Partida Rol por web

La idea final, la de que le curasen, pareció interesar y mucho a la fiera corrupia quien, sin embargo, movió la cabeza a un lado y otro tratando de comprender cuán poderosos eran los dioses para que pudiesen otorgar tamaño poder no estando a la vista. Con curiosidad alargó el cuello en una dirección y otra desde las manos de Filos, a ver si veía algún dios de los que Huesos le había dicho, puede que a él también le diesen poder o que se lo pudiese robar cuando se despistasen al mirar a otro lado.

-  Peeelohr i Güiiiyas, beobeobeo; pirunolobeo -ver y no ver cosas le era todavía algo molesto, sobre todo teniendo tan buena vista, pero el ánimo se le alzó con las últimas palabras de su papá adoptivo acerca de matar más trasgos, una alegría que trató de ocultar evitando cómicamente la mirada de Cástor y dejando caer un sibilino- , pirumeguzta zíiiii ¡Artemplo!

En el interior, una gran sala contiene altares que honran a diferentes dioses espaciados de modo regular a lo largo de los muros. Varias filas de bancos ocupan el espacio abierto, y alfombras de colores brillantes adornan el suelo.

Al fondo podía verse a una sencilla mujer que parecía estar rezando. En su cuello tenía un símbolo sagrado del dios Pelor.

Cástor entró en aquel lugar con actitud respetuosa y paso tranquilo. Es cierto que aquel templo estaba consagrado a muchos dioses, incluso algunos con los que no comulgaba en absoluto... Pero era el único punto en el que los habitantes de aquel pequeño enclave podían mostrar su fe, y era natural que hubiera representaciones de la multiplicidad de dioses. Mejor eso que no adorar a nadie, desde luego. 

Al ver a aquella mujer, se inclinó ligeramente, llevándose la mano a su propio símbolo pelorita.

-Saludos hermana, y que Pelor os bendiga. 

Filos, que se había peinado y todo, entró y saludó a la sacerdotisa con una gentil reverencia.

-Listra... un placer volver a verte -dijo mientras dedicaba unos segundos a observala. Como te dije, encontramos la guarida de los trasgos y les produjimos un gran daño. El favor que Pelor me concedió no ha sido en vano. A pesar de ello, algunos hemos sufrido heridas y se me ha ocurrido venir a ver si nos venderías unos pergaminos de curación. 

Éste es Cástor, él también es un servidor de Pelor.

La cría de dragón iba mirando a un lado y a otro, procurando entender lo que significaba el estar en la casa de los dioses, en un templo. Entre haber escuchado alguna oración de Cástor y ver aquella mujer postrarse para susurrarle a Pelor sus plegarias se había formado en su mente infantil la idea del rezo como una conversación íntima con el dios al que se le profesase fe.

- ¿Ké dioz ezelmío? -farfulló en voz baja, más preguntándose a sí misma que a sus compañeros, mientras avanzaba por el edificio sobre el hombro del elfo- Gjrlrlrlrlr...

Babeó verdoso, algo sobrecogida e intimidada por el entorno tan desconocido y la actitud tan extraña y afable de todos ¡En especial de Filos! Algo ocurría en aquel lugar y entre su manada y la hembra desarmada, con mirada penetrante, el cerebro bulléndole y el ácido escapándose de las fauces a borbotones lo descubriría.

Filos casi dió un salto al escuchar la voz junto a su oreja.

-Ah, sí, se me olvidaba... Éste es Cólera, es una cría de dragón que encontramos en la cueva de los trasgos!

Verás, cólera... cada uno suele escoger el dios con el que más se identifica. Tendrías que pensar cuales son los ideales que mejor te definen y buscar un dios parecido. O pregúntale mejor a Cástor o a mi amiga Listra.

Dejó a Cólera ir con sus compañeros sin intención alguna de acercarse al templo, si es que podía llamarse así a la cochambrosa edificación. Aprovechando su soledad, decidió que podía ser un buen momento para tratar de analizar para qué servían las pociones que había escamoteado de la guarida de los trasgos.

La clérigo se quedó sorprendida al ver la clase de animal que llevaban con ellos. Eso es un dragón, aún no llega a ser del tamaño de lo que conocemos como cría, más bien parece un bebé, pero puede ser peligroso y mortal. Además, los dragones negros crecen mucho y son seres malignos. No entiendo bien qué hacéis con ella aquí, pero lo mejor será que os desahagáis de ella. 

No soy partidaria de la muerte de ningún ser vivo, pero si alguien la ve, es probable que prefiera acabar con su vida antes de que sea demasiado tarde. Dijo en tono preocupado.

Después asintió ante las palabras y las peticiones que le formularon. Mi magia es limitada, aún no soy una clérigo muy experta, puedo lanzar conjuros para vosotros básicos, pero no puedo venderos ningún pergamino porque aún no soy capaz de realizarlos.

No era lo suficientemente poderoso como para ir solo por el mundo, pero agradecía aquellos momentos de soledad. Sonrió al lograr identificar las valiosas pócimas que seguro le irían bien. No podía usar las pociones curativas en su degradado cuerpo, pero bien podía "donarlas", bien seguro a cambio de algo. ¿Por la lealtad de Cólera? La cría de dragón estaba muy mal herida y así podría ir ganándose poco a poco su  confianza. Si al final la curaban en aquel templucho estaba seguro de que pronto la impulsiva y sanguinaria cría volvería a necesitar de sus cuidados.

-Aunque los dragones negros sean seres malignos, hermana... ¿Acaso no merece esta criatura una oportunidad de redención?-preguntó serio Cástor-es cierto que sus instintos y naturaleza la inclinan al mal, pero quizás con apoyo y paciencia pueda ser reconducida hacia un propósito mejor. 

Filos endureció el gesto. La postura de Listra era simplista e infantil.

-Es un poco bruto pero no es nada más que una cría. Por una vez estoy con Cástor, se merece que le den una oportunidad. Aún así, aprecio tu consejo y seremos más discretos con él a la hora de transportarlo. Me apena que no puedas volver a tocar... digo, a ayudarme. AYUDARNOS! Pero, bueno, es lo que hay. Tendremos que valérnoslas así. 

La fiera corrupia escuchaba todo aquello con extrañeza, moviendo la cabeza al procesar toda aquella información y arqueando las escamas con inquietud. Se le pasaron muchas cosas por la mente pero vio que su manada optaba por las palabras así que entendió que aquello era lo correcto.

- Gjjj... -babeó de nuevo al abrir la boca para hablar- Zer mejorrr ez murifícil -articuló con cuidado, preocupándole el por qué del uso de palabras en lugar de la fuerza que llevaban a cabo de nuevo Filos y Cástor, optando por parafrasear la sabiduría ajena antes que vocear sus ganas de morder y arañar- , noh debobo regodeaaarme kon muertemuertemuerte -se le animó la expresión con aquella palabra- Loztrazgoz loasen ykero pinzar ke zoy mejorrr, zí.

Con esto trataba de apoyar los esfuerzos de sus compañeros pero puede que aquella criatura fuese demasiado evidente en sus gustos e intenciones.

Listra seguía sin mirar con buenos ojos al dragoncito negro y menos aún después de su intervención. Lo miró con extrañeza y aversión, negó con la cabeza repetidamente y entonces fue cuando añadió: Redención o no, no lo sé, pero yo por si acaso no quiero saber nada. Si ataca por la noche a alguno de los aldeanos, es posible que os metáis en un problema y no quiero ser cómplice de ello.

Sé que estáis aquí para resolver el problema con los trasgos, pero no sé si qué puede dar más problemas si esas criatura o la que tenéis entre manos. En cualquier caso, yo no quiero ser cómplice de ello, así que por favor, marchaos y escondedla.

Flagelada tras sus esfuerzos por mostrarse parlanchina y amable Cólera hizo honor a su nombre, se dispuso a saltarle al cuello a aquella deslenguada y mordiscrearle la nuca hasta que pidiese perdón. Reconociendo así que aquella cría de dragón era buena, generosa y merecedora de muchas bendiciones.

- ¡Graaaaarghrrrlll! -con los cuartos traseros apretados se disponía a dar el brinco.

La mirada del Filo del Ocaso se aceró. 

-Está bien. Adiós -sentenció, decepcionado.

Al guerrero le pilló por sorpresa el gesto del dragón y se dió cuenta de que no llegaría a interceptarlo.