Partida Rol por web

Más tranquila, Sara se levantó. Sabía que era la hora de comer, pero hambre no tenía. Pensó en ir a buscar a su amiga, pero a lo mejor quería estar sola o con Mircea... De cualquier manera, tomó la decisión de ir a clase, a lo mejor así se distraía

Ya era hora de comer, y su estómago se lo anunciaba quejándose. Quizá no era un buen día para actuar con normalidad, pero no podía evitarlo. Se levantó y se fue discretamente, moviéndose por donde no había gente para que no escucharan cómo su estómago sonaba.

Linc se apartó del árbol en el que se apoyaba, miró enfadado y con desprecio a todos los que estaban en ese funeral, sin abrir la boca de nuevo, dio media vuelta y se fue por el mismo camino por el que antes había venido, iría a dar una vuelta a su escondite y luego le tocaría volver al comedor, aún sin tener hambre, sabía que debía ir allí.

- Creo que se nos ha hecho un poco tarde... Será mejor que vayamos a comer y a clase. -Les comento a Dariel y a Matthew con cierto tono de fastidio.- Os veo allí, que sino empezarán a rugirme las tripas en menos de lo que se dice Quidditch.

La pequeña no se dio cuenta de la presencia de las gemelas hasta que notó el tacto de sus manos contra las de ella. Se sorbió la nariz y les dedicó una leve sonrisa. Con la manga de la túnica, se limpió las lágrimas que humedecían su rostro.

- ¿Vosotras también...? - Hizo un gesto con la cabeza, apuntando al lago, por donde habían desaparecido las barquitas con las mascotas. A pesar de que consideraba a las gemelas como amigas suyas por haber pasado muy buenos ratos junto a ellas, lo cierto era que no sabía mucho de ellas, ni tan siquiera qué tipo de mascota tenían, si es que tenían alguna, claro.

Orsolya negó con la cabeza a la vez que Erzsébet afirmaba. Se miraron momentáneamente y Orsolya dijo que sí a la vez que Erzsébet decía que no. Una pequeña mentirijilla de decir que ellas también habían perdido animales era mucho mejor para que Willow pudiera sentirse más cercana a ellas, porque aunque la pérdida de Abracitos y Retortijones no había sido total, sí que habían perdido a los originales.

Hace unas semanas capturamos unos ciempiés monstruosos en la orilla del lago, decidió contar Orsolya. Para ver sí así Willow se animaba un poco. Los hemos estado estudiando y alimentando y cuando anoche llegamos al dormitorio, en el baúl donde vivían solo encontramos dos pieles suyas.

Erzsébet cogió su turno y continuó. Entonces Brândusha y Viorica, nuestras gatas, empezaron a hacer cosas raras y escupieron dos bolas de pelo, puagh, no veas que asquerosas que son. Peor que las algas y huelen como a alcantarilla.

Resulta que los ciempiés son como las medusas inmortales, las turritopsis, que cuando mueren vuelven a su estado larvario, abrió Orsolya mucho su sonrisa. Así que al morir, Abracitos y Retortijones volvieron a su estado huevo y las gatas se los tragaron para protegerlas.

¡Eso es lo que había dentro de las bolas de pelo!, anunció Erzsébet.

Asterope se había tumbado en la hierba, húmeda y fría, y miraba el cielo. Ya apenas escuchaba a la gente, así que supuso que la mayoría se habrían marchado. Se sentó de nuevo y comprobó que, efectivamente, apenas quedaban alumnos en el lago.

Era ya hora de ir a clase. Se quedó meditando unos minutos si ir o no. Realmente no le apetecía, pero tenía que obligarse. Había tenido suerte de que habían suspendido la de la mañana y no se había perdido nada, pero no podía ser tan irresponsable. Aunque, ahora que lo pensaba, ¿había clase por la tarde o también la habrían cancelado? Eso solo lo sabría yendo hacia el castillo. Tenía tantas ganas de mezclarse de nuevo en la multitud como de que le desollaran una mano.

Con gran esfuerzo se levantó. Tenía la parte trasera de la túnica mojada desde el cuello hasta la mitad de las piernas, pero no le molestaba demasiado. Fue caminando lentamente hasta el castillo, tomando un camino alternativo al resto de alumnos, para evitar juntarse demasiado. Iría directamente a Encantamientos, ni se molestaría en pasar por el comedor.

El tiempo pasa muy despacio cuando no se está a gusto. Daba tiempo para pensar en muchas cosas y para observar. Cuando por fin acabó la triste ceremonia Perry se encamino de nuevo al castillo. Vio a Willow triste y sola, pero pronto fue acompañada pro las gemelas, así que decidió que mejor ellas que él para consolar a la niña. Una extraña sensación se apoderó del ravenclaw al ver a las tres juntas.  Lo mismo que al ver a los demás con los que había soñado esa misma noche. Le daban ganas de acercarse pero al final cambio de opinión al ver que Eli estaba llorando.

- Eli, ¿estás bien?- Creía recordar que la chica tenía un gato por mascota. Pero quizás fuera lo suficientemente sensible como para ponerse en la piel de los demás. Perry lo hacía pero no le salían las lágrimas. Además ñel nunca se sentiría culpable por haber elegido bien su mascota, la culpa era de quien había cometido un acto tan despreciable. Esperaba que las leyes del mundo mágico fueran tan duras como las de los muggles en cuanto al maltrato animal.

Willow abrió los ojos, sorprendida por el relato de las gemelas.

- Vaya... es una auténtica suerte que vuestras gatas los hayan protegido. Seguro que las larvas se sentían muy arropadas por la bola de pelo. -Sonrió al imaginarse la escena.- Espero que crezcan bien de nuevo.

Miró una última vez al cielo y suspiró.

- Me dió pena Bastet. No creo que ella tuviese nada que ver, la verdad. ¿Vosotras qué opináis?

¡Sí!, no creo que quede mucho para que eclosionen, a ver si tienen las mismas rayas que los originales, sonrió Orsolya a Willow.

Hemos tratado de ayudar a Helen en muchas ocasiones y siempre nos echaba de su despacho con malas palabras y promesas de quitarnos puntos. Trataba mal a Booky y a cualquiera que no fuera un sloth, explicó Erzsébet, haciendo el cambio slyth por sloth que hacía poco habían adoptado. Bastet ha tenido la mala suerte de ser mitad gato, si no hubieran muerto las ratas pues habrían culpado a..., la pequeña se quedó pensando en quien era medio rata. El sloth ese de tercero, un Trace, que le falta un hervor, tiene dientes de ratita y su risa suena como los chillidos de rata.

Orsolya afirmaba con la cabeza a las palabras de su hermana. Bastet no ha podido ser. Oye, dijo cambiando de tema. Le hemos prometido a Kelly, de gryff que iríamos a cazar ciempiés monstruosos, ¿quieres venirte? A lo mejor te gusta alguno y puedes quedártelo, sonrió a la raven. Eso sí, que no se enteren tus compañeras de cuarto que pondrán el grito en el cielo.

Erzsébet intercedió soltando un: las niñas son unas gritonas.

Cuando Perry se acercó a ella se percató de que aún le corrían un par de lágrimas por la cara. Como hizo antes, se las quitó con el brazo. No le gustaba que le vieran llorar, y menos cuando ni siquiera ella era una de los más perjudicados.

-Sí- se sorbió la nariz antes de seguir hablando- gracias Perry. Es que... todo ha sido muy triste. No me esperaba que el entierro fuera de esta forma. Tan...

"Tan bonita" Estuvo a punto de decir, pero decir aquello sonaría a frívolo cuando tantos niños habían visto muertos a sus animales.

-Tu... tu mascota está bien, ¿no?

Dijo eso con la voz más baja que todo lo anterior. Recordar que sus mascotas seguían bien podría molestar a otros alumnos. Aunque en realidad ella no tenía culpa de nada. Aún así, estuvo a punto de volver a llorar pero se resistió.

-Per... perdona, Perry, no quiero deprimir a nadie.

Había olvidado que aún en un día como hoy había clases. La verdad es que no entendía muy bien por qué pero así era. Y ahora se hacía la hora de comer. Se permitió unos segundos para mirar alrededor. Muchos niños ya se iban al igual que él.

Aunque otros seguían allí, llorando o hablando de la situación. Matt se fijó sobre todo, no pudo evitarlo, en las gemelas y en Eli. Las primeras trataban de animar, o eso creía él ya que no estaba lo suficientemente cerca para oírlas, a una alumna de primero de la casa de las Águilas. La segunda, Eli, estaba sola intentando reprimir las lágrimas hasta que Perry se acercó a ella. Él era un cobarde, no hizo nada, no se atrevía a hablar con ella en ese estado. Ni siquiera para consolarla. Además, seguro que ella ya conocía más a Perry y le venía mejor hablar con un amigo que con un chico al que había acompañado al baile por lástima.

Sin poder mirar mucho más a la alumna de segundo de Gryffindor para no verla en ese estado, se fue al Comedor. Esperando aún con más gana tener tiempo para investigar. No tenía muchas esperanzas en encontrar gran cosa, pero la motivación sí era fuerte... saber la verdad para que nadie más tuviera que llorar ninguna muerte.

Maxwell caminó durante un buen rato por los terrenos. Era todo un inconveniente que no hubiera gran cosa por allí. En casa, en la vieja casa de los putos viejos, podía tirar hacia delante y caminar hasta caer al suelo de agotamiento, y siempre con vistas nuevas. Allí no. Todo estaba prohibido. Si quería ver lugares nuevos, tenía que buscar en el castillo, esperando a que las escaleras decidieran darle acceso a donde nunca habí estado, o que apareciera una puerta donde nunca antes la habíavisto. lo que era emocionante en cierto modo, pero aburrido e irritante en mucha mayor medida.

Al final, y el final en estos casos suele ser relativo pues indica o un nuevo principio o quizás solo una pausa para proseguir más tarde, frustrado por no tener claro a dónde dirigir sus pasos, se encontró caminando de vuelta a Hogwarts, cuesta arriba, saltando de piedra en piedra como una grotesca cabra descornada.

Afirmo con la cabeza ante la propuesta de retirada de mi hermana.

-Nos vemos tras las clases- le digo al novato Huffie, Matthew. Después me despido de mi hermana hasta la hora de clase y me marcho tan campante al Comedor.

¿Sloth? Frunció el ceño, pensando qué podía querer decir aquello, y tras darle vueltas, se dió un golpecito en la cabeza, pensando que había sido una tonta. Helen Green era la Jefa de la Casa de Slytherin, por lo que seguramente se referían a eso. El término no daba para muchas interpretaciones más.
La mención del alumno de tercero hizo que soltase una risilla. Tendría que estar más atenta, porque aquello no se lo quería perder.

- A mi tampoco me cayó demasiado bien la profesora Green... -No le gustaba pensar que una profesora pudiese estar involucrada en un hecho como aquel. Es más, por arisca que fuese, no creía que realmente llegase a tal punto.- Parece tener un carácter un poco difícil.

Sopesó la idea de los ciempiés, y aunque le gustaban mucho todos los animalejos, no estaba muy segura de querer tener uno nuevo.

- Iré con vosotras, además aún tengo que acabar el trabajo para Conocimiento de Criaturas Mágicas... -suspiró- Pero no creo que me quede con ninguno. Es demasiado pronto... -volvió a mirar al cielo.

Era cuestión de un par de días que se encontrase mejor. Por lo general era una persona realmente alegre y positiva, pero como era normal, la marcha de Greeny la había dejado tocada, sin embargo, si por la noche volvía a soñar con él, entonces se sentiría mejor. Tenía miedo de que este hubiese sido el adiós definitivo.

- La mascota de mi familia es un gato también, así que sí, está bien.- Le dijo a Eli agradeciendo su preocupación.- Tú no te preocupes, ya verás cómo cogen al culpable.- Dijo con una firmeza que sonaba convincente. Eso no iba a devolver las mascotas muertas a sus dueños pero al menos se haría justicia.- Yo ya me voy.- Dijo como disculpándose pro ser tan insensible, pero es que tenía hambre.- Nos vemos, ¿vale?- Frotó, como se frota un candelabro de plata con paño para quitarle el polvo, el brazo de Eli para tratar de reconfortarla un poco. Después se fue hacia el castillo.

Pero si a nosotras nos cae bien Helen, contestó Erzsébet. La pobre está amoscada por ser la más bajita del colegio y porque no encuentra una pareja de su talla. Mira que nos ofrecimos a ayudarla, buscando entre las diversas criaturas de la escuela, ¡pero se molestó! ¿Te lo puedes creer?

Es una gnoma muy guapa, pero siempre anda con ese ceño fruncido como si te estuviera perdonando la vida, añadió Orsolya levantando los hombros. Quisimos convertirla en nuestro proyecto de este curso para mejorar su nivel de vida, pidiendo al director que le subiera el sueldo, le diera más días libres o contratara a un profesor nuevo de su raza. Quisimos ayudarla en el despacho y siempre que la veíamos por los pasillos. ¿Por qué crees que no se deja a ayudar? Es más terca que una esfinge.

Lo llamaríamos monólogo, pero en realidad estaban hablando dos, aunque no podía considerarse un diálogo, sino un bombardeo constante de información de E y O a W, un duólogo.

Mientras una hablaba, la otra se quedaba escuchando, sopesando y decidiendo qué era lo siguiente que dirían, hasta que se agotó el tema Helen Green. Es curioso, aportó Orsolya, pero en la escuela hay profesores y alumnos que más que personas de verdad parecen autómatas. No aceptan los cambios y pase lo que pase siguen en sus trece. Siguen sus vidas como si nada ocurriera, hasta que alguien decide relacionarse con ellos; entonces cobran cierto protagonismo que pierden al ser olvidados. Y tras aquel pequeño momento filosófico y metafísico, como si aquella aportación fuera preferiblemente olvidada, volvieron al tema de los ciempiés.

Claro, nosotros llevamos el trabajo bastante adelantado, sonrió Erzsébet. Con los bichos en la habitación no sabes lo rápido que avanzamos. Seguro que contigo averiguaremos más cosas, que fuiste una de las pocas chicas que no le importó mancharse para tratar de ayudar a las pobres lechuzas.

Orsolya miró al cielo, donde había mirado Willow al decir que aún era demasiado pronto. Volviendo a fijarse en la niña de ojos grisáceos, le dijo con una sonrisa flotando en sus labios: a lo mejor alguno de los bichos te cautiva y te guiña un ojo. Son más majos que las pesetas, ya verás. Aquella expresión la había escuchado una vez en boca de Neil y aunque no supiera lo que era una peseta, la expresión sonaba adecuada.

-Adiós, Perry. Nos vemos.

No culpó a Perry por irse. En realidad necesitaba estar sola un momento, ordenar sus ideas. Pero era hora de comer, e ir a clase. Normalmente no le iba bien, le costaba concentrarse. Se preguntaba como se le daría hoy, que tenía mil cosas en la mente.

Con esos vagos pensamientos se fue de allí.

Las miró con incredulidad al escucharlas hablar sobre la profesora de Encantamientos. Ella no era capaz de culparla tan abiertamente como muchos otros, de hecho, realmente no creía que fuese culpable, ¿una profesora? no, ni pensarlo. Pero tampoco podía decir que le cayese bien. Tenía un carácter difícil, y sinceramente, prefería no tener que cruzarse demasiado con ella.

- ¿Y nunca os ha castigado? -su cara mostró sorpresa. La profesora Green no parecía tener mucha paciencia, y todo aquello que habían mencionado las gemelas solo lo podría soportar alguien con tal cualidad, al menos si tenías el mal carácter de la gnoma. A Willow no le parecía nada irrespetuoso, y de hecho, le parecía hasta bien. Le recordaba algo a la P.E.D.D.O. aquella plataforma a favor de los derechos de los elfos domésticos que había fundado una nacida de muggles, Hermione Granger.

Cuando de repente cambiaron de tema y comenzaron a hablar completándose entre sí las frases, Willow no pudo evitar sentirse identificada con lo que decían. Tenía que reconocer que hasta ahora había resultado ser bastante autómata, pero sabía que tampoco podía remediarlo, aunque era curiosa, también le gustaba estar a solas con sus libros, y eso era la mayor parte del tiempo.

- ¿No tenéis miedo de que acaben teniendo un tamaño demasiado grande? -Si les pillaban con ellos aunque fuesen de ese tamaño, seguramente acabarían en problemas. Poca gente podía tolerar a aquellos bichejos tan adorables. Así que no se quería ni imaginar si alcanzaban un tamaño bastante más grande del habitual para ese tipo de animal.- Me parecen bastante adorables, y fascinantes, la verdad, así que no dudo que alguno me cautive, pero de verdad que no creo que sea el momento. Por ahora me conformo de ayudar a Crystal con Muffys, su gato. Parece que es bastante revoltoso y tiene problemas para controlarlo.

De repente miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaban solas.

- Quizás debamos irnos, no me gustaría llegar tarde a clase. Nos vemos después de que termine, ¿no? -Sonrió, algo más animada.

De vez en cuando nos quita puntos, contestó Erzsébet. ¿Por qué crees que estamos tan abajo en la tabla?, sonrió, desvelando uno de sus secretos.

Pues la verdad..., dejó Orsolya la frase sin acabar cuando Willow preguntó sobre los ciempiés. Cuando los capturamos teníamos el deseo de que creciesen rápido. ¿Te imaginas un ciempiés gigante como montura? ¡Podrías ir a cualquier lado!

Miraron alrededor cuando Willow mencionó que se estaba haciendo tarde. Sus estómagos rugieron en contestación. ¡Si, claro que nos vemos luego!

Esperaban localizar a Kelly de camino al comedor o a clase, así le dirían del nuevo plan para la tarde. Mientras todos los alumnos con ínfulas de detective buscaban al causante del animalicidio de anoche, ellas se dedicarían a otras cosas. Estaba claro que un misterio se volvía aburrido cuando demasiados se creían con la capacidad de resolverlo.