Partida Rol por web

Me di la vuelta para escuchar la respuesta del Caballero pero, para mi sorpresa, vi como caía de rodillas al suelo. Se apoyó un un banco para no darse de bruces contra el suelo, su piel se había tornado pálida y su gesto indicaba que estaba a punto de vomitar. Desde luego no esperaba tal reacción ni encontré explicación alguna, de modo que me acuclillé junto a él para examinarle.

- ¿Os encontráis bien, Caballero Zuyla? - sinceramente, tenía mal aspecto.- Si lo deseáis puedo examinaros, no soy un experto pero puedo serviros como médico - y sin esperar su aprobación comencé mis observaciones.- Tenéis mal aspecto... quizás algo que hayáis comido...

Los agudos sentidos de Durius captaron el aroma de la sangre y el hambre despierta tras una prolongada exposición al embriagador olor de la sangre Basarab, pareció alcanzar un punto sin retorno. Próximo al frenesí, el secretario del Duque tuvo un mínimo de cordura. Realizar un ataque que acabaría con la muerte de alguno de los personajes que pululaban por el patio del Castillo constituiría una grave acción que tan solo despertaría las alarmas de los allí residentes, el temor y el miedo.

A duras penas hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para deslizarse rápida y sigilosamente hasta sus dependencias. En la puerta de acceso a las mismas, uno de sus lacayos, Gheorghe, hacía guardia. Parecía estar cansado pues dormitaba, de pie y apoyado contra la pared. Durius, zarandeó suavemente su hombro.

-Acompáñame dentro. Ahora -dijo imperativo.

Cuando ambos entraron, Durius cerró la puerta para a continuación y sin mediar palabra, abalanzarse sobre su criado. Sus dientes relucieron fugazmente a la luz de las antorchas antes de clavarse en el cuello del desprevenido Gheorghe. No hubo ni paciencia ni humanidad. El rojo bermellón no fue desperdiciado y el ansia lujuriosa de sangre de Durius se vio pronto calmada, mientras el cuerpo de Gheorghe se debilitaba hasta morir entre sus brazos.

Dejó caer el cadáver y alzó el rostro hacia el techo, los ojos cerrados, ahogando un grito de placer mientras el calor de otra vida recorría su cuerpo no vivo. Después, tomó los restos de su criado y lo condujo hasta su habitación, donde lo dejó desmadejadamente contra un rincón. Debía hallar el momento para desembarazarse de él discretamente, a ser posible sin que el resto de los residentes de castillo, lo cual incluía a los restantes siervos a su servicio, lo supiera.

Suspiró, saciado. Era hora de cumplir con el mandato de Gyula Kadar, por lo que volvió a descender al patio.

No sabía lo que le había ocurrido. En su vida le había pasado algo así. Estaba pensando en los basarab, en la batalla cuando intentó con todas sus fuerzas salvar a la bella Sveta... y fracasó. Y ahora unos cuantos hombres debían ser detenidos y se encontraba con una situación en la que unos hombres de armas iban a morir por nada. Porque si algo sabía Dominik es que no tenían culpa alguna de los pecados de sus señores.

Sin embargo iba a entrar. Iba a hacerlo. No sabía en qué momento se había quedado quito, paralizado. Era consciente de haber visto al caballero entrar raudo, dispuesto a matar. Y luego.....

No, no podía explicar por qué se había quedado paralizado. Solamente recordaba que había fallado en defender a los basarab. Y que una y otra vez se veía obligado a destruir a la familia a la que en su momento juró lealtad

Entra en silencio y ve la masacre... y la ausencia de Valru. Esto no era bueno.

- No soy ningún cobarde, caballero Iacobus Radoslav - dice con sencillez- Si es preciso puedo demostrároslo

El capitán supo que iba a perder el control. Desde que servía al duque tal cosa no había ocurrido más de una o dos veces. Pero sabía bien lo que ocurriría si pasaba. Se quedó quieto, usando hasta la última voluntad de su cuerpo en que no pasara un desastre.

Controlarse fue un suplicio. Pero lo logró. Casi había recobrado por completo la serenidad al entrar en las estancias

- Guardias, llevad a los soldados Basarab a los calabozos. Y que se lleve a los cadáveres a la capilla, luego veremos que hacer con ellos. Que los metan en un ataud. No quiero que estén a la vista.

Dubieta se hallaba fría y serena, acariciando el cabello de su pequeño que parecía dormir. Solo esperaba que lo ocurrido no hubiese repercutido mucho en su hijo, su vida, su todo; el muchachito por el que daría lo que fuese por verlo sonreír. 

Mirando por la ventana, tumbada en la cama con su hijo recostado en su pecho y en plena noche, lo único que quería escuchar Dubieta era el sonido de la naturaleza. Quería tranquilidad y silencio, el mayor silencio posible. Fue entonces cuando golpearon ligeramente la puerta, era el Guardia Tomescu y parecía ser que con la decisión del duque, el leal caballero Schaar había sido desposeído de su título. 

¿Cómo va a afrontar esto mi pequeño? solo espero que todo siga su curso.

Posando a su hijo en la cama de nuevo, se levantó sigilosamente y entreabrió la puerta, dejando que su tez pálida brillase ligeramente con la luz de las velas.

- Estamos bien, guardia ¿Está aquí por algo en especial? No creo haber requerido específicamente de sus servicios hoy para molestar y despertar a mi hijo cuando al fin duerme - un leve suspiro salió de la dulce boca de Dubieta, estaba algo tensa por las decisiones tomadas hoy por el duque - no golpee la puerta así ¿De acuerdo?

Se quedó en la puerta, esperando que el guardia hablase, realmente necesitaba despejar su mente aunque su oído estaba pendiente de cualquier ruido procedente de dentro de la habitación.

TIRADA OPCIONAL:

- Oculta y secreta de: Percepción + Consciencia.

Los guardias del Castillo se apresuran a obedecer a su Capitán, mientras que los guardias de los Szantovich se mantienen nerviosos al margen.

Cuatro guardias al servicio de los Basarab son maniatados y conducidos a las mazmorras subterráneas, los dominios del misterioso Carcelero, uno de los siervos más leales del Duque.

Otros dos (uno desangrado y con una tremenda y salvaje mordedura en el cuello, y el otro partido en dos mitades en vertical) son metidos en sacos y llevados por un grupo de seis guardias a la pequeña capilla del castillo.

Iacobus observó a Flaviu todo lo que duró su, extrañamente, protocolar perorata. Por un momento, no estuvo seguro de si estaba más interesado en comprender lo que había sucedido o en comprender por qué aquel hombre se comportaba de un modo tan ridículo. Habiendo atravesado semejante asunto, ¿a quién coño se le ocurría soltar esa sarta de metáforas y acartonados comentarios? Mas lo cierto es que algo de lo que había visto había incidido fuertemente en el ánimo del caballero de los Cárpatos, y tras volver a echar un vistazo a la situación y verla controlada, su mirada se alejó del devenido escudero y volvió a posarse afuera.

No, definitivamente ha escapado. Ha percibido bien el mensaje que he enviado. Pero, ¿qué fue eso?

Iba a contestar a Flaviu cuando entraron, por fin y tardísimo, las dos estatuas de sal que se habían quedado en las puertas de los barracones. El comentario del Sargento hizo que Iacobus le mirase fijamente, ahora sí, sin saber si enfadarse o reírse a carcajadas. ¿Alguien allí tenía algo de sentido común? Joder, qué cantidad de mierda. Y ni hablar del comportamiento del Capitán, que no estaba ni para dirigir un cruce de gallinas. En fin. Era extraño que, de todos allí, el único que a pesar de equivocado dijese salgo sensato fuera Flaviu.

- Las cosas se demuestran con acciones, no con palabras - contestó al Sargento, sacudiendo la espada llena de sangre - Además, sinceramente, poco me importa a mí si sois un cobarde o no. Preparad vuestras excusas o demás a quien os la pida u os las exija, a mí me da igual.

Miró a Flaviu.

- El que acaba de escapar es demasiado para ti, y te recomiendo que no lo intentes. En lo que respecta a mí, no pienso salir a buscar a la mascota de nadie, que de ello se encargue su amo. Pero vosotros - miró a los que quedaban en los barracones -, que habéis visto lo mismo que nosotros, quedad advertidos de lo que acabáis de presenciar. Guardad la memoria en vuestra mente y obrad en consecuencia.

Sí, eso provenía del que estaba salpicado de dos sangres de pies a cabeza. Pero a Iacobus eso parecía no importarle.

- Haz lo que quieras, si es de tu agrado sacudir un poco a los... perros - apuntó el caballero de los Cárpatos a su escudero - Y si no, tu voluntad. En cuanto a ustedes, volved a vuestros lugares. Esto se ha terminado.

Miró al Capitán, más inútil que una estaca clavada en una duna de arena, y luego al Dravescu, cuyos gritos histéricos todavía no podía comprender bien. En fin. Dio la media vuelta, dejando que quienes quisieran se ocuparan de la situación, y salió de los barracones.

CAPITAN ZARAK:

- Sales del Barracón mientras tus hombres se llevan maniatados a los cuatro detenidos a las mazmorras y otros meten a los muertos en sacos de arpillera.

- Afuera la noche es oscura, pero te das cuenta de una presencia que no debería de estar por aquí a estas altas horas de la noche. Se trata de la niña Veronika Basarab, que debe de haber escapado de la habitación que comparte con su madre Svitlana, y ahora andurrea por el patio con sus piernas cortas de niña de cuatro años, buscando la capilla donde está el cadáver de su tía Giorgina...

Tomescu se abochornó al instante por su decisión. Había dejado que la preocupación tomase el control y se había ganado una reprimenda de Dubieta. Miró al suelo para demostrar sumisión y arrepentimiento. Y bajó la voz todo lo posible para no perturbar el sueño de Tiberiu.

- Lo lamento, mi señora. Sólo pretendía... - aquello eran excusas - el castillo parece ajetreado esta noche y estaba preocupado. Lamento haber interrumpido su descanso. Si la señora no tiene otra orden, guardaré la puerta para que nadie les moleste.

Tanteó el hacha a su espalda, eso le reconfortaba. Su señora parecía preocupada por algo, pero no era asunto suyo entrometerse en los asuntos de los nobles. Ya se había excedido una vez y no pensaba repetir el error. Hizo una inclinación con la cabeza y se quedó así esperando respuesta.

SARGENTO DOMINIK:

- Te despejas un poco y observas cómo se llevan a los guardias al servicio de la Casa Basarab. Parece que han muerto dos ahí dentro...

- Es posible que les conozcas vagamente, ya que tú en realidad te criaste en este castillo, que antes era el Castillo de los Basarab.

- No puedes evitar sentirte un poco incómodo por todo lo que ha sucedido.

- Miras hacia el patio y te parece ver la silueta de tu señor Durius, deslizándose hacia el edificio principal del Castillo.

SCHAAR DVY:

- Cerca de ti está el Guardia Tomescu, el más leal protector (después de ti) de Dubieta y Tiberiu. Está montando guardia.

- Dirías que la noche ha acabado mal para los seis guardias al servicio de los Basarab.

- Has visto como acudían al Barracón de la Guardia a detenerlos el Capitán Zarak, el Sargento Dominik, el Escudero Flaviu Krevcheski, el Mayordomo Valru de Bistritz, y el anciano Zort Dravescu.

Algo les ha pasado a los dos primeros, que se han quedado titubeando en la puerta sin decidirse a entrar al barracón hasta que todo ha acabado. Zort primero quería escaquearse, dirías que por pura cobardía, pero luego ha entrado gritando incoherencias que no has llegado a entender bien.

Entretanto, ha llegado el Caballero de los Cárpatos, al que tú conoces como Iakov el Ensartaojos aunque ahora se haga llamar Iacobus Radoslav. Iba ya cubierto con la sangre de Giorgina Basarab, pero cuando ha salido tenía más sangre fresca cubriendo su coraza de metal.

La visión de toda esa sangre enciende tu amor y deseo por la pura violencia y el salvajismo brutal del campo de batalla. Pero empleas tu disciplina feudal y sentido del deber para controlar tus ánimos y natural predisposición a la ira.

Después, todos han salido del barracón, y con ellos varios guardias de la Guardia del Duque, portando a cuatro guardias de los Basarab atados. Acabarán seguramente en las mazmorras. Faltan dos guardias, seguramente ahora mismo no sean más que cadáveres.

En medio de todo esto te ha parecido ver algo absurdo, aunque la visibilidad es mala y tu mente te puede haber jugado una mala pasada. Te ha parecido ver a Valru, que es ya un hombre bastante maduro y venerable, salir corriendo del barracón tras la entrada de Iakov. Luego jurarías que ha saltado al tejado del edificio y que ha desaparecido saltando de tejado en tejado como un felino.

- Estabas tan absorto contemplando todo ésto, que casi no has visto a Durius cruzar el patio para dirigirse hacia sus habitaciones.

- Y ahora hay una niña pequeña de cuatro años, la niña de los Basarab, andando perdida y desorientada por el patio en mitad de la noche... ¿No debería de estar ya en la cama?

Zort quedó de piedra ante lo que vieron sus ojos. No era la primer criatura sobrenatural con la que se había cruzado, pero nunca había visto algo asi. ¿Cuántos tipos de criaturas habiataban entre ellos sin saberlo? Ya no podría confiar en nadie.

Y para terminar con el dantesco espectáculo, un cuerpo caía en mitades. Otra vez la espada de Iácobus, otra vez sangre... ¿Acaso ese hombre no servía para otra cosa? Al menos el resto de los guardias se habían salvado. Si los hubieran agarrado dormidos, tal vez los cadáveres se hubieran multiplicado.

- Capitán, el Caballero Dvy también se upone que es parte del complot?

Otto sopesó las palabras del Senescal. Lo de la situación financiera no le pillaban por sorpresa y respecto a lo otro, él mismo había sufrido la displicencia de su señor cuando le planteó el problema.

- Pero si no se le presenta como un problema al que él tenga que dar solución…- Comenzó, pero antes de terminar meneó la cabeza.- El problema es que creía que el Duque querría casar a Dubieta con Durius, no con vos. No es que lo considere un problema, por supuesto- se apresuró a excusarse temiendo que lo malinterpretara.- Es toda una oportunidad para vos, Senescal. Un matrimonio para unir el pasado y el futuro de Transilvania. No, no me refería a eso. La idea que tenía era plantear al Duque la necesidad de que marido y mujer estuviesen juntos y lo más solos posibles una vez contrajesen matrimonio. Privacidad para los recién casados- explicó.- Obviamente se dejaría caer la cuestión de la mansión que le cedió y que está desaprovechada con la familia de su ahijado. Seguramente terminaría accediendo al considerar esa residencia como un buen regalo para su estimado secretario. Así tendríamos libres las habitaciones de Szantovich y acompañantes además de las del caballero Durius y Valru.- Sin olvidar que el caballero Durius estaría fuera del castillo, un poco más lejos de la corte y de los susurros al oído del Duque. Claro que ese pensamiento se lo guardo.- Aunque… La idea podría seguir funcionando, si bien en este caso el que debería proponerlo sería yo como un regalo de bodas del Duque para con vos. Sería mucho más difícil de convencer. Ahora, de estar de acuerdo deberíais residir fuera del castillo, quizá demasiado lejos de lo que aquí ocurre.