Partida Rol por web

La sonrisa de Karina se acentuó con la carcajada de Trish y no era difícil percibir que la ausencia de respuesta por parte de la muchacha había provocado justamente que la mujer se reafirmase en aquel pensamiento. Tomó el porro cuando Trish se lo ofreció y dio una calada mientras la escuchaba, con la mirada puesta sobre Nick y los otros dos. Finalmente se encogió de hombros, sin querer tomar una postura demasiado firme al respecto del antiguo escritor. 

—Que sea un creído no implica que no pueda ser buena persona —concluyó, dando a continuación una calada más—. Pero, eh. Tú no tienes que justificarte. Es tu colega y punto. Quien no tenga un pasado que tire la primera piedra —terminó de hablar y devolvió el cigarro a la chica, mientras la curva de sus labios se iba volviendo cada vez más lánguida. 

- Tomo nota - dijo Nick son desenfado a Jimmy; no quería que pensara que le había molestado -. Nunca se conoce a suficiente gente, ¿eh? De todas formas no creo que te pudiera pagar más que con verduras, no creo que sea la mejor divisa, ¿no?

Sonaba a excusa, pero el escritor también quería saber cómo de desesperada estaba la calle. ¿La comida, tan aparatosa de llevar y tan difícil de conservar sin estropearse seguiría siendo una moneda tan importante como siempre? ¿O la gente empezaba a dejar de arañar la subsistencia y empezaba a buscar algo más? Si era así tal vez habría que dedicar más espacio en el huerto a "vicios" como el cardamomo, o tal vez, si podían echar mano, a cosas más lujosas como aguacates o fresas, cosas que valieran más en el mundo que pretendía construir Vadim, y con él otros.

"O podríamos poner un viñedo" pensó Nick, "Chateau de Major Morris, y yo en la azotea meneando una copita".

- Es imposible no echar en falta a Claire, entonces - dijo empáticamente Nick, intentando ser amable -. Bueno, no importa Ransom, ya nos buscaremos la vida. Si no te importa comentarlo en el bar... aunque seguro que Clem ya se lo ha contado a todo el mundo.

Y mientras decía eso apareció Bentley. ¿Qué hacía allí? ¿Había acudido a buscarlos? ¿Había pasado algo?

Los ojos de Nick cruzaron el mercado para buscar a Trish. ¿Había visto a Bentley? Intentó que no le viera preocupado, pero el escritor, tal vez por su paranoia de superviviente, estaba pensando cosas espantosas.

Hizo un gesto a su amiga mirando significativamente al perro, "¿vamos?" 

Trish no dio importancia al asunto de Ransom, ni siquiera cuando le pareció que Karina iba a seguir pensando en la línea que había marcado. La verdad, no tenía mucho sentido retomar el tema sólo para intentar quitarle esa idea de la cabeza, más cuando eso sería darle más importancia de la que tenía. De modo que cuando la conversación continuó la chica únicamente se dejó llevar con una mezcla de calma y alegría.

Un momento más tarde, cuando la comerciante siguió hablando, Trish se encogió de hombros. Sabía que ella no tenía que justificarse, pero así como esperaría que cualquier amigo la defendiese no podía no hacer lo mismo. Lo que sí le llamó la atención fueron las últimas palabras de Karina. Y es que Nick no era su pasado, no es que la aguantase por lo que en otro tiempo había hecho por ella. Él era presente y futuro. Podían no tener lazos de sangre, pero le consideraba de su familia.

De modo que, al oír aquello, Trish decidió no darle importancia. Había empezado con buen pie con Karina y estaba claro que la mujer estaba más sola que sola que ella. No iba a tenérselo en cuenta. Sin malos rollos, ni mucho menos, ese fue el instante en que la chica decidió que era el momento de ponerse en marcha. Tomó el cigarro, le dio una buena calada, y se lo devolvió.

—Voy a ir a por el cardamomo, ahora nos vemos —enunció, encogiendo y estirando las piernas antes de levantarse. Apoyó las plantas de los pies en el suelo y tendió una mano a su interlocutora—. Un gusto conocerte, Karina. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes dónde estoy.

Trish había pasado los últimos minutos sentada junto a Karina, con la espalda apoyada en los sacos que la comerciante tenía detrás. Habían estado hablando y compartiendo un cigarro falto de tabaco. Para cuando Nick le hizo aquel gesto ella ya se encontraba tendiendo la mano a la comerciante y poniéndose en pie, dispuesta a marcharse.

Al ver la preocupación de Nick Trish simplemente se encogió de hombros, como si tampoco hubiese que alarmarse todavía, a menos que el escritor supiera algo que ella ignorase. Le dedicó una sonrisa tranquila mientras terminaba de despedirse de Karina. Después de todo tampoco era raro ver a Bentley por allí.

Karina no pareció sorprenderse de que Trish decidiese de repente que había llegado la hora de marcharse, pero sí que miró a la chica con curiosidad, como si se preguntase por qué en ese momento y no en cualquier otro. Aceptó la mano que le ofrecían y el cigarro, al que dio después una calada mientras seguía el juego de miradas entre Nick y Trish que incluía al perro. 

—Si no quieres hacer otro viaje te puedes llevar el bote ya y me puedo pasar a que me pagues cuando me vaya —ofreció la mujer, alzando los ojos para contemplar a la muchacha desde el suelo—. El Morris me pilla de camino y así le puedo echar un ojo al crío. —Hizo una breve pausa y su sonrisa se amplió un poco más cuando hizo un gesto con la barbilla hacia Trish al añadir algo más—. Si queréis.

Lo cierto es que no parecía que quisiera ver al niño motivada por el simple deseo de ampliar la información que después correría por los rincones de Sugar Hill, aunque sin duda ese era un buen motivo. Pero la mujer parecía referirse más bien a algún tipo de chequeo para comprobar la salud del bebé, aunque no llegó a aclarar si se estaba ofreciendo para hacerlo gratis o esperaría después algún tipo de compensación por ello.

A algunos metros de allí, donde Nick continuaba charlando con Ransom y el tal Jimmy, Trish pudo ver cómo el de los McAvoy le dedicaba un breve gesto de saludo. 

La sonrisa de natural pícara de Jimmy se acentuó un poco más con las primeras palabras del escritor. El chico se pasó los dedos por los cabellos y luego hizo un gesto de circunstancias con gracia. 

—Vamos, vamos. Eres el jodido Nick Bennett —dijo entonces, alzando las cejas—. Tienes algo mejor que verduras: tienes contactos —expuso con desparpajo—. Estoy seguro de que podríamos llegar a un acuerdo con el que no tendrías que desprenderte ni siquiera de una lechuga. Así que si en algún momento cambias de opinión... —Se encogió de hombros—. Bueno, dame un silbidito. 

Los ojos avispados del joven siguieron el juego de miradas entre Nick y Trish que incluía al perro y después continuó observando cómo el animal se relacionaba con la gente del mercado, pero no llegó a decir nada al respecto. Tras un par de segundos siguiendo a Bentley con la mirada, volvió a ponerla sobre Nick, escuchándolo con atención.

Ransom, por su parte, apenas dedicó un breve vistazo hacia el perro, sin prestarle demasiada atención. En lugar de eso, asintió con la cabeza a la petición de Nick. 

—Claro, Nick. En cuanto llegue al instituto se lo comento a los chicos y a Macbeth. —Se quedó callado durante algunos segundos antes de añadir algo más, con menos seguridad en el tono de la que parecían llevar las palabras—. Seguro que cuando se corra la voz un poco encontráis alguna nodriza. 

Después volvió a quedarse callado y llevó su mirada hacia Trish para hacer un gesto de saludo en su dirección.

La sonrisa de Trish creció un poco al escuchar las primeras palabras de la mujer. Llevarse ya el bote y pagar después... Exacto. Eso era confianza. Acto seguido, cuando ella se ofreció a echar un vistazo al bebé, se llamase como se llamase, la chica se sorprendió notablemente y para bien. El añadido final hizo pensar a la muchacha que quizá querría cobrar por sus servicios, o pedir algo a cambio, o lo que fuese. Tampoco le pareció mal.

—Eso estaría guay —afirmó, e hizo un gesto con el bote en la mano para remarcar que efectivamente se lo llevaba ya—. Yo creo que estaré por ahí, pero por si acaso avisaré de que vas —enunció, aunque no tardó en ocurrírsele una propuesta mejor—. O pásate a la hora de comer, si quieres. No comemos todos juntos, ni nada de eso —dijo para que supiera que no tendría por qué coincidir con Nick, aunque no dedicó ni una mirada al hombre para confirmar que era por eso—, y tendrás un buen plato de lo que sea que hagamos.

Con esas palabras Trish se preparó para marcharse donde su amigo, a comentarle sus avances y la propuesta que había hecho a Karina. Sin embargo antes de irse añadió algo más.

—Si quieres, claro.

La propuesta de Trish pareció agradar a la mujer, a juzgar por la forma en que su sonrisa lánguida se amplio un poco más con la invitación. Sin embargo, no aceptó de inmediato, dejándolo un poco en el aire. 

—Bueno. Según cómo se me dé la mañana. Me pasaré cuando termine aquí, eso seguro. 

Después hizo un gesto con la barbilla como despedida y se llevó el final del porro a los labios para dar la que debía ser la penúltima o la última calada. 

Unos metros más allá el enorme perro de Clementine percibió en ese momento la presencia de Trish en el mercado y se acercó en una carrera que terminó con un topetazo contra sus piernas que hizo tambalearse a la delgada jovencita en su camino hacia Nick. Después siguió tras sus talones pero sin prestarle más atención que ese saludo, olfateando aquí o allá. 

Sin embargo, antes de que Nick pudiera responder a cualquiera de los dos hombres, pudo ver que Trish empezaba a caminar hacia él.

Por el camino, el enorme perro de Clementine percibió en ese momento la presencia de la chica en el mercado y se acercó en una carrera que terminó con un topetazo contra sus piernas que hizo tambalearse a la delgada jovencita en su camino hacia Nick. Después siguió tras sus talones pero sin prestarle más atención que ese saludo, olfateando aquí o allá hasta que Trish llegó a su altura. 

Trish terminó de despedirse de Karina con un gesto con la mano, para luego caminar con una sonrisa fácil y tranquila. Se dirigió hacia donde estaba Nick echando un vistazo alrededor, y al ver que Bentley se dirigía a ella se preparó para recibirlo. El saludo del perro, sin embargo, fue más rápido y efusivo, e hizo que la chica tuviera que dar un paso atrás para no caerse.

Tras palmear el lomo del animal la muchacha alzó la mirada, volviendo a buscar a su amigo,  y continuó su camino hacia donde se encontraba. Una vez allí su sonrisa se ladeó.

—No te vas a creer lo que he conseguido —dijo alzando ambas cejas. En realidad tenía más que claro que el escritor la creería y se sentiría satisfecho con ello, pero no estaba de más crear un poco de expectación. Entonces dedicó un gesto de barbilla a Ramson y extendió la mano hacia el otro chico.

—Trish —se presentó—. Tú eres Jimmy, ¿verdad? —preguntó de manera retórica. No necesitaba pegar un repaso al chico para evaluarlo, ni tampoco evaluarlo para ser amable con él—. Encantada.

"El perro la saluda con más cariño que yo", pensó Nick, pregutándose dónde le dejaba aquello, como amigo y como... ¿mentor? ¿figura paterna? ¿mentor paterno? ¿figura mentoril? Sin embargo, cuando Trish y Bentley llegaron a su altura dedicó una breve palmada al chucho y una simple sonrisa a la chica. Aunque fuera un hombre de palabras, Nick sabía que eran los actos los que realmente hablaban por alguien. Esperaba que Trish lo viera igual.

- Sorpréndeme - murmuró el escritor -. ¿Un contrato de exportación de cardamomo?

Luego se giró a sus interlocutores.

- Jimmy, sí - asintió -. Conseguidor, por lo que parece, y muy seguro de sí mismo. Igual tendríamos que pedirle alguna de tus piezas para cacharros, para ver si se le bajan los humos, ¿no? - bromeó.

Ransom tan sólo respondió al gesto de saludo de Trish con uno similar, manteniéndose en silencio en un discreto segundo plano mientras los demás se encargaban de las presentaciones. 

Sin embargo, el tal Jimmy no dudó en aceptar la mano de la chica para devolverle un apretón firme y breve. Después inclinó un poco su cabeza hacia ella, ligeramente galante, con una sonrisa encantadora en los labios. 

—Jimmy, sí —repitió lo que había dicho Nick apenas un instante después que él—. Veo que ya has oído hablar de mí —dijo con actitud abierta, algo descarada, como si ser conocido fuese una cosa habitual para él, agradable incluso—. Pero el placer es mío. 

Prestó atención a las palabras de Nick y un brillo pasó por su mirada, como si estuviese tomándose lo que el antiguo escritor decía como un desafío que estaría encantado de aceptar. 

—¿Quieres ponerme a prueba? —preguntó, seguro de sí mismo—. Te vas a sorprender, yo te aviso. —terminó, elevando ambas manos en muestra de inocencia. 

Mientras tanto, Bentley había aceptado el saludo de Nick para luego alejarse y seguir paseando por el mercado sin prestar demasiada atención a los dos con los que compartía vivienda.

Ya al lado de su amigo, Trish recibió su sonrisa con agrado. Quizá fuera sólo impresión suya, o una pose para los negocios, pero aún así Trish tenía la sensación de que el escritor estaba de mejor humor que antes de salir del Morris. Alejarse del bebé probablemente había ayudado.

Con las primeras palabras de Nick la chica sólo dibujó una sonrisa, dejando la respuesta para más adelante. Normalmente no le importaría hablar de sus negocios delante de otras personas, pero el trato había sido suficientemente bueno como para que Ramson o el tal Jimmy tomasen a Karina por idiota. Así que decidió esperar. Aunque lo que sí hizo fue mostrar el bote de leche en polvo que traía en la mano para dejar claro que tenían lo que necesitaban.

—Luego te cuento —aplazó antes de escuchar la presentación que su amigo hizo del chico presente.

Al escuchar lo que decía Nick Trish alzó ambas cejas, impresionada, y de las dos una aún se quedó arriba al oír cómo el propio chaval se presentaba. Era encantador, sin duda, y Trish rió con su gesto y sus palabras. Aquella risa no era una forma de no tomarlo en serio, ni mucho menos, sino la manera que tenía la muchacha de cerrar una puerta que llevaba años sellada. Había aprendido que no quería jugar a esos juegos, no cuando lo que pasaba al perder era tan grande. Pero en ese momento Trish no tuvo ni un pensamiento consciente en esa línea: el poso de recuerdos y dolor era más sutil que eso.

El reto hacia el que parecía conducir la conversación no disgustaba a Trish. Siempre era divertido algo así, desde luego. Sin embargo, siendo prácticos, sabía que pagar por algo como eso sería como tirar unos recursos que no les sobraban. Para localizar lo que fuera ya estaba Cass, y no podían quejarse de su efectividad. Luego sólo era montar una salida. ¿Usar a Jimmy era más sencillo? Desde luego. Pero después de las palabras de Karina la idea que tenía era bien diferente.

—Te pidiera lo que te pidiera, lo que me sorprendería sería que no lo encontrases —dijo la muchacha con una sonrisa. Entonces cambió el peso de pierna, adoptando una posición más cómoda, y al volver a hablar lo hizo mientras evaluaba al chico.

—Pero si quieres una prueba, vamos allá —enunció acto seguido, ladeando su sonrisa—. Supongo que Nick os ha contado lo del bebé. Averíguanos quién es el crío, de dónde ha salido, y me declararé sinceramente sorprendida.

El escritor intentó sonreír. Las palabras de Trish le hicieron pensar que había pasado algo interesante. Otro Nick, el escritor rico y aburrido, habría sido dichoso por ello. El Nick que había enterrado su vida entera prefería las cosas tranquilas. ¿No era de un libro aquello de maldecir diciendo "ojalá vivas tiempos interesantes"? Sí... no había duda de que las cosas se iban a poner aún más interesantes. Qué faena; Nick tenía una política muy estricta en cuanto a conservar sus miembros.

Alzó las cejas. Le sorprendió la rapidez con la que Trish hacía la oferta. La verdad, se sentía frustrado porque no se le hubiera ocurrido a él. "Estaré perdiendo facultades", pensó, "la chatarrera de pelo azul se maneja mejor que yo en los trueques".

- Por mi bien - sonrió -. Hagamos eso, ¿te parece bien, Jimmy?

"Ahora llega cuando me dice lo que quiere de mí".

Cierta curiosidad apareció en los ojos del muchacho al escuchar el aplazamiento de esa conversación pendiente entre Trish y Nick, como si justamente le resultase más interesante lo no dicho que lo pronunciado. Su sonrisa se amplió con la risa de la chica y con ella le dedicó un guiño rápido, cómplice y descarado al mismo tiempo. 

Después cambió un poco su postura, descansando el peso sobre una pierna y colgando el pulgar de la trabilla de su pantalón, en una posición cómoda. Desde ella escuchó la propuesta de la chica primero y la confirmación de Nick después, con una creciente sonrisa que llegaba a formar pequeñas arruguitas junto a sus ojos.

—Dadme unas horas —respondió sin llegar a pensárselo ni medio segundo, seguro de sí mismo—. Y aunque verte sinceramente sorprendida me resultaría encantador —añadió, mirando a Trish para llevar su mirada a Nick con sus siguientes palabras—, necesitaré algo más a cambio. 

Se encogió de hombros, como en un gesto inocente de «qué se le va a hacer, así es la vida y así son los negocios» y después enderezó un poco su postura. 

—Se dice que tienes tratos con Big Dima —expuso entonces, yendo directo al grano—. A cambio de esa información quiero que me consigas una entrevista con él, avalada por ti. 

Soltó entonces su pantalón para hacer un gesto con ambas manos. 

—Nada más y nada menos que eso. Y en menos de veinticuatro horas tendréis la información que buscáis. —Extendió su diestra, ofreciéndosela al antiguo escritor—. ¿Trato hecho?

Nick se había imaginado algo así. Quizá no algo tan directo, pero ¿qué iba a querer un buscavidas de él salvo su cuestionable influencia sobre los señores de Nueva York? Al menos sus sospechas se empezaban a confirmar: aquella sociedad que Vadim imaginaba empezaba a cobrar forma. En vez de valerse de sus habilidades y no confiar en nadie, la gente empezaba a buscar sombras para cobijarse. Tal vez Nick tuviera en sus manos la divisa definitiva: los mandos del ascensor social de aquella sociedad lactante que aún podía morir en vientre en que se estaba gestando. Eso debería alegrarle, ¿no? O al menos hacerle sentir poderoso o responsable. No se sentía de ninguna de aquellas formas. Sólo sabía que tenía muchos problemas de más y muchas ganas de vivir de menos.

Miró a Trish. Tal y como había dicho, los tratos de Jackie eran suyos aquella mañana. No tenía el oído de Dima, aunque sí el de Vadim. Si su amiga aceptaba, intentaría ver cómo de sólidas eran sus conexiones.

Aunque su mente de escritor se estaba disparando. Jimmy podía no ser un simple lamebotas. Podía ser un asesino de otro hampa encargado de eliminar a Dima, o tal vez un psicópata ambicioso. ¿Por qué si no iba a querer que Nick le avalara? Parecía muy seguro de sus dones para impresionar, ¿qué necesidad tenía de que Nick diera la cara por él? ¿Tal vez ahorrarse un cacheo?

- Es tu trato, chica, ¿qué dices? - dijo con indiferencia fingida a Trish.

Ya se ocuparía de transmitir sus inquetudes a alguien que pudiera hacer algo útil con ellas.

La sonrisa de Trish se mantuvo ahí, casi como una constante, durante el escaso tiempo que el chico terminó en contestar. En ese momento, con el escaso plazo que él mismo se dio, ella ladeó la cabeza, como si fuera a reevaluarle. Aquel gesto sin embargo no duró mucho, pues una risa natural e inocente salio de su garganta en cuanto él habló de lo que le resultaría encantador. Necesitaría algo más a cambio, claro, eso la chica siempre lo había dado por hecho. Aunque tal y como lo anunciaba y con su gesto posterior ya tenía curiosidad por saber qué.

Había pocas cosas que Trish pudiera decir de Jimmy, al menos en aquel momento. Y una de ellas era que tenía claro lo que quería. Viendo la rapidez de su respuesta probablemente lo tuviera claro antes incluso de que aquella conversación hubiera comenzado. Eso por un lado estaba bien: hacía las cosas más fáciles. Pero por otra parte, seguro que el chico habría estado dispuesto a dar mucho más si hubieran esperado a que él se acercase. Aunque también parecía alguien paciente, uno de esos que esperan a que seas tú quien los necesites.

A Trish esas cosas le importaban poco. Un momento atrás había conseguido una rebaja casi imposible por la leche en polvo, pero aquello había sido más por jugar que por no darle a Karina lo que mereciera. Y en ese instante, con la información del bebé, bueno... Estaba claro que lo que Jimmy pedía era algo serio.

Trish miró a Nick, esperando su respuesta. Daba por hecho que sería él quien decidiera. Después de todo, eran sus contactos. Al final, después de todo, fue el escritor el primero en sorprenderla de manera sincera. Los ojos de Trish se entrecerraron un poco, como si quisiera adivinar qué estaba pasando por la cabeza de su compañero, y por un instante valoró llegar a hacerlo realmente. Pero al final, ante aquella forma de cederle la decisión, simplemente se encogió de hombros y sonrió.

La chica miró entonces a Jimmy una vez más. Seguía siendo cierto que no sabía nada de él, pero no le preocupaba lo que pudiera pasar entre el chico y el mafioso. Lo que sí le daba un poco de reparo —por Nick— era una palabra que él había usado.

—Lo de la reunión se puede hablar —dijo sin concretar nada por el momento. Cambió entonces el peso de pierna, valorando qué hacer. Al final escogió, como casi siempre, la sinceridad—. Lo que me da un poco de mal rollo es eso del aval. ¿De verdad necesitas algo así? ¿No vale con que os presente, y ya?

La chica apenas hizo una pausa de un segundo antes de proseguir.

—Lo que pides es mucho sólo por saber de dónde ha salido un crío que nos vamos a quedar sean quienes sean los padres —expuso mostrando la realidad tal y como antes había hecho con Karina—. Para nosotros es algo casi anecdótico, más curiosidad que otra cosa, pero me parece que la reunión tú la quieres de verdad.

—Vamos a hacer una cosa —dijo. En ese momento enderezó un poco su postura y apoyó la mano del bote de leche en la cadera—. Te conseguimos la reunión a cambio de la información, pero para el aval vas a tener que debernos un favor. —Trish normalmente habría dejado pasar algo así. Ni siquiera le importaba trabajar gratis, por ejemplo. Pero Jimmy parecía, ante todo, un listillo, y a esos se les trataba distinto. Además, aquello podía meter a Nick en apuros—. Y uno de los gordos. Y sólo si Ransom nos dice que puede avalarte sin preocuparnos.

—¿Qué dices, Ran? —preguntó entonces, alzando un poco la voz y haciendo un gesto con la barbilla—. ¿Nos fiamos?