Partida Rol por web

Cástor observó, frustrado, como el otro trasgo se escapaba. Parecía que aquello no acababa jamás, y aunque quería pensar que no podían quedar muchos enemigos en aquel lugar, tampoco estaba dispuesto a engañarse: sí, sí podían quedar muchos. Podrían ser perfectamente cientos, y ellos sin saberlo. 

-No me quedan muchos dones divinos que usar. Quizás deberíamos retirarnos y volver después de descansar. 

-Teneis razón. Se ha hecho tarde y tendremos que retirarnos para descansar. Habrá que volver una tercera vez. Espero que esta vez no queden más trasgos indestructibles.

- Bleeeuuurgh... -se quejó Cólera, pese a que algo en su cabeza le regañaba con el hecho que aquella era la mejor idea- Borza ¿Zih?

Estiró las zarpas delanteras hacia las alturas de Huesos, esperando poder ir en pasaje y no a pie, prefiriendo la comodidad de su pestilentísima bolsa que caminar hasta la posada de nuevo. Puede que hasta se echase una siesta y soñase con aprovechar el próximo gran trasgo despistado para descuajeringarlo sin más, eso estaría bien.

Ramase tomó a la pequeña dragón y la metió en el pestilente zurrón.

- Si nos vamos a ir déjame que te cure un poco más.- Le dijo a Filos imponiendo sus manos, huesudas y de piel fina sobre su cuerpo.

Todo quedaba dicho, y gracias a Pélor, parecía que sus compañeros estaban de acuerdo. Debían descansar para luchar un día más. Con un poco de suerte, saldrían de aquel pestilente lugar sin mayores contratiempos y podrían disfrutar de una cama hasta dentro de unas cuantas horas. 

-En marcha entonces.

Filos se puso a echar un ojo al objeto que había conseguido del lanzador de conjuros, lo miró de arriba abajo sospechando de qué podría tratarse, pero sin tener muy claro si efectivamente sería lo que sospechaba. No lo tenía claro, así que, si descansaba un poco quizá, pudiera averiguarlo mejor. O prestárselo a alguien que supiera un poco más.

Después de aquel último encuentro con aquellos dos poderosos trasgos, decidieron marcharse de allí a descansar. 

Apenas unas horas después llegaron a al taberna. Mollie ya estaba sirviendo el desayuno y al verlos con aquella cara de cansados les sirvió algo de café y les puso un desayuno fuerte para que pudieran recuperar fuerzas y descansar.

Habían hecho una gran brecha en la morada de los trasgos, pero aún no habían descubierto de dónde venía el verdadero problema que les había llevado hasta allí.

Filos llegó a la taberna de mal humor. Se sentía súmamente frustrado. Aquellos malditos trasgos no se acababan y, en concreto, aquel último se le había atragantado en demasía. Para colmo de males, no había conseguido averiguar el funcionamiento de la varita. 

-Vamos a tener que descansar, amigos y cuando volvamos esas malditas bestias estarán esperándonos. No va a ser tan fácil como las últimas veces.

El olor de comida caliente incomodó a Cólera, quien se movió con desagrado dentro del saco y asomó el hocico.

Vivía para contarlo y agradecía la magia que cerraba sus heridas pero aún así la minúscula excusa de dragón se encontraba molesta por el dolor.

- Gjjjj... -se quejó, pegándosele un poco del mal genio de Filos.

Su zarpa arrastró el plato más cercano y recogió aquellas piezas podía esconder en su saco para devorarlas allí.

- Poajjj... -añadió con disgusto antes de volver a caer en sueño profundo.

Ya en la habitación de la posada el viejo Huesos volvió a ser el decrépito Ramase. Un hombre de piel cetrina y pegada a los huesos, facciones angulosas y ojos amarillentos. Mientras dejaba que Cólera durmiese él se dedicaba a su dios Nerull, rezando oraciones malditas y salmos que muchos otros clérigos serían incapaces de pronunciar siquiera.

-No pueden quedar tantos-replicó Cástor, aunque era más una esperanza personal que algo dicho con firmeza y convicción. Habían hecho mella, dos veces nada menos. No podía quedarles demasiado para acabar con el problema de una vez. 

Sin perder más tiempo, los tres aventureros y su compañero salieron camino de la morada de los trasgos. Cuando alcanzaron el lugar de la entrada recordaron que la primera vez había vigilantes y aunque ayer los derrotaron nadie les decía que no hubieran puesto nuevos. ¿Se adentrarían sin darle más importancia confiando en que les derrotarían, o preferirían elegir otra forma de entrar?

Filos hizo que Tantor se adelantara y le transmitiera por su vinculo si habia peligro. 
-Vamos, amigo, adelántate e informa.

Huesos se sentía como atrapado en el tiempo. Hasta iba a acabar cayéndole en gracia Cástor. Viendo que Filos mandaba a su "amigo" se limitó a esperar noticias sin bajar la guardia.

Cólera no estaba tan bien como desearía, cojeaba un poco y ladeaba el cuello a menudo a causa de una molestia.

Sin embargo agachó la cabeza y se adentró a investigar para poder contarle a su jauría todo lo que encontrase.

Hoy se pondría hasta arriba de sangre y vísceras, lo presentía; su dolor auguraba el de quienes se le pusieran por delante.

Cólera se acercó hasta la guarida escondido sin que los guardias pudieran verle. Una vez más había cuatro trasgos vigilando activamente.

Tantor vio como los trasgos estaban preparados para su presencia y uno de ellos señaló al halcón. Lo habían descubierto y dado que había sido ya el tercer intento, esta vez sabían lo que se avecinaba. 

Ramase se quedó a la espera de las noticias que sus compañeros pudieran darle.

En rápido correteo Cólera reapareció ante su jauría, animada y feliz.

- Uno-uno-uno-uno, zíiii- se relamía sólo de pensar en abalanzarse sobre su presa y devorar sus rostros entre gritos de socorro-. Feus, grazgoz, zin lubo nulobeobeobeo -negó meneando la cabeza entera, convencida de no haber visto ninguna bestia peluda, antes de mirar a los adultos- ¿Nuzlos kumemoz yah?