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La Compañía Negra 2: La Puerta de Galdan.

La Compañía Negra: Campamento Principal.

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01/12/2015, 00:48
[RIP] Asesina.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

 

La mujer se ubicó cerca de su cabo, mientras escuchaba las arengas de sus compañeros. Su mano derecha guardaba su daga con firmeza, y sobre su piel se pegaba el cuero oscuro de su armadura. La situación no era nada prometedora. La heridas todavía estaban muy presente, al borde siempre de volver a abrirse. Moriría de una u otra manera si el enemigo lograba pasar por el portón. 

Mientras hacia girar la empuñadura de su daga, su mente pareció perderse por un momento en los recuerdos. Fue un instante, luego sus ojos volvieron a enfocarse en el portón y los alaridos de sus compañeros recobraron su nitidez. Ya se aproximaban.

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01/12/2015, 01:11
[RIP] Ikharus.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Había pasado parte de la noche ayudando aquí y allí, donde le ordenaban y donde sus habilidades podían ser más útiles en aquellos difíciles momentos. Pero al llegar la mañana, la situación ni mejoró ni se tranquilizó. Llamados a armas, el veterano y viejo leñador tomó sus dos hachas, dispuesto a marchar a la batalla una vez más y sacar de aquella una nueva historia que exagerar y con la que dar a los más jóvenes un motivo para desear llegar más lejos. Había llegado el momento de luchar, de dar muerte a más.

Por ello se personó junto a su Cabo, Matagatos, listo para el combate. - Dirija mi hacha, Cabo. Este anciano aun puede dar buena cuenta de sus enemigos. -

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01/12/2015, 12:32
El Cráneo de Plata.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR:

Piojillo llega al galope, completamente exhausto tras cabalgar toda la noche, a lomos de un derrengado caballo de guerra pesado del Triplete.

Enseguida da la alarma, le persiguen jinetes del Triplete, al menos once, y Sicofante se ha quedado atrás a enfrentarse a ellos para darle tiempo a escapar.

Lombriz comenta entonces que lleva varios días intentando decir que él e Ikharus se enfrentaron hace unos pocos días a una mujer noble del Triplete y se trajeron su cabeza cortada.

Lengua Negra ordena preparar la defensa del Campamento, mientras Ponzoña corre a avisar a Analista, quien confirma esta orden.

Fuera de la empalizada hay un grupo numeroso de seguidores de campamento, un grupo que retorna de Cho’n Delor con nuevos suministros, y otros que cultivan un escuálido huerto en el árido Llano, usando agua de los pozos excavados en el interior del Campamento.

El Cabo Cortaplumas vigila con sus Reservas, mientras la Sargento Falce sale afuera a hacer volver a todos al interior del Campamento, a refugiarse tras la protección de la empalizada.

El ataque es sorprendentemente veloz, pese a que Cortaplumas y el Cabo Ridvan estaban alerta y dan la alarma a voz en grito.

Un comerciante de la Compañía, Precio, es el último con su carro lleno de hortalizas procedentes de las aldeas agrícolas Doloritas. Cuatro Rufianes de Usurero, esos tipejos siniestros con cuchillo que normalmente se dedican a incordiar a todo el mundo y a amenazar a los que deben dinero a Usurero (como a Piojillo hasta que Lengua Negra saldó sus deudas, hace poco), desenvainan sus espadas cortas o garrotes y se interponen entre el carro de verduras y los atacantes, que parecen un grupo de jinetes del Triplete fuertemente armados y vestidos con carísimos ropajes nobles de fantasía.

Una mujer con una armadura de semiplacas que aparentemente debería de ofrecerle poca protección arroja dos espadas cortas a una velocidad imposible desde lo alto de su increíble caballo de guerra pesado, un animal monstruosamente grande y fuerte. Dos de los Rufianes caen al suelo mientras los otros dos pugnan por defenderse mientras los jinetes nobles del Triplete les lanzan lazos de cuerda.

El Cabo Ridvan lanza una certera flecha justo al centro del pecho de la mujer que parece liderar el ataque, la Heroína de la Puerta de Galdan en persona. La mujer agarra la flecha al vuelo y la tira a un lado al tiempo que desenvaina un destellante alfanje que refleja la luz del Sol de un modo antinatural, cegando por un momento a los defensores de la Compañía, que en ese momento disparaban una lluvia de flechas y jabalinas.

Los once jinetes atacantes se retiran, arrastrando por el suelo del Llano de Galdan a los cuatro Rufianes de Usurero.

El Sargento Virote ordena que se abran las puertas para iniciar la persecución. Analista sale corriendo de la Tienda de Mando y da una contraorden de la orden dada por el Sargento del Pelotón de Arqueros. Ordena que nadie salga ni se mueva de sus posiciones, pues cree que es una trampa para atraer a los miembros de la Compañía fuera de la protección del Campamento.

Usurero sale de la Tienda de Grog y comienza a discutir con su hermano menor, Analista, pero éste le ordena que se meta en su tienda. Usurero obedece, pues es una costumbre muy arraigada en el seno de la Compañía que en situaciones de emergencia los Seguidores deben de hacer siempre lo que manden los Hermanos Juramentados.

Transcurre menos de una hora, y los vigías en el lienzo Sur de empalizada ven que los tripleteros están colocando postes delante del Campamento de la Compañía, justo fuera del límite del alcance de los arcos. Los jinetes nobles hacen su aparición entonces soltando sacos de leña alrededor de los postes, en los que poco después unos soldados de infantería del Triplete fuertemente acorazados con armaduras de escamas pese al calor reinante, atan a cinco figuras a los postes alrededor de los cuales han apilado leña… Se trata de los cuatro Rufianes de Usurero, y de alguien más que parece herido, aunque vivo, y al que colocan en el centro.

Los ojos agudos de Ridvan y de Cortaplumas son los primeros en identificar al quinto hombre: se trata de Sicofante. Enseguida se corre la voz entre los defensores de la Compañía.

Cortaplumas, la Sargento Vientos, la Sargento Falce y algunos más se colocan alrededor de Analista y comienzan a discutir con él acaloradamente. Le dicen a gritos que hay que salir y rescatar a esos hombres, Analista insiste obcecadamente que no, que es una trampa, y ordena que nadie se mueva de su posición defensiva actual.

Transcurren unos minutos angustiosos mientras los miembros del Pelotón de Arqueros y varios Exploradores y algunos otros disparan sus flechas. Incluso los arcos largos tienen dificultades para llegar, y las pocas flechas que llegan rebotan en las armaduras de escamas de los Tripleteros o son desviados por el alfanje cegador de la Heroína.

La Heroína de la Puerta de Galdan mira directamente hacia toda la Compañía Negra, y en gesto de burla y desafío alza una antorcha, con la que después prende las cinco hogueras.

Los cuatro Rufianes de Usurero no se mueven cuando las llamas se alzan en sus hogueras, seguramente ya estén muertos por las heridas sufridas en su captura y en especial por ser arrastrados por el suelo con cuerdas por los jinetes nobles del Triplete. Sin embargo, Sicofante sigue vivo, como se evidencia cuando comienza a gritar en alaridos espantosos conforme las llaman queman su cuerpo.

Muchos miembros de la Compañía se quedan paralizados en sus puestos, con la sangre helada en sus venas.

La quietud es rota repentinamente por un estruendo terrible que suena en las puertas principales del fuerte de la Compañía. Alguien las acaba de embestir desde dentro con una fuerza monstruosa y se escucha un crujido de madera rota mientras las puertas se abren.

Todos los defensores del adarve miran hacia abajo, hacia las propias puertas, rotas desde dentro por una figura acorazada. ¡Es el Cabo Barril!

El hombretón grita como una bestia enfurecida mientras termina de abrir las atrancadas puertas y sale corriendo en una loca carrera hacia las cinco hogueras, la Heroína, los diez jinetes nobles, la infantería pesada, y el agonizante Sicofante.

Tras un breve instante de vacilación mientras Analista grita que nadie se mueva, toda la Infantería, con la Sargento Vientos y el Cabo Lemur a la cabeza, sale en una loca y desenfrenada carrera.

La Heroína de la Puerta de Galdan arroja una lanza al estómago del Cabo Barril, que sigue corriendo pese a la tremenda herida. A continuación desenvaina un segundo alfanje, aunque este no brilla como el primero. Cuando el tambaleante Barril llega a su alcance, lo recibe con una tremenda ráfaga de cortes, irrealmente veloces, y el gigantesco Barril cae desplomado al suelo. Justo cuando cae, logra alcanzar de refilón a la Heroína, causándole un ínfimo corte en la mejilla izquierda.

Entonces llega el resto del Pelotón de Infantería, que es recibido por una andanada de flechas de arqueras que habían permanecido ocultas hasta ese momento. Arqueras de Galdan, una orden de vestales vírgenes que dedican sus vidas a servir a la memoria del héroe Galdan.

Los acorazados Veteranos del Triplete se enfrentan con espadas largas a la Infantería de la Compañía, que está siendo inmisericordemente asaeteada por certeros flechazos que parecen encontrar su camino incluso entre las filas de sus aliados, impactando sólo a enemigos y no a fuerzas amigas. Los jinetes nobles cargan, riendo a grandes risotadas y crueles carcajadas, contra la Infantería de la Compañía, sin duda esperando una victoria fácil, una masacre de la elite de la Duodécima.

Sin embargo, pronto se revela que las cosas no van a ser tan fáciles para las fuerzas del Reino Pastel. Los guerreros de la Compañía luchan con los ojos anegados en lágrimas, gritando inconexamente. Muchos gritan el nombre de Sicofante, como si fuese un grito de guerra, otros gritan Peregrino, o los nombres de otros amigos y hermanos caídos durante esta Guerra Pastel contra los Fantasmas Irredentos y otras fuerzas del Triplete.

La batalla es salvaje, y todos los miembros de la Infantería resultan heridos o malheridos, pero los nobles y veteranos del Triplete son despedazados mientras la Heroína y las Arqueras de Galdan huyen, en especial cuando otras fuerzas de la Compañía comienzan a salir del fuerte corriendo o a caballo para unirse a la lucha.

Al final no es posible salvar a Sicofante, que muere una agónica y terriblemente dolorosa muerte en la hoguera, y muchos miembros de la Compañía resultan heridos, pero el grueso de las fuerzas que acompañaban a la Heroína de la Puerta de Galdan son aniquiladas. Quizá esta será la última vez que la Heroína subestime a la Compañía Negra.

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01/12/2015, 20:04
[RIP] Pipo.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR:

Presenció todo desde su puesto en la empalizada. Había tenido tiempo de arrojar una jabalina a la infantería del Triplete cuando acudieron a llevarse a los esbirros de Usurero, pero se largaron, y él estaba atado a su puesto por la manada. Permaneció ahí, como una hermosa estatua de ébano a la que unos juerguistas poco finos hubieran vestido con ridículos abalorios y una peluca amarilla.

Seguía con su murmurada cantinela de "matarrrr", pero estaba clavado en su sitio, y desde ahí presenció con gusto el asesinato de Sicofante. Con gusto porque le gustaban el sufrimiento y la muerte. El aroma a carne asada le hacía la boca agua. ¿Era familia? Si. Pero debía permanecer en su lugar. En eso consistía la "familia".

No obstante no poder participar disfrutó cuando el cabo Barril se pasó por el forro de los cojones las órdenes del viejo. Y cuando lo mataron. Se mantenía en su lugar sin pararse en bolas sobre si este o el otro o el de más allá hacía lo que tenía que hacer o no lo hacía. Su pensamiento era inarticulado y poco complicado. Disfrutó con la lucha y con la sangre como si hubiera estado ahí, en cualquiera de los bandos. Seguía los movimientos de los contendientes solamente con los ojos.

Cuando todo acabó parecía que iba a seguir ahí todo el rato. Parecía que nunca más iba a cambiar de personalidad. Se entretuvo un momento en el parapeto. Se desperezó lánguidamente, como su hubiera echado varios buenos polvos. En medio del último torció la cabeza de una manera que no se correspondía con lo que debería ser en ese momento.

Se rascó la coronilla. Miró hacia todos los lados sorprendido.

Pipo se quedó de piedra cuando se encontró con que se había organizado una degollina a tiro de flecha del parapeto.

Qué raro. Pipo suele despertar en medio de todo, y con agujeros. La última vez, tenía un agujero en la barriga. Se rascó pensativo la cicatriz de la barriga, todavía fresca.

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02/12/2015, 07:41
Reyezuelo.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR:

A medida que se desarrollaban los acontecimientos Reyezuelo sentía una ira creciente que, poco a poco, se adueñaba de él. Sus enemigos, delante de sus narices, hacían gala de una osadía que no se podía dejar sin castigo, sin embargo, para su estupor, Analista daba orden de no moverse y Lengua Negra no lanzaba a los campamenteros a la lucha como era de esperar. Formados, tensos como un gato entre mastines, eran testigos de excepción de la crueldad y falta de honor del Triplete.

Cuando el Cabo Barril literalmente atravesó las puertas, como una manifestación física y real de lo que a todos se les pasaba por la cabeza, sintió un poderoso impulso de seguirlo aunque se dirigiese así al mismo reino de la muerte. No podía ser de otro modo, no cabía otra posibilidad, sin embargo el pesado lastre de su instrucción lo mantenía en su puesto, atento al instante en que Lengua Negra dijese las palabras que esperaba escuchar, aferrando la lanza corta con tanta fuerza como apretaba los dientes. Dirigió una suplicante mirada a su mando, una mirada que pedía permiso para unirse a la terrible lucha que estaba teniendo lugar en un bosque de enemigos bañados por una lluvia de flechas -: ¿Señor?

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02/12/2015, 17:53
[RIP] Ikharus.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

El veterano leñador se mantuvo con las armas entre sus manos, contemplando lo que el Triplete hacia con los hombres de Usurero y Sicofante. Se quedó mudo, aquel que tanto gustaba de hablar, conversar, explicar e incluso de tanto en tanto, fanfarronear. Este motivo era sencillo, aquellos cuatro primeros, ya muertos en ser colgados habían sido antaño compañeros suyos. Había reído, habían bebido y habían trabajado codo con codo durante incontables lunas.

Ahora ellos estaban muertos, y él estaba vivo.

Él sería el testigo que llevaría a sus antiguos compañeros en la memoria. Nunca morirían del todo mientras él siguiera vivo. Impotente, esperando una orden que no llegaba, apretó la presa de su hacha hasta sentir como el dolor le avisaba que lo mejor era cesar en ello. Pero no había dolor que pudiera apagar ahora las llamas de la rabia y la frustración. De la impotencia y el deseo de venganza. No había forma que nada ni nadie pudiera tranquilizas al anciano leñador ahora que veía como un puñado de hombres, viejos compañeros, morían y eran usados para humillarnos.

Pagarían en sangre lo hecho allí. Así que cuando el Cabo Barril rompió la puerta y salió al embiste del enemigo, el anciano tuvo que hacer gala de una gran fuerza de voluntad para no seguirlo inmediatamente, y esperar la orden del líder de los hostigadores para hacerlo. Así, apretando con diferentes niveles de presión el asta de su arma, esperó a que Matagatos soltara la correa de sus hombres y que pudieran dar buena cuenta de sus enemigos.

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02/12/2015, 19:29
Analista Lengua Negra.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tras la batalla

Tiró de las riendas haciendo que Beltza se elevara sobre sus potentes cuartos traseros. Su mirada era mortalmente seria, mientras la montura se paseaba entre heridos y muertos. Vislumbró el cadáver del Cabo Barril pero sus pasos se encaminaban hacia las humeantes piras entre las que se distinguía el cuerpo de Sicofante. La carne calcinada y supurante, aún borboteante bajo la ardiente armadura lo llenaba todo con un aroma dulzón, el aroma de la muerte. Se llevó una mano al pecho en gesto de despedida.

Aquella batalla había sido vencida, a costa de demasiada sangre y muertes. Pero aquel era un mal menor en medio de la tragedia. La provocación a la que habían sido sometidos se había resuelto con una victoria del enemigo, quizá inimaginable y posiblemente no percibida. Un cisma, una quiebra en el seno de la Compañía Negra. Analista había sido criticado, censurado y desobedecido en una situación en la que la unidad debería haber primado pese a las emociones, los sentimientos encontrados, la rabia y la sed de venganza.

Él mismo había luchado contra su corazón y sus tripas que hervían llevadas por el deseo de lucha y hacer justicia ante la ejecución de Sicofante y los hombres de Usurero. Había luchado contra la voz que le exigía desobediencia, faltar a la disciplina marcada por su superior, pelear y morir si hiciera falta por salvar a los suyos. Porque la Compañía no abandona a los suyos. Pero la Compañía tampoco desobedece a sus mandos y aquel acto de desobediencia había conducido a abandonar a la muerte a muchos de sus miembros, por no hablar de la debilitada posición en la que ahora se iban a hallar.

-Padre, contigo esto no hubiera sido así -pensó.

La enfermedad de Capitán, su estado postrado, acarreaba una larga agonía no solo para el hombre sino para lo que este representaba. La institución. La Compañía. Y Analista debía bregar con aquel mal que poco a poco emponzoñaba a los mandos inmediatos y que se extendería como la peste a todo los mercenarios.

Suspiró.

No envidiaba a Analista que ahora debería tomar medidas disciplinarias contra todos aquellos que lo habían desobedecido y ninguneado. Negarse a tomar medidas, sería considerado como un acto de debilidad que minaría aún más su autoridad. Tomarlas, implicaría exponerse a un golpe de estado, a un acto de fuerza por el cual al Compañía se quebraría. Solo había una solución. Renunciar a su actual cargo, a ostentar la máxima autoridad de la Compañía y ceder su lugar a otro. Pero, ¿a quién? Nuevas luchas intestinas, movimientos de corte se sucederían y una vez más quien sufriría sería la propia Compañía que se vería sujeta a una posible disolución. Y ante ello, ¿qué diría y haría Cho´N Delor?

-Padre, despierta y regresa -murmuró en voz baja.

Miró atrás. Sus Campamenteros se mantenían a una cierta distancia de su persona, guardando aún la formación. Espoleó su caballo acercándose a ellos.

-¡CAMPAMENTEROS! Nuestros compañeros nos necesitan. Asesina, Piojillo, León Anciano. Regresad al campamento y traed carros con los que podamos trasladar a los heridos en primer lugar. Y traed barriles de agua con los que podamos sofocar las piras y bajar a nuestros amigos de ese altar de muerte y horror. Que venga con vosotros Plumilla para estabilizar a los más graves -ordenó-. El resto, colocad a los muertos de la Compañía a un lado, en hileras, y amontonad a los caídos del enemigo en aquel punto -dijo señalando donde los quería- junto con leños y prendedles fuego. Apilad las armas y armaduras de estos últimos cerca de ellos pues será su tributo a la Compañía. Derviche, Odio, vosotros me acompañaréis en la captura de los caballos de los jinetes del Triplete. ¡ROMPED LA FORMACIÓN Y A TRABAJAR! ¡RESERVAREMOS NUESTRAS LÁGRIMAS Y DOLOR PARA MÁS TARDE! ¡POR LA COMPAÑÍA! ¡POR SICOFANTE Y PEREGRINO Y LOS DEMÁS HERMANOS CAÍDOS!

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02/12/2015, 23:22
Lombriz.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tras la batalla

Todos ellos habían estado preparados para el combate, y sin embargo lo que vivieron fue la mayor de las indignidades. uno pensaría que por su propio oficio los Campamenteros estarían más resguardados de ese sentimiento, pero no era así. Lombriz había esperado, el corazón de un guerrero y los ánimos encendidos, que sus líderes dieran la orden. Y aunque no se habían levantado voces, susurros, miradas, gestos incrédulos cruzaron el pelotón ante lo que estaba ocurriendo, y la orden. Nadie daría una cobrada por los hombres de Usurero, que no eran de los suyos... ¿pero Sicofante? ¿Sicofante, que había combatido espada con espada con ellos ¿Mano y pezuña? El pelotón permaneció fiel y disiciplinado incluso cuando todo se desmoronaba, y maldito sin se sentía gozoso por ello. Hubiera podido purgar el yuyu que le lanzaron con tan gloriosa acción por un noble hermano. Y sin embargo... sin embargo fueron soldados.

"..."

Dio dos golpes con la lanza en el suelo para señalas que lo había recibido y guardó la lanza y el escudo, que sólo había usado como otros para parar un par de flechas huérfanas que no habían supuesto peligro, y empezó a recoger los cuerpos. Ofrecía la ya famosa "imagen lombriz" de desapasión aburrida, aunque se mordía los carrillos de humillación y vergüenza, buscando llevar el dolor y la indignidad sometida al Pasado, usando su gran capacidad para transportar la miseria al Tiempo Sin Tiempo, que todo lo cura. Unos eran llevados y puestos con cuidado, y los otros despojados con agresividad y tirados de cualquier forma; si podía permitirse un momento para patearlos o que se dieran con alguna piedra, puedes creer que lo hizo.

No recibirían un entierro K´Hlata. Oh no, ellos no. El Triplete había revelado su honor, más bajo que el más bajo de los perros, y serían tratados como tales. Mujeres, niños, ancianos, pagarían la marca del horrible crimen, sus cabezas reventadas meticulosamente con rocas y fuertes brazos, una detrás de otra.

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03/12/2015, 00:30
Derviche.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Derviche permaneció quieta, aprentando con fuerza su cimitarra. Todo a su alrededor se precipitaba hacia el caos, jefes discutiendo con jefes, disciplina rota, moral apuñalada y el creciente e intenso sabor de la venganza.

Todos se agitaban ansiosos, por vengar al desdichado Sicofante, al cual, según la mujer escuchaba, lo iban a quemar vivo.

Los ánimos se encendian al igual que la paja seca prende ante una antorcha, más aún cuando el cabo Barril casi arrancó la puerta para cargar contra el enemigo, ciego de rabia y venganza.

Pero para ella todo era calma.

Calma y oscuridad.

Aplacó sus sentimientos encontrados, ante la certeza de una batalla, legal o no, según los estatutos de la compañia.

Los oscuros iban a saltarse muchas de sus leyes, aquellas por las que se regían ciegamente.

De nuevo, para Derviche solo había oscuridad y paciencia.

Paciencia otorgada por la absoluta certeza del derramamiento de sangre, el cual llegaría tarde o temprano.

Oscuridad como los ojos del caballo antes de salir a la guerra, con la venda quitada justo en el segundo antes del fragor de la batalla, haciendo que su vida solo fuese una continua y eterna lucha hasta el final de sus dias.

Entonces, ocurrió. Ella lo sabía, sus compañeros lo sabían, los oscuros lo sabían. Seguro que hasta el enfurecido Analista lo sabía.

Se lanzaron en carga feroz contra el enemigo, deshonroso o no, en aquel momento no le importaba a Derviche, pues tan solo quería verse cubierta de la sangre del enemigo, su Diosa tenía hambre, y ella, como fiel sirviente, tenia que darle alimentos.

No reparó en el caos de la carrera desvocada que llevó a la infantería hasta una casi segura muerte, cuando las arqueras élites del triplete salieron de sus escondites, asaeteándolos sin compasión. Claro, eran sus enemigos acérrimos.

Ni siquiera dio importancia a aquella amalgama que conformaron en sus desesperada carrera, en la cual, ella, Derviche, puso todas sus energías, deseosa de clavar su cimitarra en la carne de alguno de sus opositores.

Sus compañeros clamaban a su alrededor, gritaban los nombres de sus compañeros caidos, pero ella no se percató, ni siquiera cuando muchos de ellos gritaron el nombre de su hermano de capa, Peregrino.

Derviche solo quería bañarse en la sangre de los enemigos del triplete.

 

TRAS LA BATALLA

Volvió en si al terminar la batalla, estaba cubierta de sangre, enemiga en su mayor parte, aunque varios cortes y roces evidenciaban que no había salido del todo ilesa, algo insólito, tratándose de aquella locura de cargar a ciegas contra la heroína del triplete y sus gentes.

Miró a su alrededor, donde los cuerpos de los nobles yacían descuartizados sin ningún tipo de compasión, y en los casos en los cuales sus rostros habían quedado semi intactos, las muecas de terror y dolor le producían a Derviche un placer inenarrable.

Entonces se permitió pensar en lo sucedido, en la locura, el caos y la venganza. ¿Habían hecho bien? tácticamente no, moralmente si, aunque estaba segura de que mucha gente sufriría las consecuencias de lo sucedido. Le daba igual a Derviche, pues ya había contentado a su deidad y asi misma, desquitándose del ninguneo que había sufrido.

Porque aquello no era una venganza total.

La heroína había quemado a Sicofante y huyó, y a pesar de que los enemigos de Peregrino habían muerto en combate, Derviche no consideraría cumplida aquella vengaza, hasta que no viese arder por completo al triplete y sus gentes.

Lo juró en silencio ante la Diosa y así sería.

Todos debían sufrir, desde el caballero más poderoso del triplete, hasta los aldeanos más inocentes, tenían que ver su espíritu quebrantado, sus cuerpos ultrajados y sus exequias profanadas. No había piedad, no había compasión, tan solo dolor, llanto y cadáveres. Solo eso podía vengar sus ansias de sangre.

Entonces escuchó la voz de Lengua Negra, devolviéndola a la realidad.

-..............Derviche, Odio, vosotros me acompañaréis en la captura de los caballos de los jinetes del Triplete.-

Cubierta de sangre, se acercó a su jefe, esperando el movimiento de este para partir, tan solo dijo:

-Quemadlos, quemadlos en postes gigantes, que lo vean bien aquellos que huyen, y salar las cenizas, para que sus espíritus se queden en sus restos carbonizados, así esos idiotas comprenderán que es lo que les espera a partir de ahora-

 

 

 

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03/12/2015, 01:26
[RIP] Astado, Pelotón de Campamenteros.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR:

Astado volvió a la muralla cargado de javalinas y saetas. Y con un arco largo. Transmitió las palabras de Tendero punto por punto y asistió como los demás a la dantesca escena. Todo lo que hizo fué disparar unas cuantas inutiles flechas bajo las ordenes del cabo y fallar la mayoría. Bien por la distancia o por la falta de fuerza de sus flechas.

No pudo evitarlo. Lloró por sus compañeros. Lloró de rabia, de frustración, de pena y de tristeza. Se alegró mucho cuando Analista dió la orden de esperar, pues estaba claro que era una trampa. Esa alegría se transformó en incredulidad cuando ignoraron ordenes. Sólo con la noche anterior ya estaba cansado, pero esa voragine de sentimientos y emociones hicieron que le flaquearan las piernas y tuvo que apoyarse en la muralla. Miró a la Sargento y al Cabo esperando ordenes. Necesitaba algo que hacer para distraerse de lo que estaba ocurriendo de verdad.

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03/12/2015, 04:59
Uro.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

El placer de la anticipación recorría las venas de Uro como un río de lava candente. ¡Por fin! La batalla no tardaría en dar comienzo y el salvaje no cabía en sí de gozo. Su mano estrujaba el mango de la enorme hacha, hasta hacer empalidecer los nudillos. La mandíbula apretada, remarcando las ya de por sí duras facciones del Cazador de Cabezas. Una mirada a lo alto de la empalizada, pero los soldados que oteaban el horizonte no parecían prestos a dar señal alguna de la presencia del enemigo. El Guerrero de la Diosa clavaba su verde mirada en los recios troncos del portalón de entrada, como si pudiera ver a través de ellos si se empeñaba con suficiente perseverancia. La gran compuerta solo estaba entreabierta, dejando el espacio justo para que los seguidores del campamento que se encontraban en el exterior pudieran cobijarse de nuevo tras las protectoras murallas.

Nada. Ni señal de alarma ni orden alguna.

La adrenalina empezaba a diluirse y una sensación de frío y desasosiego amenazaba con envolver a toda la Compañía, cuando de pronto unos gritos hicieron envararse a todos los solados que le rodeaban. Miradas entrecruzadas; mudas preguntas dibujadas en los tensos rostros; ojos que buscaban entre los centinelas alguna pista de lo que estaba ocurriendo. Entre los k'hlata que se apresuraban por acceder al campamento, apareció la inconfundible figura de la Sargento Falce, su sempiterna mirada provocativa mudada en una mueca de inquietud y apremio. Uro la vio atravesar entre los pelotones y gesticular con énfasis ante el Sargento Virote. El oscuro, a lomos de un formidable corcel, descolgó la ballesta de la silla de montar a la vez que clamaba:

- ¡Abrid las puertas! ¡Que no escapen!

Un murmullo empezó a crecer entre las filas de la Compañía, en un crescendo vertiginoso que henchía los corazones de los soldados. Había llegado el momento de matar o morir. La hora de ganarse un lugar en la memoria colectiva de ese ser vivo que era la Duodécima.

- ¡Alto! -gritó otra voz, una voz que emanaba autoridad y sosiego en ese instante de locura sanguinaria.

El faldón de la tienda de mando se había echado a un lado. Analista avanzaba con paso sereno pero implacable entre los presentes. Sus palabras eran sabias y transmitían prudencia y moderación. Palabras de un hombre que había vivido mil batallas y conocía el peligro de dejarse arrastrar por la ira. Palabras que a oídos de Uro sonaban cobardes y despreciables. Las puertas se cerraron tras el último de los seguidores del campamento, y con ellas la senda de sangre que el antiguo Cazador de Cabezas llevaba soñando desde el día que tomaron Fuerte Chuda.

El Guerrero de la Diosa agachó la testa abatido, clavando su rotundo mentón en un pecho hinchado de ira. Pasaron minutos, o quizás horas, pero el salvaje no relajó su postura. Una tormenta de amargos sentimientos iba acumulándose en su interior, amenazando con estallar en una vorágine de cólera sin control. ¡No podían arrebatarle su destino! Las venas de sus sienes palpitaban con fuerza, tamborileando una canción de rabia y furia. ¡La Diosa exigía satisfacción! Cuando su mente estaba a punto de partirse en pedazos, Uro salió de su trance y dio media vuelta, apartando a sus compañeros en dirección a Analista, que seguía parlamentando con los oficiales frente a la tienda de mando. Los ojos del Elegido desprendían un brillo de odio asesino.

- ¡Enemigos al frente! -aulló una voz desde la empalizada.

Uro se detuvo. Una joven k'hlata, posiblemente una de las esclavas que los Caimanes Negros donaran a la Compañía como pago por su participación en la caída de la tribu de los Castores, huyó al contemplar la sonrisa enloquecida y los ojos abiertos hasta casi salirse de sus órbitas del salvaje tatuado. Las cuerdas de los arcos emitían sordos siseos desde la empalizada, que llegaban a oídos de Uro como una embriagadora melodía de muerte.

- ¡Van a quemarles vivos! -anunció alguien desde la muralla, asustado.

- ¡Tienen a Sicofante! -chilló otro.

Alaridos de dolor planearon hasta el campamento, como hojas llevadas por el viento, y Uro volvió sobre sus pasos intentando acercarse al gran portalón de salida para lanzarse contra el enemigo. Pero algo ocurría. O para ser más precisos, algo no estaba ocurriendo. Sus compañeros no se movían. Nadie parecía querer salir a la planicie a enfrentarse con las fuerzas del Triplete. Su enemigo estaba ahí fuera, matando a sus hermanos, y la Compañía en bloque aguardaba indolente como si no le importara ese baño de vergüenza y humillación. Pero entre todos esos pusilánimes mequetrefes apareció una llama de esperanza: el Cabo Barril, uno de los oficiales del Segundo Pelotón, se desmarcó cargando contra las puertas del campamento como un búfalo acorazado, reduciendo a añicos la enorme balda de madera que las aseguraba. Durante unos segundos, el resto de soldados quedaron congelados, anonadados por tan inesperada acción, pero la primera gota de lluvia había caído de los cielos y tras ella marchó el resto de la tormenta. Como una avalancha de tierra, el resto del pelotón de infantería pesada inició una frenética carga tras los pasos de su compañero. El suelo vibraba bajo las botas de los hombres y mujeres lanzados a la carrera, tomando velocidad antes de impactar como un martillo de carne y acero.

Uro resoplaba, abriendo y cerrando los puños espasmódicamente. A su lado, Matagatos contemplaba la carga con el ceño fruncido, lanzando miradas a su espalda a la espera de una orden que no llegaba. El hercúleo Ponzoña permanecía a la diestra de su cabo, igual de silencioso. La cara de Uro se contrajo en una mueca de asco iracundo, justo antes de escupir a los pies del líder de los Hostigadores y emprender la marcha hacia la batalla.

Días más tarde, Uro sería incapaz de recordar exactamente el devenir de la contienda, sus recuerdos empañados por una niebla carmesí en la que solo podía distinguir retazos inconexos: el sonido seco de una flecha clavándose en su escudo; el impacto del pecho de un caballo contra su hombro, que le hizo trastabillar y torcerse una rodilla; el húmedo chasquido del acero atravesando músculo y hueso.

Matar o morir.

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03/12/2015, 08:40
Piojillo, Jefe de los Campamenteros.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tras la batalla

Piojillo no había errado en sus pensamientos. La caballería del Triplete llegó en poco tiempo al campamento y trataron de tender una trampa con sus arqueras. La heroína escapó, tras quemar vivo a Sicofante. Escuchó sus alaridos de dolor mientras moría abrasado por las llamas y sintió parte de culpa. Era verdad, pensaba, que de no ser por su sacrificio, todo el campamento hubiese sido sorprendido por las fuerzas del Triplete, pero a qué precio. El campamentero contuvo sus lágrimas, pensando que esta noche se bebería en la tienda de Grog en el nombre de los caídos. El tendría que hacerlo por Sicofante, con quién había compartido sus últimos momentos en los días atrás, de patrulla.

Al oír las órdenes de Lengua Negra, el K´hlata despertó de sus pensamientos para mirarle a la cara y asentir con la cabeza. Tendrían que traer carros para cargar a los heridos lo antes posible. En el camino vio a Plumilla y se dirigió a ella.

- Plumilla, vamos a traer unos carros para trasladar a los heridos. Ven con nosotros para que puedas ayudar a estabilizarlos. - Le comentó Piojillo, siguiendo las órdenes de su cabo.

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03/12/2015, 08:53
Tarado.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tarado, cumpliendo las órdenes algo a desgana, se dedicó a apilar loa cuerpos de los enemigos caídos en una hilera. Ellos serán impuros, pero yo no...el cuerpo es un templo del espíritu ... Mientras los apilaba, los despojaba de armas y armaduras que acumulaba en un montón a la espera que alguien le indicase que se debía hacer con ellas.

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03/12/2015, 10:38
[RIP] Loor.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Nada hizo durante el principio de la batalla Loor. Sí, detestaba la visión de la captura de sus hermanos, y detestaba también ver como no se hacía nada. Sin embargo tenía órdenes. Y la victoria de un ejército se fundamentaba en el respeto a esas órdenes. La Diosa, en su misericordia, decidiría si Sicofante merecía ser recompensado tras la terrible muerte que estaba sufriendo.

Sólo cuando Uro cargó, su pétreo comportamiento cambió en algo, y miró a sus líderes. Entonces se dirigió a ellos en tono cuidadosamente neutro, como si la pasión del momento no fuera con ella.

- Ponzoña, Matagatos, permiso para ir y cubrir a Uro. Es un gran guerrero y quizás no debamos perder más. Haré lo que mis oficiales manden.

Tras esas palabras espera por si tiene, o no, el permiso de ayudar a su hermano.

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03/12/2015, 10:44
Campaña.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tras la batalla

Campaña pateó el cuerpo sin vida del enemigo que acababa de ensartar y luego lo pisoteó furiosamente hasta que su cabeza se convirtió en una masa sanguinolenta de sesos y trozos de hueso astillados. Estaba muy enfadado porque el enemigo, finalmente, había roto todas las reglas y había atacado el campamento. Por su parte, Campaña les había dado su merecido, aunque consideraba que el castigo no había sido suficiente y que los que quedaban aún tendrían que vérselas con él en el futuro.

Sin embargo, a pesar de todo, en aquel momento en el que sacudía su bota de trozos de vísceras, Campaña estaba muy preocupado. Se dio cuenta de que la batalla había terminado y entonces miró en todas direcciones de forma compulsiva, buscando algo de forma acuciante. Se acercó a grandes zancadas hasta una montaña de cuerpos de enemigos y comenzó a apartarlos con las manos, pero no encontró lo que buscaba.

- ¿Dónde está? - murmuraba mientras se movía a toda velocidad por el campo de batalla.

Registraba cada montón de cuerpos, apartándolos rápidamente para pasar al siguiente si en ese no encontraba lo que buscaba. Campaña estaba cada vez más nervioso y cada vez trataba los cuerpos de los enemigos con más violencia. Finalmente, desesperado, apartó el último cadáver de una pila y se ensañó con el dándole puñetazos en la cara hasta que ya no quedaba nada que aporrear.

- ¿DÓNDE ESTÁ EL TITO BARRIL? - gritó Campaña, como si aquel cuerpo descabezado pudiera responderle.- ¿DÓNDE ESTÁAAAA?

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03/12/2015, 18:14
[RIP] Pipo.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Rivdan no había dicho nada, así que Pipo siguió apostado encima del parapeto. Observó cómo los compañeros retiraban a los muertos tarareando una musiquilla dulce y sencilla.

¡Mira! Comentaba al que tenía a su lado. ¡Tiene muchos agujeros! Se le está saliendo el relleno, ¡y las moscas! Bzzzzz, bzzzzzz, bzzzzzz: acuden a manadas. ¡Si fuéramos pájaros tendríamos mucho de comer! ¿Puedes atrapar una mosca?

Como estaba ahí para vigilar, no dejaba de mirar al horizonte, pero eso no le impedía intentar pasarlo bien, para no aburrirse.

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03/12/2015, 18:57
[RIP] Niña de Oro.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Poco había hecho yo para ayudar, mas que servir fuí más bien un estorbo aunque yo no lo pretendiera así me habían criado y me costaría mucho adaptarmea esta nueva vida.

Fuí en seguida a ayudar a Tarado que tenía las mismas ganas que yo díaapilar cuerpos, pero tenía que servir de algo o no me dejarían seguir con ellos.

Intenté no tocar mucho los cuerpos por que me repugnaban y sólo de pensar que me iba a manchar de sangre se me revolvía el estómago pero intenté poner mi mejor cara y ayudarlo.

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03/12/2015, 19:12
Guepardo.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tras la batalla

Guepardo permaneció sentado, con las rodillas flexionadas y entre ellas su lanza de bronce. Sus manos agarraban el arma, erguido como un mástil y debido la flexión de su torso su frente reposaba en el asta, cabizbaja.

Se sentía débil e inútil.

"Es que eres débil e inútil", le espetó Sacorroto.

Se sentía abrumado e impotente, ante todo lo acontecido.

"Si, impotente también eres", se burló cruelmente la aparición.

Se sentía moralmente hundido, al haber contemplado un drama que le golpeó de especial manera.

"¿Acaso creíste que el Triplete era gente honorable? Esto es una guerra, imbécil. Aquí no hay honor. El honor no importa, si no la victoria. Y tú arruinaste tu vida en pos de la primera. Necio", rió a carcajadas el vengativo espíritu.

Y tenía razón en todo. Incapaz de hacer nada, había sido testigo desde la empalizada de la muerte de Sicofante y los otros, de manera cruel y salvaje. Su compañero se había sacrificado para dar tiempo a Piojillo y así este pusiera sobre aviso al resto. Su acto le honraba, pero el enemigo demostró que reconocer la honra ajena le era desconocido.

Desde su privilegiada posición visualizó lo que aconteció después. Y él no participó en nada, al estar el enemigo fuera del alcance de los proyectiles. Correr le era imposible, por sus heridas. Así que solo miró. Vio arder a Sicofante y a los demás, sufriendo agónicamente. Vio la carga alocada del Cabo Barril y su abatimiento. Vio la desobediencia a las órdenes de Analista y la desordenada pero enfervorizada carga, por parte de la Compañía. Vio la batalla, los muertos y la retirada de unos pocos enemigos, cayendo la mayor parte de los suyos en la contienda.

Y él no hizo nada. Se giró y se sentó apoyando su espalda en la empalizada y su cabeza en la lanza. Si alguna vez fantaseó con la idea de que la Compañía pudiera cambiar de bando y servir a un señor más justo y honorable, esta se esfumó de un plumazo. A partir de ahora esta guerra sería una sin cuartel. Una guerra total que terminaría con el exterminio de uno de los dos bandos. Y Guepardo haría lo posible para que la palabra Triplete fuera borrada de los anales de la historia.

- Adiós Sicofante, compañero. Valiente y honorable. Cabalga por la extensa Sabana y ve al encuentro de R'Gaa, que sin duda te espera. Allí ya nadie podrá volveros a separar - musitó en una breve plegaria.

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03/12/2015, 20:38
Reyezuelo.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Tras la batalla

Recoger carne, llevar carne, soltar carne; quemada, aplastada, sajada, perforada, aún sangrante o tan destrozada que costaba creer que hubiese sido antes un ser humano. Apilar cadáveres tras una lucha cruenta y encarnizada no era algo agradable, ni que se ordenara hacer a miembros valiosos, servía, más bien, para indicar a quien tuviese dudas cual era su posición en la compañía negra, la más baja ralea se ocupaba siempre de los asuntos más sucios.

Eso era lo que más dolía al orgullo de Reyezuelo mientras llevaba a cabo la, a su parecer, indigna tarea, eso y no haber podido entrar en combate. Recogía a los muertos con cuidado, no porque sintiera respeto por ellos, sino porque aún temía hacerse daño al realizar esfuerzos excesivos, su cautela no era compartida por alguno de sus compañeros de pelotón que llegaban a lanzar los cuerpos al montón sin el menor reparo.

Ya habían caído tres miembros respetados y queridos de la compañía, eso se notaba en el lúgubre ambiente que se respiraba. Aquel día prometía ser muy largo.

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03/12/2015, 21:43
Cabo Ponzoña.

MAÑANA DEL DÍA 3 DE LA JIRAFA DEL 201 DE KHATOVAR

Ponzoña permanecía estático, aparentemente impasible. El Hiena no movía un solo músculo, la mirada fija en el horizonte que la puerta abatida por Barril permitía ver. Sus reacciones venían medidas por las órdenes impartidas y estas no eran otras que las de Analista. Se hallaba al lado de su superior, Matagatos, quien guardaba un silencio idéntico al suyo.

Solo un casi imperceptible gesto se sombreó en su rostro cuando Uro, escupiendo a los pies de ambos, en un claro gesto de desprecio y desatendiendo a las órdenes dadas, embistió contra las filas del enemigo, llevado por su antinatural sed de sangre. Su pétrea efigie pareció endurecerse aún más y una vena latió en sus sien. Los nudillos crujieron pero permaneció en silencio, manteniendo su posición, junto a su líder. Más allá, Lengua Negra, a lomos de su corcel de batalla, permanecía igualmente estático y ordenaba a sus huestes guardar las filas y la posición.

Gritos, sangre y muerte fueron la bienvenida de todos aquellos que en un claro acto de sedición se lanzaron no a la batalla, sino que llevados por su la provocación y la venganza, se lanzaban a una orgía de destrucción incluso a costa de la propia Compañía.

Ante las palabras de Loor y aun a sabiendas de lo que motivaba a la guerrera, aguardó unos segundos a que Matagatos respondiera. Ante su silencio, fue quien habló.

-Permanece en tu lugar, Loor. Uro ha decidido ya su destino.