Partida Rol por web

Permanecí quieta mientras terminaban de organizarse y al ver a Alphard desaparecer fruncí levemente el ceño. Tenía la molesta sensación de haber olvidado algo y ver cómo la puerta se abría y su voz llegaba desde el pasillo no hacía más que aumentarla. Me froté la nariz en silencio y pensativa, tratando de averiguar de dónde venía. Observé la respuesta que Alister le daba a Tracy y giré la cabeza de forma automática hacia la Gryffindor, como quien contempla un partido de tenis, mientras seguía dándole vueltas a mi cabeza. 

Y entonces, en medio de mi impaciencia porque la reunión terminase me di cuenta de qué era lo que había olvidado comentar cuando el señor Black todavía estaba en el despacho. Todo encajó en mi mente en ese momento. Dudé si salir tras él y llamarlo, o si contárselo a los demás. Valoré en silencio si merecía la pena alargar más la situación. Y mientras mi mirada se dirigía hacia Ingo y mis ojos se abrían sorprendidos por la dureza de sus palabras hacia Alister, decidí que no, que no era tan importante como para que no nos marchásemos antes de que las cosas empeorasen. Y también decidí no intervenir.

Mis ojos buscaron entonces a Charlotte y le hice un pequeño gesto con la cabeza hacia la puerta que para cualquiera sería un leve ademán, pero que para ella seguramente sería una muestra de mi impaciencia. Me giré hacia el profesor y lo saludé con una inclinación de cabeza. - Creo que yo también debo marcharme ya, profesor Dumbledore. Haré todo lo que pueda. - Volví a mirar a Charlotte y empecé a caminar hacia la puerta. - Charlotte, ¿me acompañas hasta el campo antes de marcharte? - Pedí deteniéndome apenas un instante en mi camino hacia la salida. Iba a resultar raro que fuese yo la que asistiera al partido mientras mi hermana era la que hacía cualquier otra cosa, probablemente si sus pasos tras el pequeño Anthony la llevaban lejos del campo la gente que no nos conociese bien pensaría automáticamente que la situación era al revés y que la ausente era yo. 

Sonreí ligeramente al ver la respuesta de Ingo a Alister, yo también estaba cansada de su actitud, si quería ir por libre no iba a ser yo quien me interpusiera. Aquella reunión parecía acabada y tenía que localizar a Anthony entre todos los estudiantes. Al ver que Alice se levantaba hice lo mismo, saludé al profesor con una inclinación de cabeza y continué tras Alice, tampoco es que tuviera mucho más que añadir. –Sí, te acompaño.- También quería hablar con mi hermana antes de que fuera a encontrarse con Riddle.

Acuso el golpe de la Gryffindor palideciendo levemente mientras mis labios se fruncen en una mueca de dolor. Sin embargo, no respondo, al menos, no inmediatamente. Asintiendo brevemente con la cabeza como único y obligado gesto de despedida, me doy la vuelta y me dispongo a salir de la habitación. -¿Realmente son conscientes de lo que se juegan? ¿Del dolor que les puede suponer perder a alguien? Nadie desea más que yo desenmascarar a Riddle...- Puedo notar el odio bullendo en mi interior, casi como algo físico. Me doy cuenta de que desearía hacerles daño, a todos ellos. Que sintieran lo mismo que yo siento en estos momentos. Demostrarles que no son tan todopoderosos como se creen.

Y sobre todo a ese hipócrita de Riddle. A ese advenedizo sin el menor escrúpulo. Acaricio mi varita con la mano libre, pensando en un hechizo en concreto que me gustaría especialmente probar sobre él. Si solo tuviera la oportunidad... -¿Qué se siente...- susurro en voz casi inaudible al pasar junto a Cantterbury -... al saberse siempre en lo correcto?

Sin esperar ninguna respuesta y sin atreverme siquiera a volver la cabeza para no continuar un enfrentamiento que no me veo capaz de soportar y en el que tengo todas las de perder, salgo de la habitación conteniendo la ira. Ya no queda nada que decir.

Mmmmmm...luego me hago yo mis cábalas, pero en principio sí. Ahora, no garantizo la calidad del sonido ni que haya interferencias de fondo, dado que me imagino que el espejo estará oculto en un bolsillo o similar.

Eh... okey, muy bien. Sigo entonces con lo mío, así continuamos.

Todo sucedió en un momento. Fue sólo un instante, una minúscula inflexión de tiempo entre el asentimiento a un Black invisible y todo lo que tardó Alister en terminar de hablar. La espalda de Tracy se enderezó lentamente, transformando la curva natural en una recta tensa. Sus hombros se cuadraron, volviéndose una línea horizontal inclinada levemente hacia atrás, equilibrando un peso que pasó a posarse sobre la punta de sus pies. La punta de sus dedos se curvó hacia adentro, rozando levemente la túnica a los costados de sus muslos, y sus cejas bajaron hasta el nacimiento mismo de su nariz.

Cobarde. ¡Imbécil!

Pero lo que sufrió la peor transformación fue su mirada.

¡No tienes ni idea de lo que hay en juego, ni de lo que se perderá!

Dos ojos, que antes entrecerrados lo miraban con enojo,  ahora abiertos lo miraban transformados en dos navajas verticales. Dos fogatas en el fondo de la noche. Dos abismos con una única palabra y promesa.

Descerebrado y cobarde hijo de puta.

Aquello de ver rojo, ver borroso, perder el control de las acciones, era simplemente una mentira piadosa. También aquel rumor que decía que los Gryffindor tenían sangre caliente y actuaban por impulso, llevados por heroísmo, o caballería, o aquella clase de valor que parecía ser el punto arquimédico entre la temeridad y la estupidez. En aquel momento en que los nudillos de Tracy comenzaron a curvarse, no había nada entorpeciendo sus sentidos. No había otra cosa en su mente que una decisión fría que parecía una guillotina. Y no había nada que se interpusiese entre ella y el rostro que acababa de girarse y que le había vuelto a hablar.

Pero de pronto lo hubo: Ingo. Y lo que ella iba a decir con gestos, él lo dijo de una vez con voz.

La mirada de los dos Gryffindor confluyó en Alister, volviéndolo vértice de aquel triángulo que parecía no ir a romperse. Tracy esperó a que el Ravenclaw contestara, que dijera algo de una vez por todas, pero pasaron los segundos y lo único que se escuchó fueron las voces de las Battletower. Sólo la cercanía con los dos varones le permitió escuchar algo que pareció un susurro, dirigido de Alister a Ingo, algo que ni siquiera fue dicho en voz alta.

Los labios de la Gryffindor eran una piedra, una a la que no se le pasó la mueca de Elizabeth ni el susurro de la Slytherin al pasar por su lado. No había nada que le pudiera responder en ese momento.  Quizás no había nada para responder salvo una negación y una mirada.

- No vas a decirnos nada que sirva a la cara, como era esperable – dijo Tracy secamente hacia Alister, tras una mirada de Ingo que le avisaba que se marchaban. Su voz se había vuelto pétrea – Lo haré yo, entonces, antes de que corras. Aunque te jactes de tu inteligencia, parece no sabes hacer otra cosa que escudarte como un cobarde tras tu sarcasmo, no darte cuenta qué es importante de lo que hay a tu alrededor, y desmerecer  todo lo que hacen o dicen otros que sí entienden la gravedad de esto. Compadezco al que te necesite o te quiera para algo – agregó, bruscamente – Porque haber aportado un grano de arena no te hace útil ni te da derecho a ser un imbécil. Y yo tampoco te lo dejaré pasar.

Pero sí los dejó pasar para que se fueran. No se movió de su sitio hasta que se fueron y, cuando lo hicieron, giró hacia los pocos que quedaban en la sala. Un gesto seco de cabeza fue la única despedida, antes que la Gryffindor saliera del despacho para perderse en el castillo.

Todos salís del despacho discutiendo vuestros propios asuntos, tanto es así que cuando os queréis dar cuenta Dumbledore ya no se encuentra a vuestras espaldas. Un vistazo de vuelta confirma que tampoco se encuentra en su despacho y que Fawkes también ha desaparecido junto con él. De cualquier manera, la hora que os queda ya casi se ha consumido y el sonido de la torre del reloj no hace sino confirmarlo. En pocos minutos comenzará el partido.

El viento ha aumentado de intensidad, aunque su rugido no rivaliza con los gritos que podéis oír de la enfervorecida multitud, aún estando a una distancia considerable de las gradas. Al acercaros, podéis ver que no sois los únicos que aún no están donde les corresponde; una figura espera en la entrada al campo, con una característica figura que la hace inconfundible, la profesora y arbitro Brunhilda Farewell. Y los que conocen su vista de halcón saben que ella también los ha visto.

Cuando salgo del colegio puedo oír los gritos de los alumnos pidiendo un poco de espectáculo, por un momento se me pone mal cuerpo al pensar que Dracons debería estar aquí, él debería ser el capitán y yo el novato buscador. Pero no es así, la realidad es mucho mas amarga de lo que cualquiera de esos alumnos puede imaginar, y debe ser mantenida en secreto.

Vuelvo a adoptar mi expresión impasible de siempre y cuadro los hombros preparándome para el discurso, cuando estoy mas cerca puedo distinguir una figura en la entrada del campo. Por un momento tengo la nefasta impresión de que Riddle me ha descubierto, pero al instante siguiente reconozco la figura de la profesora Farewell -Espero no llegar demasiado tarde-.

- Buenos días profesora.

La saludo con una ligera sonrisa y una inclinación de cabeza cuando llego a su altura, mi intención es seguir mi camino hacia los vestuarios de Slytherin para cambiarme y motivar al equipo.

Camino junto a Helene con la pose tranquila y despreocupada que me caracteriza, aunque en mi mirada puede leerse la preocupación a leguas. Me preguntaba si la profesora Farewell podría detectarla a aquella distancia. No me extrañaría. No podía apartar de mi cabeza la conversación que había tenido minutos atrás. Por primera vez un partido de quidditch me parecía algo secundario.

Estuve callado durante la mayor parte del camino, algo nada propio en mí. No me apetecía hablar, ni siquiera me apetecía competir. Lo que quería era poner a salvo a Anthony, pero todos parecían creer que era una mala idea. Confiaba en ellos, pero si le pasaba algo malo a mi hermano... No podría perdonármelo. Tenía que terminar aquel partido lo antes posible y buscarle para ponerle a salvo con cualquier excusa. Tal vez invitarle a practicar quidditch. Seguro que eso le gustaría, sí. Tenía que alejarle del partido lo antes posible.

Vamos. Le dije a mi mejor amiga, esbozando una sonrisa algo forzada. Se suponía que tenía que transmitir confianza, pero no sabía como hacerlo. Habían tocado mi punto débil. Acabemos con esto cuanto antes. Dije, acercándome a la entrada del campo. Tenía cierta curiosidad y temor por lo que nos fuese a decir la jefa de nuestra casa. ¿Tal vez nos llamaría la atención por llegar tarde?

Caminé hacia el campo junto a Charlotte en un silencio pensativo. Sin embargo, poco antes de llegar me detuve y la cogí de las manos mientras contemplaba un rostro que era idéntico al mío. Suspiré lentamente y me forcé a dedicarle una pequeña sonrisa de ánimo. - Todo va a salir bien. - Aseguré, conociendo sus temores. Apreté sus manos y mis ojos se dirigieron a las gradas donde ya casi todo el mundo estaba preparado para ver el partido. - Ya lo verás. - Añadí, sin estar segura de si trataba de darle ánimos a ella o a mí misma. 

- En cuanto termine el partido te buscaré. - Terminé en un susurro mientras la soltaba despacio y con un pequeño gesto de la mano me alejé a buen paso hacia las gradas. Al pasar junto a la profesora Farewell la saludé con una pequeña inclinación de cabeza y luego mis ojos recorrieron de nuevo el lugar, buscando un rostro en concreto. El de Tom Riddle.

No has de esperar mucho para que la profesora se acerque, escoba en ristre, con una mirada entre desaprobación y desesperación. Por un momento parece que está a punto de golpearte con el duro extremo de madera, pero cambia de opinión en el ultimo instante.

-¿Donde se había metido, señor Black? Ya estaba a punto de salir, porque el señor Coot parece que también ha decidido no presentarse. Dígame que no han tenido la absurda idea de batirse en duelo o algo parecido -dice, abriendo los ojos con sorpresa, como si esperase que la respuesta fuera un sí rotundo.

Nada mas veros llegar la profesora Farewell se acerca y ni corta ni perezosa le asesta un duro golpe en la cabeza al desafortunado de Coot, no tanto como para hacerle daño de verdad, pero si para conseguir que suelte un sonoro ¡Au!

-¡Señor Coot! No tenia bastante con el señor Black, usted también tenía que desaparecer a pocos minutos del partido. Entre ahora mismo, su equipo le espera. Espere, mejor la acompañaré yo misma. Lo mismo va por usted señorita Ravens. Al resto, sean rápidos, los mejores asientos ya están ocupados. Cuando termine el partid me contarán que hacían solitos mientras todo el colegio estaba en el estadio. -afirma con un tono que no admite réplica.

Coge a Helene y Alana por las magas del uniforme y los arrastra con fuerza, casi en volandas, de una manera que casi resulta cómica.