Partida Rol por web

La sala reservada al club de ajedrez es un sitio tranquilo situado en la tercera planta del colegio. No es muy grande, pero tampoco lo necesita; comparado con el club de duelo y el de quidditch, aquí sois como una gran familia. Este año contáis con dos nuevas adquisiciones, un chico de Hufflepuff y una chica de Ravenclaw ambos de primero, lo cual es una suerte. El año pasado nadie se unió. 

En el aire se respira la confianza y tranquilidad de un grupo de veteranos, que saludan con entusiasmo al profesor Chat cuando este atraviesa el umbral con paso decidido. Ocupa su mesa e inmediatamente se fija en los dos novatos. Estos tiemblan un poco ante su severa mirada y el susodicho perfila un sonrisa, cosa que les hace temblar más. A los que le conocéis más, sabéis que es un sonrisa sincera y muy muy muy rara. Pero el ajedrez mágico es de las pocas cosas que lo hacen sonreír.

-Declaro otro nuevo año en el que el club de Ajedrez Mágico abre sus puertas...veo caras nuevas que espero estén ansiosas de aprender. Y como todos sabéis, no hay mejor forma de aprender que practicar, así que pongámonos a ello.

Un volteo de la varita y aparecen los tableros y piezas necesarios para jugar.

-También quiero anunciaros que he hablado con el director Armand y tengo buenas noticias. Este año celebraremos un Gran Torneo de Ajedrez en Hogwarts, donde cualquier alumno podrá apuntarse y ganar un suculento premio...300 galeones para el finalista. Ya es hora de que deje de oírse al club de Duelo y al de Quidditch pavonearse, ¿estáis dispuestos?

Desde el lugar donde permanecía sentada en silencio ojeando un libro descuidadamente me di cuenta de que había dos personas nuevas en el club y les dediqué una pequeña sonrisa de ánimo, contenta porque hubiera más gente interesada. El profesor Chat me parecía un buen hombre, pero podía resultar intimidante con la primera impresión y el Ajedrez mágico parecía no contar con demasiados seguidores. 

Continué atenta a mi libro hasta que escuché la voz del profesor y lo cerré con cuidado, memorizando el número de página por el que me llegaba. La bienvenida me hizo sonreír. En verano, en mi casa, sólo podía jugar con mi madre y la verdad era que echaba de menos la diversidad de rivales que me ofrecía el club. No me moví cuando los tableros aparecieron. Dejé que los demás se colocasen como quisieran para situarme con quien quedase libre al final o con quien quisiera jugar conmigo.

Mis ojos se abrieron al escuchar sobre el Torneo. Nunca había escuchado que se hiciese algo así con el Ajedrez, mucho más minoritario que otras actividades, pero era una idea estupenda. Mi sonrisa reflejaba que me lo parecía, aunque permanecí en silencio. Tenía claro que me apuntaría sin dudar. No sólo por el dinero del premio, sino también por la idea de dar a conocer un poco una de mis aficiones preferidas. Y bueno, sería divertida la competencia sana que aportaría un Torneo al club.

Levanté la mano para llamar la atención del profesor antes de hablar con voz suave. - ¿Qué tenemos que hacer para apuntarnos, profesor? - Pregunté, manifestando al mismo tiempo mi intención de participar.

Entro en la habitación y repaso las caras de todos, me gusta especialmente este club, no tiene el tirón que tienen los otros dos en los que estoy y por eso es mucho mas tranquilo; entre las caras conocidas vislumbro un par de nuevos, chico y chica ambos de primero.

- Buenas tardes profesor Chat.

Digo cuando entra en la sala y pasa por mi lado, a pesar de su aspecto serio imparte dos materias que podría decirse que son mis favoritas aunque no sean las mas populares entre el alumnado, y eso hace que lo vea con otros ojos pues parece que nos gustan las mismas cosas; además siempre ha respondido a mis preguntas con verdadera pasión, es lo que hace falta en una profesión, pasión por lo que se hace.

Abre el nuevo año con el discurso de siempre, una frase y a trabajar. Comienzo a dirigirme hacia uno de los tableros mientras pienso con quién me tocará medirme cuando hace un anuncio sorprendente; pufff, la verdad es que no me apasiona en absoluto, ni necesito los galeones ni que esto se llene de 'intrusos', pero mi cara no varia un ápice. Entiendo sus motivos, debe ser frustante ver como otros clubes menos importantes tienen mayor seguimiento solo por ser lo que queda mejor frente a las masas; pero ¿y si el torneo tiene éxito y comienza a apuntarse mas gente? este lugar dejaría de tener el encanto que tiene, me auto-respondo.

Ocultando todos mis pensamientos me acerco hasta una de las mesas donde ya hay una chica sentada, tiene un libro cerrado ante ella, es de mi curso pero va a Ravenclaw y, aparte de los saludos de cortesía, los movimientos y alguna que otra felicitación, no hemos intercambiado apenas palabras en estos años. Tiene una sonrisa de aceptación y antes de que llegue enfrente suyo hace una pregunta que no deja lugar a dudas sobre su participación; como el profesor está esperando para contestar aprovecho y poso la mano en el respaldo de la silla que hay enfrente suyo.

- ¿Me permite ser su contrincante?

Nunca se puede estar seguro de que no haya apalabrado la partida con alguien de antemano.

Mis ojos se apartaron del profesor Chat al escuchar una voz cercana y asentí con la cabeza al encontrarme con Alphard mientras mis mejillas se ruborizaban muy levemente. - Será un placer, señor Black. - Respondí suavemente con una sonrisa cortés mientras agradecía en mi mente que se hubiera acercado.

Había estado buscando el momento adecuado para informarle de la siguiente reunión sin encontrarlo hasta entonces. Lo cierto era que el haberse marchado de la reunión dos noches atrás junto a Alister y Elizabeth de forma prematura, antes de que terminásemos de fijar el siguiente encuentro me había puesto las cosas más difíciles, pues de alguna manera me había autoadjudicado la responsabilidad de mantener informados a los tres. Dudaba que los demás se preocupasen por ello y alguien tenía que hacerlo. O al menos era lo que me parecía más correcto. Quisieran asistir o no, creía que debían saber que existía la posibilidad de hacerlo y cuándo. 

Sin embargo no dije nada todavía y mi mirada se desvió de nuevo hacia el profesor, esperando su respuesta a mi pregunta con aire sereno. Sería demasiado raro que comenzase a hablar con Alphard directamente. Lo más sencillo sería colarlo en medio de la partida, como un comentario más sobre las jugadas y para eso había que esperar.

Caras de entusiasmo se dibujan en casi todos los alumnos al pensar en lo jugoso del premio y en las oportunidades de enfrentarse a nuevos oponentes, con un enfoque distinto. Mientras charlan sobre esta novedad, se van distribuyendo por las mesas y eligiendo a sus contrincantes, así como los tableros. Las piezas vibran de emoción tanto como los jóvenes por un nuevo inicio del club.

De repente suenan unos toques en la puerta que casi todo el mundo ignora, absortos en su estrategia. Mas nadie queda indiferente, ni siquiera el profesor Chat, cuando por la puerta aparece uno de los rostros más conocidos del colegio. El joven dirige una fugaz sonrisa a todos los presentes en la sala antes de acercarse a la mesa del profesor y saludarlo con educación.

-Buenas tardes, profesor Chat. Espero no importunarlo...ya se que debiera haberme apuntado antes, pero tenía la mente en otros asuntos y se me pasó la fecha...si fuera tan amable de dejarme entrar al club se lo agradecería mucho.

Jean Pierre se ha levantado y responde al saludo con algo más de efusividad de lo habitual; no hace falta ser un genio para darse cuenta de que el profesor siente cierta debilidad por el alumno que tiene delante.

-Descuide señor Riddle, será un placer contar con su presencia en este club. Arreglaremos los detalles más tarde, ahora vaya y busque una pareja para empezar a practicar -comenta con algo de irritación cuando observa que mucha gente tiene los ojos fijos en el apuesto joven. 

Todos giran la cabeza y se esfuerzan por no mirarlo mientras camina entre las mesas que aun no se han organizado. Algunas chicas vencen la timidez y se acercan a preguntarle, pero el las rechaza con un elegante gesto. Parece inaudito, pero cada vez parece más claro que se dirige hacia Alice y a su ahora acompañante, Alphard Black.

Ante la aceptación de la señorita retiro un poco la silla y me siento lentamente, me parece atisbar un poco de color en sus mejillas pero no hago ninguna mención y mis manos comienzan a colocar las piezas en sus posiciones. He cogido las negras, las blancas son las que abren y, como buen caballero, dejo la ventaja de ese movimiento a la dama que es mi contrincante; como parte del ritual comienzo poniendo a la pareja real en su posición y voy añadiendo las figuras hacia afuera, todavía estoy con uno de los caballos en la mano cuando unos golpes en la puerta hacen que eleve la mirada.

¿Un nuevo integrante? si que empiezan a acudir pronto, pienso ácidamente en relación con el torneo y con que se nos llene la sala de 'nuevos'; aunque quien aparece en el dintel de la puerta es ni mas ni menos que Riddle, vaya...

No puedo dejar de seguir sus movimientos con la mirada mientras doy vueltas en la mano derecha a la pieza que no he colocado todavía, despide tanta seguridad en sí mismo que es como un imán, además si quiero parecerme a él tengo que observarlo, me justifico a mí mismo por mi comportamiento. Por suerte para mi ego me doy cuenta que no soy el único que lo mira aunque sí de los que sigue haciéndolo cuando se gira, no sé si ha sido eso pero veo que se dirige inequivocamente hacia nuestra mesa y mi mirada pensativa se torna en curiosidad.

¿Querrá ponerse con Battletower o conmigo? Si tuviese que elegir yo, lo tendría claro...

Al escuchar la puerta me giré hacia ella con curiosidad, preguntándome si sería algún nuevo integrante para el club, pero al ver que de entre cualquiera de los alumnos de Hogwarts, era precisamente Tom Riddle quien pedía entrar en él, parpadeé mientras sentía como si mi corazón se parase durante un instante. Tomé una de mis piezas con la mano por inercia mientras lo seguía con la mirada, impresionada una vez más por el magnetismo que emanaba en cada uno de sus movimientos. No era sólo que fuese guapo, es que era educado, amable, gentil, inteligente... De nuevo la duda sobre lo que el profesor Dumbledore aseguraba que el muchacho había hecho asomó a mi mente. ¿Cómo podía un joven tan perfecto haber hecho algo así? ¿Y por qué? No dudaba de mi mentor, pero cuando el señor Riddle estaba al alcance de mis ojos me resultaba difícil creer que fuese capaz de hacer daño a otro alumno de esa manera.

Cuando se giró hacia la mesa en la que nos encontrábamos Alphard y yo, aparté la mirada de él rápidamente, sintiendo cómo mis mejillas enrojecían por completo y empezaba a ponerme nerviosa. Desde luego ya no iba a poder avisar a Alphard de la reunión con el señor Riddle en la misma sala. Pero lo que era aún más preocupante era el hecho de que estuviese acercándose cada vez más hacia nosotros. Sentí un leve temor de que supiera algo sobre el grupo que habíamos formado, aunque siendo Alphard de su misma casa quizá tan sólo deseaba sentarse con alguien que ya conociese. Y a pesar de todo, inevitablemente mi estómago empezó a cosquillear de expectación.

Alister había estado con un papiro y una pluma anotando unas jugadas y mirando el tablero hasta que llego el profesor titular del club. Este estaba complacido con anunciar un torneo.

Y lo cierto es que no estaba del todo convencido de que fuera a elevar el nivel de los jugadores experimentados. Al final, el ganador seria uno de los clásicos de aquel club. O eso consideraba que sería lo más lógico.

Sin embargo, aunque nadie se había acercado a entablar una partida, el tenia cosas que hacer en aquel tiempo. Sus jugadas, y ensayos eran una manera mas de practicar ciertas aptitudes.

Lo que paso al entrar Tom Riddle fue sin duda algo que le desconcertó. No le gustaba que estuviera allí. Era tan bueno como malo para su investigación tenerlo cerca. Peligrosa era siempre la situación en la que él estaba.

Presto atención como el resto de los alumnos a su presentación, en especial a sus palabras, y a lo que no decían.

Tenía en mente otros asuntos, asuntos que ocupaban al siempre educado y correcto Riddle, para que se despistara en apuntarse a este club.

Quería entrar en su club de ajedrez mágico, pero sin duda no era para ganarse el favor del profesor, eso estaba claro, era por otro motivo. Necesitaba estar aquí, por alguien, o por algún conocimiento.

Decididamente le dio la espalda mientras deliberadamente procuraba no centrar su atención en él, mirando la mesa y procurando sin lograrlo prestar atención a las jugadas que pretendía poner en práctica.  

La sonrisa perfecta de Riddle se tuerce un poco al comprobar que Alice ya está acompañada, pero en milésimas de segundo se recompone y saluda con cortesía como si nada lo hubiera afectado.

-Señor Black, señorita Battletower...me alegro de verlos a ambos aquí, eso significa que desde este momentos somos compañeros. Estoy deseoso de batir mis piezas contra las de unos expertos...en especial contra quien se dice que es la mayor experta en Ajedrez Mágico de todo Hogwarts -los ojos de Tom se posan en Alice y su sonrisa se vuelve afectuosa.

-Estaré cerca, por si desea un partida más tarde. Lo mismo va por el señor Black, naturalmente.

Y se aleja unos pasos antes de situarse en otra mesa cercana, donde una chica lo acoge con entusiasmo, aunque este no parece prestarle demasiada atención. Sus ojos están puestos en Alice cada vez que levanta la cabeza al terminar un movimiento de sus piezas.

Podía sentir perfectamente mis mejillas enrojeciendo a toda velocidad cuando me di cuenta de que efectivamente se acercaba a nosotros. Las sentía ardiendo, y seguramente me saldrían esas horribles manchitas blancas que parecían empeñadas en aparecer cuando mi piel pálida se teñía de granate hasta el máximo. No había nada tan poco favorecedor para una dama que esas manchitas. Bueno, tal vez las pecas, las pecas sí que eran algo terrible. Lo cierto era que compadecía a la pobre Tracy por tener la cara plagada de ellas. Por suerte yo pecas no tenía. Por suerte y porque evitaba que el sol me diese en el rostro, claro. 

Tenía ganas de apretarme las mejillas con las palmas de las manos, tanto para tratar de aliviar mi sonrojo como para esconderlo del joven que se dirigía a Alphard y a mí. Pero no podía hacerlo en ese momento, eso haría más evidente mi vergüenza, así que traté de respirar lo más tranquilamente que pude mientras mis ojos se abrían sorprendidos de que el señor Riddle recordase mi nombre y más aún por sus palabras. - Oh, p-por supuesto, señor Riddle. - Respondí, mientras le devolvía de forma instintiva e inevitable la sonrisa. - Será un verdadero placer jugar contra usted más tarde. Aunque no soy para tanto, se lo aseguro. - Añadí, aceptando su invitación con una leve inclinación de cabeza antes de que se alejase. 

Seguí colocando las piezas, pero mi atención estaba por completo en esa mesa cercana mientras intentaba por todos los medios no mirar hacia allí continuamente. Me preguntaba por qué se había acercado a nosotros y esperaba que no fuese por haber descubierto nuestras reuniones. Y lo peor era que mi estómago cosquilleaba inevitablemente con la alternativa.

No aparto la mirada, eso sería como decir que estoy escondiendo algo, siento curiosidad por saber por qué el 'mejor' alumno de Hogwarts ha decidido entrar en el club de Ajedrez este año y a lo mejor su cara me dice algo que sus palabras no. Dada su cercanía, no me pasan totalmente desapercibidos los movimientos de mi contrincante pero quedan en un segundo plano cuando veo que la sonrisa de Riddle se tuerce un poco, ¿a qué se habrá debido?, me pregunto mentalmente.

No tengo tiempo de pensar en el motivo cuando nos saluda y alaba en especial la destreza de la ravenclaw, aunque en el último momento me añade; está claro que ha venido por ella, pienso contestando a mis propias preguntas. Espero a que sea ella quien tome la palabra primero pero apenas le dedico una leve mirada durante su intervención, a pesar del poco tiempo puedo ver el color encendido de sus mejillas.

- Señor Riddle, - saludo de vuelta, a pesar de todo logro mantener un tono neutro en mis palabras - me temo que el único experto en esta mesa se sienta enfrente mío - añado sin mirar a la dama - pero seguro que tenemos tiempo para medirnos en alguna ocasión.

Cuando se aleja coloco por fin el caballo en su posición y continúo con el resto, mi mirada va del tablero al rostro de la chica que se sienta enfrente.

- Señorita Battletower, - digo llamando su atención un momento, la presencia de Riddle en la sala hace que la idea de comunicarnos durante ella se esfume, dado el silencio que suele reinar - ha colocado a los monarcas en posición inversa.

Mis ojos se fijan en los suyos y niego con la cabeza levemente, para cualquiera podría tratarse de un gesto a raiz de mis palabras, espero que entienda que la negación se debe a que la comunicación durante este club ha quedado totalmente descartada. Me pregunto a qué se debe el interés de Riddle por ella, si hago caso de lo que sé de él no creo que sea por iniciar una relación vanal de amistad; entonces ¿qué?

Las palabras de Alphard atrajeron mi atención sobre el tablero y durante un instante no comprendí a qué se debían al ver las piezas bien colocadas. Levanté la mirada buscando la suya frunciendo levemente el ceño y entendí todo al ver su pequeño gesto. Asentí con la cabeza mientras movía las piezas para terminar dejándolas como estaban. - Tiene razón, señor Black, menudo despiste. - Respondí mientras pensaba a toda velocidad en alguna forma de transmitir un mensaje sin hacerlo realmente y finalmente añadí algo más. - Como en nuestra última partida de anteayer jugué negras he debido colocarlas en el mismo lugar sin darme cuenta. - Dije suavemente, mirándolo a los ojos durante un breve instante y esperando que entendiese lo que quería decirle.

Eché un vistazo rápido a la mesa donde el señor Riddle se había instalado antes de comenzar la partida. Mis mejillas iban recuperando la normalidad poco a poco, quedando muy ligeramente arreboladas. Posé entonces la mirada en el tablero y hablé hacia él en voz baja. - Peón de reina a D4. 

Tu pareja se percata de que estás ligeramente distraído y te da unos toques de atención tirando de la manga. Notas que tiene el ceño ligeramente fruncido al percatarse del motivo de tu desinterés.

-Alister, concéntrate, que empiezas a recordarme a Alan...salvo que a el no le importa Tom Riddle. A decir verdad solo le importa tener un palo en su mano, ya sea su escoba o su varita.

Suspira. Inicia la partida con un movimiento agresivo que la deja bastante desprotegida, aunque ella no parece darse cuenta. 

-¿Sabes? No se que le encuentran los demás de maravilloso a Riddle...es muy listo y todo lo que quieras, pero a mi me da escalofríos. Apenas habla con nadie excepto su grupito de amigos. Me parece raro que quiera entrar en un club, la verdad.

Lo cierto era que me costaba centrarme en el tablero durante los primeros minutos. Se me iban los ojos a la mesa en la que estaba sentada el señor Riddle y nombraba los movimientos de las piezas por la simple inercia de las estrategias ya aprendidas, sin pensar demasiado en lo que implicaría cada uno  de ellos. Movimientos que habrían sido muy correctos si no fuese porque el señor Black comenzó de una forma tan impecable como creativa. No utilizaba las reglas más o menos establecidas y comunes y directamente empezó a jugar a la ofensiva a pesar de tener las piezas negras, obligándome a tener que pasar a la defensiva de una forma casi inconsciente. El tablero se iba cubriendo del polvo que se producía cuando las piezas se destrozaban en su lucha encarnizada y cada vez que apartaba los pedazos de una de las mías, echaba un nuevo vistazo a la otra mesa intentando averiguar cómo iba la partida del señor Riddle. Cuando quise darme cuenta el señor Black estaba a punto de ponerme contra las cuerdas, mi reina estaba amenazada por tres lados y cualquiera de las alternativas dejaba desprotegido el camino hacia mi rey. 

Parpadeé mirando el tablero, olvidando por un momento las distracciones de otras mesas y dándome cuenta de que había confiado de más en mis capacidades y estaba a punto de perder cualquier opción de ganar la partida. Hice un recuento de las piezas perdidas por cada uno y me di cuenta de que llevaba todas las de perder. - Vaya. Bien jugado. - Comenté en voz baja, alabando la creatividad de mi oponente y obligándome a centrarme en el tablero. Me froté la frente mientras rápidamente mis ojos pasaban por cada pieza y mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando la forma de cambiar el equilibrio del juego, o al menos de estabilizarlo mientras encontraba alguna salida. Entonces lo vi. Había una posibilidad de proteger al rey interponiendo un alfil en el camino. Era arriesgado, implicaba sacrificar la reina demasiado pronto, pero a cambio él estaría obligando a entregar la suya y al menos la situación quedaría más igualada. Sin dudarlo más hablé en un susurro. - Alfil a E2. - La pieza se movió, colocándose en el escaque vacío, amenazando a su reina al mismo tiempo que protegía a mi rey y me mordí el labio inferior mientras contemplaba el tablero, esperando el movimiento de Alphard. 

Los pedazos de las dos reinas salpicaron el tablero y suspiré antes de ordenar a mi rey que se enrocase, protegiéndolo con la fila de peones y la torre. Probablemente estaba resultando la partida más complicada e interesante que había jugado en bastante tiempo y tras mi movimiento levanté los ojos para dedicar una mirada aprobatoria y una pequeña sonrisa al señor Black que estaba jugando realmente bien. Me resultaba apasionante jugar contra un contrincante capaz de mostrar tan alto nivel y mi atención estaba concentrada ya en la partida aunque, con los dos bandos igualados, sólo quedaba esperar que alguno de los dos cometiese algún error que el otro pudiera aprovechar. Las piezas parecían realizar un extraño y acompasado baile por el tablero, atacando y defendiendo sin descanso. Cualquier pieza tomada conllevaba un sacrificio y mientras a ambos lados del tablero se iban acumulando pequeñas montañas con los escombros, el juego fue continuando más o menos igualado durante largo rato mientras trataba de remontar lo perdido en la primera parte. 

Tras varios minutos quedaban pocas piezas y la batalla se desarrollaba en el centro del tablero, donde el último de mis peones giró su pequeña cabecita para mirarme. - "¿Ahora me toca a mí?" - Preguntó con esa vocecita fina que me había enternecido el corazón en el primer centenar de partidas que había jugado. Asentí, dedicándole una sonrisa resignada mientras nombraba mi siguiente movimiento. - Peón a E4. - Susurré, poniéndolo como carnaza delante del último caballo de mi contrincante. Me esforcé en mantener mi rostro sereno e imperturbable entonces, mientras esperaba su movimiento. Tenía la esperanza de que no se percatase de lo que sucedería varias jugadas después si aprovechaba en esta las circunstancias para librarse del peón temeroso. Era una trampa sutil disimulada entre varios movimientos que parecían conducir a otro tipo de ataque. Y cuando el caballero en miniatura clavó su pica en mi peón, destrozándolo, la comisura de mis labios se estiró casi imperceptiblemente. 

Pocos movimientos más quedaban hasta que hice la jugada final atrapando a su rey entre mi última torre y mi último alfil. - Torre a B7. - Levanté la mirada mientras la pieza se movía hacia el escaque indicado y hablé de nuevo. - Jaque mate. - Añadí, con los ojos brillantes, entusiasmada con la reñida partida que habíamos jugado. Y tras varios segundos después de finalizar cuando recordé la presencia del señor Riddle a pocos metros y mi mirada se desvió curiosa hacia allí sin querer. 

Alister levanto la vista del tablero y devolvió la mirada a los ojos de su contrincante. Era una chica muy cabal, pero algo ansiosa, como sus jugadas.

Me temo que el señor Coot y yo mismo no tenemos nada que ver. Lamento defraudarla.

Sin más dilación realizo el primer movimiento, y lo anoto en el trozo de papel que llevaba consigo.

En cuanto a Riddle aunque me gustaría decir que no me impresiona, lo cierto es que si lo hace.

Yo muchas veces pienso en lo que hare cuando acabe la escuela, y está claro que ese joven está pensando en su futuro, debe de tener grandes planes. Quizás optar a un puesto importante en el ministerio de magia.

La mayoría de los alumnos, solo se preocupan del quiddich, de los exámenes, o de ninguna de esas cosas, y no suelen proyectar su vida mas allá del curso en el que están.  Sospecho que es su preparación para el futuro y no sus no pocas notables notas, lo que lo hacen tan atractivo para el profesorado. Y del mismo modo del alumnado.

Alister observaba como la joven lo escuchaba, aunque sin duda tendría una opinión formada en cuanto a quien era y como debía ser Tom Riddle.

No obstante, coincido en vuestra percepción de que es un poco tarde para apuntarse a un club como el de Ajedrez Mágico.

Dejo que la última frase que decía calara en la mente de la joven, y volvió a meditar sobre cuales podían ser las posibles respuestas, y lo cierto es que solo se le ocurría una. Y era que quisiera conocer a alguien ajeno a la escuela que tuviera por costumbre enfrentarse a los alumnos destacados en la disciplina metal del ajedrez.

Sin duda prepararse para ese momento era lo que le había llevado a proponerle directamente una partida a Alice Battletower. O eso esperaba. 

Observa el primer movimiento con escepticismo, como si creyese que puede ser una trampa (o más bien el comienzo de una). Los peones se van moviendo y abren sus posiciones para dar paso a las piezas de mayor importancia.

-¿De verdad ya piensas en tu futuro? ¿No te basta esto, no te basta Hogwarts?

¡Zas! Su torre golpea con fuerza tu alfil, en un movimiento que no has visto hasta este momento. Al mismo tiempo te das cuenta de que otras dos piezas están amenazadas.

-Es decir, creo que ya tendremos tiempo de pensar en nuestro futuro. Odio ver como la gente se pierde lo que tiene delante solo por estar mirando más allá. Me gusta Hogwarts, me gusta este club, me gustan las clases y me encanta tener amigos con quienes compartir todo esto. En algún momento eso acabará. ¿No crees que es mejor disfrutarlo ahora que podemos?

Tus piezas tiemblan. Saben, al igual que tú, que estás perdido. Podrías sacar algo de tiempo sacrificando los peones y ambos caballos, pero a menos que se cometa un error garrafal, la lucha ha acabado. Y lo más gracioso es que Zoey no parece darse cuenta, ella solo espera con una sonrisa la respuesta a su pregunta.