Partida Rol por web

Keropis ya estaba un poco más "espabilado" por lo que se volvió a poner de pie e intentó hacer memoria. Intentó acumular todo lo que sabía sobre ese territorio, su fauna... todo, todo lo que pudiera ayudarle a orientarse hacia algún sitio.

Al final me encontraran los exploradores enemigos y saldrá del todo mal -pensaba un momento antes de centrarse en los pocos conocimientos que tenía sobre ese lugar.

KEROPIS:

- No te suena nada de esto, pero encuentras una pequeña colina con rocas en la cima. Parece un buen lugar para descansar, resguardarse y otear el terreno a ver si se ve movimiento en alguna dirección.

 Maldición

El Ermitaño estaba perdido y desorientado. Lo único que podía ver era esa pequeña colina coronada por una serie de rocas, asique se dirigió hacia ella.

Mientras subía intentaba agazaparse, y acabó subiendo el último tramo a rastras. Era un hombre de caminos, terrenos desconocidos y desierto, y no iba a ponerse de pie en la única colina que había para que le vieran desde kilómetros de distancia.
Asique los últimos metros los reptó, subió y se quedó tumbado mientras intentaba percatarse de que es lo que había a su alrededor.

KEROPIS:

- Transcurre al menos una hora sin que logres orientarte ni ver a nadie.

- Por lo menos has encontrado un buen refugio para descansar y recuperar fuerzas. Además, si alguien se acerca le verás venir fácilmente.

- Las fuerzas del Grupo III de Peregrino prosiguen su camino, atrás quedan los heridos: Lejana (herida grave), Pipo (herido muy grave), Chamán Rojo (herido grave), Derviche (inconsciente, fuera de peligro), Guepardo (inconsciente, fuera de peligro), Manta (herido grave).

La despedida de Caracabra deja al joven K’Hlata con una desagradable sensación de desasosiego. Los espíritus no desean nada, piensa, al menos no con nosotros. El hombrecillo deforme le sonríe antes de proseguir preparando sus exiguas posesiones. Manta fuerza la memoria para recordar cómo era el hombrecillo antes. No se había fijado demasiado en él. Otro aspirante, con poco más que destacar, aparte de su aspecto. Incluso quedó por detrás de mí, pese a que no hice nada especial. No consigue acordarse de cómo se convirtió el hombre en soldado, y no se lo ha preguntado durante estos días. Durante un tiempo, fue escolta de la pitonisa. ¿Se ha encariñado de esa oscura? Seguro que es eso, presume, ya sé le pasará.

Hace rato que el sol ha abandonado su trono en lo alto del firmamento y ha emprendido su lento descenso hacia el horizonte, cuando Peregrino, Pelagatos, los refuerzos y los que no fueron heridos de gravedad en el combate prosiguen su camino hacia territorio enemigo. El silencio, interrumpido solo por el lejano graznido de los cuervos, invade el humilde campamento. La quietud agrada al joven, pero en estas circunstancias, le resulta ominoso por razones que no alcanza a comprender.

Dos de sus compañeros reclutas han derramado sangre por primera vez, al igual que él. La perturbada y hermosa fanática, y el pequeño hombre, otro de los que afirma hablar con espíritus. Derviche todavía se encuentra inconsciente, mientras que Chamán Rojo parece no estar peor que él mismo.

—¿Habías participado en algo así antes, Chamán? —Manta se acerca al hombre y se tumba, repantigado, a su vera, y sigue hablando antes de recibir respuesta—. Hemos matado por la Compañía, ¿crees que nos harán hermanos cuando regresemos?

Pipo escucha a Manta con aire manso. Está pendiente de cómo se pierden de vista en la lejanía los compañeros sanos.

Cómo no, extrae de su equipaje una flauta diferente. Se encuentra arrebujado en su capa negra de soldado. Toca un son triste, de despedida.

Adiós, adiós, adiós. ¿Pipo los volverá a ver sobre la hierba, agujero? Oh agujero de mi cabeza, al agujero se van toooodos todos para desaparecer. A veces no devuelve lo que se traga el agujero, de tan negro que es...

¿Cómo? ¿Qué hace Pipo? ¿Mira a lo lejos? ¡Pero si no se ve nada! Apenas unas hormiguitas en el horizonte, y la cara amarilla que baja y baja.

CAE LA NOCHE.

El campamento permanece en silencio, salvo por los y araros graznidos, y el siempre dulce sonido de la flauta de Pipo, que parece ejercer un efecto hipnótico en los heridos. Desaparecido completamente el efecto del a excitación que lo poseyó durante la batalla, Manta se deja vencer con gusto por la debilidad que le provoca la pérdida de sangre, y pasa el resto de la tarde dormitando.

La Luna, asomando su blanca nariz por entre las nubes, le saluda cuando abre los ojos. Manta se despereza y echa un vistazo a su alrededor. Los inconscientes no han despertado, y los conscientes o duermen, o están absorbidos en sus propios pensamientos. Los cuervos se han callado, y en su lugar, los grillos han salido de sus agujeros y están ofreciendo su vibrante serenata a las tinieblas.

Al sentir de nuevo la herida, Manta se palpa el costado. Duele, más que antes, pero el vendaje está limpio. Siente la tripa vacía, pero hace años que aprendió a ignorar la sensación. Cuando sobrevives de la caridad de otros, no tienes el privilegio de elegir qué días te alimentas. Es indispensable aprender a conservar la energía. Quedarse quieto, respirar profunda y lentamente, y evitar los esfuerzos innecesarios. Y si aun así, si el vacío del estómago da paso a retortijones y punzadas, llenarlo con agua ayuda a calmar el dolor. ¿Quedan provisiones en el campamento?

La exploradora, Lejana, está sentada no muy lejos, junto al os cuerpos inmóviles de Guepardo y Derviche, todavía despierta. Manta considera volver a dormir. El descanso le vendría bien, y mañana será otro día. Pero el sueño y la debilidad no le han hecho olvidar los sentimientos que le embargaron durante la pelea, e incluso los días anteriores, cuando por fin se sintió parte de la Compañía. Se pone en pie, patea el suelo un par de veces, brinca y hace girar los brazos como aspas de molino para recuperar la circulación en los miembros entumecidos por el frío y la inmovilidad, y camina hacia la exploradora.

—Señora Lejana —dice en voz baja, manteniendo la postura firme—, ¿órdenes para la noche? ¿Quiere que me encargue de vigilar  los heridos y montar guardia?

Derviche sintió un dolor agudo en todo su cuerpo. Se movió violentamente, o eso pensó ella. Llevaba mucho tiempo inconsciente, o llevaba poco. En la oscuridad en la que estaba sumisa, no sabía si soñaba o estaba despierta. Su mente siguió inmersa en la batalla, en los últimos ataques, los últimos movimientos.

La furia que la abrazó durante la batalla era inhumana. En sus sueños o alucinaciones su cuerpo se transformaba. Era una niebla que abrazaba a sus enemigos y se metía en sus cuerpos para romperlos desde dentro en mil pedazos. Era como el fuego que destruía todo a su paso.

Entre tanta locura distinguió a su tutor. Con sus harapos de siempre, caminó hacia ella. Derviche se transformó en una fuente de agua cristalina. Él se agachó para beber, pero no sabía que era venenosa.

Derviche intentó avisarlo, no era ella la que lo quería matar, era su diosa, siempre vengativa y deseosa de sacrificio y sangre. El agua que bebió lo empozó a ahogar desde dentro. La K'halata luchó contra la fuerza demoniaca que llevaba dentro, pero era débil. No pudo salvarlo...

No sabía si soñaba o era despierta solo sintió un dolor muy grande en su cuerpo y volvió a caer en la oscuridad.

Lo único que la acompañó, en la negrura de su mente, era un dulce sonido de una flauta, que transformaba sus pesadillas en recuerdos felices de la infancia.

- "Sí, Manta, haz la primera guardia. Luego me despiertas para la segunda, yo despertaré a Chamán Rojo para la tercera y él a Pipo para la cuarta. Durante el día si no hay variaciones haremos los mismos turnos, pero más largos." -

—Señora Lejana —responde Manta, saludando— sí, señora.

El joven K’Hlata se da la vuelta y sea cerca al lugar en el que reposan sus escasas posesiones materiales. Recoge su lanza, manchada aún con la primera sangre que ha vertido, y vuelve sobre sus pasos, pasando entre los heridos. Se encarama en una pequeña protuberancia rocosa y se sienta sobre su superficie, con las piernas cruzadas, la lanza sujeta entre los brazos y el regazo.

Le gusta hacer guardia. Cuando decidió presentarse como aspirante, no solo era la seguridad de la comida diaria lo que le motivaba, sino también convertirse en un centinela. Han pasado unos pocos meses, y la situación, sus propias aspiraciones, han cambiado, pero todavía se siente cómodo en este puesto.

Mientras su mirada alterna entre el oscuro horizonte, y el hombre y mujer inconscientes, su mente navega en memorias recientes. Solo hacía días que era recluta, cuando los ruidos producidos por derviche durante su entrenamiento le arrancaron de un sueño, uno tan agradable que todavía no lo ha olvidado. Si me juramentan y me pagan la soldada, sonríe, podría convertirlo en realidad.

- Manta recuerda entonces una de las tradiciones de la Compañía: los hermanos de capa.

- En la Ceremonia de Juramento por la que un Recluta se convierte en Soldado Nuevo, recibe un emblema de plata con el símbolo de la Compañía. Si además dispone de un hermano de capa, recibe además una capa negra de buena calidad.

- El Recluta debe de buscar previamente a la ceremonia un hermano juramentado que acepte ser su hermano de capa. Puede no hacerlo, aunque entonces no recibe la capa de regalo y además se considera muy poco auspicioso, significa que el nuevo hermano no confía en ninguno de sus hermanos juramentados, ni ellos en él.

- Un hermano juramentado es en cierto modo responsable de su apadrinado. Si éste la caga, su reputación se verá mermada.

- Se considera en exceso pretencioso elegir como hermano de capa a alguien por encima del rango de Soldado, por lo que los superiores a menudo deniegan estas peticiones (a menudo con un puñetazo en la boca).

La pregunta de Manta me había hecho perderme en mis recuerdos durante toda la noche. Unicamente había salido de mis labios un escueto y casi inaudible. - Si.

Si había visto batallas en el pasado, tribu contra tribu. Pero recordaba especialmente la ultima antes de que le desterraran de Los Pies Rojos...

- Sucedió cuando los espíritus desvelaron la muerte del Chaman Jefe de la tribu. Ocurriría durante la batalla y a manos de un Pies Rojo, es lo que le habían desvelado los espíritus en sus pesadillas .Pero nadie quiso creerle, o mas bien... A nadie le hizo gracia que descubriera la conspiración, liderada por su propio padre, para ocupar el puesto. Y así fue como descubrí que los verdaderamente dotados para ver los mensajes de los espíritus eran escasos. Mataron a Anciano, su mentor, y yo a duras penas logré escapar pero me costo el exilio y el destierro.

He pasado toda la noche maldurmiendo a ratos y ahora oigo la nueva: dentro de dos guardias, será mi turno. - Será mejor que duerma un poco antes de ello.

CERCANA EL ALBA.

- Escucháis a alguien gritando en Oscuro durante la guardia de Pipo y cuando el Explorador se levanta ve un carromato tirado por dos mulas, a punto de pasar de largo sin haberos visto...

Derviche siguió en sus locuras, entre dulces sueños y maléficas pesadillas. Intentó hablar y con mucho esfuerzo, sacó un sonido imposible de entender. Su boca estaba seca y el cuerpo muy dolorido. Intentó moverse, pero no consiguió levantar ni un dedo.

En el silencio de la noche, escuchó un grito. No pudo entender nada y no supo si era sueño o realidad.

Cuando suena el grito, Pipo se yerge y va, muy quedo, a despertar a Lejana.

Pipo no sabe qué decisión tomar, seguro que ella si.

Previamente, coge sus armas y se adecenta muy superficialmente.

Sacude su hombro, por si no se ha despertado, con cuidado. Le susurra al oído: Pipo ha escuchado un ruido, viene una carreta, parece que no nos ha visto.