Partida Rol por web

Gabi llegó de última a la clase y, rápidamente, se sentó para escuchar las instrucciones de la profesora. La asignatura de adivinación se le hacía fascinante por alguna razón, le emocionaba estar allí y aprender a develar u ocultar secretos, objetos, quizás algún día animales o plantas.

La somnolencia se apoderaba de ella a pesar de su interés, por lo que se frotó los ojos antes de ponerse en serio con el hechizo. Pero hasta ahora se dio cuenta de que todos estaban en grupos y ella estaba por fuera, así que buscó rápidamente a sus compañeras que estaban frente a ella para pedirle a Kelly practicar con su varita.

-Kelly ¿puedo hechizar tu varita?- Preguntó, segura de que su amiga se la cedería con gusto. Una vez lo hizo, apuntó con su varita la de ella y dijo:

-Dectattem Varita- Entonces la varita de la rubia volvió a resplandecer con ese color anaranjado. -Genial.- Dijo la niña, contenta de haberlo logrado.

Entonces miró a Enya sonriente. -Vaya Enya, ya me gustaría tener tu habilidad, así las cosas...- Pero no alcanzó a terminar su frase porque en ese momento algo sucedió en la mesa de las gemelas.

Con aquella explosión, las preguntas de Neil quedaron sin contestar. Quizás realmente fuera culpa de la varita, del manejo de Erzsébet o incluso había una mínima posibilidad de que la interferencia del español hubiera tenido algo que ver en la saturación de la varita de Orsolya y la posterior rotura del objeto mágico que la tocó.

Notó el eco primero y una sensación de tener en la mano todo el poder mágico existente, como si en un momento el utensilio de magia acaparase todo el poder a su alcance, creciese, levantase sus brazos hasta tocar el cielo y finalmente se redujera a la nada en una milésima, provocando una explosión, antecedido por un crack patético como el resonar de la rotura de una ramita.

Erzsébet gritó por la sorpresa, se llevo sus manos manchadas de hollín a los oídos para tratar de atenuar el silbido, soltando la varita que ahora formaba un ángulo improbable y astillado que conformaba un palito de madera sin magia.

Orsolya asustada, tras asegurarse que su hermana estaba bien, se fijó primero en la varita rota y lentamente recorrió la mesa hasta llegar a la suya, viéndola completa, con el brillo conseguido por Neil más acentuado si cabe, como si hubiera absorbido el poder de su varita hermana.

Sin darlas tiempo a reaccionar siquiera, Luna se hizo cargo de la situación, con los ojos brillantes de Erzsébet luchando por humedecerse. Mi varita..., murmuraba.

Orsolya zarandeó a su hermana. E, venga, no ha pasado nada. Aún tenemos la mía, dijo levantando su varita.

Volviendo a recobrar la compostura, Erzsébet se restregó los ojos, dejándoselos oscuros por culpa del hollín, dándole un aire de ghoul. O, pergamino, pluma y apunta, ordenó según se levantaba y se sacudía las manos en la falda.

La niña se afanó en sacar las cosas antes de seguir el ritmo de su hermana que se marchaba de clase, olvidándose de que habían quedado con Kelly y que debían pasar por el aula de la profesora de Encantamientos.

Dictando, Erzsébet empezó: Garrick, eres un mal varitero, mi varita era una caca y se ha roto...

Mientras, Orsolya escribía: Sir Ollivander, la varita que le acaba de llegar ha sufrido un accidente...

E: Oye, O, dibuja un troll, a Anthony o algo así para que la carta parezca más amenazante y se lo tome más en serio.

Orsolya siguió transcribiendo las palabras de su hermana a frases más correctas.

- Gracias tío. - Contestó a su compañero cuando lo felicitó, devolviéndole la sonrisa, claramente animado. Y cuando Arnold realizó su conjuro sin problemas, le dio un par de palmadas en la espalda al pelirrojo. - Muy bien, tío. - Y entonces miró su varita. Quizás otro no, pero el sabía que quería decir aquella aura, aquel tono plateado oscuro. Se quedó mirando la varita durante unos segundos, hasta que el conjuro dejó de hacer efecto, y entonces el Rubio parpadeó un par de veces, como si acabara de despertar. - ¿Qué decías? -  Le preguntó a Arnold, al no haber escuchado la última frase de este.

Guardó la varita, algo despistado y comenzó a ordenar sus cosas mientras miraba a su alrededor, con aire distraído y pensando en sus cosas, cuando vio entonces como la varita de una de las gemelas comenzaba a hacer algo que jamás había visto nunca. ¿Qué....?

Pero la pregunta no llegó a formularse ni tan siquiera de forma mental. La varita pareció concentrar muchísimo poder mágico durante un solo instante, y acto seguido, explotó. Ante el sonido de la explosión, Ithan se llevó el antebrazo a la cara, cubriéndose de forma instintiva, y bajándolo segundos después para comprobar el actual escenario.

Erzy había sufrido algún tipo de accidente. Tenía el pelo revuelto, la cara llena de hollín y las manos ennegrecidas. Ithan entreabrió la boca, alzó las cejas en un claro gesto de sorpresa y no dudó en marchar a toda prisa en busca de las gemelas. - Erzy... ¿Estás bien? - Se preocupó por ella, mirándola. Entonces la profesora se acercó, comenzando a hablar con ellas. Él se quedó relegado a un segundo plano, con un claro gesto de preocupación por sus compañeras de clase.

Vio como la profesora se marchaba con la varita de Erzy, y llamaba a una enorme lechuza blanca se posó en la ventana. Ithan no sabía que la profesora conociera el idioma de las lechuzas, y juró que le parecía que aquel animal debía hacer dos veces Kosh, la lechuza más grande de su familia. Y una vez la despidió, comenzó a hablar sobre los peligros de usar la magia y cuál sería el destino de aquella varita rota.

La repartición de puntos fue algo agridulce. Recibir puntos siempre era algo bueno, pero no después de lo que había pasado. Miró una vez más a Erzy con preocupación, y una vez la profesora se marchó, miró a Kelly. - Buen trabajo, Kelly. Felicidades. - Comentó, algo más serio de lo normal dado el momento. Ya hablaría con ella después.

- Erzy... Anímate, seguro que dentro de nada la varita estará arreglada, y a ti no te ha pasado nada. Toma... - Sacó de la mochila un pañuelo, ofreciéndoselo. - Si puedo ayudarte en algo... - Lo dejó en el aire, sin saber que decir o hacer, intentando ayudar a lo posible a la niña con el nuevo problema. Pero las chicas parecían más preocupadas por solucionar el problema ellas solas que en escuchar a los demás. Pensó que preferirían estar solas.

- Pues menuda faena. - Comentó en alto, a los demás que habían quedado allí. - Ojalá Ollivanders le arregle la varita pronto... - Expresó en un claro tono de deseo, preocupado por las chicas. Entonces se acercó hasta Kelly. - Muy bien hecho, Kelly. - Esta vez alzó el dedo pulgar con una pequeña sonrisa.

- Por cierto... ¿Dónde está Gabi? - Como se haya quedado en el comedor para hablar de Halloween en vez de venir a clase, ya le vale. - Yo tengo que ir a hacerme el disfraz, que lo dejé para última hora. -

Arnold miró a Ithan un instante. El rubio parecía perplejo, mirando su varita, serio y callado. El desviaba la mirada de Ithan a la varita, y viceversa, hasta que el brillo de la varita desapareció. Entonces Ithan lo miró, con un parpadeo, como si no se hubiera dado cuenta de la presencia del pelirrojo hasta ese mismo instante. –Eh…decía que no es tan complicado el conjuro.- contestó Arnold a la pregunta de Ithan, algo extrañado por el comportamiento de este, aunque apartó esos pensamientos en un instante, al escuchar la explosión cercana. Se volvió rápidamente en su asiento, mirando hacia las gemelas, comprobando como una sostenía un momento una varita, o algo que había sido una varita, con las manos negras. Algo le había salido a la chica muy, muy mal.

Arnold la miro un momento, la cara de la pobre. –Espero que no me pase a mí…- pensó, desviando un momento la mirada hacia su propia varita, antes de guardarla. Al alzar la vista, vio a la profesora Lovegood caminar hacia la ventana y…¿ulular? Aquello le hizo sonreír, recordando las historias que le había contado su abuelo sobre la profesora y sus locuras. Cuando vio a la enorme lechuza posarse en el quicio, abrió los ojos de par en par. –Menuda lechuza, ha debido comerse a otra lechuza por el camino para estar así.- pensó, admirando la enorme ave. La profesora le dio la varita rota de la gemela, y el pajaro salio volando con ella, tras recibir otro ululato por parte de la maestra.

Cuando recibieron la enhorabuena los que realizaron bien el conjuro, Arnold se alegró, al menos la cosa le iba bien, estaba mejorando, y eso le hacia sentirse bien. Se levantó de su asiento, mientras veía como Ithan se acercaba a las gemelas, el en cambio se acercó a Kelly y Enya. –Enhorabuena Kelly! Te lo mereces!- le dijo, con una amplia sonrisa, mientras le daba una palmadita en el brazo. –Enya, nos vemos después en la sala comun, para hablar sobre como vamos a ir vestidos en Halloween? - le preguntó a la otra chica, sin apartar la sonrisa de su rostro.

Kelly se sobresaltó muchísimo cuando oyó la explosión y la burbuja de felicidad en la que se encontraba por haber realizado tan bien el conjuro, estalló. Miro a su alrededor confusa en busca de la fuente de la que había salido tan tremendo ruido y con desconcierto vio que venía de la mesa de las gemelas.

La cara de Erzsébet estaba desencajada y cubierta de hollín, la niña parecía en estado de shock y Orsolya trataba en vano de animarla. Kelly se quedó inmóvil, no sabía qué hacer ya que todo había sucedido muy deprisa. Ithan actuó con más celeridad y se acercó rápido a la mesa de las gemelas para ver si estaban bien.

Por suerte la profesora Lovegood tomo las riendas de la situación, que en seguida estuvo bajo control. No obstante el daño ya estaba hecho y la varita de Erzsébet estaba rota. Kelly que no había tenido una hasta hace bien poco se imaginó que sería como quedarse sin el brazo derecho, la varita era para un mago como una extensión de su propio cuerpo. Comprendió que salieran de clase tan precipitadamente, si ella hubiese estado en su lugar habría hecho lo mismo y se habría apresurado a contactar con Ollivanders.

La maestra dio por terminada la clase no sin antes felicitar a todos, especialmente a ella con 50 puntos para su casa. Eso alegró mucho a Kelly, pero apenas pudo sonreír por lo que había sucedido instantes antes.

Recibió con una modesta sonrisa las felicitaciones de sus compañeros de clase –Muchas gracias- dijo –Menuda faena, si- dijo respondiendo al comentario de Ithan –Seguro que si-dijo positivamente, queriendo creer que así seria.

- Enhorabuena Kelly. Te ha salido genial a ti también. La chica estaba muy feliz, cuando de repente se escuchó la explosión, seguida de una nube de hollín que había cubierto la cara de Erzsébet de un color negruzco. Además, se le había roto la varita. - ¿Quieres un pañuelo para limpiarte la cara? Y le extendió un pañuelo de tela blanca doblado con las iniciales de su padre. No te preocupes, Ollivanders te lo reparará muy rápido.

- Arnold, enhorabuena. El pelirrojo tenía una sonrisa de oreja a oreja, como si le hubieran puesto grapas en los mofletes. Venga, vamos a la Sala Común a ver qué se nos ocurre. Tengo alguna idea... En realidad Enya no tenía ni idea de lo que iban a ir, pero quería quedar bien después de que todo el mundo había comentado algo ya sobre su traje para el baile.

Con la explosión resonando en sus oídos, como si el pitido agudo de un silbato de perro estuviera impidiendo que pudiera escuchar cualquier otra cosa, Erzsébet no llegó a escuchar a los que parecieron preocuparse por ella. Orsolya fue quien agradeció a Ithan y Enya. No quisiera que se mancharan vuestros pañuelos, sonrió a ambos, pero gracias.

Fue entonces cuando Erzy volvió en sí y al restregarse los ojos se llevó el hollín que hasta entonces solo manchaba sus manos, al rostro, creando cercos de maquillaje emo-gótico en sus ojeras.

Ya saliendo del aula, siguiendo a su hermana y escribiendo como buenamente podía, olvidó de despedirse y de felicitar a Kelly.

No podían hacer mucho por Erzy, por bien que le cayera. Si ninguno de los profesores tenía la habilidad para arreglarla de una manera rápida y eficaz, ninguno de ellos lo tendría ni por asomo. Pero podrían hacer otras cosas. - Chicos. - Llamó la atención de los presentes. - No podemos quedarnos de brazos cruzados. - Se giró hacia los presentes, intentando abarcarlos a todos en su marco visual.

- La profesora le envió la varita a Ollivanders. Todos lo conocemos. Haremos una cosa... Cada uno le escribirá una carta a Ollivanders pidiendole que repare la varita de Erzy rápido. Así se dará más prisa. - Dijo a los presentes, animandolos a hacerlo. Debía ayudar de alguna manera, y sobre la marcha, era lo único que se le había ocurrido.

Enya no le dirigió palabra alguna, felicitó a Arnold y se marchó de allí. Ninguno de sus compañeros contestó a la pregunta de Gabi, y aquello lo dejó algo coartado. Al mal tiempo, buena cara, Ithan. Vamos. - Bueno... yo tengo que irme ahora. Nos veremos a la hora de comer. - Comentó a sus compañeros. - Buen trabajo a todos. - Acabó por decir, forzando una sonrisa mientras recogía sus cosas. - Hasta luego. - Acabó por despedirse de todos los presentes.

Sin decir nada más, salió por la puerta hacia el pasillo, perdiendose por este.

La clase era lo más aburrido que podía imaginarse, y el conjuro parecía tan útil como unos zapatos sin suelas, pero a base de pasarse toda la clase azotando la varita con su propia varita, se lo había quitado de encima, y podía darse por contento. Otro conjuro más para el saco, uno que no que habría que recuperar.

Menos suerte había tenido Erszébet. A la chica le había estallado la varita en las narices. Maxwell no tenía ni puta idea de que eso pudiera pasar. Una verdadera putada, pero era el tipo de mierda que ocurría cuando menos lo esperabas, te lo merecieras o no, así que cuanto antes te acostumbraras, mejor.

Ithan, el rubio de Gryffindor, propuso un plan que no se le hubiera ocurrido a un crío de la mitad de edad por parecerle pueril. Al chaval se le iba la mano con eso de ayudar a la gente, como si el resto del universo estuviera compuesto por inútiles incapaces de ponerse los calzoncillos del derecho sin que les señalaran cómo hacerlo cada maldita vez.

No tuvo ocasión de decir nada al respecto, no obstante; todo el mundo se estaba marcharlo ya del aula. Maxwell se levantó e hizo lo propio, directo hacia el comedor.

Kelly se despidió de Enya y Arnold con la mano –Nos vemos a la hora de cenar-dijo alegremente. Aun así estaba preocupada por lo que le había sucedido a las gemelas, aunque solo hubiese explotado la varita de Erzsébet estaba claro que ambas estaban muy unidas y aquello era como si les hubiese sucedido a las dos.

Sin embargo, aunque estaba preocupada, hizo oídos sordos a la propuesta de Ithan. El muchacho a veces se esforzaba demasiado en querer ayudar pero esta vez su idea había sonado un tanto absurda. Kelly recordó que cuanto más le decían sus padres que estudiara menos le apetecía hacerlo y que probablemente pasarían lo mismo con el señor Ollivanders si recibía un aluvión de cartas solicitando que reparase la varita. Estaba completamente segura de que lo haría sin necesidad de pedírselo.

Nadie más pareció decir nada, por eso supuso que no era la única que pensaba así. Como no quería herir los sentimientos de Ithan no dijo nada al respecto –Bueno, yo también he de irme. Tengo que terminar de preparar algunas cosas para esta noche- dijo a modo de despedida. Luego recogió sus cosas y se marchó.

Puso cara de sorpresa al ver como una de las gemelas rompió su varita. Esperaba que aquello no le pasara nunca... hasta ahora había demostrado ser un buen estudiante, pero eso podía pasarle a los mejores, o al menos a los que no destacan demasiado.

-Pues nada, todos tenemos cosas que hacer hasta esta noche. Adiós.

No es que quedaran ya muchos alumnos en clase, pero se despidió igualmente de los pocos que quedaran.

Arnold se despidió de todos. –Hasta luego chicos, a ver como os presentáis para el baile!- dijo, sonriente como siempre, mientras salía de la clase.

Neil se había quedado un poco aturdido al ver la varita de Erzy explotar. Dios, pobre... dijo mientras acariciaba inconscientemente la suya. El había esperado muchos años a tener su primera varita y el pensar que podía romperse con tanta facilidad le hacía sentir un poco mal.

Se disculpó con las chicas un poco responsable de lo ocurrido, olvidando por completo el tema de Sara. Al menos le había salido bien el conjuro ¡Oh! ¡NO! recordó de de golpe Tengo que recuperar un montón de hechizos... pensó. Se apresuró a recoger todas sus cosas pero se quedó rezagado yendo y viniendo entre la mesa en la que había empezado la clase y la de las gemelas.

Al final quedó el último en la clase y bajo un poco acelerado hasta la Sala Común.

¡Buenos días a todos! Dijo emocionada porque hoy la clase iba a ser mucho más interesante que las que impartía en primero.

Este conjuro que vais a aprender hoy os va a permitir espiar los pensamientos superficiales de aquellos que te rodean. No se podrá entrar en su mente, para eso hay que aprender unas técnicas mucho más especializadas y dificiles, pero sí que os permitirá averiguar algunas cosas que quizá no supieseis.

Os invito a que lancéis este conjuro cuando nadie os vea, y así nadie sospechará de vuestras intenciones.

Aunque parezca que viole la intimidad de algunas personas, no son muchos los que saben usar esta técnica, pero sí que es un conjuro conocido, por eso se recomienda siempre ser fiel y decir la verdad. Así se evita que haya problemas con la gente que te rodea. Si se es sincero, todo es mejor. Dijo Luna Lovegood que como de costumbre vivía en un mundo completamente diferente al que le rodeaba.

Para aprender este conjuro, tocaréis vuestro cabello así. Dijo mientras agitaba la varita contra el pelo. Y decís, aperture pensamenten. Ya veréis.

Sara llegó un poco acalorada a clase. No se podía decir que el aula de adivinación estuviese cerca, o en una zona de fácil acceso.

Llegó con tiempo suficiente para descansar cinco minutos sentada, mientras la profesora llegaba.

Y el conjuro hizo que la muchacha abriera totalmente los ojos y la boca. Estaba encantada, aunque en parte sabía que no era de buena cristiana usar ese conjuro. ¡Qué interesante! dijo, mientras repetía los gestos de la profesora y recitaba el conjuro, apuntando a la misma.

¡Es una pena que solo hayas venido tú a clase, bonita! Dijo Lovegood acercándose a la alocada niña. Pero al menos has hecho muy bien el conjuro, así que voy a premiarte con los diez puntos que te mereces. Si te encuentras con Eli, avísala de que aún puede venir durante la hora de la comida a practicar el conjuro, o si no, ya le tocará ir a los exámenes finales. Ella verá.

Dijo mientras se quedaba allí sentada largo rato esperando que la otra niña apareciese en algún momento.

No pudo evitarlo. un sonoro bostezo se apoderó de Perry nada más entró en la clase de adivinación.

Vaya bodrio...- Pero sonrió a la profesora con la mejor de sus sonrisas y puso cara de no haber roto un plato en su vida.- Buenos días profesora Lovegood.- Se sentó esperando que llegara Mircea para hacerle señas y que se sentara a su lado. A medida que la profesora fue desarrolland la clase un ligero rubor coloreó las mejillas de Perry. ¿Sabría la profesora que odiaba esa asignatura? Debía reconocer, sin embargo que el hechizo de hoy le parecía realmente útil.

No pienses Perry. Deja la mente en blanco. Blaaaaannnncooooooo._____________________________

________________¿Qué le pasa a Mircea? ¿Podría usar este conjuro para..._______________Ups.______________Dectatem y Identtiffikatem no los he recuperado aún_____Ains__________________________________________

Así luchaba Perry por dejar su mente en blanco hasta que llegó el momento de practicar. Entonces su mente no pensaba en otra cosa que en sacar en adelante el conjuro. Cuanto antes se pusiera al día antes podría abandonar la asignatura el próximo año. Sacó la varita y hizo los mismos gestos que la profesora, después de varios intentos.

- ¡Aperture pensamenten!- Gritó aunque no tenía mucho sentido pues era mejor pasar desapercibido con este conjuro. Escuchó atentamente en su cabeza pero lo único que oía era sus propios pensamientos lamentándose por haberse visto obligado a coger aquella asignatura de pacotilla.

Estaba siendo un día muy largo, pero provechoso, como cada viernes. Aún seguía sin saber como los sábados conseguía levantarse pronto, pero mientras siguiera siendo así no se quejaría.

Llegó a la clase junto a más bajita de los hufflepuff, Daphne, con la que se había encontrado en el pasillo.

Saludó cortésmente a la profesora Lovegood y cuando vio a Perry hacerle un gesto, habló brevemente con Daphne. Con una sonrisa que para quien no le conociera bien podría pasar por tímida, fue a sentarse cerca de Perry.

¿Qué tal con Ryan?, le preguntó. Siento no haberme quedado, pero tenía algo de prisa, se disculpó.

El nuevo conjuro no le gustó un pelo. Y menos que lo enseñaran en segundo curso. Miedo tenía para cuando sus hermanas lo aprendieran, el colegio podría derrumbarse hasta sus cimientos como sus pequeñas monstruitas tuvieran libre acceso a la cabeza de cada integrante del castillo. Y tampoco le gustaba que alguien pudiese fisgonear en su cabeza.

Aunque Luna Lovegood ya estuviera en su lista de profesores poco adecuados, aquella invitación al espionaje mágico hizo que bajara de posición, casi a la altura de los hermanos Knower. Levantó la mano para preguntar.

¿Y qué forma tenemos de evitarlo?, fue su única pregunta. Tenía muchas otras, como por ejemplo si aquello funcionaba con otras criaturas mágicas como los elfos o con los fantasmas. Aunque no fuera a usarlo, al menos tendría que aprenderlo y usándolo respondería a muchas de sus otras dudas.

Lo peor es que aquel conjuro pudieran usarlo Perry y Daphne, las dos personas de su curso con quien mejor se llevaba. Si eran capaces de leerle las cosas cambiarían, le dejarían solo. O no... Si solo leía pensamientos superficiales entonces les sería imposible saber lo que ocurría en los niveles más profundos de su mente, donde ocultaba aquello.

Hizo los gestos apropiados y susurró: Aperture pensamenten

Daphne pensaba que iba a entrar sola en clase, pues Mircea se separó de ella nada más salir del comedor. Curiosamente, el chico la alcanzó a medio camino y pudieron caminar juntos hacia clase lo que quedaba de trayecto.

- Buenos días, profesora –saludó a Lovegood nada más llegar. Siguió a Mircea y se sentó junto a él y el chico de Ravenclaw-. ¡Hola, Perry! ¿Qué tal todo? –le saludó mientras sacaba el libro. Quedó impaciente a la espera de que empezara la lección y saber qué aprenderían ese día.

El conjuro sonaba interesante, poderoso y útil. Pero, al mismo tiempo, muy peligroso. ¿Cualquiera podría escuchar sus pensamientos? ¿Y ella los del resto? No le gustaba mucho. Había cosas que era mejor no saber ni que la gente supiera. De hecho, abrió sus orejas, bien atenta, cuando Mircea preguntó si había alguna forma de evitarlo.

Normalmente no pensaba cosas feas o embarazosas. Pero basta con saber que sus amigos estaban usando ese hechizo en ese momento para que aparecieran en su cabeza.

Así que comenzó a concentrarse. A concentrarse al máximo. Pero no en sacar el hechizo, sino en ocultar cualquier idea que no quisiera que el resto supiera. Sabía que era inútil. Era como cuando te dicen “No pienses en un elefante rosa”. ¿Y en qué piensas? En un elefante rosa. Y, para colmo, quedó bastante distraída cuando intentó lanzar el conjuro-. Abertura pensamiento... –No escuchó nada-. Abertura pensamiento –Nada aún.

Después de un rato bastante frustrante, descubrió que lo había estado pronunciando mal. Seré idiota... Para una asignatura que se me da medianamente bien y la cago. Con todo lo que ya tengo que recuperar. Y a Mircea lo tengo ya mareado, no puedo seguir pidiéndole ayuda. Voy fatal, voy fatal. Estaba de lo más cabreada consigo misma y, además, agobiada por todo el trabajo que se le acumulaba.