Partida Rol por web

A pesar de su habitual sigilo, Neil se despertó cuando Mircea entraba en el baño. Aunque como ya se había acostumbrado a los hábitos del chico de segundo prefirió seguir tumbado en la cama mientras el se preparaba. Meditó sobre todas las cosas que tenía que hacer, a pesar de que ya había pasado una semana desde "su vuelta al mundo de los vivos" aún tenía que recuperar clases y trabajos. No obstante eso no le daba ya pereza, pues había recuperado las ganas de todo.

Hacía días que la tarta se había terminado (algunos compañeros de casa le había ayudado a comersela) y a pesar del tiempo aún no había querido desenvolver la cámara que tanto tiempo había estado esperando. Pero hoy es Halloween, es el día idóneo para ello. Al pensar en la fiesta que era, no pudo evitar recordar que no tenía pareja. Ya fuese por vergüenza o por miedo no le había pedido a ninguna chica una cita.

Cuando sintió que Mircea se marchaba aparto esos pensamientos de si y se levantó para prepararse para una larga jornada. Entro y salió del baño vestido en unos minutos. Se arrodilló junto a la cama y cogió de debajo el paquete de su madre. Lo abrió con delicadeza y observó la hermosa cámara. Su madre también le había enviado una buena carga de carretes (que guardó en la mesilla de noche, salvo uno que puso dentro del aparato). Metió aquel tesoro en su mochila y salió pitando al Gran Comedor.

Oliver se levantó bastante cansado, como si no hubiera dormido bien la noche anterior. Y aquel dia aun tendria que recuperar dos conjuros mas...

Con gesto pesado, se puso en pie, y comenzo a preparar sus cosas. Aquel dia, ademas, era la fiesta de Halloween y aun tenia que quedar con Gabi para despues, y terminar de apañar aquel disfraz que habian quedado en hacerse todos.

Se ducho, se vistio, y sin mucha mas ceremonia, salio del dormitorio, despeinado, como de costumbre, y con aquel nudo de la corbata torcido, como ya venia siendo tradicional en el.

Miro un momento hacia la cama de Mircea, pero el rumano ya no estaba alli. Oli suspiro, apretando ligeramente los labios. Tendria que hablar con el mas tarde.

Maxwell comenzaba a entender por qué algunas personas estaban tan jodidamente contentas a pesar de despertar horas antes que el sol. Cuanto se quedaba mucho rato en la cama, es que había dormido mal, y su cuerpo y mente no querían abandonar el cálido y oscuro refugio bajo las sábanas. Si saltaba de la cama a primera hora, es que había tenido una noche de puta madre y estaba totalmente cargado.

Aquella mañana era de las malas. Aun así, se obligó a levantarse antes con tiempo más que suficiente para desayunar e ir a clase sin prisas. Encima, esa primera clase era la de adivinación. ¿A quién le podía interesar esa mierda?

El crío llevó a cabo las abluciones y rituales matutinos como si de un zombie se tratara, y como tal salió de allí, arrastrando los pies.

Por fin había llegado el día que Matt llevaba esperando desde hace una semana. Hasta ahora no había mostrado demasiado interés por las fiestas ni los eventos con mucha gente... pero la cosa cambiaba al pensar en ella.

No, pensó, moviendo la cabeza... no debía pensar en esas cosas, era muy joven para pensar en chicas. Son las gemelas, ellas me han comido el tarro, se decía a sí mismo una y otra vez.

Como fuera, se aseó y se dio prisa para ir al comedor. Con fiesta o sin ella, hoy había clases también.

Neil dejó las cosas sobre el baúl y se tumbó sobre la cama con los brazos y las piernas extendidas. Miro el reloj de la mesilla y vio que aún tenía algo de tiempo antes de que la comida desapareciese de las mesas, así que decidió estudiar un poco.

Ya que tengo que recuperar un montón de conjuros, por lo menos intentaré hacer lo mejor posible las tareas. murmuró.

Sacó el gran tomo de su abuelo sobre criaturas mágicas y siguió con la redacción de los ciempiés monstruosos. Mojó la pluma en el tintero y la sujetó entre los dientes mientras pasaba hojas hacia adelante y hace atrás.

Cuando las tripas empezaron a sonarle con fuerza, ya había escrito un trozo grande. Así que cerró el libro y se encaminó a paso ligero hacia el Comedor.

Contento por haber sido capaz de enseñar el Artifficus a casi todos los chavales de primero, Mircea entró al dormitorio sacando un paquete con papel dorado de su sombrero. Era el regalo de sus hermanas. Mucho tendría que gustarle si pretendían que lo usase para el baile en vez de lo que tenía pensado.

Se sentó, revisó el pergamino que le había dado Daphne por última vez, lo que le arrancó una sonrisa. Volvió a guardarlo en su túnica y entonces abrió el paquete de sus hermanas. Era seda lo que había ahí dentro. A primera vista se quedó extrañado ante lo que parecía un vestido y poco a poco fue reconociendo un conjunto entero de Kurta Shalwar, ¡imposible! Era cierto que aquello no era 100% rumano, pues era un estilo proveniente del centro-sur de Asia, pero recordaba haber visto fotos de ancestros suyos usando aquellos ropajes cuando las alfombras voladoras aún se importaban y se usaban más que las escobas. Estaba clarísimo que aquello era muchísimo mejor que su idea original.

Con el neceser y su nuevo traje se metió en el baño, donde se aseó y trató de peinarse un poco. Podría haber usado el Artifficus, pero quería sentir el tacto de aquella seda al ponérselo e ir viendo como se cerraba el Shalwar, distinto a los vaqueros y pantalones de hoy en día. Tuvo cuidado al enfundarse el Kurta, pues la pedrería que detalladamente miró y admiró, temió que se desprendiera. No me lo creo, dijo mirándose al espejo. ¿Como han sido capaces de hacer esto?

Le encantaba y además le sentaba como un guante. Que le gustara a los demás ya era cosa de opiniones, pero a él le encantó. No admiró su gallardía ni su belleza, pues era un crío de 13 años delgado y sin desarrollar y esos adjetivos no podían atribuirse al chaval. Además, el se seguía viendo paliducho con un dejo enfermizo que odiaba. El color negro del Kurta resaltaba su palidez; podría haberse disfrazado de Morpheo con sus caracerísticas ojeras sirviendo como buena base para unas cuencas negras sin ojos y una piel blanquecina.

Trató de peinarse con agua, pero acabó más despeinado aún. Suspirando y dándolo por imposible, decidió que se cortaría el pelo alguno de estos días.

Se pasó por el cuarto donde se calzó las babuchas que completaban su vestimenta y salió a la sala común.

Maxwell salió de la ducha renovado. Seguía teniendo el rostro pálido como un cadáver, a excepción de las ojeras púrpuras, lo que por otro lado era adecuado para una fiesta de Halloween, aunque su atuendo no tuviera nada que ver con criaturas pálidas de horripilantes ojeras.

Atuendo, por cierto, que no era necesario ponerse. Especialmente lo del cuello. Lo había mirado y remirado, del derecho y del revés, y aunque tenía una idea bastante clara de cómo debía quedar, pues lo había visto en películas, el procedimiento para conseguir ese resultado escapaba a su habilidad manual. Demasiado esfuerzo, en cualquier caso, cuando un simpleconjuro lo solucionaba.

Así que salió de allí en sus vaqueros desgastados y su sudadera de rugby.

Oliver se dejo caer en la cama, exhausto y asustado. Agarró al señor Bigotes entre sus brazos, para sorpresa del animal que, ajeno a todo, intento zafarse de el. Y entonces, las lagrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Demasiado vivido, demasiada tension acumulada. Demasiado.
Y asi fue como, en algun momento, el sueño le alcanzo, dandole por fin aquel merecido descanso.

Maxwell se despojó de su atuendo destrozado y lo dejó sobre el arcón a los pies de la cama. Si no lo habían reparado los elfos que se llevaban su ropa sucia cada noche, tendría que intentarlo con el conjuro reparo.

En ropa interior, como siempre, se deslizó entre las sábanas y el colchón y se cubrió los oídos con el brazo, para ahogar los ruidos provenientes de la bulliciosa sala común.

Cuando entró, la luz estaba apagada y sus compañeros arrebujados en sus camas. Lo más silencioso que pudo, Mircea busco su neceser, su pijama y con gorro incluido entró al baño.

Tras una ducha rápida para quitarse la sangre de las salpicaduras, secarse el pelo y cepillarse los dientes, dejó el traje que había usado y que sus hermanas le habían hecho a medida, doblado para que los elfos domésticos pudieran dejárselo como nuevo.

Se metió en la cama sabiendo que le costaría mucho dormirse, y eso fue exactamente lo que ocurrió. Lo que escuchaba en su cabeza eran voces que no solo venían de la sala común...

Había habido tanto revuelo en la fiesta tras las muertes animales que Matt se percataba ahora de que seguía disfrazado de vampiro. Y como no conocía el hechizo de cambiarse de forma rápida tuvo que hacerlo a la vieja escuela... aunque estaba agotado.

Cuando se apuntó a Howarts no le dijeron que pasaría nada así. Sus hermanos, que estaban en cursos superiores al suyo, no le dijeron nada de ésto. A veces se planteaba el por qué se molestaba en seguir allí, y en circunstancias como ésta no hallaba ninguna respuesta positiva a su pregunta.

Se acostó, esperando que el día siguiente le llevara buenas nuevas, o al menos que se aclarara algo de lo que ocurría allí.

Neil subió corriendo al dormitorio haciendo quizás demasiado ruido. Se disculpo en un susurro sin saber si sus compañeros dormían, estaban despiertos o los había desvelado. Fue corriendo hasta su cama donde London le esperaba con los ojos bien abiertos, como iluminados en la oscuridad; seguramente consciente de todo lo que había pasado, quizás más incluso que el propio chico.

El tejón se desvistió con rapidez y agarró a su gato entre sus brazos. El gato accedió con gusto, o quizás con condescendencia y se dejó meter entre las sábanas con el chico. Le acarició durante un rato hasta que se quedó dormido. Aunque el gato no cerró los ojos ni un solo momento, acechando a la oscuridad, observando más que los chicos. Y oyendo cosas que quizás los humanos ni sabían que existían.

Amanecer del Día 9

Martes

Día después de Halloween. (solo por hoy rolearemos al día siguiente de lo que ha pasado)

Neil se despertó el primero aquella mañana, lo sabía porque aún veía en una cama contigua a la suya como Mircea se encontraba aún bajo las sábanas, y su pecho subía y bajaba con cada respiración. Mir siempre es el primero en levantarse, supongo que lo de anoche fue verdaderamente traumante para todos si siguen durmiendo pensó mientras se ponía en pié y se calzaba unas zapatillas.

Aunque Mircea fuese silencioso el movimiento, el cambio de atmósfera en los dormitorios siempre hacían que se despertase. Hasta el punto de ni siquiera conectar el despertador, la mayoría de los días. Él aquella mañana se había despertado de golpe, casi como si en lugar de dormir sólo hubiese cerrado los ojos largo rato. Decidió que no se vestiría, aún era muy (demasiado) temprano, y Neil no era muy silencioso, así que agarró a London con un brazo y con el otro bajó un par de libros de las clases que tenía atrasadas para intentar hacer algo.

De la duermevela a la vigilia solo hubo un tránsito apenas perceptible, lo suficiente para que Mircea abriera los ojos y se quedase tumbado mirando el techo, o el aire de entremedias, si es que fuera visible. Había sido una noche exenta de sueños, y cuando la otra opción era vivir las pesadillas recurrentes de hacía cuatro años, estaba claro que dormir sin sobresaltos hacía que el descanso realmente fuera reparador.

Se quedó tumbado, respirando lentamente, mientras escuchaba el rebullir de aquellos que aún querían arrancar unos minutos más al señor de los sueños, o el despertar de aquellos que ya habían claudicado.

Pensó en que no sabía como actuar ese nuevo día que comenzaba. Esperaba haberse despertado y que hubiera pasado al menos una semana, pero no, tendría que revivir los postreros de la fiesta de anoche y actuar en consecuencia. Algunos abandonarían la escuelas por incapaces y otros serían retirados por padres sobreprotectores. Aquella noche podría haber supuesto un antes y un después, pero la verdad era que en los años que le quedaban en Hogwarts estaba convencido que pasarían cosas peores y que solo los fuertes de espíritu aguantarían.

Por primera vez en su año y pico en Hogwarts, no tenía ganas de levantarse de la cama.

Era una mañana como otra cualquiera, indistinguible de la noche en el sótano de Hogwarts donde helga Hufflepuff había instalado los dormitorios de sus pupilos, y los pupilos que llegarían a su casa mientras Hogwarts siguiera en pie. nadie hubiera dicho, observando esa mañana invisible, que algo había ocurrido aquella noche. Un misterio en el que el niño que apartaba las sábanas y se dirigía al baño apenas había participado. No tenía mascota, ni había considerado la opción de tenerla. Lo sentía por los demás niños, y por los pobres bichos que nada habían hecho para ser asesinados, pero era para él un día normal.

Maxwell salió del baño a medio secar, con la toalla enrollada alrededor de la cintura, dejando tras su paso un rastro de pisadas húmedas y gotas diminutas. Sostuvo la varita un momento, considerando vestirse con el hechizo aprendido la noche anterior, que tan extravagante resultado había dado al usarlo antes del baile. Volvió a dejarla en la mesilla y soltó la toalla, que cayó al suelo como el cadáver abatido de una lechuza, desangrándose en las baldosas.

Se enfundó su uniforme, agarró los libros correspondientes a esa mañana, su estuche de escritura y se guardó la varita en el bolsillo interior. Caminó hasta la puerta. Esperó allí un momento, mirando a sus compañeros que todavía dormían. Se encogió de hombros y salió en silencio

Como esperaba, no había dormido nada. Tenía muchas preguntas en su mente y casi ninguna respuesta. Se preguntaba qué hacía allí, él quería aprender, conocer gente nueva y si su condición de tímido se lo permitía, hacer algún amigo.

Pero las muertes de animales, y la posibilidad de un nuevo atentado era algo que le sobrepasaba. Matt era simple, inocente, y aquellas cosas no le gustaban un pelo. No sabía como sus hermanos afrontaban aquello, quizá fuera a verlos más tarde para que le reconfortaran o le dijeran que ellos se sentían igual.

Matt miró al resto de camas. La mayoría se estaba levantando para ir a la sala común. Él se decía que lo mejor era quedarse allí, esperar a que los días pasasen. Pero a pesar de su inocencia no era tan crédulo. Las cosas no se arreglarían solas, si es que tenían remedio de alguna forma. Levantarse, quizá hablar con otros alumnos, o hacer alguna cosa podría despejarle la mente.

No obstante, se vitió y salió del dormitorio con la sensación de que ni siquiera las gemelas conseguirían levantarle el ánimo esta vez... ni ayudarle demasiado en sus dudas de si debía huir o no de Howarts. Volver a la inocencia, aunque eso era cada vez más difícil.

Cuando la habitación ya se hubo quedado vacía, Mircea levantó las sabanas y se quedó sentado con los pies en el suelo y la cabeza entre las manos, una postura bastante común entre los jóvenes muggle que se levantaban con resaca. Se quedó un rato pensando en sus cosas antes de finalmente ponerse en pie.

Miró el traje que había llevado anoche doblado sobre el baúl y con manchas negruzcas de sangre seca. Ferenc, al final no le había buscado entre los cuerpos de las lechuzas y sin embargo sí se había hecho cargo de Nimu, la pequeña ave de Daphne.

Cogió la ropa que usaría para el día, el neceser y entró al baño, tras el que salió tras veinte minutos. vestido y con un intento de peinado hecho sin cepillo. Cogió su sombrero de mago, se lo caló y terminó de abrocharse la túnica. Recordó doblar una bufanda y meterla en uno de los bolsillos interiores, junto a unos guantes.

El joven tejón entró de nuevo en la habitación y dejó a su gato sobre la cama. Le dio unos cuantos besos en la cabeza, hasta que este casi le arañó, y se vistió su túnica y el resto de su uniforme sin mucho cuidado de como le quedaba todo. Agarró la mochila y el sombrero y se fue al trote hacia el comedor.