Partida Rol por web

Nueva York, domingo 15 de noviembre de 2037, 21.00.

El cuarto en el que se había instalado Trish había sido en sus tiempos una consulta del centro de salud. Estaba en la primera planta, estratégicamente situado entre el cuarto de Cass, que se unía al suyo a través de una puerta y el de Robin. La otra puerta daba al pasillo. Las dos chicas solían acomodarse para pasar las noches juntas, pero tenían sus espacios de intimidad. 

No había mucho mobiliario, la mayoría del que había pertenecido al lugar tiempo atrás había sido saqueado hacía mucho, o se había estropeado en la inundación que había dejado el sótano anegado, pero en los años pasados allí, habían conseguido algunos colchones y mantas, e incluso Trish tenía en su habitación un armario de metal algo estrecho, que había sobrevivido al agua y los saqueos, además de una mesa con un par de cajones. 

Cassandra entró en el cuarto de su hermana por la puerta que comunicaba sus habitaciones, apenas tocó con los nudillos la hoja de madera y ya estaba dentro. La había oído trasteando y no se esperó a que le diera permiso como hubiese hecho con cualquier otro habitante del centro de salud, no tenían nada que ocultarse... o casi nada.

La buscadora todavía se sentía mal por no haberle contado antes sobre las visiones que podía tener, pero no había encontrado el momento. Primero era demasiado pronto y tenían que recuperar el tiempo perdido; cuando Trish le contó sobre lo que le había pasado y lo que había hecho, hubiese sido un buen momento, pero entonces se centró en darle su apoyo y no quiso preocuparla con su "problema"; y luego no sabía cómo decírselo sin sentirse fatal por lo que había tardado. Sentía que había faltado a su confianza pero se decía que al menos no le había mentido, realmente a quien únicamente mentía era a sí misma y lo malo es que en el fondo lo sabía y la carcomía.

Por eso había decidido que tenía que hablar con ella, contarle todo lo que pasaba por su mente y dejar que los dados decidiesen su destino.

-¡Ey Trish! -dijo a modo de saludo mientras se acomodada y la miraba evaluando si sería un buen momento -¿Hace una noche de chicas?

Había desechado lo de "tenemos que hablar" pues parecía el preludio a la ruptura de una relación y también el "tengo algo que contarte" porque no quería presionarse. Quería relajarse y que el dique que contenía sus pensamientos se aflojase lentamente, si no acabaría huyendo o encerrándose en sí misma, y no quería seguir así.

Cuando la puerta se abrió Trish estaba de pie ante un cajón abierto, como si estuviera buscando algo. El saludo de su hermana hizo que la mirase, dedicándole una tenue sonrisa. Parecía tener algo en la cabeza. Cerró el cajón, pero no sus pensamientos, y dio un paso en dirección a Cassandra.

—Claro —asintió—. Aunque a las cinco tengo guardia. Tú a las tres, ¿no? —preguntó. Aquellas eran las mejores noches, cuando a Cass le tocaba antes. Así estaba segura de que la despertarían cuando llegase su turno, y de que lo harían de buenas maneras.

—¿Has cenado ya?

Asintió con la cabeza a la vez que contestaba.

-Sí y sí -dijo con un atisbo de sonrisa -¿Te ayudo a buscar? Mi hermana dice que se me da muy bien.

Esos momentos eran los que valían la pena, ni las reuniones, ni las guardias, ni Morgana y toda su mierda.

-Creo que hubiese sido mejor no votarme. -dijo en voz baja y tranquila, esta vez no empezó por el principio como hacía siempre que se ponía a hablar, aunque esas ocasiones fuesen contadas, lo hizo por el pensamiento que le había venido a la cabeza en ese momento -¿De qué sirve una figura de líder si la mitad no lo aceptan?

-Ni ella misma se siente así- pensó mientras miraba a la peliazul, no con rabia ni tristeza, si no con la verdad en su rostro.

Con la oferta de Cass Trish sonrió levemente, haciendo un gesto para indicar que no hacía falta que le ayudase a buscar, que carecía de importancia. Luego, con las siguientes palabras de la buscadora, la muchacha arrugó el entrecejo.

—Si no les gusta, que se vayan —dijo como si aquello fuera evidente, aunque era consciente de que esa conversación merecía más que una respuesta así de escueta. Tomó asiento antes de continuar.

—Yo creo que votarte es lo mejor que podíamos hacer —aseguró antes de tomarse un segundo para poner en orden sus pensamientos y hablar con una voz un poco más pesada, pero sincera—. Después de Nick, no se iba a aceptar a nadie más de lo que se te acepta a ti. Pero es necesario que haya alguien. Y tú sabes cómo hacer las cosas. Tienes en cuenta todos los factores antes de decidir. —Tomó aire antes de decir lo siguiente—. Eres la mejor opción —Ahora que no está Nick, al menos.

Antes de decir nada más su ceño se frunció.

—No habrás tenido problemas con nadie, ¿no?

Cass escuchó a su hermana y una media sonrisa triste apareció en el rostro de la buscadora, no sabía qué había hecho para merecer esa confianza tan firme por parte de la peliazul.

-Lo normal. -contestó a su pregunta -Nada que no fuese lo esperado, aunque no era deseado... como con todo en esta vida. Como que Hope al irse se haya llevado parte de la reserva de maría para comerciar, por mucho que joda que traicionen tu confianza, no deja de ser normal que haya querido tener algo con lo que poder sobrevivir ahí fuera. Hay que dejar los deseos para los sueños y jugar con las cartas que te han repartido.

Chasqueó la lengua y parpadeó alejando esos sueños de los que hablaba.

-Por cierto, -dijo como si acabase de acordarse y no fuese algo que llevase corroyéndola desde que había sucedido -¿te acuerdas cuando el otro día le contesté de forma borde a Skyler? Pues creo que estuvo a punto de pasar algo, quiero decir, por un momento sentí que algo ocurría, que "algo" salía de mi interior y que ella iba a recibir lo que quiera que fuese... -meneó la cabeza negando, como queriendo decir que esa no había sido su intención, y luego continuó -¿Crees que es posible que sea "algo" nuevo que puedo hacer?

De ser así, ¿donde estaba el límite? ¿Podrían ir haciendo cada vez más cosas? ¿Y por qué? Esas y otras muchas preguntas asaltaban la mente de Cassandra con respecto a los dones que tanto ella como Trish mostraban.

Trish escuchó a su hermana, y se quedó con ganas de pedir más explicaciones al oír que ella resumía lo que quiera que hubiese pasado en «lo normal». Si la estaban tratando mal, o lo que fuese, quería saberlo. Vale que Cassandra era la mayor... Pero eso no iba a librar a quien fuese de su odio eterno, al menos hasta que se enmendaran sus acciones. Además, se suponía que estaban todos en el mismo barco. Si no remaban en la misma dirección, debían saberlo.

Sin embargo, antes de que pidiera esas explicaciones su hermana cambió de tema. La chica la escuchó asintiendo a su pregunta, consciente del momento del que hablaba. No tardó en responder con total sinceridad. Después de todo, últimamente le había estado dando muchas vueltas a aquellos temas.

—No creo que sea algo nuevo —dijo de inmediato—. A lo mejor es algo que ya podías, pero que no había surgido. Pero vamos, si la pregunta es si creo que quizá puedas hacer algo más... Claro que sí. —Trish adoptó una expresión ligeramente pensativa antes de continuar—. Si lo piensas, yo puedo hacer dos cosas raras por ahora. Que sepamos —añadió antes de encogerse de hombros—. ¿Por qué yo dos y tú una? No lo sé. No entiendo de dónde salen, ni cómo funcionan. Pero sí tengo claro que las dos me surgieron en momentos de necesidad. A lo mejor hay más cosas, pero no las hemos descubierto todavía.

En ese punto dio un par de pasos, poniéndose en el otro extremo de la habitación respecto a Cassandra. Luego hizo un gesto con las manos, animándola y señalándose a sí misma.

—Venga, hazme lo que sea, vamos a probarlo.

Cassandra escuchó a su hermana pequeña y su corazón se fue aligerando sin saber exactamente porqué, supuso que la conexión que tenía con ella por ser familia y saber que la entendía con aquellos dones que ambas poseían era la causa, o quizás era que el simple hecho de compartir aquello que la apesadumbraba ya la aliviaba.

Cualquiera que fuese la causa la realidad era que tras aquellas pocas palabras se encontraba menos derrotista, de mejor humor que cuando había entrado en la habitación, pero cuando Trish propuso que probase con ella como objetivo todo su cuerpo se tensó e incluso se alejó algo. Sus ojos se abrieron del todo y la capucha acabó resbalando hacia atrás lentamente mientras negaba imperceptiblemente con la cabeza y sus manos se escondían en los amplios bolsillos.

-¡Estás mal de la cabeza! -dijo con la voz más aguda del que era su tono habitual, pero manteniendo el volumen bajo no queriendo alertar a nadie del centro -No pienso probarlo contigo... ni con nadie, si vuelve a suceder ya pasará.

No es que la buscadora fuese una pacifista que condenase toda la violencia, pero participar de ella gratuitamente no era algo que quisiera hacer, una cosa era entrenar con su cuerpo y reflejos para mejorar, y otra experimentar con fuerzas que no entendía y no sabía qué podía llegar a hacer.

Al ver la repentina reacción de Cassandra, Trish rió con el pecho desahogado por primera vez en días. No era frecuente ver a su hermana así, y aquello había supuesto una dosis de anormalidad diferente a las desgracias que últimamente les pisaban los talones.

—Está bien, está bien... —dijo, accediendo al menos a una parte de lo que ella había dicho—. No lo pruebes con nadie. Pero tienes que saber qué puede ser antes de liberar a saber qué.

Hizo entonces un gesto hacia la cama.

—Venga, házselo al colchón.

Después de decir esas palabras Trish quiso distraer la posible negativa de su hermana.

—Oye, por cierto... Hay una cosa que te quería contar. Ayer pasó una cosa.

La buscadora asintió cuando su hermana estuvo de acuerdo con ella y luego le echó una mirada al colchón, lo de probarlo con un objeto no era mala idea, pero se dijo que sería mejor si no era con uno de sus pocos bienes y lo hacían fuera del Morris, no quería provocar lo que fuese que pasase dentro de su refugio. No, mejor por el día y bien lejos, que si pasaba algo... no lo pudiesen relacionar con ellos.

Las siguientes palabras de la peliazul hicieron que sus ojos volviesen al rostro de la joven, qué más podía haber pasado en tan poco tiempo, sentía que de repente el tiempo se había acelerado, que la rutina cómoda y segura se les estaba escapando entre los dedos y que sólo podían intentar correr más rápido para no darse de morros contra el duro suelo.

-Lo probaré, pero no aquí ni con uno de los pocos lujos que tenemos. -le dijo con un tono que decía que su resolución no era negociable, según su pensamiento había llegado a un punto medio y no se movería de ahí -¿Qué pasó ayer?

Su pregunta estaba teñida a medias con curiosidad y a medias de preocupación.

Con un mohín de fastidio al oír que su hermana seguía negándose a hacer las pruebas, Trish se sentó en la cama. Tras hacerlo se echó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas. En esa postura aguardó unos segundos, llevando su mirada al suelo al no saber por dónde empezar. Finalmente buscó a Cassandra con la mirada.

—Ayer fui con Jimmy a hacer el trabajo que quería como pago por lo de Lis —resumió, aunque la negociación no había sido exactamente así—. Fuimos en metro. Y volví a hacerlo.

Dejó unos segundos de silencio, sin saber si su hermana entendía a qué se refería.

—Apareció una especie de gusano enorme, lleno de patas y de dientes —siguió relatando, con la mirada repentinamente ausente—. Estábamos en el último vagón, y el bicho corría más que el tren. Cuando nos alcanzó, empezó a destrozarlo a bocados a toda leche. Pasamos al siguiente vagón. Había un tío con pinta de borracho al que se comió, y pasamos al siguiente... Era el último. No nos dejaban pasar a la cabina, y no me dio tiempo de desengancharnos. Allí había también dos chicas, y el gusano estaba cada vez más cerca... —La expresión ausente había ido dando paso a una de tensión y preocupación, y Trish gesticulaba más de lo habitual—. Tuvimos que saltar hacia el gusano. Conseguí llevarme a Jimmy y a una de ellas, y aparecimos fuera. A salvo.

En ese punto Trish respiraba un poco más rápido de lo normal, casi jadeando, y aclaró algo que, de pararse a pensarlo, sabría que no era necesario.

—Te juro que no me lo estoy inventando.

Las primeras palabras de su hermana hicieron que Cassandra apretase los labios en una fina línea, le había dicho que le dijera cuándo salía con Jimmy y no lo había hecho, y encima le decía que lo había vuelto a hacer. ¡Qué coño había hecho? A pesar de su enfado interior mantuvo la fachada de siempre mientras la pequeña de las dos se tomaba su tiempo para explicarse.

Conforme el relato avanzaba la preocupación fue cogiendo todo el espacio de su cuerpo, se fue acercando a la peliazul con los ojos cargados de desazón y cuando finalizó de hablar la envolvió en un abrazo. Tenía mil reproches que hacerle, pero todos murieron en su garganta mientras su corazón latía como loco.

-Claro que te creo. -le contestó con los labios pegados a su pelo, dando mentalmente las gracias porque estaba bien y había vuelto, luego se separó un poco para mirarla a los ojos -Jimmy y esa chica, con lo que has hecho... ¿no tendremos problemas?

Eso no era lo más importante, ni lo que oprimía su pecho, pero era lo único que hacía falta poner con palabras, todo lo demás tanto la expresión preocupada de su rostro como su cuerpo protector ya hablaban por ella.

El abrazo de su hermana fue lo que Trish necesitó para calmarse de golpe. La visión de aquella criatura acercándose, su hedor, todas aquellas patas y dientes... Recordarlo era inevitable. Sentir otra vez la misma impotencia, también, más aún al recordar a la persona que había dejado atrás.

Cuando su mirada se cruzó con la de su hermana tragó saliva y tardó un instante en contestar.

—No, no creo... —dijo—. Jimmy no se lo va a contar a nadie, eso seguro. Y ella... No sé nada de ella, pero le pedí que no lo dijera por ahí y creo que aceptó de verdad. Espero que lo hiciera, al menos. Y sobre eso...

Trish se quedó unos segundos callada, dudando sobre cómo decir lo siguiente. No quería desvelar secretos que no eran suyos, pero tampoco ocultarle nada a Cass.

—Jimmy me ha contado que la Reina Roja tiene a gente como nosotras —expuso—. Bueno, él no dijo nosotras, porque no sabe lo tuyo, pero ya me entiendes. Personas que pueden hacer cosas. Los tiene como si fueran atracciones, retenidos contra su voluntad.

Trish tragó saliva.

—¿Crees que podríamos... Hacer algo?

Cassandra dio un apretón un tanto más fuerte al sentir a Trish perderse en ese vínculo que compartían, luego se separó un poco y asintió cuando su hermana le dijo que confiaba en que ninguno de los dos diría nada de lo que había hecho. Se relajó, no podían permitirse el lujo de que nadie llamase a su puerta para pedir un favor, que la obligasen a usar lo que podía hacer para cometer cualquier delito grave, o algo peor.

Pero cuando la pequeña volvió a hablar, ella dejó de respirar hasta que hizo su última pregunta.

-¡No! -ahogó la exclamación cuanto pudo, pero no hubo duda de la elevación de su voz -No podemos meternos en esos líos Trish, por la fuerza es imposible y de otra forma es exponernos. -siguió hablando tratando de que entendiese que ellas no eran nada y cualquier cosa que hiciesen los pondría en peligro, no sólo a ellas, si no a todos en el Morris -Y esa Reina Roja... nos hablaron de ella los irlandeses del puente, espero que no dé recompensas por información para aumentar su divertimento.

Los ojos de la buscadora se oscurecieron con funestos pensamientos, debía decirle a Morgana que tenían otro posible frente.

Trish bajó la mirada en cuanto su hermana alzó la voz. Por supuesto, debería haber previsto su respuesta. Cass siempre era la más cauta en todos los aspectos, y tenía razón en que aquello sería exponerse. Sin embargo, los labios de la chica se apretaron durante unos segundos mientras la escuchaba seguir hablando.

Durante los segundos siguientes a la muchacha le empezaron a germinar las ideas. Cass tenía razón, les habían dicho que la Reina Roja buscaba buscadores: ya tenían cómo infiltrar a una persona. Pero ni Trish querría exponer a Cass a eso, ni creía que fuese una buena idea. Sin embargo, sabía lo que era estar retenido contra tu voluntad. Lo había probado en sus carnes, lo había visto en las de otros, como Robin... Y no le deseaba aquello a nadie, mucho menos a personas que formaban parte de alguna especie de circo. Y viéndolo de una forma racional, tampoco estaría de más conocer personas así. Quizá tuvieran respuestas.

—No digo que lo hagamos ya —aclaró, aún sabiendo que eso no sería una verdadera diferencia para su hermana—. Sólo que... —Se encogió de hombros—. Con lo que yo puedo hacer sería fácil sacar a alguien de allí. Y vale, es arriesgado... —Se quedó un instante en silencio—. Pero podríamos ser nosotras las que estuviéramos allí.

Hubo algo que se le ocurrió en ese momento, pero prefirió no decir en voz alta, pues aún tenía que digerirlo. Si de verdad había algo genético en lo que podían hacer, había dos personas que también podían estar retenidos por la Reina Roja: sus padres.

Las distintas expresiones en la cara de su hermana fueron golpeando el sentido común de la buscadora, y cuando ésta por fin habló el gesto de Cassandra se había suavizado hasta ser el de siempre con ella. Asintió suavemente a las palabras de la inventora, entendía su razonamiento, sabía que era algo personal y en cierta forma tenía razón.

La morena no podía negar que con el don de Trish sacar a alguien de allí podía ser muy fácil, pero también había que pensar en las medidas de seguridad que de seguro habría, y tener claro que después de un primer viaje intentar un segundo sería casi como ponerse unos grilletes directamente.

-Lo sé. -contestó a la última aseveración que hizo la más joven y sintió un pinchazo en el pecho cuando imaginó quien podría estar retenido, lo obvió intentando mantenerse serena y objetiva -Pero lo primero siempre es conocer a qué te enfrentas, solo con toda la información se puede decidir cómo hacer las cosas. Debemos saber todo lo que se pueda de esa Reina Roja, sus ideas, sus costumbres, sus fobias... también sobre el territorio que controla, dónde tiene ese circo, a cuánta gente tiene, qué es lo que hace con ellos, si alguien ajeno a su círculo podría ir a ver el espectáculo...

La buscadora pensó que Morgana podría hacerse pasar por alguien interesado en algo así, que podría ir y ver in situ la seguridad que había, pero estaba casi segura que de decírselo no sólo se negaría en redondo si no que habría otra bronca cuando les intentase prohibir hacer nada a ellas.

Al ver a su hermana asentir, Trish sintió dentro de ella cómo algo empezaba a iluminarse: era el optimismo, asomando la cabeza. Podia convencer a Cass. Y si podía convencer a Cass, podía convencer a cualquiera.

La muchacha escuchó cómo la buscadora seguía hablando, y aquello le parecía que tomaba cada vez más la forma de un plan. O, al menos, del principio de un plan. Al final, sin embargo, su expresión pareció un poco extrañada.

—Bueno, yo no sé si tienen algún espectáculo, sólo que ella los colecciona —se corrigió, consciente de que se había explicado mal—. Pero sí, está claro que lo primero es saber dónde están, qué medidas tienen y todo eso. —Entonces la chica se echó hacia adelante—. ¿Por dónde empezamos? ¿La red? ¿Preguntar a cara descubierta parece muy feo, aunque Morgana seguro que sabe qué territorios tiene. O Macbeth. —O Jimmy, pensó, aunque no lo quiso decir en voz alta.

Conforme Trish iba hablando la buscadora tuvo la tentación de salir corriendo, aquello iba demasiado rápido para su gusto, pero apretó los sesos y permaneció donde estaba.

-Hemos quedado en que no sería para ya. -empezó a decir tratando de parar la inercia que había cogido su hermana -Pero podemos empezar haciendo preguntas a quienes tenemos de aliados, que no nos cobrarán nada por simplemente hablar y tampoco nos venderán al mejor postor.

Seguía preocupada porque su hermana hubiese utilizado su don delante de extraños, más sabiendo que muy probablemente había un precio sobre la cabeza de toda persona así, en ese mundo nunca se sabía cuando alguien bueno se vería obligado a hacer aquello que no quería para sobrevivir.

Trish detuvo sus palabras al entender de lo que decía su hermana que necesitaba que parase. Guardó silencio, conteniendo sólo a medias la sonrisa, mientras su mente seguía trabajando. Y a pesar de estar frenándola, la propia Cass ponía ya sobre la mesa cuáles serían los primeros pasos. Trish tuvo que contenerse para no responder con un «Venga, pues vamos», ponerse en pie e ir a preguntar en ese mismo momento, y contestó de una forma mucho más comedida.

—Y no es para ya —asintió, pensando en con quién compartiría guardia la noche siguiente. Si alguna de las dos la hacía con Morgana, la cosa ya podía empezar a rodar. Y la noche siguiente no era «ya»-

Antes de volver a hablar, Trish meditó durante un instante. Iba a contar algo que sabía que debía guardar en secreto... Pero iba a contárselo a Cass, que en el fondo era lo mismo que guardarlo.

—Hablamos con ellos entonces. Y podemos preguntarle también a Jimmy —asintió con seriedad, claramente sin considerar que pudiera venderlas, como Cassandra había dicho, al mejor postor—. La Reina Roja tiene a su hermana. Al menos para esto, está claro que no nos venderá.

Cassandra asintió a la peliazul, totalmente convencida que la más joven esperaría un tiempo prudencial para empezar con las averiguaciones, y cuando le contó que Jimmy tenía a su hermana secuestrada su expresión se suavizó.

-Está bien. -dijo con un atisbo de sonrisa, parecía que el chico ese se estaba haciendo un hueco entre las amistades de Trish y la buscadora sabía que debía estar cerca -¿Qué podía hacer su hermana?

Saber los poderes de quien estaba retenido podía servirles para idear el plan de escape, aunque eso fuese algo que hiciesen en un posible futuro, ella no estaba empezando a maquinar. Había dicho que no era para ya.