Partida Rol por web

Con un último escalofrío, Asterope intentó quitarse la historia de Mircea de la cabeza. De hecho, haría lo que fuera por sacarse al propio Mircea de la mente en cuanto se fuera de allí. Ya no mantenía su mirada fija en él. Al contrario, intentaba evitar sus ojos cuanto fuera posible. Cuando la pequeña habló, lo hacía con un tono afligido, aunque el temblor había desaparecido de su boca.

Un grupo interesante el tuyo. Interesantísimo, sí... Como hablen siempre de estos temas... Está bien conocer el folclore de la región de los compañeros. ¿De dónde eres tú? Probablemente viva en el cementerio de Highgate y sea descendiente de los vampiros, con esa cara tan blanca y esa forma de hablar de temas tenebrosos tan felizmente. Yo soy de Gales, aunque tengo también descendencia irlandesa.

Respecto a lo del bosque... Yo también espero que no se les ocurra volver a entrar. No me gustaría formar parte de ese tipo de aventuras suicidas y que podrían poner a mi casa a la cola de la Copa. Aunque ya sabía que algún compañero suyo lo propondría. Pero no sería ella quien se metiera en líos, no señor.

Vio a Mircea buscar dentro de su sombrero. Espera... ¿está buscando de verdad? ¿Dentro del sombrero? No puede ser. Ahora que lo pensaba, era curioso. Pocos estudiantes se lo ponían. Pero las veces que había visto a este muchacho por los pasillos o el comedor siempre lo tenía. Asterope apenas lo llevaba. Le molestaba bastante, así que solo lo usaba lo estrictamente necesario. Qué chico tan raro...

Efectivamente, estaba buscando, pues enseguida sacó un libro de él. "La Verdad sobre el Bosque Prohibido". La chica dudó un segundo y luego lo tomó entre sus manos. Le echó un vistazo, leyendo algún párrafo suelto por encima. Parece que la persona que lo ha escrito se conoce el bosque bastante bien. Quizás me sea instructivo. Le devolvió el libro a Mircea. Seguía evitando su mirada. Pues, si no te importa, puedes decirle al bibliotecario que me lo reserve, sí, gracias.

Ahora acabo de sacar otro libro, pero solo lo necesito para una consulta menor, así que no me comerá mucho tiempo, le dijo sacando el ejemplar de "El mundo onírico: interpretación de la mente" y mostrándoselo. Quizás pruebe a hacer un Leg Magiem en él cuando vaya al dormitorio, a ver qué pasa. Aunque es demasiado nuevo como para pertenecer a la biblioteca oculta. Se quedó unos segundos mirando la portada, recordando lo que le había llevado a sacarlo. Sacudió la cabeza, quitándose el pensamiento, y volvió a guardarlo.

Por fin se decidió a volver a mirarle. Pero nada más fijar sus ojos en los de él, sintió otro escalofrío y tuvo que apartarlos. Le parecía increíble que la misma persona que compartió un secreto tan bonito con ella hacía una semana la intimidara ahora tanto. 

¿De Gales? Casi todos los alumnos, salvo unas pocas excepciones parecían provenir de las islas. No era de extrañar que Mircea se sintiera un extraño entre los muros de Hogwarts. Salvo Árpád y Neil, no conocía a nadie más que perteneciera al gran continente.

Tengo entendido que de Irlanda proviene muchas de las historias de criaturas mágicas como las banshees y las hadas, consiguió recordar. Y de la mitología galesa me encantan las cuatro ramas de Mabinogi, aquella recopilación contenía casi toda la mitología galesa.  Además, sonrió, tenéis a los druidas como ancestros mágicos. Provienes de una región muy rica de historias, seguro que te conoces muchas leyendas. Aunque esas leyendas no sean oscuras ni estén saturadas de rituales sangrientos...

Yo soy Sânge de Valahia, de Ţara Românească, presentó así Mircea sus raíces. El principado de Valaquia pertenece a Rumania, se podía notar un sentimiento de orgullo proveniente de aquellas palabras. No era un orgullo excesivo del que te permite mirar a los demás por encima del hombro, sino el orgullo perteneciente a un hombre de campo, que se propone que nada ni nadie sea capaz de quitarle sus tierras.

¿A la cola de la copa?, se rió el chico. No te preocupes, ya has visto quienes pelean por ese ¿honor?, dijo despreocupado. No le gustaba nada quedar último, de hecho no le gustaba no quedar primero, pero sabía que en esfuerzo individual podía hacer algo por remediarlo, pero no era capaz de ser líder para tratar de imponer algo de orden en la vida de los demás Astropufilor.

Claro, haré eso, comentó volviendo a coger su libro y guardándolo en el sombrero. Se lo caló al momento, dejando algo de misterio en si el libro ahora estaría sobre su cabeza, junto a todo el resto de cosas: sillas, mesas, coros de gnomos y amigas de las gemelas.

¿Interpretación de sueños?, dijo levantando las cejas. Veo que recibiste mi mensaje, comentó escudriñando el rostro de Asterope.

La mirada de ésta volvía a él pero se alejaba al instante, como si estuviera azorada. Mircea posó su mano sobre la de Asterope. No tengas miedo con esos sueños, no te harán daño, dijo en tono paternal. Ni yo permitiría que te ocurriera nada. Ni a ella ni a ninguno de sus amigos.

Parecía que Asterope se iba relajando un poco. Si evitaba mirarlo mientras hablaban de otros temas, la tensión que sentía se iba yendo poco a poco. Claro, sí, conozco bastantes. En las librerías muggles de Swansea puedes encontrar un montón de ediciones sobre las distintas leyendas. Lo siguiente lo dijo en voz baja, como si de un secreto se tratara. Pero no le digas a nadie que frecuento las tiendas muggles... Ni a mi familia ni a mis compañeros de clase les gustaría saberlo. A mí esas cosas me dan igual, pero hay gente más... conservadora. Por decirlo de alguna manera.

Lo siguiente le sorprendió escucharlo. Había notado un pequeño acento en algunas palabras de Mircea, pero nunca se hubiera imaginado que procediera de Rumanía. Bueno, casi acierto Los vampiros los tiene bien cerquita. En Hufflepuff hay muchos del continente. Conozco a Árpád, de Hungría. Y, bueno, hay más gente con nombres extranjeros que parecen del este. Las gemelas de su curso tenían un nombre impronunciable.

Dejó escapar una leve sonrisa, (no muy alegre, pero una sonrisa al fin y al cabo), cuando el chico mencionó "el honor" de quedar últimos en la copa. Pero le duró bien poco, pues nada más enseñarle su libro, Mircea se declaró autor del anónimo que había recibido de manos de Booky. ¿Qué...? ¿Cómo...? ¿Qué...? ¿Qué dices? ¿Que tú qué?

Se quedó bloqueada unos segundos. Intentó volver a mirarlo, pero esta vez se le hizo aún más difícil. Entonces le resultó imposible mantenerse quieta y callada cuando el muchacho le puso la mano sobre la suya y le habló como si no hubiera pasado nada. ¿Qué no tenga miedo? ¿Qué sabrá él? ¿Y quién le manda meterse en mi cabeza? Se levantó de un salto y se alejó un paso hacia atrás. ¿Cómo sabes tú todo eso? ¿Quién te lo ha contado? ¡¿Me has espiado o algo así?! ¡Eso... eso no se hace! ¿Y por qué me mandas mensajes anónimos? Está enfermo... ¡Está enfermo! No ha parado de aterrorizarme todo este rato para luego cogerme la mano. Aunque seguía sin fijar en él sus ojos, podía verse en ellos una mezcla de terror y furia. Si ... si tanto dices que no "permitirías que me ocurriera nada", ¿por qué te dedicas a asustarme? ¿Te divierte o algo así? ¡Sádico!

Quiso sacar su varita, pero apenas podía mover las manos. El enfado le estaba saliendo a través de sus palabras; pero el miedo dominaba el resto del cuerpo. Además, ¿qué iba a hacer? No tenía posibilidades de tumbar a un alumno mayor con la poca magia que conocía.

Mircea afirmó con la cabeza. Los muggles realmente tenían una buena cultura de literatura. De alguno forma, había llegado a apreciar a los escritores muggles y creer que era mejores que los escritores magos. Conservadores que se pierden mucho de lo que hay ahí fuera por ser tan cerrados de mente, susurró contestando a la revelación de la niña. De hecho, su tío llevaba un negocio de venta de artículos muggles para el mundo mágico...

Es como si Hufflepuff fuese una casa que no perteneciera a esta escuela. Si no viviese en Londres, seguramente hubiera acabado yendo a Durmstrang, confesó el chico. Era un colegio para solo magos varones y eso que su fundador había sido una mujer. Y eso hubiera significado que sus hermanas habrían acabado en Beauxbaton... Una vida más sencilla para él y seguramente, carente de sentido.

Sí, sí, empezó el chico cuando la pequeña empezó a balbucear. Pero espera...

Levantó las manos en señal de tranquilidad. Pasó por su mente todo lo que acababa de hacer mal. Puede que no hubiera sido lo más adecuado dejarle una nota sin firmar y menos aún no haberla hablado de los sueños la semana anterior, cuando la encontró en la biblioteca. Peor aún era el haber tratado de calmarla de una forma tan directa y haberla intentado tranquilizar mediante el contacto físico. Eso no hubiera funcionado con él, ni el año pasado ni ahora.

La cara de la niña había mudado a una de auténtico pánico y el alma se le cayó a los pies al pálido chico de Hufflepuff. Una risa enferma sonaba dentro de su cabeza, una especie de eco que consiguió amortiguar bajo capas y capas de fuerza de voluntad.

El chico bajó la cabeza avergonzado por todo lo que acababa ocurrir. ¿Asustar a un chica de la edad de sus hermanas? ¿Qué podía estar pensando ahora mismo de él? No la hubiera culpado si se hubiera largado corriendo. Respiró profundamente y volvió a fijarse en la chica, aún manteniendo las manos a la vista, las posó sobre sus rodillas.

No quiero asustarte y por supuesto, no me divierte, empezó el chico. Quizás debí decírtelo antes, pero no creí que fuera a ocurrir tan pronto.

Una peculiaridad de la biblioteca escondida es que une a todos sus miembros en una misma urdimbre. Verás, intentaré explicártelo de forma sencilla.

Cuando descubriste aquel libro, entraste dentro de esa urdimbre, no importaba que no hubieras realizado el Leg Magiem, pues a la larga lo hubieras descubierto. Por eso esta noche has soñado conmigo, con la visión que tienes de mi, que, Mircea torció el gesto, no es que yo lo considere muy realista. El chico movió una mano, como restándole importancia, pero bueno, eso no viene ahora al caso.

Al soñar, en mis sueños apareció una especie de ventana. Mientras yo tenía mis propios sueños, pesadillas más bien, pensó para sí, también te vi a ti y tu sueño relacionado conmigo.

Si yo hubiera soñado contigo, tú lo habrías visto, aunque al no saber de qué se trataba, seguramente habrías olvidado su significado.

El chico suspiró. Decidió tratar de explicarlo algo mejor. Yo no lo descubrí hasta bien avanzado el curso, cuando empecé a ver los sueños de un Ravenclaw de quinto curso, que me resultaron bastante perturbadores, la verdad... Y él empezó a ver los míos. Él solo era capaz de ver mis sueños cuando soñaba con él.

No sé si me entiendes o me estoy explicando mal. Puede que me equivocase al avisarte de ello y al hablarte ahora mismo de todo esto. Puede que lo mejor es que fueras descubriéndolo todo por ti sola.

El año anterior, sin guía, sin ayuda, le había resultado complicado entenderlo. Había acabado teniendo que ir a los exámenes finales con varios conjuros porque la extrañeza y la zozobra le impedía concentrarse. Todo eso unido a sus propias pesadillas habían sido más de lo que podía soportar...

Asterope, medio paralizada, vio cómo Mircea intenaba explicarse. Vio en su rostro la preocupación y la vergüenza. Aunque eso no le dio completa seguridad, por lo menos la tranquilizó un poco. Aún alerta, decidió escucharle.

A cada palabra que pronunciaba, la chica se sentía más confusa y, durante un momento, muy avergonzada. Espera, espera, espera. ¿Que yo... soñé contigo? Entonces volvió a mirarle a los ojos. Y esta vez no los apartó. Pues claro... no había solo libros, también había un chico moreno de ojos azules. Sus mejillas se encendieron ligeramente.

Ahora ya recordaba el sueño completamente. Los tomos de la biblioteca oculta se reían de ella y decían que no iba a ser capaz de encontrarlos. Y luego aparecía él, pretencioso, afirmando que por ser una Slytherin no tenía la suficiente inteligencia para descubrirlos. ¡Menuda tontería de sueño! ¿Por esto me he estado preocupando todo el día? ¿Pensando que era algún tipo de augurio malo? Se sentía muy estúpida por haberle dado tanta importancia. Pero es que no se lo habían puesto nada fácil. Entre el cansancio, la incapacidad de recordarlo, los escalofríos al ver los libros, el anónimo de Mircea y las malditas predicciones de la inútil de la profesora Trelawney, se había sentido agobiada y perseguida. Me estoy volviendo paranoica... ¡Dios mío! ¡Me estoy volviendo como mi padre!

Por si fuera poco, no le hacía gracia que Mircea supiera cuándo y cómo soñaba con él. En el sueño de anoche no había nada bochornoso. Pero tampoco quería arriesgarse. Ni saber en qué plan aparecía ella misma en la mente de él.

Volvió a centrarse en las palabras de Mircea. Ya... sí, lo entiendo. No sabía ni dónde meterse. No... no te creas que sueño contigo a menudo, ¿eh? Es la única vez. ¡Y ni siquiera me acordaba de que salías! Quizás ha sido mejor que me lo hayas contado tú. Yo me habría obsesionado bastante, como he hecho hoy, y habría acabado por volverme loca.

Ese chico seguía intimidándole un poco, pero ahora que se había explicado no le tenía tanto miedo. Más bien temía esa extraña conexión que se había formado involuntariamente entre ellos. Ya le costaba bastante confiar y abrirse a la gente como para que un desconocido entrara de vez en cuando en su subconsciente por la noche. ¿Hay alguna forma de evitar esto?, le preguntó esperanzada.

Realmente no sabía si sus palabras habían tenido o no un efecto positivo en la chica. El rubor de ira y miedo se parecía demasiado al de la vergüenza, así que cuando su ánimo cambió, a ojos de Mircea todo seguía igual. Fueron sus palabras y el no haber salido corriendo lo único que hizo que creyera que había tenido éxito en calmar su nerviosismo.

No, que yo sepa, contestó a su última inquietud. Quizás aprendiendo oclumancia, pero dudo mucho que la urdimbre de la biblioteca escondida tenga mucho que ver con la legeremancia. Siento no poder ayudarte más, ahora sabes tanto como yo.

Mircea descruzó las piernas y se apeó de la roca en la que estaba sentado. Un último aviso. Si sueñas con gente desconocida, no te extrañe que pertenezcan a la misma urdimbre. Antiguos profesores o alumnos que hace mucho marcharon o gente que aún anda por aquí. Yo mismo sé que uno no puede controlar sus sueños. Así que no te avergüences con lo que puedas soñar y los demás ver.

Lo que ya no quiso contarla fue una última cosa que le había rondado la cabeza durante mucho tiempo. ¿Sería posible comunicarse a través de sueños? ¿Se podía aprovechar esas ventanas a las aventuras oníricas de los demás para acceder a sus propios pensamientos y modificarlos de alguna forma? No sabía aquellas respuestas y no había tenido demasiado tiempo en investigarlas. Casi todas las noches acababa soñando lo mismo, dándole vueltas una y otra vez, con pequeñas variantes y en todas aquellas versiones él estaba acurrucado, con miedo, impedido para hacer cualquier cosa que no fuera llorar.

Con oclumancia... genial. Porque es facilísimo aprender eso. Le inquietaba que él pudiera ver que soñaba con él. Quizás no volvía a hacerlo en un año o cinco. Pero cada noche, antes de dormir, tendría la duda de qué pasaría en cuanto cayera rendida.

Cuando le dijo que no se avergonzara por lo que pudiera soñar, le volvió el tono rosa a sus mejillas. Quizás a él no le importaba que Asterope supiera esas cosas, pero a ella sí. ¿Y si sueño que lo mato o algo por el estilo? Qué horror. Pensaría que soy una psicópata. Los sueños dicen mucho de la personalidad de cada uno, de nuestros deseos y temores. 

Bueno, yo solo espero no soñar mucho a partir de ahora. Hacerlo con gente desconocida me da igual, pero tú... En fin, que prefiero descansar sin ningún tipo de imagen en mi cabeza. Intentaría evitar a Mircea todo lo posible. Quizás de esa manera no se colara en su subconsciente. Y, si aun así lo hacía, no tendría que enfrentarse a él.

Por otro lado empezó a pensar que, tal vez, Mircea se estaba burlando de ella. ¿Cómo puede crearse ese tipo de conexión solo por utilizar el mismo libro? Es posible que me haya escuchado hablar de mi sueño o alguien se lo haya contado y ahora se esté riendo un rato a mi costa. Al fin y al cabo, los niños como ella eran así de inocentes y estaban dispuestos a creérselo todo. No podía estar segura de que él no intentara aprovecharse de esa ingenuidad.

Se metió las manos en los bolsillos y, en uno de ellos, palpó la nota que Mircea le había escrito. La sacó un momento y se quedó mirándola. Escruto la caligrafía del chico. Luego se centró en el sello con el que había cerrado el papel. Se quedó fija en él. Me quiere sonar ese pájaro... Seguramente lo confundiré con otro. Los detalles son tan pequeños que todos acaban pareciéndose. Miró al muchacho. Qué elegante, ¿no? Con sello y todo. Una pena que le falte la firma. La próxima vez te aconsejo que la añadas. Un anónimo no está bien visto en ningún tipo de situación. 

Ojala yo pudiera hacer eso mismo, murmuró Mircea. Poder dormir una noche tranquila, sin recuerdos, sin imágenes catapultadas como si de un proyector de lámpara de xenón se tratara.

Por un momento imaginó como se lo tomaría Asterope si en algún momento la incluyera sin querer en sus pesadillas. Seguramente no volvería a verla. Le rehuiría, puede que incluso más de lo que trataría de evitar coincidir con él en ese mismo momento, sabiendo lo que ya sabía. Tendría que forzarse a cerrar su mente, a dirigir sus pensamientos y ser solo él el que sufriera sus propias pesadillas.

La caligrafía de la nota que le había escrito era picuda y apretada. La había escrito con prisas aquella mañana para dejársela a Booky antes de ir al desayuno. A veces un anónimo sí estaba bien visto, aunque la chica creyera lo contrario. Era mediante un anónimo como iba a avisar a las gemelas sobre Anthony. Pero en aquel caso, había sido simplemente un olvido. Tienes razón. Aunque posiblemente tampoco hubieras reconocido mi firma, razonó el chico. Al menos ya conoces mi sello. No pensaba volver a enviar nada a la niña. Había decidido que si la chica quería explicaciones, tenía dudas o cualquier problema de otro cariz, no sería él el que tratara de solucionarlo. Ya se había entrometido la semana anterior con el libro en la biblioteca y esta semana había tratado de ponerla en sobre aviso sobre los sueños compartidos. Y aún así desconfiaba de él... Hablaría con las crías para que ellas la echaran un vistazo, quizás con ellas podría Asterope relacionarse mejor.

Mircea despidió a la chica con una ligera inclinación de cabeza, pasa un buen día, con tono distante, frío. Como si hubiera perdido interés en ella. Se volvió a sentar en la roca, con determinación. Se quitó el sombrero y se quedó ahí, mirando el bosque.

Este chico parece que no ha escrito nunca una carta, pensó Asterope. Todo el mundo sabía que, debajo de la firma, se debía incluir el nombre completo de la persona. No, pero si va acompañada del nombre, como es costumbre, quizás sí hubiera sabido de quién se trataba. No lo decía en tono de reproche ni pretendiendo parecer más lista. Al contrario, habló con una voz un tanto divertida. Después de tanta tensión, necesitaba liberarse, aunque fuera dedicándole una pequeña broma al causante de sus muchos traumas.

No, "quizás" no. Lo habría sabido al momento. Al fin y al cabo, me quedé muy rápido con tu nombre. Una pequeña sonrisa apareció en sus ojos, que no en su boca.

Cuando Mircea se despidió, aunque no se movió del sitio, ella lo tomó como una oportunidad para marcharse de ahí. Aunque se encontrara más relajada, no quería recibir otra sorpresa no deseada. Recogió la mochila del suelo y se la echó a la espalda. Que pases tú también un buen día.

Se giró y, tras dar 3 pasos, se volvió hacia el chico. Y... ehm... siento... haberte gritado antes y haberte llamado sádico... O, espera, eso solo lo pensé. Mierda... Perdona, no suelo ser así nunca. Es por la tensión... No se me da bien hablar... Decidió que lo mejor era callarse cuanto antes. Los nervios empeoraban sus capacidades sociales. Esperaba que su disculpa destacara por encima de su torpeza. Aunque siguiera pareciéndole siniestro, esa no era razón para no pedir perdón por su comportamiento. En realidad, había sido un acto reflejo completamente comprensible, teniendo en cuenta la situación. Pero la pequeña era así de educada. Hasta luego.

Y, sin añadir nada más, continuó su camino, a paso ligero, hacia el castillo.

Mi nombre real no lo hubieras entendido, insistió el chico. Mircea es una transcripción anglosajona, le explicó. Solamente sus hermanas cuando se ponían cariñosas le llamaba por su verdadero nombre y hacía tanto que no lo escuchaba de labios de su madre... La echaba de menos, mucho.

Cuando se dio la vuelta para volver a la roca, habiéndose despedido ya, escuchó a la pequeña y volvió a encararla.

Al escuchar lo de sádico, Mircea hizo una mueca, como si acabara de masticar algo amargo. Negó con la cabeza sin contestar a la chica, con los ojos fijos en el suelo. Cuando se hubo marchado, al fin solo, se sentó donde había estado cuando ella llegó.

Hablando para sí mismo, decidió que realmente era mejor estar solo. Lo había estado cuando llegó al colegio y cada vez que alguien se acercaba a él, acababa dañándolo. Daphne, Ardeen... Y que algo le ocurriera a Oliver sería cuestión de tiempo. Incluso se culpaba a sí mismo por la marcha de Seth de la escuela. El año anterior había aprendido la alegría que daba tener amigos, pero también el dolor que implicaba defraudarlos. ¿Qué sentido tenía tratar de aumentar el daño que podía causar, al intentar hacer nuevos amigos? No, no lo haría. Volvería a ser como era cuando volvió. Frio, distante. No quería dañar a ninguno de los de primero. Pero si alguien las hace daño..., sonó en su mente. Mircea apretó un puño, clavándose las uñas.

Tras lo que pareció casi una hora, Mircea se apeó de la roca y sacudió su túnica del polvillo que podía habérsele quedado. Había tomado la decisión de evitar relacionarse demasiado con los de primero. Con los de su curso sin embargo estaba obligado a relacionarse más, además, eran sus amigos, por mucho que él sintiera que no lo merecía.

Tomó camino al Gran Comedor.

Lincoln llegó junto a Asterope a las Lindes del bosque "Así que aquí es donde estuvo y donde pasó algo que la asustó..." Miró de un lado para el otro y cuando su mirada se topó con Asterope, sonrió "Pues a mi no me parece tan mal lugar para estar... hasta Kendra y Ludmilla podrían hacer la fiesta aquí", volvió a mirar a su amiga justo después de dejar la mochila en el suelo -Pues se está bien aquí, la verdad jaja, es tranquilo y apartado... un buen lugar - se sentó mirando hacia el bosque y serio empezó a hablar con ella -Aste ¿Que ha pasado hoy?¿Porque estabas mal?- Esperó la respuesta mientras ella, un poco ausente como estaba desde que pasó éso, decidía si quería contárselo o no.

Asterope llegó junto a Linc a las lindes del Bosque. Comprobó que no había nadie a su alrededor y se sentó en la misma piedra en la que había estado por la mañana. Ahora estaba oscureciendo poco a poco, pero aún quedaba luz, así que el bosque no resultaba terrorífico.

Miró a ambos lados y justo entonces Linc le preguntó qué le pasaba. A ver ahora cómo se lo cuento yo... Conocía lo suficiente a su amigo como para saber que podía armar una buena en cuanto se enterase de todo. Así que decidió contarle la verdad... a medias. Bueno, ya sabes que no me he despertado muy bien. He dormido mal y tuve un sueño muy inquietante. Respiró hondo al recordar otra vez todo.

El caso es que fui a la biblioteca a pasar el rato y, ya de paso, me puse a buscar un libro sobre interpretación de sueños. Sacó el volumen de la profesora Lovegood de la mochila y se lo enseñó. Antes de eso, estuve mirando otro de una tal Trelawney que solo contaba desgracias. Fue bastante perturbador leer que si sueñas con libros es que vas a morir... Entre otras muchas cosas. Esa antigua "profesora" de Hogwarts se había quedado bien a gusto expresando muertes y torturas. Claro que más tarde me di cuenta de que ese texto era un chiste, así que lo dejé. Pero no se me quedó el cuerpo muy bien tras leerlo.

Ahora que había empezado a hablar, no podía parar. Le estaba sentando muy bien contarlo todo en voz alta. Lo que no sabía era si revelarle la identidad del chico. Luego vine aquí y... No, definitivamente no lo haría. No le había contado lo del anónimo y tampoco revelarle el nombre de él. Bueno, había un chico de Hufflepuff mayor... no sé cómo se llamaba... que nada más verme empezó a contarme historias de terror y sangre y pesadillas... Entre el hombre lobo y la sombra de Hogwarts, el joven se había desahogado bien con ella. Esas cosas no me asustan nunca, quería dejar bien claro que ella no era ninguna cobarde miedosa, pero supongo que, por el cansancio, hizo más efecto en mí de lo que pensaba. En seguida me marché de aquí.

Oye, quería darte las gracias por conseguir que me riera esta mañana, le dijo a su amigo. Y luego explicó el porqué: Es una bobada, pero la nota que me pasaste esta mañana me alegró parte de la hora. Sé que cuando la escribiste no pensaste que pudiera ser nada importante, pero, a pesar de lo tonto que era, remarcó bien el "tonto", con una mirada divertida, ha sido lo único que me ha hecho sentir bien hoy.

Ahora se le notaba que estaba mejor, más tranquila. Se quedó sentada mirando al cielo.

Linc se mantuvo callado toda la historia, no era tonto, sabía que no le contaba toda la verdad, al menos si que le había contado algo, pero la sonrisa que solía mostrar no estaba, ni la alegre ni la burlona... era un Lincoln serio que miraba al bosque, como perdido entre sus sombras, buscaba algo, una respuesta... "¿Quien es ése chico? Asterope lo sabe, sin duda sabía el nombre... y si la habían molestado...", los puños de Linc cada vez se apretaban mas y mas... sentía rabia, no le daba la gana que nadie la molestara, pero supo mostrar la otra cara, la cara falsa que suele ser característica del Slytherin.

-Tranquila, ahora estás conmigo- Dijo con una sonrisa falsa, en su mente solo estaba descubir el nombre del alumno y hacerselo pagar... al menos estuvo hasta que Asterope le dio las gracias, Linc no supo como reaccionar a aquello y simplemente levantó las dos cejas y tartamudeó -Yo.. em.. yo, osea, no la carta, era... bueno.. joder que ¡¡¡Aaahhhh!!!- Chillo de verguenza y se estiró en el suelo con las manos en el pelo y los ojos cerrados... "Mierda ¡¿Pero porque soy tan idiota?! ¡¿QUE ME PASA?!" pasó unos segundos así y cuando se quiso dar cuenta, su amiga estaba sonriendo y mirando el cielo... éso le calmó de golpe y sentándose a su lado justamente solo pudo decir una cosa-Ha sido un placer... eso ya lo sabes...-

Mientras le contaba su "aventura" matutina, Asterope se fijó en que Linc estaba pensativo. Y por mucho que intentara poner buena cara, no tenía su sonrisa habitual. Además, notó que apretaba cada vez más los puños y en sus ojos veía que lo que le había confesado le había enfurecido bastante. Por eso no quiso revelarle el nombre. E intentaría no hacerlo nunca. Mientras miraba cómo el sol iba desapareciendo poco a poco pensó en las posibles consecuencias. Le preocupaba que su amigo pudiera meterse en un lío por culpa de un mal día que ella tenía.

Sin embargo, esa preocupación se tornó en confusión cuando Linc se puso nervioso tras darle las gracias. Bajó la mirada extrañada. Si solo le he dado las gracias... ¿Le habrá sentado mal? En realidad, ese Linc medio avergonzado le parecía gracioso y adorable. Cuando se puso a su lado, le sonrió. Lo sé, sí. Por si acaso, mejor intento cambiar de tema, que no parece que esté muy cómodo con este. Y me alegro de que al final Kendra no te haya matado. Eso significa que te has portado bien con su amigo. ¿Qué tal te han caído los Gryffindor, por cierto? Parecen simpáticos, ¿verdad?

A ella le habían dado muy buena impresión. Por lo menos Ithan, con quien había tenido más trato. Aunque por lo que había visto del resto de los leones, también parecían buena gente.

-Jajajaja ¿Los Gryffindor?- Dijo Linc intentando cambiar de tema sobre lo de ésta mañana, no veía a su amiga bien y prefería, por ahora, no hablar mas de ellos -Bueno... sí, Ithan la verdad le veo mas uno de los nuestros que un Gryffindor, supongo que el sombrero la cagó bastante, pero ésa es mi primera impresión, quizás me equivoco... los demás, no son nada contra Kendra tu, Ludmilla o yo mismo... Anthony y Aiden, son otro tema y hablaré con ellos pronto, en cuando podamos los tres... ya es hora de que empiecen a comportarse como autenticos Slytherins y no como inútiles... aquí no hay huevo para éso- Se quedó parado un segundo y sonrió -Ojalá la gente pudiera cambiar de casa...- Miró a su amiga con ésa sonrisa aún -¿Tu que harías¿ ¿Te irías de Slytherin? jaja-

Pensó bien en todo lo que opinaba Linc sobre Ithan. No sé... Si le puso ahí es por algo. De todas formas, creo que todos tenemos características de otras casas y que el sombrero nos manda a una según la que destaque. Yo a Ithan lo veo bien donde está. Al resto de gente apenas los conocía, así que no podía dar un juicio sobre ellos.

Tampoco estaba de acuerdo con la afirmación que hizo después. Los Gryffindor en general parecen buenos magos, seguro que más de uno me supera a mí y a muchos de nosotros. No los subestimes. Se asombró a sí misma al comprobar la tranquilidad con la que decía esas palabras. Ella siempre quiso ser la mejor, pero tras esas semanas se había dado cuenta de que eso era imposible, el nivel de los demás era muy alto, y había acabado por aceptarlo. Realmente, con tal de conseguir mi objetivo, me da igual ser mejor que ellos o que cualquiera. Me conformo con ser buena en lo mío. Sonrió. Le alegraba haber superado esa preocupación.

Linc parecía siempre enfadado con sus compañeros de clase. Asterope ya no sabía si reír o desesperarse. Aiden no hace nada malo. Es un chico muy capaz o así lo veo yo. Anthony... Ahí tenía que darle la razón a su amigo. Bueno, digamos que le queda bastante por aprender. Sobre todo a controlarse y un poquito de educación. Lo miró. Le hacía gracia que precisamente él, que hasta hace nada había estado revolucionando la casa, quisiera poner orden. Pero no seas muy duro con ellos o acabarán odiándote.

Cuando le preguntó si se iría de Slytherin, lo miró con cara de incredulidad. A estas alturas y parece que no me conoce. ¿Tú qué crees? Claro que no me iría. Yo estoy muy bien aquí. Además, si me fuera, mi abuelo me mataría. Bueno, no; me quiere mucho jajaja. Pero le daría un infarto mínimo. El resto de su familia lo acabaría aceptando, aunque después de un pequeño disgusto. Pero Miles Bletchley nunca. Y ya que te ponen en una casa, mejor quedarse en ella, no sé. Hay que saber llevar con orgullo tus colores. No es que odie al resto, al contrario. Pero no creo que pudiera estar igual de cómoda en otro lugar habiendo hecho ya amigos en Slytherin. Aunque se imaginaba la respuesta, le preguntó: ¿Y tú qué? ¿Nos abandonarías?

Ya se imaginaba que Asterope no se iría, pero quiso picarla, aunque la pregunta de después le sorprendió bastante y supuso que ella intentaba lo mismo con él -Jamás me iría de Slytherin, éso está claro- sonrió y se levantó, se quedó con las manos en la cintura mirando el bosque prohibido y dijo tranquilamente -Si me tienen que odiar... que me odien, pero que demuestren porque están aquí, uno no puede ser un maldito autista y el otro no puede ir así por la vida, saltandose las clases por una chica o queriendo pegar al mundo entero... debe pensar que es lo mejor en cada situación y actuar en consecuencia y si se quiere vengar, que lo haga, pero con sutileza...- Se giró a su amiga -Así actua un Slytherin, debo hablar con ellos y dejarlo claro- Se estiró abriendo los brazos y sonrió a Asterope mientras se volvía a sentar a su lado para finalmente estirarse -La verdad, estoy genial aquí... no se como decirlo... llevo un día estresado "Aunque lo disimule bien", pero estar me hace sentir tranquilo...- Cerró los ojos y estuvo un rato en silencio.

En efecto, Asterope sabía perfectamente lo que Linc respondería. Era obvio que él se encontraba más que a gusto entre serpientes. Yo, desde luego, no te veo fuera de aquí. En realidad, para ambos era una respuesta evidente. Era su casa y estaban orgullosos de ella. Aunque... te veo bien dispuesto a sentarte a comer con los Gryffindor... Le lanzó una mirada burlona con una sonrisa. Más te vale que no te acabe gustando, que el rojo y dorado no te sentarían nada bien.

Linc parecía tener muy claro su concepto de Slytherin. Asterope pensó que, quizás, debería ser un poco más flexible. Aiden es muy tímido, se le nota. Ella reconocía los síntomas, pues aún le seguía costando abrirse a los demás. Seguramente sea cuestión de tiempo. Hablaré con él yo también. Apenas sé nada de él y es mi compañero. Quizás así se integre mejor. El tema de Anthony era mucho más complicado. Al ruso no sé si acercarme. Cada dos por tres parece que va a morder. Y tienes toda la razón. ¿Que le gusta Kendra? Pues que se reprima. No puede ir por ahí como un salvaje. Al fin y al cabo, su actitud afectaba a todos: a su casa, a Ithan, a Kendra y al resto de compañeros que tenían que aguantarle. Espero que a la pobre no le amargue la existencia. Ni a Ithan tampoco.

Cuando se hubo desahogado, respiró hondo. Se tumbó, igual que su compañero, mirando al cielo. Sí, yo también estoy muy tranquila aquí. Entonces volvió a sentarse y lo miró. Él había cerrado los ojos. ¿Llevas un día estresado? ¿Y eso? El chico, desde luego, lo había disimulado a la perfección. Bueno, eso o que ella había estado demasiado preocupada por sus asuntos como para fijarse en esas cosas. Pensaba que habías estado bien hoy.