y se acercaron para ocupar de nuevo sus posiciones al borde de la trinchera. Allí recuperó su arma listo ya para dispararla contra el primero que apareciera.

- Apunta por ti, Radi. Dispara por el Imperio.

Abderraman observaba el frente cuando aquel proyectil voló hacia ellos, en esa segunda oleada. Aunque en un principio parecía que el sargento no se agacharía a tiempo, finalmente logró tirarse cuerpo a tierra, arrastrando en el proceso a Fátima. Se levantó, ileso, de la explosión, ayudando después a Fátima a hacer lo propio, que no había tenido tanta suerte.

-¡En pie, soldados! ¡Sus armas se descargan sobre nosotros, pero no caeremos, les haremos pagar con sangre nuestras pérdidas y sus ofensas al Emperador!

Ufiqh, uno de los pocos que no se vio alcanzado por aquel mortal proyectil, observó con callada resignación los estragos del mismo una vez se hubo levantado. No podía hacer nada por los heridos o muertos, y seguramente los traidores asaltarían las trincheras en seguida, así que simplemente se mantuvo atento con el rifle listo. 

De nuevo los proyectiles silbaron, tras casi otro minuto. ¿Es que los traidores tenían pensado acabar con ellos a base de un gasto endemoniado de munición? Sin embargo, para los oídos más afinados aquel ataque no sonaba igual. Los proyectiles eran distintos...

El proyectil falla, desviándose hacia la zona trasera de un flanco. Sin embargo, resulta ser un proyectil de humo, aunque su localización apenas afecta a la trinchera en este momento. Rápidamente, una espesa nube sale del mismo, obstaculizando la visión en el radio en el que se extiende. 

Desde aquellos puntos que no cubre, que en este caso venían a ser prácticamente toda la trinchera, se puede apreciar como aparecen los primeros enemigos en la distancia, una avanzadilla de diez milicianos traidores, portando rifles láser marcados con símbolos abominables. 

-¡Acabad con ellos!-grita uno de ellos, mientras el resto gritan otra serie de obscenidades y gritos de batalla. 

Sin embargo, de algún modo, un sonido se impone por encima de esos gritos. Puede que haya quedado alguna comunicación abierta, o quizás es simplemente el poder de varios cientos de gargantas humanas gritando al unísono, pero se puede escuchar claramente a esos soldados recitar, soldados que solo pueden ser de Krieg a juzgar por lo que proclaman, la línea final de la Letanía del Sacrificio.

-¡EN VIDA, GUERRA. EN MUERTE, PAZ. EN VIDA, VERGÜENZA. EN MUERTE, EXPIACIÓN! 

Gasto media accion en apuntar y disparo con laser largo al miliciano traidor 6.

Tiro sigilo para Francotirador sigiloso.

Todo seguía apagado. Apenas podía pensar pero el pitido de sus oídos era lo único que le recordaba que no estaba muerto.

- Yasira, aguanta el fuego. - Ordenó Ahmed. El soldado se colocó cuerpo a tierra en su posición en la trinchera, apuntó con su arma, cerró un ojo y fijó el objetivo.

- No dispares hasta que lo ordenen. - Indicó a su compañera. A lo lejos, Ahmed divisó a los primeros enemigos acercándose. Uno, dos, tres... hasta nueve enemigos contó el francotirador. 

Bien... le parecían pocos, pero seguro que si caían el Emperador les proveería de nuevos enemigos a los que abatir. Sonrió bajo la tela que le cubría el rostro salvo los ojos y esperó pacientemente para disparar.

Frente a él, en el punto de mira de su arma, tenía ya la cabeza del primer enemigo. Respiró hondo y esperó el momento justo para apretar el gatillo.

Ufiqh, sin alterarse ni emitir ninguna clase de grito ante la aparición de los traidores, se limitó a apuntar con su rifle láser y abrir fuego en una ráfaga semiautomática contra uno de ellos. 

Tras el caos llegó el silencio. Una ilusión porque los sollozos se siguieron produciendo, las maldiciones se siguieron pronunciando, y las respiraciones se siguieron acelerando, aunque todo ello de forma más atenuada, en un tono mucho más quedo. Al fin y al cabo todo ruido nos delataba y ocultaba los ruidos que podían delatarles a ellos.

Sabíamos que aquello no había sido más que el preludio, el comienzo y aperitivo en un banquete de muerte y sufrimiento. Lo sabíamos y por ello nos mentalizábamos, nos preparábamos para asegurarnos de que éramos nosotros los que ejerceríamos de camareros, los que les serviríamos el primer plato, el segundo, y el para ellos amargo postre una vez llegado el momento.

Así pues Haytham aguardó desde su puesto en la trinchera sin mover un solo pelo hasta que vio aparecer en el horizonte al primer enemigo. Y a ese varios más les siguieron. No se detuvo a pensar, no dudó ni un momento: culata al hombro, dedo en el gatillo, mejilla en carrillera y ojo en la mira. Tan pronto tuvo claro el tiro dejó que el aire escapara con naturalidad de sus pulmones y apretó el gatillo un instante antes de sentir la necesidad de volver a llenarlos.

El sargeno Hallaifi también abrió fuego con su rifle láser contra los traidores que se les echaban encima. Era el momento de hacerles pagar por las bombas y el sufrimiento que habían causado. 

Los traidores de vanguardia se lanzan a la carrera, mientras en la distancia puede apreciarse como un contingente de fuerzas bastante más notable, agrupadas por algún tipo de escuadras o grupos de combate o lo que sea que tengan esos traidores, aparece avanzando. 

Mientras tanto, las filas acechadunas respondieron disparando con una eficacia bastante notable. Si no hacían más que lanzarles a aquellos desharrapados, y contaban con suficiente distancia, puede que no llegaran a oler a esos pestilentes traidores. 

Ardeth Fehr, gasta media acción en apuntar y hace un disparo normal al grupo de traidores 4, como esta a menos de 50 metros, tiene bono por distancia.