Partida Rol por web

Su cara de desdicha se hacía presente. - creo que has sido muy sagaz - respondió de forma irónica a Lylo. Aun le dolía el moretón de su cabeza por lo que cada tanto pasaba su mano para aliviar dicho dolor.
Por detrás de él un hombre de aspecto cansado y más anciano tomaba ventaja de la situación para adelantarse mientras hacia entrega del dinero. Pero su mirada era desafiante contra los demás, como si protegiera a los pequeños Pelacebollas.

- Usted es un héroe! - comento al anciano, con su cara de victima y adoración. - Se ah sentido conmovido por estos pobres buscadores de la gesta; que con sus habilidades monedisticas nos habré paso a la gran cuidad! - mientras hacia unos gestos extravagante y termina señalando la cuidad. Las palabras habían fluido por su boca apenas pensando si lo hacia bien. - Se ah ganado nuestra gratitud señor bigote, lo ayudaremos cuando lo necesite - comentaba mientras tomaba su mochila al hombro - psss...vamos Lylo pasemos -

Aquel hombre se adelanto a la fila, dándole una moneda de plata al guardia. Tenía cara de gruñón, por lo que Lylo arrugó la nariz.

- ¡Por la gesta Milo! ¡No gastaremos el poco dinero que nos queda! Gracias a los dioses y a su monedistica bondad señor, tendrá nuestra eterna gratitud – Siguió a Milo tomando la mochila que hizo tropezar a su hermano.

El viajero abandonó por unos instantes su rictus severo y dedicó una larga mirada a los pequeños, entre extrañada y sorprendida, aunque sin dejar de mantener su mano extendida hacia el guardia de la puerta. Luego de ello, posó sus ojos en la moneda de plata que aún sostenía entre los dedos y una mueca indescifrable se dibujó en su rostro. Finalmente, volvió a escrutar el semblante risueño e inocente de los niños.

- No tan rápido jovencitos.– sentenció el viejo con voz cascada y rasposa, a la vez que dedicaba a los pequeños una mirada admonitoria muy similar a la que había ofrecido tan solo unos instantes antes a la multitud - Llevan en esa bolsa más dinero del que este pobre viejo ha visto en años. Y estoy seguro de que no les supondrá un gran problema desprenderse de una pequeña parte. Por el contrario, esta triste moneda que llevo alcanza solo para UN pase…

- MI pase, para ser más exactos.- concluyó mientras volvía a posar su mirada en el guardia para asegurarse de que no había malos entendidos.

- Aunque no tendría inconvenientes en compartir mi humilde almuerzo con vosotros. – dijo ya con el rictus algo más relajado. – Solo por mi monedística generosidad…

El semblante del viejo se mantenía imperturbable en aquella máscara hosca e insondable, aunque había algo en el tono de sus últimas palabras que lo hacía sonar menos agrio. Quizás incluso divertido…

- Claro que… si vuestras señorías se consideran dignas de mi presencia, por supuesto. No es común que gentes de tanta fortuna frecuente la compañía de viejos menesterosos como este pobre errante.

Su emoción se derrumbaba cuando el señor bigote parecía ser aun más pobre que el dúo. Llevo sus manos a la cara estirando la piel de sus cachetes algo que parecía más bien la imitación de la mascara teatral del drama. - Hoy mi suerte esta en sus esplendor - recriminaba su mente ante los sucesos. 

Se acerco al guardia, con una mirada de niño encaprichado, busco dentro de su pequeña bolsa - tenga - extendía la mano y estiraba su cuerpo para entregar una pieza de plata.
Volvió rápidamente con su hermano-primo - Bueno, un minuto de silencio por la moneda que se pierde a favor de la gesta - comento con voz apenada gesticulando sacarse un sombrero imaginario desde su cabeza que llevaba a su pecho. - Ahora si! POR LA GESTA!!!! - No llegaron a los 10 seg que ya estaba aclamando por la alegría y la diversión.

Su estomago rugió recriminando comida, luego de sus tres desayunos ya era tiempo de uno de los tantos almuerzos del día. - Entonces, vamos a almorzar Señor Bigote. Mire a mi hermano, sino no va a crecer - incentivaba a entrar a la gran ciudad.

Ambos hermanos iban encaminando hacia la ciudad cuando el viejo los para, Lylo se dejó caer de rodillas al ver la moneda de su hermano en las manos del guardia.

- No... ¿Por qué...? -Golpeó el suelo con sus manos haciendo algo de drama -Qué sacrilegio... la gesta... si... tomemos fuerza hermano- Se paró de golpe y gritó junto a Milo -¡POR LA GESTA!

Los ojos del mediano tomaron vista al viejo - De generosidad monedistica nada bigotón, nuestra pobre moneda... oh, pero de todo lo que dijiste sólo entendí comida así que ¡en marcha!

Detrás de las personas que iban entrar en aquellas enormes puertas, y con algo de nerviosismo, esperando hasta que llegara su turno, por desgracia no tenía dinero, ni una tarjeta de permiso.  Lydia sigue nerviosa, pensando en qué le diría, no era buena mintiendo, nunca lo había sido, de hecho, el mero hecho de intentarlo la hacía sentirse acongojada, sin embargo no tenía ni el oro, ni el pase para entrar.

Una vez que llegó donde los guardias, la joven ladeo su rostro, y tomó una gran bocanada de aire, y alisó su desgastada capa, para por fin mirar a los hombres,  haciendo una reverencia.

- saludos... soy servidora de Pelor, y desearía poder entrar... mas no tengo el  dinero para hacerlo, sólo deseo atender a los heridos que hayan en los templos, y bendecir a los niños, mi misión es llevar el amor de Sol a donde quiera que vaya - susurra la joven, lo que dice no es del todo verdad, pero tampoco es del todo mentira, de hecho ahora que lo ha dicho, deberá hacerlo, así que no es mentira.

Después de semejante puesta en escena por parte de los medianos y de su amigo el señor Bigotes, terminaron por pagar la entrada. Caminar por la ciudad no sería ningún problema puesto que había carteles por todas partes que indicaban la dirección necesaria. Así que llegarían a la taberna sin problema.

Pero cuando estaban a punto de entrar, pudieron ver que una damisela, sierva de Pelor, estaba teniendo problemas por entrar. Quizá, si negociaban con ella, podrían cederle las 5 piezas de cobre que necesitaba a cambio de algo que ella pudiera hacer por ellos.

La joven hermosa apareció ante el grupo, Lylo golpeó al hermano y señaló a la muchacha.

- ¡Milo! Mira - Se acercó a la mujer - Hola dulzura- Le hizo una guiñada - Tal vez estos dos medianos podemos resolver tus problemas para entrar, ¡Milo apura, ven a ver este par de tetas!

El viejo observó por largos instantes la disparatada escena que habían montado los pequeños para despedir sus aparentemente magras riquezas, y aunque por dentro le costaba bastante contener la risa, en ningún momento se permitió abandonar aquel aire severo e impertérrito que había adoptado.

Aquellos risueños personajillos parecían sujetos afables y de buen corazón, y era toda una suerte haberse topado con ellos en su camino. Aún debía estudiarlos un poco, por supuesto, pues de seguro tendrían algún que otro truco bajo la manga, pero, con todo, no eran un mal comienzo para sus días en la ciudad.

En el último de los casos, al menos le alegrarían la tarde…

 Sumido en tales pensamientos, y mientras aguardaba a que el guardia de la puerta le devolviera el cambio por la moneda de plata que había entregado, RUDOLPHUS no pudo evitar escuchar las súplicas de una bella dama que se había acercado al lugar... seguido del desvergonzado exabrupto de uno de los jóvenes.

- Pero qué diablos… !!! – bramó de repente hecho una furia, visiblemente ofuscado ante el grosero comentario del pequeño, a la vez que amagaba con darle un coscorrón en la cabeza al atrevido personaje - ¿¿¿Es que acaso no os han enseñado modales, pequeño bribón??? ¿¿¿ O es esa forma de tratar a una dulce dama??? Y a una que ha entregado sus días a la noble causa de PELOR, además!!!

- Insensato… - continuó mascullando por lo bajo RUDOLPHUS, mientras su rostro iba adoptando diversos colores por la ira contenida – El Radiante debería convertirte en cenizas en este preciso momento…

- Por favor, disculpad al pequeñín… - dijo finalmente y ya más sosegado algunos instantes después, dirigiéndose con educación a la joven – No ha querido ofenderos. Se ha golpeado mucho la cabeza de niño y bueno… este… no está bien. La mayor parte del día no sabe lo que dice.

- Y, por cierto, no os preocupéis por el dinero para la entrada. Entre los tres nos haremos cargo de ella…

- A modo de disculpa, ¿verdad? – tras su propuesta, un mirada asesina atravesó al pequeño Lylo, quien por un instante, y de alguna forma que le era imposible explicar, tuvo la certeza de que, en determinadas circunstancias, aquel amable anciano podía resultar también un sujeto terrible.

El llamado angelical resonaba en sus oídos - "TETAAASSSS" - Sus ojos se abrieron para contemplar la maravilla del cuerpo femenino.

- Tranquilo Bigote, nadie dijo que es malo seguir a Pelor o alguien con poco pelo. - manipulaba sus manos para bajar los ánimos. - Solo decíamos de ver ese esbelto cuerpo que los Dioses brindaron con esas curvas sobre su cuerpo - describiendo con sus manos la figura de la mujer. - Generando así un lazo de confianza en nosotros; además de llevarse un par de monedas - termina explicando mientras mantenía su indice de su mano apuntando al cielo en señal de compartir la sabiduría de aquellos medianos.

El comentario del dinero disgusto un poco a Milo - Este viejote es todo un timador, ¿acaso planea dejarnos pobre? - Pero enseguida se le prendió la lamparita de aquella ideas un poco dignas de las habilidades del dúo.
Se acercó a Lylo y comenzó hablar con voz baja en su idioma materno.
(Idioma mediano)

Spoiler (marca el texto para leerlo):

Unos pequeños comentarios, fueron seguidos de un gran salto seguido del grito - POR LA GESTA!!!! - Se acerco a la señorita casi pegado, observo desde abajo la silueta de los pechos de la dama- No me iba a perder de esto - luego hizo unos pasos para atrás, para establecer un contacto visual. - Bien señorita, hoy es su día de suerte le proveeré el ingreso y un trabajo. Pero sabrá entender que no es la única con dificultad para el dinero; por lo que cuando obtenga su paga al realizar sus habilidades sanadoras le cobrare con unos intereses....ya sabe por la entrada, el trabajo con la información......¿le parece?-

El duro gesto en las facciones del anciano parecía irse agriando cada vez más con las palabras del desfachatado pequeñín, a la vez que su agrietado rostro volvía a encenderse con renovada furia. En cierto momento, más precisamente cuando el mediano dibujó en el aire un contorno femenino con sus manos, sus ojos incluso amenazaron con salírseles de las órbitas.

- ¿¿¿Un trabajo??? – bramó aún más exaltado que antes, como si aquel breve lapsus de serenidad jamás hubiera ocurrido - ¿¿¿Paga??? Habráse visto semejante atrevimiento !!!

Sin poder creer lo que escuchaban sus oídos, el anciano elevó las manos al cielo enfervorizado, a modo de súplica, y luego las apoyó en su propia cabeza, casi como si pretendiera arrancarse los escasos pelos que aún le quedaban.

Había un cierto dejo de sorpresa en aquellos gestos, y no solo de alarma, lo que permitía suponer que su asombro era, cuanto menos, tan grandioso como su indignación.

- ¿¿Pero qué cuernos pensáis que es un servicio religioso?? ¿Tenéis idea de cómo funciona? ¿O acaso creéis que es una especie de tienda, donde se reparten bendiciones como si fueran zapallos maduros?

- Ningún sirviente de Pelor trabaja por una “paga”. Ni lo hará nunca !!! – amonestó al pequeño MILO casi escupiendo aquella última palabra, con el dedo índice extendido justo sobre la nariz del mediano. – Solo imaginar tal cosa ya constituye una ofensa terrible !!!

- Deberías saber, jovencito, que las buenas acciones se realizan sin esperar nada a cambio. Solo por el placer que otorga a nuestros corazones la caridad y la compasión por nuestros semejantes. Esa paga debería bastar a cualquiera.

- Sobre todo cuando se trata de aliviar el dolor de una pobre alma sufriente.

De tanto en tanto, el anciano buscaba con la mirada a la muchacha, aunque no era posible distinguir si buscaba confirmación a sus palabras o si solo pretendía transmitirle una sensación de tranquilidad y seguridad.

- A menos, claro… que no se trate de una pobre alma… - la rabia del anciano se había vuelto fría de repente, a la vez que sus ojos entrecerrados parecían escrutar al mediano como lanzas que lo atravesaban de lado a lado – En cuyo caso, difícilmente sea digno de los favores de Pelor…

Miss D responde con una voz dulce y femenina

-Buenos días señor centinela, que no le engañen mis ropas no soy un señor,

se quita la capucha del manto dejando ver su rostro.

-Si es usted tan amable deme 5PC y le entregare una pieza de plata pagando así mi tasa para poder entrar.

Enfervorizado por el cariz que había ido tomando la discusión, RUDOLPHUS apenas si reparó en que estaban estorbando el paso de los demás transeúntes, y solo tomó nota de aquello cuando otra dama debió interponerse entre ellos para pagar su pase.

- Disculpad, noble dama… - dijo inclinando ligeramente la cabeza con aire compungido, a la vez que le hacía lugar a la recién llegada – Estamos estorbando...

No había terminado de pronunciar aquellas palabras que una repentina sensación de incomodidad invadió de repente al normalmente sereno personaje. Empezaba a ser conciente de la escena que estaban montando, y temía que pronto acabaran por llamar demasiado la atención, lo cual, ciertamente, nunca había estado en sus planes. Por eso, y a pesar de que todavía tenía unas cuantas verdades para cantarle a aquellos pequeños revoltosos, el viejo errante decidió cortar de cuajo con aquella discusión. O, cuanto menos, trasladarla a algún sitio menos expuesto.

Así, haciendo acopio de toda la paciencia que había conseguido acumular durante sus años de penurias, y tras aguardar pacientemente a que aquella mujer terminara su transacción, volvió a encarar al guardia de la puerta con aire decidido, aunque sin dejar de bufar su ira a cada momento.

- Que diablos… - masculló finalmente por lo bajo, casi como si se tratara de un reproche para si mismo, a la vez que volvía a extender unas monedas al oficial – Supongo que tocará dormir al raso de nuevo…

- Aquí está el pase de aquella dama. – dijo casi con resignación, mientras indicaba con un gesto de su cabeza a la servidora de Pelor que había hablado antes. – Viene conmigo…