Partida Rol por web

Igual que Alice, caminé en silencio sumida en mis pensamientos. Me aterrorizaba que se pusiera en peligro y además no podría estar cerca de ella para ayudarle si lo necesitaba. Sin embargo no podía seguir pensando en eso, tenía que concentrarme en mi tarea.

-Ten mucho cuidado, no te dejes llevar y en cuanto acabe el partido nos vemos.- Apreté sus manos y la dejé ir.

Continué andando en dirección al campo buscando a Anthony, fuera lo que fuera lo que iba a pasar tenía que evitarlo.

Tras la rápida conversación con Alister me dirigí hacia el campo a toda prisa, dispuesto a vigilar a Clare. No era la misión que yo habría escogido, pero era la que había aceptado, así que pondría en ella todo mi esfuerzo y mis ganas.

En cuanto dejé a Charlotte atrás y llegué a la zona de las gradas aminoré el paso. El campo estaba lleno de gente, pero mis ojos buscaban al señor Riddle sin detenerse. Metí la mano en el bolsillo de mi túnica y acaricié el espejo que había en él con la punta de los dedos. Su presencia allí me hacía sentir más segura a pesar de que sabía que no podría usarlo.

Y mientras daba pequeños pasos recorriendo las gradas con la mirada sentimientos encontrados entrechocaban en mi interior. La decepción por saber que el único interés que había despertado en el señor Riddle era usarme de coartada. El temor a ese niño que el profesor Dumbledore nos había mostrado, capaz de atemorizar a sus compañeros. La curiosidad por conocer qué había tras la fachada reluciente y deslumbrante que mostraba Tom. Y la necesidad por estar a la altura y no sólo vigilarlo, sino averiguar más sobre él. Todo se mezclaba en un batiburrillo que me esforzaba por serenar antes de encontrarme con mi cita.

No puedo seguir mi camino pues la profesora ha dado unos pasos en mi dirección y su mirada me dice que está enfadada -Bueno enfadada es una forma suave de decirlo, pero ante todo es una dama y no se deben decir cosas peores-. Los recientes acontecimientos han hecho que esté mas 'sensible' a ciertos sentimientos y, aunque no creo que la buena profesora sea capaz, me encogo levemente. Por suerte el golpe no llega pero sí sus palabras. Cambio mi expresión a una de serena sorpresa y contesto muy educadamente a todos sus requerimientos.

- Lo lamento profesora, necesitaba un rato a solas y he perdido la noción del tiempo. No he visto al señor Coot pero tenga por seguro que no deseo ganar por incomparecencia de mi adversario.

Dejo un momento de silencio y cambio otra vez mi expresión a una de apuro y congoja.

- Si no desea nada mas, me temo que llego tarde.

Con un suspiro, te deja pasar a regañadientes mientras espera en el mismo sitio, probablemente para darle el mismo recibimiento a Coot. Ya sin más interrupciones, llegas al vestuario del equipo, situado debajo de las gradas, donde los jugadores esperan. Alguno sentados y otros dando vueltas en su impaciencia, pero cuando entras todos se levantan y te saludan, esperando tus instrucciones. Parece que se han tragado la charla de antes, pues ninguno pregunta por tu tardanza. En el tiempo que tardas en entrar puedes ver que tu padre ha cumplido con su parte; nuevas escobas, todas en perfecto estado y relucientes.

-Pensábamos que ya no venías, que habías salido volando con tu escoba -comenta George Stanford con una sonrisa un poco torcida por los nervios. Sin embargo, esto consigue hacer sonreír al resto del equipo.

Consigues avistar a Riddle en la parte más alta de las gradas, un sitio privilegiado, donde hay un asiento libre, aunque antes de eso te llevas una sorpresa; Dumbledore está con el resto de profesores, en el extremo contrario del campo, charlando con el director tranquilamente como si hubiese estado todo el rato aquí.

Con el espacio abarrotado, te cuesta unos minutos llegar hasta Tom, que se levanta ipso facto y responde con una de sus maravillosas sonrisas. Con suavidad, agarra tu mano para ayudarte a superar los últimos metros y depositarte con suavidad a su lado.

-Pensaba que iba a ser yo quien te hiciera esperar, pero me has sorprendido. ¿Ha ocurrido algo?

Otra vez. Esa voz, esos ojos cautivadores, con esa genuina preocupación que expresan. Casi consiguen que olvides todo lo que ha pasado en el despacho de Dumbledore. El recuerdo reciente es lo único que impide que caigas de nuevo en su encanto.

Localizar a unas pocas personas en el campo sería casi tarea imposible, de no ser por la división de Casas. Al poco de rastrear la zona de los Slytherin podéis ver a Anthony Coot en la parte más baja, no muy alejado de él se encuentra Jeremy Clare, que parece un poco nervioso. Y algo más arriba, con expresión aburrida, Kobold Malfoy, que casualmente está junto a Dietrich Lestrange. Este último lanza miradas ocasionales a la parte más alta de las gradas, desde donde Riddle espera, con un asiento libre al lado, sin duda el destinado a Alice.

A estas alturas sería raro encontrar sitios libres y bien colocados, pero por suerte o sentencia del destino, unos pocos quedan libres justo al lado de la zona de los Slyterin, en la parte intermedia, lo cual os permite observar tanto a los de arriba como a los de abajo. Os sentáis justo a tiempo para ver como los jugadores empiezan a salir al campo, lo que arranca un estallido de vítores que amenazan con dejaros sordos. Al fin va a comenzar el partido.

Espero el asentimiento de la profesora pero solo suspira aceptando mis palabras y dejándome ir. Continúo hacia mi destino con paso un poco mas ligero pero sin llegar a correr, pensaba que quedaba mas tiempo para el partido -Al menos el otro equipo está igual-.

Al entrar todos se giran hacia mí saludando expectantes, por suerte no hay ningún comentario sobre el poco tiempo que tenemos, mi mirada se pasea por las caras de todos y puedo ver como hay varias escobas nuevas esperando ser usadas. -Tenemos que ganar- me repito de nuevo mentalmente para centrarme en el partido -no puedo permitirme otra cosa-. El comentario de Stanford hace que el equipo se destense un poco y se lo agradezco con una sonrisa mientras le contesto.

- Pues mal lo haría sin la mejor escoba. - me dirijo hacia una y la sopeso en las manos - Practicad un poco mientras me cambio*.

Se la entrego y me giro hacia donde está mi equipación de buscador mucho mas ligera que las demás, sobretodo que la de guardián, a Applefield casi no se le ve debajo de tanto cuero. Me comienzo a quitar la túnica pero entonces recuerdo el espejo, aún dentro del bolsillo lo toco con una mano y pienso rápido -Si lo dejo no sabré si alguien me llama, pero si lo llevo se puede romper- miro a mi alrededor y veo el peto de cuero -mejor tenerlo cerca-. Estiro la mano cogiéndolo y en un movimiento rápido** pongo el espejo en la cara interior de la pechera mientras saco la varita, sin moverme ni decir nada ejecuto el hechizo para que las dos piezas queden fijadas.

Sin determe para comprobar cómo ha quedado guardo la varita en la manga y me enfundo las protecciones de los antebrazos, me quito la túnica y coloco el peto en mi cuerpo. Mientras lo aguanto con una mano, sitiendo el espejo contra mi pecho, con la otra aprieto las correas para fijarlo bien fuerte. No he tardado mucho pero para mí ha sido una eternidad. Me giro de nuevo hacia el equipo y carraspeo para llamar su atención, ha llegado el momento del 'discurso motivador', mi vista se pasea por todos y comienzo a hablar con un tono de voz un poco mas fuerte de lo que es habitual en mí para darle mas fuerza -Espero hacerlo bien-.

- Ha llegado el momento del primer partido del curso. ¿Cuánto hemos sufrido para este momento? Entrenamientos duros, volando bajo la lluvia, recibiendo golpes de bludgers para aprender a olvidar el dolor... pero hay un dolor que no hemos de olvidar, la pérdida de nuestro capitán; - dejo un corto silencio antes de continuar - no nos quieren decir qué le ha pasado, ni cuándo volverá. Muchos esperan que sin él cada uno vaya por su cuenta, dicen que no somos rivales - los miro a todos a la cara - pues se equivocan ¿y sabéis por qué? porque somos mas fuertes de lo que creen, porque no esperan que salgamos ahí con la suficiente motivación, porque nos ven como personas egoistas que solo miramos por cada uno de nosotros. - mi voz ha ido aumentando de volumen poco a poco, me acerco a Stanford y doy un golpe en su pecho a la vez que vuelvo a un tono grave - Hoy les demostraremos que no es así, - dos pasos mas y un ‘puñetazo’ en el brazo a Rosendo - hoy les daremos en las narices y les cerraremos sus bocazas, - giro la cabeza abarcando al resto y poso la mano en el hombro de Applefield mientras muestro el puño apretado al frente - hoy saldremos a ese campo y daremos todo lo que tenemos.

Hago una corta pausa antes de dar las últimas directrices en cuanto a nuestra estrategia -Con el equipo que tenemos es a lo que debemos jugar- pienso mientras bajo las dos manos.

Nuestro poder reside en nuestros golpeadores, - miro a Cock y Gentle - tenéis que estar muy atentos y golpear hacia nuestros rivales en el momento preciso, ya sea a su guardián justo cuando lancemos o al cazador que ose enfilar nuestros aros. En cuanto a su buscador yo me encargo de vigilarlo, y cuando os lo diga quiero las dos bludgers hacia Coot, si puede ser hacia su cara mejor, lo quiero fuera de combate. - un brillo en los ojos y una sonrisa de regocijo se instala por un momento en mi cara ante la idea - En cinco minutos saldremos ahí fuera y lo que mas se oirá serán los abucheos de las otras casas, como cada año, como cada partido, todo seguirá igual que siempre. - miro a Nibbles y la sonrisa cambia a una mas suave - Pero no es verdad, no es igual porque este partido va a ser nuestro; no importa a quién nos enfrentemos, ni sus logros, ni su prometedor futuro. Lo único importante es que todos y cada uno de nosotros lo va a dar todo y va a preocuparse por sus compañeros, que nadie va a quedarse quieto a no ser que esté en una camilla camino de la enfermería, que las bludgers van a golpear con furia a todos nuestros enemigos hasta derribarlos. No es solo un partido, es el resurgir de algo nuevo, algo grande y ambicioso; es el poder de Slytherin, que se alzará para demostrar a todos que somos los mejores. Que somos los líderes.

Nunca me ha gustado especialmente el Quidditch. No le veo ninguna clase de utilidad, ni nunca he sido capaz de emocionarme por el ir y venir de la pelota entre los jugadores. Si asistía a los partidos, era por Alex. Y ahora que no está, el aguantar el incómodo asiento de las gradas y el ensordecedor sonido de los gritos y chillidos de la gente se convierte, ya no en una simple molestia pasajera, sino en un auténtico suplicio.

Al abrirme paso entre la ingente marea de alumnos decorados con los colores de la serpiente, no puedo evitar lanzar furtivas miradas entre los rostros de la gente, buscando el rostro conocido de Ruth, preguntándome si se siente igual que yo al presenciar la ausencia de nuestro amigo en el campo, o si siquiera ha acudido en lugar de refugiarse en su habitación en las mazmorras.

Los asientos libres son tan exiguos que no dan lugar a la elección. Al parecer, todos los integrantes de la reunión que no toman parte en el partido vamos a tener que sentarnos cerca los unos de los otros. Mis manos se crispan en un gesto de fastidio, al ver frustrada mi esperanza de poder encontrar unos momentos de aislamiento. La hostilidad entre todos nosotros ya se había hecho lo suficientemente patente durante la reunión como para que incluso a través de la mutua ignorancia se filtrase el desprecio.

Me siento en el banquillo de madera, mientras identifico con un rápido vistazo a los protagonistas de los acontecimientos que tendrán lugar a lo largo de la tarde: Coot, Clare, Malfoy... y Lestrenge. No hemos contado con él en nuestros preparativos y, aunque no tiene por qué suponer ningún problema, resulta más que evidente que puede ser peligroso. Todavía puedo recordar dolorosamente su pelea con Alex en el comedor. Todavía soy incapaz de aceptar que no sea el culpable directo del estado de mi amigo.

Dejo que mi mirada vague distraídamente por el resto de las personas cercanas, antes de centrarse nuevamente en Kobold, fingiendo haberme abstraído en mis propios pensamientos. Malfoy y Lestrenge. No pienso perderles de vista a ninguno de los dos.

Mis ojos se abrieron por la sorpresa al ver al profesor Dumbledore junto al resto del profesorado. - ¿Cómo lo ha hecho? - Pero no tenía mucho tiempo para darle vueltas a eso, pues enseguida descubrí al señor Riddle en lo más alto de las gradas. No solía pisar mucho el campo de quidditch, tan sólo acudía en partidos muy señalados o cuando Charlotte me obligaba, pero no me hacía falta para saber que era uno de los mejores lugares de todo el campo. 

Tuve que armarme de toda mi fuerza de voluntad para no derretirme ante la sonrisa del señor Riddle, pero no pude evitar que mis labios se estirasen automáticamente en respuesta. Un pequeño cosquilleo recorrió mi piel en cuanto tomó mi mano, haciendo que mis mejillas se encendieran por sí solas y bajase la mirada con timidez. - Recuerda lo que has visto, Alice. Recuerda por qué estás aquí. - Tomé aire y negué con la cabeza. 

- Oh, lo lamento muchísimo. No ha sido nada grave, pero siento el retraso. Es que... Bueno... Charlotte tuvo un... problema femenino. - Respondí, bajando el tono en las últimas palabras. Esperaba que en eso Tom fuese como todos los chicos y prefiriese no preguntar más.

Me senté a su lado y miré a nuestro alrededor, analizando qué alumnos estaban cerca de nosotros y qué oídos podrían llegar a escuchar nuestra conversación. - Vaya, has elegido un lugar magnífico. - Comenté, volviendo a mirarlo y perdiéndome en la profundidad de sus ojos durante un breve instante en el que pensé que sería sumamente sencillo olvidar lo que había visto. Muy en el fondo seguía queriendo comprender a ese muchacho, era difícil creer que fuese simplemente malo, sin más razones que el mismo motivo de serlo. Algo tenía que haberlo llevado hasta ahí. - ¿Puedo hacerte una confesión? - Terminé preguntando en voz baja.

La cara de Tracy distaba bastante de la que tenía cuando la habían visto por última vez, de pie en el despacho de Dumbledore. Su gesto había vuelto hacia atrás, a la mezcla de seriedadalertaprofundidadyalgomás con la que había cruzado el dintel hacia la reunión con el profesor, como si la Gryffindor hubiera obligado a sus pecas a esculpirse de esa manera y a negar cualquier otra expresión diferente. Quizás lo había hecho por la presencia de la profesora Farewell, quizás lo había hecho porque ya había dicho todo lo que quería decir. Quizás por el mero hecho de que, teniendo un rostro tan expresivo y descarnado como el suyo, una expresión de furia hubiese resaltado como una enorme anomalía en medio de la tribuna de gente enfervorecida. O quizás era porque se había despojado de Tracy y había pasado a ser solo Canterbury, vistiendo con ello la expresión y la impostura pasiva de quien observa y espera para pasar a la acción.

La Gryffindor echó una mirada a sus alrededores, aguda, intentando ubicar a su primo John entre los espectadores. Todo aquel descubrimiento respecto del movimiento de los de primer año era para ella nuevo, y la rapidez de todo le había impedido ir a buscarlo para asegurarse que estuviera bien y que estuviera alerta. Luego, buscó con la mirada a los que su padre o sus tíos hubieran llamado marcadores. Clare, Coot, Malfoy... Lestrange. Sus ojos se posaron sobre el Slytherin por un instante más. Mal asunto que todos los que supuestamente iban a observar a esos críos, como bizarramente Alister Ravenclaw iba a hacer ahora mismo, tuvieran que sentarse uno al lado del otro. Eso haría sospechoso que se movieran para seguirlos. Sería más fácil para un observador asociar el movimiento de unos con el de otros. Si ella podría darse cuenta de ello, Riddle se daría cuenta inmediatamente.

Riddle. Tracy no dedicó más que una mirada general a la zona donde estaba el Slytherin, sabiendo que si nunca le había prestado atención particularmente, que lo hiciera ahora iba a notarse demasiado. Quizás cuando Alice se sentara, si era ella quien iba a ocupar el lugar vacío. Aunque sentía el interior de las venas volviéndose piedra y hielo, burbujas de desprecio y determinación abriéndose paso trabajosamente por su sangre, la Gryffindor se limitó a fruncir el ceño y a volver su mirada al frente. Tan solo esperaba que empezara de una buena vez el partido, lo suficiente para que pudiera observar una vez más e irse. Los vítores le servirían para pasar desapercibida.

Se inclinó hacia Ingo, tan cerca como a nadie le extrañaría viniendo de dos Gryffindor tan cercanos, y le susurró algo al oído. Su mirada continuaba en el campo. 

- Me iré apenas empiece el partido - dijo Tracy, tan comedida que casi no se la escuchaba en medio de los vitores - Echa de tanto en tanto un ojo a John, si puedes. Si él hace algún movimiento... - quizás si alguien oía la conversación pensaría que seguía hablando de su primo. Pero Ingo, siguiendo los ojos sigilosos de la Gryffindor, podía darse cuenta que estaba hablando de Lestrange - ... avísame, e intentaré encargarme. ¿De acuerdo?

Hizo una pausa, y luego preguntó.

- ¿Ravenclaw? - su voz era seca, molesta, pero pragmática. Canterbury, a fin de cuentas.

Llegué un poco más tarde que los demás - a excepción de Alister - a las gradas. Desde las escaleras eché un vistazo alrededor buscando dónde podría tomar asiento de manera que pudiera ver también a Jeremy Clare. Mi objetivo.

Al ver que había un par de huecos libres junto a los demás no tardé en acercarme para sentarme con ellos. Quizá era un poco raro que yo no estuviera viendo el partido con mis compañeros de equipo, pero con todo el jolgorio por ser el primer encuentro de la temporada probablemente nadie se daría cuenta. Al menos no mientras no sospechen que algo raro sucede.

Sin dudar me siento junto a Tracy, y al ver a los dos equipos entrar en el campo no puedo evitar sentir una punzada. Yo más que nadie tendría que estar fijándome en los movimientos de ellos durante todo el partido, pues dentro de poco seré quien tenga que parar sus lanzamientos de quaffle. Sin embargo ese sentimiento no tarda ni un segundo en desaparecer: lo que tenemos entre manos es mucho más importante.

Al sentir cómo Tracy se inclinaba para hablar conmigo no aparté la vista del terreno de juego y asentí en un par de ocasiones con la cabeza. Luego, cuando unos segundos más tarde terminó le correspondí acercándome a su oído para responder de forma rápida.

- Un gilipollas. - Resumí en sólo dos palabras. - Lo justifica todo con el miedo por su novia. - Aclaré. Sus palabras me habían llegado claras, pero sólo había algo que temía: el cómo avisarle. Si me estaba preguntando por Alister quizá no había oído nuestra conversación, y en ese caso... ¿De verdad funcionaban los espejos? No habíamos llegado a hacer ninguna prueba con ellos.

- Estaré atento a tu primo por si se encuentra mal o lo que sea. - Aseguré, aunque ambos sabíamos que no hablaba de eso. - Antes intenté avisarte de otra cosa, ¿llegaste a oírme?

- Qué imbécil - susurró Tracy, su tono como la negación que su cabeza no hizo - La única forma de protegerla no es escapando y escondiéndose, es tomando partido. Un cobarde.

Si había algo de lo que la Gryffindor entendía, a fin de cuentas, era de lealtad. Y de coraje. Sin embargo, no se extendió más sobre eso, pues no era lugar ni momento. Asintió levemente, dando entender a Ingo un agradecimiento silencioso, y luego negó con la misma levedad. Sus ojos seguían escaneando con sutileza las tribunas y los alrededores.

- No, no oí nada. Aunque debería haberlo hecho, ya veo - la Gryffindor parecía absolutamente segura de ello - ¿Sucedió algo más?

Escuché de Tracy la sentencia que emitía sobre Alister, y no le llevé la contraria. A pesar de que me hubiera gustado poder defenderle el chico se había ganado con creces eso y más. Bastante que mi compañera todavía no había llegado a las manos, y más con las provocaciones directas del Ravenclaw.

Estuve a punto de responder diciéndole que no había sido culpa de ella el no haber oído nada, de explicarle que aún no terminaba de dominar el uso de los espejos, pero me callé por si alguien estaba escuchando. Y en cuanto a lo otro hice un gesto con las manos simulando estar atento al campo.

- Luego te cuento*. - Propuse antes de tomar aire y añadir una última cosa. - Cien galeones en contra de las serpientes. Un muggle jugaría mejor que ellos al quidditch. - Dije al final antes de pasar disimuladamente la mirada por la grada. Yo no tenía ese dinero y Tracy bien lo sabía, pero si había algún Slytherin oyéndonos quizá reaccionase de alguna manera ante esa provocación, aunque fuese un simple gesto.

Cuando revisé las gradas buscando a Anthony y le encontré con relativa facilidad, suspiré aliviada. También pude ver a los demás implicados en el mismo bloque de asientos. Por fortuna había sitio cerca y bien situado para ver también a Alice, pero sin perder de vista mí objetivo. El ambiente los días de partido me gustaba, el barullo y la emoción que se respiraba en el ambiente me animaba. El deporte como tal me importaba bastante poco, además cada vez que me subía a una escoba acababa mareada así que no me atraía demasiado. Por primera vez desde el primer año no estaba disfrutaba en absoluto. Ahora solo faltaba esperar y estar bien concentrada.

Al más puro estilo Farewell. No pude evitar pensar mientras la mujer tiraba de mí y de Helene. Aún me quejaba por el golpe en la cabeza. Au... Lo cierto era que llegábamos tarde, pero no íbamos a retrasar el partido, íbamos justo a tiempo. Lo siento, profesora Farewell. Dije, poniendo el mejor tono de disculpa que podía.

No podía decirle donde estaba, tendría que inventarme algo durante el partido. Una vez dentro saludé a los miembros de equipo con la mejor de mis sonrisas pese a la situación. tenía que mostrarme natural y con ganas, como siempre... Iba a ser difícil. Siento el retraso, chicos. Les dije, mientras me ponía las partes del equipo que me faltaba. Bueno, ya sabéis todos la estrategia, la hemos estado entrenando. Tú, céntrate en cubrirme. Dije, a uno de los golpeadores. Olvidaos de Black, intentad derribar a los cazadores.

Confiaba en poder ganarle en un tú a tú. Sobre todo con la defensa de uno de los golpeadores puesta en mí. Me daban más miedo las bludgers que el Slytherin. Los demás, como siempre, no os precipitéis. No tenemos prisa, alargad los tantos. Dije, seguro. la sonrisa ya no estaba en mi rostro. Siempre que daba órdenes me ponía algo más autoritario. Seguiremos esa estrategia. Si en algún momento nos aganan de 100. Volví a mirar al golpeador. Olvídate de mí y céntrate en los cazadores enemigos. ¿Entendido?

Sonreí. Una sonrisa segura y perfecta. Vamos a comernos a esas serpientes!