Partida Rol por web

La Casa de las Rarezas

Prólogo - Senderos del destino.

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22/07/2019, 20:15
Finnaes di Bassid

Tras observar el salón, y ver como ambos grupos se reúnen en este, os vais sentando, o apoyando en un lado u otro. Pese a que sois un grupo grande, sigue pareciendo que la sala está casi vacía. Todos os fijáis que la mujer que esta al fondo, sacando vasos y botellas, es la que parece atraer la atención del grupo. Tras unos instantes en los que se oyen ya murmullos y charlas, un carraspeo lo interrumpe todo.

- Veo que ha llegado más gente – dice la susodicha mujer -. Me presento, damas, caballeros: soy Finnaes di Bassid, letrada de la casa de las Rarezas. Tomen asiento, por favor, tomen asiento. Tenemos mucho de qué hablar. Y por favor… No toquen nada. Pueden sentarse claro, y les dejaré unos vasos y botellas, pero antes escúchenme.

Comienza a repartir vasos y un par de botellas que había dejado en la mesa. Vino. Parece bueno. Cuando ha servido a todo el mundo, y ve que no se acerca nadie más, sale un segundo hacia la entrada, cierra la puerta del salón y vuelve hasta sentarse al fondo, en un sitio donde todos podáis oír y ver lo que tiene que decir.

- Ahh – suspira, cansada. Da un trago al vaso, saboreándolo, y lo posa en la mesa-. Como todos acaban de llegar, les explicaré un poco lo que ha ocurrido. Imagino que todos venían a unirse, ¿no es así? – pregunta. Al no ver negativa, excepto la mirada confusa de la prostituta, continúa -. Bien. Eso es bueno. Son un grupo variopinto, llamativo…  No soy la encargada de estas cosas, pero estoy seguro de que muchos de ustedes habrían sido reclutados si el comandante Caedus estuviese aquí. Quizás no todos. Pero si muchos. Eso… Es bueno. En fin, les explicaré toda la historia y si tienen dudas… Pregúntenme al final. Es demasiado tarde para seguir ocultando esto, y si deciden no unirse a la casa y largarse sin más a contar lo que ha pasado… Estoy seguro de que el magistrado lo va a llevar a la prensa mañana, así que ya da igual… Ala, voy a ello.

Toma aire. Mira el vaso, y continúa.

- Yo soy la letrada de la casa, pero no soy miembro – comienza a narrar-. Vivo en un pisito no muy lejos. Hace hoy dos semanas y media, estuve trabajando hasta tarde con el comandante. Firmando acuerdos para unas compras, unos contratos varios con bancos… Préstamos y cajas fuertes. Algo así. En ese momento, la casa recibió la visita del duque Verovio di Doriar y su hijo, Nel di Doriar. La casa Doriar tienen un acuerdo de mecenazgo reciente con las Rarezas, y que había resultado bastante productivo para ambos. Yo me retiré a descansar. La casa estaba atestada, todos sus miembros duermen aquí y habían sido convocados para una charla que el comandante iba a darles a todos. Fui invitada, pero… Era tarde, me dolía la cabeza, y había discutido con Caedus. En fin, doy gracias al Preservador. Al día siguiente, cuando volví a trabajar, la casa estaba como hoy.

Señala alrededor.

- Vacía. Igual que la plaza. Había… Rotos y suciedad en la casa.  Como si algo hubiera ocurrido. Sé muy bien que no se han ido sin más, porque me habrían avisado. Quiero creer. Además… Aquí ocurrió algo raro. No sé el qué. Interrogué a los vecinos, pero nadie había visto ni oído nada durante la noche. Nada. Y es raro. Intenté… Contactar con los miembros que están fuera, como Andon Dubio, pero la sala de espejos estaba devastada. Todos los espejos de comunicación rotos. Todos. Pensé en llamar a un lector del éter, pero no me fío de ninguno. Sé que aquí pasó algo. No sé el que. Algo. Han desaparecido todos, y… No hay sangre, no hay rastros de batalla. Algo ha ocurrido en este lugar, algo siniestro que ha hecho que la casa de la guerra más afamada que existe en el viejo continente esté…  Vacía. Y no solo eso. Tampoco hay rastro del duque ni su hijo, aunque eso es algo que sospecho, porque los Doriar se han negado a recibirme.

Se termina su vaso, de un trago. Lo saborea. Vuelve a rellenarlo, mientras se toma una pausa, antes de continuar.

- A los tres días, pese al poco tiempo que había pasado, pese a que logré pagar a todos los vecinos para que cerrasen la boca, apareció el magistrado Varidaes. “¿Dónde están las Rarezas?” preguntaba. Ya lo sabía. Sabía que habían desaparecido, pese a que la ausencia de los miembros por solo tres días, era algo… ¿Normal? Pero venía a cerrarnos. “Se exige que haya presencia de las casas de la guerra de Duriel”. Mandé mensajeros en busca de los pocos miembros que estaban fuera, pero  esa gente es difícil de encontrar. Es improbable que aparezcan pronto… Si no les han hecho nada ya. Quieren destruirnos. No sé cómo hicieron lo que hicieron, si es que fue alguien de fuera, o fueron las propias Rarezas, pero fuerzas de la Asamblea quieren cerrar la casa y expropiar sus bienes.

Os señala entonces, con el vaso.

- Y entonces aparecieron ustedes, justo hoy. Llevo días peleándome con el magistrado, pero su llega ha sido providencial. Veréis: los estamentos de la casa permiten cubrir la ausencia de sus miembros a título provisional. Al tener varios contratos, como el de Elsa – señala a una de las gemelas, aunque no está segura de si es la correcta-, todos los nuevos reclutas con contratos firmados pueden firmar nuevos contratos de adhesión para el resto. Todos ustedes pueden unirse. Y sí. Sé que suena estúpido. Absurdo. Pero… Mírenlo como una oportunidad.

Sonríe. Está intentando venderos algo complicado, pero parece creer en ello.

- La casa todavía tiene fuentes de ingresos. La mansión nos pertenece. Aunque he dado descanso a los trabajadores, hay bajo contrato gente para la limpieza, de los establos… La casa sigue siendo una casa de la guerra oficial de la ciudad. Eso significa invitaciones a eventos, consultas para contratos de guerra y, en resumen, poder. Con desaparición o no, ustedes podrán reclutar a nuevos miembros, y mientras mantengan con vida la casa, mientras descubren si el comandante Caedus y el resto están vivos, muertos, prisioneros, o a saber qué… La casa será suya. Deberán votar a un comandante y sus tres capitanes, en funciones claro. Pero… Les ofrezco la oportunidad no solo de pertenecer a la casa más grande de la historia del  Viejo Continente, les ofrezco la oportunidad de acceder a sus bibliotecas, sus fondos, sus esfuerzos. Les ofrezco todo esto – suspira -. Y sí. Estoy desesperada. Podrían expoliarlo todo, pero los Perdidos me lleven, mejor ustedes que el maldito magistrado. ¿Y que ganarían? El desprecio del mundo entero. Pero son ustedes un grupo grande, y entre muchos, entre todos, podrían ustedes cuidar el bienestar y futuro de este lugar. 

Se levanta, con esfuerzo. Levanta el vaso de vino, como ofreciendo un brindis.

- ¿Alguna pregunta? Los que estén dentro, que me lo digan, los que quieran irse, ahí tienen la puerta. Una vez todos hayan firmado, podremos votar el liderazgo provisional. ¿Qué me dicen?

Notas de juego

He editado que el texto este estaba pocho :(. No es mi mejor dia xD.

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22/07/2019, 20:22
Gavilano
Sólo para el director
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22/07/2019, 20:22
Edirian

Antes de que nadie pueda adelantarse, el muchacho se ríe y avanza, sacando algo de su mochila, tras cruzar unas rápidas palabras con el gigante pelirrojo y la mujer del arco. Ambos asienten, así que el se acerca a Finnaes.

- Mi señora Finnaes, no sé si lo he entendido todo - dice el joven, de voz dulce y alegre-, pero creo haber entendido esto: la casa está vacía y necesitan reclutas. Pues aquí nos tiene, y con contratos firmados nada menos que por Andon Dubio. Lo último que sabíamos de él es que se dirigía hacia Calendia, o eso nos dijo hará ya un par de meses en Criel. Ha sido un viaje largo, pero... ¡Tenéis razón! La oportunidad que se presenta parece maravillosa. No solo seremos unos simples reclutas, seremos los reclutas que salvaremos a esta gran casa de su destrucción.

Le entrega a la letrada los papeles y le hace una reverencia, a ella y al resto.

- Cuenten con nosotros. Yo soy Edirian, al que llaman Vientoveloz, el gran hombretón es el héroe de los Dominios, Corlas far Fussein, y la cazadora asalvajada es Yria, un amor de mujer. Encantado de conocerles.

Para ser un chaval escuchimizado y desarmado, parece muy seguro de si mismo.

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22/07/2019, 22:43
Director

Hay algo que reconoces en estos minutos. Primero, al joven noble que te cruzaste... Como no reconocer al hijo pequeño del archiduque, Keir d'Erea. Tiene fama de ser bastante excéntrico, aficionado a pasar de todo y centrarse en sus libros, las cartas y poco más. Y sin embargo... Justo allí estaba.

Keir d'Erea

Lo otro que despierta tu ira es el cuadro. Al fin y al cabo, es la historia de la caída de tu casa. Reconoces de inmediato la toma de Andrimera.

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22/07/2019, 22:45
Director

Toda buena historiadora que se precie, sea esa su profesión principal o no, reconocería ese cuadro. No por el artista que lo ha pintado (que no es un prodigio) sino por lo que representa: la caída de Andrimera a manos de las Rarezas.

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22/07/2019, 23:41
Gavilano

-Voy a dar por sentado que esto no es una broma ni algún tipo de prueba de iniciación extraña... -Una voz intervino de pronto con decisión tras la intervención de Edirian.

Lentamente, el propietario de esa voz se levantó del banco en el que se había apoyado para escuchar a la mujer. Se trataba de un joven de sorprendente belleza, con facciones firmes enmarcadas por una revuelta melena dorada y unos penetrantes ojos azules. Completaban su aspecto un jubón del color del cielo, austero pero de buena calidad, y las armas de duelista que colgaban de su cinturón. Sin prisa, vació el vaso de vino antes de seguir hablando.

-Voy a ser claro. Nosotros... todos nosotros... Hemos llegado aquí en el momento y el lugar adecuados. El Destino. El azar. Podríamos debatir durante horas acerca de eso y no estaríamos más cerca de saberlo. Pero el hecho es que estamos aqui y ahora. Justo donde debíamos estar.

Mientras pronunciaba esas frases, avanzó hasta colocarse al lado de la letrada, y asintió ligeramente al mirarla a los ojos. Luego, se giró para dirigirse a los demás con una voz que no envidiaba nada a la de los grandes actores o músicos. Las palabras del joven se alzaron, melódicas y firmes, transmitiendo energía.

-Mi nombre es Gavilano. -Comenzó a decir. -Y ante todos vosotros, señora Finnaes, compañeros míos, acepto la propuesta y prometo hacer lo que pueda por salvar esta Casa. ¡Y sí! Digo compañeros. Porque tengo la esperanza y la certeza de que nadie en esta sala va a renunciar a la oportunidad que se nos ofrece. Edirian, Corlas e Yria ya lo han dicho claramente, y el chico sabe lo que dice. -Añadió dedicando una sonrisa amable al joven burgués y sus acompañantes.

-Todos hemos llegado hoy aquí, y cada uno trae consigo a sus espaldas su propia historia y sus motivos para estar aquí. Historias y motivos diferentes a lo habitual.

-No se trata de dinero, aunque no hay duda de que la Casa de las Rarezas tiene suficientes fondos. Tampoco se trata de gloria, aunque probablemente nos espere si logramos hacerla perdurar. No, no es nada tan mundano. Por dinero y gloria hay decenas de lugares llenos de soldados idiotas en los que labrarse un futuro. -Hizo una pausa, en la que la brillante mirada de sus ojos azules recorrió a todos los reunidos. Los observó con reconocimiento, con satisfecho orgullo. -Si todos nosotros hemos llegado hasta aqui es porque buscamos algo más. Algo que sólo la Casa de las Rarezas podría darnos. Poder, venganza, esperanza, un lugar en el que encajar, ¿qué más da? El caso es que necesitábamos a la Casa de las Rarezas... Y ahora es la Casa la que nos necesita a nosotros. Así que de verdad espero que nadie se eche atrás.

Con soltura, como si realmente ya hubiera interiorizado que aquel lugar era su nuevo hogar, el joven tomó una de las botellas y se sirvió de nuevo un poco más de vino. Por un momento, se quedó observando el líquido oscuro, meditabundo, pero luego recuperó de nuevo su sonrisa.

-Sabía que mi vida sería más interesante al alistarme aquí, señora Finnaes, pero no imaginaba que todo comenzaría tan rápido. -Alzó el vaso, en un gesto de saludo hacia todos los reunidos en el salón. -Por nosotros, compañeros.

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22/07/2019, 23:45
Gavilano
Sólo para el director

Después de su discurso, Gavilano dejó que fueran otros los que contestaran a la letrada, y aprovechó ese momento para acercarse a la joven.

-Todos lo que he dicho también va dirigido a tí. -Dijo, mirándola a los ojos. -Tú también has llegado hasta aquí y tienes el mismo derecho que cualquier otro a unirte. Hay muchas formas de ser de utilidad a la Casa.

-O puedes simplemente quedarte a cenar. -Añadió, dejando caer unas monedas sobre la mano de ella. -O irte. Eres libre, Fantina. Pero realmente querría que te quedaras.

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23/07/2019, 00:44
Viero
Sólo para el director
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23/07/2019, 01:44
Esla d'Iridar

Esla entró en la mansión observando a su alrededor con atención. Pese a haber sido la primera en mostrar su intención de actuar cuando la letrada había reclamado el contrato, y haber entrado de buena gana, mantenía todo el tiempo la mano sobre su estoque. Igual que su hermana, era una mujer bella; rubia, delgada y bastante alta. Vestía unos pantalones negros, una casaca larga azul, y llevaba el cabello recogido.

Observó a las personas que estaban ya allí, con una mezcla entre curiosidad y desconfianza, antes de situarse cerca de la letrada para escucharla. Dio un trago al vino, pero no antes de que Finnaes hubiera hecho lo propio. Escuchó lo que tenía que decir, sin hacer en ningún momento ademán de interrumpirla.

Tras ella intervinieron dos de los hombres que allí se encontraban, y también esperó a que acabasen.  Ante la intervención de Gavilano no pudo evitar mostrar una sonrisa que se quedó a medio camino entre la sinceridad y el sarcasmo. No se veía a si misma brindando con un discurso como aquel… pero… pero iba a hacerlo.

Alzó su copa a la vez que le ponía con delicadeza la mano en el hombro a Finnaes.

-Creo que es bastante apropiado que una casa muerta acuda al auxilio de otra con tanta historia, para evitar que corra el mismo destino. Estoy segura de que hablo también en nombre de mi hermana - giró la cabeza buscando a Arden con la mirada- cuando digo que desde hoy las gemelas d’Iridar pasarán a formar parte de la Casa de las Rarezas.

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23/07/2019, 02:45
Adalo di Taran

Adalo permaneció apoyado en una de las paredes del gran salón mientras escuchaba a unos y a otros, al escuchar las palabras de la letrada, "comandante", "capitán", un escalofrío recorrió su cuerpo. Sin duda habían sacudido viejos recuerdos, que quizás no fueran tan viejos. El honor de la casa di Taran... Pensó para si mientras miraba de reojo la copa de vino que se encontraba en la mesa más cercana a él.

Convencido de la oportunidad se separo de la pared en un movimiento seco, casi eléctrico, y tomo la copa alzándola al cielo, no pronuncio palabra pero cuando Gavilano, Esla y los otros que se les unieran bebieran de su copa el haría lo propio con las suya. A fin de cuentas debían formar una casa de la guerra con los allí reunidos... Había mucho trabajo por hacer.

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23/07/2019, 09:04
Viero

 

Al entrar en la mansión Viero no sintió otra cosa sino decepción, la gran casa de las rarezas, vacía y solitaria. La imponencia de su fachada era totalmente opacada por la desgraciada situación reflejada en su interior. Junto a los demás y en silencio dejó caer su cuerpo en el asiento mas cercano intentando escuchar lo que decían.

Recibió su copa y como invitandose a si mismo a entrar en un trance, comenzó a hacer girar el vino desde el caliz, mientras prestaba atención a lo que decía su "anfitriona".

La situación que Finnaes di Bassid exponía tampoco era alentadora, parecían las patrañas que diría algún estafador y si no fuese así, ¿quien sabe en que lodazal de problemas estaba metida aquella casa de guerra?.

Pensaba en todas las razones por las que había llegado allí, y con cada una de ellas sentía la necesidad de apretar un poco más su copa.

"Maldita serpiente rastrera" - murmuró.

¡CRAG!

Sonó el estallido de la copa en su mano.

- Discúlpenme... compañeros - dijo Viero mientras se sacudía la mano con la que sostenía la copa cuidando de no cortarse - supongo que tendré que brindar en otra ocasión y por otras circunstancias, y no digo esto porque no haya vino suficiente.

Entonces sacó de un bolsillo interior en su saco el contrato firmado por Andón Dubio y se acercó a Finnaes di Bassid, dejandolo frente a ella, en la mesa.

- No tengo nada que perder, y es este el destino que me tracé hace muchos años atrás, no hay camino de regreso para mi - le dijo Viero observandola a los ojos - le ruego, letrada Finnaes, no me haga perder el tiempo.

Se alejó un paso de ella, tomó una copa vacía y se sirvió un poco más de vino, el cual bebió todo, para servirse un poco más.

- A cambio daré todo mi apoyo y lealtad a la Casa de las Rarezas - dijo mientras volvía a su asiento, ignorando la copa rota y el vino derramado.

Entonces siguió observando su copa de vino, la cual reflejaba a todos y cada uno, mientras hacía girar su interior una y otra vez, esperando la declaración de los demás.

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23/07/2019, 13:30
Cael di Venture
Sólo para el director
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23/07/2019, 18:32
Peara de Valdebrian

 Peara ingresa a la casa lentamente, inspeccionando el lugar con su aguda mirada. Los cuadros, las paredes, la arquitectura del lugar... todo llamaba la atención. Y todo lo que había alrededor contaba historias de aquel lugar. Sin embargo, la historia más importante es la que ella y los interesados a unirse a la Casa de las Rarezas estaban a punto de comenzar. Por lo que algún recorrido por la mansión sería deseable para la muchacha, pero no urgente.

 Se quedó parada cerca de una de las paredes del gran salón, dejando que los demás interesados se sentasen. La cantidad de burgueses y nobles que había en el lugar ya le hacía pensar a Peara que alguno se ofendería si al lado de ellos se sentara una simple plebeya. Lo que sí hizo la chica fue servirse un vaso de vino. No porque ella misma fuera amante de la bebida; sino porque preveía que habría un brindis una vez que Finnaes terminará su discurso de bienvenida. Si bien este no fue muy alegre, dado la desaparición de los antiguos miembros.

 Al escuchar las palabras de Gavilano, Peara levantó su copa en señal de saludo para él y el resto de los nuevos miembros. Empezaba una nueva época para la Casa de las Rarezas.

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23/07/2019, 23:40
Hiparchia de Menas

El discurso de Finnaes arrojó más sombras que luces sobre lo acontecido en la Casa. Algo grave había pasado, eso se podía sentir en todas las esquinas de la mansión. Una silla fuera de lugar, una copa hecha añicos en el suelo, el pico de una alfombra doblada*. Parecía... parecía como si de pronto a los moradores de la Casa de las Rarezas les hubiera sobrevenido una urgencia categórica de abandonar el edificio. Como si alguien hubiera chasqueado los dedos, haciéndolos desaparecer en medio de la normalidad del día. Ni rastro del comandante, y mucho menos de Skagg. 

Acarició la mano de Inara para llamar su atención y se acercó a Finnaes. Aguardó a que Gavilano y Esla terminasen su discurso, alegato o lo que quiera que fuera aquello e incluso se abstuvo de hacer comentario alguno ante el impostado ataque de rabia del joven Viero. Simplemente puso los ojos en blanco. Aquellos absurdos caballeretes le daban vergüenza ajena y consideraba que estarían mejor dentro de un libro de fantasía. Por Dios, ¿de donde habían salido? Ya nadie hablaba así en las calles.

-Señora -se dirigió a Finnaes entregándole un sobre cerrado-. Léala, es un contrato firmado por el comandante. En él accedo a formar parte de la Casa, y tengo la intención de mantener mi palabra, a pesar de que las circunstancias hayan cambiado de manera tan drástica. Además, me gustaría incorporar a los servicios de la Casa la espada y la inteligencia de la señorita Inara, mi guardaespaldas personal, además de fiel conocedora de tantos estilos de lucha como el hombre haya sido capaz de imaginar. 

Bajó un poco la voz para formular la siguiente pregunta. Conocía la respuesta de antemano, muy a su pesar, y sin embargo pensó que no estaría de más asegurarse. El motivo de mi visita es reunirme con Nordak Skagg, capitán de la Casa de las Rarezas. Imagino que su paradero, al igual que sucede con el comandante y demás miembros, es desconocido. ¿Me equivoco?

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Notas de juego

Advertir para intentar hallar algún detalle extra. 

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24/07/2019, 01:15
Cael di Venture

Había pasado tantas veces por los terrenos de la Casa de las Rarezas sin llegar a poner un pie en su interior que su mente había viajado entre posibles decorados, desde tapices de áridas tierras hasta figuras de exóticos animales vistos más allá del mar. Aunque dictaba de ser tan abundante en cuestión de lujos como lo era en su imaginación, no podía negar que tanto las pinturas impresionistas como la distribución eran de su agrado.

Paseó por el salón oteando todo el visible desorden mientras se quitaba las gafas de sol que había portado en todo este tiempo. Había tenido suficientes clases de protocolo como para saber que en lugares techados era signo de mala educación si no carecías de algún tipo de problema visual y, por ahora, él estaba perfectamente. Justamente eran sus pupilas las que pasearon por las jarras llenas y los vasos tirados en el suelo, acercándose a uno de ellos para darle una minúscula patada con tal de que rodara unos centímetros, queriendo comprobar si estaba agrietado antes de agacharse y cogerlo con la zurda, volteándolo y mostrando un fingido interés.

Dejó el vaso cuando las puertas se abrieron, dando paso a un nuevo grupo de integrantes. Notaba a algunos desubicados con el momento y el lugar, otros “demasiados” predispuestos, aunque de entre todos prácticamente sólo se fijó en una persona.

Mientras el resto optaba por sentarse en los sillones, el pequeño de los Venture prefirió acercarse a una de las mesas y apoyarse sutilmente en ella, rozando con la yema de sus dedos alguna de las jarras llenas para comprobar su temperatura.

Cuando Finnaes empezó la explicación y distribuyó los vasos con vino, declinó su copa con un educado gesto de mano. No dudaba que fuera un licor de los buenos, pero cuando eres un asiduo de la corte y las fiestas el vino se vuelve el agua de los nobles, cada cual más caro y con matices nunca imaginables, así que estaba feliz con su granizado de café dulce dándole pequeños sorbos. Mientras tanto escuchaba, aunque por lo que había visto en la entrada bien podía hacerse una ligera idea de qué había pasado aunque nunca imaginó que llegaran a ese punto. Interesante. Evidentemente había puntos que le llamaron especial atención aunque esperó a comentar hasta que el resto lo hicieran.

El más sonante fue el desconocido rubio, mostrando una actitud que si bien parecía heroica, a Cael le resultó ridícula. Le recordaba demasiado a los personajes de literatura caballeresca que su hermana leía, incluso sus movimientos eran parecidos al de los protagonistas, alzando una ceja a medida que avanzaba su charla.

Cuando terminó Cael aplaudió. Un par de aplausos lentos, sonantes, que retumbaron como un eco en las paredes del lugar.

Disculpadme, ¿interrumpí? No era mi intención.- Dio un último sorbo a su bebida y la dejó en la mesa antes de levantarse y caminar sin rumbo estimado, simplemente pulular por la habitación con las manos en los bolsillos.- Veo que todos se han enfocado en un mismo punto cuando la señorita di Bassid presentó varios frentes.- Miró a la susodicha, guiñándole un ojo mientras se acercaba a su posición, aunque caminara alrededor como si fuera un planeta que orbitaba a paso lento.- Está claro que algo ha pasado aquí, y reconozco que los hechos son cuanto menos llamativos. En cualquier caso empecemos por lo básico.- Se detuvo cuando estaba frente a la letrada, ampliando su sonrisa.- Mi familia tiene buena relación con los Doriar, posiblemente me recibirán si les pido una audiencia.- De soslayo miró al resto. No conocía a la gran mayoría, pero estaba casi seguro que prácticamente era el único que podía conseguirlo de los que estaban reunidos.- Aparte me reuniré con Cord far Ascard, comandante de los Dragones de Cobre. Si es cierto que este lugar ha sido atacado necesitará un mínimo de protección, es mejor prevenir.- Continuó su marcha con un asentimiento de cabeza, esta vez hablando en voz alta consigo mismo.- Tal vez…- Esta vez se detuvo, pensativo, frente a Gavilano.- ¿Era Gavilondo?* Disculpe, soy malo para los nombres. Por su heroico discurso he entendido que quiere asumir el papel de “Comandante”, ¿es cierto? – Esperó a la respuesta del hombre, comprobando si su intuición era buena o no.- ¿Está curtido en batallas? ¿Entiende de liderazgo? ¿Tiene contactos? – Posiblemente le estaba acribillando a demasiadas preguntas, soltando una breve carcajada mientras le colocaba una mano en el hombro.- No era mi intención importunarle, tampoco obtener el puesto de líder, más bien quería estar seguro de que la persona que quería estar al cargo estuviera preparada. Por eso creo que lo mejor será que los tres Capitanes sean los miembros más influyentes mientras que el Comandante la cara visible.- Giró el rostro para buscar a las hermanas d’Iridar, aunque más concretamente se centrara en Esla.- Creo que mínimo una de vosotras debería obtener el cargo, si os place a vosotras y al resto.- Agachó momentáneamente la cabeza como muestra de respeto y educación cuando sus miradas se encontraron.- Me gustaría ser otro de los Capitanes, si nadie tiene objeción a esto.- Parecía que iba a añadir algo más, mostrándose dubitativo durante una fracción de segundo, terminando por soltar el aire que retenía en los pulmones.- En cualquier caso vine aquí para hablar con el Comandante Caedus y, a diferencia de otros, carezco de contrato. ¿Alguno de los presentes sería tan amable de contratarme? – Soltó la pregunta al aire sin fijarse en nadie en especial, aunque él esperaba especialmente la intervención de uno de los presentes al respecto.

Notas de juego

* Lo siento, tenía que hacerlo, era superior a mí xDD

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24/07/2019, 03:21
Eikon

Eikon suspiró. Había salido de un naufragio literal para meterse en otro figurativo. Sin embargo, realmente no tenía a donde más ir. Además, siendo realistas, sólo una casa de la guerra, o como se llamasen, aceptaría a alguien como él, y dado su anterior encontronazo con los tales "dragones de cobre" (parecían más unas lagartijas de latón), le parecía a él que aquello no era una opción.

Luego de la información vino la duda, el temor... y las palabras. Dioses, hablaban como si se les fuese la vida en eso. Sin embargo, Eikon aprovechó para sopesar las palabras de cada uno. Parecían sinceros, al menos de momento. Cuando todos terminaron de hablar, el tatuado dio unos cuantos pasos hasta quedar más o menos a la misma altura que los demás (pues se había quedado en la pared más alejada del tumulto), y carraspeó.

No me caería mal un contrato —dijo en voz monótona, con un acento bastante... extraño, nada parecido al que cualquiera hubiese podido escuchar antes.

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24/07/2019, 08:59
Arden d'Iridar

La situación parecía estar tomando un cariz algo caótico, así que me decido a intervenir antes de que vaya a mayores.

-Sin duda el asunto de decidir los oficiales de la casa es esencial, puesto que no podremos realizar ningún movimiento importante antes de decidir nuestros representantes, pero creo que es una discusión que podemos tener un poco más tarde. Todos acabamos de llegar y lo hemos hecho con expectativas distintas a la situación que nos hemos encontrado, por lo que puede venir bien tener un rato para reflexionar antes de ponernos a discutir estos temas.

Además, - me giro hacia Peara y Finneas y las señalo al referirme a cada una- me preocupa el estado físico de estas dos damas, Peara tiene una herida en la cabeza que debería ser examinada como corresponde, y por la historia que ha relatado Finneas estoy convencida que necesita un descanso tras lo que parecen haber sido un par de semanas terribles para mantener la casa a flote.

Me giro hacia Cael y Eikon -Por supuesto, mi hermana y yo nos ofrecemos a redactar los contratos a quien le falten de forma inmediata para asegurarnos que todos somos miembros antes de cualquier discusión.

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24/07/2019, 12:40
Inara

El interior de la casa estaba como si tras un asalto alguien hubiera hecho apropio de muebles y botines, imposible no pensar en los barcos, había visto cosas similares multitud de veces, aquí al menos no habían destruido la casa, de tratarse de un barco estaría en el fondo del mar.

No era quien para juzgar, pero últimamente habían aparecido en la plaza y habían entrado también al interior una serie de hombres y mujeres cuanto menos extraños, no más que los que habían salido del carruaje.

Por momentos la situación empeoraba y tenía claros de luz entre tanta tiniebla. Que hubiera desaparecido gente y que eso proporcionase la excusa para integrar a gente nueva era una oportunidad muy a tener en cuenta, que no tuviera contrato alguno y que, por tanto, no pudiera vincularse con "la casa de las rarezas" era un gran inconveniente. En esas cabilaciones se encontraba cuando escuchó la propuesta de Hiparchía, como un rayo de esperanza iluminando el horizonte provocó una sonrisa de oreja a oreja en el rostro de Inara. - Gracias, señora Hiparchía, es usted más que una señora, también una gran persona y amiga. No la defraudaré.

Aquella mujer, era increíble, la había adoptado como su guardaespaldas y además la vinculaba a la casa. Trató de recordar la última vez que alguien había hecho algo por ella, y no consiguiéndolo se reafirmó en la consideración de lo afortunada que era de servir a Hiparchía.

Cuando escuchó como el noble de los refrescos también tenía el mismo problema de no traer contrato alguno, se le ocurrió que bien podía ahora, ella, contratarlo como mozo o cocinero quizás; resultaría divertido. Por supuesto, no verbalizó comentario alguno.

 

 

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24/07/2019, 13:49
Viero

Viero escuchaba atentamente a los otros integrantes mientras parecía distraido observando su copa.

Había una persona en particular que no podía dejar de ojear, cuando finalmente escuchó su voz dejó quieta su copa para reflejarlo mejor.

Pocos rostros se vuelven familiares en el Triangulo, mucha gente va y viene, y la de la que se quede la mayoría muere... es dificil olvidar un rostro que se vuelve familiar en dichas islas. Y el rostro de Inara parecía... ligeramente familiar.

Por un momento sintió que sus ojos se encontraban con el reflejo de los de ella, entonces, como si un espectro lo mirase, dejó la copa en la mesa y comenzó a observar a Yria la salvaje, y le sonrió, a lo mejor las malas caras que le hacía le levantaban de ánimo.

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24/07/2019, 19:18
Vairan

Era lo que tenían ciertas callejuelas de la ciudad, que la estrechez no permitía un paso cómodo a paseantes que se cruzaban y, sobre todo, que las conversaciones que se mantuvieran en esos momentos podían ser escuchadas por cualquiera. Así fue en ese caso que el magistrado y la pobre mujer que lo seguía sofocada parecían mantener una discusión, o más bien el hombre se mostraba sumamente enfadado por algo que había sucedido. No me gustaban los magistrados y ese no era ninguna excepción a pesar de que no lo conocía de nada, al contrario que al muchacho que iba cerrando el grupo, el miembro más joven de la casa d’Erea, y no pude evitar observarlo con extrañeza mientras me preguntaba qué diantres hacía allí y no atendiendo a sus libros.

Pero tal cual pasó el grupo así pasó mi interés en ellos y, sabiendo que el resto de mis acompañantes me seguía hacia nuestro destino, continué el paso hasta que por fin dimos con lo que habíamos ido a buscar. Hacía tiempo que no me pasaba por allí y me sorprendió ver lo abandonado que estaba el lugar, así como comprobar que los rumores de la desaparición de todos los miembros de la Casa debían haberse extendido pues no sólo nosotros sino más personas parecían tener su meta en aquella mansión.

Nada más cruzar sus puertas me quedé paralizado, mirando al frente con los puños apretados y sin prestar atención a las personas que pasaban a mi lado. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no liberar mi rabia allí mismo y, cuando ya todos parecían haber pasado a otra sala no fue que me decidí a entrar yo también aún con el ceño fruncido y el malestar en todo mi cuerpo.

Entré justo a tiempo de oír a una mujer dar su parlamento, pero eso no impidió que, mientras escuchaba, me fijara en todas y cada una de las personas que estaban allí pues al fin y al cabo la mayoría de ellos serían los nuevos reclutas.  Me senté en el lugar más apartado que pude, desde el cual podía seguir observando a los presentes y sus reacciones ante lo que fuera que la mujer nos fuera a contar. Agradecí la copa de vino pero apenas le presté atención, sabía de sobra cuándo no era adecuado beber y aquel era uno de esos momentos. Apoyé mis codos en el reposabrazos del asiento y junté las yemas de mis dedos colocándolos a su vez sobre mis labios, prestando la máxima atención a todo lo que sucedía en salón, poco de lo que pudiera decir la mujer me iba a sorprender.

Mis ojos se posaron en un rostro conocido, el joven Venture, el tercer hijo del duque pero no se detuvieron en él sino que se centraron en los que hablaron en respuesta a la letrada. El jovencito al que había guiado y el tal Gavilano se les veía muy decididos a aceptar la propuesta, y no pude evitar sonreír con ironía ante el discurso del rubio que más parecía recién salido de artista de corte que de un futuro asesino. Pero fue la mujer que habló a continuación la que llamó mi atención, tanto ella como su hermana, idénticas como gotas de agua, despertaron en mí mucha curiosidad pues no sabía que hubiera quedado nadie con vida de su casa. Esto se está poniendo muy interesante, un Venture, dos d’iridar…

Uno a uno fueron dando sus motivaciones, sus propuestas, mostraron sus enfados, sus ansias y, sobre todo, comenzaba una hipotética lucha por el poder. El discurso del joven Venture consiguió que la ironía de mi sonrisa se acentuara aún más y, cuando todos por fin parecieron cerrar la boca para descanso de mis oídos, fue cuando decidí levantarme de mi asiento y, con paso lento y estudiado, y por qué no decirlo también un tanto chulesco, me encaminé hacia la letrada mientras rebuscaba algo en el bolsillo interior de mi vieja chaqueta.

Señora —hice una ligera reverencia cargada de socarronería—. Y aquí está mi contrato firmado de puño y letra por el mismo comandante Caedus —me quedé mirando a la letrada a los ojos mostrándole una de mis sonrisas encantadoras.

- Tiradas (1)