Partida Rol por web

Al llegar justo cuando su señora cerraba la puerta, apoyo su cuerpo contra la pared unos segundos, dejando descansar su cuerpo y suspirando levemente, para acto seguido volver a ponerse recto y en posición, listo para que nadie molestase a su señora.

Iacobus no había contestado a Radovina, más que nada porque había percibido la mirada de varias personas y no tenía interés en detenerse a darles, a los curiosos, ninguna explicación. Que pensaran cuanto quisieran, si total lo iban a pensar de todas maneras. Las lenguas viperinas de aquella corte de mierda, como de cualquier otra corte, no iban a detenerse sólo por encontrarse con una pared.

Ni aunque fueran arrancadas, seguro se darían modos para seguir chillando.

Pero ahora, ya lejos y en la soledad de la habitación y con la puerta cerrada a sus espaldas, echó una mirada a su alrededor y la posó en Radovina. Había una pregunta encerrada en el rostro de la joven, y él no pudo más que sonreír a medias.

Me creerías más si te digo que fue una urgencia de mi polla, ¿a que sí?

- No, no me sucede nada, querida - respondió, finalmente, pero no hizo más.

Ahora estaban en territorio de ella, y le interesaba ver qué hacía. Él ya tenía muy en claro qué iba a hacer él.

- Schaar Dvy entra en el pasillo, cargando en brazos a Dama Dubieta Stolnic, que parece estar desmayada. 

Boru observo a los recién llegados y sin avanzar demasiado, un simple paso, hablo con voz segura y lo mas tranquila que pudo.

- ¿Que ha sucedido? ¿esta bien?- observo a Schaar y a la inconsciente dama alternativamente mientras preguntaba, volviendo a colocarse de manera recta y solemne.

Schaar llega a la habitación de Dubieta.

- Boru, por favor, trae un cubo de agua. Fresca si puede ser. - dice pasando por el lado de Boru.- Aún no se qué le ha sucedido...

Schaar entra en la habitación de Dubieta sin detenerse y lleva a Dubieta a su cama.

Schaar espera a que Boru se haya marchado a traer el agua para cerrar la puerta y se va al lado de Dubieta para tomar su temperatura. Acto seguido Schaar se levanta la manga de la camisa y el faldón, quiere ver si tiene marcas visibles de quemaduras en el brazo o en el torso, o alguna cosa que pueda ser evidente, físicamente, de lo ocurrido. Si él las tiene, Dubieta posiblemente las tenga.

Schaar está bastante nervioso, si alguien les había visto... No quería pensar ahora en ello, el dolor aún le atenazaba por dentro y le mortificaba. Así que después de todo, realmente su alma no les pertenecía... Y Dios lo sabía. Schaar se levanta, y va hacia la puerta para abrirla, no quiere que se vea nada sospechoso, no ahora, y tras esto vuelve al lado de Dubieta.

Boru se paralizó unos segundos, su deber era estar haciendo guardia en aquella puerta... pero tampoco quería permitir que le sucediera algo malo a la Dama Dubieta. Separándose de la puerta se dirigió al camino más cercano para encontrar a algún criado para pedirle agua y que la trajera a la habitación sin dejar de mirar aquella puerta.

Uno de los siervos del castillos trae agua para el guardia Boru, aunque para encontrarlo tuvo que perder de vista, por unos momentos, la puerta de los aposentos de su señora.

Boru toco en la puerta en la que se encontraba Schaar, dejando el agua por fuera de la puerta.

-Aquí tienes el agua, si necesitas algo mas, llama a los sirvientes del castillo- dijo de forma sería y en cierto modo noble mientras volvía a su puesto, con miedo se acercó algo a la puerta para ver si había algún sonido extraño, había sido unos segundos, pero incluso unos segundos era lo que necesitaban para cometer algo horrible y fallar a su mayor deber. 

QUEMADURAS:

- Tenéis quemaduras en forma de Cruz en vientre, piernas, pecho y espalda.

- El origen de las quemaduras parece ser de dentro para afuera.

En cuanto Boru cerró la puerta y se quedó fuera, Dubieta abrió los ojos y miró a Schaar. E

- Schaar... ¿estás... bien?  - pasó las manos por encima del vestido, se sentía algo mal, pero no tanto como en la capilla con aquel humo que parecía estar matándola, haciendo que se desmayase - no me encuentro bien... pero, tengo que bajar... tengo que ir al banquete... - trató de levantarse de la cama pero no podía, le dolía todo el cuerpo  - Schaar... ven, túmbate a mi lado, por favor.

Quería saber si a él también le había ocurrido algo similar.

- Perdón Boru, no vi a ningún sirviente, quizá estuve demasiado cegado por la seguridad de nuestra señora.

Asintió y cogió el cubo de agua y lo llevó hacia dentro de la habitación.

Schaar fue a su lado, sin embargo, no se tumbó. Arrodillado junto a ella, en el suelo, se cogió el brazo y se retiró la manga para que viese la cicatriz en forma de cruz. Acto seguido cogió su mano.

-Dubieta, esto complica mucho las cosas.- dijo severamente mientras retiraba un poco la manga para comprobar que Dubieta también tenía la delatadora cicatriz.

Ante la visión, la cara de Schaar se desfiguró de preocupación.

- No puedes bajar en este estado... Por suerte, - bajó la voz- quizá tu estado es la escusa perfecta para que tu esposo no use su derecho a la noche de bodas.

Schaar odiaba cada vez más al senescal, y eso que no le había hecho nada a él, pero pensar... Volvió a centrarse, debía estar pensando en esos momentos en que Dubieta se encontraba así en ese asqueroso viejo?

- Debes descansar Dubieta, tu esposo entrará en cualquier momento.- dijo sentenciando su petición a tumbarse a su lado.

Schaar cogió la mano de Dubieta y la besó con ternura para, después, coger un paño y humedecerlo con el agua fresca. Schaar miró a Dubieta a los ojos y mientras escurría el paño y se lo ponía en la frente, pensaba en el momento en que perdieron su alma.

Dubieta bajó la mirada, las palabras de Schaar le dolían en cierto modo, sabía que él odiaría al Senescal cuando llegase el momento en el que ella se tuviese que entregar a otro hombre que no fuese él. La calidez de su mano hizo que ella suspirase y le mirase a los ojos.

- Schaar... aunque hoy no sea el día, sabes que tendré que hacerlo... - sonrió levemente  - pero tú siempre serás mi guardia personal, siempre serás la figura paterna que guía a mi pequeño Tiberiu, no dejes que lo que ocurra entre el senescal y yo te influya... para mí significas más de lo que crees...

Miró sus marcas y se las volvió a tapar con el vestido.

- No dejes que vea mis heridas, estas... marcas, por favor. - con una mueca de dolor pasó su mano por sus brazos, justo por donde estaban las heridas - pon cualquier excusa para que no me toque más de lo preciso, si llega a ver mis heridas... no sé qué pasaría... es más seguro para los dos que no las vea.

- El Guardia Tomescu llega corriendo desde el Patio del Castillo, pero en el pasillo sólo ve al Guardia Boru.

Tomescu entró corriendo y antes de llegar al lado de Boru, empezó a gritar.

-Acabo de ver a Mariana con la cara llena de sangre. Al parecer el boyardo la ha abofeteado.

En cuanto llego al lado de la puerta de su señora, llamó insistentemente.

-¡Mi señora! ¡Mi señora!... ¡Schaar, algo ha pasado en el salón!

Los gritos acudieron a la estancia tan fuertes como si estuvieran allí dentro mismo. Iacobus entrecerró los ojos, miró al techo durante un instante, y luego se adelantó hacia Radovina. Sin decir absolutamente nada, ni siquiera preguntar, la cogió y la obligó a moverse hacia un sitio alejado de la mirada que podía proyectarse desde la puerta. No lo hizo con cuidado, lo hizo con un mero movimiento práctico y desapasionado que, tras dejarla donde esperaba, dio la vuelta y fue hacia la puerta para abrirla.

La puerta se abrió tras unos segundos largos como cien eternidades y Iacobus, con una cara indescifrable cubierta por una sombra terrorífica, apareció en el marco.

- Más vale que sea grave. ¿Qué mierda dices que ha sucedido?

-Mi señor, me temo que no tengo respuesta a su pregunta. Sólo he visto a la ama de llaves Mariana, sirvienta fiel de su recién esposa, cruzando el patio, desde el salón hasta las cocinas. El maestro Maserrak la estaba ayudando. He venido corriendo para informar.

Las cejas del caballero de los Cárpatos se arquearon.

- Y has escuchado que la ha abofeteado el Basarab. Imagino que venía del salón principal. Bien, de acuerdo.

Miró un momento hacia el interior de la habitación, donde desde la puerta no se veía a Radovina.

- Vamos. Por vuestra seguridad, será mejor que me acompañéis. Ustedes dos, también, síganme y hagan honor a su jodido trabajo.

No esperó más para salir de la habitación y cruzar el pasillo para dirigirse hacia el salón principal.