Partida Rol por web

El lacayo esperó por unos instantes en un angustioso silencio. De a poco, empezó a recobrar su conciencia, empezó a hablar consigo mismo. - Estas aquí, Mikail. Hay una puerta gruesa de madera entre tu y el monstruo. Tranquilo. - Dijo mientras enarbolaba una histerica sonrisa en su humedo rostro, mojado por el sudor.

Miró hacia un lado, escudriñando el vacio con las pupilas dilatadas. Su colmillo mordio el costado de su labio. - No puedo quedarme aquí, tampoco puedo salir así. - Su piernas respondieron y lo condujeron hasta su malhabido cobre. Allí, retiró del arcon un oscuro trapo con el que taparse el torso. Antes de cerrarlo, dejó en su interior la cruz dorada que le había entregado el sacerdote momentos atras.

Quitó el seguro de la puerta y se paró por un momento en el umbral. Revisó con sus manos su bandolera de cuchillos, sus bolsillos. Colocó la llave en la cerradura y se preparó para salir.

LACAYO MIKAIL:

- Tirada oculta de Destreza + Sigilo. Dados de 10 desglosados, a dificultad 7.

MIKAIL:

- Retiras silenciosamente la pesada traviesa que bloquea la puerta.

- Después das varias vueltas a la llave, abriendo el cerrojo.

- A continuación abres despacio, escudriñando lo que hay al otro lado de la puerta.

- Te parece ver que Vasilov está justo delante.

- Pssshhh, Valisov. Date vuelta, malnacido. - Dijo en un susurro violento el truhan, mientras llevaba la mano a su bandolera.

Pasa y hablemos dentro del recinto. - Dijo todavía en su secretismo. Miró por encima del hombro de su compañero, escudriñando el patio con desconfianza.

Te parece que Vasilov te ha dicho algo, pero no alcanzas a entenderlo, y rápidamente se da la vuelta, para hablar con tu señor Durius y sus acompañantes, Iacobus Radoslav y Farkas Deli.

Para tú sorpresa, poco después se dirigen todos hacia las habitaciones, apenas dando tiempo a que te apartes un poco. 

Las puertas de la antesala se abren del todo, revelando a un asustado Mikail cerca de ellas. 

Rápidamente las traspasan desde el patio cuatro figuras: el secretario Ducal Durius Tremere, el Segundo Caballero Iacobus Radoslav, Farkas Deli y el lacayo Vasilov. 

Ver a ésa bestia sanguinaria que es Iacobus Radoslav entrar en tu habitación despierta dolorosos recuerdos, sobre todas las vidas que aquel desgraciado segó en aquel lugar. 

Es especialmente realista el recuerdo del cadáver decapitado de Valru, tirado en sus habitaciones. 

El lacayo se aparto del camino un tanto aliviado por la llegada del primer caballero. Realizando una leve inclinación, se pronunció. - Mi señor, es preciso que escuche lo que tengo para contarle, algo terrible ha sucedido en la capilla. - Concluyó con la mirada en el suelo, su aspecto era algo más inmundo de lo normal.

Tras unos pasos para adentrarse en la habitación, Durius se detuvo de forma brusca. El hedor de una sangre hacía tiempo derramada pareció solidificarse en sus fosas, ahogándolo. La sangre que tan bien había conocido, la de su Chiquillo, Valru. El recuerdo de su figura, de aquel momento del pasado en que su muerte por envenenamiento fue detenido por una orden incluso para él amoral, de su estrecha relación, del vínculo de sangre roto por el monstruo al que la necesidad le obligaba a soportar.

Un odio visceral marcado por el dolor de la pérdida, rompió como una ola contra Durius, empapándolo, reafirmándolo en el plan que su mente elucubraba para poner fin a aquella agonía que sufría desde hacía demasiado tiempo. Nada le devolvería a Valru, cuya memoria permanecería inalterable por eones, mas la venganza sería un bálsamo que serviría para mitigar el odio y el rencor hacia Iacobus Radoslav.

Mas aquel no era el momento de la debilidad o del dolor. Mikhail aguardaba.

El Secretario Ducal, que avanzaba a grandes zancadas se detuvo bruscamente ante la figura de su lacayo. Su nerviosismo era evidente confirmando las palabras de Vasilov.

-Habla pues, Mikhail. Cuéntanos qué acaece en la Capilla. Vasilov, ayúdame a ponerme la armadura. Mucho me temo que la hora de las palabras concluyó hace tiempo.

Farkas miró el lamentable estado en el que se encontraba el lacayo de Durius, asustado como un conejo que había salido corriendo hasta su madriguera, pero la paciencia no era uno de los fuertes del Guardia de Sangre, y ahora le apremiaba la respuesta del sirviente.

-¡Habla de una vez! ¿Te ha comido la lengua el gato?

Como le hiciera perder más tiempo él mismo le arrancaría las palabras a golpes.

¡Un monstruo...un monstruo ha salido ha surgido de la capilla! - Dijo el lacayo un tanto nervioso por las palabras del capitán de la guardia. - Me encontraba acompañando a un par de guardias que portaban un cuerpo. El cadáver de una mujer si mis sentidos no me engañan. Entramos en el lugar, allí nos encontramos al sacerdote Basarab y su monaguillo. No alcanzamos a mediar palabras, cuando esa cosa salto desde las sombras. Un monstruo salido de algún profundo rincón del infierno salto sobre los guardias y los despedazo sin ningún esfuerzo. El hombre religioso y su pequeña puta se escondieron entre los muebles del lugar. - El truhán realizo una pausa como recordando.

- La criatura se abalanzó sobre mi, pero gracias a Dios, se quedo sólo con parte de mi chaleco. Corrí hacia la puerta. En ese momento entró otro lacayo, Satanás se apiade de su alma, la bestia lo mató en el acto. Salí del lugar a toda prisa, pero al correr alcance a escuchar otros gritos provenientes del interior. Esta vez de los Basarab. Supongo que el Señor no tubo tanta estima para con el estirado sacerdote y su ayudante. Dios los tenga en la gloria. - El lacayo parecía poseer una nueva y ferviente fe.

El sinvergüenza suspiró profundamente, para luego continuar - Luego corrí hasta aquí a buscarlo. Eso es todo y que Dios me fulmine aquí mismo si exagero en mi relato. ¡Tienen que creerme, era horrible. Horrible! - Llevándose las manos al rostro y empezando a gimotear como el hombre miserable y repugnante que era.

-Te creemos, Mikhail -fue la escueta respuesta de Durius que miró a Farkas y después a Radoslav-. Rápido, mi armadura. No hay tiempo que perder.

Iacobus se había dedicado a mantenerse en un segundo plano, desde que abandonase el patio. Quizás escondía en su semblante indescifrable el humor negro de volver a entrar a aquella estancia, esta vez como invitado de quien no demasiado tiempo atrás había ocasionado la muerte de todos sus seguidores por intentar atacarle. O quizás escondía una rabia helada por estar de pie en el mismo sitio en el cual habían intentado asesinarlo de modo tan torpe, sin motivo y sin excusa alguna. O quizás sólo estaba pensando en lo que sucedía en el presente, lo cual sin duda era suficiente para atraer toda la atención del momento.

Echó una mirada al lacayo, luego una Farkas cuando le gritó, de nuevo al lacayo cuando éste vomitó todo lo que supuestamente había ocurrido, y finalmente miró a los otros dos. Tenía las cejas arqueadas, aunque el motivo no parecía ser exactamente la confesión de la terrible bestia que guardaba los cimientos de aquella fe retorcida.

- Joder, deja de llorar como un jodido imbécil - dijo Iacobus, dirigiéndose al hombre, con voz seca como el chasquido de un látigo - Y ponle la puta armadura como lo necesita.

Luego se dirigió a Farkas y a Durius, mientras alguien se dignaba de una puta vez a vestir al secretario ducal.

- Insisto, la peor baza es clausurar la capilla con nosotros dentro. Ya lo habéis escuchado bien: los Basarab cuentan exactamente con ello, que nos encerremos a hacernos cargo para no extenderlo al Castillo, y allí aprovecharán a extenderse ellos mismos y tomar el control. La trampa ya fue puesta desde que se les permitió la entrada a la familia completa.

Si tan solo le hubieran escuchado. Pero, no, por supuesto. Un viejo decrépito que nada sabía de enemigos y un jodido perro demasiado leal para tener un cerebro habían echado atrás sus órdenes y habían abierto el Castillo de par en par.

Lejos de asustarlo o inquietarlo el relato de Mikhail dibujó en Farkas una extraña sonrisa. Ansiaba encontrarse con ese maldito vampyr y destrozarlo con sus propias manos. Llevaba demasiado tiempo encerrado en el castillo sin nada que hacer como para desaprovechar una oportunidad así. El vampyr Basarab pagaría la rabia contenida del Guerrero de Sangre.
Una mueca de disgusto se marcó en su cara ante las palabras de Iacobus que no parecía dispuesto a entrar en la capilla a por el mounstruo pues suponía que era una trampa de los Basarab. Farkas no estaba seguro de ello, y tampoco le importaba demasiado, estaba dispuesto a entrar allí solo si era necesario, pero en aquel asunto se veía obligado a obedecer a los dos primeros caballeros de la corte, así que espero que entre Iacobus y Durius tomaran una decisión.
Mientras lo hacían miró con rabia a Mikhail y Vasilov esperando que se dieran prisa en poner la armdura a Durius y no les hicieran perder más tiempo. Si la capilla tenía acceso a las catacumbas, como así parecía, el vampyr podría desaparecer en ellas tal y como había aparecido

OCTAVA HORA DESPUÉS DEL MEDIODÍA.

Vasilov, bastante atontado por lo que cuenta Mikail, tarda en ponerle la armadura a su señor. En cuanto espabila se la coloca en perfecto estado, con la ayuda de su compañero.

Farkas comenzaba a impacientarse ante la torpeza de los lacayos para poner la armadura de su amo, pero también ante los reflexivos pensamientos de Durius. Eran muy disitintos, el uno llevado por el instinto en la mayoría de sus acciones y el otro pensaba cada movimiento antes de actuar. Pero a Farkas le preocupaba que el vampyr pudiera volver a escabullirse por las catacumbas nuevamente y perderlo, no creía que fuera a salir al patio por su propio interés si no lo obligaban. A esas alturas debía tener toda la sangre que necesitaba a pesar de sus años de sequía.

No se escapará ahora que lo tengo tan cerca.

Debía encontrar una forma para impedir que la criatura volviera a desaparecer y debía hacerlo rápido, antes de que Durius o Iacobus tomaran una decisión definitiva sobre lo que se iba a hacer. Estaba claro que ni a él ni a Iacobus parecía hacerles demasiada gracia volver a entrar en la iglesia, aunque Farkas desconocía los motivos del Caballero de los Cárpatos y no dejaría a Durius entrar solo. Si había que entrar lo haría, tampoco tardaría mucho en matar al vampyr, pero quizá hubiera más alternativas. Farkas sonrió ante una idea, quizá podría funcionar.

-Caballeros. Dijo dirigiendose a Durius y Iacobus. Temo que la criatura no salga al patio tras haberse alimentado tan abundantemente. A esas alturas debía poder haberse dado un baño de sangre. Y si temo que vuelva a esconderse de nuevo en las catacumbas que ahora son su nuevo hogar y en las que ha estado escondido durante años. Pero no solo por la Capilla se accede a ellas, de hecho esa información es nueva para mi, de haberlo sabido habría buscado allí hace tiempo. Si vosotros esperáis a la puerta de la capilla preparados por si la criatura sale yo puedo ir por las mazmorras y cortarle el paso junto a Carcelero, así se verá obligado a salir o al menos no podrá escapar. He estado junto a Carcelero antes allí abajo y ahora que sabemos donde buscar no nos será difícil encontrar la entrada a la capilla y tenderle la trampa a la criatura.

Si le cerraban ambas salidas el vampyr se vería obligado a luchar con unos o con otros y moriría en ambos casos. Esperaba que los caballeros pudieran apreciar las ventajas de su plan.