Partida Rol por web

Mientras la niña interactuaba con Robin, el hombre miró a Cass para hablarle esta vez en inglés.

—Id entrando vosotros si queréis —ofreció, cediéndoles el turno con la misma expresión seria que había mantenido todo el rato—. Nosotros no tenemos prisa. 

Robin levantó las palmas de las manos demostrando que no tenía nada en ellas como si ello se aplicase también a su espalda, aun cuando las manos nunca habían estado ahí.

Sonrió ligeramente por el juego de la pequeña pero tan desganado en pasar un rato agradable que tan pronto se dió cuenta que mostraba alegría recogió de nuevo los morros en el centro de su boca.

Divertirse le dolía.

Entonces escuchó el ofrecimiento del hombre y asintió con la cabeza.

— Se lo agradezco —aceptó también por Cass movido por el ansia que tenía por dejar la niña, la situación y sus pensamientos esperando en esa sala, bien lejos de él.

Así pues, se puso en pie y se dispuso a entrar.

Cassandra siguió los movimientos de la niña con un remedo de sonrisa en su rostro, se despido de la joven que salió de la consulta con un cabeceo y volvió a mirar a la pequeña, tal y como había previsto su primera opción fue buscar el cubo en una posición similar a la vez anterior y luego en posesión de los adultos. Le interesaba saber qué sería lo siguiente, pues no se había atrevido a postular un tercer lugar, los niños eran tan impredecibles a veces...

La voz del hombre llamó la atención de la buscadora, que se giró hacia él para atenderlo, y las palabras que dijo despertaron sentimientos contradictorios en ella. Por un lado le gustaría ver lo que pasaba a continuación pero por el otro cuanto antes entrasen antes podrían irse. Robin fue más rápido que ella aceptando y Cass se levantó.

-Muchas gracias. -le dijo antes de volver a mirar a su hija -A ver si lo encuentras antes de que salgamos.

Y siguió al pelirrojo al interior de la consulta.

Cuando Robin y Cass entraron al otro lado de la cortina la pequeña se encontraba intentando comprobar que el cubo no estuviese detrás del hombre. 

Al otro lado de la cortina se encontraba la consulta de Nicolás. Una mesa llena de papeles en un lateral, con una silla a un lado y tres al otro, un armario con vitrina lleno de cajas, vendas y distintos útiles médicos, y una camilla situada debajo de la lámpara formaban el mobiliario principal. Sin embargo, había otra cortina separando esa zona del espacio más allá que no estaba corrida del todo y podían intuirse algunas camillas más. 

El médico estaba terminando de guardar unas vendas en el armario. Era un hombre que ya habría pasado los cincuenta y que caminaba con cierta cojera, ayudándose de un bastón, cuando se acercó a ellos para saludarlos. Cogió el bastón con la mano izquierda y les ofreció la derecha, primero a uno y luego a la otra. 

—Una revisión y un posible aprendiz, ¿no es así? —preguntó, alternando la mirada entre ambos—. Eso me dijo Morgana, pero... ¿cuál es cual?

Mientras dejaba que ellos respondiesen, se fue acercando a la camilla y apoyó el final de la espalda en el borde, sin dejar de prestarles atención. 

Cassandra entró detrás del pelirrojo. Una tenue sonrisa, producto del lugar donde la niña estaba buscando el cubo, se intuía en su rostro y ésta se mantuvo mientras observaba el lugar y devolvía el saludo al hombre.

-Yo soy Cass y la revisión es para mí, aunque seguro que está todo bien. -contestó al médico restándole importancia a lo que Morgana pudiese haberle dicho.

Luego se calló dejando que Robin se presentase a sí mismo como quisiera, podía haber salido que ella era la líder del Morris pero eso de hablar por otros le costaba.

El pelirrojo tomó la mano del médico para encajarla casi como si fuera una primera prueba de ese hombre para dejarle aprender algo de él.  Y al hacerlo y verse más cerca de una lección de las que se suponía no encontraría en sus libros, sus labios se arquearon en una sonrisa inevitable y emocionada. 

- Robin - dijo en ese apretón y no fue hasta después de Cass que confirmó que él postulaba para aprendiz-.

- Morgana me ha hablado mucho de su talento y me encantaría poder mejorar mis conocimientos aprendiendo de usted, si no le sabe mal.

—Seguro que sí —convino el médico en referencia a las palabras de Cass, asintiendo con la cabeza con optimismo. 

Luego miró a Robin y algo en lo que decía el chico pareció hacerle gracia, pues unas pequeñas arruguitas se formaron en las comisuras de sus ojos. 

—Por favor, Robin. Tutéame —le pidió, para después alternar la mirada entre ambos—. Bien. Y yo soy Nicolás, o Nico, como prefiráis. 

Hizo una pausa en la que sólo los miró y finalmente sus ojos se centraron en Cass. 

—A ver, siéntate en la camilla —le pidió, incorporándose para dejarle espacio. Él se fue hacia uno de los cajones de la mesa y sacó un estetoscopio, se lo colgó al cuello y se acercó a ella—. Déjame ver las manos. 

Examinó sus uñas y luego sacó del bolsillo un aparatito con una pequeña luz, con la que examinó sus oídos. Le dio la vuelta y revisó sus ojos, bajando el párpado inferior con el pulgar para verlo por dentro. 

—Y el señor aprendiz —fue hablando mientras examinaba a la buscadora—. Yo estoy encantado de tener aquí un ayudante, un par de manos siempre vienen bien. Y si la cabeza que las acompaña está bien amueblada, tanto mejor. —Miró a Cass, con un palo plano de madera en la mano—. Abre la boca y di «Ahhhh» —Mientras se asomaba a la garganta de ella, siguió hablando—. Yo abro la consulta cada día a las ocho, salvo los domingos, que sólo atiendo urgencias. De lunes a viernes recibo a la gente de la Comunidad. Los sábados viene gente de fuera, de otros grupos o nómadas. Son los días que más trabajo hay, pero suele venir Morgana a ayudarme. Levántate la camiseta, voy a auscultarte. —Eso era para Cass—. Puedes venir cuando quieras, pero si quieres que te explique cosas será mejor que no vengas los sábados. —Se calló para escuchar el corazón de la buscadora, poniendo el aparato encima de su pecho y luego en distintos puntos de su espalda—. Ya está, puedes taparte. Ahora cruza una pierna por encima de la otra —pidió, para después dar golpecitos en la rodilla y comprobar los reflejos—. A ver, ponte de pie, abre los brazos, cierra los ojos, junta las puntas de los dedos. —La observó hacerlo y luego sacudió la cabeza—. Ya está, puedes abrirlos. ¿Algún problema de estómago? ¿Vómitos, diarrea, dolor? ¿Náuseas, mareos? ¿Te sientes débil o cansada?

Cassandra fue haciendo caso de las indicaciones del doctor, tal y como había hecho con Morgana, su mente a medio camino entre escuchar lo que éste le decía y buscar solución a los problemas que la acuciaban. El que Robin estuviese al lado no hizo que ninguno de los gestos o movimientos fuesen titubeantes, la joven no tenía ningún problema con que nadie viese su cuerpo,  por más enjuto que éste estuviese.

Cuando el examen físico acabó y llegó el turno de las preguntas, la buscadora comenzó a negar con la cabeza mientras respondía.

-No, no, lo único que el otro día me desmayé. -contestó con sinceridad pues eso fue el detonante de que se encontrase en ese lugar, era la causa del desvanecimiento lo que no le gustaba airear y lo que no tenía claro de querer revelar a un extraño -Digamos que hice un sobreesfuerzo...

Se quedó callada, rumiando si "confesar" aquello que había mantenido tantos años en secreto y que parecía que en cuatro días se iba a convertir en noticia de primera plana si seguía contándolo.

El pelirrojo observaba a Nicolas en el qué y el cómo lo hacía. Anotó mentalmente la rutina que había seguido y las reacciones de Cass mientras su oído trabajaba en guardar para más tarde la información que el médico daba.

Fue, entonces, cuando terminó el chequeo que Robin procesó la oportunidad de continuidad que le ofrecía y su rostro se iluminó resaltando con ese brillo la parte más aniñada de sí mismo.

— Gracias —espetó sin perder la sonrisa e intentando no pisar a Cass—. Vendré entre semana, los días que mejor le~te vayan —ofreció de corazón y empezó a calcular la viabilidad de ir aún los días en que le tocaba la última guardia.

—Hmm... —el hombre masculló para sí al escuchar lo del desmayo. Se quedó mirando el rostro pálido de Cass y luego chasqueó la lengua—. Tienes una anemia leve. Es algo muy común en estos días, le pasa a gran parte de la población. Nada de lo que tengas que preocuparte demasiado. Seguramente tuvo algo que ver con tu desmayo. —Tomó la muñeca de Cass y se calló para tomarle el pulso durante algunos segundos—. Ven a la mesa, «chica», te tomaré la tensión. 

Se encaminó también él hacia ella con su andar bamboleante y por el camino llevó su mirada hacia Robin, con ese aire divertido con que ya había mirando antes al muchacho. 

—Puedes venir cuando tú quieras, yo estoy siempre aquí. Pero si quieres venir todos los días tendrás que viajar mucho y eso es peligroso. ¿Por qué no te quedas una temporada conmigo? Así aprovecharías mejor cada viaje. Te ganas la comida con tu trabajo y seguro te encontraríamos dónde dormir. Piénsatelo. 

Tras lanzar esa oferta, volvió a centrarse en la buscadora. Sacó un tensiómetro de pera de un cajón y lo acomodó alrededor de su brazo. Entonces empezó a accionarlo para hinchar la almohadilla mientras observaba el medidor. Cuando terminó lo dejó sobre la mesa y la miró a ella. 

—Está dentro de lo normal, aunque tirando un poco hacia abajo. No deberías andar cayéndote por las esquinas, pero si hacía mucho calor o te levantaste muy rápido, podría ser la explicación. —Contempló su cara de nuevo—. Deberías tomar más el sol y el aire fresco, te sentarán bien. Es difícil en estos tiempos, pero trata de comer algo más de carne, si puedes. O legumbres, frutos secos... lo que puedas conseguir. Intenta dormir mínimo siete horas cada noche y cuidarte un poco. Si pasa una semana y sigues encontrándote mal, vuelve.

Cassandra asintió escuchando las palabras del doctor y le acompañó donde le dijo. Se quedó mirando la tira de ropa que puso alrededor de su brazo y se perdió en las palpitaciones de su mano mientras el brazalete se apretaba más y más con cada presión que el hombre le daba a la perilla. Estaba segura que la extremidad se iba a comenzar a poner morada de tanto apretar, pero aquello acabó y la sensación de ligereza hizo que sonriera ligeramente.

La sonrisa se amplió al escuchar a Nicolás decir la misma frase que ella había utilizado días atrás. Cuando él comenzó con las recomendaciones fue asintiendo, sabiendo que de todas ellas cumpliría menos de la mitad, pero diciéndose que lo intentaría.

-Haré lo que pueda, cualquier cosa Morgana le cuenta.

Contesto al médico dando por resuelta la visita, ya tenía ganas de volver al Morris y refugiarse entre sus conocidas paredes, aunque sabía que aún quedaban cosas por hacer.

La abierta invitación del médico cosquilleó en las puntas de los dedos de Robin. "Cuando él quisiera" era un tiempo muy conveniente y un cambio agradable en esa eterna espera-a-ser-avisado a la que estaba acostumbrado y solo con ello le bastó para animar a sus ojos a ser aún más observadores y no caer en la vanidad de creer que sabía de más.

En el preciso instante en que le propuso quedarse cada minúscula parte del chico respondió afirmativamente al unísono en un algodonado cosquilleo y por primera vez buscó a Cass con la mirada sin transmitirle la pregunta a ella, sino que lo hizo con ilusión queriendo compartir el silencio de su emoción con una amiga.

Y entonces tan rápido como había subido el sí, la duda se abrió paso para no dejar tiempo a asentarse esa determinación en el muchacho no fuera a crearse un precedente imbatible.

Sus párpados se volvieron ligeramente más pesados y arrugó el ceño aun colgado del rostro de la buscadora.

«¿Quién cubrirá mis guardias?» pensó en contraste con las horas de sueño que se le recomendaban a la joven mientras otra línea de pensamiento asumía que Shamira ascendería al grupo de los mayores y casi se alegraba por ella. «¿Y Sky? ¿Y las cuentas?» se agobió en el egoísmo de dejarles una temporada y pretender volver después.

En ese momento torció el gesto primero e intentó ocultarlo después con una sonrisa.

— Muchas gracias. Lo pensaré.

Una vez en casa, ya lo consultaría.

Una vez resueltos los asuntos que los dos tenían que tratar con el médico, éste les acompañó hasta la cortina que separaba la consulta de la sala de espera. Allí la niña estaba sentada en el regazo del hombre, con la cabeza apoyada en su hombro mientras él parecía estar contándole un cuento. No había llegado nadie más mientras ellos estaban dentro. 

El hombre cargó a la pequeña en brazos y les hizo un gesto con la cabeza al cruzarse con ellos en su camino hacia el interior de la consulta. 

Quedaban así solos los dos habitantes del Major Morris, a la espera de que los demás regresaran a su lado para continuar con los asuntos que tenían pendientes en La Comunidad. 

Cassandra salió de la sala de visita y observó la de espera, ésta estaba con los mismos ocupantes que cuando se habían ido pero parecía que ya la niña había encontrado el cubo verde y estaba tranquila. No dijo nada, tan sólo devolvió el gesto al hombre y le ofreció una pequeña sonrisa a la pequeña cuando pasaron por su lado.

Cuando se quedaron solos en el exterior la buscadora se apoyó indolente en la pared del edificio, las manos en los bolsillos y la mirada perdida en la lejanía.

-Así que te planteas dejar el Morris por una temporada...

Intentó no imprimir ninguna nota de malestar en su voz, mantener su tono neutro y bajo, pero la verdad es que si el joven pelirrojo se quedaba allí, ella iba a echar de menos su compañía en el silencio.

El Joven pelirrojo seguía pensativo al salir de la consulta, tanto que no llegó a prestar atención a los pacientes de la sala de espera. Sí miró, en cambio, instintivamente el punto donde Cassandra había escondido el cubo verde para saber si seguía ahí, aunque tampoco cayó en la cuenta de que lo hacía.

Quería aprovechar la oportunidad de mejorar como doctor y la emoción de la invitación de Nicolás le recorría el cuerpo convirtiendo su sangre en caballos desbocados. Y aun con todo lo bueno que aquello podía ser, se sentía angustiado por dejar a los suyos. 

Su corazón acariciaba a una Skyler enfadada del futuro cuando Cass leyó su ausente silencio en voz alta con unas palabras que se le antojaron papel de lija enrojeciendo su rostro y picando directo al pecho. No por cómo lo había dicho ella, sino por la culpa con la que lo escuchaba él.

- Cass... - se disculpo alzando la mirada a la capucha de su compañera con los ojos llenos de ternura- Me gustaría mucho - confesó y tras escucharse se apresuró a aclarar lo que de verdad quería decir-. Mejorar, no dejar el Morris. Pero, no lo sé, no lo planeo... todavía. Necesito asegurarme que no sea un problema para nadie.

En ese último nadie había el nombre de Skyler claramente escrito.

La voz de su amigo hizo que Cassandra girara la cabeza para mirarlo, los oscuros ojos se veían más negros dentro de las sombras de la capucha y un brillo pareció titilar en ellos con la respuesta del muchacho.

-Nunca eres un problema. -aseveró tajante, intentando alejar esa línea de pensamiento de la mente de Robin y reprendiéndose por haberlo llevado ahí, luego volvió a retomar su tono normal -Si obtienes más conocimientos nos vendrá muy bien, aunque te echemos de menos, ya intentaremos hacer tus tareas tan bien como tú... y nos visitaremos a menudo, ¿no?

Como nueva líder debía apoyar cualquier mejora de los miembros que redundaría en el beneficio de todos, además podrían ser semanas alternas las que pasase en un lugar y el otro, o cualquier otro reparto que no significase un largo tiempo sin verlo, ya tendrían tiempo de pulir los detalles. Lo importante es que él se viese libre de obligaciones superfluas para escoger lo que quería.

Los ojos de Robin se abrieron más de lo que humanamente podría creerse posible como si su tamaño habitual no fuera suficiente para atrapar las palabras de Cassandra y quedárselas para sí.

Probablemente para cualquier otra persona aquella afirmación era tan evidente como que aun estaban vivos pero para él fue la llave a un nuevo mundo.

«¿No soy un problema?» Repitió en su cabeza buscando en sus adentros una réplica que por el momento no supo encontrar. A lo mejor ello formaba parte de esa orden de no disculparse por todo. 

Las comisuras de sus labios empezaron a estirarse hacia arriba atadas una vez más a la ilusión que tintineaba en sus ojos. 

— Más me vale —dijo al tiempo que su cabeza empezaba a calcular fechas para viajar al Morris—o Skyler me mata.

Dicho eso sintió el impulso de sustituir ese "te echaré de menos" por un abrazo pero como tantas otras veces la incomodidad inherente a ello dejó sus brazos pegados a la parca. Escaló los dedos por su muñeca hasta enredarlos en la pulsera que llevaba a modo de promesa y en su imaginación dibujó una sonrisa con carbón en su mano.

Sabía que Shamira podría sustituirle y que no sería mucho tiempo. 

— Oye Cass, gracias .

La buscadora escuchó al pelirrojo y cuando éste le dio las gracias no pudo evitar quitarle importancia.

-No hay de qué. -dijo comenzando a sonreir.

Cassandra negó con la cabeza al tiempo que la media sonrisa de su boca se extendía hasta sus ojos, sin pensarlo su mano se elevó y se posó en el hombro del joven en un gesto de apoyo. En cuanto se dio cuenta que esa extremidad había salido de su confinamiento en el fondo del bolsillo, dejó salir el aire lentamente por entre sus labios y la retiró como si no pasase nada devolviéndola a su oscuro lugar, aunque su corazón se había acelerado su rostro se mantenía con esa máscara de "no pasa nada" que tan bien sabía llevar.

Al notar la mano de Cass sobre él, Robin encogió la espalda desde los omóplatos agachando sutilmente el hombro para huir de un contacto que ni siquiera temía.

Y a pesar de lo arisco de su reacción, el pecoso sonrió a esa parte de Nick que había heredado la buscadora más allá del título. La comodidad que en ese momento y mientras ella volvía a guardar su mano en el bolsillo le invadió era tan parecida al manto de la voz del escritor tejiendo para él un cuento con el que arroparle que por un momento olvidó las imágenes de su muerte.

Buscó apoyo en la pared y desvío la mirada al infinito.

— ¿Te puedo pedir que cuando le eches un ojo a Trish, se lo eches también a Skyler?

La huida del cuerpo de Robin hizo que la buscadora tuviese sentimientos encontrados, se preguntó si era posible que él estuviese huyendo de su contacto específico porque había notado algo o... en cuanto la sonrisa siguió a esa reacción la joven alejó esos pensamientos y escuchó la petición del aspirante a médico.

-Echárselo lo haré, otra cosa es que se deje y no me lo arranque. -dijo intentando sonar con un poco de humor para alejar cualquier tensión anterior.