Partida Rol por web

Entre gorgoreos, desperezamientos y alguna flatulencia mientras digería la jugosa rata que había cazado aquella mañana Cólera dormía el sueño de los inconscientes sin saber del extraño rumbo que estaba cogiendo su vida. Sólo la palabra mágica "trasgos" repicó en algo muy profundo de su ser, despertando al dragón y llevándole a asomar de nuevo su rostro fuera de la apestosa bolsa de Ramase.

- Trazgosss... -musitó con interés mientras salivaba ácido verdoso, pareciera que quisiera añadir algo después pero sólo con la idea de ir a matar trasgos quedó ilusionado y expectante.

-Creo que el descanso nos vendrá bien para terminar con lo que quede en ese inmundo cubil-dijo Cástor. Estaban heridos, la noche les caería encima pronto y no las tenían todas consigo en aquel momento. Eso, de hecho, le recordó algo que puede que sí pudieran comprar en aquel lugar.

-Señora Buenavendedora-dijo, volviendo con la gnoma-¿qué puede ofrecernos en materia de iluminación? ¿Tiene algo mejor que antorchas o lámparas?

Huesos escuchó murmurar algo a Colera dentro de su zurrón y se revolvió inquieto por si hubiera escuchado a Filos y quisiera saltar a su yugular.

- Sí, trasgos, más tarde, Cólera, más tarde...- Miró en el interior de su zurrón y vio que la cría de dragón babeaba. Su saliva estaba manchando el interior de su saco y parecía ácido.- Mmm. voy a necesitar trapos o algo para esa baba...

El precio que Sten había ofrecido por el material traído era un precio muy razonable, así que no tenían por qué preocuparse, o al menos eso es lo que Filos había considerado razonable. Después fue él mismo el que trató de hacerse con un pergamino y la gnoma negó con la cabeza. Lo lamento, aquí no disponemos de objetos mágicos. En cuanto a objetos de iluminación disponéis de todo esto. Dijo mientras señalaba las vitrinas y estanterías de su emporio*. Si quieres ir en busca de objetos mágicos, puedes preguntar en el templo, no tengo muy claro si allí los podrás encontrar. Pero por preguntar no pierdes nada. Dijo encogiéndose de hombros. Y además así conoces a Listra, nuestra clériga. 

Filos asintió. Era justo.

-Ya la conocí. Y no me importaría volver a verla. Si no os importa, me gustaría preguntarle a ver si dispone de pergaminos de curación. Teniendo en cuenta que viajo con dos clérigos, nos saldrán mejor que las pociones.

- Descuénteme esto del dinero. - Dijo tendiendo algo de material básico a la gnoma y cogiendo el dinero de vuelta.- ¡Cómo nos va a importar!- Le dijo a Filos acerca de ver a la sacerdotisa del templo. Él no iba a ir, desde luego.

Cástor asintió ante las palabras de Sten. Era lo que pensaba. De todos modos, tampoco tenían fondos para mucho más, y lo que necesitaban lo podrían encontrar en aquel lugar casi seguro. 

-Muy bien, por mi parte compraré esto-dijo, tras dar un breve paseo por la tienda seleccionando los objetos que creía podría necesitar en el corto plazo-y desde luego no tengo ningún problema en que vayas al templo, Filos. O en acudir contigo si lo necesitas. 

Aquel intercambio de riquezas preocupó una vez más a Cólera, quien se asomó para mirar con odio concentrado a aquella gnoma que osaba tomar lo que pertenecía a su manada. Babeó verde y la bilis le subió por la garganta de tanta rabia que le daba, pero se contuvo, lo justo, pues todos parecían contribuir a aquella transacción antinatural.

- Ghrrr... -limitó su quejido.

Este gran edificio con el exterior sin pintar presenta señales evidentes de su reciente construcción. En las paredes de madera pueden verse símbolos tallados de muchos dioses que esperan su primera capa de pintura, y es fácilmente identificable como un lugar de culto.

Un adorador de Pelor puede rezar aquí codo con codo con un devoto de Wee Jas. Aunque los pocos residentes que se sientan atraídos por deidades malignas será mejor que ofrezcan sus plegarias en privados, pues todos los dioses ahí presentes son dioses del bien y la ley.

En el interior, una gran sala contiene altares que honran a diferentes dioses espaciados de modo regular a lo largo de los muros. Varias filas de bancos ocupan el espacio abierto, y alfombras de colores brillantes adornan el suelo.

Ramase observó sin demasiado interés los símbolos grabados en la madera. Le parecieron toscos y de mal gusto.

- Ya estamos aquí. Permitidme que os espere fuera.- Puesto que no necesitaba curación alguna no veía el interés de entrar en el templo. Metió la mano en el zurrón y zarandeó un poco al pequeño lagarto, con cuidado de que no le alcanzara con los afilados colmillos los huesudos dedos.- ¿Qué dices, Cólera? ¿Quieres entrar ahí para que te echen un vistazo?- Ramase podía curar a Cólera, pero puede que en el templo lo hicieran gratis. Huesos miró a sus dos compañeros, esperando que ellos se hicieran cargo de la mascota, si hiciera falta.- Está hecho una piltrafa.

Aquel juego sí que le gustaba, pegarle dentelladas a esos esquivos dedos que violaban la santidad de su saco.

- ¡Graaaargh! -gruñó defensivamente antes de pararse a escuchar lo que le decían- ¿Biiiztazo? -aquello debía ser algo bueno porque se lo ofrecían obsequisamente- ¿Havrá muedte y zanjre? Zíiii...

Sólo con el recuerdo de la carnicería sobre los trasgos del día anterior a Cólera le bastó para asomarse y saltar al suelo para caer con un leve quejido en el gesto. Las heridas dolían y no cerraban tan rápido como quisiese.

Filos estaba cerciorándose de que tenía buen aspecto, alisándose la camisa, arreglándose los puños, en previsión de volver a ver a la sacerdotisa, cuando escuchó a Huesos. 

-Mmm? El dragón?

El guerrero miró a Cólera y vió una oportunidad. Seguro que a ella le fascinaría la idea de ver y tocar un a cría de dragón. Quizás aquello le diera pie para algo más...

-Claro! Yo me haré cargo! Ven conmigo, pequeñín!

Con ilusión miró en dirección a Filos, al que consideraba el más sanguinario del grupo, agitó la cola como gesto de alegría infantil y dio dos vueltas sobre su eje antes de corretear con algo de cojera hacia él.

- ¡Zíiii! Axitxarraremoz, dezkuartizaremoz y txapohtearé em zu zanjre -los últimos pasos hacia el elfo fueron con brinquitos entusiasmados, convencido de su propia ficción y anticipando violencia.

Cástor torció un poco el gesto ante las balbuceantes palabras del dragón. Aquella iba a ser una dura batalla, pues parecía que todo lo que importaba a la cría era la muerte y la carnicería. De seguir así, no tendría lugar en el mundo civilizado. Peor aún, alguien acabaría con ella para frenar sus ansias homicidas.

-Cólera, no debes regodearte en la muerte. Los trasgos y seres de su ralea disfrutan con esas cosas, y quiero pensar que tú eres mejor que eso-reprendió con suavidad. Con el templo delante, decidió aprovechar la ocasión. Hacía mucho que no rezaba ante un altar debidamente consagrado.

-Yo también entraré, Huesos. No tardaré demasiado. 

Las palabras de Cástor pesaron sobre la pequeña cabeza de Cólera, quien comenzó a mover el hocico de un lado a otro aparentemente tratando de comprender. Al abrir la boca para hablar babeó copiosamente sobre el suelo aquella viscosidad verde aparentemente infinita que en un futuro lejano pudiera llegar a ser el terrible ácido de los dragones negros.

- Zi noh dizfrutoh zeré mejorrr... -aquella noción fue articulada con dolor y aceptación, no habiendo todavía discutido con los integrantes de su manada y aceptando como cierto todo lo que le decían.

Con meneos y gestos involuntarios la pequeña cría se esforzaba en reprimir la alegría que le provocaba siquiera pensar en hacer daño a otras criaturas, una labor mental que parecía agotadora por la confusión que le suponía el imponer la lección del clérigo de Pelor sobre sus instintos primigenios.

- Ké dífifificil ez zer mejohr -concluyó tartamudeante antes de dejarse recoger del suelo por Filos.

Filos ayudó al dragón a alojarse en sus hombros, a pesar de la fría mirada de Tantor, su propio familiar.

-No le falta razón al santurrón, Cólera. El que permanece frío en combate es más eficaz y más letal. Está bien dejarse alimentar por las emociones pero nunca hasta perder el control -dijo con aquella frialdad suya. ¿Lo entiendes?

Con un suspiro exhalado desde lo más profundo de su cuerpecito la cría de dragón dejó que el interés por matar al búho pasase a través de ella sin alojarse en su corazón. Había soñado con acabar con aquella vida entre ululares, alaridos, gorgoreos y estertores, embadurnarse con sus fluidos y vestir su plumaje apelmazado contra sus escamas. Aquel sueño le había hecho muy feliz pero ahora entendía que estaba mal, que por pensar así los trasgos morían y su manada prevalecía. Las lecciones de la vida le eran complicadas para ser su segundo día.

- Pufffrrr... -resopló terminando en un gruñido pesaroso- Noh -acabó reconociendo- , noh lojentiemdo tobadía pêroh lojenteberé -acabó asintiendo y levantando la cabeza, algo más centrada y tratando de discernir el uso de aquel lugar al que habían ido- ¿Kueba dekién ezezo? -preguntó en dirección a Huesos con respecto al templo.

Era difícil sacarle una sonrisa al achacoso Huesos, pero Cólera lo había conseguido con sus balbuceos y espumarajos ácidos. Si por Cástor fuera la pobre cría de dragón sería la primera de ese tipo en convertirse en monja de clausura y dedicarse a vender dulces a través de un torno. No. No podía permitirlo. Un dragón no podía ser enjaulado, ni mucho menos. Debían crecer fuertes y y de voluntad libre para no quedarse atrofiados siendo una mera sobra de lo que podían llegar a ser. 

- Haz caso a Filos.- Acabó diciendo para no meterse en temas espinosos.- Esto no es una cueva. Es un templo. Un lugar de adoración, para comunicarse con los dioses. Si te quedas a nuestro lado verás lo poderosos que son estos dioses que canalizan su poder en este mundo a través de los clérigos, como Cástor o yo mismo. Hay dioses de todo tipo. Pelor, al que pertenecen esos símbolos ahí marcados, es el dios del Sol. La luz, la sanación y la fuerza son sus dominios. Cástor es fiel devoto suyo, por lo que él te hablará mejor de él que yo. Esos otros símbolos de ahí son de Wee Jass, diosa de la magia, la muerte y la ley. Creo que la encontrarás más interesante, con perdón de Cástor.- Si Cólera estaba interesada en los dioses ya le hablaría de Aquel al que él veneraba, casi siempre en secreto.- Este pueblucho es muy pequeño , por lo que en un mismo templo se adoran a distintos dioses. En las grandes ciudades son más impresionantes. Pero quizá ahí puedan curarte para volver a matar trasgos con más ganas...aún.