Partida Rol por web

En la parte trasera de aquella casa había un pequeño despacho, había una mesa de madera, solitaria en una esquina; una silla de madera y encima de la mesa había una pequeña lámpara. También había unos cuantos sofás repartidos por la estancia, las paredes laterales estaban cubiertas de libros, todos sobre gramática, algunos sobre el origen de las palabras y otros acerca de conjugaciones verbales. Una de las cosas que más resaltaba de la estancia era una estatua que portaba una espada y estaba en postura de guardia, al parecer era una estatua de la anfitriona.

Pese a todo ello, lo que en verdad más resaltaba era aquel enorme ventanal que portaba las vistas al lago; se podía ver el Puerto Damocles y ambas esquinas de aquel enorme lago, cada islote, cada cueva, cada acantilado. Unas vistas hermosas aunque solo aptas para gente audaz y valiente, como vosotros.

Cuando vi el despacho y en su interior la estatua no pude evitar acercarme a ella y con la punta de mis dedos tocarla para ver si era de verdad o una persona que se hacia pasar por una estatua, o incluso el conde disfrazado, ya me esperaba cualquier ambiguedad.

Elvira se dirige hacia el despacho junto a algunos de los presentes. En cuanto abren la puerta puede ver como la señora Castillo se dirige a la estatua para examinarla mejor. Ella, en cambio, estaba bastante harta de tantas emociones fuertes y se dirige a uno de los sofás. Sin dudarlo, se deja caer sobre él.7

-Pfff -suspira. -Conociendo la trayectoria que llevamos a saber qué puede haber por aquí. No me extrañaría encontrar la tumba de Tutankamón entre los cojines del sofá. De hecho...

Medio en broma, medio en serio mete la mano por el cojín.

Dennise suspiro con desaliento al ver donde había ido a parar en busca de un lugar tranquilo, su corazón daba breves saltos ante la majestuosa e impresionante vista, fue a parar al escritorio, donde se acomodó en la silla y mirando las vistas murmuro.

-Hermoso, si esta no aparentara sdr una casa a punto de caerse la disfrutaría sin temores -al fin y al cabo no era mujer de debilidades expresas.

Fijo sus ojos en la dama que estudiaba la estatua atenta ante cualquier eventualidad.

Y yo no me fio de la estatua, la ultima vez que vi una, esta me hablo... - le respondi a Elvira cuando se puso a rebuscar entre los cojines- No veo nada inusual en ella... aunque no me extrañaria coger un libro y que se abriera alguna camara secreta... - me voltee para observar a las mujeres. Apenas teniamos pistas y las pistas que encontrabamos resultaban ser algo inutiles a decir verdad.

Josephine entra al lugar, en su rostro se puede ver una expresión de felicidad, se siente completa y llena como nunca lo había sentido desde hacía ya bastantes años. Dejó las bolsas de la compra en la mesa más cercana y con una mirada feroz y decidida habló con todos los presentes con una voz abrumadoramente positiva y alegre.

-Tengo buenas noticias... ¡He comprado limas!. Son una fruta sana y nutritiva y que además está deliciosa en una Sopa de Lima Fría. Esta receta la aprendí en Egipto cuando trabajaba de domadora de serpientes venenosas... 

El rostro de Josephine giró hacia aquel cuadro que decoraba la única parte de la pared que no estaba cubierta por librerías, justo encima de aquella caja fuerte de combinación numérica de dígitos del 01 al 99, con 3 números a añadir. Datos que se podían ver, pues aún conservaba la pegatina de sus características, a fin de cuentas, es pavoroso tener que despegar pegatinas, se puede romper una uña o si tienes mala suerte, un dedo.... o perder un ojo... o la muerte... 

-La otra buena noticia; y esta vez no viene en forma de lima aunque me lo encontré al lado de un mostrador callejero de limas es... que de ahora y en adelante volveré a ser la Josephine valiente y audaz, tal y como era cuando mi querido Ike, mi esposo, aún estaba vivo.

Con un leve suspiro volvió a mirar a aquel grupo que se encontraba merodeando por su salón, y así continuó hablando.

-Pues he encontrado a un hombre atento y cariñoso y lo he invitado a cenar con todos nosotros, seguro que podemos hacer buenas migas, si me disculpan, me iré a preparar a mi cuarto, sed respetuosos con él, por favor, una persona así no se encuentra tan facilmente... al menos no para mi...

Se podía escuchar el traquetear de la madera bajo la bota de aquel hombre, a la par que el sonido de golpe de madera contra madera a causa de la pata que palo que este tenía en su pierna derecha. Unas pobladas y largas patillas blancas. Sombrero Marinero, un jersey gris desaliñado y un abrigo azul oscuro. Además de un parche en el ojo y una pipa que sujetaba con su mano derecha.​ 

-Arrrr, Mi nombre es Capitán Sham y mi hogar es el mar. Bueno, Lago Grande...

Nada más terminar esta breve presentación, Josephine salió de la estancia subiendo las escaleras corriendo, pues al final le había perdido el miedo a cosas irracionales, al menos a algunas cosas irracionales. Dejandoos solos con el Capitán Sham.

- Curiosa estatua para una mujer que teme a todo, ¿no tiene miedo de que le caiga encima y la ensarte?

Como si me hubiera leído la mente, Josephine apareció en la estancia con bolsas de la compra. ¿Sopa de lima fría? ¿Qué demonios era eso? Por todos los cielos, era una dama de alta alcurnia, no una plebeya sin blanca. Estaba deseando que volviera el señor Poe para que nos llevara a otro lugar, pero en su lugar la buena señora nos trajo a un marino sin embarcación que vendía limas. Resultaba algo sospechoso.

- Dígame, buen señor, ¿cómo un marino como usted terminó vendiendo limas? - pregunté levantando una ceja.

Aprovechando que se encontraba solo con aquellos invitados, y pese a que parecía que aún no le habían calado el disfraz, al menos no como la anterior ocasión; decidió pasear, acercarse a aquella anciana y con la mejor de sus sonrisas, la cual era mostrar los pocos dientes amarillentos que tenía, habló.

-No vendo limas nos encontramos al lado de unas limas; yo alquilo y vendo veleros, cada velero tiene su vela, ese es mi lema... Todo desde que perdí la pierna.

Acto seguido posa su pata de palo encima de la mesa para mostrar a todos los presentes que lo que decía era una verdad absoluta.

¡Ay! ¿Dios, pero yo que mal te he hecho? Pregunto por dentro, ¿era aquel un castigo por haberse bautizado católica cuando toda su familia -materna- era protestante? Porque el castigo llegaba con 30 años de retraso, que la "señora" hace mucho que había decidido pasarse al otro mundo.

Y a ella la comida fría iba a caerle muy mal, le dio una mirada llena de impresion al escucharla decir aquello de "he encontrado un..."

Una mujer que no podia vivir sin un hombre, ¿debia sentirme indignada y darle un parlamento digno de panfleto feminista? Razones no faltaban, una mujer puede ser audaz y valiente sin un hombre, con un hombre al lado solo puede ser una damisela en apuros disfrazada de mujer audaz, pero mejor no, se veia tan contenta que mejor no amargarle el día.

Feliz con su decisión fue a ver al marinero y por poco se le cae algo de las manos, se le habría caído de no ser porque no tenía nada en las mismas.

¡Ay señor! ¡Una pata de palo!

Y ea que aunque Dennise era una dama bien nacida siempre había tenido un gran defecto.

-¿como perdió la pierna?

La pobre perdía el tacto en los momentos menos pensados.

-Estaba sentado en mi bote. Disfrutando de una Pasta a la Putanessca. Y derramé un poco en mi pierna. Y al darme cuenta, las sanguijuelas me atacaron. Luché contra ellas cuanto pude, pero mi pierna derecha languideció.

Entonces se dió de cuenta que se había equivocado de pierna y lo corrigió rapidamente.

-La derecha no tuvo suficiente fuerza para salvar a la izquierda.

Levante una ceja cuando la señora Anwhistle nos presento a aquel hombre de mar- Vamos enserio?- Me sorprendia que nadie se diera cuenta de que el hombre era muy extraño y que actuaba de forma muy rara, el disfraz era muy bueno pero estaba claro que era el Conde disfrazado. Pobrecito, mira que perder la pierna de esa forma - en mis palabras habia algo de sarcasmo - Y capitan, no conocera por casualidad al infame y granuja, Conde Olaf? 

Siendo la mujer de nervios sensibles que era, Dennise se decepciono al no poder escuchar una epica historia acerca de aquella perdida fatal.

En cualquier caso puso cara de pena, tal y como la educación lo exige y asintió.

-pobre capitán -reconoció, hasta que oyó las palabras de la señora Castillo y fijando los ojos en el capitán lo observo atenta, esperando su respuesta fue a caer en la cuenta de que el hombre era tremendamente familiar.

Estudiandolo un poco más también cayo en la cuenta de que las ropas disimulaban bien la musculatura que por lo general han de tener los hombres de mar y sacudio la cabeza.

Allí había algo extraño.

-Un hombre deleznable que a veces se hace pasar por un tal Steffano tambien -señaló, en prudente apoyo a las palabras de la señora Castillo.

-No tengo ni la más remota idea de quién puede ser ese tal Conde Olaf, pero por seguro que es alguien muy apuesto y talentoso...

Replicó el Capitán Sham quien tenía el ceño fruncido pro algún motivo que escapaba al conocimiento de alguno de los presentes. Un Misterio que no se desvelará hasta dentro de unos minutos; cuando Josephine bajara de la planta superior con un vestido ligeramente más elegante.

Levanté una ceja ante la respuesta del hombre.

- Es decir, es un marinero de agua dulce - dije con toda simpleza. 

Después, perdí todo interés en él. La historia de su pata de palo no consiguió tampoco despertar mi interés. ¿En qué clase de aguas se metía para encontrarse con sanguijuelas como aquellas? Sólo la mención del conde Olaf por parte de la señora Castillo consiguió algo de mi atención.

Con desconfianza, miré con más atención al recién llegado. Había algo familiar en él.

- Exageran, señoras - el abanico se movía de un lado a otro con exagerados movimientos - el conde Olaf es un hombre simpático e incomprendido, si salimos de esta isla tal vez lo invite a cenar - dije con un tono ligeramente irónico que denotaba que estaba mintiendo.

Josephine había llegado justo a tiempo, se deslizó por la puerta y agarró fuertemente el brazo del viejo marinero, se la veía radiante, feliz de poder encontrar a alguien que comprendía su dolor, la perdida y que aún luchaba contra viento y marea con tal de seguir adelante, vivo.

-Oh, Capitán Sham. He visto por una de las ventanas que el Huracán Herman ya está al caer, me temo que no puedo dejar que se vaya tras la cena, pues sería peligroso estar ahí fuera con un terrible Huracán acechando...

Estas palabras hicieron recordar a Josephine que la cena ya estaba lista, así como los votos del Sombrero. Por lo que se dirigió sin mucha gana a aquellos invitados.

-Podéis ir al Recibidor y a la Cocina si queréis, nosotros nos quedaremos aquí un poquito... más...

Ordenados por la anfitriona, todos los presentes deciden abandonar la estancia sin causar mayores molestias a esa mujer.

Mientras os encontrábais revisando la estancia, cayó una pequeña fotografía de un libro: "Historia de los Sustantivos".

En ella podéis reconocer a Josephine Anwhistle, su marido Ike Anwhistle y al Doctor Montgomery Montgomery.

Cuando llegó Josephine junto el Capitán Sham, no tuvisteis más remedio que esconder la fotografía.

Se la queda Elvira.